-Ey, tú eres xenófobo, ¿verdad?
-Sí, lo soy.
Empezó así la conversación que culminaría con el mayor sufrimiento que he experimentado. Porque estaba hablando con mi mejor amigo, Jon. Y yo era afroamericano. Pero no solo eso, mi amigo Jon estaba lleno de contradicciones.
-Pero puedo decir, sin miedo a equivocarme, que yo soy tu mejor amigo.
-Sí, lo eres.
-Ah, pero mira, ¡no soy de tu mismo color!- reí mientras le enseñaba el dorso de mi mano.
Giró la cabeza para apartarme y soltó un pequeño suspiro.
-Tú eres una excepción, tío. Lo sabes. Tú y yo haremos grandes cosas. ¡Grandes cosas, oyes!
-Sí, sí, me lo repites todos los días- reí.- Tú cantas y bailas, y yo: tran, traaaan, rasgo las cuerdas- toqué una guitarra imaginaria a ritmo de “Stairway to heaven”.
-Exacto. Si ya lo sabes, no me molestes más con tonterías.
-Ah, no, de eso nada, todavía tengo un par de preguntas.
Exhaló aire abruptamente y alzó la mirada al techo, pidiendo paciencia a quien quiera que esté arriba. Yo sabía que en realidad no le molestaba, o no le molestaba en exceso, así que proseguí:
-También tratas como basura a las mujeres, que lo he notado. ¿Eres machista, acaso?
-Puede- se encogió de hombros ligeramente.- Pero me gusta estar con chicas.
-¡Y además eres homófobo!- dije ignorando su último comentario- Qué no tienes, Jon…
-Sí, soy homófobo. Oye, ¿vas a seguir destripándome mucho tiempo más o te vas a callar de una vez?
-Vale, vale, ya me callo- dije entre risas.- Te lo tomas todo muy a pecho. ¡Ríete un poco, hombre!
Rió conmigo.
- Estaba pensando…- dije- que, en fin, eres un poco contradictorio.
-¿Y eso a qué viene?
-Creo que en realidad eres gay. ¡Y no te ofendas! Lo digo en serio y sin ánimo de dañar a nadie.
No contestó en seguida y me puse nervioso por el silencio.
-Eres idiota- comentó al final.
-¡Claro que no! Mira, los que más niegan la homosexualidad son los que al final se sienten atraídos por personas de su mismo sexo. Además, que seas machista pero que ahogues tus penas en sexo también debería ser otra señal.
-Piensas demasiado y sacas las cosas de contexto. Tú concéntrate en la música y compón algo, que letra sin instrumental queda flojo.
-¿¡Insinúas que no hago nada!?
-No lo insinúo, idiota. Ya te digo que no haces nada.
Al yo estar echado en horizontal en un sofá y él estar sentado en el suelo apoyado sobre el mismo sofá, me abalancé sobre él y le abracé por detrás.
-¡Qué tontito eres!
Reímos juntos otra vez y nos mantuvimos en esa posición durante unos instantes. La verdad era que yo mismo era gay, y desde hace tiempo sentía una gran atracción hacia él, pero no sabía cómo podía decírselo. Moría por hacerlo, aunque sabía que era peligroso.
De improvisto, habló:
-Tú eres una excepción. Una excepción para todo. Por eso te permito decirme semejantes tonterías. Pero como se lo cuentes a alguien más, te aseguro que dejarás de ser tan excepcional.
-Oh, ¿eso pretendía ser una amenaza? ¿Y quién me va a pegar, tú y tu ejército de enanos?- dije eso porque ciertamente, él era bastante bajito y era gracioso meterse con su estatura.
Levantó el brazo y su puño colisionó con mi cara, provocando que soltase un ligero “auch”.
-Jon, tengo que confesarte algo…
-Adelante- me permitió, sin darle real importancia.
-Soy gay.
-Bueno, ya me lo esperaba.
Me sorprendió la rapidez y naturalidad de su respuesta, a pesar de no saber si debería ofenderme o alegrarme por el hecho de que ya se lo esperase.
-Y me gustas. Mucho.
Se dio la vuelta para encararse conmigo. Su rostro mostraba estupefacción.
Vi sus labios, ligeramente abiertos por la sorpresa. No pude evitarlo, le sujeté la barbilla y me acerqué a él, juntando nuestras bocas en un suave y fugaz beso. Él no pareció forcejear y, como yo, cerró los ojos.
No dije nada. Tampoco sabía qué decir. Nunca pensé que pudiese salir tan bien.
-Siento decirte que yo no soy gay- me dijo,- por lo tanto, no puedo corresponderte.
Fue un golpe dado después de haber ablandado el terreno. Estaba preparado para eso desde antes de confesarme, pero no me creí capaz de llegar a ser tan ingenuo como para creer que por no haberse apartado de mí él fuese a aceptar.
-Ya, ya me supongo- dije.
Tenía que contener mi dolor dentro, así que no se me ocurrió mejor plan que disimular y seguir ocultando mi verdadero yo. Comencé a reír de nuevo.
-¡Era broma, era broma!- casi grité; creo que me pasé de estridente.- Quería cerciorarme de tu heterosexualidad. Vale, tú ganas, parece que tenías razón y no eres homosexual.
Giré sobre mí mismo y volví a mirar al techo. Me avergüenza reconocerlo, pero los ojos se me inundaron de lágrimas y en esa posición podía evitar que desbordasen. Solo deseaba que a Jon no se le ocurriese la genial idea de mirarme a la cara.
-Tío…- dijo- no sé cómo mientes normalmente, pero esta vez lo has hecho fatal.
-¿¡Qué dices!? Lo que pasa es que yo no soy como tú. A mí me da un poco igual a quién besar, pero tengo preferencia por las mujeres, ya me entiendes, ja, ja, ja.
Yo juraría que esta vez soné natural.
Dio media vuelta y se puso de rodillas, con los brazos apoyados sobre el hueco libre que quedaba en el sofá, justo a mi lado. Para entonces, por fortuna, había conseguido borrar todo rastro de dolor en mi cara.
Una sonrisa adornó su rostro, tan cálida y profunda al mismo tiempo que me embriagó por completo. Me evadí durante un segundo, olvidé todos nuestros sueños de ser grandes estrellas de rock, dejé atrás la mierda de mundo en el que vivíamos y se esfumó todo signo de preocupación en mi interior. Pero ese segundo de bloqueo fue suficiente para no darme cuenta de lo que Jon estaba haciendo.
Acercó sus labios a los míos y me dio un beso mucho más largo pero a la vez más dulce que el anterior. Detrás de todo su odio y violencia se encontraba una personalidad adorable. Supongo que eso se reflejaba en su físico, pequeñito y delgado por mucho que intentase ganar algo de musculatura.
Mi corazón se detuvo y noté una sensación de cosquilleo tanto en mi pecho como en el estómago. Las mariposas.
Después de unos segundos (segundos que a mí me parecieron eternos, pero no suficientes), se apartó ligeramente, de modo que todavía quedamos muy juntos, hasta podía notar su aliento.
-Ya te he dicho que tú eres una excepción- me dijo.
Sus labios rozaban los míos con cada palabra. Pero algo no estaba bien. Mi respiración era entrecortada, agitada y rápida. Él, en cambio, estaba demasiado tranquilo.
Al darme cuenta de lo que intentaba hacer, le empujé, despacio, por los hombros y lo aparté de mi lado, ante su cara atónita.
-No, Jon, no pasa nada. No hace falta que intentes complacerme- le sonreí, melancólico.
Quiso insistir, seguramente replicar que no era cierto, pero no le dejé seguir. Le puse mi índice derecho sobre su boca y le susurré:
-Las cosas han de ser como son. No moriré porque un amor me haya rechazado. A ti te gustan las chicas, y eso está bien. Si no puedes corresponderme, no puedes y ya está. No me hagas vivir en una mentira, por favor.
Vi cómo su labio inferior temblaba ligeramente. Se acercó a mí con la cabeza gacha y se hundió en mi pecho dándome un abrazo.
-Lo siento…- me dijo.
-No, no tienes por qué disculparte.
Hubo una pequeña pausa.
-Gracias por comprenderlo. Y, oye, a pesar de que esta situación no sea muy masculina, bueno, ya sabes a lo que me refiero…
-Sí, no te preocupes- reí levemente para aligerar la tensión.
-Pues, que quiero que sepas, que tú eres alguien muy importante para mí. Eres la persona a la que más quiero. Siempre lo serás, ¿vale? Aunque no sea de la misma forma que lo haces tú.
Sonreí.
-Claro. Gracias.
Le abracé más fuerte.
Le di un golpecito en la espalda con la palma de mi mano.
-Vamos, ríete.
Y volvimos a reírnos juntos.