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Pandemonium por Paz

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Notas del fanfic:

Un nuevo fic que tiene muchos años....

Pandemonium

 

Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko

 

Hana X Ru

 

By Paz

 

 

 

Capítulo I: Una singular invitación

 

 

 

Hana iba leyendo una hoja de papel que le entregaron cuando llegaba a la entrada de la preparatoria. Llego a observar que solo la entregaba a los chicos mayores, tal vez su altura le llevo a error.

 

-¿Qué es eso? –le preguntó su amigo Yohei.

 

-No lo se, me lo dieron entrando. Al parecer se trata de una nueva discoteca.

 

-Déjame ver –le pidió Yohei.

 

 Le paso la hoja, tras un rápido vistazo Yohei dio un silbido de sorpresa.

 

-¡Vaya suerte que tienes Hanamichi!!!

 

-¿Por qué lo dices? –le miró con curiosidad.

 

-Aquí dice que el que asista a la inauguración con esta hoja participa en un sorteo.

 

-¿Dónde? –él se limito a leerlo por encima, sin fijarse excesivamente en el contenido.

 

Yohei le enseño un recuadro con letra pequeña.

 

-¿Irás?

 

-No lo creo, con los entrenamientos no dispongo ni de un minuto libre.

 

-La inauguración es el sábado por la noche, han debido de pensar en que así irán más personas. –dedujo Yohei.

 

-Siendo así no me importaría ir y si además tengo suerte y me gano ese premio. ¡¡¡Jajajajajajajajajajaja!!!!!!!!! –rió ante esa idea.

 

-Iremos a despedirte a la estación. Que pena que no podamos acompañarte, es imprescindible entregar el folleto.

 

-De acuerdo –se decidió en ese momento- Iré.

 

-Allí podrás conocer a nuevas chicas y acaso regreses con una novia. –le animo su amigo. Haruko había pasado a formar parte de la historia de rechazos del pelirrojo. A pesar de ello, Yohei no noto que Hana se tomara a mal ese previsible rechazo.

 

Hana no contesto, solo le miró con una suave sonrisa. Doblo el folleto con cuidado y lo guardo en su bolso, no quería perderlo. Desde un principio estaba decidido a ir, porque enseguida de ver el nombre de la discoteca, recordó que durante las últimas semanas no se hablaba de otra cosa que de la nueva discoteca que estaba construyendo en Tokio. Decían que era algo espectacular, moderna, con varios pisos en los que la música y el ambiente adecuado preconizaban la diversión a cualquiera, música tecno, disco o de los años sesenta, setenta u ochenta, estaban anunciadas en las distintas salas y todo ello en un mismo edificio, allí podían reunirse todo tipo de parejas sin distinción de sexo, una vez traspasada la entrada la diversión estaba garantizada. No cualquiera iba a poder entrar, solo la noche de la inauguración iba a ser entrada libre, solo con presentar el folleto podía disfrutar en cualquiera de sus salones.

 

El timbre anunció el principio de las clases y los dos amigos se dirigieron a sus respectivos salones, estaban en segundo y ese año no coincidieron en el mismo.

 

Hana estuvo bastante distraído durante su primera hora de clase, su mente divagaba acerca de la ropa que iba a llevar puesta a la inauguración de la discoteca. Mentalmente repasaba lo que guardaba en su armario y finalmente termino diciéndose que aunque tuviera que ajustarse el resto del mes a su escaso presupuesto, gastaría lo necesario para comprarse ropa adecuada para tal ocasión.

 

Solo tenía dos tardes para encontrar lo necesario. Una vez tomada su decisión presto atención a las explicaciones de sus profesores. De haber estado más atento a lo que ocurría a su alrededor, se habría enterado que cierto compañero de clase le miraba con excesivo interés.

 

Esa tarde durante los entrenamientos nadie tuve queja de él. Se esforzó como el que más, no discutió con el kitsune, el capitán Akagi estaba sorprendido del buen comportamiento de Sakuragi, que no podía evitar preguntarse si estaba tramando alguna de las suyas, ese muchacho tranquilo que obedecía sin rechistar no era al que estaban habituados. Su explosivo temperamento estaba tan sosegado que los entrenamientos aunque intensos y sin interrupciones resultaron aburridos.

 

Cuando concluyo, Akagi dio autorización para ir a las duchas, Kogure se acercó al pelirrojo.

 

-Daijoubu ka? (¿estas bien?) –preguntó, creía que podía tener algún problema. También a él le resultó inquietante la nueva actitud del pelirrojo.

 

-Daijoubu (estoy bien), Michi, arigato (gracias). –se retiró a los vestuarios, se dio una ducha rápida y tras terminar su aseo se vistió apresuradamente y salio sin darle tiempo a nadie a preguntarle a que eran debido las prisas. 

 

Una vez en su casa, se fue directo a su dormitorio, enseguida de abrir la puerta, vió el caos en el que vivía. Tenía que organizarse para recoger todo, de momento le venía bien, quien podía pensar que guardaba sus escasos ahorros en aquella caótica habitación. No es que estuviera desarreglado, en realidad, allí Hanamichi conservaba todo lo que le gustaba de su infancia, juguetes, peluches, recortes, pelotas, juegos de mesa, que ocupaban la mesa de estudios, las sillas y en el suelo del dormitorio, todo sin orden ni concierto. Sonrió mientras se agachaba para recoger un estuche donde se guardaban pelotas de tenis. Lo abrió y tras sacar las pelotas dejo la última en su mano, todas estaban rajadas, pero solo una guardaba en su interior sus ahorros. Sacó el pequeño fajo. Sabía lo que tenía, aún así los contó otra vez. Hizo sus cuentas mentales de los días que le quedaban hasta cobrar el siguiente mes, la pensión que le pasaba el seguro de su padre era pequeña, solo le permitía llegar a fin de mes, guardando cuidadosamente las monedas que le iban quedando, cambiándolas luego por un billete. Esta vez se iba a permitir hacer un gasto extraordinario. Apartó lo que considero necesario para llegar hasta el próximo cobro. Lo que tenía para gastar era el esfuerzo de tres años economizando al máximo. De su bolso sacó el folleto que le entregaron por la mañana. En una mano el dinero, en la otra el folleto. Ese dinero lo ahorro con mucho esfuerzo y ahora dudaba si hacia lo correcto al querer gastarlo en ropa y zapatos. Miro el papel doblado y de sus labios escapo una sola palabra.

 

-Pandemonium. ¿Qué mejor sitio que ese para resolver mis dudas? –Se dijo- Iré. Si,  decididamente iré y sabré de una vez que me pasa. –una vocecilla le susurraba al oído- No necesitas ir tan lejos, habla con él –se dijo a si mismo, más esa idea le producía escalofríos. ¿Y si él….? No tenía que estar seguro. No le hablaría hasta saberlo con certeza. No es que fueran amigos, pero al menos ahora se llevaban mejor, aunque todavía existían algunos roces entre ellos, sus peleas ya no llegaban a las manos- Kitsune…. –pensar en él le terminó de decidir. Guardó el dinero en el bolsillo de su pantalón. Salió a la calle decidido a comprarse lo que necesitaba.

 

Recorrió muchas tiendas sin encontrar lo que él creía que necesitaba para tal evento. Tenía que ser algo especial. Se estaba dando por vencido, las tiendas estaban próximas a cerrar y sentía que había perdido tres horas de práctica. Entonces lo vió y supo que era lo que estaba buscando. Estuvo delante del escaparate varios minutos, sorprendiéndose por la talla del modelo. Era como si fuera para él, como si estuviera esperándolo.

 

Sin detenerse a mirar el importe empujó la puerta y entró en el interior de la pequeña tienda.

 

-Konnichi wa. –saludo con una profunda reverencia por respeto hacia el hombre mayor que apareció desde la trastienda.

 

-Konnichi wa. –respondió el anciano, sin sentirse impresionado por la altura de su visitante- Le ví mirándolo. ¿Le ha gustado? –su mirada fue hacia el conjunto que tenía expuesto en el escaparate.

 

-Si. Solo que no se si podré pagarlo. –admitió pesaroso.

 

-¿Cuánto tienes?

 

Hana se lo dijo, añadiendo que también pensaba en comprarse unos zapatos y algunos complementos.

 

-¿Juegas al basquetball? –le preguntó.

 

-Hai. Estoy en segundo en Shohoku.

 

-¿Qué número calzas?

 

-El cuarenta y cuatro –respondió sin mostrar sorpresa por la pregunta.

 

El anciano puso el cartel de cerrado, sacó del escaparate el maniquí que exponía el conjunto que le gustaba a Hanamichi.

 

-Pruébeselo y si le queda bien, podemos hacer un trato razonable sobre su precio. -Sacó la ropa del maniquí y se la entregó a Hana indicándole que en la trastienda podía cambiarse.

 

El pantalón le entró como un guante, era de fino cuero negro con cierto brillo irisado, se le pegaba al cuerpo como una segunda piel, demás esta decir que cuando se vió con él, supo que cierta prenda sobraba, le avergonzaba pensar que tendría que ir sin ella, iba a sentirse como desnudo, la camisa de seda negro se complementaba perfectamente y la chaqueta entallada también de cuero negro y larga le quedaba perfecta, en conjunto en si era ideal, parecía pensado para él.

 

El anciano le habló a través de la cortina. Hana apareció ante él y supo por la expresión de sus ojos que era adecuado para él.

 

-Estoy seguro que estas zapatillas serán de su gusto.

 

Hana no pudo menos que admirarse al ver un par de zapatillas AJ XV de color negro.

 

-¡¡¡¡Wow!!! ¡¡Son… son unas AJ!!!

 

-Veo que las conoce.

 

Hana miró hacia sus gastadas AJ VI, el anciano siguió su mirada y comprendió.

 

-Yo… yo… no puedo pagar….

 

-No están en venta. Si te fijas están usadas. Pertenecían a mi nieto. Él se sentirá orgulloso si le haces el honor de llevarlas. He oído que el equipo de Shohoku es muy bueno y que tienen muchas posibilidades de ganar.

 

-Somos los mejores –y esta vez no fanfarroneaba.

 

-Me han hablado de los chicos que forman el equipo y sin riesgo a equivocarme tú debes ser Sakuragi Hanamichi.

 

-Lo soy. ¿Cómo pudo saberlo?

 

El anciano rió.

 

-No creo que en Kanagawa se atrevan muchos chicos a llevar el pelo rojo.

 

Hanamichi se llevo las manos desconcertado a la cabeza y sin saber que decir, por una vez le fallaron las palabras.

 

-Entonces te gusta –se tomó la licencia de tutearlo mientras su mirada apreciaba el conjunto y su contenido, su nieto aceptaba con resignación las cosas buenas o malas que intervenían en su vapuleada existencia, con cinco años vió morir a su hermano mayor, a los diez sus padres se separaron, ninguno de los dos tenía intención de volver a contraer un nuevo matrimonio, así que no hubo papeles de por medio, había también demasiados intereses de por medio que desaconsejaban un divorcio, su nieto albergaba la esperanza de verlos unidos nuevamente, dos años después su padre moria de un infarto y su madre una excelente mujer de negocios, ella sola con mano dura llevaba los negocios familiares, no podía negarle esa cualidad, llevaba  una vida privada bastante irreflexiva, sin temor a equivocarse ese muchacho llevaría la alegría al corazón de su nieto, solo faltaba que él se diera cuenta que era el elegido de su corazón. Y el pelirrojo ¿lo sabría? Era necesario saberlo.

 

-Si, pero…

 

-No se hable más. Hagamos un trato. ¿Qué tiempo tienes libre?

 

- Bueno, después del entrenamiento, suelo practicar por mi cuenta, cualquier hora me es buena. ¿Puede decirme como se cierra el broche? –El pantalón llevaba además de la cremallera, en lugar de botón, un hermoso broche que representaba un animal.

 

-No es broche de cierre convencional. Mi nieto es muy amigo de los puzzles y este broche lo hice hacer para él. El cuerpo del animal es fijo, cabeza, patas y cola, tienen que moverse y girarse en el sentido correspondiente para que se abran. –El anciano se acercó y manipulo despacio el broche para que el joven viera como funcionaba- Es como el cubo de Kubrick.  Esto solo funciona si sigues los pasos correctos, la pata izquierda delantera la mueves hacia la derecha, a la izquierda su compañera, extraes así la cabeza del cuerpo y vas hacia las patas traseras, la derecha va en sentido contrario e igualmente la otra, vuelves la cabeza a su posición y ya tienes a la vista un gancho con forma de garra, para sujetarlo al otro extremo de la cinturilla, donde estaba cosida una artística garra, la ajustas una sobre la otra y  presionas hasta sentir el clip, luego repites todo en sentido contrario y consigues que las garras queden ocultas tras el cuerpo del animalito. Se que es complicado, pero así es mi nieto. Terco como una mula. –Le miró- ¿Crees que recordarás todo?

 

-Si, es como una cerradura de seguridad. -murmuró para si- Con esto puesto en Pandemonium no solo causaré sensación estaré más seguro que en una caja fuerte.

 

-Exactamente. –el anciano hizo como que no había escuchado- Me das la mitad ahora y por el resto me ayudaras a limpiar y asear un poco todo esto, puedo mandarte a hacerme algunos recados.

 

-De acuerdo… -acepto sin pensárselo demasiado, mientras seguía los pasos para abrir el broche- Domo arigatou gozaimasu (muchísimas gracias).

 

-Es un placer hacer tratos con un joven tan…

 

-Alto –sugirió Sakuragi.

 

-Iba a decir inteligente. Has aprendido enseguida su mecanismo.

 

-Arigatou.

 

Algunos minutos después de alejarse el pelirrojo con su compra, un joven moreno de ojos azules apareció pedaleando en dirección contraria por la que iba el pelirrojo, se detuvo junto a la pequeña tienda, empujó la puerta e hizo ademán de entrar cuando se percató de la desaparición del maniquí en el escaparate. Echo hacia atrás la cabeza para comprobar que efectivamente el modelo de cuero no estaba.

 

-Hola, abuelo.

 

-¿Te has retrasado? Si hubieras llegado antes te encontrabas con ese amigo tuyo.

 

-¿Amigo?  -Yo no tengo amigos estuvo a punto de decirle a su abuelo. Era su único pariente vivo por parte de su padre- ¿De quién hablas? –era mejor preguntar que dar explicaciones engorrosas de sus motivos para no tener amigos.

 

-Del chico que siempre me hablas, Sakuragi

 

-¿Ha estado aquí? –se sorprendió.

 

-Hace unos cinco minutos que salio. ¿No le viste?

 

-No. ¿Y… qué quería?

 

-Compró el conjunto de cuero. Supongo que lo llevará a la inauguración de Pandemonium. Creí entender a tu madre que era para adultos.

 

-Y lo es. Seguramente que se confundieron con él.

 

-Pues si el chico va, y alguien comprueba que es menor, no quisiera estar en la situación que se le plantea a los responsables del local.

 

Kae asintió pensando en ello. Si era un riesgo que no debían correr.

 

-Vamos, te acompaño a casa. –Cerraron la tienda, algunos minutos después estaban en el apartamento de su abuelo- Deberías reconsiderar de nuevo la idea de vivir en mi casa. –tomo la taza de té que le ofrecía.

 

-Estoy bien aquí.

 

-Estas solo…. ya no eres un niño, deberías saber que te conviene más.

 

-Esto. Kaede me gusta vivir aquí, tengo mis amigos y si me fuera contigo tendría que cruzar toda la ciudad para abrir la tienda, no aquí estoy bien. Además nunca estoy solo, tú vienes todas las tardes y a partir de mañana tendré un asistente.

 

-¿Has contratado un ayudante? Si siempre dijiste que no lo necesitabas.

 

-Y no lo necesito. Tú amigo precisaba una ayuda para pagar el traje y yo le ofrecí un trato.

 

-Comprendo…, llevo tres meses queriendo darte algo a cambio y te niegas y ahora se lo regalas a Sakuragi.

 

-Lo hice para ti y te lo regale, no lo aceptaste. Eres mi nieto, no tengo que venderte nada. A tú amigo se lo vendí y puedo decir que a un buen precio. No creí que pudiera haber alguien con tu mismo físico, ni que se lo hubiera hecho a medida. Sabías que mi intención era venderlo.

 

-De acuerdo. –los dos eran orgullosos y cada uno se aferraba a su visión de lo que era más correcto. Su abuelo no quería aceptar ningún trueque y él creía que su esfuerzo merecía una recompensa.

 

-Creí que ese chico era tu amigo. Cuando hablas de tus practicas le mencionas a menudo, me pareció que te gustaba.

 

-¿Qué dices, abuelo? ¿Cómo se te ha ocurrido tal cosa? –se incorporó de un brinco ante tal sugerencia.

 

-¿Sabías que tu tío Hiro es homosexual? –le preguntó de pronto con expresión relajada.

 

-¡Abuelo!!! –Fingió escandalizarse al escucharlo, aunque no ocultó la sonrisa que asomó en sus labios- Bien sabes que no existe tal tío. Mi padre fue tu único hijo. Tendré que vigilarte más de cerca, no se que compañías frecuentas ahora. Esos amigos tuyos… -su reprimenda llevada por el cariño que sentía por él iba acompañada de una sonrisa.

 

-Bueno, bueno, solo quiero que sepas de haberlo tenido y lo fuera, le querría igual. –sonrió al muchacho. No mostraba indicios de estar ofendido, su extrema palidez estaba levemente sonrosada. Aquella era una buena señal. Así que su nieto estaba enamorado.

 

-Lo tendré en cuenta, ja matta ashita, sofá (hasta mañana, abuelo)

 

-Ja matta ashita, shounen (jovencito). Yo que tu comenzaría a preocuparme –dijo antes que llegara a la puerta.

 

-¿Preocuparme? –se volvió con gesto de incomprensión. ¿De qué hablaba su abuelo?

 

-Los pantalones le quedaban como si fuera una segunda piel y marcaban lo necesario para hacerle irresistible a la vista de cualquiera –murmuró como para sí.

 

Kaede dio un bufido y salió rápidamente sintiendo la suave risa de su abuelo. Volvió sobre sus pasos apenas se alejó unos metros.

 

Abrió la puerta y preguntó:

 

-¿Le hablaste de mí?

 

-Si, le hable de mi nieto.

 

-¿Mencionaste mi nombre?

 

-No.

 

-Bien.

 

Se despidió nuevamente y se marchó definitivamente.

 

Su abuelo acababa de meter en su mente unas imágenes de Sakuragi inimaginables, solo al pensar en él así sentía escalofríos.

 

 

 

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Hana estaba tan contento con su compra que se abstuvo de meter bulla al día siguiente. Durante los entrenamientos mantuvo una conducta ejemplar, una vez más sus compañeros pensaron que estaba enfermo.

 

Quien estaba bastante ido era Rukawa que en más de una ocasión se dejo quitar el balón solo imaginando al pelirrojo dentro de los estrechos pantalones, marcando de forma rotunda su… su… ni siquiera mentalmente se atrevía a mencionar que era lo que le atraía de él. Si se estremecía al imaginarlo vestido que sería cuando no lo estuviera, aquella imagen dejo sus rodillas como mantequilla y el balón se escurrió de sus manos sin que pudiera evitarlo, quedando en mitad de la duela inmóvil, dejando a sus compañeros más que sorprendidos.

 

-Rukawa… ¿Estas enfermo? –preguntó Kogure yendo a su lado.

 

-¿Enfermo? –preguntó, ni siquiera conseguía darse cuenta de que le hablaba, sus ojos estaban fijos en el objeto de sus pensamientos, quien a su vez le miraba frustrado por interrumpir el juego. ¿Enfermo? –Su mente proceso esa palabra- Si debo estarlo, tengo fiebre. Mucha fiebre. Mi cuerpo arde. Por Kami ¿Qué me has hecho abuelo? dejo escapar un gemido. Intento reponerse haciendo un esfuerzo apartando la mirada de Sakuragi, respirando hondo para calmar las enérgicas palpitaciones que alborotaban su corazón y parecían querer salir de su pecho- Prosigamos.

 

Sakuragi miraba al alelado chico, preguntándose que le sucedía, parecía al borde del colapso nervioso. ¿Por qué le miraba así? Como si el tuviera la culpa de su estado. ¿Estará realmente enfermo? Nunca antes había cometido tantos fallos seguidos.

 

El juego se reanudó y aunque Rukawa no se sentía nada bien viendo al pelirrojo rondando cerca, intento calmarse, lográndolo a medias.

 

Cuando finalmente Akagi dio por concluido el entrenamiento y les mando a las duchas, el primero en entrar fue el pelirrojo, no había olvidado que tenía que cumplir con su parte del trato. Entretanto Rukawa decidió entretenerse para evitar verlo en las duchas, esa idea le dejo alborotado otra vez. Se tranquilizo cuando quince minutos después vió salir corriendo al pelirrojo, solo entonces se dirigió al vestuario.

 

-¿A dónde vas con tanta prisa? –Yohei salio al paso de su amigo- ¿Vienes a Danny’s?

 

-Lo siento, no puedo. Tengo trabajo.

 

- ¿Trabajo? –Yohei quedo medio paralizado, cuando reaccionó Hanamichi estaba lejos.

 

Veinte minutos después entró en la pequeña tienda.

 

-Enseguida salgo. –dijo una voz desde el interior de la trastienda, sonaba un poco extraña, por lo que Sakuragi se asomo por entre la cortina de tela viéndole subido a una escalera intentando bajar una caja.

 

-Déjeme a mí.

 

-¡Ah eres tu, Sakuragi! –dijo al verle, se bajó dejándole a él.

 

Hana levantó las dos manos por encima de su cabeza y la sacó del estante sin dificultad. Era un poco pesada.

 

-¿Dónde la dejo? –preguntó.

 

-Sobre esa mesa. Gracias.

 

Mientras el anciano preparaba té para los dos, Hanamichi comenzó a limpiar la trastienda. Era un cuarto medianamente de unos tres metros de largo por dos de ancho, las paredes estaban ocupadas con estanterías, a rebosar de cajas. Hana por curiosidad levantó la tapa de algunas de ellas y vió las más heterogéneas mercancías.

 

-¿Realmente vende esto? –preguntó sorprendido de lo que veía.

 

-No. Las guardo ahí por si algún día me pide algo así. –sonrió al decirlo. Le hizo un gesto hacia la mesilla baja.

 

-¿Dónde puedo lavarme? –tenía las manos y los dedos llenos de polvo.

 

Le entregó una cajita con pañuelos de papel humedecidos. Se limpio con ellos y se sentó frente a él.

 

Le hizo preguntas sobre el entrenamiento de esa tarde y así supo lo sucedido a su nieto, debía estar muy alterado para que perdiera la concentración del juego. Mirando al pelirrojo no le extrañaba que eso sucediera. Mucho antes que su nieto supiera que era diferente, él ya lo sabía. Ese muchacho le gustaba. Era divertido, puro fuego, justo la pareja ideal para su nieto.

 

Sakuragi se sentía a gusto en la compañía del anciano y sin saber como se encontró hablándole de él, de cómo murió su padre, de su vida en soledad, de sus amigos, de sus rechazos con las chicas. En sus palabras no había melancolía, ni dolor, ya lo había superado.

 

-¿Hay alguien que te interese? –preguntó al ver su gesto despreocupado al contarle sin pesar que Haruko le rechazo por su nieto. Kaede hablaba de sus admiradoras y él suponía que debía tener muchas, lo que le confirmaba el pelirrojo.

 

-Creo que si. –dijo bajo.

 

 -¿Y ella….?

 

-¡Por Kami! -dio un salto poniéndose de pie- No he hecho nada desde que llegue.

 

-Yo no lo veo así –dijo el anciano- Me ha complacido hablar contigo. Puedes llamarme Hiro –aún no era tiempo para decirle que Kaede era su nieto.

 

-Solo si me llama como mis amigos, Hanamichi.

 

-Ha sido un placer tu compañía, Hanamichi.

 

-Gracias.

 

-Mañana no es necesario que vengas. Te espero el lunes.

 

-De acuerdo. Aquí estaré.

 

Dos minutos después sintió abrirse la puerta.

 

-Abuelo –dijo Kaede con desgana.

 

-¿Te ocurre algo? –el brillo divertido de sus ojos era evidente.

 

-Para que me preguntas si ya lo sabes –estuvo en la calle esperando que Hanamichi se fuera- Te contó todo ¿no?

 

-Solo lo que vió. –no quiso presionarlo más.

 

-Es suficiente.

 

-Me pareció preocupado por ti.

 

-¡¡¡Sakuragi, preocupado!!! ¡No te burles abuelo! Si por él fuera me hundiría aún más en el fango.

 

-¿Sabías que le rechazaran 51 chicas?

 

Kaede creyó haberle escuchado mal.

 

-Si, debería estar desmoralizado, pero no me lo pareció y por lo que me dijo esta interesado en alguien.

 

-¿Te dijo quien? –le interesaba mucho su respuesta, aunque fingió lo contrario.

 

-No. Me dio la impresión que no era una chica. ¿Sabías que los polos opuestos se atraen? –preguntó de improvisto- Fuego. Hielo. Dos hermosas palabras. ¿Sabes el fuego es capaz de fundir un bloque de hielo en segundos?

 

-No entiendo tus metáforas.

 

Rukawa Hiro sacudió la cabeza ante la tozudez de los jóvenes, entre ellos su nieto que no veía lo evidente.

 

-¿Vas a entrar o te marchas? –

 

Estaban parados delante de la puerta de la casa de su abuelo y ni siquiera se dio cuenta como llego allí.

 

-Subiré un rato.

 

Una hora después ya de noche, Kaede regresaba andando a su casa. Quiso la mala suerte que se cruzará con la banda de Ryu, ante su imposibilidad de defenderse a riesgo de perder su puesto en el equipo de Shohoku, tuvo que dejarse pegar una paliza.

 

Le abandonaron tirado en el suelo. No supo cuanto tiempo transcurrió cuando volvió en si, se arrastro hasta alcanzar la pared, el dolor martirizaba todo su cuerpo, apoyándose en ella pudo ponerse de pie, habían castigado con dureza sus riñones, el dolor era intenso y no cesaba, los puñetazos a su estomago fueron tantos que ya no recordaba en que momento se desvaneció. Se encogió sobre si mismo, apoyado en la pared, un gemido escapo por entre sus labios, no tenía ni fuerzas para mover sus pies. Permaneció allí durante un tiempo que se le hizo una eternidad.

 

-¿Rukawa?...

 

Levantó la cabeza, su mirada aparecía distorsionada, intento fijarla en la mancha que tenía ante sus ojos. No sabía que la sangre que manaba de una herida en su cabeza se había secado, manteniendo sus pestañas unidas.

 

-¿Quién ha sido? –eso fue lo que vió Hanamichi, su rostro lleno de sangre, que caía sobre sus ojos y sus mejillas. Seguramente que le impedían la visión.

 

Aunque no conseguía verlo, reconoció la voz. Sakuragi.

 

-Ryu… -murmuró con un acceso de tos- Creo que orinaré sangre.

 

-Te llevaré al hospital –se asusto al escucharle.

 

-No… es necesario que te molestes.

 

-¡Cállate! Ni siquiera puedes moverte. –Vió la bicicleta de Rukawa tirada en el suelo, tras comprobar que no tenía desperfectos la acercó hasta donde estaba Rukawa. Le ayudo a sentarse tras el sillín, luego montó él, al instante le sintió apoyarse contra su espalda, cruzó sus manos por delante de su cintura para que no se cayera, levantó sus piernas acomodándolas para evitar que las arrastrara. El camino hasta el hospital lo hizo en tiempo record a pesar que estuvo muy pendiente de él para que no se escurriera del asiento, mientras que con una mano sujetaba el manillar, la otra se mantenía sujetando las de Rukawa para que no se soltara. 

 

Al llegar, se apresuró a bajarse, lo tomó en brazos. La bicicleta cayó al suelo con un fuerte golpe.

 

-Mi bicicleta. –murmuró Rukawa intentando mirar por encima de su hombro. Haciendo caso omiso del dolor que ese simple movimiento ocasionó en su vientre.

 

-Olvídate de ella. Primero eres tú –dijo yendo al encuentro de una enfermera que se acercaba presurosa.

 

Lo dejo en manos de los médicos.

 

Dos horas después se presento el medico en la sala de espera.

 

-¿Es usted quien trajo a Rukawa Kaede? –preguntó.

 

-Si. –Se levantó rápidamente y fue a su encuentro- ¿Cómo esta él?

 

-Recuperándose. Afortunadamente sus riñones están intactos, tampoco tiene costillas rotas, su cuerpo tiene dolorosos hematomas, pero es todo. Es conveniente que descanse y que no haga ningún esfuerzo.

 

-El lunes tenemos un partido ¿podrá jugar? –preguntó preocupado.

 

-Sois basquetbolistas? –Inquirió a su vez- Tengo un sobrino en el equipo de Shohoku –al ver la expresión de su rostro comprendió que eran del mismo equipo- Se llama Kogure.

 

-Le conocemos…. –se interrumpió al ver llegar a Rukawa, le habían machacado el rostro a conciencia.

 

-Ya puedo marcharme.

 

-Recuerde lo que le dije.

 

-Yo me ocuparé de él. –aseguró.

 

-¿De quién te vas a ocupar?

 

-De ti. Descanso y nada de hacer esfuerzos. –repitió las palabras del médico.

 

Rukawa bufo exasperado.

 

-En caso contrario no podrás jugar el lunes.

 

Esas palabras calmaron a Rukawa.

 

-¿Dónde vives?  -preguntó al tiempo que estiraba la mano para que le diera la llave del candado de la cadena de la bicicleta, para asegurarla la abrió con un alambre, más no iba a decírselo.

 

Se la dio al tiempo que le decía donde vivía.

 

-Apóyate en mi espalda. Irás más cómodo.

 

Rukawa no se lo hizo repetir. Se sentía tan a gusto en esa postura que se dio cuenta de que el trayecto a su casa se le hizo cortísimo a pesar de la distancia.

 

-¿Por qué me ayudas si me odias? –le preguntó cuando Sakuragi dejo la bicicleta delante de su casa.

 

-Yo no te odio.

 

-¿No? –incrédulo su mirada se posó en él.

 

-No. ¿Dónde tienes las llaves? –ahora le pidió las del piso.

 

Rukawa se las puso en la palma extendida.

 

Abrió la puerta y se hizo a un lado.

 

-Preparare algo para que comas. –dijo al ver la cocina- Entretanto acuéstate.

 

Era un apartamento de una sola planta, le vió atravesar una de las puertas y cerrar tras él.

 

Una hora después abría la puerta tras llamar suavemente.

 

Casi deja caer la bandeja de la impresión que recibió, las paredes del dormitorio estaban pintadas totalmente de negro, en cambio los muebles eran lacados en blanco formando un contraste increíble. Las ropas de la cama también eran negras y en ellas destacaba el rostro pálido del muchacho que se incorporó a medias al verle entrar con la bandeja.

 

Al ver su gesto de dolor le dijo:

 

-Espera yo te ayudaré. –Dejo la bandeja sobre una silla, la mesa estaba ocupado por libros y papeles además de un moderno ordenador.

 

Sujetándole por debajo de los brazos le incorporó dejándole sentado. Recogió algunos de los cojines que tenía por el suelo, al ser de seda negra se disimulaban con las paredes, los coloco detrás para que pudiera mantenerse erguido y cómodo. Luego puso la bandeja encima de sus piernas estiradas.

 

-Si necesitas algo dame un grito. Estoy en la cocina.

 

-Come aquí conmigo –le pidió.

 

-¿No prefieres hacerlo solo? –supuso que era lo mejor para él.

 

-No. –le miró a los ojos.

 

Asintió en silencio.

 

-Ahora vuelvo.

 

Poco después estaban los dos comiendo en silencio. Hanamichi se sentó encima de la cama, con las piernas cruzadas, frente a Rukawa. Si alguien le decía alguna vez que iba estar comiendo con él, en su propio dormitorio hubiera pensado que desvariaba. Levanto la mirada de su cuenco dando una ojeada a su alrededor. Su mirada se cruzó con la suya. Durante unos minutos los dos se miraron en silencio. Fue Sakuragi quien la apartó primero.

 

-¿De qué color es tu dormitorio? –inquirió, silencio por parte de Hanamichi- ¿Blanco? –insistió.

 

-No. Rokjpppo –murmuró llenándose la boca con fideos.

 

-¿Qué has dicho? 

 

-Rojo. –modulo las silabas con gesto de desafío.

 

-Eso me pareció –sus labios se curvaron en apenas un inicio de sonrisa- ¿Por qué te sorprende este entonces?

 

Sakuragi se encogió de hombros, como decirle que era tan frío como él. Aunque mirándolo bien, iba acorde con la personalidad de Rukawa, del mismo modo que el rojo se complementaba con él. Sonrió para sí. Levantó la mirada y vió que él parecía mirarle con interés.

 

-No te he dado las gracias por ayudarme. Gracias, Sakuragi. Te quedo agradecido por todo.

 

Sakuragi asintió. Pensó que era debido a eso. Su mirada no tenía nada de especial. Sin él mismo darse cuenta sintió un pequeño dolor en el pecho.

 

Se apresuró a levantarse para llevar la bandeja a la cocina, aunque antes se ocupó de retirar los cojines y dejar a Rukawa cómodamente acostado.

 

-No te vayas. Quédate, por favor. –le pidió- Además ya es muy tarde para estar en la calle.

 

-Lo haré. –a él tampoco le agradaba la idea de marchar. Nunca se sabía a quien iba a encontrarse. Lo ocurrido a Rukawa era un aviso para que se quedara- ¿Dónde dormiré? –se fijo que el sofá era corto para él.

 

-Aquí mismo, la cama es grande y no nos molestaremos. No suelo moverme, así que podrás dormir tranquilo.

 

-Bueno… -se apresuró a marchar con la bandeja para ocultar el rubor que subió a sus mejillas.

 

Cuando regresó la luz estaba apagada y Rukawa dormía. Se relajó y comenzó a desvestirse quedando solamente con su bóxer. Se metió bajo las sabanas casi en el borde. La respiración pausada de Rukawa le hizo comprender que dormía ajeno a él, se relajó y se alejó un poco más del extremo de la cama. Se puso de costado, estuvo desvelado un buen rato mirando embelesado el rostro de Rukawa.

 

Acercó su rostro un poco más cerca de él, escuchando su rítmica respiración, en que momento se dio cuenta que todo lo que hacia era para llamar su atención. Tuvo una lucha interior, sus labios le atrajeron, ansiaba saber que se sentía si se atrevía a besarlos. Esa noche, viéndole dormir supo que no necesitaba ir a esa discoteca que inauguraban para tener la certeza de que estaba enamorado y que era ese chico quien llenaba su corazón. Con la yema de sus dedos rozó suavemente sus labios, delineando su contorno, sintiendo la suavidad de su piel y el leve soplido de su respiración, aspiró el aroma de su piel, una mezcla de jabón y perfume, se deleito sintiéndose tan próximo a él, sabía que no tendría otra oportunidad como aquella.

 

Sorpresivamente Rukawa se movió, su mano pasó por encima de su costado y sus piernas se enredaron entre las suyas, el calor que despedía su piel le dejo tembloroso y extasiado por las sensaciones que despertaba en él, no se movió por temor a despertarle y que ese instante se desvaneciera.

 

Estuvo desvelado durante mucho tiempo, finalmente se rindió al sueño y soñó con un hermoso zorro de ojos azules.

 

 

 

Continúa…

 

 

Notas finales:

Es un  fic corto, solo tiene tres capítulos


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