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Tu Juego por Yais

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Notas del fanfic:

Aqui estoy, escribiendo un Ita/Dei que tenia años queriendo publicar.

En un principio esta historia se desarrollaría dentro y paralelamente a mi fic Odio ir a la escuela pero aquella trama es principalmente SasuNaru y en estos momentos no me encuentro de ánimos para hacer algo sobre ellos como pareja principal.

Espero les guste y estoy abierta a sugerencias, amenazas por ser una vaga de las actualizaciones, correcciones, etc. Eso sí, si me insultan no respondo (jaja de verdad, no respondo XP).

IMPORTANTE: Estoy en busca de Beta para esta historia, si a alguien le interesa porpliz un PM.


Capítulo 1

 

–… Feo

Había muchos adjetivos que podrían describir a Deidara y, siendo honestos, muy pocos serían calificados como buenos. Si hiciésemos una lista para definir su personalidad, obligatoriamente deberíamos poner algunos como: histérico, pendenciero, gritón, desidioso, vengativo, sarcástico y otro tanto que, generalmente, serían negativos.

Pero entre todo lo que él era JAMAS, y lo digo enserio, jamás podría considerársele ser alguien feo. Sólo bastaba mirarlo para que permitieras que te insultara y golpeara cuanto le diera la gana pues si un golpe suyo significaba que esa piel de ángel te tocase, bien lo valía.

Es por ello que cuando el hombre que charlaba con él dejó escapar esa palabra de sus labios, para referirse a su bella persona, Deidara sintió que en su estómago había una implosión. Un hoyo negro que se comía toda su luz y luego la escupía en una onda expansiva que más te valía estar muy, muy, lejos.

- ¿Qué fue lo que dijiste? – Su voz temblaba de una manera bastante tétrica y los que estaban cerca sintieron como su aura maligna pretendía tragárselos.

En ese momento estaban en el aeropuerto de Japón, para ser más específicos, en Tokio, parados a un lado de la banda portaequipaje. Recién bajaban de un vuelo proveniente de Monte Carlo y seguramente ni Deidara ni el hombre que acababa de insultarlo, habrían reparado en la existencia del otro sino hubiese sido por una serie de eventos que los había obligado a incordiar mientras reclamaban su equipaje.

Como ya se mencionó nuestro protagonista era una visión para cualquiera y, con 21 años de vida, siempre asumió que todos le rendirían pleitesía nada más posaran su vista en él. Así que mostrándose notablemente sorprendido, y con tendencias a cometer homicidio, miró fijamente al hombre frente a él.

Aquel sujeto, a lo mucho, le llevaba un par de años. Sus cabellos eran negro azabache y sus ojos, de igual color, lo evaluaban sin sentirse mínimamente intimidado. Deidara frunció los labios al notar que su expresión era una mueca de autosuficientica pétrea.

- ¿Qué? – Su voz profunda y calmada lo desubicó momentáneamente.

- ¿Qué, qué fue lo que dijiste? – Había momentos en los que Deidara sacaba a relucir esos tantos atributos negativos que poseía y los materializaba. Un ejemplo era ese pues, inconscientemente, levantó con lentitud el neceser que cargaba en su mano derecha y lo enarboló como si fuese un cuchillo que pretendía lanzar a una diana.

El joven de ojos negros esbozó una sonrisa sarcástica, casi como si lo retara a tirarle la maletita, y Deidara, aceptando el reto, no pensó en donde estaba parado, lo que hacía ahí o lo que no tenía que hacer; simplemente lanzó el neceser por los aires e interiormente rezó por darle en el rostro a aquel imbécil.

Y entonces, mientras el proyectil estaba por dar de lleno en su blanco, pensó en que, tal vez, estaba de acuerdo con aquel pelinegro impertinente, él ¡ESTABA ESPANTOSO!

 

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Como ya dijimos Deidara interiormente NO era una belleza y por supuesto NO era perfecto. Más eso era interiormente, puesto que exteriormente bien podía ser confundido con un ángel.

Él era un chico de cabellos rubios, ojos azules y grandes; piel apenas bronceada y con una sonrisa que, sin motivo, tenías que devolver tan pronto vieras. Su voz tenía el tono perfecto y, si bien era explosivo, cuando se comportaba lograba endiosar con su candidez, andar perfecto y modales impecables.

Desde que supo lo que era un IDOL quiso ser uno de ellos y, la verdad, no tuvo que esforzarse mucho. Su tía decía que “Había nacido para ello”.

Comenzó a modelar para revistas de niños cuando apenas tenía 6 años, después hizo algunos comerciales de televisión, representó la voz de una heroína de anime y con el paso de los años vinieron los perfumes, los catálogos importantes y el modelaje en París. A estas alturas de su vida tenía eventos y pasarelas por todo el mundo, era famoso.

Aquello, por supuesto, le venía de familia pues Kushina, su tía, era una Top Model mundialmente reconocida y aunque, propiamente, no compartían sangre era como si fuesen madre e hijo.

 

Esa tarde regresaban a Japón tras un Tour por toda Europa, estaban cansados y lo único que querían era llegar a casa y descansar como tenía meses no lo hacían. Pero como, lamentablemente, la prensa no compartía su idea, lo único que les quedaba era fundirse en un mar de gente apretujándose por entrevistarlos, empujones y, si no tenían suerte; jalones de pelo y ropa por parte de algún fan.

Ambos detestaban esas escenas y eran momentos como aquel, cuando estaban completamente agotados, que optaban por medidas de lo más desesperadas. Actualmente usaban el recurrente método del disfraz.

 

Kushina era una mujer efusiva. Así que cuando la moneda que lanzaron al aire giró y cayó dando como resultado cara, no pudo evitar saltar emocionada pues la suerte la había favorecido. Como siempre le había tocado a su sobrino político ir por las maletas y, si las cosas salían mal, hacerla de carnada.

Así fue como Deidara vio su belleza ser opacada por una peluca de cabellos marrones  desordenados, unas lentillas de igual color, cejas extra y plastas de plástico que modificaban sus pómulos. También usaba un horrible suéter de triángulos, pantalones de pinzas a la cintura y una pesada montura de los lentes más feos que pudiesen haber elegido.

- ¡Ya!, ya Dei chan – intentó calmar Kushina mientras le acomodaba maternalmente aquella peluca – Verás como la próxima vez me encargaré yo –

El rubio hizo una mueca y se miró lastimeramente al espejo – La verdad, lo dudo – comentó con pesar, a decir verdad creía que la mujer usaba una moneda trucada pues a ella jamás le había tocado disfrazarse.

 

Unos minutos después se encontró caminando directo a la plancha donde aparecerían las maletas. En aquel lugar ya había un grupo de fotógrafos que, curiosamente, habían logrado colarse. Deidara sintió como le sudaban las manos de sólo imaginarse que llegaran a descubrirlo y segundos después en internet rodaran miles de fotos suyas con aquel vergonzoso aspecto.

- Respira – Se dijo mientras veía como las maletas comenzaban a aparecer –Todo va a salir bien, nadie te va a descubrir, ni tú te atreves a mirarte fijamente con este aspecto, nadie te mirará, no lo harán, no te descubrirán – y mientras repetía el mantra veía las maletas pasar, el tiempo se le hacía eterno.

Y entonces salieron las maletas de Kushina. Un juego de 3 valijas rosas y su neceser, le costó un poco de trabajo, pero las acomodó en el carrito y siguió esperando, sin parar de contar el equipaje y los segundos.

La ropa y el maquillaje lo estaban haciendo sudar y sabía que no sólo se veía espantoso, ¡se sentía espantoso!, volvió a inhalar,  y se atrevió a dejar escapar el aire justo cuando apareció su juego de maletas negras.

Sólo le faltaba aquel maletín que Tobi, un insoportable pero con buen gusto fan, le había regalado. Recordaba que en otras circunstancias habría devuelto el presente pero la piel y los detalles del regalo eran tan finos y artísticos que, con un gesto enfadado, tuvo que redactarle un escueto “gracias por el regalo”. No que el fuese un tirano con sus fanáticos, pero con personas como Tobi siempre debía andarse con cuidado.

Tan sumido estaba en el mantra que lo ubicaba en otro lugar y lejos del peligro, que casi pierde la oportunidad de tomar el susodicho maletín cuando pasó a su lado. Así que, respingando, alargó la mano para tomarlo en el último segundo y con la rápida acción terminó sujetando la mano de una persona que había intentado hacerse con el maletín al mismo tiempo que él.

- ¡Ah! – Deidara se asustó justo cuando sintió que lo tocaban. “¡Me descubrieron!” Gritó una voz alarmada en su cerebro y alejó la mano como si el tacto de la otra persona le quemara.

Escuchó un resoplido muy bajo y entonces alzó la mirada, no sin miedo, para encontrarse con un azabache un poco más alto que él mirándolo fijamente

- Di..disculpa – Ni siquiera supo porque dijo aquello, pero nada más se le vino a la mente. Jamás se había quedado sin palabras.

El otro cambio la evaluación por un gesto neutro, casi despectivo, y Deidara sintió como si lo hubiese inmovilizado con la mirada. Estaba petrificado y lo único que pudo hacer fue ver como se giraba con su maletín en la mano.

– O…oy – Se golpeó mentalmente ¿Pero qué le estaba pasando? – ¡OYE! Ese es mi maletín – Deidara se recompuso tan rápido como pudo.

El pelinegro se giró casi en cámara lenta y Deidara se volvió a quedar sin aliento cuando encontró por segunda vez sus ojos. Nunca en su vida había visto a una persona tan atractiva y aquello, para alguien como él, era decir bastante.

– No lo creo – El hombre habló lentamente – Esto es mío – alzó el maletín y le mostró un pequeño logo en plata al frente.

– No, es mío – Deidara arrugó el ceño, él por supuesto había visto aquel logo. Esa marca era la razón por la cual había aceptado aquel obsequio. “Un diseño único y elegante”, como él, eso versaba la nota que llegó acompañada con 100 docenas de rosas al hotel de lujo que compartía con su tía.

 

- ¿Ocurre algo Itachi? – Un joven de pelo azul y piel del mismo tono se acercó al joven pelinegro. Era alto y fornido, todo un guardaespaldas.

– No – El recién mencionado negó y evaluó a Deidara por segunda vez. No tardó en dedicarle una mirada de desidia y se dispuso a seguir con su camino.

 

- ¡Es... – Deidara estuvo a punto de protestar que le robaban sus pertenencias pero el hombre de cabellos azules también le dirigió una mirada extraña y sonrió burlón antes de codear a su compañero.

 - No me digas, ¿el truco de la maleta? –

 Deidara no entendía a que se referían – ¡¿A Dónde creen que… – y entonces lo escuchó

 

– Nunca se había atrevido a hacerlo uno así de feo –

 

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… Feo

Y entonces se encontraban ahí, viendo en cámara lenta como el neceser volaba a su destino. Tanta era la práctica de Deidara lanzándole objetos a la gente que le hubiese atinado a Itachi de no ser porque su guardaespaldas apartó de un golpe la maletita al tiempo que le dedicaba una mirada peligrosa.

Deidara sintió un escalofrió recorrer por su espalda.

– ¿Ocurre algo? – Un guardia de seguridad se acercó al escuchar el barullo.

– ¡Si, él se quiere…! – Deidara comenzó a quejarse pero rápido aquel guardia lo tomo del brazo para inmovilizarlo - ¡Oye ¿qué te pasa?! -

– ¿Se encuentra usted bien señor Uchiha? – El rubio se indignó cuando el guardia le hizo una reverencia al pelinegro sin soltarlo.

 El mencionado simplemente asintió y como si cualquier cosa se giró. Sin mirar al impotente Deidara a quien, sometido, se le resbalaban los lentes por el puente de la nariz.

–  ¡Espera!, tú estúpido suéltame – Deidara forcejeó con el guardia de seguridad – No vez que se roba mi maletín, ese maldito ¡OYE TÚ IMBECIL! – El rubio no podía con el guardia y comenzaba a sentir que le ropería el brazo.

Al darse cuenta de que era deliberadamente ignorado, se rindió.

– Señor – El guardia aflojó ligeramente el agarre cuando sintió que Deidara se dejaba de resistir – Muéstreme su identificación –

 Y entonces el rubio se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Los curiosos lo miraban, él se veía de lo más ridículo y no podía dar su nombre. Moriría de vergüenza.

–  Verá – Deidara rio tontamente dándose cuenta de su situación – Yo, creo que hay un error – al sentirlo relajado el guardia lo liberó pero lo siguió mirando como si fuese un sospechoso de terrorismo.

– Creo que va a tener que acompañarme – le indicó el camino con un gesto de mano y Deidara aguantó la respiración frustrado. Se acababa de dar cuenta de que por más que sonriera o pestañeara el guardia de seguridad estaba determinado a detenerlo ahí hasta obtener una respuesta por su extraña actitud.

 – Pero – Al idol jamás le había pasado eso, bueno él jamás había sido feo, jamás le ocurrían esas cosas a la gente bella – es que, mi maletín, yo, él… –  Y entonces lo vio, un maletín negro idéntico al que el pelinegro antes se había llevado, parecía que ya había dado 2 vueltas en la tira - ¡MIRE! – Grito y con rapidez lo tomó – Ve – Lo señaló con una sonrisa nerviosa – mi maletín, es igual al de aquel hombre, fue sólo una confusión y yo, tengo mucha prisa así que, adiós – el rubio lanzó el maletín al carrito, junto con el resto de su equipaje, y salió en una carrera mientras levantaba el neceser de su tía del suelo.

 

– Es…pere – El guardia de seguridad sólo pudo verle el polvo.

 

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- ¡No puede ser! – Deidara sentía que el corazón se le salía por la boca cuando decidió que debía detener su carrera. Un aura negra volvió a rodearlo - ¡¡ARGH!! – Gritó con fuerza y varios a su lado respingaron asustados, alejándose de él al instante – Ese maldito infeliz, ¡Me dijo FEO! – golpeó una columna cercana con enfado

– Respira Deidara – se dijo segundos después cuando varios guardias de seguridad comenzaban a mirarlo sospechoso – relájate y… sólo relájate, mientras más pronto termine esto mejor –

 

Ya estaba cerca de la entrada, podía ver a unos fotógrafos rondando la puerta y entonces, volviendo a su actitud de “el mundo no merece mi existencia”, inhaló hondo - ¡ES ESA KUSHINA SAMA! – Gritó a todo pulmón señalando a un punto inespecífico y tan pronto lo hizo todos corrieron hacia donde había señalado. Salieron fans y fotógrafos de los baños y hasta de los botes de basura. Incluso se tuvo que sostener del pilar que antes había golpeado pues la marabunta casi lo arrastra consigo.

– Increíble Dei chan, como siempre – Kushina apreció a un lado suyo usando un velo sobre la cabeza y gafas de sol.

– Vámonos por favor – Deidara moría por quitarse ese horrible disfraz.

La mujer simplemente sonrió ante el gesto derrotado de su sobrino.

 

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Cuando salieron del aeropuerto se encontraron con un Lexus ISC color blanco y un joven pelirrojo recargado en él, claramente esperándolos. El chico miraba su reloj con un gesto serio y por el brillo en sus ojos marrones se veía un poco molesto.

Sin embargo, tan pronto alzó la mirada y se encontró con Kushina cambió el mohín por una afable sonrisa - Kushina San – Saludó y le abrió la puerta trasera del auto, para después ayudarle con las maletas.

- Sasori Kun tanto tiempo ¿Cómo has estado? –

 - Bien ¿Y usted? – Sonrió y abordó el auto ignorando por completo a Deidara

- ¡Oye tú! – Deidara gruñó mientras peleaba con su propio equipaje – podrías saludarme al menos, si es que no quieres ayudarme –

- ¿Deidara, eres tú? – Sasori lo miró de reojo al tiempo que el modelo entraba al auto – Tardaste mucho –

- Muérete quieres – Deidara se arrancó las plastas de maquillaje y aventó los horribles lentes a la parte trasera del auto al tiempo que se sacaba el suéter y comenzaba a desabrocharse los pantalones.

- Claro – arrastró la palabra observando cómo se desvestía – podrías esperar hasta llegar a casa para hacer eso –

- Arranca – gruñó Deidara, al tiempo que peleaba con la peluca.

 Como respuesta Sasori esbozó una imperceptible sonrisa. 

 

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Uchiha Itachi miraba el maletín con un gesto contrariado, dentro había encontrado algo de ropa, papeles y una cámara fotográfica. Sus cosas no estaban.

Entonces se sonrió. Al final, ese horrible mocoso no había intentado ligárselo.

 Si era su maletín

 

Él era un hombre importante, reconocido en varias partes del mundo y tratado como una especie de celebridad en Japón. Era común que su agenda estuviese repleta de compromisos que no podía retrasar y pocos los momentos en los que se podía relajar.

Había viajado a Mónaco para cerrar un contrato millonario y mañana debía iniciar sus movimientos para, por fin, comenzar con la construcción del centro de rehabilitación infantil que venía planeando desde hace casi 6 meses.

Todos decían que pasaba la mayoría del tiempo presionándose con proyectos y deberes interminables, pero a él le gustaba encargarse de esas cosas, era su hobbie, y salvó hacerse cargo de su hermano o pasar tiempo con su tío político, el resto de las cosas estaban relegadas a un segundo plano.

Era por eso que Kisame le había sugerido, prácticamente obligado, que dejase el maletín con todos sus papeles de trabajo en la sección de carga – “Es para que te relajes” –

Bien, sino fuese porque guardaba un electrónico de todos sus documentos y tenía duplicados guardados en otra maleta, en estos momentos estaría todo menos relajado.

Observó el maletín y volvió a sonreír, esta vez sardónico, era increíble que alguien decidiese usar como contraseña para el candado de su equipaje la combinación 1234567.

 

Con cuidado desdobló una camisa y la levantó en alto para sacarla del maletín. Después sacó unos shorts bastante pequeños y no pudo hacer otra cosa que fruncir ligeramente el entrecejo.

No sabía porque había ocupado valiosos segundos de su tiempo intentando visualizar al aguerrido castaño con esas ropas, pero rápidamente decidió que aquello era una pérdida de tiempo, su imaginación no daba para tal horrorosa empresa. Simplemente no podía creer que aquel esperpento de chico se atreviera a vestirse de esa manera ¿Playera provocadora y  short que dejaba poco a la imaginación?, ese ridículo suéter y esos pantalones lo habían impresionado.

¿Por qué había gritado tanto?, estaba seguro que no era ni el primero ni el último que lo había llamado feo y, por supuesto, tampoco había mentido.

Dobló la ropa de nueva cuenta y la puso a un lado. No entendía como alguien podía optar por guardar ropa en un maletín, eso era simplemente incorrecto.

 

“Si me pierdo regrésame con: Deidara Namikaze Teléfono: 01-227-324590”

 

Leyó en una tarjetita que encontró pegada en un cuero al fondo del maletín.

- Deidara Namikaze – susurró y entonces tocaron a su puerta.

- Pasa – sin ceremonia puso el maletín de lado y miró un chico entrar a su habitación.

 - Itachi, ya volviste – frente a él estaba su hermano menor, su cabello era igual de negro que el suyo y sus ojos brillando de manera especial

 -  ¿Sasuke dónde estuviste? – Él no era un hermano sobre protector, sin embargo en cuanto llegó le habían dicho que su otouto había pasado todo el fin de semana sin poner un pie en casa y eso le preocupaba.

El menor se encogió de hombros y sonrió sin ser consciente de que lo hacía – en casa de un amigo, se lo dije a Sai –

Itachi entrecerró los ojos – ¿Qué amigo? – al final todo lo relativo a su hermano le preocupaba.

Sasuke volvió a sonreír y eso a Itachi le pareció bastante extraño. A esas alturas su hermanito debería estarle gritando que no tenía derecho a interrogarlo – Sasuke – Llamó alerta – ¿Dónde estuviste? –

- Ya te lo dije, en casa de un amigo – por fin frunció el entrecejo como acostumbraba pero no duro mucho porque volvió al gesto bobo – tengo cosas que hacer – se despidió y dejó completamente descolocado a Itachi.

 – Tal vez fue un viaje muy largo y estoy alucinando –  se dejó caer en la cama dispuesto a descansar – Mañana llamaré a ese tal… Deidara –

 

Notas finales:

Kisses kisses de YAIS XP

Hace TANTOOOO que no escribo humor XD


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