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Geist por Shun4Ever

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Notas del fanfic:

Aquí os dejo la portada de Geist

 

En un reino lejano los bondadosos y bien amados gobernantes se encontraban esperando la llegada del que sería su segundo hijo. Hades, que así se llamaba el rey, estaba dando vueltas en la alcoba esperando noticias de su esposa o de su pequeño bebé al tiempo que abrazaba a su primogénito, que para ese entonces ya contaba con cuatro años de edad. El pequeño se estaba durmiendo en los brazos de su padre cuando de pronto la puerta de la alcoba se abrió de un portazo, cosa que hizo despertar al pequeño príncipe.

- Saori, por favor.

- Si señor.

La niñera recién llamada se apresuró a encargarse del pequeño para que así, su rey pudiera ver a su amada esposa. Hades entró como un torbellino en la habitación, para encontrarse a su mujer blanca, sudada pero con una sonrisa en la boca mientras tenía en brazos una pequeña mantita. El rey se acercó a la reina y la besó con pasión desbordada por la alegría de que esta estuviera en perfecto estado tras las complicaciones del embarazo.

- Es un niño – Dijo la reina que no pudo evitar las lágrimas que resbalaban por su cara – y esta sano.

Hades sonrió besando nuevamente a su esposa para después cargar a su pequeño hijo en brazos asombrándose del parecido de su pequeño.

- Vaya. Se parece mucho a mí.

Pandora, que así se llamaba la reina, solo sonrió a su amado rey.

- Mi señor – interrumpió la mujer que había ejercido de comadrona haciendo una reverencia – Lo lamento pero ambos deben descansar.

- Muchas gracias por todo Hécate. – Dejo al recién nacido cuidadosamente con su madre y le entrego un pequeño saco con monedas a la matrona – Mi familia se lo agradecerá eternamente.

La mujer hizo una pequeña reverencia tras agradecer el presente y salió de la habitación para dejar a los reyes con el nuevo miembro de la familia. Saori interrumpió el momento para dejar pasar al pequeño Ikki, que se acababa de despertar y estaba deseoso por ver a su mami y a su nuevo hermanito. Pandora llamó a su primogénito que corrió hacia ella para subirse a la cama y aposentarse cerca de su mami y su nuevo hermano.

- Es padre en pequeño.

Hades no pudo evitar reír y se sentó junto a su familia en el lecho que ocupaba su cansada esposa.

- Este es el pequeño príncipe Shun. ¿Te gusta?

- Sí. Yo lo protegeré como padre hace con madre.

- Ven aquí mi pequeño inmortal.

Pandora atrajo a su pequeño hasta su pecho abrazándolo fuertemente. Al pequeño príncipe lo conocían en el reino como el pequeño inmortal, pues desde que había nacido había sobrevivido a un montón de enfermedades que todos tachaban de incurables y ahora estaba fuerte y sano tras cuatro duros años, en los que los reyes creyeron se quedarían sin descendencia y sin embargo, como caído del cielo les había llegado aquel pequeño ángel, cuando habían perdido toda la esperanza de un nuevo miembro en la familia.

- Que quietecito está nuestro ángel.

- Esperemos que no sea tan rebelde como Ikki.

- Vamos pequeño – Hades se levantó del lecho al ver el creciente cansancio de su reina – Dejemos dormir a madre y al pequeño, ¿si?

Saori, que había estado quieta en la puerta de la habitación se apresuró ante el comentario a encargarse del bebé para que la reina pudiera descansar.

- Gracias Saori. – Dijo con cansancio la reina – Tu siempre tan atenta con mis hijos. Ojala Dios escuchara tus plegarias y te diera aquello que tanto te está negando.

- No me dé las gracias, mi señora, pues nuestro Dios ya me ha dado la familia que tanto anhelaba gracias a ustedes por acogerme en palacio.

Hizo una nueva reverencia y tras cargar al bebe en brazos y a Ikki con otra mano salió de la habitación dejando al matrimonio solo. Hades se quitó la ropa y se acomodó al lado de su mujer en el lecho tratando de moverla lo menos posible.

- Mi vida – Dijo el rey incorporándose para besar a la reina – Gracias por un nuevo hijo.

- No me las de a mí, sino a nuestro señor. Él nos permitió tener a este ángel – Dijo la reina tras recibir el beso de su amante esposo - y a nuestro inmortal.

- Se las he dado a nuestro Dios todas las noches desde que conocimos la noticia, ahora es el turno de agradecérselo a la madre. ¿Qué presente quiere mi vida?

- Ya tengo todo lo que quiero Hades. Os tengo a vos y a los niños, no podría pedir nada más pues nada más me haría feliz.

El primer año del príncipe Shun pasó entre alegrías y buenas cosechas, como si de una bendición del cielo se tratara, pero una tarde de invierno, cuando el astro sol no duraba mucho en el firmamento, un ejército entro en el reino destrozando todo a su paso. Las mujeres eran violadas, los hombres matados sin piedad y los niños… De lo que les hacían a los pobres, era mejor no nombrarlo, pues carecía de nombre.

Aunque las tropas del reino Herno se dispusieron para enfrentarse al ejército de espectros, que así era conocido el ejército invasor, no pudieron hacer nada y estos acabaron entrando en el palacio llevando a su comandante y rey a la cabeza.

En la habitación del trono, el rey se encontraba preparado para enfrentarse a la misma muerte de ser necesario, acompañado por sus más leales y letales guerreros esperando en silencio la entrada de aquel rey vil y traidor que les había invadido, cuando por la puerta del servicio se dejo ver la reina, bien protegida con las armaduras que una vez ya fueron portadas por ella misma en batalla.

- ¿Qué haces aquí? – Se acercó enfadado hacia su recién llegada esposa - Te dije que huyeras con los niños.

- Hades. No me marchare de vuestro lado. – Dijo con un deje de indignación, aguantando las lágrimas en sus ojos – Los niños están a salvo, fuera de palacio, pero no me mande dejarle, porque no lo haré. Me casé con vos para lo bueno y lo malo y defenderé lo que es mio aunque sea con mi vida.

- Mi amor – Hades se reblandeció y acabo estrechándola entre sus brazos y besando fuertemente sus labios. Cuando este se rompió, le entregó su espada – No os separéis de mi. Yo seré los ojos en su espalda, como vos seréis los míos.

Pandora se posiciono cerca de su marido y los guardas les rodearon al notar las puertas principales abrirse. Por ellas entraron gritos, alaridos de dolor acompañados con el olor inconfundible de la sangre y las sombras cobraron forma. Los espectros rodearon a los pocos caballeros allí presentes y se encargaron de darles batallas, mientras el rey y la reina quedaban frente al rey atacante. Pandora no se podía creer a quien veían sus ojos y se notó intranquila, siendo sujetada fuertemente por la mano de su marido, le vinieron renovadas fuerzas para enfrentar la situación.

- Vaya! Veo que nos volvemos a encontrar – miró a Pandora con lascivia y pasó a mirar al rey del lugar con un deje de odio en sus palabras – amigos.

- ¡Desalmado!

Gritó la reina con todas sus fuerzas tratando de plantarle cara, pero Hades, un tanto más sabio y frío en la batalla, se posicionó delante de ella, siendo este quien encarara la basta espada del invasor. El acero chocó y quedaron ambos reyes enfrentando su mirada. Uno defendiendo lo que era suyo y el otro queriéndose llevar a la fuerza aquello que nunca le perteneció. Un breve momento y entre risas, un poco inadecuadas para el momento, el invasor bajó la espada y comenzó a hablar.

- Una vez le dije que sería mía y así va a ser.

- Está loco Radamantis, si cree que le voy a entregar a mi esposa. Ya la salve de sus manos una vez y lo haré de nuevo aunque sea lo último que haga en esta vida.

- Cállate!

Le ordenó Radamantis al tiempo que lanzaba su espada nuevamente contra el rey de Herno. Hades esquivaba con total frialdad la espada del rey de Konda, mientras el otro la lanzaba cada vez más despiadadamente y sin control, tratando de herir a su presa sin siquiera pensar en los ataques más convenientes. Sin duda estaba ido por la rabia y eso era lo que hacía tan difícil la pelea entre ambos guerreros. Pandora miró a su alrededor como tratando de avisar a sus guerreros de que prestaran ayuda a su rey, cuando vio como el último de sus letales guerreros caía bajo las manos de uno de los espectros de Konda. La reina alzó con desesperación su espada y se apresuró hacía el invasor que tan salvajemente acorralaba a su esposo. Casi con rabia y despechada le clavo la espada en uno de los costados pero sin hacer mayor daño al rey vecino.

- A ellos, mis espectros!

Este gritó con un alarido y sus espectros se lanzaron sobre los reyes de Herno, que quedaron indefensos y rodeados por espectros. Dos de ellos se lanzaron sobre el rey y este, a duras penas, pudo mantenerlos a raya, cuando le llegó un golpe certero y traicionero por la espalda, haciéndolo caer sobre el pecho de mujer, que lo sujetaba entre llanto.

- Llévenselo muchachos. Ya saben que hacer con él.

Los espectros se abalanzaron sobre el rey de Herno y lo sacaron a tirones de los brazos de la reina, que ahora quedaba a merced del rey de Konda.

- Ahora serás mía, como debiste serlo hace mucho.

- Podrás tener mi cuerpo – Decía la reina mientras lágrimas amargas recorrían sus mejillas – pero JAMÁS – hizo hincapié en aquella palabra haciendo que Radamantis se enfureciera – tendrás mi corazón.

Enfadado el rey de Konda, se lanzó pobre la reina de Herno, pegándole tal bofetada que la muchacha quedó tendida en el suelo casi inconsciente. Suspiró profundamente y ordenó a los espectros aún presentes.

- Encontrad la torre más alta y dejadla allí. A partir de ahora seré el rey de Herno pues me desposaré con ella en la siguiente luna llena.

Y así fue como en la siguiente luna llena, la reina de Herno fue obligada a tomar como esposo al rey de Konda, fusionando ambos reinos en uno solo. Radamantis había dejado a ambos reinos en total miseria y decadencia y del que fuera el hermoso y pacifico reino de Herno, no quedó más que la que fuera la reina. Ahora su situación era precaria y solo se la veía como la esclava sexual del rey de Konda siendo tomada a la fuerza todas las veces que este así lo deseaba. Lloraba desconsolada por lo que le estaba tocando soportar, pero en el fondo de su alma deseaba que sus hijos estuvieran bien y que Dios los protegiera de las manos de ese lunático que ahora usurpaba el puesto de su amado esposo.

Pandora, encerrada en la torre, recordaba su vida al tiempo que observaba el hermoso volar de los dragones que se encontraban por el reino.

Siempre había sido una niña muy callada y pocos amigos eran los que le acompañaban en sus viajes. Procedía de una noble y acomodada familia en los límites del reino de Crissa y Herno, por lo que nunca pudo averiguar cual era su verdadero lugar. Le encantaba pasearse por el bosque cercano a la casa, pero un día se encontró con algo que no esperaba. Un sonido desgarrador llegó a sus oídos y con el corazón en un vilo se acercó a donde provenía el llanto. Cerca de un arrollo, se encontraba un pequeño animal herido en lo que parecía un ala. Se sorprendió pues aunque sabía de la existencia de dragones, nunca había visto uno y se decían que era tremendamente despiadados. Se acercó despacio y con un poco de miedo hasta donde el animal se encontraba recostado, pero en contra de lo que se podía pensar, la bestia ni se inquieto un poco por la presencia de la niña, sino que le rogo sin sonido alguno.

- Por favor, ayúdeme.

El dragón se dirigió mentalmente a la muchacha, que parecía extrañada por escuchar la voz de la nada. Unos segundos le costó entender de donde provenía lo escuchado y se aproximó con cautela hasta la bestia.

- ¿Cómo puedo ayudarle?

El dragón trató de incorporarse pero no lo consiguió, cayendo de nuevo estrepitosamente al suelo.

- Han matado a mis hermanos y a mi portador. – Trató de separar el ala derecha del cuerpo – Esta cosa – señalaba con la cabeza una lanza que impedía el movimiento de su ala – No puedo volar, por favor – Volvió a suplicar a la muchacha.

Pandora, ya sin duda alguna se aproximó con prisas hasta el pequeño dragón y le sacó la lanza del ala, haciendo que este soltara un nuevo alarido de dolor.

- Lo siento. Debió dolerte – Se disculpó la muchacha como si hubiera sido ella la causante de aquella aberración, pues por todos era sabido que los dragones eran animales sagrados.

La herida en donde hacía unos segundos se encontraba la lanza, se había curado por completo en pocos segundos. El dragón un poco más tranquilo se acercó a la muchacha y le acarició con el redondeado hocico, causando pequeñas cosquillas en el costado de Pandora.

- Mi nombre es Amanda - Quedó esperando un nombre.

- Pandora. Mi nombre es Pandora. – Sonrió al dragón mientras le acariciaba el gran hocico húmedo.

- Te debo la vida Pandora – Miró a uno de los huevos que hasta ahora tenía bien guardados bajo el ala sana y nuevamente se aproximó a la muchacha pero ahora ella recibió una pequeña descarga de energía – Mi generación está unida a la tuya y se protegerán ocurra lo que ocurra. – Extendió sus alas tras sujetar cuidadosamente el huevo con sus patas delanteras y alzó el vuelo – te estaré eternamente agradecida Pandora.

El dragón se marchó dejando a una muy sorprendida Pandora mirando el cielo sonriente. No sabía lo que había sido esa descarga pero se encontraba enormemente complacida por haber podido presenciar tal divinidad.

Desde entonces, los dragones se habían convertido en su pasión y gozaban de su total admiración, siendo este hecho conocido por todo el que fuera su reino.  En cuanto Radamantis se enteró de aquello, creo una nueva ley que ordenaba que cualquier dragón existente en su territorio debía ser exterminado y que si algún ser humano se encontraba ocultando o era conocedor del paradero de alguna de esas bestias, pagaría con la muerte inmediata ante tal desfachatez.


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