Fanatismo
PRÓLOGO.
Se asoman las lágrimas de aquel joven atormentado.
Con su voz silenciosa, que después de tanta histeria y desesperación, se traga sus lamentos. Aumentando la pesada carga que su alma va acumulando. Porque, ¿Quién se daría cuenta de que sufre? ¿Qué su corazón roto poco a poco va muriendo?
Sus brazos, colgando a ambos lados, como trapos viejos se encojen por un escalofrío. Parecía que ya nada le podía quitar el frío impertinente, que insistía en colarse hasta su mismo estómago. Las piernas, que mal puestas se doblaban al final de su lecho, se encontraban entumecidas de tanto vagar sin rumbo. Y la línea curvea que formaba su espalda, parecía quebrada por la manera en que se inclinaba hacia delante.
Pero admiren el lodo húmedo, que anteriormente le había sido arrojado a su rostro, cómo se seca formando una costra maloliente. No lleva zapatos. Ni quiere saber dónde quedó su última corbata. Sólo quiere ser invisible. Quiere ser como el aire que respira a marchas forzadas. Ya no quiere volver a salir de su guarida. Y admirar el rostro de aquél, quién todas las noches, le viola. Le toca. Le obligaa desnudarse. Le apunta con el dedo, y se ríe a carcajadas.
“Cada vez que creo haber tocado fondo, encuentro una forma
de hundirme un poco más
…”
Ya sin fuerzas, en un último intento de huida, su cuerpo tiembla entre espasmos de dolor. Cayendo por fin al suelo. Sin poder levantarse. Rompiendo su nariz, tosiendo con desgana por la sangre que complica más su respiración. Era débil. Tal vez demasiado.
Entonces, lejos, en una recóndita esquina alejada de su mente, su voz le llama.
“Búrlate de mí una y otra vez, ¡Cuántas quieras!
Porque yo ya lo he hecho para amortiguar el sufrimiento.”
¿Qué más quería de él? ¿No bastaba el hecho de saciar sus necesidades casi brutales con su cuerpo? ¿Torturarle entre azotes? ¿Amarrarle hasta que su circulación se cortara? ¿Susurrar mientras le besaba, lo patético que era? ¿Al fin, se aburriría de lo minúsculo que era? ¿Escuchará sus plegarias y ruegos?
El alarido que de sus labios secos resuena en la habitación, provocando una limpia sonrisa traviesa, en el dador de la patada recibida sobre su pecho. Se denotaba que quería jugar. Ya el simple sexo no bastaba.
“Ante tí, vuelvo a perder.
¿Quién dijo que no lucho?”
Bajo la maldición Imperius aquel joven de cabellos negros se levanta a pesar de su pobre voluntad. Y obligado a alzar el mentón, mira esos ojos fieros, lujuriosos. Antes de desvestirse lentamente, volviendo a mostrarse ante él. Desnudo.
“En la adversidad una persona es salvada por la esperanza.”
¿Qué es lo que piensas? ¿Qué es lo que ruegas mientras te embiste? Siendo presa de aquellas manos largas, y pétreas, es salvajemente arañado. Denigrado. Golpeado. Esclavizado. Corrompido. Su espalda, repleta de cicatrices viejas, vuelve a ser azotada. Las lágrimas que ya tenía apartadas para él, caían entre las manchas lodosas que aun cubrían sus mejillas.
De nuevo termina sin haber tenido la decencia de prestarle atención a su mascota. Y decide, sin previo aviso volver a castigarle.
“No deseo tu muerte. Sólo mi libertad.”
Neville Longbottom es su nombre. Y ésta es su vida en Hogwarts.