CAPITULO 7
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El caballo con pretal era la siguiente actividad. Consiste en que un jinete con pretal, una tira de cuero y piel que rodeaba el pecho y la parte inferior del cuello del caballo,[ se coloca a la mitad del lomo de un caballo bronco, un animal impresionante e intimidador que no ha sido domado y que tiende a ser de más de 545 kilos, el cual se encuentran saltando y coceando violentamente durante la prueba, el objetivo es intentar permanecer sentado sobre el animal por un período de ocho segundos o más, sin la ayuda de silla, riendas, ni con los estribos, resultando ganador el que mayor tiempo aguantase. Su único asidero son las cuerdas de pretal, el jinete tendría que colocar sus espuelas en los hombros del caballo en el primer salto, espoleándole en los siguientes brincos.
En la prueba participaban George y James.
—Concéntrate, tienes que ganar la prueba, no derretirte por él— gruño Jesús enfadado. A pesar de que había ganado la pelea estaba de muy mal humor.
—Tratare— les prometió James, tratando de no dejar ver su inseguridad.
Estaba decidido a poner todo su empeño en la prueba, tomo con determinación la cuerda y empezó a moverse sobre el animal.
Sorprendentemente hizo el mejor tiempo que había logrado hasta los momentos en esa prueba. Fred lo recibió contento por el resultado. Ahora le tocaba a George.
El veterano monto con una seguridad nata al animal, ver como aguantaba los embates del potro era casi musical.
Al final, los veteranos ganaron esa prueba gracias a George.
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En la siguiente prueba los participantes debían atrapar a su novillo con un lazo.
Fred casi voló al bajarse del caballo y correr hacia el novillo. El animal trato de huir pero no le dio tiempo. Pesaría unos ciento cuarenta o ciento cincuenta kilogramos, pero el chico no se detuvo a pensar en eso, ató las patas del animal y cuando menos se lo esperaba tiró de la soga y este cayó al suelo desconcertado, a la vez que Fred extendía sus manos al cielo en símbolo de haber terminado con la prueba. El becerro tenia junta las tres patas amarradas con una cuerda de dos metros. El público estalló en aplausos al ver tan bien ejecutada esa prueba de Lazo Sencillo.
Robert fue su contrincante en esa prueba. No pudo hacer mejor tiempo que el muchacho, eso alegro más al moreno que ya de por si estaba eufórico después de domar al animalillo.
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La séptima y penúltima prueba. James era consciente que debían ganar las dos siguientes pruebas para por lo menos lograr empatar, pero las Barrileras era una de las actividades en las que George era un experto. Aun recordaba como lo llamaban en el pueblo Corazón Galopante y le iba muy bien el sobrenombre, parecía uno con su caballo cuando empezaba una carrera de barrileras.
Dio una palmadita a Lancelot, su querido caballo, con el que iba a participar en esa prueba. No debía ponerse nervioso. Tenía un nexo muy fuerte con sus caballos y los amaba a más no poder, debía confiar en ellos. Montó sobre su querida mascota y amigo, esperando a que el sonido del silbato diera inicio a la prueba, en cuanto lo escuchó, hizo alarde de toda la agilidad y velocidad del su caballo, así como su habilidad y control como jinete. Recorrió con agilidad y destreza todos los obstáculos sin retrasarse en ninguno, parecía una ráfaga pasando entre ellos, logrando al final un muy buen tiempo, aunque en esas pruebas nada era seguro.
Una vez terminado su turno James se acercó a las gradas, donde Fred y Jesús observaban preocupados, aunque por razones diferentes. Se sentó y observó como George empezó su prueba. El caballo y el jinete corrieron alrededor de los barriles colocados en forma de trébol, iniciando y terminando en la misma línea. Habían hecho el mismo tiempo que James, pero pasando el ultimo obstáculo el caballo de George golpe el obstáculo, un error que le constaría que le descontara unos cuantos minutos.
James había ganado esa prueba para sorpresa de muchos.
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El último evento era el que decidía todo, el más peligroso de todos. La monta de toro. El jinete entrelazaba un pretal alrededor de su guante que lo ayudaba a sostenerse sobre el animal, mientras permanecía sobre el mismo. El que más tiempo durase ganaría la contienda. Era muy peligrosa, un jinete podía obtener múltiples fracturas por una mala caída. Si Fred desempatarían, si no, perderían.
James conocía muy bien a Fred, para él saltaba a la vista lo preocupado que estaba el muchacho.
— Creí que moriría primero, antes de que llegara el día en que te viera nervioso por una competencia— Fred se giró para mirarle desconcertado. Se encontraban detrás de las gradas esperando a que dieran la señal para la próxima competencia, que se había retrasado por unos problemas en la organización.
—Ojalá fuera eso— respondió el muchacho, que parecía perdido en sus pensamientos.
—Entonces dime que te preocupa— le pido, queriendo apoyarlo como amigo, el moreno pareció meditar su ofrecimiento y cuando por fin hablo lo hizo con convicción.
—Necesito hablar con mi padre—.
Ahora si James tuvo la certeza de que algo andaba mal. Fred nunca había mantenido una buena relación con su padre y no había recurrido a él ni en el peor de los problemas en que se había visto envuelto. Lo normal era que el progenitor tuviera que perseguir y coaccionar al chico para que acudiera a las reuniones familiares, de negocios o hasta para una simple charla casual.
— ¿Tan graves es? — se atrevió a preguntar después de unos segundos.
— Sí— no dudo en responder.
—Puedes usar mi teléfono móvil, tiene cobertura—.
—Gracias—.
— ¿Necesitas que te acompañe? —.
—No, preferiría hacerlo solo — .
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— ¿Dónde está Fred? — le preguntaron a James, y el muchacho pudo sentir la de Robert que demandaba una respuesta. Era increíble lo mucho que Robert cambiaba al tratarse de cualquier tema relacionado con Fred, se volvía un hombre celoso y sobre protector, aunque seguía siendo tierno y amoroso.
Pero tenían razones para preguntar. El evento llevaba una hora de retraso, media hora en la que no se sabía nada del moreno.
—No lo se—.
Pero no se necesitó más tiempo de espera, Fred venia caminando hacia el grupo, dejando a todos de nuevo asombrados, pues si bien estaba vez estaba bien vestido completamente y no te4nia huellas de pación, todos se preocuparon al ver los ojos del chico llenos de lágrimas.
—No voy a participar en la prueba, pueden declararme perdedor— todos se quedaron en su sitio sin creer lo que les acababa de decir. El moreno no espero a que salieran de su shock. Dio media vuelta, caminando de regreso al vehículo con el que había llegado a la hacienda.
Sin embargo, alguien reaccionó lo suficientemente rápido para tomarlo del brazo antes de que se metiera en el automóvil.
—No te puedes ir, perdieron—gruñó molesto el gran oso pardo.
—Voy a cumplir con el maldito castigo Toner, pero no hoy. El próximo domingo a las seis de la tarde, tengo algo que hacer primero. Tendrás tu premio, una vez hecho eso, esta historia terminara.
El castaño se sintió desesperado por esas palabras, pero el moreno no le dio tiempo de refutar más. Se metió en el vehículo y arrancó antes de que el hombre decidiera hacer o decir algo para retenerlo.