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Cuando el Hielo se Derrite en Tu Cuerpo por Arwen Diosa

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Notas del capitulo:

Aqui se aclaran un poco las cosas del porque ese raro actuar en estos lindos santos... o debería decir caballeros? De santos no tiene muche jeje.

Pasen y lean...

CUANDO EL HIELO SE DERRITE EN TU CUERPO

 

 

 

 

 

 

 

Capitulo 2.- Tu veneno

 

 

 

       - Ja ja ja ¡Di lo que quieras! – Milo tenía grabado en la mente las carcajadas de Kanon – No importa lo que digas Escorpión. Tu sabes que Camus tiene un cuerpo que es humano, por muy frío y no sé qué cuentos – levantó los hombros con arrogancia – tiene debilidades. No vengas aquí a ponerme excusas Milo. Sabes que Camus de Acuario está fuera de tu alcance y nunca podrás poner un solo dedo en él.

 

       Milo le dedicó una mirada inquisidora ¿Kanon le estaba poniendo a prueba?

 

       - ¿Estamos apostando? – Dijo Milo. Definitivamente Camus había llamado la atención de ambos después de verlo tan absorto en sí mismo ése día en el entrenamiento.

 

       - ¿Cuánto tiempo necesitas? – Dijo Kanon – O mejor dicho ¿En cuánto tiempo te rindes?- Kanon iba enserio.

 

       - Un mes – dijo – Camus no abrirá las piernas si no siente que voy enserio. Me imagino que será algo así.   

 

       - Tres semanas – Kanon habló sin duda alguna – No tardaste ni dos semanas en llevarte  a la cama a Afrodita.

 

       - No compares. De Afrodita sabemos… sabemos – repitió, no quería alargarse en detalles que eran obvios.

 

       - ¿Cómo sabré que lo hiciste? – Kanon y Milo revisaron las posibilidades de confirmarlo quedándose unos segundos callados – Una cámara es complicado – dijo el gemelo pensativo – además que puede darse cuenta no tengo intenciones de verte follar.

 

       - Un chupetón – dijo Milo tronando los dedos a modo de triunfo por su idea – en el cuello – señaló la zona mencionada sin dejar de sonreír.

 

       - Te matará – rió de lado.

 

       - Pero ya estará hecho – hablaba convencido, con un brillo en los ojos celestes que Kanon percibió, denotaba su confianza de conquistador y sus habilidades en aquellas artes del amor – Al día siguiente habrá entrenamiento y no podrá cubrirlo y todos podrán verlo. Estará tan molesto, supongo, que no querrá hablarme y punto. Sin dramas.

 

       Dicho estaba, llevarse a Camus de Acuario a la cama era su nuevo objetivo, en lo que debía concentrarse. Aunque… ¡Denlo por hecho! Un mes o tres semanas, le enseñaría a Kanon que podía hacerlo en menos… un momento, a todo esto, le faltaba un estímulo.

 

       - ¿Qué estamos apostando?

 

       Kanon soltó otra carcajada.

 

       - Si no lo logras Milo, sabes… - Colocó una mano en el hombro del peliazul estrujándolo a modo de caricia – haré contigo lo que yo quiera.

 

       Escorpio talló en su rostro una seriedad que no era muy propia en él y al mirar a Kanon encontró lo mismo. No bromeaba.

 

       - Una noche – dijo saboreando las palabras en su boca – Todo lo que yo te lo pida lo harás…

 

       Apartó de un movimiento de hombros ésa mano.

 

       - Pues te quedarás con las ganas ¿Si yo gano qué?

 

       - Pide tú.

 

       Miró al gemelo menor, a pesar de ser amigos y compartir experiencias “amorosas” entre ellos no existía esa atracción ¿O sí? Kanon era tan bello y varonil…

 

       - Pues lo mismo.

 

       Simplemente así de corta fue su respuesta. Kanon rió al principio pero, también notó esa seriedad en Escorpión, diciendo con la mirada firme que no existía ni un ápice de broma en sus palabras.

 

       - Hecho.

 

       Estrechando las manos estaba cerrado el trato.  

 

 

 

 

 

       Despertó sin razón aparente, abrió los ojos desperezándose y tapando un bostezo con la mano.

 

“Silencio…”

 

       Fue lo primero que pensó, no escuchaba más que su propia respiración y la oscuridad de la noche seguía presente en sus pupilas… pronto amanecería. 

 

       Observó a su alrededor paseando sus ojos de rincón a rincón.

 

       La habitación de Milo era peculiar, alguna vez imaginó que ésa pieza en particular del templo de Escorpio, sería desordenada, hasta creyó verla descuidada. Al contrario, la halló cómoda, módica. Sin artefactos lujosos ni llamativos. Como objetos tenía su cama tallada en madera blanca pegada a la pared y un buró con la lámpara de lectura y al frente un armario con los cajones cerrados y nada en la superficie, las cortinas eran de un azul oscuro y seda blanca, lo infaltable, un cuadro pegado a la pared de un escorpión dorado en el cielo entre muchas estrellas. Era su constelación.

 

       Lo observó por unos instantes hasta que el aroma peculiar de las frazadas, la almohada y las sábanas… sentía una suave fragancia a jaboncillo de manzanilla, olía tan bien. A su lado derecho estaba Milo, la fuente principal de aquel bálsamo amable a los sentidos. Nunca había sentido ése aroma, aún cuando estaba cerca de Milo entablando una conversación, pero ahora, parecía que se había impregnado hasta en su piel.

 

       Paseó sus dedos por sus cabellos acuamarines, soltando un suspiro no había duda, lo ocurrido la noche anterior era verdad, sin opciones de escapatoria o retrocesos, estaba hecho por propia voluntad.

 

       Camus tragó grueso al ver mejor a Milo entre la penumbra que le ofrecía una visión entre sombras. Dormía de lado, con la parte delantera hacia su dirección, Milo estaba arropado hasta la nariz. Se veía diferente cuando dormía, nada de pretencioso o ruidoso, tal y como siempre lo había calificado. Con los ojos cerrados y el rostro relajado hasta le pareció  gentil, tierno…

 

“Engaños… Milo nunca podrás ser así”

 

       Si bien recordaba a Milo, era cuando aún eran aprendices y se conocieron en el entrenamiento respectivo. A lo largo del tiempo se saludaban según las formalidades e intercambiaban algunos comentarios en algunas cenas cuando ya eran parte de la Orden de los Santos de Atena. Le tenía cierto respeto incluso, por lo ocurrido en la batalla de las doce casas con su pupilo Yoga y el gran favor que llegó a cumplir por petición suya. Y recordaba claramente que le había llamado “amigo” en la batalla con Hades y la forma como le ayudó a subir las escalinatas hasta los aposentos del Patriarca, entre ellos nunca hubo conflictos de ninguna naturaleza ya que las formalidades del Santuario ayudaron en eso, después no hubo razones para entablar conversiones o siquiera una relación que sea vista como amistad. Bien sabido tenía que el único vínculo que los unía era pertenecer a la Orden de Atena y en fin luchar por ella. Ahora que la diosa los había revivido para darles una nueva oportunidad por lo que se les había privado con las guerras no estaba en sus planes estar metido en tal situación… sin embargo nunca se está a salvo de personas como Milo y Kanon… ¿O sí? “Fui yo quien decidí esto”.

 

       Se encontró a sí mismo mirando los labios del griego, carnosos, se veían suaves… la noche anterior… Camus se llevó una mano a los labios, tocándolos apenas con la punta de los dedos, en definitiva sus alientos no se encontraron en la pasión que desbordaron ambos.

 

       “No fue hacer el amor, fue tener sexo”. Pensó mirando el techo en nueva cuenta y soltando un suspiro. Cerró los ojos suspirando otra vez, se relamió los labios y luego se mordió el inferior, con rabia.

 

       ¡¿Por qué?!

 

       Por que Milo tenía que meterse con él cuando en los antecedentes de ambos ninguno mostro ese afán en hacerse daño… ¿Daño? ¿Qué pasará ahora? ¿Qué debía hacer? En el punto que estaba no podía dar vuelta atrás,… “Se fuerte” Debía continuar con el plan.

 

       “Se fuerte” se repitió al recordar que tiempo atrás se decía lo mismo mientas guardaba sus silencios y se sentía perdido, como una gota mezclada en el mar… sin identidad.

 

       Se llevó la mano a la frente estrujando sus propios cabellos, quería apartar los pensamientos del pasado, los que estaban enterrados pero en esa noche que amenazaba en aclarar en cualquier momento, esos recuerdos cobraban fuerza para salir de su sepelio y desfilar en su mente sin tregua ni compasión.

 

       “Milo… cuánto daño estás haciendo”

 

       Su respiración se agitó un poco cuando se negó a desanudar el nudo que tenía en la garganta y le impedía meter aire a sus pulmones con normalidad y las lágrimas en sus ojos se acumularon a tal proporción que solas empezaron a surcar por sus mejillas.

 

       “Deplorable… ¿Cómo voy a llorar por algo así?”

 

       Quería gritar y quedarse sin voz en el proceso, todo con tal de sacarse ésos sentimientos del pecho que pugnaban por salir. ¡Qué envidia sentía del Escorpión! Siempre fue sencillo para éste el poder expresarse sin complicaciones y tampoco tenía la referencia ancestral que los Santos de Acuario serían calculadores por excelencia… no Milo estaba libre de todo perjuicio o desventaja que al contrario lo ataban a él. Le enseñaron a ser tal y como lo era en ésos días, sin escapatoria ni secretos, simplemente todos lo sabían.

 

       Se secó las lágrimas sintiéndose estúpido y contrariado, si él mismo sabía de su reputación de caballero de los hielos ¡¿Qué diablos hacía llorando en plena noche y en un lecho que no era el suyo?! Procurando no provocar ruido alguno se puso de pie y recogió sus prendas del suelo, estaban esparcidas junto con las de Milo. Se las colocó sin mucha ceremonia, de repente le urgía desaparecer del octavo templo.

 

       Dispuesto a irse se dirigió a la puerta, antes de cerrarla por fuera miró por última vez hacia el bulto debajo de la frazada, dando un respingo de susto… al instante recuperó su expresión fría.

 

       - No sabía que estabas despierto – Milo lo miraba desde la cama.

 

       Silencio donde el Escorpión no se dignó a responder, continuó mirando a Camus desde su lugar, con cierta curiosidad impregnada en la mirada.

 

       - ¿Desde hace cuanto? – Camus volvió a profanar el silencio de todo el templo – Milo.

 

       El mencionado se sentó sobre la cama bostezando a sus anchas, Camus no cambiaba su expresión, no obstante tenía un manojo de nervios en todo el cuerpo ¿Milo le había escuchado llorar? Sólo pedía a los dioses que no fuera así.

 

       - ¿Por qué te vas? – Milo habló. Al parecer no iba a responder las preguntas del francés.

 

       Camus miró a los lados, buscando una respuesta corta y rápida y a la vez que exponga sus verdaderos pensamientos y porque no, sentimientos.

 

       - Que caso tiene quedarme.

 

       - ¿Te sientes bien? – Milo no fingió su preocupación lo que ofuscó más a Camus – Lamento el no haber sido amble, o lo suficientemente atento pero…

 

       - Me siento perfecto – le cortó hablando rápido y fuerte evitando ser interrumpido – Gracias – Delineó en su rostro una sonrisa a medias, maliciosa, que Milo notó – Lo suficiente para ir al entrenamiento y mostrar esto a todos – se acarició en cuello con la yema de los dedos la región donde supo que estaba la marca de los labios de fuego de Milo.

 

       Como respuesta Milo lazó las cejas, sorprendido y se quedaba sin habla ¿Acaso Camus sabía…?

 

       Suponía que disfrutaría ésa expresión de desconcierto total, pero no sintió la satisfacción que se suponía. Es más, se sintió herido él mismo. Camus apretó el puño por lo bajo. 

 

       “¿Si lo sabía por qué lo hizo, por qué lo permitió?”. Pensó Milo sin despegar sus orbes del semblante serio y erguido de Camus.

 

       - Genial – dijo sin ánimo ni pena. Como quien comenta del clima. Ya se daría tiempo de razonar del porqué del actuar de su colega de armas pero no ahora que lo tenía enfrente – Puedes volver cuando quieras – le invitó con descaro sin cambiar el tono de su voz.

 

       Camus se marchó dando un portazo y después del retumbar de la puerta el templo del Escorpión Dorado se sumió en el más inquieto e irritado silencio que conoció en su historia.

 

       Milo, inconscientemente tenía entre los dientes un nudillo, apretándolo a medias. Su mente surcaba todo los laberintos posibles que el Caballero de Acuario podría trazar, intentaba hallar la respuesta al porque de su proceder… ¿Qué buscaba?

 

       Si sabía de la apuesta era más fácil, honroso, respetable simplemente negarse a compartir el lecho con él y así, tendría que pagar su deuda con Kanon ¿Verdad?

 

       Suspiró sin intenciones de darle más vuelta al asunto. De todas manera había gozado a sobremanera la entrega de Camus como para empañarla con cavilaciones vanas.

 

       “Camus… ¿Por qué lloraba?”

 

 

 

       Su caminata se convirtió en carrera, quería lo más pronto posible estar entre las cuatro paredes de su habitación… de una vez por todas meterse a la regadera y quitarse ése olor a manzanilla que sentía impregnado en su cuerpo… quería quitarse a Milo, y de una vez por todas…

 

       “Debo continuar

 

                                     con el plan…”                          

 

      

 

 

Notas finales:

Lo se... soy cruel.

Prometo actualizar pronto y no olviden dejarme un mensajito si? ya sean cartas bombas, amenazas de muerte, declaraciones de amor o sus comentarios. jeje estaré feliz de leerlos.

Nos leemos pronto.


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