Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Xoloitzcuintle chicloso por Kiharu

[Reviews - 10]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Este fan fic, es un lectura que está bajo su propio riesgo.

No, no me refiero a que será algo horrible, ni sexual. Lo lamento.

¿Se animan a leerlo?

Ruki, Uruha, Kai, Reita y Aoi me pertenecen, pero no quería decírselos. Ni lo diré ahora. 

No, mentira.

Siendo serios, está terminado. Tiene un montón de capítulos (como comenzarán a notar desde este primer capítulo), y no tendrá más que la duración de tres capítulos. Era un One-shot, pero... terminó teniendo 36 hojas de word; comenté por ahí si podía hacerlo one-shot, y me dijeron que no. Después, simplemente lo pensé, diciéndome: "Oh, verdaderamente si lo subo en un solo capítulo, la lectura sea muy densa".

Ojalá que le encuentren la gracia, porque me ha fascinado escribirlo.

-------

Porter, es un grupo genial que admiro mucho. La canción es de ellos.

http://www.youtube.com/watch?v=16JTk3fVTgg

 

Notas del capitulo:

No me he ido, no desaparecí. 

Sólo estuve escribiéndoles esto... que espero les agrade.

Me parece (opinión personal) que es una historia simple, pero que le eché ganas al redactarlo. También, se puede tornar un poco denso, pero siento que la historia ha quedado bastante tranquila... y ay. Eso de verdad me agradó.

Está terminado... solo tienes tres capítulos.

Actualizaré... pronto.

 

I.-

    Lo conocía de vista.  Akira y yo a veces asistíamos a ese bar.

Era él, y un espléndido grupito de hippies extraños; era un banda, una banda de dos personas, según ellos.

El chaparrito, y el rarito. Así los conocían por el lugar.

—Yuu, Yuu, ¡Yuu!

—¿Qué?, ¿Qué?

—No me estás escuchando, bueno, da lo mismo, no eres alguien que preste mucha atención en este tipo de lugares. Te decía que la próxima semana es la feria cultural de la universidad, te preguntaba que si no querías ir conmigo a ver un rato.

—Akira, eso es como una cita.

—Es que lo es, Yuu.

—Ya, ¿a qué hora?

Me sonrió maquiavélicamente y, para cortar la conversación, miré el espectáculo que montaban aquellos nombrados por toda la cantina.

 

II.-

Pasé un rato aburrido.

Akira se quedó dormido enfrente de un hombre robusto, que lo miraba con desagrado. Yo, había quedándome viendo a los hombres de la cantina, unos más borrachos que otros, y otros más adinerados que todo el lugar junto. Me pregunté si teníamos tarea para el lunes, pero no pude recordarlo. Busqué en mis bolsillos algo de dinero para pagar e irme con Akira, pero no tenía nada. No sabía dónde había quedado mi cartera. Mi amigo ya no estaba en condiciones y tampoco tenía dinero en sus pantalones, así que tuve que ingeniármelas para salirme de ahí sin pagar una cuenta.

 

III.-

—Tocas horrible, yo podría hacerlo mejor.

—¿Tú?

El humo chocó contra mi cara, no era tabaco normal.

—Sí.

Me lanzó una cachetada, y le respondí con las mismas. El chaparrito le gritó que se detuviera, pero no lo hicimos. Él brincó del escenario a mi cuerpo y me golpeó tantas veces pudo. Le seguí la corriente, y apuñalé su estómago sin medir mi fuerza. Suzuki me miraba parado, con cara perpleja. Me imaginaba que le pasaba por la mente.

—¡Paren ustedes dos! —un hombre grande y musculoso nos separó—. ¡Lárguense de aquí!

 

IV.-

—¿Para qué carajo de peleaste allá dentro?

—No tenía dinero, necesitaba que nos sacaran.

Levantó su dedo índice, y me mostró una seña obscena.  Caminamos por el callejón dónde nos habían sacado; intenté quitar la sangre que tenía en el rostro, pero tampoco quería ensuciar más mi ropa. Así que ahí iba yo, golpeado y sucio, además de un olor etílico altamente notable.

—¡Oye, tú, pendejo!

Me giré molesto hacia el llamado.

—¿Qué?

—Te invito un chocolate, en mi casa. Para disculparme.

—¿Qué?

—Chocolate, en mí casa, gratis. Te veo aquí mañana, a esta hora.

—¡Son las dos de la mañana, mierda!

Observé como corrían ambos, chocando torpemente con las cosas. Ellos no iban solo con copas arriba.

Un xoloitzcuintle que tenía la facultad de hacerse invisible,

Me invitó a tomar una taza de chocolate.

 

 

V.-

—Akira, regrésame mi laptop.

—No, a menos de que vayas con el que te golpeaste ayer.

—Ya dije que no, no pienso seguirle el juego.

—¡Pero sería perfecto para el punto extra! Él es un drogadicto. Lo necesitamos para nuestro último proyecto… recuerda que dijeron que si conseguíamos que alguien quisiera dejar el vicio de las drogas, nos daría un punto.

—…Es solo un punto…

—Sabes lo difícil que es pasar esa materia.

—Puta madre, está bien, iré. Iré a las dos de la mañana con un drogadicto que te aseguro que no sabe ni su nombre.

 

VI.-

Lo vi correr animadamente, el cabello le escurría hasta los hombros; estaba sucio.

—Hola.

—¿Cómo te llamas? —se tambaleó frente a  mí, y luego dio vueltas en espiral—, no espera, no quiero saber. Yo adivinaré.

—Como quieras.

—Mira, sígueme. Mi casa es bonita, y esta casi muerta.

Sonrió de una manera espeluznante,  luego dejando de hacerlo y, caminó. No iba en línea recta.

 

VII.-

Teníamos ese trabajo donde debíamos llevar a una persona adicta a algún vicio a un centro de rehabilitación. Solo eso, encaminarlos a tener una vida decente.

La verdad, yo no quería hacerlo. Tampoco es como si yo fuera una mala persona, simplemente es que las estadísticas de los centros de rehabilitación no me daban muchas esperanzas de lo que le podía deparar a la persona que llevara.

Lo seguí, iba detrás de un castaño que no creo que supiera su nombre. A las dos de la mañana, temiendo encontrar asaltantes… y tenía frío. Me solía quejar mucho, más en casos como ese, porque era contra mi voluntad. Akira me había obligado. Solo por un puto punto de una materia como la de valores.

Y aún así, no detenía mi andar detrás de ese… humano.

 

VIII.-

—Mira, mi casa está allá, por aquella montaña.

—Es lejos.

—Lo sé, de hecho, vine de mi casa para verte desde la una de la mañana… espero que el chocolate no se haya enfriado.

—Uh.

—Vamos, vamos, es la primera vez que llevo a alguien a mi casa. Ruki ya se cansó de ir, dice que esa casa esta tan muerta como… como… eh, lo he olvidado.

—Ok…

—¡Camina! Nos queda más de media hora por andar.

Seguí detrás de él. Observé lo curioso que era al caminar por el filo de la calle.

Recordé que una vez había sido niño, como él. Es decir, él era como un niño.

Lamentablemente debía, en aquel momento, referirme como “él” porque no había preguntado su nombre. Me había dicho que adivinaría el mío, y yo no pregunté por el suyo. Que desconsiderado me sentí. Aunque minutos después pensé que no podría recordar su nombre ni sus apellidos. Incluso podía ser que no los tuviera.

¡Quizá era huérfano!

Oh, no, no, no. Yo no debía ser una persona que pensara demasiado en personas como ésas. No lleva a nada bueno. O eso decían.

 

IX.-

A veces caminaba, y luego trotaba, para correr y después caer. No esperaba mucho tiempo para mirarlo levantarse y seguir corriendo.

Reparé en el motivo de sus caídas y descubrí sus pies descubiertos al pavimento, incluso pude verlos sangrar. Fijé la vista en su suéter, raido y sucio, igual que sus pantalones. Entonces, pensé en mi voluminoso saco, mis pantalones térmicos debajo de los vaqueros y la bufanda negra que me cargaba esa noche.

 ¿Hacía o no hacía frío?

El muchacho anduvo durante mucho tiempo siendo observado por mis ojos. No había conseguido verle la cara, por lo que, mayoritariamente, siempre recuerdo su espalda.

 

X.-

Llegamos a un lugar bastante curioso; es decir, no era curioso el lugar, me refiero a que era un lugar… agradable. Estábamos en la colonia más bonita que pude haber conocido de esa ciudad donde vivíamos. Justo a los pies de la montaña. Hacía más frío, los barrotes de las casas tenía un peculiar brillo por el agua-nieve que caía; luego de mirar el piso humedecido, volví a pensar en los pies del individuo al que seguía.

Nos detuvimos frente a una casa gigante, al menos demasiado grande para él solo. Probablemente vivía con alguien más, pensé. Tomó una llave de la bolsa trasera de su pantalón, e intentó abrir la puerta, más, sin embargo, no podía sostener la llave y esta simplemente caía al piso mojado. Y él la recogía, pero la llave volvía a caer. Pasaron unos intentos, hasta que llegué a la conclusión de que él no podría abrir la puerta. Así que, decidido, recogí la llave, y la metí en el orificio correspondiente.

Giré la llave, pero no hubo ese clic de cuando el cerrojo quita el seguro. Dudando, rodé la perilla, descubriendo que la puerta estuvo abierta todo el tiempo.

Que puto miedo.

El castaño sonrió complacido al ver su morada libre para entrar; me hizo un ademán con las manos, y entré a su hogar. Recuerdo perfectamente esa primer sonrisa que me dedicó; sus hoyuelos se marcaron, mostró sus dientes, y sus ojos se convirtieron en dos pequeñas rendijas.

 

XI.-

Un lugar polvoriento se apoderó de mi visión. El tipo estaba que se hundía de dinero con premios, vitrinas llenas de vasijas carísimas, cuadros, sofás por todas partes, era rico. Muy rico. Y viendo esa sala de estar, y lo que se podía ver de la cocina, podía darme una clara idea de cómo sería el piso de arriba. Si quitábamos lo polvoriento del lugar…

—¡Espero que el café no se me haya quemado!

¿No había dicho chocolate?

Corrió por el pasillo de su sala de estar.

Ese hombre estaba loco. Loquísimo. Esa fue la primera impresión.

Marqué el número de Akira, luego colgué, y mejor le escribí  un mensaje.

“Me mandaste con un loco y que de paso es adicto. Estoy en una casa cruzando la ciudad, gracias a tu puto punto extra.  ¿A quién llevarás tú? ¿Puedo elegir y llevarte con una persona lejos de aquí?”

Borré el mensaje; sonaba demasiado ñoño. Akira no podía pensar eso de mí, creería que yo era un perdedor, y no, no lo era. Es sólo que… mi paciencia no era mucha.

Observé un cuadro de un niño pequeño, inflando sus mejillas.

 

XII.-

—Terry, aquí está el té de menta.

—Dijiste café. ¿Quién es Terry?

—Bueno, dicen que el té de menta cura los estómagos. Ven, ven, siéntate—fue a uno de los sofás más grandes y se sentó, levantando una gran cantidad de polvo. Palmeó su lugar continuo, donde quería que yo me sentara. Fui hasta él, y me senté justo donde había indicado—. Te diré Terry, en lo que logro adivinar tu nombre.

—¿Cómo te llamas tú?

—Me puedes decir… Flor, es un nombre bonito.

—He escuchado que es de mujer.

Observó los dos vasos de unicel que llevaba. Me entregó uno después de observarlos. Observé detenidamente sus cejas.

—Pues… igual y soy mujer, quién sabe.

—Dime cómo te llamas.

—¿Para qué, Terry?

—Porque así sabré a quién dirigirme. Sí te digo Flor, sentiré que no hablo contigo… supongo que por eso.

La molestia de estar ahí, aminoró al ver el líquido caliente frente a mí. Quise pensar que no tenía veneno ni nada por el estilo. Lo bebí: era canela. No era té de menta, ni café, ni chocolate.

Joder, ¿a qué estaba jugando Flor?

La canela estaba buena y caliente.

 

XIII.-

Flor —como en ese momento me resigné a llamarle—, bebía sin fijarse en mí.

Me había golpeado con él, pero parecía una persona amable… extraña, pero amable.

—Lamento lo de ayer—le dije—, no es nada personal, solo necesitaba que me sacaran del bar. Yo no sé tocar ningún instrumento.

—Claro que sabes—respondió él—. Todo aquel que tiene corazón sabe producir música. O al menos eso decían mis maestros.

—Dime cómo te llamas.

—Mi nombre pierde elegancia si te lo digo, Terry. El día que sepas mi nombre, ven y dímelo. Así, cuando yo sepa tu nombre, te lo diré de frente. Pero no te equivoques, porque si me dices un nombre que no es el mío, cambiaré de nombre.

—¿Qué?

—Es que Ruki me cambió el nombre dos veces.

—¿Y?

—Pues me llamo como él me dijo.

—¿Consumes drogas?

—Creo que no… creo.

—Uh…

Tomé la canela de sopetón. Tuve la urgencia de llamar a Akira. Miré mi celular, y ya casi daban las cinco de la mañana de un nublado sábado decembrino. Flor miraba a la nada, agitando sus pies felizmente.

—¿Cuántos años tienes?

—Los mismos que tú, espero.

—¿Puedo regresar a casa?

—Si eres mi amigo, sí.

—Ajá…

 

XIV.-

Recuerdo que iba amaneciendo cuando salí de su casa. Era sábado por la mañana, así que realmente no tenía que apresurarme; sabiendo eso, comencé a correr. Corrí por las calles en que había caminado con él, con Flor. Y pensé cuán estúpido había sido al seguirlo… era un loco sin remedio. Flor se drogaba, tenía el presentimiento (y sólo el presentimiento), ya que, al estar un tiempo con él, me dio la sensación de conocer a alguien que se dedica al arte. Esas personas como pintores, escultores, escritores, o algo así; siempre había oído hablar de esas personas como gente especial.

 

XV.-

—Akira, lo digo en serio, me invitó a tomar chocolate, ¿lo recuerdas? —Mi amigo asintió—, y en realidad me dio canela. ¡Está loco!

—¿Y debería interesarme, Yuu?

—Supongo que sí. Tú me has mandado con él la noche pasada.

—Ah, no lo sé. Supongo que debes estar con él hasta pasado mañana, el día que llevaremos a ésas personas al centro de rehabilitación.

—Uh… supongo. ¿A quién llevarás tú?

—Al chico que le acompañaba, el chaparrito.

—Ah.

—Fue fácil, le dije que le daría alcohol si salía conmigo pasado mañana.

Podría ser un hombre de apenas veintiún años, iniciador de la universidad, pero Akira sabía mover gente. Le admiraba en esas épocas por eso. Él siempre decía que la cuestión de la que tratábamos era fácil. También cuando hacíamos trabajo escolar, siempre era sencillo estando con él.

—Fácil, eh…

Las clases pasaron. Era un lunes abrumador; Akira se reía con las mujeres que nos acompañaban siempre en horas de almuerzo. Creo que en esa ocasión Akira hacía uso de su poder de convencimiento sobre la gente. Decía que en verano, fuéramos a las Vegas. Las chicas asentían, afirmando que tendrían seis meses para poder juntar el dinero. Yo les asentí, apenas sabiendo de lo que hablaban.

No era como si el dinero me faltara como para faltar al viaje.

Lo que en cierto momento me llegó a preocupar, fue la razón que hacía que no estuviera en mis cinco sentidos en aquella conversación. Era extraño de mí, yo solía prestarle mucha atención a cualquier persona que me hablara, de esa manera fui educado cuando era niño. Me extrañaba; la extrañez aumentaba, porque sentía que no pensaba en algo. Tampoco podría estar pensando en nada porque pensaba sobre cierto tema. Pero no sabía qué.

Fue sino hasta cuando salimos de la jornada escolar, cuando supe qué pensaba.

Tenía razón, yo solo me di cuenta.

Había estado pensando en nombres. Cuestión que simplemente podía dejar pasar en alto cuando me di cuenta; pero no pude. Sabía que estaba pensando en nombres, porque Flor no me había querido decir el suyo.

 

XVI.-

A mis veintidós años, me encontré en mi cama pensando en nombres. Tiempo después me dio gracia haberlo hecho, pues pensé que si alguien me veía en esa situación, pensarían que había embarazado a alguna muchacha y le buscaba un nombre a la criatura. Sin embargo, le estaba buscándole nombre a un drogadicto.

Esa tarde, Suzuki llamó. Solía llamarme para pedirme que saliéramos al cine, a comprar chatarra, o para tomarnos una cerveza. Llamaba contadas ocasiones al mes, y era cuando nos íbamos a divertir.

No quería contestar. No lo hice. No le contesté la primera llamada que me hizo. Volvió a insistir, una, dos, tres, ¡cuatro llamadas!, ya no podía ignorarlo. Él sabía que estaba en mi casa, y que simplemente no me apetecía descolgar el teléfono. Lo hice a la quinta llamada, la cancioncilla esa que tenía de tono me exasperó, y le atendí la llamada.

—¿Qué cojones estabas haciendo que no me contestabas?

—No quería contestar.

—Bastardo hijo de puta—susurró por el auricular—Yuu, necesito que vengas a mi casa.

—¿Es una orden, comandante?

—Sí, lo es.

—¿Qué pasó? —le pregunté un poco más alterado. Akira siempre me insultaba —como si fuera una broma—, claro que no digo que esa llamada no fuera la excepción, sino que susurraba, y estaba molesto. Enojado.  Quién sabe qué le podría haber pasado.

—Esa estupidez de que no podemos llevar a los enviciados hasta dentro de una semana, porque el estúpido centro de rehabilitación está lleno. Y Takashima, ya sabes.

—¿Qué?

—Sí, Takashima… otra vez anda diciendo que no sé que le hice… y no sé cuánto más…

—No, lo otro.

—¿Del centro de rehabilitación? Joder Yuu, paso por un momento crítico y me vas a decir que no le pusiste atención al profe… ¿qué tienes en la cabeza?, ¿eh?

—Ya, calma. Te veo en tu casa en quince.

 

XVII.-

Akira vivía a diez minutos de mi casa, pero mi cabello se había desacomodado de forma terrible. Algunos mechones se habían levantado y otra parte había quedado marcada por la almohada. Estar en cama pensando en nombres no me favorecía.

Pasé a comprar jugo de naranja. Ambos nos relajábamos con eso.

Cuando llegué a su casa, lo primero que vi fue su saco de box mallugado, después a él con sus guantes puestos. Akira llevaba más o menos desde el inicio de la universidad con esas dos cosas: el problema con Takashima, y el box. Nunca le dije que ninguna era mala. Me refiero a esto porque cuando Akira murió, cinco años después de la universidad, me hubiera gustado decirle que el box no era bueno para su delicado corazón. Aunque sin él, ni ese entrenador, lo hubiera conocido.

Yo nunca supe que Akira era asmático y con problemas del corazón, hasta el día de su muerte.

Pasé a su casa y dejé la bolsa en la mesa de la cocina. Ni siquiera me saludó, simplemente me dejo pasar, y luego regresó a su saco de box. Le sudaba la espalda, el pecho, la frente, el trasero y las piernas. Siempre se bañaba en su propio sudor. Lo observé cierto tiempo, hasta que me enteré que no hablaría a menos de que yo le incitara a hacerlo.

—¿Qué ocurrió?

—Takashima.

—¿Qué con él?

—Lo mismo. Es que… ¡¿Qué carajo le importa mi vida?! Es decir, él siempre anda por ahí con su aire de gran hombre y cuando se para frente a mí siempre se comporta insoportable. Desde ese día en que fui por ti después de box se molestó conmigo y no me deja de molestar con esas terribles indirectas. ¡Me tiene harto!

—Lo siento, supongo que siempre ha sido mi culpa.

—No Yuu, ya te lo dije: es problema de él. Yo quería a los dos por igual. No importa que a ti te conociera el primer día de clases y al él desde mis cinco años, los dos son igual de importantes para mí. No lo sé. Es demasiado estresante que una persona tan voluble como él me siga fastidiando.

—Ya veo.

—Y… ¿sabes qué me estresa más?

—No.

—Pues el hecho de que al profe se le ocurriera recorrer la fecha… maldición. Ruki no querrá salir conmigo después. ¡Ni siquiera tengo ganas ni dinero en la billetera para invitarle una copa! Le mentí, porque pensé que solo lo tendría que engañar para llevarlo allí… incluso puedo decirte que me siento medio culpable.

—Eres idiota.

—Ya sé.

—¿Quieres que te preste dinero, verdad?

Seguía golpeando el saco con odio. Respiraba agitadamente; su seño se fruncía como siempre.

—O que hables con Ruki. Está solo, ni siquiera sé donde vive. Igual y vive en una caja.

—Sí tienes ese pensamiento de las personas, Akira, lamento que no te ayudaré.

Se detuvo, limpió el sudor que le escurría por la cara, y se acercó a mí.

—¿Qué te pasa? El día que te mandé con ese drogadicto tampoco querías ir. Te convencí para que ambos tuviéramos un punto extra. Me la debes, imbécil.

—Ah, maldición. Lo sé, ando raro, no sé porqué.

No dijimos nada más, simplemente me senté y abrí la botella de jugo. Akira me imitó. Precisamente, desde ese momento, los dos comenzamos a cambiar, y no nos dimos cuenta.

 

Notas finales:

¿Se merece un review?

Es sólo el comiezo, ya verán.

¿Les gustó?

Kiharu.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).