Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Unbalanced por TutiCherry

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

12.Nov.2005

Escrito conjuntanmente con Scarlet Diamond / Abysmal_Blue

Unbalanced
Escrito por Tuti Cherry (Kanon) y Scarlet Diamond (Saga)

:Saga:

-¿Hago pasar al visitante?- Sin “él” para que decida, lo único que se me ocurre es asentir.

El guardia se retira del salón y yo espero, nervioso, curioso. Mis manos, descansando sobre mis muslos, aprietan la tela de la túnica que visto… ¿Quién podría ser?, ¿qué mensaje podría traer, a estas alturas?

-¿Donde estás?- susurro, preguntando para mí mismo. Yo no quiero recibirlo, quien quiera que sea. Yo sólo quiero descansar…es injusto que ahora, 'él' decida tomarse un reposo y me deje con todos sus desastres por atender.

Ya no quiero. ¿Y cuantas horas faltan todavía? ¡Seis! No deberían ser capaces de pasar Virgo, pero ya han roto con toda suposición previa, mía y de ‘él’. Ya no se puede esperar nada en concreto… Ansío que se apresuren, eso es todo.

El visitante entra. Usa una capa y un casco que oculta del todo su identidad. Pero, recurriendo a mi conexión con las estrellas, a esa fuerza que llaman cosmos y a la que tan desligado he estado durante estos catorce años, puedo lograr identificarlo.

Corrijo…Puedo intentarlo. Me compruebo oxidado en mis habilidades gracias a mi “encierro”.

Porque es sencillamente imposible que seas tú.


:Kanon:

Todo se me hace tan fácil, tan sencillo.

Escabullirme en el Santuario ya no es el reto que era para mí cuando adolescente. Es ahora un juego de niños. Evadir a los guardias, a tus caballeros dorados, la más alta línea de defensa... ha resultado la burla más simple.

Franquear tu Santuario.

Y anunciarme con tu guardia forma parte de mi diversión. Ver tus ojos expectantes, esas pupilas temblar en patética ansiedad, justo como lo hacen ahora, cuando me presento ante el Patriarca cubierto por mis escamas, oculta mi identidad.

Y al verte no puedo reprimirla. No puedo evitar que esta exquisita sonrisa se forme hacia un lado, intensificada por el sólo hecho de saber que es la única parte de mi rostro que mi casco te permite observar.

- Hola ... Saga ...-

Arrastro tu nombre, acaricio las sílabas con mi voz, degusto su sabor en mis labios. Es el placer de saber que sólo yo conozco el nombre del hombre detrás de la máscara, que yo sé tu más oscuro secreto.

Y que seguramente a ti, eso te desarma por completo.


:Saga:

Agradezco por primera vez en estos insoportables años, que la inexpresiva máscara que uso me proteja. No ves así el movimiento incrédulo de mi boca al entreabrirse, ni los continuos parpadeos de unos ojos que repentinamente se sienten llorosos.

Y ninguna palabra sale de mis labios. ¿Cómo es que podría recibirte…a ti?! El sólo verte, vivo, me llena de una felicidad asfixiante, que se convierte en agonía al saber que tú nunca creerías como sincero ese júbilo.

¿Y si finjo que no soy yo? ¿Mostrarás igual valentía si pretendo ser él? No creo que tarde en aparecer de todas formas; siempre le desagradaste tanto…

La más importante incertidumbre, es si yo sería capaz de actuar con tal maestría.

-Márchate. No eres bienvenido aquí. Pensé que te habría quedado claro…- ¿Pero notas el vacilar latente en mis palabras? Yo no quiero que te vayas…deseo quiméricamente recuperar el tiempo perdido y rogarte por perdón. Pero es demasiado tarde…prefiero que pienses que ya he muerto del todo.

Aunque no deja de intrigarme qué has venido a hacer aquí… ¿Me matarás? Ojalá.

¿Qué sería más poéticamente perfecto que morir en tus brazos?


:Kanon:

¿Marcharme? Nunca supiste mentir Saga. Nunca a mí. Conozco el timbre de tu voz como si fuera el mío. ¿Qué no soy bienvenido? No me habrás estado esperando quizá. Pero para ti siempre seré bienvenido. Conozco todas tus intenciones, tus sentimientos, tus deseos mejor que tu mismo.

¿Cómo es que pretendes hablar intentando aparentar decir la verdad? Aparentando ser seguro…

Una risotada escapa mi garganta. ¿Cómo pretendes todo tú, mi querido y endeble hermano, darme una orden?.

Mis manos viajan al casco que ensombrece mi rostro ocultándolo. Pero yo no necesito esconderme, no soy como tú. Un cobarde perdedor. Con fehaciente lentitud lo retiro, asegurándome de mantener mi sonrisa intacta. Ni siquiera me cuesta trabajo; aunque sarcástica, tu patética situación la hace auténtica.

Y entonces te miro, transmitiéndote con el verdoso brillo de mis ojos cuanto gozo al verte así, a seis horas de tu humillante fracaso, tu merecida derrota.

Y con tu derrota, mi regocijo. No existe antítesis más perfecta.


:Saga:

Has cambiado. Y te ves, ahora más que nunca, distinto a mí. No eres el muchacho cuyas fuerzas en algún momento superé. Ahora luces recuperado, tu cuerpo construido atléticamente y tu porte es tanto elegante como intimidante. La armadura extraña que portas realza esas características. Y si la estudio detenidamente, me doy cuenta de donde la has sacado.

¿De dónde podría ser además del océano al que te arrojé?

-Poseidón…-murmuro despacio, distraído por los incontables pensamientos que arrecian en mi mente. Si Poseidón ha renacido…esta batalla es sólo un fin para mí…a mi Diosa le espera tanto más, y yo no estaré ahí para remendar mis errores; no tendré vida que dar por ella…

-¿Pero qué has hecho?- te reclamo, alzando el rostro, sin haberme percatado en que momento lo había agachado. Me pongo de pie y determinadamente camino hacia ti, impulsivo y sin meditar en que me esperará cuando llegue a tu lado.

Te empujo fuerte colocando una mano sobre el pecho de tu armadura, haciéndote chocar contra la puerta por la cual acabas de entrar.

-¿¡Qué has hecho!?- repito, esta vez gritando desesperado y acercándome a tu rostro, aunque la máscara no te permite ver mis lágrimas ni percibir lo agitado de mi respiración…


:Kanon:

Cierro los ojos, dejándome empujar por ti contra la puerta, echando la cabeza hacia atrás mientras sonrío con un evidente toque de morbosidad. Vuelvo a inclinar mi rostro cerca del tuyo, y suelto una grave risilla al sentirte tan cerca, tan alterado. Tan enfermizamente débil.

Tomo tu muñeca, la de la mano que tan atrevidamente posaste en mi pecho, y la alejo de mí, clavando mi sonrisa en esos ojos carmesí. Ridícula máscara, no tiene sentido que la uses frente a mi. ¿Crees que eso me impide saber qué patética imagen se encuentra debajo? Sin borrar la sonrisa que expresa lo mucho que disfruto verte así, te la retiro despacio, dejándola caer sobre el piso.

- ¿Que qué he hecho? Me he convertido en alguien mas poderoso que un dios – alguien que lo controla – Eso que tú no pudiste hacer. En lo que tú fallaste... Saga.-

Siseo sonriente mis palabras sobre tus labios, deleitado con el obvio efecto que mi voz tiene en ti, encantado con el temblor que mi aliento te arranca. Me divierte la forma en que te conozco. Me fascina la forma en que te doblego.

Escapo de la inútil prisión a la que creíste someterme contra la puerta, y camino hasta el trono del Patriarca, disfrutando cada paso. Podría haber sido nuestro, pero quisiste que fuera sólo tuyo. No me detengo a pensarlo, simplemente me siento. Por derecho ahora es sólo mío, tú ya estas derrotado. A mis ojos, que te miran triunfantes desde la altura, no eres más que un perdedor. Has perdido ante Athena. Has perdido ante mí.


:Saga:

Ah… ¿por eso has venido entonces?

Al contemplarte en aquel trono, y tras tus despreciables palabras, no puedo más que ambicionar por que el ente que me posee, cambie de opinión y te busque. Aun no es muy tarde, y sé que tú con él serías muy feliz. Serías ese Dios que te crees.

Inclino la vista al piso y me encuentro con la máscara tras la que me he escondido día tras día y sin la cual, ahora, me siento indefenso. Tus ojos me taladran, desde allá donde me ven altivos mientras te regodeas en tu momento de desquite.

¿Y si huyo? ¿Justo ahora?...No, él me haría regresar.

Entonces, insulsamente, voy hacia a ti, sintiéndome cual animal al matadero. A cada paso mi llanto se agravia, tengo lágrimas veloces escurriendo por mis mejillas, sin careta alguna que las cubra, a la vista para tu notable deleite.

Odio verte así. Aborrezco tu insincera sonrisa casi tanto como tu artera mirada.

Y cuando llego frente a ti, a un paso, me desplomo. Mis rodillas tocan el suelo y mi espalda comienza a sacudirse. Todo es tan inverosímil e insoportable… Injusto. Nunca imaginé que así sería como terminaríamos; traidores, los peores criminales.

-¿Qué es lo que quieres?- sollozo y sin pensarlo, me inclino hacia adelante para buscar apoyo en tu regazo, intentando abrazar tu cintura y retar al inquebrantable metal de tu armadura.

-No tengo nada ya… - Nada que pueda servirte. Mi “reino” se cae a pedazos minuto a minuto. ¿Cómo convencerte de que te vayas? Este jamás ha sido nuestro lugar…

-Y aquí, corres peligro…-


:Kanon:

Mi sonrisa no hace más que crecer. Mi ego no hace más que regocijarse. ¿Qué más podría pedir? Ahora que te tengo aquí, llorándome a mis pies.

Mi mano viaja hasta tu cabello, enterrando mis dedos en el, mimándolo, tirando de él con suavidad, con fuerza. Haciendo puños donde antes había caricias. Tu ingenuidad me asombra, me arrebata, me extasía. Me excita como no tienes idea.

- No te confundas hermano. Yo no quiero nada. -

Empujo tus hombros, sin fuerza, pero sin cuidado. Elevo un poco mis cosmos, y mi escama adivinando mis intenciones se desprende de mi cuerpo, viajando bañada en intensa luz hacia una de las esquinas y formando allí la figura de mi guardián marino.

Me agacho entonces un poco, lo suficiente para alcanzar tu cintura con mis manos y tirar de tu cuerpo, tan idéntico al mío, tan diferente en absolutamente todo. Mis brazos poderosos se adueñan de tu figura, los tuyos lánguidos se acomodan sobre mis hombros. Mi rostro sonriente expresa mi seguridad, el tuyo escondido transmite derrota. Mi espalda recta demuestra mi fortaleza, la tuya encorvada tu fragilidad. Todo tu cuerpo está sumido bajo el dominio del mío. Como siempre debió ser.

Como ahora pretendo hacerlo ser.

Paso mi rostro hasta tu oído, dejando descansar mi susurro sobre la sensible piel de tu oreja, dejando que mi aliento inunde la diminuta cavidad.

- Solo tengo una última cosa que reclamar. -

Te beso entonces con un apetito desconocido, con un deseo irracional. Y sigue ahí, la siento y la disfruto, mi sonrisa que consume con su fuego tu boca.


:Saga:

No te entiendo… no comprendo que es lo que deseas… ¿sólo para esto has venido hasta acá, arriesgándote a despertar la furia del demonio que vive en mí? Eres demasiado temerario, o demasiado estúpido…

Algo que es seguro, es que eres superior a mí, en todos los aspectos. Surge como un instinto injustificable el que yo me sienta empequeñecer a tu lado, que mi cuerpo se vuelva maleable y frágil entre tus manos.

Y éstas son rudas, decididas, tal como tus labios que lastiman a los míos, empujándolos, cercenando su unión y escarbando para robarme el alma a través de la garganta. Y al terminar ese beso de asesinas intenciones, los dejas rojizos, palpitantes y cálidos. Duelen, como todo. Siento que me rompo y el proceso es insufrible sabiendo que tú lo disfrutas, que no estas aquí para recogerme o remendarme, que no eres más el hermano que añoré y por cuyo destino he vivido flagelándome.

Pareces disfrutar de tu presente. Y no te escucho reclamándome por tu pasado.

-¿A mí?- pregunto, agachando la cabeza en huída a tus punzantes ojos esmeraldas a los que el sonroje de mis mejillas parece atraer en estremecedora demasía. En mi posición a horcajadas sobre ti trato de no removerme, temiendo al más pequeño roce. Mis ojos estudian el borde de tus pantalones, esos oscuros que se ajustan a tus piernas. Y luego mis pupilas suben un poco, calcando en mi memoria la definición de tus músculos, el color tostado de tu piel, la suave apariencia de ésta…

Eres hermoso, al menos en el exterior. Tras ese disfraz no puedo asegurar que ocultas. No sé que es realidad y qué es una farsa. Te has convertido en dos personas para mí; aquella de mis recuerdos a quien echo de menos, y ésta a quien ojalá jamás hubiese conocido.

Suspiro entrecortado y cierro los ojos. Mis manos están sobre tus hombros desnudos, lo más quietas posible dentro del irreprimible temblor que somete a todo mi ser. Me es imposible no reaccionar así dada la situación en que me has puesto, esta repentina cercanía, tu hambrienta mirada y tus sugestivas intenciones.

-Yo ya no existo.- ¿Seré capaz de persuadirte? Ni siquiera yo estoy convencido de lo que quiero, o de lo que no quiero. ¿Pero para qué desearías tocar a lo que ya es prácticamente un fantasma?
- Déjame en paz.- frunzo el ceño y mis manos acuden a las tuyas, instándolas a soltar el fuerte agarre sobre mi cintura mientras uno de mis pies busca tocar el piso.


:Kanon:

-¿A mí?-

A ti. Te quiero a ti. Entero. Completo. Así como eres. Vulnerable, indefenso, cobarde, ingenuo. Tan maravillosamente débil. Demasiado para mi deseosa vanidad, esa que se alimenta con cada signo que me das demostrándome, y demostrándote, qué tan mío que eres. Porque no te niegas, no te opones. Y a mi eso sólo me enloquece.

Sonrío perversamente, estas tan quieto, tan inmóvil. Solo me observas. Tu vista recorre mi pantalón, mi abdomen, mi cintura, mi pecho. ¿Te gusta lo que ves, Saga? Por la inquietud de tus pupilas adivino que sí. No importa que cierres tus ojos, no puedes esconderme nada.

-Yo ya no existo. Déjame en paz-

Ni siquiera puedes intentar esconderte a ti mismo. No puedes negarte, ni aunque ambiciones resistirte. Y esas manos jamás llegan a las mías, y ese pie jamás toca el piso. Todo se queda tal y como está, porque son mis manos las que toman tus tembleques muñecas con decisión, sosteniéndolas con una sola de mis manos detrás de ti, mientras con la otra busco tu barbilla. Cabe decir que tu pie, viéndose solo, igual que su cobarde dueño no se atrevió a seguir su camino en descenso.

Y todavía sosteniendo tus manos y barbilla, cierro los ojos y dejo que mi sonrisa esta vez saboree tu cuello. Se encarga presuntuosa de marcarlo perfectamente, de devorarlos con húmedos besos y descaradas succiones. Cada beso es una victoria, cada mordida una marca de tu derrota. Carmín, como la sangre. Serán tus heridas de guerra hermano, para que siempre sepas que perdiste ante mi.

Dejo tu barbilla en libertad, mientras mi mano ahora se cuela por debajo de tu túnica alcanzando tu pantorrilla. Pego mi mejilla a la tuya, jadeando sobre tu piel, soltando junto a tu oído mis pesadas palabras.

- Pero claro que existes... ésta que toco es tu piel ... –

Hablo con mi eterna sonrisa, casi carcajeando sobre tu sudado rostro. Mi mano se desliza hacia arriba por tu pierna, apretando mis dedos con rudeza sobre tu piel, fundiendo mis yemas con ella, dejando rojos senderos allí por donde las paso, llevando siempre tu túnica conmigo en mi camino en ascenso por tu larga y perfecta pierna. Paso mis dedos acariciando tu rodilla por detrás, alcanzando su muslo por debajo. Elevo tu pierna con algo de fuerza, sonriendo con el tosco gesto, y deslizo mi mano lentamente, gimiendo hondo al finalmente acariciar parte de tus glúteos.

- Este eres tú. Existes y eres mío. –

Mi voz ronca choca contra tu oído, y suelto finalmente tu mano. Con ambas, me deshago de tu túnica en un rápido y agresivo movimiento, desgarrándola, arrancándote un grito con el que mis entrañas se retuercen de satisfacción.


:Saga:

-Ah!- no puedo reprimirlo, la alarma me invade al apreciar lo fácil, veloz e implacable que avanzas… al sentirme desnudo y saberme bajo tu merced. Al escuchar tus risas y tener la noción de que mis oídos no pueden cerrarse ante ellas, ni mi imaginación convertirlas en tiernos murmullos que preferiría mil veces.

Tus caricias me lastiman tanto, como en una parte de mí ser que desprecio, resultan placenteras. Nunca alguien me había prestado la atención que tú ahora, reclamándome como tu propiedad. Y mi piel reacciona inexperta, con instantáneos escalofríos y consecuentes rubores.

Tuyo…

Me gustaría que fuera cierto, que de verdad pensaras así. ¿Pero acaso me protegerás, me sacarás de aquí? Lo dudo mucho…

Aspiro con fuerza por la nariz un instante antes de sacudir la cabeza de lado a lado, removerme todo para que me sueltes, pero ceso demasiado pronto…la visión de tu mano libre acudiendo a desabrochar tu pantalón me perturba, me asusta, y me inmoviliza como presa encandilada.

¿Pero por qué haces esto? ¿Quieres dañarme, simplemente? ¿O es por otro motivo distinto?

Lo haré, me ilusionaré pensando que así es. Y que te comportas de esta forma porque de otra manera no sabes llegar a mí, de otra manera no podrías ser tú, y la bandera de venganza es la única que se te permite.

Y creyendo eso, al menos mis lágrimas se apaciguan.

-¡Espera!, espera por favor…- te suplico, y ceso mi resistencia para aplacar tus avances. Me inclino hasta dejar la frente sobre tu hombro, sin poder reprimir un quejido suave ante el agarre que inmoviliza mis manos y me incomoda. Aprieto la fusión de mis párpados, dejando salir la remanente humedad que se concentraba sobre mis ojos; el par de gotas se incendian sobre mi enrojecida piel, y caen a la tuya combinándose con el sudor que tus poros comienzan a emanar, saturando mi sentido del olfato.

-Kanon…-gimoteo, moviendo mis rodillas para reacomodarme, insólitamente, más cerca de ti. Mis labios, hablando tan cerca de tu piel, terminan pegándose a ésta del todo, y así, respondo a las bruscas mordidas que tú diste sobre mi cuello y cuyas marcas aun laten sordamente, con tímidos besos que estudian el ritmo impetuoso de tu pulso.

-Kanon, ¿me amas?...- pregunto finalmente, sintiendo que mi voz se quiebra, pues la sospecha de una respuesta negativa es tremenda. Pero me has dicho tuyo, y eso me deja, estúpidamente quizás, una mínima esperanza que haría de esto, de lo que quieres reclamar, algo a lo que yo podría entregarme sin que significara tanto dolor.



:Kanon:

Mi mano libre, sorprendentemente, detiene su trabajo sobre mi pantalón. Una de mis cejas se eleva mientras mi sonrisa se vuelve algo mas retorcida. No es que porque estés prácticamente temblando sobre mi cuerpo, ni porque te aferres lastimeramente a mis oídos, ni mucho menos porque hayas gimoteado para hablar. No es porque primero me hayas suplicado inútilmente porque me detenga que lo hago.

Es por lo que has dicho.

Por lo que me has preguntado.

Y yo me pregunto, gran Saga de Géminis, ¿podrías tú ser más patético?

Lo que era una sutil pero marcada sonrisa, se convierte en una amplia separación de mis labios que da lugar a las más hondas carcajadas.

Solo hay una cosa que amo de ti Saga. Y es lo que me haces sentir.

Amo la forma en que logras que viendo el arruinado ser que eres yo ascienda sobre ti. Amo el poder que me das al ser como eres, la forma en que me permites avanzar sobre ti sin oponerte. Amo cada gesto de súplica, cada temblor inconsciente, cada gimoteo desesperado tratando de resistirte, cada vez que bajas tu rostro escondiendo tus temblorosas pupilas del fulgor de las mías.

Amo que luches por detenerme, porque el imponerme una y otra vez ante tus endebles acciones me llena de dicha. Amo tu osadía al preguntarme algo a lo que de antemano sabes la respuesta. Amo que todavía me des mas armas para destrozarte poco a poco.

Con una última carcajada, mis ojos vuelven a clavarse en ti, absorbiéndote con la mirada. Mis manos toman las tuyas, y las obligan a viajar hacia el borde de mi pantalón. Y yo solamente sonrío casi degenerado con el tembloroso tacto de tus manos con mi piel, porque me trastorna que seas tan maleable. Tan blando aquí sobre mis piernas. Y sabiendo que tus manos podrían llegar a derretirse, decido ser yo quien se deshaga de mis pantalones, lanzándolos lejos. Mis brazos vuelven a rodear tu cintura, pegándote a mí, frotándote contra mi cuerpo.

- ¿Tú que crees, Saga? ... ¿Eres digno de recibir mi amor?

Paso mi lengua por tu garganta, mordiendo tu mentón, ahogando un gemido en tu boca cuando llego a ella y tomo un beso, desenfrenado, apasionado. Tomo tu labio inferior, y lo muerdo con violencia; te lastimo, extasiándome con la sangre resbalando por mi lengua.

- ¿Es esto amor, Saga?

Una de mis manos se planta firme sobre tu espalda baja y otra un poco mas abajo, apretándote contra mi cuerpo, friccionándote contra mis caderas. Tu cuerpo, sin nunca perder su manejable fragilidad, comienza a surtir el efecto que busco sobre el mío, y mi erección, palpita. No me tomo el tiempo para prepararte, ni para avisarte. Simplemente te elevo sobre mis caderas, y te dejo descender de a poco sobre mi miembro.


:Saga:

Ni siquiera soy capaz de gritar…mi mandíbula se tensa obligando a mis dientes a realizar una derecha e impenetrable formación. Mi espalda se arquea cuando el agudo dolor viaja desde el final de mi columna vertebral hasta mi nuca donde explota para darme la sensación de que has triturado mi cerebro. Con tus acciones tanto como con tus palabras…

Una gota de sudor, más gruesa que las demás incontables que se cuelgan a mis poros, desciende por un lado de mi frente, baja lento proporcionándome una idea de la velocidad a la que el tiempo transcurre, porque todo mi alrededor lo percibo alterado y no me confío de enjuiciar ese evento en segundos o infinitud. Aunque a mi me parece una cruel eternidad.

Y suspendido en ese momento, al sentirte dentro de mí, me niego a realizar más movimiento. Mis uñas se entierran a tus hombros mientras me mantengo en lo posible levantado, negándome a ser invadido por completo al presentir una completa partición de mi cuerpo, no hasta que tú me lo exiges, manejando mis caderas a tu antojo, presionándolas para descender bruscamente.

Y finalmente vuelvo a respirar. Un jadeo superficial sale de mis labios que se abren y sueltan silenciosos alaridos, simple aire que no carga sonido. Así, aspiro igual de insuficiente, manteniendo a mis pulmones al límite de su esfuerzo.

Cabeceo hacia adelante, mis cabellos se sacuden al frente, algunos pegándose a mi rostro, otros más largos azotan con sus puntas contra tu pecho. Son más valientes que su dueño y se atreven a castigarte.

-N-no soy digno…- Balbuceo inclinándome más, mis ojos se abren brevemente y me encuentro para mi vergüenza, con mi erección rozando tu abdomen e hinchándose enrojecida a cada segundo. Y no lo entiendo…porque no lo estoy disfrutando, en realidad no… siento que me robas todo y me cuesta mucho aceptarlo tranquilamente.

A cada latido de mi corazón una angustia abrumante surge y convierte a mis lágrimas en algo imperecedero, el gesto en mi rostro de contrariedad jamás cambia, si bien algunas facciones se relajan en nimiedad por fracciones de segundos. Y el sentimiento de que me arrollas destruyéndome, cada vez que mi intimidad pulsa contigo adentro lastimándome, se incrementa, sin importar las reacciones traicioneras que mi cuerpo pueda presentar.

Siento que mis piernas se quiebran cuando repentinamente empujas hacia arriba, inconforme con la renuente manera en que mi cuerpo te recibe. Pero es que ni siquiera le advertiste… ahora mi interior quema, arde, te abraza celosamente en venganza y apenas si podrías sentirte cómodo en tal ambiente. Pero siguiendo a tu rebelde naturaleza, retas el impedimento y elevas tus caderas una vez más, provocándome un sobresalto que se repite momentos después, y así, tus arremetidas y mis respingos adquieren un ritmo, pero nunca llega a ser armonioso para mi sistema nervioso… los escalofríos torturan horriblemente a mi piel, mis entrañas se consumen estrujándose, y mis labios y nariz, simplemente no se dan abasto... no puedo respirar…

-Pero…-pauso, cuando de nuevo me atacas haciéndome gemir sentidamente y morder mis propios labios, empeorando así las heridas que ya antes provocaste y forzándome a saborear mi propia sangre.

-No...no has contestado mi pregunta…- insisto cuando me siento finalmente cercano a desfallecer, y mi rostro busca el tuyo; dejo mi mejilla sobre la tuya y enredo mis manos en tu nuca. Con mis agitados suspiros le comparto a tu oído un secreto sin palabras que tú jamás entenderás.


:Kanon:

Detuve todo movimiento. Desaparecí mi sonrisa. Afilé mis ojos, nublados entre la furia y el placer, clavándose en algún punto por sobre tu hombro.

Cómo es que te atreves... a interrumpirme por segunda vez. ¿Acaso fui demasiado gentil en la primera? Cómo es que todavía no te das cuenta de que, contra mí, no puedes rebelarte.

Te sujeto con fuerza por los hombros, alejando tu cuerpo con un seco movimiento de mi torso, y mis ojos tienen ahora a los tuyos en la mira.

Me pongo de pie saliendo de tu interior. Torciendo mi boca desquiciado, me coloco a tu espalda empujándote contra el trono. Presiono tu espalda, provocando que tu cuerpo se incline sobre éste y tus manos busquen apoyo sobre el respaldo.

Me asomo a tu oído, pegándome a tu espalda, rozando mi hombría entre tus nalgas y te susurro venenoso.

- Esta es la forma en que te amo... postrado ante mi, doblegado ante mi presencia.-

Te penetro sin miramientos, con una estocada potente y precisa. Tomo tu cabello en un puño, jalándolo, acercando arrebatadamente tu espalda a mi pecho, acercando esta vez tu oído a mis labios, que lo esperan siseantes. Dejo que mi lengua salga, serpentee contra oreja, susurrando venenosa.

- Te amo... Saga... -

Aflojo un poco el agarre de tus cabellos, abandonado tú el arco que tu espalda se obligaba a formar. Me tomo unos segundos para embestir con mas fuerza y perderme en las sensaciones de colapsar contra tu cuerpo, resbalar dentro tuyo, reclamarte de la forma mas primitiva posible. De hacerte mío. Reclamarte como tal.

- Amo como te entregas a mi sin resistirte... amo como te encanta tener dueño, te encanta que sea yo quien te domine... -

Mi mano se dirige rápida a tu miembro. Mi sonrisa entonces regresa, cínica y sarcástica, mezclada con el placer que tu cuerpo retorciéndose me provoca, te masturbo con violencia, quiero oírte gritar de dolor Saga. Te quiero rendido ante mí.

Vuelvo entonces a tirar de tu empapada cabellera con fuerza para contestar una vez mas tu pregunta, y mis labios vuelven a pegar mi sonrisa a tu piel, empujándome contra ti, jadeando mientras siseo intenso y divertido.

- Te odio... -


:Saga:

-¡Calla!- ¡No te tolero! ¡No acepto que portes mi rostro y te llames mi hermano! Prefiero pensar que te maté hace tiempo, vivir con esa culpabilidad, pero no puedo asociarte con la imagen que mi memoria guarda de ti, por lo tanto tampoco profesarte el amor que mi corazón ha embodegado para cuando llegara el momento de demostrarlo.

Ahora a ti claramente no podría interesarte menos.

-Basta… ¡Basta!-Grito raspando mi garganta, sintiendo que mi voz se agota, y los siguientes sollozos se atoran incrementando la incapacidad por respirar que me provocas. Mis manos se hunden en el terciopelo que cubre el mullido respaldo de la elegante silla; una que aborrezco y no dudo en castigar con mis uñas, desquitando de la única manera que puedo en esos momentos el desprecio que me causas hacia mi propia vida.

Obviamente ignoras mis peticiones. De verdad compruebas lo dicho durante tus crueles juegos, y me odias, pones en práctica tal sentimiento, no te lo guardas como yo con lo que siento por ti.
Somos realmente mundos diferentes…

-¡Ahh!…- mi cabeza se lanza hacia atrás cuando me castigas tirando una vez más de mis cabellos. Al volver a mi cabizbaja posición la gravedad llama a más lágrimas para que salten de mis ojos. Me hago hacia delante hasta contactar el rostro sobre el respaldo, enjugando la humedad que baña mi rostro y soportándome cada vez que arremetes brutalmente contra mí, como si quisieras atravesarme, desgarrarme más que físicamente y dejarme muerto a tus pies.

-¡Nh!-aprieto mis labios y mis ojos escocen de lo fuerte que se cierran. Ladeo el rostro, restregando la frente sobre la tela en que me recargo…tu mano me estimula con fiereza, y los resultados que obtienen multiplican mi bochorno; me imagino cada poro de mi rostro en un rojo intenso que seguro disfrutarás, como cada una de las muestras de rendición que te ofrezco, en cuanto termines, me dejes voltear y me aprecies totalmente derrotado.

Sin embargo, hay una parte de mí que odia perder. Una parte cuyo control no me pertenece y que no disfruta lo que me haces porque se siente aludido. No espera más; en cuanto continuos espasmos me recorren y exploto casi al mismo tiempo de que tú me marcas con tu esencia, ardiente cual lava en mi interior, ‘él’, sin dejarme descansar aunque me sienta exánime, me obliga a girar finalizando la dolorosa fusión que me unía a ti.

Mis manos te empujan con una fuerza sobrenatural, recurriendo al poder del cosmos. Pero no admiro como terminas estampado contra la puerta al otro lado del cuarto; ya he caído de rodillas al suelo. Mi espalda busca apoyo en el trono y cierro mis ojos, esperando a que vuelvas, furioso, y termines con tu cometido. Sé que te llevarás todo lo que me mantiene vivo.


:Kanon:

Hasta verte empujándome enojado, me fascina. Gozo ver la forma en que te altera lo débil que eres. Relamo mis labios al saber que el culpable soy yo.

¿Estás herido hermano? ¿Acaso he mancillado tu orgullo?

Camino de nuevo hacia ti sonriendo, desnudo y sin pudor, llenándome de orgullo al imaginarme, sintiéndome aún más triunfador. ¿Qué más perfecta imagen que ésta? Mirarte de esa forma, ahí desarmado casi tirado en el suelo. Y el que está de pie soy yo.

Tomo tu barbilla con una dulzura irónica, obligándote a alzar el rostro y mirarme. Mis pupilas bailan y brillan tan alegres, estoy tan satisfecho. Mi sonrisa de seguro ya te lo hizo saber.

- ¿Qué sucede, Saga? ¿Acaso te disgustó mi trato?-

Suelto tu rostro y me deleito al ver como cae de nuevo, flojo tu cuello y clavándose tus llorosos ojos en la roja alfombra que adorna el cuarto. Me yergo satisfecho, admirando desde mi altura tu perfecta silueta igual a la mía, todo tú tan perfectamente destrozado. Invoco mi cosmos una vez más y mi escama obediente acude al llamado, vistiendo mi cuerpo una vez más.

Entonces sí, me hinco sobre mi rodilla, sin alcanzar todavía la altura de tu cabizbajo rostro, así que lo tomo con fuerza por tu barbilla, dejando tus hinchados labios a sólo un suspiro de los míos. Y sonrío, como siempre.

- ¿Por qué no te defiendes, Saga? ¿Por qué no me encierras en Cabo Sunión?-

Sé que no puedes, y tú lo sabes también. Estas completamente acabado, doblegado por tu propia debilidad, y rendido ante mi. Aunque no puedo evitar que un escalofrío recorra mi espina, recordando aquella desgraciada cueva, la forma en que me abandonaste. El solo recuerdo opaca la dicha que me trae el momento, y da paso al profundo y resentido odio que te he guardado todos estos años.

Por un momento la exquisita idea de encerrarte en Sunión como tú lo hiciste conmigo asalta mi mente. Sin duda en cuestión de días, preso de la desesperación y la inseguridad, te dejarías morir sin luchar. Te falta la voluntad, esa que yo tengo. Por eso ni siquiera ahora puedes ponerte de pie. Y por eso justamente te dejaré en este lugar, donde en tu soledad serás protagonista de tu propia caída.

Me pongo de pie nuevamente, regodeándome una vez mas con el festín que así significas para mi ego. Mi sonrisa vuelve a adueñarse de mi rostro. No puedo evitarlo Saga… ella te adora tanto.


:Saga:

Y das la vuelta para comenzar tu marcha hacia la puerta por donde rato atrás entraste triunfante, aun sabiéndote traidor a lo que este sagrado lugar representa. Pero nunca como yo, en eso no me superarás. Los más crueles castigos en el infierno están apartados para mí.

Una de mis manos, demasiado temblorosa pasa bajo mis ojos y recoge las lágrimas en cuanto éstas surgen, repitiendo el purificante movimiento un par de veces antes de resignarme a la eterna presencia que advierten tener sobre mi rostro.

Levántate. Mátalo.

Una parte de mí quiere convencerme. Me repite que soy mucho más fuerte de lo que me creo y de lo que tú me supones.

Pero yo no puedo hacerlo, esta vez no me siento capaz de intentarlo siquiera. En cuanto a ‘él’ se refiere, sí me he fortalecido, pues puedo retarlo justo como ahora sin excesiva dificultad.

Le obedezco en parte; me levanto, aunque todo mi cuerpo es azotado por corrientes de dolor que convierten el proceso de ponerme en pie en algo casi imposible; debo acudir a los apoyabrazos del trono para sujetarme, y no dejo de plantar mi mano sobre uno de ellos para evitar caer.

-Kanon… lo lamento.- Detengo tu avance con mi repentino llamado. Es algo que he querido gritarte desde el momento en que azoté la reja de aquella celda apartándote del mundo. Pero como si jamás me hubieras escuchado, tu efímera vacilación pasa; retomas tu soberbio caminar, tu armadura resonando en cada movimiento. Giro mi rostro agachándolo, sin desear ver como abrirás la puerta para irte con la misma orgullosa naturalidad que te trajo.

Mis rodillas amenazan con flaquear en cualquier instante, pero no puedo rendirme cuando falta tan poco…en cuanto te vayas, tendré que correr en busca de una túnica que reemplace a la que yace maltratada por tus manos en el suelo, esa que cubría mi cuerpo antes de que lo mancillaras. Teniendo presente mis últimas obligaciones es que me contengo de seguir infantiles impulsos y logro quedarme quieto.

Porque en mi cabeza la fantasía de correr a tu lado y rogarte por que me lleves contigo, como tuyo que me has proclamado, surge súbita y angustiante. Tengo que cerrar los ojos en un pueril intento de apagar todos mis sentidos para que el sonido de la puerta abriéndose, y enseguida cerrándose, no alcance mis tímpanos; entonces no se entere mi corazón y así éste aguante un poco, sólo un poco, más.

El silencio sin embargo, resulta inesperadamente desgarrador.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).