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Txavers por Alone_Starlight

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Notas del fanfic:

Esto es ficción, una recopilación de ideas que voy condensando así que puede que no vaya rápido la actualización. Los personajes y la trama son originalmente míos, aunque puede que encuentren similitudes en esta historia con otras pero no hay plagio de por medio; no he copiado la idea de nadie.


Ya saben; nada de plagiarme. Si necesitan algo de esta historia me lo piden prestado. Mientras les invito a usar su imaginación y disfrutar la aventura como si estuviesen en ella. Así iniciamos el viaje.

 

Esta historia está dedicada a mis dos amigas, únicas e irremplazables: Ara y Diana.

 

Contiene levemencion de mpreg.

 

 

 

PRIMERA TEMPORADA TERMINADA

 

LEER NOTAS DEL ULTIMA PUBLICACION, SU VOTO ES IMPORTANTE

 

 

Notas del capitulo:

La petición de un chico, lejos de caprichosa, necesaria, para desdibujar los misterios del pasado y abrir las puertas al futuro. Mientras, hay quienes sufren en silencio más de lo que podemos apreciar y disimulan esto solo expresando una parte de su dolor; la punta del iceberg. Otros intentan escalar la escalera por sí mismo y desde abajo, ignorando que alguien les puede dar un empujoncito, a su favor o no, dependiendo del lugar y las circunstancias en que esté; puede que caiga o avance de un solo golpe.

Aclaraciones de lectura:

-Letra normal: dialogo, relato.

-Letra en cursiva: pensamientos de los personajes.

Txavers

 

Capítulo Uno

 

Como flor mecida por el viento permanecía frente a las adversidades, en su melancolía emulaba los pétalos aterciopelados de las rosas al precipitarse sin mayor ánimo y cuando el éxtasis inundaba todo sus sentidos se descubría a sí mismo como la unidad de un todo que consistía en la unión delirante de su conciente y subconsciente; apoteósico y orgásmico. 

 

— Dorian… — sonrisa cándida, piel lechosa y suave a la vista, mejillas sutilmente tintadas de carmín y mirada cargada de deseo pueril en aquellos ojos negros como el abismo. Su boca abierta apenas unos centímetros y coronada por unos apetecibles labios cereza invitaban ser devorados con mesura y delicadeza, sin embargo la magia del momento fue rota bruscamente como si fuese planeado con antelación y un joven de piel morena se acercó a la mesa donde permanecían dialogando en silencio los dos comensales.  

 

— Juanny-san ¿se puede saber el motivo de su intromisión? — ojos mieles y sagaces miraron penetrantes al intruso, quien lejos de amedrentarse sonrió presuntuoso.  

 

— Le buscan. — un cuarto personaje hizo acto de presencia, tenía una apariencia andrógina y delicada que le hacía competente con cualquier mujer, inclusive la que en estos momentos se incorporaba de su lugar junto a la mesa en la terraza y ambos chicos pudieron definir similitudes y diferencias; aquella señorita era bella pero no más hermosa que su competencia, quien se hizo notar. Todos miraron a la chica, quien como doncella atrapada en sus deslices se mostró sonrojada y apenada, mirando alternadamente a su anfitrión y su visitante. Por toda respuesta el de ojos mieles solo efectuó un ademán de cabeza restándole importancia al asunto y sin añadir nada más el alma de la fiesta abandonó el lugar.

 

— La paciencia es una virtud que pocos tienen y hay que saber cosecharla, Anthony. — el otro no prestaba atención a sus palabras, su mirada seguía la silueta que antes le hiciera compañía cual fiel centinela al horizonte. El momento se extendió hasta que la figura esbelta y los hermosos rizos rubio eléctrico de la señorita se perdieron de su vista, entonces el de ojos miel centró su atención en algo más que no fuesen sus acompañantes y miró al mar. En sus ojos se avistaba un gran vacío, aún más vasto que el objeto de su embelezo, pues hay quienes en su interior guardan tan infinito espacio que el inmenso mar les queda pequeño. La fría brisa de la noche, mezclada con el viento provocado por las olas características de aquella tempestuosa playa, azotaban las costas erigida con altos y fuertes peñascos por una mano omnipotente, sin embargo aquel joven de rasgos aristócratas y alma desolada parecía insensible, enajenado e indiferente, como si todo en la vida careciese de importancia. Unos brazos de marfil rodearon su cuello desde atrás y su cabeza fue recargada contra el abrigado busto de quien antes le hablaba, que anhelante observaba el rostro amado sin ignorar los ardientes deseos encerrados en suspiros que morían por salir y entonó una canción que trajo calma al alma atribulada entre sus brazos. Los párpados totalmente poblados y cerrados, las cejas de líneas levemente fruncidas y la respiración pausada del más joven confirmaban sus deseos y fiel permaneció de pie junto a él; vivía por él y para él. Aquel otro joven, llamado Juanny por el de ojos miel, se retiró sin molestarse siquiera en alertar a los dos, para no ser descortés al romper el momento de intimidad, sabiendo de antemano el silencioso agradecimiento de su acompañante.

 

— Cuéntame esa historia otra vez, Álemi. — parecía un niño oculto entre los brazos de su madre, un viejo en la piel de un infante y un pequeño que rogaba no crecer.

 

— ¿Cuál historia, Tony? — el más joven había hecho espacio para que su acompañante se ubicase a su lado en el mueble medialuna donde ahora él permanecía recostado, con la cabeza reclinada sobre su regazo. Ambos estaban en la recámara del más joven, observando el singular paisaje a través de los ventanales de la habitación y alumbrados apenas por unas velas protegidas bajo cristal.

 

— La que siempre me has contado sobre mis antepasados, no conozco otra aparte de esa. — las hebras como oro líquido escurrían entre los dedos de marfil, que entretenidos jugaban sin prisa y la nostalgia asomó a los ojos bicromantos mientras su dueño adoptaba una mejor posición en lo que esa noche sería su lecho.

 

— Haremos algo mejor; viajaremos al pasado. — y la curiosidad emergió de entre los profundos pozos de aguamiel, revelando la inocencia y candidez de un niño que el cielo abrirse ve. — Nos remontaremos años atrás, cuando la civilización humana iniciaba en la sobrepoblación y antes del gran día del juicio… — ambos cerraron sus ojos para permitirse viajar al pasado en busca de respuestas y con sus corazones anhelantes retumbando con fuerza. —…cuando la extinción llegó… —

 

Desde otra estancia, unas figuras observaban el mismo cielo nocturno cuajado de estrellas. El gran orbe artificial era el escenario más hermoso que cualquiera pudiera admirar e incluso los más toscos y despistados así lo consideraban; el único vestigio del pasado, como un lienzo gris que con cada periodo o estación mutaba en algo cada vez mejor, desde coloridos amaneceres hasta el inigualable y negro azulado atardecer.

 

— Amo esta ciudad…— un suspiro escapó de los labios del mayor de los presentes, quien permanecía de pie junto a la ventana, con su frente recargada contra el cristal y sus manos apoyadas en las bases de las mismas. No se movió un centímetro ni prestaba mucha atención a las palabras de su interlocutor; concentrado como estaba no pensaba en lo que ocurría a su alrededor. — Deja ya de culparte, no eres un mártir Dárien. — ahora fue el turno de su compañero por suspirar.

 

— Lo sé, pero eso no evita que me sienta impotente; Tempo se ha convertido en un silente misterioso que con su sola presencia a cualquiera estremece y Dorian…— sus ojos se humedecían mientras negaba, una mano apretujando su corazón. — Está fuera de mi jurisdicción, ni siquiera puedo influenciarle; no sé qué sucederá cuando ambos se independicen totalmente. — como si del mayor soporte se tratase, unas manos masajearon los tensos hombros antes de rodearle y el mayor dibujó una sonrisa nostálgica en agradecimiento, descansando sus manos sobre la de su compañero. — Gracias, Lokhan. —  

 

— Te preocupas mucho; llevas demasiadas cargas sobre estos hombros, lo mejor es compartirla. — su tinte de voz, siempre dinámica y extrovertida, no había perdido su toque y logró sacar una sonrisa del mayor, quien deslizó su cabeza hacia atrás, descansándola en los hombros de su acompañante.

 

— ¿Qué haría sin mis hermanos? ¿Qué sería de mí si ninguno de ustedes está, Lokhan? — sus largas hebras, de un rubio platinado, se cernían como hilos de seda sobre su cuerpo y por debajo del nivel de sus caderas, revelando una majestuosa vista y proveyendo del calor necesario a ambos cuerpos.

 

— De aquí para allá no sabría decirte; creo que en realidad si tú nos faltaras estaríamos jodidos. — Lokhan soltó en carcajadas y se alejó del pelilargo. Este frunció el ceño no por su atrevimiento sino al resentir la falta de su contacto, pero su orgullo le impedía demostrarlo.

 

— Ya es tarde y debería estar en la cama. — el otro captó el mensaje y salió sin molestarse en evitar una mueca descontenta, cual chiquillo enfuruñado.

 

— Que descanses, Dárien. — el aludido asintió y cerró las puertas de su recámara, con impotencia en su faz. Se quitó la capa a juego con su traje color crema y poco a poco fue desvistiéndose, dejando caer las piezas sobre el sofá y cruzando el espacio que dividía la estancia de su lecho, cayendo por fin sobre este.

 

— Quiero ser egoísta por una vez. — pero ¿cómo hacerlo cuando tenía tantas preocupaciones.

 

Dárien era el primogénito por nacimiento de una familia casi extinta que había perdido momentáneamente su nombre hasta que fuese nombrado una nueva cabeza familiar. Sus padres habían muerto hace tiempo en un atentado según le fue informado, cuando él contaba con apenas catorce años y le tocó hacerse cargo de todo para poder mantenerse y a sus hermanos, ahora estos se mostraban reacios a su presencia luego de enterarse sobre la “realidad” de la desaparición de sus padres y culpándose entre sí e inconcientemente a él. Tenían sus razones para ello puesto que Dárien tuvo que mentirles durante años o mejor dicho mantenerse en silencio mientras los demás argumentaban y sacaban conclusiones. Habían pasado por tanto, desde la desvergüenza al ser llamados huérfanos por los de su edad hasta la discriminación y el prejuicio por aquellos que los consideraban maldecidos. No necesitaban que se los recordaran y el mayor de los hermanos había luchado por años para recuperar el honor perdido de su familia, convencer a los menores de no hacer caso al vulgo y mantener la estima de su pequeña familia, poniendo en juego su vida muchas veces y solo Lokhan sabía cuantas cicatrices adornaban su alma pues desde pequeño eran amigos. La familia de Lokhan nunca retiró su amistad de los Danae y fueron los únicos que prestaron su ayuda a los pequeños para que estos pudiesen sobrevivir, por lo menos hasta que Dárien alcanzó los diez y seis años y le tocó realizar trabajos forzados. Pese a que estaban decididos a ayudarles en todo lo necesario, las leyes para los txavers eran estrictas y si algún niño menor de los diez y seis años quedaba huérfano debía ser dado en adopción; gracias a la intervención de los padres de su amigo y con ayuda de una familia influyente en el consejo, Dárien pudo quedarse con sus hermanos por un tiempo y se ofreció voluntariamente a la labor de obrero en una fábrica de textiles, sin embargo aún cuando trabajaba exageradas horas para costear los gastos de dos pequeños más los suyos propios no fue suficiente y le separaron de sus hermanos, dándolos a ambos en adopción. Él aún no alcanzaba la mayoría de edad e imploró y apeló para que se le permitiera tener a sus hermanos hasta entonces pues no faltaba mucho, no obstante quedó solo y de pie en el centro del gran salón de audiencias, mirando como sus hermanos eran alejados de él; el más pequeño en brazos de una señora mayor que le había cogido cariño al instante ¿pues quién no lo se enternecería con un bebé? Y el segundo con uno de los oficiales de la guardia fronteriza. Dárien solo podía esconder su rostro bañado en lágrimas con sus flequillos, su corazón roto en mil pedazos y precipitándose con cada gota desbordante de sus ojos. Los padres de Lokhan le ofrecieron adopción y albergue mas él rechazó la oferta; se mantendría por sí mismo y así los hizo durante años. Eventualmente pudo reunirse con sus hermanos ya que siempre había mantenido estable su relación con ellos, por lo que no fue difícil pedir su tutela cuando alcanzó la mayoría de edad; ahora era un instructor, tenía un trabajo digno y honorífico, podía mantenerse y a sus hermanos sin preocupaciones e incluso regordearse de haber alcanzado tan gran fama a su corta edad como uno de los mejores instructores, sin embargo ¿quién dijo que la vida era fácil? Si a él le había afectado enterarse de que la desaparición de sus padres fue planeada a sus hermanos aún más y aunque no se lo decían él podía percibirlo en sus miradas y sentía que en parte tenía culpa por no haber sido más atento.

 

Miró el calendario en la pared a su izquierda; faltaban escasas semanas para que iniciaran los entrenamientos y pocos meses para la temporada de graduación y apareamiento. Soltó un gemido de impotencia, solo esperaba que este año le fuese mejor que el anterior; él no quería meterse en problemas u ocasionar otros. Para su desgracia no podía influir para que hubiese intercesión, tendría dar lo mejor de sí y prepararse para lo que vendría aunque odiara especialmente esas fechas.

 

Los txavers eran una extraña raza que recién había descubierto cómo vivir en la superficie del planeta sin morir en el intento, puesto que exponerse a la luz solar significaba su muerte, sin embargo la llegada de un humano junto a uno de los grupos de expedición que habían viajado en busca de un nuevo planeta deshabitado e idóneo para la vida txaver les proveyó la cura; solo se necesitó una pequeña muestra de sangre para que los expertos en la materia pudiesen crear un antídoto y modificar de alguna forma el material genético de las nuevas generaciones; esto ayudó a solventar el problema y en poco tiempo cientos de txavers emergieron a la superficie del planeta y pudieron disfrutar de todo lo que ella brindaba; amaneceres y días completos rebosantes de luz, noches cuajadas de miríadas de estrellas y bañadas por la luz de los inhabitables y resplandecientes planetas cercanos, inclusive aprendieron a enfrentar las tormentas. En pocos años se instalaron en la superficie y fundaron sus colonias, sin embargo no todos podían soportar la luz, en algunos el antídoto no surgía efecto, pero tiempo después dieron con uno nuevo, más concentrado. Para este tiempo los Danae sufrieron el atentado y tres cachorros quedaron abandonados a su suerte sin unos padres que les protegieran de las adversidades de la vida.

 

Dárien acarició con las yemas de sus dedos una marca  en su pecho, justo sobre la base del esternón, cuneiforme y sonrosada, era pequeña pero poseía ramificaciones a manera de hilos que se extendían, uno hacia el tronco y rodeándole hacia atrás, perdiéndose entre sus nalgas mientras el otro descendía por el tórax, rodeando su ombligo y desvaneciéndose más abajo. Siguió la línea inferior y sus manos se extraviaron entre sus piernas, masajeándose y dándose atención a sí mismo; no quería ser atrapado desprevenido luego y lo mejor sería practicar ya que este año habría más competidores y su deber era frustrar sus intentos. Un gemido escapó de sus labios y sintió como se corría, humedeciendo las sábanas en el proceso, mas continuó su ejercicio aunque le doliera. Fuera de la estancia los sirvientes escuchaban con estremecimiento los gritos agónicos de Dárien; al parecer no era tarea fácil.

 

Los txavers tenían ciertas similitudes con algunas criaturas y por costumbre realizaban varios torneos al año que servían como entrenamiento para los más jóvenes y en estos los mismos tenían oportunidad de encontrar pareja, si lograban conquistarlas por supuesto. Los encuentros consistían en peleas voluntarias o exposición de habilidades innatas. La mayoría tenía grandes oportunidades de lograr sus objetivos y normalmente todos salían ganando, ya fuera un trofeo o mérito, pareja o ambos; se podía usar un gran arsenal de armas: seducción, dotes, soborno, etc., mientras no fuese contra las normas que comúnmente se centraban en la no violencia física excesiva. Cada cuatro años llegaba la temporada de apareamiento y al quinto la población crecía gracias a nuevas camadas; los más viejos se iban del planeta llegada su jubilación pues preferían embarcarse en aventuras y unos pocos quedaban a cargo de instruir a los más jóvenes para que no se perdiesen las costumbres y tradiciones. Por suerte no había pasado mucho desde que ocuparan ese planeta y el mismo era grande por lo que la preocupación de tener más de una camada no existía, mas sí de no poder conseguir la primera antes de los cuarenta años; los txavers, al alcanzar la mayoría de edad, pasaban por ciclos y/o periodos de fertilidad que debían ser aprovechados, si se perdía el primer ciclo este se repetía durante el año hasta lograr su objetivo de dar una camada donde era necesario naciese un alfa o beta y si se perdían varios ciclos sin lograr la concepción la posibilidad de una camada más numerosa aumentaba, lo cual no era bueno para la madre. Eran veinte y seis ciclos por lo normal, con cada fallo se perdía la oportunidad de obtener un cachorro saludable al que llamaban alfa, los betas no significaba que nacían con problemas pero eran muy sumisos e imposibilitados, por lo mismo, de representar un nombre; normalmente eran mayoría ya que lo común era un alfa por familia que resultaba ser el primogénito, aunque no siempre, y al ser alfa acaparaba todos los dotes innatos que la codificación genética de quien le gestaba parecía guardar para él y por eso los betas solían ser lo que eran. A veces un txaver no llegaba a los cuarenta cuando sus ciclos se agotaban y se volvían infecundos mientras que otros nacían así; sin posibilidad de producir gametos y tenían que resignarse a ser uno más en la familia que poco podía opinar o se perdía el nombre de la misma si no había heredero, por lo general eran betas de últimas camadas, último periodo o sucedía por algún problema congénito, de formación o algún efecto tras una enfermedad prolongada.

 

Otro detalle por lo que a los txavers se les comparaba a los animales o mejor dicho a vampiros era su necesidad de morder, no para beber sangre sino para descargar veneno. En sus caninos existían algunos conductos en los que finalizaban ciertos vasos parecidos a los de la linfa y donde esta descargaba todas las toxinas que recolectaba del organismo, se concentraba y formaba veneno en diferentes clasificaciones; desde el más leve al mortal y con diferentes efectos sobre el organismo del receptor. Normalmente lo usaban para dormir a sus presas o inhibir el dolor pues estaba penalizado causar daños irreversibles y como cada uno era un individuo así también su veneno. Los jóvenes antes de la temporada de apareamiento pasaban unos años en escuelas especializadas en el manejo y arte del veneno o la seducción, mas no todos podían costear los gastos y algunos se limitaban a estudiar otras cosas y en otros lugares, incluso había quienes tenían que aprender de la vida y dar todo de sí para no ser pisoteados por los demás o hacer el ridículo y sumarse a la lista de los rechazados en plena temporada de apareamiento. Este era el caso de Sage, un joven huérfano de cabellos castaños, piel morena y hermosos ojos color miel claro, que no sabía lo que le esperaba cuando se presentó ante los coordinadores de los eventos para mediados de año, es decir los encuentros, con su ropa más informal y luego al banquete que estos le invitaron, para anunciar a los candidatos prometedores, con un elegante y costoso vestido, que la había costado todos sus ahorros y logró su cometido, aunque quizás fue a lo extremo pues todos querían comérselo con los ojos; si salió vivo de allí fue por su excelente forma de escabullirse y que durante el evento se mantuvo el orden; por más cachondos que estuviesen nadie se atrevería a desafiar la furia del consejo presente que era muy estricto en cuanto al protocolo. No se sintió nervioso aún cuando todas las miradas estuvieron sobre su persona al llegar o durante el tiempo transcurrido allí aunque tuviese razones para sentirse como trozo de carne ante los hambrientos, sin embargo un estremecimiento le recorrió cuando un impertinente invitado se ubicó tras él y sin ningún respeto apretó sus redondeado trasero, ocultando bien el hecho y que gracias a la posición en que estaban no podían ver lo que hacía. Iba a darle su merecido, aún a sabiendas de las consecuencias, sin embargo su salvación y perdición parecieron llegar al mismo tiempo cuando un chico mucho menor que él tropezó, se enredó con su vestido y terminó sobre él en una posición indecorosa. No supo porqué pero aquella criatura sobre él le pareció de lo más tierna, con sus ojos miel y mejillas sonrosadas cargadas de vergüenza e inocencia; su cabello dorado le producía cosquillas y se sorprendió a sí mismo riendo por ello, sin embargo en un momento toda su piel se erizó cuando unos ojos de mirada amenazante le taladraron desde arriba; no sabía a ciencia cierta si eran negros o plateados, se asemejaban a espadas de un reluciente metal muy oscuro mezclado con filoso cristal transparente; se limitó a disculparse e incorporarse con ayuda de ¿su salvador? Este parecía rehuir la mirada de aquellos ojos fieros pero en algún momento se encontraron y Sage descubrió el parecido.

 

— Joven, debería disculparse. — a Sage aquella voz le pareció de lo más molesta y estuvo a punto de darle un puntapiés a ese pervertido mas se abstuvo al ver que habían llamado la atención del público.

 

— Ya lo hizo, señor. — masculló sin disimular su irritabilidad.

 

— Contigo, bombón, pero no conmigo. — Sage abrió su boca para protestar y vio como aquel chico se interponía entre ambos.

 

— Cállese, el único que debe  disculparse aquí es usted. — al parecer no era tan manso el cordero. Por toda respuesta el mayor sostuvo bruscamente del brazo al chico y este no mostró más expresión que una irritada.

 

— Mira, enano, a mí nadie me alza la voz y menos un cachorro como tú. Aparte ¿con qué derecho te entrometes? Entorpeces mi cortejo. —

 

— ¿Y con qué derecho lo hace usted? ¿Acaso ignora que ese cuerpo está reservado y usted tan livianamente lo toca? — se escucharon algunos murmullos y Sage quiso salir de allí.

 

— ¿Ah, sí? ¿Y para quién si se puede saber? ¿Acaso intentas insinuar que es tuyo? — el chico se mostró confuso un momento y con algo de torpeza contestó.

 

— ¿Eh-h? SSi… — el señor soltó una carcajada y algunos de los presentes le hicieron coro.

 

— No me digas, un mocoso como tú… — su diatriba fue interrumpida por la presencia de otro chico, este parecía intimidante a simple vista, era aquel chico que había hecho estremecer a Sage con solo una mirada.

 

— ¿Algún problema, Hatori-san? — el señor se mostró algo sorprendido y al ver que el nuevo intruso era acompañado por otro pareció ver en este al mismísimo demonio pues eso exclamó por lo bajo.

 

— ¡Demonios! — Sage vio sus ridículos intentos por disculparse y como torpemente se iba de allí. — Mis más sinceras disculpas, Danae-dono… Ascalon-sama. — y como llegó se fue. El nuevo personaje a quien el señor se había referido como Ascalon-sama solo sonreía divertido mientras jugaba con su copa de vino como si con eso pudiese refrenar la incontenible risa que Sage juraba moría por soltar, mientras el otro… aquellos ojos fieros se concentraban en el chico que aún permanecía de espaldas a Sage así que no sabía que expresión tenía su rostro, aparte solo podía concentrarse en el de cabellos ébanos y singulares ojos, parecía reprender con la mirada al menor, no obstante luego de un momento de mutua conversación silente la expresión del moreno se suavizó y mientras los demás volvían a sus ocupaciones y distracciones Sage vio algo que no esperó y le dejó descolocado; el menor se había acercado al azabache, alzado sobre las puntas de sus pies, rodeado con sus brazos el cuello del más alto y atrapado los labios en un suave beso. Entonces Sage se preguntó si no eran familia; quizás las apariencias le engañaban o allí había gato encerrado.

 

 

Continuará…

 

 

 


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