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Vórtice por La MalaMalva

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Notas del fanfic:

Advierto que es una historia que no se enfoca sólo en el amor, sino que abarca diversos temas, espero que eso no sea un impedimento para que la disfruten.

Otra cosa, todos los títulos de los capítulos serán el nombre de una canción.

Ahora sí, a leer!

Notas del capitulo:

Capítulo introductorio.

 

Cuatro de la mañana y aún seguía pegado a la pantalla del computador tratando de descifrar la maldita ciencia oculta del afamado Photoshop, es que soy un bestia, todo el mundo parece haber adquirido desde el nacimiento el instructivo para comprender las máquinas del fucking siglo XXI, menos yo, y ahí estaba, cuatro de la mañana con un minuto y en unas dos horas más debía estar bañado.

¡Ojos arden! ¡Infierno de inoperancia la mía! ¡Sueño reparador, ahora! ¡Quiero cerrar los putos ojos ya!

Suspiré mirando esa aberración de imagen, y en ese minuto eché de menos la seguridad que se me fue arrebatada cuando lo conocí, tampoco me sentía tan frustrado, después de todo fue un intercambio equivalente; mi seguridad a cambio de sentir mermelada de damasco en el estómago que se me repite constantemente…

… mi seguridad a cambio de un amor no correspondido.

 

Vórtice

 

Ebrio de alegría y de… alcohol, claro está – cervecita rica de mi corazón –, paré a una fiesta de la prima del amigo de una amiga, y que de apoco ese amigo se fue volviendo más amigo mío; relaciones de borrachos, ustedes me comprenden, esos inquebrantables lazos que se forman en una noche y que, en su mayoría, en la noche quedan. La fiesta en sí estaba normal, tampoco era el ambiente que me mataba, las canciones eran pachangueras – eso es bueno –, y la gente aparentemente se veía agradable. El primer encuentro que tuve al llegar fue con la mescolanza de vino con coca-cola, porque era una noche fría, y como mi grupo se puso a conversar en la terraza, encontré que ese acompañamiento era el más Ad hoc.  Lamenté internamente el haber llegado tarde, puesto que hacía una hora atrás la carne asada era devorada por todos los parásitos ahí presentes, pero bueno, mi vinito lo compensaba todo.

 

-         ¿Ves a ese tipo? ¿El que está con la rubia? – me preguntó mi amiga, Diana, chica gozadora, fiestera, la mayor de todos los siervos de la banda, incluyéndome.

-         Sep ¿qué pasa? ¿te lo devoraste?

-         Sí, hace como tres semanas, en la fiesta de…mm… no era de Maite… era…

-         De la hermana chica. Katy creo que se llamaba – continuó la idea su amigo, Felipe, Feliperdido, Felipondrio, Felipodrido, Felipa, Filip, siempre le cambiaban el nombre. Lo que más puedo destacar de él es que usaba ropa muy ancha.

-         Ella es rubia… como tú, tiene un fetiche – procuré decirlo bajo, pero mi raciocinio no era óptimo, así que igual me hicieron callar, no fui tan discreto como creí que lo estaba siendo, así que sonreí como disculpa.

-         ¡Este imbécil tiene la sonrisa tan linda! – exclamó Diana apretando una de mis mejillas.

 

Lo sé, siempre ha sido muy linda…

 

Y el fetichista se acercó a nosotros, nos saludó algo despectivo y se robó a nuestra amiga. Con Feliplantado decidimos ir a mover el bote, y no nos costó conseguir parejas de baile, no es que seamos galanazos de Hollywood, sólo que la alegría irradiaba de nuestros pómulos sonrosados, y sin parecer payasos, éramos las almas más festivas del lugar. La señorita con la que bailé se llamaba Cristina, su pelo lacio golpeaba su cara ante los movimientos estrambóticos con los que ella creía deleitarme. La tipa en sí estaba bien, probar sus labios era una idea apetecible… pero no, me gustaba seducirla – seducción de borracho – con esa mirada un tanto insinuante, pero más que nada era para alimentarme el ego, nada más. Yo me conocía, llevaba conviviendo conmigo por mucho tiempo, así que engañarme era absurdo, terminaría sabiéndolo.

Y cuando creí que la “tenía lista”, la muy... se le ocurre ir al baño, y no volver. ¿Perdón? ¿Dejarme a mí bailando solo? ¿Bailando como mono? ¿En fiestas perdidas? – tranquilos, lo último es una canción –, ¡tampoco era la gran cosa! Prostituta, eso parecía con los jeans ajustados, y esas botas blancas. Ni que quisiera enaltecer mi ego con una meretriz  ¡no lo necesitaba! Le di un sorbo a mi vinito con coca y  fui al segundo piso para llenar el vaso que ya se vaciaba mágicamente, y entre el tumulto, la bulla, y el calor, logré encontrar mi bolso sobre una cama sumida en las penumbras, con la caja de vino adentro, porque claro, lo compré sólo para mí.

 

-         Mmm… - oí un quejido masculino, al parecer alguien estaba durmiendo ahí.

 

Apreté los dientes, y tomando mi bolso me fui a la puerta, ahora que lo pienso bien, fui muy valiente – o desubicado – al llegar y entrar, ni conocía a la anfitriona, pero bueno, nadie me recordaría.

 

-         ¿Quién es?

-         Yo…

-         ¿Yo? Ah… - y no dijo más.

 

Menuda conversación.

 

Giré la manilla cilíndrica de la puerta – una que de seguro era dorada, detalle que me  trae muchos buenos recuerdos –, y al tirar un nuevo quejido se sumó al anterior, de verdad el tipo agonizaba, y como yo ya me encontraba “envalentonado”, solté un poco la manilla intentando visualizar alguna figura entre la ponzoñosa oscuridad.

 

-         Socio ¿algún problema?

-         Nada, socio… no me siento bien, nada más.

-         ¿Necesitas que vaya a buscar a alguien? Puedo…

-         No, no quiero ver a nadie – me interrumpió –. ¿Qué estás tomando?

-         Vino…

-         ¿Vino? – preguntó, posteriormente oí una risita burlesca, yo también me reí, me sentía un viejo de mierda muy de población –. Convídame…

-         Pero por supuesto, ¿de la caja o…?

-         Dale.

 

Y antes de pasársela me serví en el vaso, el sujeto parecía deseoso porque no soltó la caja, pero bueno, son sólo detalles, al parecer lo necesitaba más que yo.

 

-         Compadre – abordó sentándose en la cama, de seguro apoyado en el respaldo de ésta, mirándome a la cara, no sé, los bastones de mi retina no cumplían muy bien su trabajo –. Yo no te conozco, ni tú a mí, y mi intuición dice que mala persona no eres – error, sólo es que el alcohol te hace más confianzudo –, pero necesito contarle esto a alguien.

-         Compadre – respondí con el mismo respeto –, yo no le he visto a usted, usted no me ha visto a mí; lo que me diga será tomado como confesión sacramental, y no saldrá de esta pieza.

-         Ya… de verdad, gracias – hizo una pausa, y yo me agarré del vaso como quien se agarra de la barra de la montaña rusa. Presentía que se venía algo fuerte –. Abajo está un tipo al que… con el que... pasó algo comprometedor… hace un tiempo atrás, ni siquiera sabía que era conocido de mis amigos.

-         Ah... qué mala suerte… - sentí cómo mi empatía se desarrollaba.

-         Sí, nadie sabe de mi incursión por… tú entiendes…

-         Me lo imagino. ¿Y sabe que estás aquí?

-         ¡No! No, no tiene que saberlo, según la mayoría yo me fui. Quise bajar para largarme de verdad, pero el tipo se plantó al medio, no hay manera de que no me vea. Además, mi hermana más chica está aquí, y no quiero irme sin saber en qué está, es media loca.

-         Entiendo… qué dilema…

 

Y me detuve a pensar en todo lo que me dijo, y en cómo reaccioné, como si el asunto fuese de lo más normal. Esperé que mi condición sexual no se vislumbrara por mi natural manejo del asunto, sin embargo, el sujeto resultó ser más astuto, o al menos con los sentidos mejor puestos que yo en ese instante, y luego de un impredecible silencio se atrevió a referirse al tema.

 

-         ¿No te incomoda el asunto?

-         No – dije alto y claro, dando otro trago.

-         No serás gay…

-         No – negué también con la cabeza, más no estaba seguro de que me vería –. Sólo que… me gusta… lo que me guste… - expliqué poco claro. La palabra era bisexual, corta. Un bisexual que se relacionaba más con mujeres, pero que en definitiva eso no aseguraba nada, sobre todo si me sentía profundamente atraído por EL, mi compañero de sección, el Morfeo de mis sueños, el Hades de este sentimiento del averno, aquel malandrín tan desquiciadamente atractivo como Travis Bickle de Taxi Driver sin el moicano.

ÉL podía parecerse a alguien, mas nadie se parecía a él.

Suspiré al recordarlo, el sentimentalismo siempre me embargaba bajo la influencia de agentes externos, al punto de no controlarlo. Apreté mis labios, y sentí asco de sólo pensar que casi me besé con esa prostituta. EL, tenía ese efecto en mí, yo le era fiel hasta cuando no debía serlo. Qué encaprichado me sentía, qué estúpido, qué niño… qué enamorado.

 

-         Eres bisexual – continuó mi compañero.

-         Algo así… no tiendo a ponerle nombre a ese tipo de cosas, pero si quieres llamarlo de alguna manera, sí. ¿Tú eres gay?

-         Creo que n… es que…igual… fue la primera vez…

-         Ah, ya – dije sin más, no tenía la intención de orientarlo, ni darle consejos, tampoco hondear más en su vida, después de todo el título que recibiría al egresar no iba a ser de psicólogo, así que no me las iba a dar de especialista; sólo era un tipo muy ebrio –. ¿Y te gustó? – repito, no tenía la intención, pero lo estaba haciendo igual.

-         No lo sé… no sé en realidad, no sé… es complicado – se escuchó afligido.

-         Esas cosas no son complicadas, la cabeza las vuelve un puzzle, pero ¿complicadas? Es cuestión de no ser cínico consigo mismo; o te gustó, o no. No hay más.

-         No entiendes…

-         Sí entiendo, soy un ser viviente, creo que es el requisito principal para entender ese tipo de cosas.

-         ¿Has estado en mi lugar, acaso? – noté un cambio en su trato, captando ahora agresividad en su voz. Hasta podría decir que sus palabras chocaban unas con otras.

-         Puede ser… pero dime ¿qué buscas de mí? ¿Que te diga lo que pienso o que sólo te compadezca?

-         Que me digas lo que piensas…

-         Entonces escúchame – dije con notoria firmeza, después de ello me tomé unos segundos antes de seguir –. ¿Te gustó estar con un hombre?

 

Y apenas dicho esto, se me lanzó. El sobresalto no fue a tal magnitud como para soltar el vaso, pero si lo suficiente para dejarme parcialmente petrificado ante el roce húmedo de sus labios con los míos. Su escasa barba fue tanteada por mi mentón, y sus anchas manos dominaron mi cabeza. Yo estaba imposibilitado para percibir olor, así que sólo me entregué al tacto, y debo aclarar que nada poético puedo añadir a la descripción de esta situación, sólo éramos un par de ciegos descubriéndonos con los labios, en tanto sonaba de fondo una de las canciones más detestables de la semana y que por desgracia estaba de moda. Una canción de cuyo nombre no quiero acordarme.

 

Aquel beso no duró mucho, admito que el recuerdo que me dejó es mucho más largo de lo que realmente fue, y al instante de separarnos, mejor dicho, cuando él se alejó en un movimiento completamente brusco e hipócrita, la “quietud” fue la única postura que encontré oportuna de adoptar – quietud entre comillas, porque no ejercía un muy buen manejo de mi cuerpo.

- Perdón… - dijo, yo no respondí nada, qué diablos quería que dijera.

 

Ante mi silencio, continuó.

 

-         Quiero salir de un problema, y me empeño en entrar a otro…

-         Te aclaro que esto para mí no es un problema – intenté tranquilizarlo –. Ahora, si es que quieres, me puedes responder si besar a un hombre t…

-         ¡Sal de mi casa! – se oyó un grito femenino desde el primer piso –. ¡Mi papá está en el segundo piso, no quiero problemas! ¡Así que hazme el favor de salir de mi casa!

-         ¿Qué onda…? – solté en un murmullo, frunciendo mucho el ceño.

-         ¡Pero si yo no hice nada!

-         Mierda.

Al bajar de las escaleras noté que casi nadie se encontraba dentro de la casa, la música se había limitado a ser un silencio, y por la puerta de entrada, que estaba abierta, pude apreciar que todas las criaturas se encontraban en el antejardín embaldosado.

-         ¡Fuera de aquí! ¡Puta! ¡Desde hace rato que estás provocando! – la rubia que vi anteriormente gritaba en compañía de un séquito de fieras despeinadas.

No tuve que preguntar, una pelea de faldas se había armado y mi amiga era la desafortunada María Magdalena, apedreada por la mayoría. La ira de la platinada era tal, que tres amigos suyos la sujetaban para que no le sacase los ojos a Diana. Todas las fieras afirmaban que mi amiga le había quitado al tipo a la platinada, asunto que desmiento, porque aquel caliente la buscó, ¿y dónde se encontraba en ese momento el objeto de discordia? En la  puerta de la reja, intentando desesperadamente abrirla para que Diana se fuera y se acabara el pleito.

 

-         ¡Qué se vaya! – fue la frase más usada, parecía coliseo romano, “¡A los leones!” es lo único que se me viene a la cabeza en el momento en que digito esta historia, y juro que en ese momento fue la frase que más me enervó.

-         ¡Nos vamos de esta mierda! ¡¿Qué tanto problema?! – dije parándome a un lado de mi amiga, mientras ella se lamentaba el bajo nivel de educación de quienes le pegaron, en palabras soeces que prefiero no citar para dejarla como una reina –. ¿Qué pasa que no abren? – le pregunté al objeto de la discordia.

-         No encuentran las llaves… - respondió él todo disminuido.

-         ¡Qué se vaya!

-         ¡Qué se vaya!

-         ¡Qué se vaya!

“Que le cierren el hocico a esas perras” pensé en ese instante sin un ápice de caballerosidad. Bufé apoyándome en la reja, no podía hacer nada, era hombre y eso me dejaba en una notable desventaja. Como mujer me abalanzaba sobre ellas, y les pintaba la cara a puñetazos, un delicado morado para el día siguiente como obra de mi poderío, sin embargo, por una parte es fácil creerse superheroína, y por otra, ese trabajo lo hizo muy bien mi amiga, puesto que su cuerpazo robusto se contrapuso contra todas esas raquíticas.

Y Apareció la anfitriona con las llaves, hablaba muy exaltada, y seguía diciendo que su papá estaba en el segundo piso durmiendo, sí claro, como si una peleita fuese más bulliciosa que la música estridente, pero si por una extraña razón aquello llegase a ser verdad, sinceramente y con toda la diplomacia del mundo,  a su padre yo me lo pasaba por el borde.

 

-         A ver dime que pasó. Cuéntame qué pasó – preguntó la anfitriona un tanto disfónica, y con ojos exaltados. Sólo faltaba que zamarreara a mi amiga para que le soltase la verdad.

-         Yo no hice nada, yo estaba bailando… - Diana trató de explicar con los ojos brillosos.

-         ¡Mi hermana me dijo que le tiraste el ron en la cara! ¡¿Le estás diciendo mentirosa?! – al gritar eso la anfitriona, me quedó más que claro que la verdad no buscaba.

 

Y no, la hermana no mintió, pero era lo menos que se merecía por haberle dado un portazo en plena cara. Al salir de allí las locas continuaron echándola, y al oír a unos cuantos hombres gritar lo mismo como un enfermo mental les vociferé en pocas palabras que su fiesta era un bodrio - también tengo que aclarar que deseo cuidar mi imagen al no decir textualmente lo que grité desde la calle –. Me mantuve al lado de Diana quien se tocaba la cabeza en un llanto de rabia, al parecer más que golpearla le tironearon el cabello sacándole un poco, pero nada comparado a los mechones que ella le arrebató a la platinada.

 

Luego de muchos insultos, amenazas de muerte, y juramentos de vendettas varias, la dejé afuera de su casa en compañía de Felipetrificado, quien se mantuvo en solemne silencio dado que, después de todo, Diana se había peleado con sus primas, y mantenerse al margen ante tales casos siempre suele ser la mejor opción, o al menos la más sensata.

 

Sólo hasta llegar a mi casa con los primeros rayos del sol, y con el peso de todo el mundo jorobándome, logré echarle una repasada a los últimos acontecimientos. Había sido una noche loquísima, y ni siquiera le pregunté el nombre al Raro, digo, hubiese sido interesante buscarlo en Facebook para por lo menos saber a qué cosa le permití que metiera su lengua en mi boca.

 

En fin, así comenzaron mis vacaciones.

 

 

Notas finales:

Hola, como pueden apreciar en las notas del inicio, este capítulo no es más que una introducción a la historia en donde no aclaro quién es el protagonista, qué hace, y cuál es su problema amoroso. Mi intención más que nada es presentarlo en acción, así, tal como es, así que ya en el segundo capítulo podrán conocerlo más íntimamente.

Les agradezco el pasarse a leer, espero que haya sido una lectura agradable, y entendible.

¡Tengan buen día!


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