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The last concert por sue

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Notas del fanfic:

 

Disclaimer: Los personajes de Naruto son absoluta propiedad de su creador, fudanshi de corazón :3

 

 

Notas del capitulo:

 

Konnichiwa!! :p aquí Sue les trae una cortita pero bonita history… espero que sea de su agrado n_n como siempre, escrita con mucho cariño y love :,3

 

 

 

 

En éste mundo y precisamente en ésta vista, Naruto tenía un sueño, un deseo que lo llenaba de energías cada día paulatinamente: Deseaba más que nada, aprender a tocar su instrumento favorito.



El instrumento carece de importancia, podría mencionarse un piano, una guitarra y hasta un trombón. Lo esencial en ese sueño, era que Naruto no deseaba que cualquiera le enseñara, no… el rubio ansiaba que el maestro de maestros, Jiraiya, le enseñase a tocar su instrumento predilecto.



Jiraiya tenía raíces muy humildes. Trabajaba en el campo, en donde se desempeñaba como agricultor. En una de esas ocasiones, había adquirido de un amigo un instrumento, vendido a una suma de dinero insignificante al valor que el peliblanco lograría darle a lo largo de su vida. Al principio, cuando hubo comprado el instrumento, pensó en utilizarlo para pasar sus largos y solitarios días en el campo; así, lo que comenzó como un pasatiempo, se convirtió en una de sus más esplendidas pasiones.



Medio mundo se sorprendió ante la primera actuación de Jiraiya, nadie creía que el hombre hubiese aprendido a tocar aquel instrumento solo, o al menos no de aquella manera. Tocaba tan exquisitamente, que hasta los más experimentados músicos le tenían la más completa envidia. Era capaz de soltar hermosas melodías sin siquiera usar partituras, nunca aprendió a leer aquello, simplemente se dejaba llevar por  cada uno de los sonidos del instrumento.


Viajó por el mundo, regalándoles a todos su maravillosa música, tonadas que eran capaces de llegar al corazón.
 


El ojiazul quería capturar todo ese conocimiento. Conocía al peliblanco, era su ídolo desde muy pequeño. Miraba sus conciertos por televisión, y cuando venía a la ciudad, el rubio hacía trabajos de medio tiempo para conseguir el dinero para el boleto de entrada.



Era sencillamente… magnifico. Cuando lo tuvo frente a frente, Naruto supo que lo que más quería era aprender a tocar como Jiraiya lo hacía.



Lamentablemente para el Uzumaki, el hombre  se encontraba muy enfermo. Sufría de una enfermedad equis y se la pasaba casi todo el tiempo en el hospital, para el tratamiento. Pasaba entonces su tiempo en reposo, tocando el instrumento, desatando su vitalidad con aquellas preciadas notas.



Otro infortunio se presentaba, Jiraiya a diferencia de otros músicos de extraordinario talento, había obviado la posibilidad de abrir una academia en donde se impartieran sus métodos o lo que era más extraño, nunca le hubo picado la necesidad de enseñarle a otros lo que él sabía.



El rubio no sabía que hacer, sentía como si cada día que transcurría, se iba perdiendo la magia del peliblanco. Comenzó a perder interés en los estudios, en los amigos y hasta en el mundo. Aunque sus padres insistieran en regañarlo y castigarlo para supuestamente, hacerlo entrar en razón, nada de esto le importaba al Uzumaki; su mundo se había reducido a ese único deseo.



Fue así como hizo hasta lo imposible para conseguirse la dirección del hospital, en donde estaba internado Jiraiya. Ya no quería nada más, si lograba conseguir eso que anhelaba, Naruto estaría más que satisfecho con ésta vida, sabría que no habría nacido en vano, que todos y cada unos de sus actos los hubiera realizado para realizar aquello exclusivamente.



Mintió a las enfermeras, diciendo que era familiar de aquel músico. Las mujeres muy cordialmente le dejaron visitarle, estaban contentas con tener al peliblanco en el recinto; Jiraiya alegraba a todos con su música.



Muy emocionado, el ojiazul entró a la habitación.



Encontró a Jiraiya sentado en una cama, manteniendo su vista en el cielo que se mostraba por la ventana. Cuando Naruto entró, el mayor giró el rostro hasta lograr encarar a su nuevo visitante.


- Buenas… Señor Jiraiya…


- Muy buenas… ¿En que puedo ayudarte joven? – Mencionó el hombre. Las diferencias de edades entre los dos, era evidente.


- Esto… he venido porque… - Sintió que las palabras se atoraban en su garganta.


- ¿Si? No te apenes.



Ante la sonrisa que le hubo regalado, el Uzumaki no pudo evitar sonrojarse. Su corazón palpitaba semejante a un tambor en pleno jolgorio. 


- ¿Cómo te llamas? – Preguntó Jiraiya para tratar de hacer sentir cómodo al chico.



- Yo… me llamo Naruto, Naruto Uzumaki.


- Bien Naruto ¿En que puedo serte útil?


- Yo… - De nuevo sintió que era preso de aquella sofocante sensación – Es… sobre su música…


- Ah… ¿Acaso es algún trabajo escolar? – No era la primera vez. Podría decirse que ya se había acostumbrado a las entrevistas, tanto de chicos como de adultos.



- No. Quiero decir… - Se armó de valor en el instante en que sus azulados ojos, lograron dar con el instrumento que descansaba sobre la mesita – Quiero que me enseñe.



- ¿Eh?



- ¡Quiero…! Quiero aprender a tocar como usted – Mencionó con total determinación.



La cara del peliblanco era todo un poema. Se permitió unos segundos para luego vociferar:


- ¿Quieres aprender a tocar como yo?



- Si…  la verdad es que, siempre le he admirado. Su música me ha cautivado por completo. Me impresiona cada vez que escucho una de sus interpretaciones… - Sentía como si su cuerpo, fuera llenado de cosas volátiles, que acariciaban todos y cada unos de sus componentes internos – Eso es lo que quiero… quiero aprender a tocar como usted…. ¿Qué dice maestro? – Mostró una sonrisa tan amplia y sincera al citar aquel calificativo, que era difícil creer que en el mundo existiera siquiera, razones para estar decaídos - ¿Me enseñaría?



- No.


- ¿?


Hubo un breve silencio, ante la negativa tan directa.  



- No… - Mencionó para sí mismo el Uzumaki, sin poder creerlo - ¿Es por qué considera que no estoy a su nivel?



- No te enseñaré a tocar como yo – Mencionó secamente el mayor, como si aquel hombre gentil que le hubiese recibido al entrar por aquella puerta, jamás hubiese existido.



- ¡Le prometo que practicaré! ¡Saldré del colegio! ¡Pondré todo de mi parte para lograrlo! – Emitía desesperado, queriendo subirse a la cima, a si fuera arañando las rocas de una empinada colina – Practicaré día y noche si es preciso, no dormiré… ¡Pero enséñeme!



Jiraiya permanecía viéndole, como analizándole. Muy a pesar de sus súplicas, siempre terminaba cayendo en el mismo punto.



- ¡Enséñeme a tocar como usted!  - Imploró una vez más.



- No lo haré. No te enseñaré a tocar como yo.



Los ojos de Naruto se llenaron de lágrimas automáticamente, al darse cuenta de que aquella, era la decisión final del que deseaba que fuese su maestro.



El rubio salió corriendo de la habitación sin mirar atrás.



Sentía como si hubiese sido rechazado, y al igual que cualquier adolescente cuya confesión de amor es arrojada al abismo, el Uzumaki se sumió en la depresión y hasta en el pesimismo.



Sin embargo, ésta actitud tan negativa y poco productiva, no duró mucho en la conciencia Naruto. El chico se llenó de nuevas energías, no debía darse por vencido tan pronto; después de todo, Jiraiya nunca le hubo enseñado a nadie, era normal que se presentara reacio a no quererle enseñar, sólo debía mostrarle que su determinación a tocar el instrumento era verdadera, y que no se trataba de un simple capricho de muchacho.




Se presentó unos días después en el hospital. Ésta vez pudo escuchar el concierto del maestro en todo su apogeo. Las enfermeras y hasta los mismos pacientes se veían de lo más gratos con su música. El ojiazul se llenó de nuevo de aquel amor, de aquella pasión que sólo el peliblanco lograba despertar con su austera sonata.  



- Oh… ésta vez has traído panecillos – Mencionó el hombre ante el obsequio que le hubo hecho el menor.



- Si. Son rellenos con crema de maní… son mis favoritos – Un poco de color se apoderó de sus mejillas.



- Así que son tus favoritos – Suspiró Jiraiya como si estuviera contando aquello al viento – Dime Naruto… ¿Qué es lo que quieres?


- ¡Eh!


- El otro día me hablaste de lo que querías. Dime… Ahora, con tus panecillos de crema de maní en mis manos ¿Qué es lo que quieres?



- ¿Qué qué es lo que quiero?... – El ojiazul bajó la mirada, de modo que pudiera buscar en su propia mente, la respuesta indicada – Quiero…


- ¿Si? – Llevó un panecillo a su boca.



- Quiero aprender a tocar como usted lo hace.


El peliblanco se detuvo, quedando con la boca medio abierta y el panecillo sin morder.  


- Eso no puedo hacerlo – Fue la respuesta del mayor, una vez más.


- ¡Pero!... ¿Por qué no? – Naruto se aproximó hasta él con desespero – He dejado la escuela, inclusive me de ido de casa, he dejado de hablar con mis amigos. Ahora tengo todo el tiempo del mundo para dedicárselo a usted… nada me ata, nada me detiene a aprender… por eso se lo pido ¡Enséñeme por favor! – Juntó sus manos a modo de suplica.


Jiraiya suspiró sonoramente. Tomó un panecillo y lo colocó sobre la cabeza del rubio, que descansaba sobre el borde de su colchón.


Naruto alzó los ojos.


- Estos panecillos no dejan de ser más que panecillos corrientes, si no tienen nada adentro. 

 
El ojiazul guardó silencio ante sus palabras.


- Lo mejor será que te marches. Nada de lo que has hecho hasta ahora me hará cambiar de opinión – Le hizo entrega de la bolsa de panecillos.



Una lágrima se deslizó por el rostro del Uzumaki, más Jiraiya no sintió lastima por ello, volvió a tomar el instrumento entre sus manos, ésta vez, para limpiarlo y acomodar una que otra pieza desajustada.



Mientras caminaba, el rubio no dejaba de pensar, no lograba sacar de su cabeza las palabras del peliblanco. Llegó a la conclusión de que quizás, al hombre no le gustaban las cosas dulces.



Otro día, el rubio volvió a presentarse en el hospital. Todos le saludaron, pues ya era costumbre verle llegar al lugar, le desearon suerte, al conocer también el porqué de sus constantes visitas.


- ¡Fiuuuuu! – Silbó Jiraiya.


Ésta vez Naruto se aparecía ante el peliblanco, con un nuevo y recién comprado instrumento musical.


- ¿Qué le parece? ¿A qué se ve increíble?



- Ciertamente… el primero que tuve no me costó más que un par de zapatos gastados.


 - Pensé mucho en lo que me dijo… sobre el panecillo corriente y el panecillo relleno.



- ¿Lo hiciste? – Preguntó el mayor impresionado, su intención nunca había sido provocar un dilema mental en el muchacho - ¿Y a qué conclusión llegaste Naruto?



- Pues… en que todos como seres humanos, necesitamos de sueños para poder vivir… y de nada sirve que tenga mi sueño si no tengo las herramientas para lograrlo – Dijo con una sonrisa zorruna, muy convencido de la mencionado.


- Mmm… no necesariamente. Si quieres algo, las herramientas llegaran, sea como sea.



- Pero eso no es todo – Interrumpió el ojiazul muy audazmente.


- ¿No? ¿Y qué más? – Preguntó el muy interesado músico.


- Al igual que el panecillo corriente, necesita del relleno de mantequilla de maní para ser diferente y especial, yo… para poder aprender y lograr mi sueño… 


- En otras palabras quieres que sea tu mantequilla de maní – Soltó Jiraiya sarcásticamente.


- ¡Así es! Necesito de su magia para ser especial y bueno tocando mi instrumento – Sonaba totalmente emocionado al pensar que al fin había dado con lo que quería decirle el hombre – Sólo así podré tocar como usted.



- Hum… - De nuevo el peliblanco le acalló con un suspiro. Una queja – Ya te he dicho que no te enseñaré a tocar como yo. No sé porqué no logras entenderlo.



- ¡Pero…! – Naruto se alarmó - ¡Pero creí que le había entendido!



- Creo que lo del panecillo no hizo más que darte una idea más equivocada de la que ya tenías. Sólo busca un poco de café, cómetelos y ya no pienses en ello.



Y es que el chico se lo había tomado tan en serio, que no hubo hecho acto de presencia en el hospital hasta pensar muy bien en lo que alegaría al peliblanco. Pero todo había sido en vano. Ahora tenía su instrumento, su caro y lujoso instrumento, que había adquirido luego de trabajar arduamente en una gasolinera.  



Pasó el resto de la tarde en el parque, tratando de tocar como había escuchado y visto a Jiraiya hacerlo, pero sin éxito; los sonidos eran chillones y las notas que lograba no eran para nada extraordinarias. La música que lograba componer, la consideraba fatal.  




Transcurrieron los días, el músico pudo descansar de las súplicas del rubio, aunque algo había cambiado, por alguna extraña razón, ya no tenía deseos de tocar ninguna melodía.



En el momento en que Naruto volvió a aparecerse en su habitación, el mayor sintió que el cambio también había llegado hasta el rubio, podía deducirlo de su mirada.



Antes de que pudiera siquiera soltar un suspiro, el Uzumaki alzo su mano, pidiendo la palabra.

 

- Quiero que sepas que no he vuelto para pedirte algo – Sentía la completa seguridad y confianza en si mismo para llegar a tutearle – No eres más que un viejo egoísta. Tienes tanto que enseñar a los demás y prefieres quedarte con todo ese conocimiento para ti ¿De qué te sirve actuar así? Cuando mueras todos recordaran tu nombre por un par de meses, pero luego te olvidarán, diferente sería si dejaras grabada esa huella, si dejaras aquel legado tan preciado… - Subió un poco su puño mientras lo apretaba – No me importa que me enseñes a tocar como tú… - Tomó aire – ¡Aprenderé por mi propia cuenta!



Jiraiya iba a decirle “De acuerdo, felicidades”, de no ser por las últimas palabras que salieron de los labios del chico de los ojos azulados.


- Además, ya no me interesa tocar como tú… quiero tocar mi propia música, quiero descubrir mi tonada, quiero sonar como yo. Eso es todo lo que quiero – Se dirigió a la puerta.


Plap! Plap!


El hombre aplaudía.


- Esplendido Naruto. Es la mejor pieza que has ejecutado hasta ahora – Sonreía, satisfecho con su discurso.


- ¿Te estás burlando de mí viejo? – Retó, inflando sus cachetes y afilando la mirada, a modo de rabieta.


- Jamás me burlaría de mi discípulo. Eso no es ético para un maestro.


- Eso… ¿Quiere decir? – Las palabras se estancaban en su boca. Se señaló a si mismo – ¿Va a ser mi maestro?


- Eso mismo fue lo que dije ¿Qué? ¿Estás sordo?  Si  tienes problemas de audición no sobrevivirás en éste medio – Mencionó, ésta vez de modo burlesco – Pero como tú mismo has mencionado, te mostraré el mejor camino que puedes seguir para aprender a tocar ese instrumento como “sólo tú” puedes hacerlo.



Las pupilas de Naruto se tambaleaban de un lado a otro, debido a la emoción. El rubio comenzó a llorar.


- Oh vamos… no te comportes como un cri…


No pudo seguir, el Uzumaki se hubo arrojado hasta la cama, de modo que pudiera capturarlo en un abrazo bastante emotivo. El peliblanco permaneció estupefacto, al tiempo que sentía como el corazón del más pequeño palpitaba a mil por hora ¿A que se debía aquel sentimiento? Jiraiya subió sus brazos y correspondió al abrazo.



- Naruto… quiero que sepas que soy muy exigente. No tendré consideración sólo porque seas un principiante ¿Lo has entendido?


Más el chico no respondió con palabras, simplemente asintió, restregando su cabeza en su pecho.


Las clases del rubio dieron inicio, en todo momento se mostró decidido a aprender. En todo momento se mostraba atento y disciplinado, como buen alumno que atiende a las enseñanzas de su maestro.



- La música, al igual que como con cualquier acto en ésta vida, es en sí, un arte. Todo lo que aprendemos a hacer o a realizar necesita de cierto tiempo para ser cultivado. No aprendemos a caminar sin aprender a gatear primero, y sin habernos caído varias veces, más sin embargo, cuando ponemos nuestro empeño, nuestro corazón en ello, somos capaces de lograr cualquier cosa. No nos fijamos, pero constantemente ponemos nuestro corazón en aquellas cosas que hacemos con tanta devoción.



Se sentaban tardes enteras en el jardín del hospital, practicando una y otra vez, imaginando que ambos formaban un dueto en el escenario que tenían a su alrededor.



- Todos podemos ser maestros de otros, pero, realmente no estamos enseñando algo nuevo, lo que realmente hacemos es mostrarle a esas personas como desarrollar habilidades dormidas. Ya que no importa cuanto quieras o desees enseñar a otros de lo que tú sabes, si ellos no desean ni quieren saberlo, no formaran parte de ellos. Así que podría decirse, que sólo aprenderás lo que forma parte de ti.



Los que llegaban al hospital y los que se hallaban en él, disfrutaban a diario de sus canciones, de sus hermosas melodías.



- Escucha Naruto: Nadie en el mundo puede ser o hacer algo como otra persona, eso es imposible. Cada ser humano es especial y único, de manera que… solamente podemos parecernos a alguien: A nosotros mismos.



El Uzumaki se hallaba en extremo feliz, tocaba tan esplendorosamente su instrumento favorito que todo el mundo ansiaba escucharle.



- De modo que… si cambiamos nosotros… ten por seguro que cambiaremos el mundo que nos rodea.



Naruto llegó corriendo a la habitación de Jiraiya, le habían pedido que formara parte de la banda del pueblo. Aquel era considerado como su premio, había presentado su actuación y había sido seleccionado como el mejor. A pesar de eso, aquella alegría se quedaba corta, el ojiazul tenía en mente un mayor objetivo, quería ver en el rostro de su maestro una amplia sonrisa, quería que le abrazara y le felicitara, es más, se conformaba con que sólo le regalara su mirada inspiradora.



- Jiraiya…


Encontró la habitación vacía, a excepción por una enfermera de ojos color jade, que arreglaba la cama.



- ¿Le han cambiado de cuarto? ¿Me podría indicar adonde?


- La verdad no, no ha sido cambiado.


- ¿Le han dado de alta? – Se impresionó al no haber recibido algún aviso o siquiera que el hombre se quedara a esperarle - ¿Está en casa?


- Naruto… - La pelirrosada le tomó de los hombros – Jiraiya tuvo un paro respiratorio ésta mañana.



El rubio quedó en silencio, esperando a que aquel relato tuviera un giro inesperado. Pero cuando la Haruno fue hasta la mesita y le atrajo el instrumento musical perteneciente a su maestro, lo comprendió todo.


- Lo siento.



Aquellas palabras, lo sacaron de su repentino estado de shock como si hubiese recibido una bofetada. El hombre había muerto mientras él ejecutaba su presentación para la banda.



El rubio salió corriendo, como muchas veces lo hubo hecho en aquel hospital, pero ésta vez nadie le recriminaba, nadie le llamaba la atención. Todos estaban sumidos en la balada de la perdida de un ser muy apreciado.



Cuando se hubo estacionado en el árbol que les daba sombra durante sus lecciones, el ojiazul sintió que le flaqueaban las piernas, rompió en llanto cuando se arrojó en el césped, a los pies del árbol.


- ¿Por qué?... ¿Por qué tuviste que dejarme así?... – Se pasaba las mangas de la camisa por el rostro, más las lágrimas brotaban raudas de sus ojos – Vuelve por favor… no me abandones… no ahora… no ahora que te quería… - Clamaba al viento, como si fuera a escucharle – No era tu música la que amaba, no era tu talento al que ansiaba, ni mucho menos el instrumento el que me gustaba… a quien quería era a ti…



Se llevó la mano al corazón. Fue entonces como las palabras que le hubo dirigido Jiraiya una vez, volvieron a retornar a su mente.



- “No importa lo que hagamos, si somos capaces de provocar en alguien aunque sea un sentimiento, o desatar una sonrisa, seremos capaces de habitar en su corazón para siempre… ese es uno de los secretos de la vida”



Naruto sonrió levemente con el rostro aún empapado, con todo lo que había vivido con el mayor, todo lo que Jiraiya le había entregado: Su tiempo, su amistad, su cariño, sus enseñanzas… con todo eso, el Uzumaki estaba más que convencido: Jiraiya habitaría en su corazón, a pesar de ya no estar físicamente. Lo alabaría entonces como se merecía, tocando aquella música que tanto le había gustado tocar.



***


Varios años después, Naruto abrió una escuela de música, una en donde se enseñaba desde muy temprana edad, lo hermoso de las artes musicales.


Llegaban niños de todos lados, unos muy emocionados por aprender y otros traídos por sus padres, deseosos por que se convirtieran en los mejores, como el director de la escuela.



- Profesor Naruto – Llamaba un pequeño niño de cabellos castaños.


- Dime, Konohamaru – Giró el rostro ante su llamado. Se encontraban sentados bajo un frondoso árbol, como muchas veces hubo hecho con Jiraiya. Naruto contaba con apenas treinta años y ya era considerado uno de los mejores músicos del mundo.


- Algún día, cuando sea grande… aprenderé a tocar como usted – Sus ojitos brillaban.



El rubio infló los cachetes, acto seguido le dio un pequeño coscorrón.


- ¡Auch! – Se sobó la cabeza.


- No digas tonterías. No importa lo que los demás digan, debes aprender a tocar sólo como Konohamaru puede hacerlo – Sonrió ampliamente. El chico le miró – Nada más tienes que dar lo mejor de ti ¿De acuerdo?


- ¡Si! – Respondió ávidamente al tiempo que sus ojos se iluminaban.


- Buen chico – El Uzumaki volvió a sonreír. Tomó la bolsa que tenía consigo - ¿Quieres un panecillo?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

***Fin***

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

 

 

Espero que haya sido de su agrado n.n era algo que no podía pasar desapercibido xp me alegro mucho con el resultado n_n Gracias a todos!! Besos y abrazos!! Bye Bye!!

 

 


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