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El ángel de cristal por Shizuka Lee Yuuji

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Notas del capitulo:

¡Hola! Pues aquí he vuelto con mi segundo fic... incursionaré en una historia multi-chapter! Aunque no creo que dure mucho. Diez a lo mucho, quizás más :P

Bueno, ¡adelante! ¡Disfruten de la lectura! :)

Era aquel momento de nuevo.

 

Aquel en el que todos debían sacrificarse por un bien colectivo y por una creencia que los hacía tener esperanza y les daba fuerzas inimaginables. Nada más y nada menos que la Guerra Santa. Como su nombre, los guerreros que dejaban el sudor y esfuerzo de años de entrenamiento en el campo de batalla contra Hades eran los Santos. Los santos de Atena.

 

 

Asmita, el poderoso santo de Virgo, se encontraba en Jamir, jugando quizá el más importante de los papeles en aquella guerra.  Se le había encomendado crear un rosario a partir de los frutos del inframundo, la única cosa con vida de aquella dimensión.

 

Sin embargo, a qué precio tan cruel se lo habían pedido.

 

Así crea en Atena o no, mi destino ha sido éste. No puedo retroceder, no…”

 

Y sin más, se sentó en posición de loto, procediendo a elevar sus cosmos para llevar a cabo aquella tarea. En el fondo, el rubio podía escuchar el rumor de la batalla que se libraba a los pies de la morada de Hakurei y sus aprendices. Podía sentir todos y cada uno de sus cosmos; agitados, emocionados, preparados para la batalla contra los espectros.

 

Pero sin perder su concentración, percibió un cosmos en específico que parecía resplandecer más que los demás y estar igualmente agitado, pero no por las mismas razones que las de sus compañeros de armas.

 

Corriendo rápidamente hacia el caballero de Virgo, se encontraba el dueño de aquel cosmos resplandeciente.

 

Yuzuriha, quien se encontraba enzarzada en aquel intercambio de golpes y patadas, se percató de la pequeña interrupción.

 

– Oye, ¡tú! ¿Qué se supone que haces? ¡Fuera de aquí!

 

– ¡No! ¡Tengo que subir!  

 

– ¡Atla! – gritó ella al tiempo que golpeaba a uno de los espectros y volteaba a ver al lemuriano, sumamente preocupada. Él era como su hermano menor y no podía evitar sentirse terriblemente preocupada, sentía que esa prisa que llevaba no estaba dominada del todo por un impulso sensato.

 

Dentro de la edificación, los apresurados pasos de Atla resonaban incesantemente, con fuerza; con desesperación. Había algo dentro de sí, más fuerte que cualquier cosmos que jamás hubiese sentido, que le decía que el dueño de su corazón y pensamientos estaba en un terrible peligro. Mas allá de que estuviese sacrificando su propia vida, una conexión que estaba seguro nadie comprendería.

 

No era nada relacionado al cosmos, no; era algo infinitamente más complejo, poderoso. Incluso, más valioso.

 

¿Qué otra cosa si no el profundo amor por él que le enloquecía?

 

Para el lemuriano, por el momento, no había verdad más pura que esa. Ahora que había llegado la guerra santa, había visitado tantas veces el Santuario, había descubierto tantos secretos y tantas mentiras que había sido su decisión final el seguir su propio camino; uno que parecía estar iluminado por el santo de Virgo.

 

Por eso subía aquellas interminables escaleras, sin prestarle atención a sus cansadas piernas. Sí, se le antojaban interminables e infinitas, justo como le habían parecido las del Santuario aquel día…

 

 

FLASHBACK.

 

Una visión de escaleras sin final aparente fue lo que le dio la bienvenida al joven Atla aquella mañana en la que su maestro lo había enviado al Santuario. De nuevo.

 

Le molestaba un poco ir a ese lugar; no porque sintiera aversión a Atena o sus caballeros, sino porque Hakurei le tenía prohibido transportarse directamente a la sala del patriarca, sabrá Buda porqué. El montón de escaleras que actualmente se encontraba subiendo eran un verdadero calvario, pero el tener que ir allí seguido sería habitual ahora que Hades había despertado.

 

Cuando hubo llegado, Atena, Asmita y el patriarca se encontraban charlando. Al parecer, de algo de suma importancia, pues todos portabas serios semblantes.

 

– Atla de Jamir… ¿A qué se debe tu visita? – habló el patriarca, mirándolo. Atena volteó a verle, pero el caballero de Virgo se quedó de espaldas.

 

– Bienvenido al Santuario Atla – le dijo cariñosamente la diosa, bajando de su trono y acercándosele –. ¿Alguna noticia de Jamir?

 

– No exactamente señora, mi maestro mandó a llamar al caballero de Virgo – verdaderamente, él no sabía los nombres de todos los caballeros, puesto que sentía un extraño desdén por ellos. No le interesaban.

 

– Oh, ¿lo mandó a llamar? Pues, ¿para qué, si se puede saber?

 

– No me lo dijo, sólo que era algo que le interesaba mucho. Que él sabe a lo que se refiere.

 

– Puedes decirle a ese viejo maestro tuyo que no iré a ninguna parte, mocoso –  le espetó Asmita, mientras se volteaba, haciendo vibrar su cosmos para demostrar que aquello le había fastidiado.

 

– ¡Asmita!–  le reprochó la diosa.

 

Atla miró al caballero y a la diosa con gesto sereno. No le había ofendido en lo más mínimo el comentario. Sin embargo, sintió el impulso de responderle y sacar otra reacción de ese frío guerrero que era extrañamente atrayente.

 

– Señorita Atena, no se preocupe. Virgo no me ha ofendido en lo absoluto – dijo con tono ligero –. Es admirable que tenga las agallas de desobedecer a su antiguo maestro. Veo que les entrena para tener una voluntad férrea – terminó, curveando apenas un poco las comisuras de sus labios en una pequeña sonrisa que hubiese irritado al rubio de haber podido verla.

 

Se sintió entonces en la habitación una fluctuación del cosmos de Asmita, a quien el comentario había sorprendido. ‘¡Cómo se atreve ese niño!’

 

– Ciertamente, así son entrenados. Asmita, estoy seguro que es importante – dijo el patriarca, antes de que el mencionado pudiera responder al comentario –. Atiende al llamado de tu antiguo maestro, no seas necio.

 

Si bien aquello podría haber sido una sugerencia, el tono de voz que utilizó fue suficiente para que el tibetano obedeciera.

 

– Como usted diga… ¿Cuándo hay que partir, Atla?

 

– Ahora mi-mismo…– tartamudeó. ¡Le había llamado por su nombre! En ese momento, él no tenía ni idea que ese extraño sentimiento que se extendió por su pecho sería el mismo que crecería y detendría lo más seguro que ese caballero tenía en su vida.

 FIN FLASBACK

 

 

Finalmente, llegó a donde se encontraba Asmita. Con sus ojos esmeraldas pudo ver, con una mezcla de asombro y terror, cómo éste se encontraba de pie, con los ojos abiertos. Eso significaba…

 

– ¡NO!– gritó, queriendo con todas sus fuerzas que  la desesperación de su grito detuviera el tiempo.

 

El caballero había completado el rosario.

Notas finales:

¿Qué tal? ¿Les ha gustado?

Se aceptan tomatazos, reviews, críticas constructivas, destructivas, fangirlismos, lo que sea. Que lo bueno será bienvenido y lo malo se dañará a si mismo ~

¡Hasta la próxima!


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