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Hay sentimientos que engrandecen el alma por Paz

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Notas del fanfic:

Este fic lo tenía escrito en una pequeña libreta, lo termine el 20 de noviembre de 2010 y lo deje olvidado, aproveche este fin de semana largo para subirlo a la PC, al mismo tiempo que ampliaba su contenido hasta alcanzar este tamaño, por lo que podría decirse que realmente lo terminé en la fecha que menciono al final de la historia.

Notas del capitulo:

Además de los personajes mencionados, hay que incluir a Mito Yohei que también forma parte de la historia.

Hay sentimientos que engrandecen el alma

 

Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko, cuyos derechos de autor le pertenecen

 

By Paz

 

Capítulo Único

 

 

 

Llegamos a la preparatoria Shohoku llevando tras de si la fama de ser chicos conflictivos, sobre todo Hanamichi, al que las chicas temían por considerarlo un chico pendenciero, un matón que llevaba por el mal camino a sus amigos, nada de eso era cierto, no peleábamos por el gusto de hacerlo, solo nos defendíamos si era provocados, lo que solía ocurrir demasiado a menudo para nuestro gusto.

 

La llegada a la nueva preparatoria no fue lo feliz que Hanamichi deseaba, porque aún tenía muy reciente el último rechazo amoroso, estaba deprimido y eso incidía en su carácter por lo que provocó algunos incidentes en el salón, afortunadamente sólo unos cuantos cabezazos con la consecuencia de algunos dolorosos chichones, nada que el tiempo tardará en curar.

 

Su convencimiento que una vida etapa de su vida comenzaba empezó a tambalearse, no podíamos dejar de observar su tristeza, fue entonces cuando conoce a una linda muchachita, que tuvo el valor de acercársele, hablarle y tocarle, ante nuestra mirada atónita, Hanamichi solo balbuceaba ante su presencia, y cuando ella dijo la palabra “maldita”  creímos que nuestro amigo perdería el control y se desquitaría también con ella porque la última chica le había rechazado por un basquetbolista y que la jovencita le preguntara si lo era, era tanto como arriesgarse a sufrir un contratiempo, sorpresivamente Hanamichi sonrió tontamente y afirmo serlo. Demás esta a decir que estuvimos a punto de sufrir un soponcio al escucharle y supimos que esa jovencita le había reafirmado en su convencimiento de que su vida iba a cambiar, lo hizo pero no en el sentido que él entonces creía.

 

Una vez más le vemos enamorado y como no podía ser menos le hacemos saber que esa linda chica puede tener novio y que es mejor que se enteré antes de seguir ilusionándose, tal como suponíamos la muchacha tiene el corazón ocupado, no le discrimina por su carácter pendenciero sino por porque esta enamorada de un basquetbolista, maliciosamente, nosotros estábamos haciendo apuestas porque la mala suerte de Hanamichi con las chicas era una constante, y suponíamos que no iba a serle tan sencillo conseguir que alguna viera más allá de lo externo.

 

Es en ese instante cuando Hanamichi escucha por primera vez el nombre de la persona que más influirá en él. Tampoco entonces nuestro amigo estaba lejísimos de imaginar hasta que punto ese chico llegaría a significar en su vida.

 

Por aquel entonces, con quince años, el futuro era algo que se veía lejano, algo incierto, en lo que no se pensaba, solo se vivía con intensidad el presente.

 

Cuando ambos chicos se conocieron saltaron chispas.

 

Todo comenzó por una chica. Azuzado por nosotros, sus amigos, quiso confirmar que Haruko estaba libre y una vez más sus ilusiones se hicieron trizas cuando supo que estaba interesada por un muchacho que jugaba al basquetball, su sino era declararse a chicas que se relacionaban con deportistas, aunque esa vez por lo menos la muchacha comentó que el chico no estaba enterado de sus sentimientos, aquella declaración era un tanto favorable a los sentimientos de Hanamichi.

 

Durante un largo periodo de tiempo Hanamichi tuvo la amistad de la joven, aunque estuvo a punto de perder su reciente amistad por un malentendido en el transcurso de un incidente en la terraza, la joven malinterpretó lo que pasaba y le dirigió duras palabras de rechazo y aunque todo se aclaró la muchacha solo demostró sentir una profunda amistad hacia Sakuragi, nunca traspaso la barrera hacia sentimientos más profundos.

 

Y fue en la terraza donde Hanamichi conocería a su futuro rival por el amor de Haruko.

 

Era allí donde había quedado citado para encontrarse con los matones del tercer curso por un incidente ocurrido en el pasillo de sus salones, al parecer quisieron darle una lección por invadir su territorio y se encontraron con la fuerza desmedida de Hanamichi que no dejaba golpe sin devolver, ni se amilanaba ante quienes podían superarle en fuerza o altura.

 

Más tarde, encabezados por su jefe irrumpieron en el salón donde estaba dándonos clase el profesor y le retaron a un duelo en la terraza.

 

Hanamichi no se achicó, tampoco yo podía quedarme callado e intervine enfrentándome a esos matones a encontrarnos en el lugar y a la hora señalada por ellos.

 

A la salida de la clase nos dirigíamos al lugar del encuentro cuando el resto de nuestros amigos se unieron a nosotros ofendidos porque les estábamos dejando atrás. Se habían enterado por otros que íbamos a enfrentarnos con los matones del club de judo, evidentemente estaba acostumbrados a asustar a los muchachos más débiles,

 

Ni Hanamichi, ni nosotros nos considerábamos pusilámines, no buscábamos peleas, pero tampoco las rechazábamos. Quien nos buscaba solía encontrar más de lo que deseaba encontrar. Se iban a  sorprender porque nosotros no estábamos dispuestos a dejarnos pegar sin devolver el golpe.

 

Sin embargo, aquella mañana fue diferente a muchos otros enfrentamientos de los que solíamos tener, en principio, porque apenas llegamos a nuestra cita al traspasar la puerta de acceso a la terraza nos encontramos ante un chico, alto, moreno, él mismo que se nos cruzó en el pasillo de primero a media mañana y que por su altura le comparamos con Hanamichi que también tiene una altura considerable. Su mirada azulina se quedo fija en nosotros cuando irrumpimos en la terraza, en ese momento, los sorprendidos fuimos nosotros al ver en el piso, a su alrededor, derribados nuestros retadores, nunca supimos el motivo pero lo que era evidente es que él sólo había sido capaz de vencerles, por lo que nuestra admiración por él quedo reflejado en nuestros rostros.

 

Hanamichi no supo ocultarla, reconocía el valor de una sola mirada y aquel chico lo poseía. Se le acercó, y aún así permaneció inmutable, como ajeno al escrutinio de nuestro amigo, que le observó de frente y de espaldas, como si quisiera cerciorarse que era una personal real, durante unos segundos sus miradas se cruzaron, en ambas se veía la misma determinación, la misma fuerza, el mismo reto de resistir. Admiración que se trocó en abierta hostilidad cuando tras estudiarle detenidamente le preguntó su nombre, fue saberlo y al momento se desvaneció su deseo de conocer las causas del enfrentamiento que hubo antes que llegáramos ahí.

 

Posiblemente nada más hubiera pasado. Hanamichi sabía perder ante una chica, se resignaba a sus rechazos sin una queja, admitía sus razones sin cuestionarlas, aquella mañana fue diferente por la inesperada intervención de Haruko.

 

La chica debió de verles desde alguno de los ventanales de los salones y supuso que estaban peleándose por ella. Algo impensable, Hanamichi no era de esos, ella no lo sabía y se presento en medio de los dos hablando atropelladamente por el esfuerzo que le supuso subir corriendo para impedir que fueran a las manos, sin embargo, al ver la sangre que caía de la ceja rota de Rukawa increpó a Hanamichi con duras palabras y enseguida ofreció a Rukawa un pañuelo que el joven rechazó con escasa delicadeza, ante la insistencia de la chica su actitud fue poco respetuosa y que su nuevo amor recibiera ese trato era impensable en Hanamichi que tras su primer arrebato de dolor por sus palabras salió en su defensa y entonces si que se desató entre ellos unas pelea en la que ambos salieron seriamente lastimados.

 

Mas tarde Haruko tuvo que disculparse con nuestro amigo, pero el daño ya estaba hecho.

 

Hanamichi y Rukawa pasaron a ser rivales por el amor de una chica que no les merecía.

 

Parecía una razón injustificada, sin sentido, el que Hanamichi comenzara a jugar tras un encuentro tan bizarro con el capitán del equipo de basquetball de Shohoku y que ese imponente chico fuera el hermano mayor de la chica de la que se había enamorado Hanamichi, las circunstancias adversas estaban en contra de él, porque lo ignoraba todo de ese deporte, sin embargo, con la misma pasión que en el pasado lo rechazó, más tarde se entrego al mismo como si no hubiera otra cosa que deseara llevar a cabo.

 

Al contrario de lo que muchos pensaron en aquellos días, Hanamichi no entró a formar parte de ese equipo por Haruko, lo hizo por Rukawa aunque lo ignoraba. Quería ser tan bueno como él, deseaba superarle y su tesón le acompañó siempre lográndolo, bueno, eso es adelantar acontecimientos, por entonces lo que más primaba en ellos era esa competitividad que les acompañó mientras fueron compañeros de equipo en Shohoku, junto a sus ansias por ganar el Campeonato Nacional alentados por el profesor Anzai, como su entrenador y los profundos deseos de su capitán Akagi porque veía que llegaba su último año de la secundaria alta sin lograrlo, quería marchar con orgullo, no derrotado.

 

Los sueños de unos y otros se cumplieron, los de mi amigo mucho más allá de lo que él podía haber imaginado.

 

Fueron días increíbles los que pasamos en Shohoku, mucho más de lo que esperábamos tener. Cierto es que debíamos estudiar y realizar tareas extraescolares, pero aún así, procurábamos cumplir con nuestras obligaciones, aunque a más de uno le costaba llevarlas a cabo, pero con nuestro esfuerzo aunado salía adelante, su actitud era comprensible pues todo su afán era superar sus limitaciones con el basquetball, arrastrando a los demás hacia ese deporte que hasta entonces habíamos ignorado.

 

Era entretenido el ambiente que se creaba alrededor de juego y cuando se produjo el enfrentamiento en la duela del gimnasio porque unos matones irrumpieron en una de las prácticas, nosotros, la gundam de Hanamichi intervenimos en la refriega, y más tarde nos declaramos culpables para evitar que el recién formado equipo de Shohoku desapareciera.

 

El líder de la banda buscaba destruirlo, sabía que sus miembros serían penalizados con la expulsión si ocasionaban peleas callejeras, peor aún si era dentro de la duela de juego.

 

Fue entonces que nos enteramos que el líder de los matones había sido nombrado el mejor M.V.P. durante la secundaria baja, tras contar Kogure, el subcapitán del equipo que le conocía nos contó su historia, Mitsui, ese era su nombre, tras disculparse con el profesor Anzai, a quien el chico parecía respetar, le rogó que le permitiera entrar al equipo, el mismo quedo formado por los conflictivos chicos, porque aparte de Kogure y Akagi, que se advertía los más centrados, los demás tenían sus más y sus menos.

 

Aquellos fueron días difíciles para Hanamichi pero su ánimo no decaía, aunque eso no impedía que sus enfrentamientos con Rukawa amenizaran a los demás jugadores. Era evidente para todos que no podía soportarlo y que no lo ocultaba era un hecho innegable. Cuando le pidieron a Rukawa que le enseñara los tiros sencillos, emprendió su particular guerra de balones, primero desafiando a Akagi al negarse a realizar los tiros que el jugador estrella con su habitual frialdad le mostraba, ya que Hanamichi solo quería realizar Slam Dunk y más tarde tirándole los balones al chico y excusándose tontamente, finalmente Akagi se enfureció y les obligó a mantener la calma, a disculparse entre ellos. Parecía que la tranquilidad volvía a reinar, sin embargo, aquella era la calma que precedía a la tormenta, porque Hanamichi, sin esfuerzo levantó la canasta metálica donde se guardaban los balones y sin problemas los lanzó hacia Rukawa, lamentablemente, solo hubo un perjudicado, Akagi, cuya caja le cayó encima, dejándole atrapado dentro. Nunca entonces, el apodo que nuestro amigo le dio fue más creíble. El Gori se enfureció agarrándose con ambas manos al enrejado metálico, ambos quedaron castigados a limpiar el gimnasio durante las siguientes dos semanas. El castigo de Rukawa fue un daño colateral, porque después de todo él era una víctima.

 

Aunque no estábamos sobrados de tiempo, la Gundam acudía todas las tardes a sus entrenamientos, porque sabíamos que con nuestra presencia Hanamichi se animaría, aunque no se podía negar, que era Hanamichi, con sus tonterías y fanfarronadas quien conseguía animar al resto de sus compañeros de equipo, al extremo que su tesón y fortaleza, su afán de aprender y superación era un ejemplo para todos, por ello se le disculpaba muchas de sus torpezas.

 

Hanamichi era un tipo sorprendente y hasta el profesor Anzai lo supo. Nuestro amigo era como un diamante en bruto, una vez pulido mostraría todo su potencial, por eso seguramente, tenía tanta paciencia con él, disculpándole todo.

 

Por ese motivo, viendo la actitud de su entrenador todos mostraban interés y paciencia para adiestrarle en ese camino que Hanamichi se había trazado cuando hizo lo posible para ingresar al equipo de basquetball.

 

Sus progresos eran lentos porque el mismo se dejaba llevar por esos ataques, él creía de genialidad, y que solo mostraban su debilidad cuando se enfrentaba a otros equipos, enfrentamientos que le ayudaban a prepararse para alcanzar la meta que todos ansiaban y se habían propuesto, llevar al equipo de Shohoku a ganar a todos los equipos a nivel de preparatorias en Kanagawa para alzarse con el Campeonato Nacional.

 

Tuvieron diversos partidos de práctica, en el primero de ellos Hanamichi tuvo que mantenerse en el banquillo, no iba a jugar con los titulares y estuvo molestando al profesor Anzai para que le dejara jugar, este sabiamente, le tranquilizo haciéndole saber que se lo haría, pero que aún no era tiempo, pues era el “arma secreta” del equipo. La placidez del entrenador ya no volvió a ser interrumpida durante los siguientes momentos, en la que se mantuvo atento al juego de sus jugadores.

 

Finalmente, nuestro amigo consiguió participar, dejando enseguida patente su inexperiencia, más no por ello se dejaba intimidar y continuó firme en la brecha, aunque a partir de esa primera vez se ganó el titulo del “rey de las faltas”, con el paso del tiempo, con su determinación obtuvo otro mote que le satisfizo mucho más “el rey de los rebotes”, su altura y su energía le elevaban por encima de sus rivales, permitiéndole hacerse con esos balones que rebotaban.

 

Cierto que poseía una fortaleza invencible, pero solo se sentía motivado por sus rivales. En el partido contra el Ryonan el ánimo decayó porque iban perdiendo 19-0 a los pocos minutos de comenzar el juego, Akagi y Rukawa se pusieron serios y levantaron el marcador 42-50 al terminar el primer tiempo. Durante el segundo tiempo, a nueve minutos de la final le hicieron una falta grave al capitán que tuvo que retirarse lesionado, siendo reemplazado por Sakuragi, quien se mostraba muy nervioso.

 

No se que le dijo Rukawa, aparte de la patada que le propinó, pero lo que fuera fue suficiente para que se sacudiera de encima el nerviosismo y volviera a ser quien todos conocíamos, el imparable, el Tensai Sakuragi, el genio como el se denominaba, y comienza a realizar rebotes y bloqueos mostrando que, efectivamente, es un jugador excelente. Ese partido lo perdieron por un punto, pero aun así Sakuragi tras recuperarse del shock, queda satisfecho porque aquel era partido de prácticas.

 

Cuando nos íbamos para casa quise enterarme de su cruce de palabras con Rukawa, vi en su mirada un atisbo de agradecimiento hacia el chico, pero enseguida se encogió de hombros como no dándole importancia.

 

Conocía a Hanamichi y fue entonces cuando no tuve dudas acabarían siendo amigos.

 

El tiempo me dio la razón.

 

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Me sentía abochornado, aquel chico debilucho no era rival para alguien de mi talla, entregarme al juego por alguien así era ofensivo, pero más me molestaba sentir que no era capaz de reaccionar y que los puntos en contra se iban acumulando en el marcador, era consciente que el esfuerzo de mis compañero no eran suficientes para ganar, si uno de ellos no daba todo de sí y ese era yo. Mi mente tenía claro lo que debía hacer, pero mi cuerpo se negaba a actuar, a seguir los dictados de mi racionalidad. Estaba acabado, incapacitado para seguir jugando, el juego se complicaba cada segundo que transcurría, inesperadamente, todos hicieron un nuevo esfuerzo.

 

Mi mente se confundía con los recuerdos de los partidos en los que había participado, sin embargo aquel nunca pude olvidarlo, el Gori quedo lesionado y tuve que reemplazarlo, los nervios me carcomían inmovilizándome, el que Rukawa se me acercara con aquella expresión en su rostro nada alentadora no me sacó de ese estado, le vi apretar los puños y pensé que me merecía que me golpeara, porque me sentiría aliviado de la culpa, más él me habló. Nunca antes se había dirigido a mi por voluntad propia y que me hablara me dejo perplejo.

 

-Tú puedes hacerlo. No eres así. –y añadió bajo para que solo pudiera oírle yo- Si ganamos te enseñaré todo lo que sé.

 

Le mire entrecerrando los parpados, como evaluando su propuesta.

 

-¿Es una promesa? –pregunté con el mismo tono de voz, entre dientes, como si me costara hablarle, cualquiera que nos viera podía pensar que estábamos a punto de iniciar una pelea.

 

-Si.

 

-De acuerdo.

 

Se apartó de mi no sin antes darme una patada, como si esa fuera la razón de su cercanía, yo proteste como todos esperaban que lo hiciera y enseguida el juego se reanudó. Mis ánimos estaban renovados, aunque me molestaba aceptarlo, ganarle a él era todo lo más que deseaba. Ese engreído sería vencido gracias a lo que él me enseñara.

 

Ese pensamiento puso una sonrisa triunfal en mi rostro, los demás se me quedaron mirando sorprendidos, miré hacia otro lado y durante unos segundos mi mirada se cruzó con la de Rukawa, haciéndome saber que comprendía el porque de mi sonrisa. Creí percibir un atisbo de una sonrisa en sus labios, al punto que yo mismo pensé que era imposible. El “rey del hielo” era incapaz de saber como hacerlo. Paso mucho tiempo antes que reconociera mi error, Rukawa poseía una personalidad ambivalente y solo mostraba su lado más frío para evitar sentirse dañado.

 

Aquel juego acabó con nuestra derrota, por tanto me sentí un tanto desilusionado, porque por primera vez sentí que era capaz de seguir las enseñanzas de Rukawa.

 

Aquella noche, me sentía como si me hubieran roto y volvieron a recomponer, mis músculos estaban resentidos y me impedían concentrarme en el trabajo escolar que tenía pendiente. Si no lo entregaba a tiempo corría el riesgo de perder el curso y como nefasta consecuencia, el entrenador me sacaría de entre los titulares, dejando fuera de juego. Ya nos había advertido que tuviéramos cuidado, que no descuidáramos nuestros estudios.

 

Y ahí estaba yo, después de un duro partido, intentando conseguir que lo que leía tuviera algún sentido.

 

Solté el libro que sostenía entre mis manos y las llevo por detrás de mi cabeza desperezándome, al hacerlo mi mirada se dirigió hacia la ventana viendo que continuaba lloviendo, comenzó poco después de llegar a casa lo cual agradecí, porque no me apetecía nada pillar una mojadura.

 

Aunque la lluvia me impedía ver el exterior, me pareció advertir un figura detenida enfrente de mi casa, no me inquiete por esa presencia, el barrio era tranquilo, con casas de reducidas dimensiones con un jardín al frente, aun cuando mis padres vivían era adecuada para los tres, ahora para mi solo era más que suficiente, una sola planta con las habitaciones imprescindibles, cocina, sala y dormitorio.

 

No podía distinguir su rostro pero no dudaba que estaba pendiente de mi, en ningún momento tuve el pensamiento de llamar a mi Yohei que vivía cinco calles más allá de mi casa, para que su padre, agente de seguridad, se acercara. La actitud de ese individuo no era alarmante, además veía en ella algo familiar, me quede un rato quieto apartando la mirada de la ventana y fijándola en otro punto de la habitación. Volví a desperezarme al tiempo que me levantaba, estire la mano hacia el punto de luz y la apague.

 

Quien fuera ya no podía verme, ahora la ventaja estaba de mi lado. Era yo quien podía intentar verle para conocer sus intenciones, me desplace hacia otra ventana y miré hacia la calle. Continuaba allí, pensé que tal vez al ver que apagaba la luz se marchara, pero no, la noche había refresco y quien allí estaba no parecía llevar ropa de abrigo, una cazadora y unos pantalones deportivos, una bufanda alrededor del cuello, del hombro izquierdo colgaba un bolso deportivo, cuanto más le miraba más me convencía que le conocía, era muy alto y sus cabellos negros le caían, mojados y pegados al rostro sobre los ojos, apenas si conseguía verle la nariz y parte de los pómulos.

 

Cuanto más le miraba más creía conocerle, me preguntaba quien podría ser, le vi mover los pies como si quisiera entrar en calor, la lluvia había menguado en intensidad, pero aún así caía sobre él sin que pareciera importarle. Fue entonces que levantó la cabeza y el resplandor de una farola próxima me permitió identificarle. Me quede durante unos segundos quieto, mis pensamientos se detuvieron también, luego reaccioné preguntándome ¿Qué hacía allí? ¿Por qué no estaba en su casa? ¿Por qué miraba con insistencia hacia la mía? ¿Qué buscaba de mí? Si quería algo, ¿Por qué no llamaba en lugar de estaba bajo la lluvia como un alelado? Entonces, percibí, al verle allí, el desamparo que emanaba de él, el desgarrador desaliento que tenía en su mirada, llevado por un impulso, abrí la ventana y le llamé.

 

Vi que giraba el rostro en mi dirección, la expresión de desconcierto de su rostro era genuina y también el titubeo en su mirada azulina. Insistí y pude ver como sus pasos le llevaban hacia la puerta de casa.

 

Me apresuré a abrir para que entrara y no siguiera mojándose. Fue entonces que me fije en el feo golpe que tenía en el rostro, al punto que su ojo derecho estaba parcialmente cerrado, amoratándose cada vez más.

 

Sin detenerme a pensar le tome de la mano y sin mediar palabra entre nosotros le conduje hasta el aseo, dándole a entender que le convenía quitarse la ropa mojada y darse una ducha caliente.

 

Puse a su alcance uno de mis pijamas y le deje solo. Cuando algunos momentos después salió, me fije que tenía mejor aspecto, es decir, ya no tiritaba y sus mejillas tenían un tono sonrosado.

 

Le señale el asiento, donde ya había dejado todo lo necesario para hacerle una cura, la misma que mi madre solía hacerme cuando llegaba a casa con un ojo morado, aunque no estaba seguro que fuera efectiva porque todo alrededor del ojo se veía muy mal.

 

Le acerque una bandeja con comida que aceptó sin rechistar, cuando terminó le ayude a levantarse y le lleve a mi dormitorio, su estado era preocupante, parecía que estaba en estado de shock, había extendido otro futón en el piso, a mi personalmente se me hizo extraño compartir mi dormitorio con él y más todavía fingir no oírle sollozar quedito.

 

Permaneció llorando hasta que el agotamiento le venció y consiguió quedarse dormido, viéndole dormir me hice muchas preguntas, solo que no tenía respuestas para ninguna de ellas, a menos que me atreviera a formularlas, sin embargo, la vida privada era un privilegio personal, en la que yo no iba a entrometerme.

 

A la mañana siguiente, me levanté temprano, tras ver que Rukawa dormía, pensé que podía entretenerme preparando algunos dulces para animarle. Se me hizo extraño preocuparte por él, pero tampoco me esforcé en demasía en averiguar el porque de mi actitud.

 

Estaba terminando de disponer el desayuno cuando sentí sus pasos acercándose hasta la cocina, me volví y nuestras miradas se mantuvieron fijas durante unos segundos, me fije que después de todo el remedio casero había hecho su efecto, la hinchazón era menos visible y los parpados aunque hinchados permitían ver su pupila azulina. El moretón en cambio había tomado un tono más marcado.

 

No parecía muy predispuesto a hablar, tampoco le forcé a hacerlo, por lo que respondí con un gesto al suyo, al tiempo que señale hacia una de las sillas para que se sentara a la mesa, dimos cuenta de la comida en silencio.

 

Al acabar, se levantó y llevó los utensilios sucios a la pila, al ver que estaba dispuesto a ayudarme con el aseo le deje hacerlo, supe que necesitaba sentirse útil, en tanto el lavaba y aclaraba, yo iba secándolo y guardándolo en sus respectivos lugares.

 

Qué el no quisiera hablar no era motivo para que yo tampoco lo hiciera, asi que le hice saber que no era conveniente que forzara ese ojo y que le convenía mantenerlo relajado.

 

Él asintió, dándome así la razón, resultaba raro su mansedumbre, por lo que le hice saber que podía hacer cualquier cosa que quisiera no por ello iba a molestarme, nuevamente volvió a acceder con un movimiento de cabeza.

 

Acabada su tarea se retiró dejándome solo para acabar con mi parte, al cabo de un rato todo quedaba dispuesto, limpio y recogido para la próxima vez que tuviera que ponerme a cocinar.

 

Me gustaba dejarla impecable, podía ser más descuidado con otras tareas, pero en lo que se refería a la higiene era exigente conmigo mismo, cuando todo quedo a mi satisfacción, cerré la puerta de la cocina y me dirigí a la sala para pasar al dormitorio para retirar los futones y guardarlos para poder usar el cuarto como sala de estudio.

 

Vi que Rukawa había ocupado uno de los sillones, su nuca estaba apoyada en el respaldo y mantenía los dos ojos cerrados, por lo menos el sano, ya que el otro mantenía los parpados hinchados cubriéndole.

 

Pase de largo frente a él y al abrir la puerta con cuidado para no despertarle, vi que él había recogido todo, volví sobre mis pasos y me senté en el otro sofá sin apartar la mirada de él.

 

-¿Te preguntas quien me hizo esto? –preguntó abriendo su ojo sano y pasando la yema de sus dedos despacio por el parpado inferior, a la altura de su pómulo.

 

Eran sus primeras palabras desde que había llegado, su tono de voz era calmoso y no pude menos que mostrar cierta sorpresa al oírle expresarse en aquellos términos.

 

-En este momento, no –no le engañaba, aunque tampoco tenía sentido admitir que deseaba saberlo- Pensaba que es una suerte que estemos en loa Semana Dorada, cuando vayamos a clase será menos evidente. Además, si llevas unas gafas oscuras podrás ocultarlo, aunque en el salón deberás quitártelas, los profesores no te admitirán si las llevas.

 

-Si estoy dormido me ignoraran.

 

Sonreí al oírle, llevaba razón últimamente pasaban de echarle del salón.

 

-Mi padre me dio un puñetazo y me echo de casa, me dijo que era inaceptable mi actitud, que cambiaba mi forma de pensar o él no tenía un hijo sarasa, que si era eso lo que quería que saliera para no volver. –su voz se hizo mas suave y baja, al dejar en claro el porque estaba allí.

 

Su ojo sano se posó en mi rostro esperando mi reacción.

 

-¿Cómo se enteró? –pregunté, no tenía esa certeza hasta ese momento, pero algo así me barruntaba, porque resultaba extraño la actitud que tenía hacia sus admiradoras, nunca antes había visto a un chico que renegara de ellos como él lo hacia, lo que me llevo a pensar que eso era un indicio de que postulaba en otra dirección.

 

-Se lo dije yo…, era homofóbico y yo estaba cansado de oírle despreciar a los homosexuales.

 

Asentí comprensivo. Debió serle muy duro soportar ese ambiente.

 

-¿Tienes donde ir? –apenas hice la pregunta supo que no, no necesitaba oír su respuesta, porque si así fuera como es que anoche permaneció durante horas parado delante de mi casa- Puedes quedarte aquí –ofrecí sin darle tiempo a responderme.

 

-¿Estas seguro? –su voz tembló al hacerme la pregunta, como si dura de haberme entendido correctamente y queriendo confirmarlo.

 

-Si…., quédate el tiempo que creas conveniente. –insistí sin yo mismo comprenderme.

 

Se me hacia extraño ofrecerle un lugar en mi casa, considerando que ni siquiera éramos amigos, solo en ese instante me di cuenta que el entrenador Anzai había visto en nosotros más allá de nuestras máscaras, porque ambos las llevábamos bien arraigadas en nuestros rostros, la mía mostrándome con un aspecto bravucón, la de Rukawa ocultaba su homosexualidad, yo echaba de menos la presencia de mis padres, mi soledad me pesaba tal vez por ello en el fondo de mi pecho aceptaba la presencia de Rukawa como un alivio a mi ansia de compañía. Supe que los dos nos necesitábamos y que estar juntos era la oportunidad que tan generosamente nos ofrecían los dioses, le di gracias a Kamisama, el sabía compensarnos por nuestras carencias.

 

-Gracias…, no sabía donde ir ni a quien acudir. –dijo sin apartar su mirada de mi- Solo pensé que tú…

 

-Hiciste lo correcto –le interrumpí para que no siguiera sintiéndose humillado por reconocerlo. -Tuvo que costarle mucho reconocerlo y más aun pronunciar esas palabras, expresarlo era muy duro para él, considerando nuestros caracteres, nuestras trifulcas dentro y fuera de la duela, sabiendo el constante desprecio que yo mostraba hacia él. Tuvo que serle muy difícil presentarse en mi casa y mostrarme lo desvalido que se sentía- No me las des. –sonreí ante lo que iba a decirle- Yo tengo una reputación que mantener –vi su mirada interrogante- nadie debe saber que estamos juntos, -al instante de decirlo sentí un estremecimiento, como si esas palabras tuvieran otro sentido más íntimo- Tenemos que organizarnos.

 

-¿A  qué te refieres? –preguntó  y vi en su mirada curiosidad.

 

-Debemos conocernos mejor para poder compaginar nuestro comportamiento, de manera que no cometamos errores.

 

-Exactamente, ¿a  qué te refieres? –volvió a repetir su pregunta.

 

-Primer punto…, horarios. Quien se levanta primero, quien hace el desayuno y quien sale primero de casa.

 

-Nunca consigo despertarme antes de las siete. –reconoció Rukawa.

 

-Seré el primero en levantarme, cuando acabe mi aseo te despertaré y mientras tu te preparas yo haré el desayuno –decidió- ¿Te parece bien? –Ante su asentimiento añadió- Yohei y los muchachos pasan a recogerme a las siete y media, si no quieres llegar tarde… tendías que salir antes que yo.

 

-No hay problema, saldré quince minutos antes, así evitaré que me vean.

 

-Sabía que lo comprenderías. Te dejaré un juego de llaves, así podrás entrar y salir cuando lo desees. –Estaba seguro que comprendería el grado de confianza que le otorgaba- Lamento no disponer de otra habitación.

 

-No importa, si no te molesta puedo compartir la tuya, en caso contrario, puedo extender el futón en la sala.

 

-No es necesario llegar a ese extremo –su presencia durante la noche le ayudaría a conciliar el sueño más pronto, por eso incluyó otra petición- Segundo punto… Solo te pido que durante la noche no te quedes practicando hasta las tantas –al ver que sus mejillas tomaban un color sonrosado, supe que había acertado en mi suposición. Ahí estaba el motivo por el que se quedaba dormido por las mañanas- Por lo demás lo iremos viendo a medida que surjan. ¿Te parece bien? –no sabía de donde procedía esa certeza pero me daba la impresión que mis diferencias con Rukawa iban a desaparecer con el trato diario. Vi que Rukawa asentía a todo lo que yo decía y comprendí que estaba dispuesto a aceptar cualquier cosa que yo dijera con tal de no verse en la calle desamparado que estar conmigo- Ahora dame la dirección de tu casa y explícame su distribución.

 

-¿Para qué? –pregunta sorprendido.

 

-Para recoger tus pertenencias, ¿Por qué sino iba a querer ir? –pregunte a mi vez.

 

-Entre los dos podríamos con todo, pero yo… me dejo claro que no quería verme más.

 

-No hay problema, por eso iré solo, si quieres acompañarme mejor, recogeré todas tus cosas en tanto me esperas en la calle.

 

Asintió, solo entonces me explicó como llegar a su dormitorio y donde guardaba sus ropas, sus libros de estudio, su uniforme escolar.

 

-¿Qué harás si se niega a dejarte entrar? –preguntó.

 

-Ya veré… no adelantemos acontecimientos. –me levanté- Lavé lo que traías anoche, pero todavía no se ha secado. Veamos si encontramos algo que te quede bien.

 

cuando ya estuvimos listos, comencé a buscar entre los distintos cajones de mi mesa de estudio.

 

-¿Qué buscas? –me interrogó.

 

-Aquí esta… -saqué un estuche de plástico rojo y lo abrí mostrando unas gafas tintadas, llevaba sin usarlas mucho tiempo, así que tome una toallita húmeda y las lave, secándolas concienzudamente hasta asegurarme que quedaban limpias, solo entonces, las tome por las patillas y yo mismo se las puse a Rukawa, sin que a ninguno de los dos nos pareciera extraño mi actitud protectora- Ahora estas mucho mejor, además como hoy esta soleado a nadie le extrañara verte con ellas.

 

Poco tiempo después salíamos de casa y nos acercamos hasta la parada del bus que nos dejaría en las proximidades de suya, aunque ahora dadas las circunstancias ya no podía considerarse que también le perteneciera.

 

-Es aquí… -dijo Rukawa poniéndose de pie para dirigirse a la salida, el bus paró y nosotros descendimos.

 

Caminamos y cruzamos un par de calles ante que Rukawa se detuviera.

 

-¿Llegamos? –pregunté.

 

-Es aquel edificio, el que tiene la fachada de mármol blanco. –dijo- Te espero en aquella primera banca del parque.

 

-De acuerdo, apenas acabe me reuniré contigo.

 

Me quede mirándole mientras cruzaba la calle, le ví internarse, solo entonces me volví y dirigi mis pasos al edificio que me había dicho, el portal se veía una distinción que podía acobardar a cualquiera que no tuviera un yen para atreverse a pisar en un lugar así, hasta tenían conserje, así que con paso firme, entre acercándome hasta la garita que ocupaba.

 

Tras saludar me preguntó a que piso me dirigía, tras decírselo y el nombre de Rukawa Kaede, se me hizo extraño pronunciar su nombre, porque siempre le mentaba como zorro apestoso.

 

Me confirmó que ese era el piso y me informe donde estaban los ascensores.

 

-Hoy no le he visto salir, así que le encontrará.

 

-Gracias.

 

Subí al ascensor que me condujo hasta el decimo piso, pensé que desde allí tendría una buena vista de la ciudad, sin embargo, yo no lo cambiaría por mi casito, por mi barrio, donde era querido y admirado por diversas circunstancias.

 

Fue necesario que llamara tres vec3es antes de sentir que la puerta se acceso al piso se abría.

 

-¿Qué deseas? –me preguntó y al momento sentí como me llegaba su aliento a alcohol.

 

Al verme, frente al padre de Rukawa me pregunte como era posible que pudiera convivir con una persona que estaba alcoholizada a esa hora de la mañana. Además su aspecto dejaba mucho que desear, se presentó ante mi, a medio vestir, un pantalón arrugado y con una camiseta que al igual que su dueño apestaba a alcohol. Su aspecto físico estaba tan desastrado como su ropa, sus mejillas cubiertas por una barba de un par de días,  sus ojos aparecían enrojecidos y con un brillo de maldad que me hizo sentir pena por Rukawa por convivir con un individuo así, por más que fuera su padre.

 

-¿Te has quedado sin lengua, chico? –preguntó con una sonrisa grosera.

 

-Vengo a recoger las cosas de Kaede. –dije como si fuéramos amigos.

 

-¡Ah, eres otro maricón, como ese desagradecido! Ese malnacido no tiene nada aquí. –exclamó, adelantando la mano como si fuera a cerrar la puerta en mis narices.

 

No pudo decir nada más, por lo menos durante un buen rato, mi cabezazo lo dejo tumbado en el guenkan, boqueando sin aliento, le había dado adrede en la boca del estomago, cortándole la respiración, iba a necesitar un buen rato para recuperarse, el tiempo necesario para que yo recogiera todo lo que me había pedido que le llevara, me descalce y pase por encima de él sin importarme esa piltrafa humana.

 

Llegue a la habitación de Rukawa sin inconvenientes, el único que podía impedírmelo estaba intentando recuperarse. Me detuve junto a la puerta, mirando con incredulidad el caos que reinaba allí y no porque Rukawa fuera desordenado, parecía que había pasado un tornado por medio arrasándolo todo.

 

No podía comprender como la ira de ese hombre podía llegar hasta ese extremo, destruyendo de ese modo las pertenencias de su hijo, laminas rasgadas, ropas desgarradas e inservibles, libros con las hojas rotas y esparcidas en aquel revoltijo, hasta los escasos muebles han sido arruinados y la ropa de cama deshecha mostrando el colchón destripado.

 

Cuidando de donde ponía los pies, fui recogiendo entre todo aquello, lo que consideraba aprovechable, los libros rotos y las hojas, pensando que podríamos buscar el modo de arreglarlo. Encontré algunas prendas de vestir intactas y todo lo fui juntando hasta que di con un bolso, metiéndolo todo dentro, cuidando que las hojas sueltas no se estropearan más, me había pedido que le llevara su bicicleta, pero vi que estaba tan destruida que no merecía la pena molestarme en cargar con ella, en un cajón que permanecía medio abierto vi que asomaba el marco de un cuadro, al tomarlo entre mis dedos me fije que era el retrato de una mujer muy hermosa y supuse que era su madre, lo guarde también, de una percha colgaba su uniforme, lo doble con cuidado, yendo a parar con el resto de lo que había recuperado.

 

Cuando estuve seguro que llevaba todo lo rescatable apenas llenaban dos bolsos, uno para la ropa, él otro con libros y sus útiles escolares que aparecieron desperdigados por la destruida habitación.

 

Colgué cada uno en mis hombros y salí de allí, al pasar junto a ese desgraciado, ni me moleste en mirar hacia él, ni me volví a golpearle para acallar sus insultos, esta vez le ignoré. Todo lo que deseaba era salir de allí y no volver a verle en mi vida y también me aseguraría que Rukawa no supiera los insultos y denuestos dirigidos a él. Ese desgraciado no se merecía tener un hijo como Rukawa

 

Rukawa al verme llegar sin su bicicleta debió comprender a lo que me tuve que enfrentar al llegar a su habitación, no me hizo preguntas solo hizo intención de liberarme del peso de uno de los bolsos, le di el menos pesado.

 

Una vez en casa, le pedí que me ayudara con la comida, quería evitar que viera las pocas cosas que había podido recuperar, me sentía en la obligación de estar a su lado cuando eso ocurriera.

 

Accedió enseguida lo que me hizo saber que él necesitaba que estuviera allí para no derrumbarse.

 

Entre los dos terminamos pronto de disponer lo necesario, comimos en silencio inmersos cada uno en sus propios pensamientos. Al concluir, fui yo quien hizo la limpieza de todos los utensilios mientras Rukawa secaba y guardaba. Cuando dimos por terminada la tarea, vi que dirigía una mirada hacia los bolsos que habíamos dejado en la sala.

 

-¿Quieres que te haga ahora la cura? –pregunte para evitarle un poco más el mal trago que le esperaba.

 

Su único ojo sano brillo al oírme.

 

-Iré a buscar el botiquín.

 

Me esperaba sentado junto a la ventana, la tarde había mejorado y brillaba un sol esplendoroso, apoye en la mesa el botiquín y fue apartando algunas cosas hasta encontrar lo que buscaba,

 

-Voy a ponerte un antiinflamatorio sobre los parpados, tiene acción calmante, apreté el tubo dejando sobre la yema de mi dedo índice una poquito de crema, Rukawa echó hacia atrás la cabeza dejándome su rostro a mi alcance, suavemente comencé a deslizar la crema por el parpado superior que era el que mostraba mayor hinchazón- acercándome más y escuchando un gemido entrecortado- Si que hago daño, avísame –comenté creyendo que había apretado en exceso.

 

-No…, no… no… -negó

 

La turbación que veía en su rostro me resultaba incomprensible, hasta que una vez que concluí de curarle me di cuenta que buscando una mejor posición había metido una de mis piernas entre las suyas, estábamos tan cerca uno del otro que comprendí que no se atreviera a pedirme que me apartara, por si yo malinterpretaba su petición.

 

Sin embargo, en aquel instante, inocente de mi proseguí con lo que estaba haciendo, ajeno al hecho que Rukawa podía sentirse mal por mi proximidad y para rematarlo cuando acabe, me fije en su mirada azulina que estaba fija en mi y llevado por un impulso me incline y pose mis labios sobre el parpado superior.

 

Al escuchar su jadeo de sorpresa me incorpore.

 

-Mi madre decía que un beso ayudaba mucho a conseguir una rápida cura. –explique así mi gesto apresurándome a guardar todo y salir rápido de la habitación para guardarlo y lavarme las manos.

 

-Gracias.

 

Asentí.

 

Cuando volví Rukawa no se había movido.

 

-Ahora si… -dije posando sobre la mesa el bolso, él se levantó y descorrió la cremallera comenzando a sacar sus cosas, que iba dejando amontonadas sobre el asiento, cuando sacó todo, miró con expresión resignada sus escasas pertenencias.

 

-Lo siento…, -musite.

 

-No importa..., estaba pensando que necesitaba renovar mi vestuario –dijo intentando no mostrarse pesimista- Esta es una buena ocasión. –En ese instante sacó el retrato, al verlo deslizó sus dedos por encima a modo de caricia y luego lo llevó a su corazón- Es mi madre…, gracias por recogerlo… -un brillo de lágrimas asomó en su ojo sano- Mi padre cambió cuando ella nos dejo…, antes era diferente, muy cariñoso, pero desde que comenzó a beber fue otra persona. –intento justificar su comportamiento.

 

Puse mi mano en su brazo y le dije:

 

-Recuerda que si lo necesitas tienes mi hombro para apoyarte. –apenas lo dije su frente se apoyó en mi dejando salir todo el dolor que había en su pecho. Le rodee con mis brazos sintiendo sus manos aferrarse a mi espalda mientras lloraba con desconsuelo, permanecimos durante largo rato de pie, estrechamente abrazados, hasta que su llanto fue remitiendo y como avergonzado se apartó de mi con excesiva brusquedad.

 

-Gracias… -dijo dándome la espalda.

 

Disimule como si nada hubiera ocurrido y abriendo mi armario, deje libre uno de los cajones y también un par de perchas, en tanto él procuraba recuperarse, yo continuaba colocando mis cosas.

 

Me volví cuando sentí sus pasos acercarse, llevaba la mirada baja.

 

-Ahí puedes guardarlo –dije al ver que llevaba en las manos su ropa, yendo hacia su uniforme, lo estire, y coloque en la percha que colgué junto al mío, en unos colgadores ubicados en la pared, junto a la puerta, quedando fuera de la vista cuando esta estaba abierta.

 

El resto de la tarde, no hablamos mucho, nos entretuvimos recomponiendo sus libros, fue una tarea ardua pero cuando acabamos nos dimos ambos por satisfechos. La mesa de estudio era grande, de modo que los coloque en el medio, detrás de los míos, de ese modo delimitaba el lugar de trabajo de los dos, traje otra silla que había en la sala y las puse en cada extremo.

 

-¿Qué te parece? –Pregunté sintiéndome satisfecho con el cambio- Así podremos estudiar juntos, nos veremos las caras por encima de los libros.

 

-¿Estas seguro que quieres verme? –pregunto a su vez.

 

-Creo que podre acostumbrarme…-y sonreí al decirlo.

 

Mis palabras sin yo saberlo fueron proféticas

 

Fue curioso sentir lo sencillo que resultó que nos adaptáramos el uno al otro. Cierto que Rukawa es poco dado a hablar y menos aún a expresar lo que siente, aún así en sus silencios aprendí a conocerle, a detectar sus estados de animo, me bastaba ver sus miradas para percibir que ya no eran tan frías y que me dejaban ver sus estados de ánimo, empecé a discernir cuando estaba satisfecho, cuando contento o enojado.

 

Sus gestos dejaron de tener secretos para mi, a través de ellos aprendí a controlar mis impulsos, deje de lado mi locuacidad e impetuosidad, deje de presumir de mi genialidad, yo era lo que era, lo que los demás vieran en mi dejo de importarme.

 

 

 

Habían transcurrido esos días con sus respectivas noches, en los que aprendimos a conocernos, convine con él que después de cenar podíamos salir a practicar en una cancha próxima para no anquilosarnos y él acepto encantado, Y aunque no tenía porque hacerlo, tuvo mucha paciencia conmigo y me enseño a mejorar mi juego.

 

Por esa razón el resto del equipo no le paso desapercibido mi cambio y lo comentaban entre ellos cuando me creían lejos para que no supiera que tenían la impresión que mi juego se parecía mucho al de Rukawa. Sonreía para mí y pensaba "Si ellos supieran". Me hacia gracia su sobresalto cuando yo cerraba la taquilla de un golpe y todos ellos callaban como bellacos.

 

Ninguno de nuestros compañeros podía saber que nuestras actuales diatribas verbales tenían mucho de regocijo, liberar nuestro estrés, el estar pendientes de que no descubrieran nuestro secreto.

 

Aquellas salidas al atardecer empezaban a ser para mi cada vez más necesarias, y no porque sintiera que estaba alcanzando el nivel de juego de Rukawa, sino porque su compañía me era grata. No quería ni pensar como me sentiría el día que Rukawa me dijera que se marchaba, era consciente que algún día llegaría a decírmelo.

 

Llevábamos viviendo juntos más de tres meses y cada día que pasó Yohei no dejaba de mirarme extraño, como si supiera que le ocultaba algo. Tal vez se debía al hecho que yo no quise decirle lo que me hablo Rukawa, aquella tarde durante el partido contra el Ryonan, cuando me acobarde, todo ahí que decirlo, al verme frente a aquella multitud que vitoreaba a ambos equipos. Sentí que la presión era muy fuerte.

 

Aquella tarde Rukawa me salvo.

 

Y ahora era él quien levantaba las sospechas de Yohei, porque durante esta última semana, camino de la escuela nos lo estamos encontrando demasiado a menudo. Me resultaba extraño porque él salía de casa con tiempo suficiente como para no encontrarnos con él.

 

Apenas le veía me hacia el desentendido y si Yohei expresaba su extrañeza de verle por nuestro barrio, me encogía de hombros si bien me preguntaba que le había demorado y esa vez tuve la respuesta cuando nuestras miradas conectaron durante unos segundos y ese conocimiento me hizo sentir un hormigueo en mi estomago.

 

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Creí ser capaz de guardar mis sentimientos pero aquella mañana cuando Sakuragi y su Gundam me pasaron camino a Shohoku no pude evitar expresar con mi mirada todo el amor que había en mi corazón desde que nuestros destinos se cruzaron una mañana en la terraza donde empezamos a cursar la secundaria alta.

 

Saber que mi padre me puso en la calle cuando se entero de mi orientación sexual no fue una sorpresa, pero si que él me acogiera en su hogar sin reticencias, sin molestarse por lo que yo era. Siempre supe que era diferente a los demás chicos, por ello me aislaba en un mundo propio, creado a mi gusto y satisfacción, evitando así sentirme agredido, por eso fingía ser como los demás deseaban que fuese. Se que adquirí fama de antisocial y que yo mismo alimentaba con esa frialdad que me caracterizaba.

 

También para mi fue una sorpresa, por eso no pude menos que sorprenderme cuando me enamore de Sakuragi, fue un amor a primera vista, ante mi mismo podía reconocerlo, pero no ante los demás, ni siquiera fui capaz de expresar lo que sentía por él, le vi enfrentarse al capitán del equipo de basquetball y me impresionó su comportamiento en la duela. Tenía agallas para enfrentarse a alguien que dominaba el juego cuando él nunca había jugado. Era imposible no enterarse de las cosas que hacia para conseguir entrar al equipo y cuando finalmente Akagi le admitió me sentí feliz. Me atraía su carácter, su forma de jugar, aún cuando lo ignoraba todo, fui admirable testigo de sus progresos, de su fuerza de voluntad para aprender y por eso le amé más aún, sin importarme las discusiones y nuestros cruces de golpes cada vez que adrede le provocaba, disfrutaba con esos momentos en los que su atención estaba puesta en mi, no me importaba salir lastimado, podría decirse que era un tanto masoquista, pero era el único modo de sentir sus manos en mi piel, aunque fueran empuñadas, además no me quedaba quieto, también le devolvía cada golpe recibido, podía amarle, pero dejarme pegar sin responderle era de tontos.

 

Cuando me aceptó a su lado mi corazón rebosaba de dicha, mis instintos no podían equivocarse y cuando me vi en la calle empapándome bajo la torrencial tormenta, mis pasos me llevaron hacia su casa, con la certeza que aunque solo fuera por una noche, él no iba de dejarme que siguiera mojándome, con lo único que no conté fue con mi cobardía, me falto valor para llamar a su puerta y permanecí durante horas frente a su casa, viéndole a través del cristal de la ventana. Estaba con la cabeza inclinado, por lo que supuse que estaba estudiando, por momentos le veía mesarse sus cabellos pelirrojos y cuando lo hacia no podía evitar que mis labios sonrieran al suponer que tenía dificultades con lo que leía, como si ese gesto le ayudara a comprenderlo mejor. Un largo rato después levantó la mirada para fijarla en el exterior, no me moví como temeroso que pudiera verme, enseguida supe que no era posible, fuera de esa habitación iluminada la oscuridad y la lluvia impedían la visibilidad. Observe que la luz se apagaba y creía que se iba a acostar, me sentí inmovilizado por el temor, había perdido la oportunidad de tener un cobijo.

 

Inesperadamente, sentí su voz llamándome y como si fuera el faro que me guiaba fui hacia él con escaso titubeo. Su voz me atraía y me deje llevar por ella, fui hacia él rogando mentalmente ser admitido a su lado, rogando para que olvidara nuestras peleas, para que sintiera compasión y me dejara quedarme aunque solo fueran las pocas horas que faltaban para el resto de esa noche

 

Mis anhelos se cumplieron, su generosidad fue admirable y me propuse no hacer nada que pudiera romper nuestra incipiente amistad.

 

Esa noche, él hizo tanto por mi que mi corazón rebosa feliz, Curó mis heridas, no solo las del cuerpo sino también las que llevaba en mi corazón. A su lado aprendí a reconocer en mi otros sentimientos que tenía olvidados y a diferenciarlos entre si, al principio ni yo mismo me dí cuenta del cambio que fue produciéndose en mi. Solo cuando sorprendí una conversación entre Mitsui, Kogure y Miyagi me mi cuenta que yo era como ellos me estaban describiendo con cierta sorpresa.

 

Llevaban razón, a veces una sonrisa asomaba tímida en mis labios y mi juego era más impersonal, me entregaba al juego con una pasión que nada tenía que ver con mi anterior obsesión por retener el balón, también comentaban que el juego de Sakuragi era diferente, que habíamos conseguido ser un verdadero equipo. Entonces comprendí lo que el entrenador Anzai esperaba de nosotros y me propuse no decepcionarle.

 

Mis sentimientos hacia Sakuragi habían alcanzado tal profundidad, que cada día que pasaba tenía que contenerme para no decirle todo lo que había en mi corazón. Me contenía porque sabía que él estaba enamorado de esa chiquilla, a la que seguía con la mirada cada vez que estaban en un mismo lugar y cuya mirada tomaban un brillo inusitado que me dolía porque no estaba dirigida a él, era consciente que le debía lealtad a Sakuragi, me había dado demasiado como para hacerle dudar de su sexualidad. Sabía que debía seguir callando.

 

Llevaba algunos días luchando contra sus deseos, vivir con Sakuragi era como sentirse acogido en sus brazos, como aquella tarde cuando le consoló, aun recordaba el calor de su cuerpo contra el suyo y el cálido abrazo, asustado de sus sentimientos se apartó de él, pero nunca pudo olvidar lo que sintió, necesitaba sentirse una vez más en sus brazos, dejándose llevar no solo por el cariño.

 

Aquella mañana cuando deje al descubierto mis sentimientos esperé su reacción, estaba preparado para que me gritara  o golpeara, más nada de eso paso, solo me ignoró apartando su mirada de la mía como diciéndome que me despreciaba. Sentí que había perdido su amistad, lo único que hasta esa mañana me había sostenido. Estaba convencido que esa tarde, al regreso a casa luego del entrenamiento me diría que abandonara su casa..

 

A pesar del tiempo transcurrido, los profesores apenas entraban al salón, tras el saludo habitual miraban en mi dirección como para comprobar que no dormía, estaban desconcertados o perplejos según con que pie se habían levantado, seguro que esperaban encontrarme dormido como me era habitual, ahora mi inusual actitud les tenía descolocados, no sabían que esa era una de mis concesiones a la petición de Sakuragi, practicar juntos hasta una hora prudencial. Al dormir durante la noche, no sentía la necesidad de hacerlo por la mañana.

 

Mi preocupación respecto a lo que me esperaba, me impedía centrarme en as explicaciones de los profesores, quienes seguramente que achacaron mis distracciones a que volvía a mi habitual costumbre. Ignoraban que aunque lo hubiera intentando era incapaz de conciliar el sueño.

 

A la hora del almuerzo, Sakuragi no me buscó para que comiéramos juntos, aunque no se trataba de una obligación por su parte, él venía si podía burlar a su Gundam, lo que no siempre conseguía. Apoyado en la barandilla de la terraza observaba los distintos grupos, intentando verle, algo fácil de conseguir, su cabellera destacaba como una antorcha.

 

Como me aburría solo, decidí ir al gimnasio a practicar unos tiros por mi cuenta, Allí me encontraron cuando fueron llegando para el entrenamiento, durante el mismo apareció el entrenador Anzai, tras los saludos dirigidos a él, se dirigió al lado de Akagi y estuvo hablando con él un momento. Ayako, la manager le escuchaba con atención.

 

Cuando nos entregaron camisetas para diferenciarnos supe que el entrenador quería evaluar nuestro juego, aunque me gustaba que era lo que realmente buscaba, saber si los titulares seguíamos siendo competitivos o evaluar el progreso de los reservas. Sabía que Sakuragi había mejorado su juego, hasta para mi era una lucha constante no ser sobrepasado por él.

 

Practicar juntos nos había llevado a cambiar, él había mejorado, su juego era más centrado, había aprendido a adelantarse al movimiento de su contrario, pero esa mañana yo lo había estropeado todo, seguiríamos siendo un equipo desunido, en el que él y yo seguiríamos mostrando nuestra vena individualista en nuestras jugadas, aún pensando así, jugué dando lo mejor de mi.

 

Sakuragi jugaba callado, ya no se hacia notar por gritos para que le hicieran pases, ahora sus ojos hablaban por él y se movía por toda la duela, dribleando, marcando e impidiendo en lo posible que el equipo contrario marcara, aunque éramos los titulares lo teníamos complicado, en aquel momento se trataba de ganar o perder, y ninguno de los dos grupos quería ser vencido.

 

Desde mi posición observe que Sakuragi conseguía robar un balón, fue un movimiento tan rápido que hasta el jugador se quedo mirando sus manos vacías preguntándose quizá que había sido eso, sonreí porque ese movimiento lo había practicado muchas veces hasta que consiguió dominarlo. Los demás reaccionaron más rápidamente y fueron tras él marcándole y cortándole el paso hacia el aro, eludió a uno, luego a otro, hizo un par de fintas para quitarse de encima al último que le seguía antes de que otros volvieran a rodearle, finalmente se dio cuenta que no podía seguir con la posesión del balón, no me hacia ilusiones de ser quien lo recibiera, no después se hacerle saber que sentía, sorpresivamente, ví que se deshacía del balón, tirándolo hacia mi, pensé que estaba equivocado y mire a los lados esperando ver ahí a otro compañero, pero no, seguía solo.

 

-Como dejes pasar el balón, te daré una paliza de muerte –grito Sakuragi.

 

El silencio cayó sobre todos, su grito consiguió que reaccionara para recibir el balón, desde allí, con mi depurada técnica, dí un salto lanzando el balón hacia el aro, aunque la distancia era grande no dudaba que entraría dentro de la canasta, todas las miradas siguieron su trayectoria, tal como sabía entró por el mismo centro sin llegar a tocar el aro. Esos tres puntos nos dieron la victoria, solo entonces me volví hacia él y vi que sonreía satisfecho.

 

Nuestros compañeros estaban mudos e inmóviles, no sabía porque si por el grito amenazante de Sakuragi o por mi tiro, de cualquier modo no me importaba.

 

Una risa jocosa se dejo oír, eso pareció volver a la realidad a todos, todos pudimos ver como el entrenador se dirigía hacia Sakuragi..

 

-Enhorabuena, Sakuragi, ha mejorado mucho su juego y ha realizado un magnifico pase –manifestó dirigiendo su mirada hacia mi que avance hasta situarme a la derecha de Sakuragi, un paso por detrás de él.

 

Los demás jugadores se fueron acercando y casi nos rodearon.

 

-Shohoku tiene grandes jugadores, todos vosotros estáis dando lo mejor, me enorgullezco de saber que habéis dejado de lado vuestras diferencias. -nos miró al decirlo- Estaba seguro que lo conseguiríais, porque solo así podremos ser un equipo fuerte, seremos un equipo a tener en cuenta a nivel de prefecturas. Gracias.

 

-¿Quiere decir que les ha pedido que practicaran juntos? –inquirió Akagi ubicado a mi espalda.

 

La risa del entrenador se oyó una vez más.

 

-No me hubieran hecho caso de habérselo pedido –replicó con su sonrisa bonachona- Eso era algo que tenia que salir de ellos.

 

-¿Entonces….? –insistió Akagi.

 

-Solo ellos pueden responder a vuestros interrogantes…

 

-¿Usted lo sabe? –inquirió Sakuragi, ni siquiera mentalmente me atrevía a llamarlo por su nombre,

 

-Si…

 

-¿Cómo? –insistió Sakuragi.

 

-Eso ya no importa, supongo.

 

-¿Qué es lo que sabe, Hanamichi? –intervino Mito que había dejado las gradas.

 

-Bueno… yo… como dijo el gordito… ¡¡ughh!!… -se quejo al recibir un golpe contundente en la cabeza.

 

-Se más respetuoso… -dijo Akagi.

 

-Eso duele, Gori… '¡¡ughh!!

 

 

 

Nuevamente recibió un correctivo ante la mirada divertida de todos, hasta yo mismo me permití desplazar las comisuras de mis labios..

 

Sabía lo perturbadora que era hacer esa confesión ante sus amigos y compañeros, por ese motivo él estaba retrasando el momento, haciéndome recordar que yo hice lo mismo cuando tuve que ver que se había salvado de la violencia de mi padre y como me había visto privado de tener el último regalo de mi madre: mi bicicleta.

 

Su mirada se desplazó a su alrededor, fijándose que todos esperaban expectantes, su mirada resbalo sobre la mía sin detenerse.

 

-Desde hace poco más de tres meses no vivo solo.

 

-Eso no es malo –acotó Mito.

 

Fijándome en su mirada, supe que se estaba preguntando que chica había conseguido llegar al corazón de Sakuragi.

 

-No he dicho que lo fuera.

 

-Entonces… ¿por qué lo callaste?

 

Le mire con fijeza, sin importarme que me vieran, también deseaba conocer sus motivos, pregunta que me hacia a menudo.

 

-Porque… -dudo unos minutos- me hubierais pedido que lo alejara de mi lado –nadie pareció prestar atención a ese articulo neutro, estaban más pendientes de él que de su explicación, al menos es impresión me dio cuando percibí que nadie le interrumpió pidiéndole se explicara mejor- Yo necesitaba sentirme acompañado, vosotros sois mis amigos –el resto de la Gundam estaba allí- pero al final del día era yo quien se quedaba solo. Tenéis padres o madres, tú ambos, –miró a Takamiya- hermanas y hermanos, en cambio yo les perdí, él me hace compañía, nos sentimos bien juntos, creo… -ahora si que lo comprendieron, solo que estaban tan sorprendidos que no vieron como me miraba como preguntándose si sentía lo mismo.

 

-¿Él? –la pregunta sorprendida salió de varias gargantas, mirándose entre si, atónitos, nadie se fijaba en mi, para ellos era impensable que estuviéramos tanto tiempo juntos sin lastimarnos.

 

-Si…, Rukawa.

 

Ahora si que todas las miradas se posaron en mi.

 

-Eso explica que Rukawa estuviera en nuestro barrio –comentó Mito volviéndose hacia mi y lanzándome una de esas miradas suyas, cuya intensidad parecía a punto de taladrarme para ver dentro de mil.

 

-¿Por qué Rukawa estaba contigo? ¿Acaso se lo pediste? –me volví a mirarla, comprendí que sus preguntas, no eran porque le importara a ella, si no para ayudar a su amiga que a su vez me miraba con expresión de espanto, como si estuviera viendo un oni.

 

Al parecer continuaba haciéndose ilusiones respecto a mi, por un lado la tenía lastima, porque aunque no estuviera enamorado de Sakuragi, nunca tendría una oportunidad conmigo,

 

-Eso es algo que no puedo decir, no me corresponde a mi –respondió así dejándoles con las ganas de saber más, se volvió hacia mi y su cálida mirada me dio una esperanza que creía perdida y supe que si el había tenido el valor e hablar yo también podía quitarme mi máscara.

 

Di unos pasos hacia delante y me volví quedando de frente a todos mis compañeros, les mire fijamente esperando ver sus reacciones.

 

-Soy gay….-vi repulsa, asco, sorpresa, incredulidad, pero también aceptación, al momento Sakuragi se me acercó, sentí su mano que se deslizaba junto a la mía y sus dedos entrelazando los míos, su calor me confortó, saber que seguía de mi lado me confortaba, aunque solo me ofreciera su amistad y me acompañara en ese duro trance- Mi padre siempre fue intransigente respecto a los homosexuales, nunca ocultaba el odio que sentía hacia ellos, asustado por su reacción callé que yo era uno de ellos.

 

-Cuando lo supo te echó de casa. –supuso el entrenador Anzai.

 

-Si, renegó de mi, dijo que ya no tenía un hijo, me golpeó –confeso con la mirada baja- me echó a empujones, impidiéndome llevarme mis cosas.

 

-Pero…  -intervino Mitsui cuando deje de hablar- eso no explica porque estabas con Sakuragi –en eso su mirada se posó en nuestras manos unidas y una sonrisa asomó en sus labios.

 

Me di cuenta que comprendió sin necesidad de palabras, pero yo necesitaba expulsar de mi todos mis demonios, mis miedos y temores. Sin embargo, antes que pudiera hablar hubo otra persona que intervino.

 

-O sea que todas vuestras peleas no tenían razón de ser –como siempre Mito daba en la diana, me preguntaba mirándole cuanto más sabría, o cuanto más imaginaba.

 

-Por mi parte, no…, era el único modo de acercarme a él –reconocí sintiendo que un leve rubor invadía mis mejillas. Aunque tuviera que desnudar mi alma, lo haría, sin importarme nada más, la sonrisa bonachona del entrenador Anzai, el brillo de su mirada, el cálido contacto de su mano en la mía me daban fuerzas para expresar ante todos mis sentimientos, nunca más acallaría a mi corazón, si tenía que perderlo, al menos no era por mi cobardía, por de pronto me bastaba sentirle tan próximo a mi, lo que los demás pensaran me tenia sin cuidado- Desde el primer día que le conocí supe que estaba destinado a enamorarme de él, por eso cuando mi padre renegó de mi, supe que él no lo haría, que me aceptaría a su lado y no me equivoque, su amistad me confortó durante este tiempo, llegando a ser él único al que puedo llamar mi amigo.

 

Mi declaración no sorprendió en exceso, porque todos estaban pensando que era de lógica, si había acudido a él en lugar de a otros, pero lo que nadie espera oír y reconozco que yo tampoco fueron las más ansiadas e inesperadas palabras las que salieron de su boca.

 

-Yo también te amo, Kaede –oír mi nombre de sus labios me dejo extasiado, al mismo tiempo que un sollozo escapaba de mi, me sentía tan feliz que no pude evitar dejar escapar unas lágrimas.

 

Me refugie en su cálido abrazo.

 

-Te amo, Hanamichi –musité tapando mi rostro en el hueco de su cuello.

 

-Te amo, mi precioso zorro –repitió junto a mi oído, sentí como se erizaban los pelillos de mi nuca, al sentir su cálido aliento en mi piel.

 

Alrededor nuestro hubo un revuelo, escuche un golpetazo, como si alguien se hubiera caído, no me importo saber que pasaba, solo tener la certeza que mi amor era correspondido y que haría todo lo posible para conservarlo intacto junto a mi, como si leyera mis pensamientos le oí murmurar junto a mi boca.

 

-Siempre juntos, Kaede –y sus labios se posaron en los míos, en un suave y caldo beso, un leve contacto, un preludio que presagiaba muchos más.

 

Nunca me arrepentí del amor que nació un día en mi pecho, Hanamichi me demostró durante toda nuestra vida juntos que hay sentimientos que engrandecen el alma.

 

Fin

 

23 de abril de 2011

 

Paz

Notas finales:

MVP es la abreviatura de Most valuable player, “el jugador más valioso”.


29 de abril – 5 de mayo: “Golden Week”, Semana Dorada. Una semana en la que los japoneses viajan por el país o tienen unas simples vacaciones.


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