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No te mueras sin decirme a dónde vas. por Ciel Phantom

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Notas del fanfic:

 


¡Hola, queridos lectores de Kuroshitsuji!


Verán, están leyendo lo que es el mensaje de entrada a un reto entre Ciel Phantom y PruePhantomhive.


 


La competencia es ésta:


Cada uno publicará un fic AU (Alternative Universe) en la categoría de Kuroshitsuji, todos los viernes al caer la tarde. Esperamos tener un mínimo de 10 comentarios por capítulo, los cuales, consideramos, serán un mínimo de 5.


 


Quien supere o llegue a los 50 comentarios al final de los cinco capítulos, será el ganador y tendrá el derecho de pedir al otro competidor un fanfiction completamente dedicado a su persona, en la categoría que desee, con las condiciones que guste.


 


De antemano agradecemos su colaboración en este reto, esperando que lo disfruten tanto o más que nosotros.


Atte.


Ciel y Prue


 


No te mueras sin decirme a donde te vas.

Notas del capitulo:

gracias por leer, y de verdad espero que este reto lo disfruten tanto como yo participando en el.

de ante mano mil gracias a los lindos lectores que con sus comentarios insentiven esta locura.

Atte: Ciel Phantomhive

posdata: las cosas entre familia, son mejor. jajajajaj

no lo pude evitar. lo siento. mal chiste.

No te mueras sin decirme a dónde vas.

 

 

El sueño

 

 

— Por favor no me dejes.

 

Los zafiros que tenía por ojos derramaban frías lágrimas de dolor.  Las manitas blancas intentaban de forma desesperada cerrar la herida por donde manaba sangre. Su fino trajecito estaba empapado por completo de aquel tibio líquido carmesí. “Asustado”. Esa sería la descripción exacta para la excelsa cara de ese jovencito.

 

No muy lejos se escuchaba la sirena del holocausto. Debían marcharse, escapar.

 

Intentaba no pensar que lo que pasaron terminaría así, sin embargo ahí estaba,  llorando desconsolado y rogando por algo que sabía, era imposible porque el inútil de su mayordomo se desangraba.

 

El hombre lo observó de forma taciturna, su vocecita aún infantil gimoteaba de forma enternecedora. A su parecer no existía nada  ni nadie más bello que aquel chiquillo de carácter agrio y arisco. Tanto era su fijación por ese párvulo que no le importó renunciar a todo con tal de tenerlo a su lado.

 

Pero el destino era cruel y sin miramientos los separaba de la peor manera.

 

—Lo amo .

 

Eso era lo único que podía decirle, lo que su alma casi de camino al limbo le exigía no dejar en el olvido.

 

—¡Cállate!, de nada me sirve que lo digas. —.

 

Amaba todo de él. Incluso ese tono soberbio para dictar órdenes, acostumbrado a la sumisión de todos. Sus pómulos rojos y esa boquita fruncida le hacían gracia. Deseaba besarlo hasta deshacer sus labios afrodisíacos, tomarlo entre sus brazos y calmar aquella amargura que lo acechaba. Era tarde para todo eso. Sus deseos casi insaciables estaban siendo apresados bajo el límite, o bajo el término de la vida humana. La muerte.

 

—Prométeme que no importa cuánto tiempo pase me buscarás, me encontrarás y volveremos a estar juntos—.

 

¿Qué clase de orden era esa? No entendía del todo lo que quería decir. Pero que importaba. Estaba por concluir una historia de amor imposible.

 

—Yes… My Lord—.

 

Respondió cerrando sus ojos carmín, estaba tan cansado; la huida había sido difícil, cuanto menos el eludir a millares de Shinigamis, esos recolectores de almas que como enjambre colérico buscaban arrebatarle aquella tan preciada para él, la que le pertenecía al Conde Phantom...

 

—Mi alma esperará por ti—.

 

¿Se había perdido de algo?

 

—Cuando renazca. Espero que tu rostro sea lo primero que vea—.

 

Sebastian sonrió de forma casi cínica. La inocencia de ese niño lo extasiaba y habría dado cualquier cosa para ser él, un demonio, quien con suaves y firmes pasos fuera develando un mundo lleno de lujuria para el mocillo.  

 

—Esto no es un adiós, sino un hasta luego—.

 

Con las pocas fuerzas que le quedaban levantó su mano deseoso de tocar aquella mejilla de porcelana, más suave que la seda. El niño la sujeto con fervor.

 

—¡Sebastian, estás muy frío! —. No hubo respuesta. —Espérame. No tardaré en seguirte—.

 

Un disparo traspasó el silencio de la noche.

 

 

**********

 

 

Abrió los ojos de forma tan brusca, que muy seguramente le provocaría dolor de cabeza. Con sus manos intentó aminorar el creciente malestar y de mala gana miró a la ventana. El sol brillaba en todo su esplendor;  los pajarillos iban de una rama a otra en ese árbol que asomaba de forma tímida por el cristal.

 

—Toda una estampa primaveral—. Se dijo internamente.  Retiró las sábanas satinadas de color vino,  sus pies sintieron la suave textura de la alfombra,  miró con detenimiento sus extremidades desde el talón, hasta el más pequeño de sus dedos. En ese instante se sentía fuera de sí, como si la realidad fuera distinta a la que debía ser.

 

Un quejido y el leve movimiento en la cama llamaron su atención.

 

—Sebastian ¿A dónde vas? —. Su esposa Rachel lo miraba con sus ojos azules aun escondidos entre las tibias sabanas.

 

—Vuelve a dormir, quiero un vaso con agua—. Se levantó y caminó rumbo a la cocina, sin siquiera mirar a quién pertenecía esa voz femenina. Cual zombi se aproximó al grifo dejando libre el líquido, estiró la mano,  mas por inercia que por la idea clara de lo que hacía. Tomó  el vaso de vidrio y sin ganas bebió hasta la última gota. Se quedó estático justo frente al fregadero con el vaso en la mano  mirando a un punto inexacto de la pared.

 

¿Qué fue lo que soñó?, por más que intentaba, no lograba rememorar nada. En su estómago una inquietud se acomodó plácidamente mientras la desesperación parecía jugar a entrar a su corazón;  nunca antes había experimentado tal sensación, era como haber olvidado algo muy importante, o perder un objeto preciado sin posibilidad a encontrarlo.

 

—Papá—. La voz de su hija lo sobresaltó. ¿Cuánto llevaba ella ahí parada?

 

—¿Qué sucede Elizabeth?

 

Ella lo miró con suspicacia. Su padre estaba extraño.—Nada, solo quería saber si hoy podrás asistir a mi festival-.

 

—Sí. Pedí el día libre—.

 

—¡Qué bien! Te llevarás una gran sorpresa—.

 

Un día normal, eso fue… un día normal,  sin embargo esa inquietud y desesperación se acrecentaba conforme llegaba la noche.

 

Eran las siete en punto cuando se encerró en su despacho. Aun tenía que tratar algunos asuntos  de las cuentas bancarias de la compañía Imonoyama. Ser un corredor de bolsa le proporcionaba buenas ganancias y con sus habilidades podía sortear cualquier déficit o auditoria que se le viniese.  No existía ningún problema financiero que él no pudiera resolver.

 

“Sebastian el Demonio”, así solían llamarlo en la Tesorería y en Hacienda ya que era bien sabido por todos,  que sus clientes siempre salían limpios y hasta con algunos miles de dólares de más en su haber  y aunque fuera bueno para los consorcios, otro gallo les cantaba a los del gobierno.

 

¿El secreto?, él no tenía secreto, su mente racionalizaba cualquier cosa convirtiéndola en algoritmos, en cuentas de entrada y salida para terminar por las deducciones de impuestos y, ¡Vualá! los Libros de Mayor, Inventario y Balance eran siempre entregados de forma puntual.

 

Mirando casi con escrutinio su despacho, se podía notar su total falta de personalidad. En ese lugar los libros abundaban, los muebles consistían únicamente en una silla giratoria delante del escritorio de caoba tallado;  más allá, un sillón de dos plazas para el descanso y una mesa  ratona con un juego de ajedrez a medio terminar.

 

En si toda la casa era más o menos lo mismo, la falta de cosas personales  la hacían ver fría y estereotipada, pero como no existía nada que remotamente llamara su atención era mejor dejarla así.

 

¿Que si era corredor de bolsa? Si, pero eso no anteponía un reto,  ¿Que si tenía la licenciatura en Derecho penal y Jurista? Si, pero ello no le garantizaba ninguna satisfacción o entretenimiento. En algún momento pensó en despejar su mente, aprender alguna cosa diferente.

 

Optó por la música, sorprendentemente se encontró a sí mismo tocando el violín de forma sublime.

 

¿Es que acaso no existía nada que no pudiera  hacer? Muchas personas lo alababan,  que si Sebastian tenía muchos dones, que si era perfecto, que si existiría algo imposible para él y los comentarios se amontonaban, se apilaban dejando a su paso una sensación de soledad e hipocresía;  porque si bien es cierto que no tener talento nos dificulta las cosas, el tener muchos nos arruina la vida.

 

La pintura, el dibujo, la música, la escritura, el baile, el teatro, la escultura, incluso la gastronomía, con respecto a lo que se refiere a las bellas artes  y  las ciencias exactas como las matemáticas, la química, la física, etc., eran para él cosas que carecían de sentido, por el hecho de que eran tan simples y rutinarias como el caminar.

 

Así Sebastian Michaelis podía despertarse una mañana y escupir una réplica de la Venus del Nilo, como sentarse a crear una cura para el cáncer,  eso no lo hacía feliz porque no le sorprendía, no tenia nada de emocionante, por eso, ese desquiciante sueño, ese que sin recordarlo de nada le causaba sentimientos que jamás creyó experimentar lo perturbaba tanto.

 

De forma casi brusca se recostó contra el respaldo de la silla giratoria. Sus pupilas carmín se clavaron en un punto del techo. —¡Maldición! —. La exclamación tenía un marcado acento de decepción, sus manos se pasearon por su cabello oscuro acentuando su estado anímico.

 

—Sebastian. La cena está servida—. Escucho anunciar a Rachel desde la sala de estar.

 

El pelinegro chasqueó la lengua en forma de desagrado, no le gustaba que le molestaran,  menos por cosas tan triviales como esa. Sin darle más importancia de la que ya le dedicara, volvió a su principal ocupación, debía concentrarse; el cerebro registra todo como recuerdo sin importar si nosotros lo recordamos o no, nada se olvida, sólo había que tener paciencia y disponibilidad.

 

Inhaló y exhaló, relajando así sus músculos para poco a poco vaciar su mente.

 

 

**********

 

—Sebastian, Sebastian ¡Maldición! te estoy hablando—. Esa voz, esa voz,  sonaba tan llena de autoridad; entonces ¿por qué no le molestaba el que se estuviera dirigiendo a él? y contrario a lo esperado, su estómago ronroneaba de forma casi imposible, o debería decir, alegre. Sin duda eso era, estaba feliz de escuchar su nombre en aquella boquita tan deliciosamente ponzoñosa, de verse reflejado en aquellos dos pedazos de cielo, que con el seño fruncido parecían llamear.

 

 

**********

 

El sonido de  varios platos al caer lo trajeron de vuelta, casi podía jurar que su corazón saldría disparado por su boca. Su hija le regaló una mirada de pena al tiempo que se apresuraba a levantar la charola con el bocadillo y el té que, muy seguramente su madre le había pedido llevarle. 

 

Sebastian le sonrió de forma conciliadora agradeciendo la intención, asegurándole inmediatamente que no era necesario, puesto que le apetecía más que el emparedado, unas cuantas horas de tranquilidad. Ella asintió y se marchó.

 

Se acomodó de nueva cuenta, ahora requería del doble de esfuerzo el llegar a ese estado de sonambulismo controlado, y para colmo lo poco que logró rememorar se había esfumado.—Ahh—. Suspiró cansado, sería mejor dejarlo para otra ocasión, aunque si se detenía a pensarlo solo un minuto, debía admitir que esa obsesión por recordar un sueño era exagerada, es decir, los sueños son solo pedazos de imágenes colocadas de forma indiscriminada por el cerebro, no tiene significado o transcendencia alguna.

 

—Mejor lo olvido—. Susurró bajito. Tomó su laptop y comenzó a trabajar,  ya había estado bien de perder tiempo.

 

 

**********

— Por favor no me dejes—. Dijo el chiquillo con voz trémula

 

—Lo amo—. Reconocía su propia voz, sin embargo el sentimiento en aquellas palabras, le era desconocido.

 

—¡Cállate! De nada me sirve que lo digas—. El chiquillo estaba molesto, dolido, en su mirada azulina podía notar la soledad implícita.

 

—… — mirara a ese jovencito que parecía una muñeca le inspiraba tantas pasiones.

 

—Prométeme que no importa cuánto tiempo pase, me buscarás, me encontrarás y volveremos a estar juntos—. Por el tono deducía que era una orden. Así que como buen mayordomo contestaría de forma apropiada.

 

—Yes...  My lord—.

 

—Mi alma esperará por ti cuando renazca. Espero que tu rostro sea lo primero que vea—. Su rostro infantil tenía un dejo de esperanza.

 

—Esto no es un adiós, sino un hasta luego—. Estaba muriendo.

 

—Sebastian, estas muy frió. —su manita blanca descansaba sobre su mejilla—. Espérame. No tardaré en seguirte—.

 

 

**********

 

Un sudor frio bañaba su rostro, su respiración agitada introducía aire de manera necesitada,  en su cabeza aún podía escuchar el eco de aquella vocecilla,  miró el reloj de la mesita de noche que marcaba las 6:30 horas del miércoles. Su  mano derecha peinó sus cabellos negros hacia atrás.

 

Todo estaba exactamente igual que hacía una semana, tal vez la única diferencia era la vivacidad de las palabras, de las emociones,  que ahora si recordaba y que por ende se colaban en lo más profundo. Se estremeció involuntariamente.

 

—Sebastian, cariño. ¿Qué te sucede? —. Decía Rachel mientras intentaba tocarle el rostro

 

—Nada, vuelve a dormir—. Respondió no queriendo dar explicaciones. 

 

—Pero…

 

—Que no es nada—.Su tono aunque moderado, tenía un toque de molestia mal contenida. —Rachel, vuelve a dormir—. Suavizó su tono, después de todo, ella no tenía la culpa de nada.

 

Se levantó de mala gana, estaba irritado, esa frase… esa frase no lo dejaba en paz, se repetía cual mantra en su cabeza. Su corazón latía con fuerza, su desasosiego crecía, estaba a un paso del colapso.

 

Durante los días anteriores no logró dormir las horas necesarias, y cuando lo hacía no descansaba y precisamente hoy que creyó superado ese tonto sueño, regresaba más ávido.

 

—Prométeme que no importa cuánto tiempo pase, me buscarás, me encontrarás y volveremos a estar juntos...

 

—Yes... My lord.

 

Se movían de un lado a otro por su estudio, parecía una fiera enjaulada, sus ojos vagaban por la estancia sin hallar nada que le diera siquiera una pista de lo que le podría estar pasando.

 

—Es solo un maldito sueño, más bien una horrenda pesadilla. Como estuve pensando tanto en ella se ha repetido, pero es solo por mi testarudez de querer rememorarla. ¡Sí¡, es eso. Se ha repetido solo por eso—.Intentaba convencerse. Debía calmarse, dejar el asunto al olvido, no podía darse el lujo de fallar en su trabajo por algo como eso.

 

 

**********

 

—Y, ¿qué te pareció papá? —. Elizabeth sonreía, en sus ojos verdes se notaba la excitación que sentía por la respuesta.

 

—Lizzy pregunta por la noticia que te di hoy en la tarde—. Pero ni con eso entendía de qué hablaba su esposa, la verdad era, que sí recordaba haber tenido una conversación “importante” con ella, pero no sabría decir cuál fue el tema.

 

—Creo que aun no se creé  que pronto tendré un hermanito—. La niña rubia casi dio saltitos en el asiento.

 

Rachel la secundo emocionada y  aunque su risa era discreta, se le notaba la misma jovialidad que la de su hija; el único hombre presente, abrió los ojos a más no poder, iba a tener un segundo hijo.

 

¿Es que acaso el mundo conspiraba en su contra?

 

De un rápido movimiento corrió la silla, haciendo un sonido estrepitoso al caer. Madre e hija guardaron silencio.

 

Se notaba perdido. En un segundo el oxígeno fue drenado de sus pulmones, sus manos temblaban y su corazón estaba a punto de sufrir un infarto.

 

—Prométeme que no importa cuánto tiempo pase, me buscaras, me encontraras y volveremos a estar juntos Bloqueó sus oídos con fuerza, escuchaba esa voz tan clara, como si le estuviera murmurando al oído.

 

— “Me estoy volviendo loco” —.

 

Prométeme que no importa cuánto tiempo pase, me buscaras, me encontraras y volveremos a estar juntos.

—Prométeme que no importa cuánto tiempo pase, me buscaras, me encontraras y volveremos a estar juntos.

—Prométeme que no importa cuánto tiempo pase, me buscaras, me encontraras y volveremos a estar juntos.

—Prométeme que no importa cuánto tiempo pase, me buscaras, me encontraras y volveremos a estar juntos.

—Prométeme que no importa cuánto tiempo pase, me buscaras, me encontraras y volveremos a estar juntos.

—Prométeme que no importa cuánto tiempo pase, me buscaras, me encontraras y volveremos a estar juntos.

—Prométeme que no importa cuánto tiempo pase, me buscaras, me encontraras y volveremos a estar juntos.

—Prométeme que no importa cuánto tiempo pase, me buscaras, me encontraras y volveremos a estar juntos.

 

Abrió la boca, estaba a  punto de gritar, era demasiado para él y su pulso era casi una arritmia.

 

Rachel se había levantado asustada, no sabía lo que debía hacer, ahí, delante de ella su esposo estaba teniendo una crisis.

 

Elizabeth, asustada por la reacción de su progenitor, optaba por distanciarse lo suficiente  pero, observaba  presta a cualquier indicación de su madre.

 

Lo miraron abrir la boca. Era como si la mandíbula se le hubiera desencajado. La mujer dio un paso lejos.

 

Para sorpresa de las dos Sebastian bajó los brazos, recobrando su postura impoluta, ambos iris rojos estaban perdidos mirando sin mirar y con voz sublimemente dócil soltó la oración que daría pie al comienzo del fin.

 

—Yes… My Lord—. Sebastian cayó desmayado al suelo.

 

Continuara…

 

Notas finales:

gracias por leer, y miles mas por sus comentarios.


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