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Albus & Scorpius por ChiiNerak

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Notas del fanfic:

Esta historia es la primera que subo aquí, espero las disfruten, originalmente la hice para mi hermana Aku-sama, pero quise compartirla ^^ espero disfruten

Notas del capitulo:

Disfruten, comente, críticas CONSTRUCTIVAS aceptadas, críticas FEAS, ni se molesten en ponerlas... aaw nada de J.K.Rowling es mío, excepto tal vez el apodo de Scorpius; ustedes comprenderán, no me gusta mucho su nombre... en fin xD 

Capítulo 1

 

Hace mucho que no sueño, no me he permitido soñar.

No me agrada soñar, porque sueño con el pasado escrito en libros.

Una vez, recuerdo que le pedí a papá un libro de historia universal muggle, por curiosidad. Mamá no sabía que decir, pues nunca ha convivido tanto tiempo con los muggles, pero papá accedió. Me compró el más grande e ilustrado, y aquella noche, al llegar a casa, lo leí. Soñé con la Segunda Guerra Mundial, y en medio de todo el caos, Hitler mostraba una cara maniática, sonriendo cruelmente por los muggles asesinados.

 

Desde que lo leí, sueño con lo mismo en ocasiones.

 

Incluso en Hogwarts no pude dejar del todo los sueños. Ni siquiera estando riendo todos los días con Teddy Lupin, temeroso de que lo volvieran a descubrir con Victoire en un rincón, o intentando escapar de James y sus provocaciones. Había quedado en Slytherin, el Sombrero Seleccionador me había entendido mal (pensé tanto en Slytherin que me confundió y creyó que quería ir allí), y a James le había hecho bastante gracia. Desde la primera noche, en el Gran Comedor, me había hecho gestos, y al subir a nuestros nuevos dormitorios procuré ser de los primeros alumnos en ir detrás del prefecto para evitarlo.

 

Papá había dicho que ser de Slytherin no era tan malo, que esa casa habría ganado un excelente mago. Pero la mayoría de los alumnos ya me veían extraño con solo mencionar mi apellido. ¿Qué tiene de malo ser un “Potter”? ¿Acaso mi papá había sido un alumno problema y por eso se le recordaba?

 

–Esta es nuestra sala común. –Habló el prefecto una vez todos pasamos por la puerta de piedra enmohecida. El prefecto extendió los brazos, abarcando el lugar de piedra basta en el techo y las paredes. Las lámparas, sostenidas por cadenas, emitían una luz verde que le daba al lugar un aire algo tenebroso, excepto por la hoguera. Quise sentarme cerca de ella, abandonarme al calor de las llamas naranjas y olvidarme de aquella cámara que a cada segundo se me asemejaba a una prisión. –Los dormitorios de las chicas se encuentran de este lado, y de los chicos están allí. Sus pertenencias ya han sido dispuestas en su lugar.

 

Los alumnos comenzaron a caminar en todas direcciones, la mayoría hacia la hoguera. Ni siquiera sabía en donde estaban mis cosas, o mi baúl. Afortunadamente, Thunder apareció en la sala común, restregándose en mis pies mientras buscaba un poco de calor. Thunder es el gato negro que mamá me había regalado por recibir mi carta de Hogwarts, y le puse ese nombre por la cicatriz en forma de rayo que cruzaba la frente de papá. A James le habían regalado una lechuza de colores pardos, que había terminado con el nombre de Hiver “invierno”, pero yo había querido un gato. Me gustaban más, y eran demasiado lindos. Le susurré en voz baja por mi baúl, pues allí también guardaba un juguete que Thunder gustaba de morder y rasguñar. Mi gato, con aquella habilidad especial para comprender del todo mis palabras, me guió por el subterráneo túnel hasta llegar a mi cama adoselada de cortinas verdes y colchón mullido, donde me dejé caer.

 – ¿Tú eres Potter?

 Me incorporé con velocidad, observando a un chico al lado de mi cama con expresión curiosa y un brillo de orgullo en la mirada. Asentí, intentando no mostrar temor o algún temblor en las manos. El chico encogió los hombros pasando una mano por el cabello. Lo tenía oscuro, o tal vez era la penumbra del lugar, pues tampoco distinguía del todo bien su rostro. Pero sus ojos sí los distinguí, de un bonito color dorado oscuro que me gustó mucho. Con cuidado, el chico tomó a Thunder de mi cama, sentándose en el colchón mientras lo posaba en su regazo y le acariciaba las orejas suavemente.

– Me llamo Scorpius Malfoy. –Al decir su nombre me observó con seriedad. Parpadeé un par de veces, confundido.

– Yo soy Albus Potter. –Susurré, extendiendo una mano. Scorpius la miró con desconfianza unos momentos. La bajé lentamente. Tal  vez había sido muy brusco. Antes de que llegara al colchón, Scorpius la tomó.

– Pensé que también ibas a ignorarme, como el resto –susurró el joven, bajando la mirada a Thunder, mientras un leve temblor le matizaba la voz–, pero a ti también te ignoran. ¿Tanto así les sorprende tenerte en Slytherin?

– ¿De qué hablas?

– Eres hijo de Harry Potter. –Scorpius me observó, convencido tal vez de que esas palabras bastaran. –Y él quedó en Gryffindor. Los Potter son “buenos”. –Scorpius murmulló la palabra “buenos” con cierto desdén, pero no demasiado. Más bien parecía incomodidad. – Es raro ver a un Potter en Slytherin. Dicen que tu padre salvó el colegio de un mago tenebroso hace tiempo, y…

– Oye –interrumpí con algo de molestia –, no sé qué hizo mi padre, pero yo no soy él. Además – añadí, hinchando mi pecho de orgullo –, no necesito ser malo para estar en Slytherin. Él dijo que esta casa ganaría un excelente mago, y yo voy a esforzarme, pero eso no quiere decir que tenga que tener mente retorcida para lograrlo.

– Cada quien tiene la mente retorcida porque quiere. –El joven había vuelto a bajar la cabeza a Thunder, quien ya comenzaba a dormir en su regazo. –Mi padre siempre me ha dicho que tengo que mantener en alto el apellido Malfoy, y que tengo que ser mejor que cualquiera de esos… magos. –Su voz había vuelto a temblar.

– Mi padre nunca me ha dicho eso, pero dice que, mientras yo sea yo, no tengo por qué hacer caso a los demás.

Una sonrisa sincera asomó a los labios de Scorpius. Abrí los ojos, sorprendido de aquel gesto. Sentí que alguien había prendido una llama cerca de mi rostro, pues comenzaba a arder y a tornarse de escarlata.

– Yo también pienso lo mismo –La voz del chico ahora tenía un alegre matiz que me hizo sonrojar aún más –, aunque mi padre y mi madre no estén de acuerdo. Este… ¿Puedo llamarte por tu nombre…? ¿Albus?

– Sí, claro. Y yo… Yo también te llamaré por tu nombre, Scorpius.

El joven miró a Thunder un momento, mientras parecía buscar algo en su memoria. Después levantó la vista y asintió, esta vez con la expresión seria.

– No es un nombre que me guste mucho, aunque es más desagradable el otro.

– Puedo ponerte un apodo y solamente yo te llamaré así.

– Vaya –Scorpius volvió a sonreír, divertido de aquella idea –, veamos, ponme un apodo.

Miré sus ojos oscuros mientras intentaba pensar en un nombre sólo para él. Tenía uno, pero me daba algo de vergüenza decírselo. No creo que quisiera que le llamara “ange” en frente de todos, ni a mí me gustaría que me escucharan decírselo. Sobre todo si James me escuchaba. Tanto él y yo habíamos estudiado francés en los colegios muggles cuando niños, y él sí me entendería. Y no quería oír su voz burlona. No, no, tenía que ser uno especial, aunque no me llegaba nada a la mente.

Scorpius jugueteó con mis dedos, intrigado por el apodo que recibiría. Fue cuando recordé que no me había soltado, y volví a ponerme rojo de vergüenza. Su piel seguía fría, incluso manteniendo sus dedos entre los míos. Tal vez tenía mucho frío, y buscaba algo de calor, como si fuera un…

– ¡Hielo! –Tomé la mano del joven, sonriendo a su expresión extrañada. – Puedo llamarte Glace, como el hielo en francés.

Glace me suena a nombre de chica. – objetó el joven, ante lo cual encogí mis hombros.

– Tal vez… eh... ¿Pluie?

– ¿Pluie? ¿Qué significa?

– Significa lluvia en… en francés.

Scorpius soltó una carcajada y mis dedos, asustando a Thunder. Con un bufido molesto, el gato se refugió bajo mi edredón verde, acurrucándose para obtener calor.

– ¿Por qué insistes en un apodo francés?

Giré el rostro avergonzado.

– Si… si no te gusta, busco otro; estudié francés y… yo… Eh… ¿Qué tal Noir?

Esta vez Scorpius me observó con una sonrisa sincera pasando sus fríos dedos por la punta de mi nariz. Aquel gesto me hizo soltar un estornudo que volvió a asustar a Thunder, provocando que hundiera sus garritas en mi pierna izquierda. Gemí de dolor llevándome una mano a la pierna, mientras mi ropa comenzaba a dejar ver una pequeña manchita de sangre.

– Me gusta Noir –susurró el joven, mirando la herida con preocupación –, aunque esa herida no. Déjame verla.

Sin pedirme permiso, desabotonó mi pantalón. Intenté quitarle las manos, quejándome por aquella conducta tan repentina, pero él tenía más fuerza que yo, y en poco tiempo la tela dio paso a mis piernas. De la izquierda manaba una pequeña gota de sangre deslizándose hacia abajo, amenazando con manchar la sábana de rojo. Scorpius detuvo la línea carmín con la manga de su túnica negra, limpiándole hasta cubrir la herida. Quise protestar algo, pero de mi garganta salió un grito de dolor. El chico había presionado mi pierna con fuerza, deteniendo el flujo de la sangre.

– Mejor, ¿no?

Lo miré con enfado, pero su semblante sonriente no parecía recibir la emoción del mío, de modo que lo dejé de observar. Le susurré un “algo”, bajando el rostro. Sin verlo de nueva cuenta, volví a recostarme, abrazando con cuidado a Thunder. Esta vez el peso del cuerpo de Scorpius desapareció. Quise girar a verle, pero me sentía extraño. Me daba vergüenza verle. Me había ayudado y yo le daba la espalda. Eso no era lo que mis padres me habían enseñado.

– Gracias… - logré decir tras unos momentos de balbuceos, sin embargo, seguí sin ser capaz de girar a verle. Sentía sus ojos dorados posados sobre mí, con su gesto serio que ahora me parecía misterioso y… me cubrí con el edredón verde. Había pensado en la palabra “sensual”…

No, no, ¿qué me pasaba? No, me había confundido… Pero…

– Albus, ¿puedes acompañarme arriba un momento? –La voz de Noir me sobresaltó; había sonado al lado mío, y me hizo dar un brinco, provocando otra herida de Thunder en mi brazo derecho. El gato bufó, huyendo de mi cama al no encontrar paz para dormir.

– Pero ya es tarde, y no nos dejan estar fuera de la sala común a esta hora, ¿quieres que nos castiguen?

– Quiero que me acompañes arriba. No pienso salir de la sala común.

Noir se arrancó una tira de tela de la túnica negra, enredándole en mi brazo herido, y sin darme tiempo de nuevo a protestar, me tomó de la mano, conduciéndome a la fría sala común. No había ningún alumno, pues ya todos estaban dormidos, seguramente cansados del largo viaje en tren y hartos de comida. La sala común verde mostraba un brillo naranja debido a la luz del fuego de la chimenea. El chico se sentó en un sillón frente al fuego, y yo lo hice a su lado, intrigado por esa actitud misteriosa. Debido a la luz naranja, el cabello ahora le parecía más claro, y las facciones del rostro más afiladas. No supe por cuánto tiempo lo observé, sino hasta que él pasó una mano frente a mis ojos, rompiendo mis pensamientos.

– ¿Me veo feo de perfil?

Negué rápidamente.

– Perdona, es que… Creí que tenías el cabello oscuro. Y ahora, a la luz de la chimenea… Lo siento –añadí nervioso –, no volverá a pasar.

– No me molesta que me mires, Potter… –Lo miré al escuchar mi apellido con sorpresa. –Lo siento, es Albus, ¿verdad? Casi lo olvido.

– Descuida, Noir… Es que… –Mi voz se vio interrumpida por una risita. Noir se cubría el rostro, intentando ahogar aquella carcajada queda. Con algo de enfado, lo miré. No comprendía que pasaba.

– Me gusta, en verdad me gusta… Te prometo que solamente tú me podrás llamar Noir, y… yo también te pondré un apodo sólo para ti, y así estamos parejos. ¿O te gusta Albus?

– Mientras seas tú quien lo digas, no hay problema. –Murmullé, algo apenado. Noir sonrió, acercándose a mí hasta abrazarme y acercarme a su pecho.

– Albus será, entonces. –Noir pasó una mano por mi cabello, mientras yo me paralizaba, acurrucado en su pecho cálido. No podía moverme, y aunque tampoco quería hacerlo, me sentía extraño. –Es curioso. Eres casi como una chica.

– ¿Qué?

Algo extrañado, me puse en pie, alejándome medio metro de él. ¿Una chica? Por un momento pensé en James, y en su manía de molestarme. ¿Acaso Noir iba por el mismo camino? No, no quería que él se burlara de mí.

– No me burlaré de ti, Albus, y tampoco pienso decirle a nadie, aunque me sorprende un poco que pienses que soy sensual – Noir se acercó a mí, delineando el contorno de mi rostro con sus fríos dedos –. Si te preguntas cómo lo sé, es bastante fácil. Aunque no pienso decirte aún cómo lo logro. Deberás… merecer la respuesta.

Apenas pude darme cuenta de lo que hablaba o sucedía. En realidad sí que lo escuchaba, pero mi mente se había atrofiado al sentir los labios de Noir saborear los míos con algo de torpeza y suavidad. Abrí los ojos en señal de sorpresa, emitiendo una serie de jadeos agudos ante la sensación de mi vientre creciente. Levanté las manos, sujetando los brazos de Noir pero sin alejarlo de mí. El beso terminó algo de tiempo después, cuando sus labios se colocaron sobre los míos un par de veces más. Apenas me atreví a tomar un débil respiro, pues comenzaba a marearme y mis piernas temblaban. Incapaz de sostenerme por más tiempo, me dejé caer sentado al suelo. Noir me siguió, abrazándome allí mismo.

– Vamos a dormir, Albus. Mañana hay clases.

Noir… Por… Por qué…

El chico me presionó contra su pecho con un poco más de fuerza. Quería decir algo, pero sus labios volvían a temblarle, y la voz se negaba a salir. Con bastante torpeza levanté mis brazos, rodeándole la cintura. No quería que me soltara.

– No lo sé, Albus. Pero no pude resistirme, y mucho menos si seguías mirándome de esa forma.

– ¿Forma?

– Como si fuera algo muy importante y… Como si fuera lo único que te importara.

Creo que en ese momento mi rostro se matizó por completo de rojo. Había cruzado por mi mente aquel pensamiento, justo unos instantes antes de que él lo expresara. En realidad sí lo era. Lo único que me importaba en aquellos momentos era él. Noir se levantó del piso ayudándome. Después volvimos a los dormitorios, en completo silencio sin soltar su mano de la mía.

Thunder estaba sobre mi almohada, enroscado y profundamente dormido. Noir se dirigió a su cama, desprendiéndose de su túnica negra para colocarse un pantalón mullido de color verde con líneas verticales negras. Abrí mi baúl, sacando mi pijama café. Apenas había terminado de colocarme el pantalón y comenzaba a pasar un brazo por la parte superior cuando una mano intrusa me detuvo, retirando de mi brazo la prenda.

Noir cubrió mi boca, ahogando mi débil quejido. Después giró mi rostro, mirándome a los ojos con una expresión penetrante e hipnótica. Sin conciencia plena en mis actos, me recosté lentamente, seguido por el joven que ahora mostraba ojos oscuros, pero no por ello menos hipnóticos; Noir se recostó a mi lado, pasando sus dedos por mis párpados. Antes de cerrarme los ojos por completo, sus labios volvieron a juntarse con los míos, robándome el poco aliento que lograba conservar en los pulmones. Estaba ya a punto de dejarme rendir al sueño cuando sentí el peso de Noir desaparecer de mi lado. Apenas pude lograr levantar un brazo para sujetar el suyo. Después la oscuridad y la inconsciencia se apoderaron de mí, llevándome lejos de mi Noir y del cálido dormitorio.

 

Al despertar, un bulto de sábanas estaba sobre de mí, y me resultaba algo pesado para ser simples edredones. El dormitorio estaba vacío, y al ser subterráneo, no tenía idea de la hora que podía ser. Pero si era muy tarde, ya habría perdido las primeras clases y… Eso no estaba bien.

Moví con cuidado el bulto de edredones a mi lado izquierdo, mas me petrifiqué cuando comenzó a moverse, revelando dentro del montón a Noir, con el cabello rubio despeinado y los ojos aún soñolientos. Solté una risita. Se veía demasiado gracioso y… bastante tierno. Pasé los dedos por la frente del chico, advirtiendo de pronto sus ojos. No eran dorados, como yo creía que eran. Su color azul grisáceo era casi translúcido, y mostraban flojera. Sonriendo, me dio un beso en la frente mientras intentaba soltarse de los edredones, lográndolo solamente cuando cayó al piso con un golpe sordo.

– Buenos… días… –Escuché desde la orilla de la cama. Noir se levantó del piso, aún envuelto en algunos edredones. Me dirigió una sonrisa dulce, acercándose a mí hasta volver a recostarse en el colchón. –Albus… Potter… Albus…

– ¿Estás bien…?

– No, no –con voz  ligeramente molesta y berrinchuda, el joven se sentó, mirando sus manos sobre sus rodillas –, dime “buenos días” o no te haré caso.

– Buenos… días… Noir, ¿qué…?

– Si, eso está mejor. –Noir se arrojó sobre mí, mirándome a los ojos. Escarlata y quieto como me encontraba, no le tomó mucho tiempo acercarse a mi rostro hasta besarme lentamente. Dejé escapar un jadeo ahogado por sus labios, intentando reaccionar. Íbamos a llegar tarde a clases y… Era el primer día y…

– ¡Primer día! –Exclamó de pronto el joven rubio, volviendo a caer del colchón. Sin tardar nada de tiempo, abrió su baúl, colocándose en uniforme escolar con prisa, mientras yo hacía otro tanto con el mío. Apenas nos miramos, soltamos una carcajada que hizo eco en el lugar. Noir llevaba tan sólo el pantalón y la capa puestos, sin recordar la playera y el suéter, mientras yo llevaba la bufanda en forma de cinturón y la corbata anudada en la pierna derecha. Me acerqué al rubio, quitándole la capa y deslizando la playera por sus brazos, abotonándole. Después él me desató la corbata de la pierna y la bufanda de la cintura, arreglándome de igual forma. Una vez dispuestos, echamos a correr, recibiendo una reprimenda por parte de la profesora McGonagall por faltar a la primera hora.

– Y da gracias que te acordaste, o no habríamos llegado ni a la comida. –Me susurró Noir una vez tomáramos asiento en los pupitres correspondientes.

 

– ¡Eh, Albus! –Un escalofrío me recorrió la espalda al escuchar la voz de James a la hora del almuerzo. – ¿Por qué tan madrugador?

– Señor Potter –llamó la profesora a mi hermano, sobresaltándonos –, por favor guarde silencio o me veré obligada a aplicarle un castigo.

– Disculpe profesora –James sonrió por lo bajo –, procuraré no obedecerle demasiado.

– No deberías buscar problemas tan temprano, James. –le reproché sentado desde la mesa de Slytherin. James estaba justo detrás de mí, sonriendo de forma traviesa

– Mira quien lo dice, quien se despierta tarde y acaba de ser regañado –James miró a Noir de arriba a abajo, algo desconfiado –, ¿y tú eres?

– Scorpius Malfoy. –susurró Noir, sosteniéndole la mirada traviesa con la suya inexpresiva. De pronto, al ver esa expresión, mi Noir desapareció, volviendo a ser simplemente Scorpius. James movió la cabeza con un “ah” sin interés, para después volver a la carga conmigo.

– Espero no te hagas tan malo como él, Al. Mantén tu mente derechita y no retorcida como algunos otros. –Mientras decía “otros”, señaló con la cabeza a Noir, sin dejar de lado su sonrisa burlona.

– ¡Cállate, James! –Exclamé poniéndome de pie, sin poder contenerme. La profesora McGonagall me llamó la atención, esta vez amenazándome con un castigo. –No juzgues antes de tiempo, James –susurré una vez volviera a sentarme –, No… Scorpius no tiene la mente retorcida, aunque tú deberías tenerla por bromista.

– Hey –la sonrisa que James me dedicó era ahora seria, burlona y a la vez algo mala –, llevas una noche en esa casa y ya tienes mente retorcida, Al. Slytherin te va a volver gallito y un…

 

– Vamos, Albus. No tenías que enojarte tan feo.

– Perdona, Noir… Pero no me gusta que se burle, y esta vez se excedió. –Solté un suspiro, mirando al frente. El pasillo estaba silencioso, llevando una corriente de aire frío que me revolvió el cabello.

– Simplemente lo hubieras ignorado. –Noir se acercó a mí, tomando una de mis manos. Tenía una punzada de dolor bajo mi ojo. No había podido evitar mi enojo, y había soltado un puñetazo ligero al hombro de mi hermano. James, por supuesto, había golpeado con más fuerza, justo donde ahora me dolía, y sin poder contenerme más, me había puesto de pie, soltándole un golpe fuerte en el pecho. Por ende, la profesora McGonagall no vio que todo había sido culpa de mi hermano y me había sacado del Gran Comedor junto con Noir. Él no tenía culpa, pero sin decir nada me acompañó con su gesto ausente… Al menos hasta estar en el pasillo.

– No pude –reconocí –, te estaba insultando, y no debe meterse con las demás personas. Además no le hiciste nada malo para que te tratara así.

– No me importa. Desde la estación todos me ignoraban. –lo miré con extrañeza. –Es por mi padre. Hay muchas historias de él, y no son precisamente las mejores. Pero la gente no sabe conocer a alguien, y así como lo juzgan a él, me juzgan a mí.

Noir

–Por eso nadie me habló mientras llegábamos a Hogwarts en tren, ni en la cena y menos en el dormitorio.

Noir, mejor piensa en cómo vamos a convencer a McGonagall para que nos dé otra oportunidad en su clase. –El joven me observó, curioso. No quería oírlo hablar de cosas tristes. Me gustaba verlo sonriendo, o al menos sin esa máscara seria a la cual no podía acostumbrarme. Él sonrió, asintiendo una sola vez. De cierta forma, quise creer que me necesitaba. Aunque apenas llevara un día de conocerlo.

– Regresemos a la sala común. –Susurró Noir a mi oído. Asentí con pesar. Solamente habíamos llegado a Transformaciones, pues nos habíamos perdido las dos primeras clases. Con su mano sujeta a la mía, regresamos andando a la Sala común. Aquel día solamente asistimos a la clase de McGonagall.

 

 

– Sigues soñando con lo mismo, ¿cierto Albus?

Asentí con desgana mientras salíamos de clase de pociones. El profesor Slughorn me había sonreído toda la clase y me había dicho que le mandara saludos a mi “valiente y experto elaborador de pociones” padre. Noir, algo incómodo, removía su poción de un extraño color amarillo con verde. La mía, al contrario, había terminado por ser de un verde jade justo como mis ojos, aunque no había servido de nada. Tenía que ser azul.

– Deberías dejar de leer en las noches.

– No puedo, me gusta leer. Y aunque me dé miedo, la historia mug… eh… m-mágica me gusta mucho.

– Al menos lee otros libros. En la biblioteca hay demasiados. O te puedo prestar éste –Noir me extendió un libro de pasta azul. El título rezaba algo de historia medieval mágica. Negué, tallando mis ojos hasta quitarme todas las lagañas.

– Creo que me saltaré la clase de Historia de la Magia de hoy. –Susurré, entrando a la sala común. Apenas ocupada por cinco o seis estudiantes, se respiraba un ambiente tenso, y el aire frío me congeló la nariz casi de inmediato. Temblando, bajé a los dormitorios, colocándome una bufanda verde y plateada alrededor del cuello y el rostro, dejándome caer a mis cálidos edredones verdes boca abajo. Noir dejó en su cama la túnica, cubriéndose con un suéter oscuro y mullido.

– El profesor Binns apenas se dará cuenta de tu ausencia, no sé porque te preocupa una falta o dos.

– No me preocupa tener una falta o dos; la primera falta fue tu culpa. –Murmuré, sonrojado y algo nervioso. Noir me sonrió, tomando asiento en mi cama. Pocos instantes después se recostó junto a mí, cubriendo nuestros cuerpos con el edredón hasta la cabeza. Noir no esperó a que reaccionara, y me besó con fuerza, con ansias casi salvajes. Con bastante esfuerzo logré sujetar la varita y pronunciar el hechizo “muffliato”, y Noir, con el mismo esfuerzo, logró trabar la puerta, asegurándonos así de que nadie escuchara ni se entrometiera. Sería bastante molesto e incómodo y; en aquellos momentos, interrumpirnos nos acarrearía una expulsión definitiva, pues mataríamos sin piedad al atrevido.

Noir comenzó a desabotonar mi playera, sin dejar de lado ese beso pasional y frenético que me robaba el aliento a cada segundo. Cuando logró deshacerse de la prenda por completo, yo apenas tenía aliento, y mi pecho subía y bajaba con rapidez, mientras el latido de mi corazón aumentaba, golpeándome el pecho.

– ¿Seguro que sólo te saltarás esta hora? –Susurró, pasando su lengua húmeda y cálida por mi oído izquierdo, arrancándome un jadeo agudo.

– Dos horas –Le corregí, jadeando ante el camino de fuego que dejaban sus dedos en mi piel cálida y necesitada de más calor.

–Dos, ya… Entonces, habrá que aprovecharlas bien, Al. –Noir sonrió, pasando sus labios por mi frente. –Sobre todo si necesitas calor en tu piel…

– Eres bueno leyendo pensamientos en mi mente – sonreí esta vez, rozando su mejilla fina y blanca –, pero ¿cuándo pensabas decirme que eres bueno en la Legeremancia?

Sin ocultar del todo bien su sorpresa, el chico se incorporó levemente. Debido a la oscuridad bajo el edredón no vi su rostro, pero no hacía mucha falta; me sabía de memoria su rostro, sus reacciones corporales, y sus facciones al demostrar una expresión.

– Sinceramente quería que lo adivinaras, aunque tardaste algo de tiempo.

– Llevamos apenas un mes en Hogwarts – al momento de decirlo, me quedé pensando; apenas un mes de aprender magia en esa escuela especial… Y él y yo…

– Si, Al… Un mes… Y tú y yo hemos…

– Hemos… –Hemos hecho cosas de mayores, pensé en un principio. Pero con Noir no era algo de mayores. Todo era siempre improvisado, nuevo y cada vez mejor. Con él, no era solamente… tener… sexo…

Me da pena incluso pensarlo.

Pero con mi Noir… era mucho más que sólo sexo.

Solamente con él, hacía el amor.

– Así es, Al. –Un dulce beso me volvió a mi anhelada realidad. –Solamente yo te haré mío, con amor y… Te robaré también por amor.

– Me robas siempre. –

Ambos soltamos una carcajada ligera. Era en verdad maravilloso hablar con él mientras no paraba de desnudarme, ni yo de quitarle lentamente su túnica, nervioso y a la vez exaltado de sus roces.

El joven sobre mí se deshizo al fin del pantalón escolar y de las prendas interiores, mientras yo apenas podía desabotonarle el cinturón. Sin dejarme continuar, Noir dejaba caer en mi rostro su aliento cálido, cada vez que mis dedos fríos le recorrían la espalda, en busca de un punto donde apoyarme ante sus movimientos.

Un camino húmedo comenzó a formarse en mi pecho, ahí donde Noir pasaba su lengua, deteniéndose en los botones rosados que comenzaban a sobresaltar. Coloqué ambas manos en su cabello, rogándole en jadeos entrecortados y en pensamientos que no se detuviera, que continuara hasta agotar toda su energía y se llevara la mía de ser necesario.

– Albus, eres demasiado tierno. –Sus dedos largos rozaron apenas la punta de mi miembro. La ola de excitación me hizo retorcerme de placer, logrando quitarle al fin el cinturón y el pantalón de una forma un tanto brusca. Noir se llevó sus dedos a los labios, mientras mis manos buscaban un lugar de su cuerpo donde poder aferrarme. Mis fríos dedos recorrieron la piel de su espalda, logrando hacerle gemir ante mi contacto gélido.

Su voz aguda recorrió mi espina dorsal en forma de otra ola, pero mucho más violenta que la anterior. Gemí de placer ante su recorrido, pegando mi pelvis contra la suya, de modo que su entre pierna y la mía hicieron contacto.

El joven de cabello rubio juntó de nuevo su cadera contra la mía varias veces, mordiendo mi pecho hasta dejar algunas marcas rojizas. Al nacer una nueva, venía acompañada por una expresión de dolor ligero que, sin embargo, me gustaba cada vez más.

– Albus, voy a entrar… –El tono agitado de su voz me distrajo por completo, y sin escucharle lo más mínimo, le lancé los labios a la garganta, besándole con fuerza hasta marcarle una mancha violácea que le arrancó un gemido. –Albus… Tú así lo quisiste… –

Abrí levemente los labios, con intención de preguntarle, mas mi voz se vio desplazada por un grito de dolor. Noir había entrado en mi interior a la fuerza, levantándome las piernas hasta ponerlas en sus hombros. Dejé escapar algunas lágrimas de dolor.

Noir era bueno en muchas cosas. Era excelente volando, algo torpe en pociones, pero habilidoso para los encantamientos y las transformaciones. Yo, por el contrario, me gustaba la Herbología, la clase de Cuidados de Criaturas Mágicas y Defensa contra las Artes Oscuras. Ambos éramos buenos en diferente materias, y nos acoplábamos a la perfección; si yo no entendía nada, él me explicaba, y viceversa.

Pero en cuanto a esos momentos… Mi Noir era perfecto. Tan perfecto que, a pesar de que ya había estado dentro de mí una vez, seguía doliéndome incluso ahora.

– Albus… –El edredón que nos cubría se desplazó ligeramente hacia abajo, dejándome ver el rostro del joven que tanto amaba. –Albus… Eres tan cálido y estrecho…

Noir… Yo…

– En verdad… Eres como una chica –

Tras el último comentario y sin dejarme replicar, su cuerpo comenzó a embestir al mío con fuerza, sujetando ambas de mis manos para apoyarse en ellas. Mis gemidos se volvieron gritos de dolor, sin poder soportar del todo sus rápidos movimientos dentro de mí. Le oí susurrar algo, sin comprenderle del todo bien. Entre sus jadeos y mis gritos, pasaban palabras que yo no llegaba a escuchar, volando alrededor de nosotros sin poder escapar fuera del dormitorio.

Noir… –Alcancé a exhalar, entre un jadeo agudo y otro. –Noir… Yo… Te quiero… Te quiero…

El chico aumentó su velocidad, apoyado por mis palabras y la sensación placentera que aumentaba con cada movimiento suyo. Aunque en mi caso siguiera doliendo como la primera vez.

– ¿Dónde… dónde es…? –Le oí murmurar, mientras embestía mi cuerpo sin parar y sujetaba mis manos, presionándolas.

De pronto, una sensación violenta nació dentro de mi cuerpo, quitándome la respiración mientras me retorcía. Había sido tan violento que incluso Noir se había detenido, temeroso de haberme lastimado al escuchar mi grito entrecortado.

– ¿Qué… fue…? –Farfullé aterrorizado, y a la vez exaltado. Noir sonrió, dejando que una sombra le cubriera los ojos. De pronto le vi, no como el estudiante que estaba conmigo todo el día en clases y en las noches, recostándose a mi lado para dormir, y amanecer envuelto en los edredones, sino como un cazador. Parecía más adulto, más brusco, pero con una chispa de maldad y travesura que, muy lejos de asustarme, me encendió más que antes.

– Lo encontré.

Repleto de nuevas energías, volvió a embestirme, pero esta vez tocando aquel punto sensible en mi cuerpo. Mi voz aguda cambió hasta volverse gritos de placer, y mi cuerpo se agitaba violentamente, moviendo incluso la cama hasta arrancarle chillidos de metal.

Intentando retener las olas placenteras el mayor tiempo posible, encogí los músculos del interior de mi cuerpo, provocando con eso una serie de gritos por parte de Noir. Con bastante rapidez, se agachó hasta pasar los brazos detrás de mi espalda y levantarme, hasta quedar sentados uno frente al otro. Le abracé por los hombros, aferrándome a él con toda la fuerza que me era posible. Crucé las piernas por su cintura, apoyándome incluso en ellas para retenerle allí. Volví a apretar mis músculos interiores, y con mi reacción, Noir me abrazó con tal fuerza hasta llegar al fondo de mí.

– ¡Albus!

Como respuesta a su voz diciendo mi nombre, solté un fuerte gemido agudo, enterrando las uñas en su espalda con toda la fuerza que me fue posible. Noir, a su vez, gritó también, presionando mi cuerpo contra el suyo. Ese mar de placer nos había ahogado con fuerza, y ahora nos llevaba en un remolino del que nos era imposible escapar. Intenté decir su nombre, o mirarle a los ojos, pero mi cuerpo había quedado paralizado, abrumado por esa intensa marea que nacía de nuestro vientre.

El orgasmo se retiró tras unos instantes más, dejándome caer encima del colchón, y a mi Noir sobre mi pecho. Ambos respirábamos con fuerza, sin controlar el alocado pulso de nuestro corazón que latía al unísono. Sólo hasta pasados varios minutos más, sentí mi interior lleno de su semilla, y nuestros vientres húmedos de la mía.

Levanté los brazos temblorosos, pasándolos por su espalda húmeda de sudor. Le acerqué a mí, observando su rostro. Mantenía los ojos cerrados, y los labios entreabiertos dejaban pasar su hálito tibio, algo acelerado aún. Sonreí, sin poder dejar de pensar en lo lindo que se veía en esos momentos. Noir abrió los cansados ojos, mirándome con algo de berrinche.

– Tú eres más lindo, Albus. Tú sí que eres lindo, no yo.

Creo que reí en ese momento. Mi Noir podría ser siempre el más lindo chico y a la vez el más fiero cazador. Y al sonreírme, me hacía pensar en el más feliz cazador, por haber capturado la mejor presa de todas.

– No, Albus. Estás mal. –Los brazos temblorosos del chico rodearon mi espalda, y cerré los ojos para dejarme abandonar en su cálido gesto. –Tú fuiste el que me cautivó primero. Y tú eres más lindo, quieras o no.

– También eres lindo. –Susurré, levantando levemente el rostro para mirar sus ojos oscuros que tanto me gustaban. –Para mí lo eres.

Nos quedamos recostados allí varios minutos más, para después regresar a nuestra rutina escolar. Nos bañamos juntos, y esta vez como si fuéramos un par de amigos normales, jugando con el agua cual niños pequeños en la tina. Regresando a clases, y tarde para variar, James me saludó en el pasillo, y a la vez le lanzó a Noir una seca cabezada en forma de saludo. Desde aquella discusión, había aprendido a no meterse con mi Noir, o al menos aprendió que no todos eran como los pintaban siempre. Noir inclinó la cabeza en un gesto elegante de saludo, y ambos se lanzaron leves sonrisas.

– James puede ser amable en ciertas ocasiones. –Murmuré, algo intrigado por esas sonrisas que no había visto antes.

– Sí. En ciertas ocasiones… O en ocasiones en que busque respuestas de la forma equivocada.

– ¿Equivocada?

Noir sonrió, llevándose un dedo a los labios en signo de silencio. Curioso, volví a mirar a James. Después del día de la pelea en el Gran Comedor, ya no me decía cosas, y tampoco miraba a Noir con desdén. Incluso me había pedido una disculpa por el golpe, y había suplicado que no dijese nada a mis padres.

– ¿Hablaste con James?

– Algo así –una risita asomó a labios del chico –, digamos que… intentó decirme palabras de la forma equivocada.

– No me vengas con que te buscó para pelear.

– Algo así.

Noir, si los hubieran cachado…

– No te preocupes, Al –El joven soltó un suspiro que se fundió lentamente con la brisa del pasillo –, aunque hubiera querido, no me habría dado. Si lo observas bien, él es quien tiene una marca bajo el ojo. Similar a la que tenías. Si hubiera querido, y espero no te ofendas, le hubiera partido la cara en menos de lo que dices “Minerva McGonagall”. –Noir caminaba con esa elegancia natural que siempre me hipnotizaba, y me hizo tropezar en una escalera por no fijarme si había suelo bajo mis pies. –Además, él se golpeó solo. No me daba, y chocó contra un pilar de piedra. No me veas así, que no he tocado a tu hermano.

Solté risitas divertidas. Sabía que Noir no le haría daño, aunque en mi mente rondaba un James corriendo hasta chocar con el pilar de frente.

– Si, más o menos así fue –sonreí ante su voz. Solía olvidar que él podía entrar en mi mente con facilidad.

– Tendrás que enseñarme Legeremancia, Noir. Invades mi privacidad.

– No lo sé. Es divertido saber tus ideas locas.

Se le llama acoso mental, pensé, a sabiendas de que él podría ver mis palabras. La puerta principal se abrió, dejando a la brisa exterior pasar con fuerza a través de nuestro grupo escolar.

Noir caminó lentamente, quedándose rezagado a propósito. Le insistí con extrañeza. Íbamos a perder el camino hacia los invernaderos de Herbología. Una vez solos, me acercó a él con fuerza, robándome un beso frenético que me dejó también sin aliento. Noir mordió mis labios, y yo solté jadeos agudos ante su gesto arrebatador.

– Acoso mental o no, Albus… Me gusta saber absolutamente todos tus pensamientos.

– Acosador. –Bromeé, deseando de pronto que él y yo algún día, jugáramos a policías y ladrones en nuestra forma especial.

– Algo así. Por cierto, ¿policías? ¿Qué es eso?

– Son como los Aurores. Pero a fin de cuentas muggles. Siempre llevan un traje azul para distinguirse. Y deja de decir “algo así”

– Jajaja, vale, vale… Pero me gustaría más jugar a la liebre y el zorro… Y puede que te haga unas lindas orejas de conejito.

– No lo sé… si me dejas ponerte unas de gato, puede que acceda.

– Ni en sueños.

Con sendas sonrisas en el rostro, nos dirigimos a Herbología. Después de todo, si él estaba allí conmigo, y podía sonreír…

Si ambos encontrábamos el dormitorio vacío y en horas libres; usábamos un muffliato y tranqueábamos la puerta…

 

¿Qué más podría salir mal?

 

Notas finales:

Ñyaaam~ espero les haya gustado, la verdad es que me cuesta un poco de trabajo, pero me gusta como queda al final OwO en fin, espero acostumbrarme a subir los ficcs, espero les agraden... y bueno, Gracias por leer!!

Chii Nerak~ 


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