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Dos Fantasmas por Paz

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Notas del fanfic:

Autora: Paz

Status: Completo

Pareja: RuHana

Resumen: Kaede y Hanamichi tienen un accidente quedando ambos jugadores vagando como fantasmas, juntos como cuando eran pareja... ¿Será que tienen que cumplir una misión?...

Estilo: Lemon, con toques de angst

Notas del capitulo:

Uno más de mis historias antiguas, es del mismo año que las anteriores y consta de cuatro partes, con este fic me despido hasta que regrese de mi viaje, que será a finales de enero próximo.

Dos Fantasmas
Está basado en Slam Dunk, los personajes pertenecen a Takehiko Inoue, no saco ningún beneficio utilizando sus nombres

By Paz

I  Parte

Era un mal día para Shohoku. La noticia cayó como una bomba y se extendió rápidamente como una mecha de pólvora llegando hasta el colegio de Kanagawa dejando angustiados a los estudiantes, las chicas sollozaban y los muchachos sacudían la cabeza negándose a creer aquella realidad. Todos quedaron impactados, les parecía una broma de mal gusto, más era una realidad.

La Gundam de Hanamichi estaba reunida en un extremo del gimnasio, Okus, Noma y Takamiya tenían los ojos arrasados por las lágrimas que no ocultaban, Yohei intentaba confortarlos pero inútilmente, quería ser fuerte, más él también necesitaba consuelo.

En el gimnasio estaban todos los componentes del equipo, a excepción de Hanamichi y Rukawa, el Rey de los Rebotes y el Súper Rockie ya no estaban con ellos. El profesor Anzai permanecía en silencio, sin encontrar palabras que expresaran el dolor de saber que no volvería a verlos, tampoco las encontraba para consolar a sus chicos.

Ayako no ocultaba sus lágrimas, junto a ella Haruko, con su frente apoyada en su hombro lloraba por la muerte de su amor, el hermoso basquetbolista, y aunque él siempre la ignoró ella en aquel instante no pensaba en ello. Las admiradoras de Rukawa lloraban a su ídolo.

Los integrantes del equipo con las cabezas gachas y los brazos colgados a lo largo del cuerpo, se mostraban tristes y apesadumbrados, haciéndose algunas preguntas.

-¿Cómo iban juntos? –inquirió Mitsui, esa pregunta estaba en los labios de todos, sólo él se atrevió a formularla, bien conocida era la rivalidad entre los dos muchachos, el carácter abierto y ruidoso de Hanamichi estaba en pugna con el serio y callado Rukawa, el do’aho y el kitsune como se llamaban entre ellos y no cariñosamente, siempre estaban a los golpes.

Kogure se encogió de hombros, nadie notó un cambio en la actitud de ambos jóvenes, por tanto no comprendían que estuvieran juntos cuando el fatal accidente.

¿Cómo fue posible? ¿Quién llevaba la bicicleta? ¿Acaso Rukawa se quedo dormido? Aquel pensamiento pasó por la mente de todos, era costumbre que todos los días apareciera el joven por la enfermería para curarse alguna herida de importancia, verle con tiritas era algo normal. ¿Quién se despisto? ¿Sakuragi o Rukawa? Sus preguntas obtendrían respuestas algunas horas más tarde, conducía Hanamichi, más no hubo despiste por parte del muchacho. Las respuestas ya carecían de interés, solo importaba que dos jóvenes pletóricos de vida quedaron ensangrentados en el asfalto, unidos en la muerte como pretendieron estarlo en vida.

-Tal vez se reconciliaron –apunto Ryota, sin creerse sus propias palabras, pensaba egoístamente que los entrenamientos iban a ser muy aburridos sin escuchar las risotadas del pelirrojo, sus ruidosas entradas al gimnasio, su canción del tensai, los "teme kitsune" o "kitsune apestoso" y muchos otros apelativos que el jugador dedicaba a su rival.

-¡¡Ellos!! Si eran como el agua y el aceite, nunca se podían mezclar. –alegó Mitsui.

-Equipo…

-Si, capitán…

-¿Saben si sus padres están aquí? –preguntó Akagi- ¿Quién se hará cargo de los cuerpos?

-Rukawa vivía solo, nunca habló de su familia –apuntó Kogure, sin añadir que el muchacho jamás hablaba de si mismo. Guardaba un hermetismo total sobre su vida anterior a ir a la preparatoria Shohoku, solo por casualidad supo de ese detalle.

-Hanamichi era huérfano. –intervinó Yohei acercándose al grupo de basquetbolistas- Mis padres se ocuparan de todo. –Su amigo le había confesado que estaba enamorado de Rukawa, solo él sabía que llevaban dos semanas viviendo juntos.

 

 

Desde la parte alta del cementerio dos figuras inmateriales observaban su propio funeral.

-Es un hermoso lugar –murmuró Hanamichi prestando atención hacia el numeroso grupo que les despedía.

-Si…

-Estamos juntos. Seguro que ha sido idea de Yohei. Siempre ha sido un buen amigo. ¿Crees que los muchachos se habrán sorprendido? –preguntó un poco nervioso el pelirrojo.

-Es algo que no debe inquietarte –dijo Rukawa volviéndose a mirar a su pelirrojo- Estamos muertos. –él sabía que Hanamichi siempre tuvo un poco de miedo respecto a su relación, le asustaba la reacción de sus compañeros debido a que los dos eran hombres.

 

Recuerdo

Esa mañana Hanamichi despertó en los brazos de su querido Kitsune, durante unos instantes siguió junto a él sin decidirse a abrir los ojos, se estaba muy a gusto sintiendo el calor de su cuerpo junto al suyo, sus brazos rodeándole y la suavidad de su piel en su mejilla, lentamente sus ojos se abrieron para ver la más maravillosa sonrisa.

-Deberías sonreír siempre –murmuró al verle.

-Mi vida no ha sido fácil, solo tú me das tantas satisfacciones que no puedo evitar hacerlo, solo para ti. –agregó tras un corto y suave beso.

-¡¡¡¡¡¡¡ Ay….!!!!!!!!!!!!!! –grito de pronto Hanamichi al mismo tiempo que se tiraba del lecho, desprendiéndose de los brazos de su amor.

-¿Qué… qué ocurre? –se desperezó como un gatito, encogiéndose sobre si mismo.

-¿Has visto la hora? –grito alarmado.

-Tranquilo… tenemos tiempo, mientras te duchas iré a preparar nuestro desayuno, avísame cuando termines. –levantó la voz para hacerse oír, el pelirrojo ya estaba debajo del chorro de agua.

Algunos minutos después se reunía en la cocina con él.

-Yo me encargo…

-No quemes las tostadas –le advirtió.

-Este genio y súper tensai jamás haría algo así –se auto glorificó.

Rukawa le dejo solo sonriéndose suavemente, no sería la primera ni la última vez que le pasaría. Cuando regresó se sorprendió al ver que todo estaba correcto estado. Hanamichi se superó a si mismo. Quería hacer las cosas bien para su amado Kitsune.

Estaban cortos de tiempo, por ello comieron apresuradamente, recogieron sus bolsos y salieron corriendo. Hanamichi recogió la bicicleta.

-Yo conduciré, tu duerme –le dio un rápido beso, al instante de apoyar su mejilla en su espalda Rukawa se quedaba dormido. Sabía que estaba a salvo al lado de su Do’aho.

Hanamichi pedaleaba de prisa, aquella mañana no iban con tiempo suficiente para detenerse a algunos metros del colegio y llegar por separado. No importaba lo que pensaran al verles llegar juntos, estaba cansado de esconder lo que sentía por el Kitsune, sus brazos rodeando su cintura le hacían sentirse fuerte para enfrentar a quien fuera preciso. Sus sentimientos hacia Kaede eran firmes. Era el amor de su vida, su mano se posó sobre las de Kaede entrelazadas delante suyo, con una sonrisa en sus labios aceleró su marcha, con la mirada al frente, atento a la escasa circulación de esa hora, Hanamichi no vió el camión que de una calle lateral apareció a toda velocidad, solo fue consciente durante un segundo del tremendo golpe que recibió, luego la oscuridad total, cuando volvió en si, estaba de pie, junto al Kitsune mirando con gesto de incomprensión, sus propios cuerpos desmadejados en el asfalto, en un charco de sangre que iba aumentando de volumen. Recuerda que pensó: "¡¡Por Kami cuanta sangre!!" Tenía la certeza de su muerte, más no se entristeció, porque a su lado, tomándole de la mano estaba Kaede.

Fin del recuerdo

 

-No fue mi culpa…. –murmuró justificándose, apenado por la tragedia.

Rukawa sabía a que se refería, era como si estuvieran conectados entre si, los pensamientos de Hanamichi estuvieron también en su mente.

-¡Do’aho…!

-¡¡¡Qué no me llames así…!! –Se exaltó el pelirrojo- ¡Kitsune apes…! –Sus labios fueron sellados con un dulce beso- ¡Grrr…! –Hanamichi participó activamente en la caricia hasta olvidar su enojo.

-¿Qué decías? –sabía que sus besos y su sonrisa desarmaban al pelirrojo, era tan predecible su hermoso koibito.

-Kitsune bonito… -alzó su mano para acariciar su rostro iluminado por una cálida sonrisa que realza la belleza de su zorro.

 

 

Akagi sigue con respetuoso silencio la ceremonia, a su derecha esta su hermana, a su izquierda Kogure, sin saber porque levanta la mirada y vuelve apenas la cabeza para mirar por encima de su hombro. Tiene la sensación que alguien les esta observando. Ve a una pareja de jóvenes que se están abrazando, en realidad, sus manos se entrelazan en la cintura del otro, se miran el uno al otro, su rostro hace un gesto de desagrado ante tal irreverencia en un lugar sagrado, entonces su atención queda fija en las ropas de los muchachos, llevan puesto el uniforme de Shohoku, ve que uno es moreno y el otro pelirrojo.

-¡Pelirrojo! –la palabra escapa de entre sus labios apretados- no puede ser- piensa –no pueden ser ellos –les ve girar sus cabezas, Sakuragi y Rukawa. Cierra los ojos, al mirar otra vez la loma aparece desierta.

-¿Qué ocurre, capitán? –Kogure se vuelve hacia él.

-Nada…, creí ver a dos chicos con el uniforme de Shohoku –se sintió aliviado porque  los muertos no vuelven de sus tumbas. ¿o sí? Creía estar seguro de lo que había visto.

La ceremonia concluyó y poco a poco se fueron dispersando, marchando por los caminos en pequeños grupos de amigos.

-Viste cuantos han venido –comentó Hanamichi delante del pequeño altar con ofrendas.

No solamente estaban sus compañeros y el profesor Anzai, Ayako y Haruko, las porristas de Rukawa o la Gundam del pelirrojo, también estaban los integrantes de los equipos rivales, no faltaba ninguno de los que conocían a los dos jugadores, todos estaban para darles el último adiós.

Kaede estaba impresionado por el lugar que habían elegido para ellos, donde iban a reposar para toda la eternidad, ese pensamiento hizo asomar una media sonrisa en sus labios.

-¿Qué es lo que te divierte?

-Pensaba que estaremos juntos por toda la eternidad.

-Me gusta…. -los ojos del pelirrojo brillaron ante aquella idea, riendo alegremente.

-No seas escandaloso –le hizo callar posando con suavidad la mano en su boca. Hanamichi habló inteligiblemente- ¿Qué dices? –apartó su mano.

-Lo siento…. –se volvió a mirar hacia su tumba- Snif… snif… -sollozaba el pelirrojo, con la mirada fija en la leyenda que con toda seguridad hizo grabar Yohei: "Unidos en la vida y en la muerte"

-¿Y ahora por qué lloras? –Miró la piedra- ¿Te emociona eso?

-Es bonito –reconoció Hanamichi, que no pensaba en las palabras escritas en el monolito- Este Tensai iba a ganar el Campeonato Nacional de… Soy el mejor –se auto glorificó.

-¡Do’aho! -murmuró Rukawa armándose de paciencia- Tal vez lo ganemos…

-¿Cómo? ¡Estamos muertos! –esas palabras consiguieron que se le erizara el vello de los brazos. Su mente aún se negaba a creer que realmente estaba muerto y las sensaciones que tenía en vida le seguían pareciendo muy reales.

-Si…, es cierto –reconoció Rukawa- y…. –titubeó unos minutos antes de seguir hablando.

¿Y qué? -se impacientó Hanamichi.

-¿No te has preguntado porque seguimos aquí? –extendió el brazo, señalando alrededor de ellos.

-¿En el cementerio? Es un lugar tranquilo, diría que muy relajante. Aquí nadie molestará a este Súper Tensai. ¡Ja, ja, ja! –rió sin poderlo evitar.

Rukawa alzó los ojos, pensando que su koibito en ocasiones, la mayoría de las veces, era muy lento para comprender lo que era tan evidente.

-¡Ah…! ¡Ah! ¿Tú crees…? –creyó saber de que hablaba.

-Si… -miró al desconcertado Hana y supo que su cabeza seguía confusa- Tú y yo vamos a jugar ese partido, llevaremos el triunfo a nuestro equipo –le explicó.

-¡¡¡Así se habla!!! ¡¡¡Seremos campeones!!! -Hanamichi se mostró entusiasmado, riendo alegremente, de pronto comprendió. Ese campeonato era muy importante para todos- ¿Cómo lo haremos? –le miró con insistencia- ¿Has olvidado que estamos muertos?

-No lo sé…, pero… ¿Qué otra razón puede haber?

-Lo ignoro… -se llevó la mano a la cabeza y se dio unos fuertes restregones. Echaba de menos no poder dar unos buenos cabezazos para aclarar sus ideas.

-Tranquilo, Hanamichi… aún quedan tres meses. Tenemos tiempo para averiguarlo. –le abrazó y le dio un suave beso.

-Vamos a sentarnos a la sombra de un árbol –dijo con mirada traviesa Hanamichi, sin saber como aparecieron bajo las flores de sakura, donde por primera vez, tras un intercambio de frases y duros golpes descubrieron sus verdaderos sentimientos- Hoy descansaremos, mañana empezaremos a practicar.

Rukawa asintió abrazando a su do’aho.

-Kitsune.

-Dime –se apartó para mirarle.

Sakuragi rodeó su rostro entre sus manos, las de Rukawa estaban en su nuca, enredando sus dedos en su roja cabellera.

-Ai shiteru, Kaede.

-Ai shiteru, Hanamichi.

Sus labios se unieron en un cálido y apasionado beso, en los que ambos lucharon por su control, Kaede pareció plegarse a los deseos de su pelirrojo al dejarle que explorara su boca, más cuando más profundo era su beso, Hanamichi se estremeció, gimiendo dentro de su boca, al sentir como cruzaba su pierna entre las suyas y se frotaba contra él. Aquel era un golpe bajo, sin embargo, no le disgusto. Si su zorrito quería jugar, él jugaría.

 

 

Hanamichi se sentía a gusto en los brazos de su kitsune, su cabeza reposaba en el hueco de sus hombros. Estaban despiertos, al parecer en su nuevo estado el sueño no era necesario, se mantenían muy juntos, gozando del contacto de sus cuerpos, si podía llamarse así a esa nueva materia de la que estaban hechos.

-Kitsune…

-Hum.

-Tenemos que practicar.

-¡Más todavía! Realmente estoy agotado –su voz sonaba con un suave rastro de divertimento, al mismo tiempo que una sonrisa asomaba en sus labios.

-¡Baka…! No hablo de eso –se exaltó medio incorporándose y alzando el puño que descendió para acariciar su mejilla al ver la sonrisa cautivadora que le dirigía.

Kaede pensó que también en ese nuevo estado su do’aho enseguida se molestaba. Era tan sencillo enojarlo. Recordaba sus encuentros durante los entrenamientos, siempre saltaban chispas cuando estaban juntos, que torpe fue al no darse cuenta enseguida que estaba enamorado del carismático pelirrojo. Su suave caricia le volvió a la realidad, deposito suaves besos en sus dedos.

-¡Vamos, kitsune!

-¿Dónde quieres ir? –preguntó incorporándose.

-Al gimnasio. –decidió.

-De acuerdo.

Al instante estaban en mitad de la duela.

-Aún no me acostumbro a estos traslados instantáneos –murmuró Hanamichi- Me producen dolor de cabeza –se quejo.

-Es imposible –dijo Rukawa.

-Te digo que si. No me contradigas, no sabes si me duele o no –se sulfuró.

-No.

-Sí.

-No.

-Sí.

Así estuvieron durante algunos minutos, ninguno de los dos daba su brazo a torcer, de las palabras pasaron a los golpes y durante unos minutos se golpearon con dureza.

-¡Do’aho! –se detuvo jadeante Rukawa.

-¿Qué? –le miró furioso, no estaba mejor que él.

-¿Vamos a pelear toda la eternidad? –se llevó la mano al estomago, el último golpe del pelirrojo le había dejando sin respiración, si como fantasma se podía decir que respiraba.

-Tal vez –vió la sonrisa que asomaba en sus labios. Se aproximó a él y rodeando su cintura con su brazo lo jaló contra su cuerpo, Kaede le pasó sus manos hacia su nuca, aceptando gustosamente su apasionada caricia- Las reconciliaciones son muy dulces –murmuró al separarse de él- Uno contra uno –propuso.

-100 puntos –aceptó Rukawa no tenia intención de ponérselo fácil.

-¿Dónde tenemos una pelota?

-Ahí están nuestras bolsas.

Ninguno de los dos se preguntó como llegaron hasta allí, Hanamichi se limitó a salir fuera del área de juego para recoger la pelota.

Volvió a su lado, lanzándola por encima de sus cabezas para ver quien se hacia con su control. El salto de ambos fue espectacular, fue Rukawa quien la golpeó con la punta de los dedos y la desvió hacia su lado, cruzó la duela driblando y tiro el balón hacia el arco, marcando los dos primeros puntos.

-¡Grrr…! -gruño el pelirrojo- No te dejare ganar –le gritó.

Desde abajo del aro Rukawa sonrió, las bravuconerías de su amante eran eso. Dos horas después ya no estaban tan seguro de su superioridad. El juego estaba a favor del pelirrojo con dos puntos de ventaja. Los dos estaban agotados por el esfuerzo realizado, la transpiración caía por sus cuerpos empapando sus ropas y cayendo a la duela.

Hanamichi se veía muy relajado y concentrado en el juego. Dribleó por la duela con el pelirrojo a su lado, intentando hacerse con la pelota, hizo una finta burlando el acoso del pelirrojo que sonrió al ver como le evitaba y conseguía marcar tres puntos de un solo tiro. Más bajo el aro estaba Hanamichi, el Rey de los Rebotes, que consiguió marcar a su vez. Estaban 96-97.

Rukawa dudaba de conseguir otro triple, Hanamichi no se dejaría sorprender por segunda vez. Mientras llevaba la pelota pensaba en las posibilidades de ganarle. Absortó en sus pensamientos se distraje, un error que le resultó fatal, porque como un rayo el pelirrojo pasó a su lado arrebatándole el balón y marcando.

-¿Quieres que lo dejemos? –preguntó al verle inclinado en la duela, con las manos apoyadas en sus muslos intentando recuperar el resuello.

-Aún puedo ganar

Hanamichi rió. Eso es lo que le gustaba de él, aparte de otras muchas cosas, nunca se rendía. Jugaba para ganar. Esa última jugada fue espectacular, Rukawa dio todo cuanto podía y sacó fuerzas para superarlo, no le fue posible. Él se preparó toda su vida para ser un campeón, Hanamichi, en pocos meses había alcanzado su mismo nivel y en aquellos instantes le superaba incluso. Se dejo caer al suelo cuando marcó el último punto. Tumbándose se paso el brazo por delante del rostro.

-¿Estas bien, zorrito? –preguntó preocupado, recostándose a su lado. Se inclinó por encima de su agitado pecho, apoyando su mano al otro lado de su cuerpo.

-Si. –Apartó el brazo, sus ojos le miraban con amor y admiración, en su tono de voz no existía el dolor- Me has ganado. Eres un basquetbolista.

-Gracias. –su rostro descendió hasta que sus labios se posaron en los de Rukawa, sintió sus manos en su espalda, atrayéndole contra su cuerpo- Este Súper Tensai es un genio. También podía ganar al puerco espín.

-No presumas más y bésame.

-A la orden. –murmuró uniendo nuevamente sus labios.

Cuando algunos minutos después rompieron la caricia por falta de aire, vieron que estaban bajo el viejo árbol de sakura. Ninguno de los dos se sorprendió. Era como si sus espíritus estuvieran apegados a aquel lugar.

 

Continúa….


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