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¡Yuki, vámonos de campamento! por Eowyn

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Notas del fanfic:

Una vez más me tienen con otro One-shot, al cual espero que lo disfruten :3 

Se lo dedico a la futura reina del mundo! -disfruta esto, no lo volveré a decir nunca más- (? jajaja xD Marie, gracias por leerte todos estos desvarios y ayudarme, desde que empezé, en cada fic que escribí ^^ 

y bueno es todo! a leer :3 

 

Los personajes usados en este fanfic pertenecen a Maki Murakami.

 

 

 

¡Yuki! ¡Vámonos de campamento!

 

 

— ¡Eiri! ¿Ahora te pones a ver una película? ¡Llegaremos tarde! Seguchi-san dijo que vayamos cerca del mediodía.

Restregué  mis ojos rápidamente al escuchar su voz desde la cocina y me  preparé para enfrentarme a su expresión enfadada.

— ¿No viste ya esa película? Respondió el poniendo los ojos en blanco. —Espera, ¡¿estuviste llorando!?— chilló mientras se acercaba como un bólido hacia mí. —¡¡¡¡Amor!!!

— ¡Quítate! ¡No estoy llorando! ¡Es el maldito polvo! ¡Que por cierto tendrías que haber limpiado ayer!

—Sí, si el polvo claro. — Susurró él con desdén — ¿Tienes todo listo? ¿Guardaste todo en el baúl?

—Sí, hombre por Dios. ¿quieres callarte? Ahora viene la mejor parte.

— ¿y cómo sabes que viene la mejor parte si no la viste? Susurró el por lo bajo sentándose a mi lado.

Fingí no haberlo escuchado mientras me arrellanaba otra vez en el sofá para terminar de ver la película. No sé cómo, pero aguanté  sus molestos resoplidos “pacientemente” hasta el final. Cuando la cancioncilla de los créditos empezó, el mocoso se levantó y se dedicó a recorrer rincón por rincón, verificando que no llegáramos a olvidarnos nada. Mientras el guardaba otro par de paquetes de pockys “para el camino” yo me apresuré a ir a mi estudio,  desconectar la laptop, guardarla en su funda y acomodarla entre mis brazos. Lo esperé en la puerta, tamborileando los dedos.

— ¿Vas a llevar eso? Inquirió él con un dejo de impaciencia en la voz echando una mirada a la laptop en mis brazos.

— ¿Algún problema?

— ¡Se supone que vamos a Karuizawa para disfrutar de la naturaleza! ¿Cómo esperas hacerlo si te metes detrás de  esa pantallita? ¡Acordamos que solo por hoy dejarías el trabajo! Incluso le rogué a K que me diera el día libre y sabes lo difícil que es convencerlo—agregó componiendo un puchero.

—Precisamente por eso, ¿Qué esperas que haga mientras te vas por ahí a “disfrutar de la naturaleza”? ¿Trepar los árboles contigo?

La discusión siguió candente hasta que entramos al auto y media hora después en el transcurso del viaje. Diplomáticamente, acordamos que lo acompañaría en una breve caminata al llegar, si él me dejaba hacer lo que quisiera el resto del día. Conociéndolo, estaba seguro que esa breve caminata se convertiría en algo peor. Sin embargo, decidí ocuparme de ello cuando fuera el momento.

— ¿Falta mucho?— Preguntó Shuichi por enésima vez.

—Esta es la quinta vez que preguntas. A como haya una sexta, te bajas del auto.

—De acuerdo, de acuerdo… Oye, ¿Por qué Seguchi-san nos invitó a su casa de verano?

—Pregúntaselo a él.

Si, quizás estaba siendo demasiado gruñón… pero el levantarme excesivamente temprano no era el mejor aliciente para un humor tan alegre como el mío. Y menos si la noche anterior mi cuñado me llamara lloriqueando que vaya a visitarlo en su casa vacacional. Si, hasta Seguchi Tohma puede sufrir las consecuencias del estrés por demasiado trabajo. Resultado: un confinamiento obligado por parte de Mika en Karuizawa. ¿Y Quién era el niñero encargado de vigilarlo mientras ella estaba en París? No es tan difícil adivinar a quién recurrió mi simpática hermana.

—Ya llegamos. Dije mientras entraba por el pasaje, siguiendo las previas  indicaciones de Tohma. —Mocoso ¡Hey! ¡Escucha cuando te hablan! Repetí zarandeando su hombro.

El se quitó los auriculares y me miró con el ceño fruncido. — ¿Qué? ¿Ahoda si quiedez hablad? Refunfuñó con dos pockys entre sus labios.

—Ya llegamos.

— ¡Al fin! Ni te digo como me quedó el trasero después de tanto viajar.

Preferí omitir el comentario de cómo podría quedarle el trasero después.

Mi cuñado salió a recibirnos al vernos llegar desde el gran ventanal que ocupaba la mayor parte del frente de la casa. Tenía el mismo aspecto elegante de siempre, con su traje y sus ¿plumas? Pero aún así  noté que estaba menos cansado que antes.

—Eiri –san. Shindo-san. Pensé que jamás llegarían. Saludó aproximándose a nosotros.

— ¿Mika sigue de viaje? pregunté a modo de saludo.

—Volverá en una semana.

— ¿Y debes permanecer aquí todo este tiempo?

—Según ella y los doctores así es. Sin embargo, no puedo dejar de lado el trabajo.

— ¿Dejó a una persona responsable a cargo, no? Acotó tímidamente Shuchi. — Debería descansar—.

Tohma compuso una media sonrisa y contestó que aquello no sería necesario.

 —Me temo que deberán disculparme, una reunión urgente surgió en la compañía y no pueden prescindir de mi presencia. ¿Les importaría quedarse solos hasta la noche? Solo me tomará una tarde.

—No hay problema—. Respondí sacando un cigarrillo de la cajetilla.

—Eiri! Se supone que debes cuidarlo, recuerda lo que te dijo Mika al respecto—. Dijo Shuichi por lo bajo.

—Si él quiere irse al trabajo, no voy a impedírselo.

—Gracias, Eiri –san— dijo Tohma, aún sonriente. Se despidió con una reverencia dirigida a ambos  y luego de entregarnos las llaves se alejó rápidamente en el auto.

Peleamos un rato con las maletas -según Shuichi muy mal ubicadas- en el baúl y entramos a la iluminada residencia.

El color blanco y la madera predominaban en la decoración. Era un ambiente cálido y sumamente tranquilizante, amplio y con diversos ventanales por donde la luz natural entraba a raudales y podía apreciarse el hermoso paisaje de los bosques de karuizawa. No habían reparado en gastos  a la hora de equipar la casa, tenía todas las comodidades que podrían observar mis ojos expertos.

Unas escaleras caracol de madera clara conducían al segundo piso, donde seguramente estarían las habitaciones. Echamos un rápido vistazo a la cocina, pulcra y ordenada, al comedor, también con el estilo sobrio y elegante que caracterizaba  a mi cuñado y por último exploramos el salón principal en donde Shuichi estuvo largo rato probando el piano de cola que allí había, interpretando para mí, mis melodías favoritas y una que otra canción de Nittle Grasper, acompañándolas con su voz.

—Te dije que no era necesario una valija tan grande—opiné mientras arrastrábamos los bolsos por la escalera de caracol. —Solo vamos a estar aquí un día, ¿Qué tanto traes? Le pregunté al mocoso quién se quejaba de lo pesado que era su equipaje.

—Podrías ayudarme. No vas morirte por mostrar un poco de amabilidad.

—Es tu problema—Respondí yo con una pequeña sonrisilla y adelantándome. Había dos habitaciones: la de la derecha al final del pasillo estaba con la puerta abierta, a la que di un vistazo, encontrándome repentinamente con  un póster de Nittle Grasper pegado en la pared y un estante lleno de CD, junto a un violín descansando encima de una mesita. Todo aquello me indicó que era la habitación de mi cuñado. Cerré la puerta y abrí la de la izquierda.

Una cama King size ocupaba gran parte de la habitación y al igual que el resto de la residencia los colores predominantes de la decoración eran el blanco y el marrón en sus diversas tonalidades. Estaba amueblada, aparte de la cama, con un enorme armario de madera oscura  en la esquina lateral y sendas mesitas de luz ubicadas ambos lados de la King size. Un espejo de cuerpo entero estaba ubicado enfrente de ésta junto a un pequeño escritorio, con unos cuantos libros encima. Ubiqué mi preciada computadora encima de éste y me acerqué al balcón, abrí los ventanales y dejé que la fresca brisa alborotara mis cabellos. Realmente ir allí no había sido tan mala idea después de todo.

Shuichi seguía entreteniéndose con los cuadros en el pasillo. Aprovechando su ausencia, me tiré encima de la cama y extendí los brazos y  piernas cerrando los ojos, me sentía cansado. Un segundo después sentí a Shuichi encima de mí instándome que me levantara.

— ¡Yuki! ¡Lo prometiste!—insistió.

—Ya, ya voy…— respondí entre quejidos. — ¡Oye! ¿Quieres dejar de saltar en mí…?

Shuichi bajó de la cama de un salto y comenzó a buscar entre los bolsos. El ya se había cambiado y me esperaba en la puerta cuando yo recién me levantaba de la cama y buscaba mis gafas para el sol. De repente, me sobresalté al sentirlo desabotonándome  la camisa rápidamente. Sonreí, contento por el rumbo que habían tomado las cosas.

— ¿Te olvidaste de la caminata no es así? Dije susurrando en su oído.

— ¡Ni hablar! ¿Puedes ponerte eso que está sobre la cama? ¡No puedes ir a una caminata de camisa y pantalón de vestir!

Miré el conjunto deportivo azul y esbocé una mueca de desdén. Ni siquiera sabía que tenía eso en mi armario. Shuichi ya empezaba a impacientarse mientras yo seguía dudando.

—Anda Yuki ¿Qué tal si me ayudas? ¡Más tarde hará demasiado calor para caminar!

—Entonces nos quedemos aquí. No voy a usar eso. Hablando de ropa ¿así piensas ir? Dime, ¿A dónde crees que estas? ¿En un safari?— Dije mientras miraba de arriba abajo el conjunto de explorador que llevaba puesto.

El mocoso me miró de brazos cruzados. —Cámbiate.

— ¡No lo haré! ¡Carajo! ¿¡A quién le importa si voy así!? Repliqué señalándome.

No había manera. No importa cuánto farfullé y maldije contra mí mismo. Lo mismo terminé en medio de la naturaleza, con sus bichos y su humedad siguiendo al enano en su ridícula caminata.

No llevábamos mucho tiempo caminando cuando sentí los pulmones al rojo vivo.  Hacía mucho que no me sentía tan cansado… mucho, mucho tiempo. Mientras tanto, el mocoso brincaba cual potrillo en la pradera con una energía envidiable. Yo, por otro lado resoplaba tratando de seguirle el ritmo, o por lo menos acortar la larga distancia que nos separaba.

—Mocoso… espera… ni siquiera me siento capaz de hablar. ¡Maldita sea!  

Incapaz de dar un paso más me senté en una roca cercana y saqué un cigarrillo. Me envolví en la nube de humo abstrayéndome de la hermosa naturaleza  a la cual no le negaba su belleza, la tranquilidad y el silencio que eran rotos solo por nuestra presencia.

Alertado por el humo del cigarrillo  y al ver que no le seguía, era cuestión de tiempo antes de tenerlo a mi lado, quejándose.

—No avanzamos ni medio kilómetro. ¿Ya estás cansado? Preguntó una vocecilla con tono burlón.

—Al diablo la caminata. No pienso dar un paso más. Le contesté a Shuichi previniendo un berrinche.

— ¡Yuki!

—Continúa si  quieres, Yo voy a regresar—.  Contesté, fantaseando con una ducha fresca y cervezas heladas.

Lo escuché farfullar detrás de mí. << ¡Siempre lo mismo!>> <<¡Vas a ahogarte en tu propia pereza>> siguió despotricando todo el camino pero, al fin y al cabo volvió conmigo.

 Ah! Sé que no puedes resistirte a mí.

No recuerdo haber discutido tanto con Shuichi como esa tarde, al volver de la fallida caminata. Generalmente arreglábamos nuestras discusiones de la mejor manera que sabíamos pero en ese momento ni siquiera eso se me cruzó por la mente –Si, suena raro lo sé-  lo único que pensaba en ese momento era en tratar de controlar el instinto asesino que me pedía a gritos acabar con Shindo Shuichi.

—Dame la maldita computadora. AHORA.

—Nop~ a menos  que aceptes ir~. ¡Y a un campamento real! Pues déjame que te diga, Eiri, que meternos bajo las sábanas no es ir de campamento.

— ¡Carajo! ¡Shindo Shuichi devuélveme eso de una perra vez! ¿Sabes lo que tienes ahí, mocoso?

—Owwww~ ¡Vuelve a decir mi nombre! Dijo alejándose cada vez más, camino hacia la escalera.

Eso tenía que concedérselo. El chico tenía instintos de supervivencia.

— ¡Maldito crío!—. Gruñí, tratando de alcanzarlo. El bastardo era rápido.

— ¿Qué me dices ahora cariño? ¿Quieres alcanzarme?— Se burló.

Mi paciencia estaba llegando a su fin.

—Basta. Me hartaste—repuse fríamente. —Haz lo que quieras—.

Lo dejé al pie de una escalera con una mueca de  confusión y fui hacia el salón. Me tiré encima del sofá y saqué  un cigarrillo, esperando que el enfado se me pasara.

El pareció comprender pues no vino a buscarme. Admití que me sorprendió… por no decir decepcionado.

Sin embargo, Shuichi no podía permanecer mucho tiempo enfadado conmigo, ni yo resistirme  a sus seductores intentos de pedirme disculpas. ¿Resultado? El mismo que en todas las discusiones que tuvimos a lo largo de años de convivencia. El sabía que mi autocontrol no duraría mucho antes que termináramos ambos en el suelo y con la ropa esparcida por toda la sala. El enano sabe bien que las palabras “paquete de golosinas” y “dejaré que me hagas lo que quieras” hacen desastres en mi firme carácter.

Aunque el también es consciente que, en cuanto a lo primero puedo conseguirlo y hacerlo desaparecer apenas pone un pie fuera de mi vista. Y con respecto a lo segundo… emm ¿No es algo que hago todo el tiempo?

— ¿Y qué me dices? Preguntó un rato después. —Solo será por una noche ¿Qué tan malo puede ser?

Y sin esperar respuesta por parte mía, verificó la hora en el reloj, sacó su celular y se puso a marcar un número que no llegué a ver.

— ¿Seguchi-san? ¡Lamento tanto molestarlo!  Pero… ¿Tiene por casualidad una carpa?  Eiri lleva horas rogándome que quiere hacer un campamento y no quiero decepcionarle… ¡Está tan entusiasmado con la idea!

¿Esto es en serio?  — ¡Oye! ¡Bastardo! Yo no…

Me calló con un gesto de la mano y siguió al teléfono.  Conociendo a mi cuñado sabía que no se negaría. El nunca se cansaba de consentirme.

— ¡Gracias! ¿Dice que en el armario del segundo piso? Al lado de un peluche de Eiri…si, un momento ¡¿Qué?! Puedo qued…

Desde la otra línea se escuchó un sereno pero rotundo “¡NO!” como respuesta.

Sinceramente no sé que es peor: enterarme de que mi cuñado tenía un peluche de mi o que lo haya guardado en el armario junto a  los artículos de limpieza.

—Bien… de acuerdo—silencio—Si, el se ve contento. ¡Lo sé! ¡Es sorprendente! Yo aún no me lo creo. Gracias Seguchi–san ¡adiós!— Y colgó.

Lo miré con la mejor expresión incredulidad que pude esbozar. —Con que muero por ir a esa cosa ridícula —.

— ¡Vamos  amor! Solo será una noche… ¡te lo compensaré!

—Lo que quiero es que me devuelvas la computadora.

—Lo haré si prometes hacer un campamento conmigo.

Oh no… los ojos de cachorro.

—Si piensas que dormiré en la intemperie, rodeado de vaya saber qué clase de bichos y lo peor… ¡¿Piensas que me helaré el trasero solo por complacerte?!

Mis palabras quedaron nuevamente en la nada.

—No… esa estaca no va a ahí.

— ¡Qué tal si te levantas entonces y me ayudas un poco! Se quejó Shuichi mientras miraba mi pose despreocupada.

—Déjame ver el manual— le pedí extendiendo mi mano. — ¡Ves! Esa estaca va del lado izquierdo, cruza la varilla a la derecha. ¡No! ¡Así no!

— ¡Hay! ¿¡Quieres callarte maldita sea!? ¡Hazlo tú!— balbuceó tirando las estacas y el martillo.

—Déjame, déjame— dije, acercándome con aires de experto. Clavé las 4 estacas, intentando que no se me notara las muecas de dolor al martillearme los dedos y levanté la carpa al fin.

Shuichi miraba la tienda y alternativamente, me miraba mí alzando una ceja.

—Umm… amor,  creo que eso no resistirá a nosotros—.

Y, como enfatizando sus palabras  “la tienda” se vino abajo como si la hubieran “desinflado” de repente. El comenzó a reírse a carcajadas, sosteniéndose el estómago.

— ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! A ver… déjame probar.

Si bien nos tardamos toda la tarde, entre ambos, luego de varios intentos y otra tanto de discusiones logramos levantar una carpa  decente con espacio para cuatro personas. Colocamos por último un colchón inflable y volvimos a la casa para buscar las demás cosas. Justo cuando entrabamos, vimos a Tohma llegar en el auto.

—Buenas noches Eiri-san, Shindo-san.

—Tohma—.

— ¡Buenas noches Seguchi-san! ¿Qué tal estuvo la reunión?

—Perfectamente, gracias. ¿Y qué tal los preparativos para su camping? Preguntó el con una risita y una mirada burlona en mi dirección.

—Fue idea de Shuichi—acoté, antes que nada.

—Seguro, Eiri-san.

Ingresamos a la casa. Un ligero sentimiento de ¿culpa? Comenzó a invadir mi mente al ver el semblante cansado de mi cuñado. Quizás debería haber evitado que éste no fuera a trabajar. Mika de seguro me mataría si llegara a enterarse.

La música distrajo mis cavilaciones. Tohma estaba interpretando en el piano una  melodía: Sleeples beauty, si no me equivocaba. Desde el sillón observaba como invitaba a al mocoso a unírsele, lo cual el no tardó en acceder con una sonrisa de oreja a  oreja.

— ¿Tiene malvaviscos Seguchi-san? Preguntó Shuichi luego de que ambos terminaran la canción.

Mientras ambos iban hacia la cocina, entretenidos en temas de los que yo no estaba interesado en formar parte, me levanté del sillón, dejé el vaso de whisky en la mesita y me senté en el taburete frente al piano. Deslicé los dedos sobre las teclas, preguntándome si aún recordaría las lecciones de piano que el pequeño diablillo intentó darme hace algún tiempo. Algo parecido a la melodía que ambos músicos tocaron sonó entre mis dedos. Me levanté rápidamente del taburete al escuchar el sonido de sus voces volver a la sala.

— ¿Cree que será suficiente con dos bolsas Shindo-san?

—Sí, sí. Una para Yuki y otra para mí. Aunque debería darle la mitad,  de todos modos comerá dulces después.

Escuché la risa tranquila de Tohma como respuesta. —Como hizo para convencerlo Shindo-san?

El aludido se rió, nervioso. —Se dio cuenta ¿no?

—Por supuesto. Le conozco lo suficiente como para no adivinarlo.

Me acerqué a ellos. —Seguro no quieres unírtenos Tohma?

—Te lo agradezco. Pero no. Contestó tajante. —Eiri-san ten cuidado con los mosquitos. Toma, ten un repelente—agregó entregándome un pequeño bote anaranjado. —Recuerda abrigarte bien, aquí hace frío de noche. ¿Tienen frazadas suficientes? No, dos no son suficientes. Toma, ten tres más. Dijo mi cuñado cargándome con más frazadas.

—Ya, ya Tohma por Dios. ¡No soy un niño! ¡Deja de mirarme así!—.

—Haber, déjame ver ¿Cuántos abrigos te pusiste?—dijo Tohma mientras hurgaba entre mis ropas.

— ¡Tohma!— mascullé enfadado. Si bien mi cuñado era condescendiente y le encantaba mimarme, sabía bien cuanto le gustaba tomarme  el pelo.

Shuichi se reía por lo bajo. Ignorando mis miradas furibundas.

—Que pasen una buena noche— dijo mirándonos a ambos. —Pero Eiri, en caso de que no puedas dormir, puedes venir conmigo… ¿Te acuerdas cuando…

—Basta—. Acoté, no quería que divulgara recuerdos innecesarios.

A mi lado, Shuichi carraspeó y me arrastró hacia el jardín. Thoma nos despidió con un saludo de la mano y cerró la puerta. ¡Qué mal! Y aún no me había preparado mentalmente para la peor noche que de seguro tendría que pasar.

—Un poco más de alcohol creo que será suficiente, ¡No tanto! Eiri, echaste la mitad del bote.

— ¡Cállate! ¿No dijiste que necesitaba alcohol? Ahora si va a encenderse, haz viento con las hojas de papel cuando prenda el encendedor.

—Ten cuidado.

— ¡No dejes que se apague! ¡Haz viento inútil!—le reprendí.

— ¡Tú, bastardo! ¡Deja de gritarme! Mira ahí se prendió.

Veinte minutos más tarde teníamos una buena fogata. Si bien, era un poco… bueno, demasiado grande… servía perfectamente para comer los malvaviscos –que por capricho de Shuichi- ahora engullíamos ensartados en una especie de palito. Una típica escena de camping.

Shuichi sonreía feliz, triunfal por lograr lo que quería, una vez más. El sonido de la noche en Karuizawa nos envolvía, y sólo las voces de nuestra tranquila conversación rompían, junto con el crepitar del fuego la calma reinante.

—Eso sí que fue gracioso… ¿la marca quedó en el techo todavía, no? Dijo Shuichi entre risas.

—Sí, y seguirá ahí hasta que trates de quitarla. — contesté yo luego de recordar aquella vez que tenía antojos de panqueques con miel y Shuichi trató de cocinarlos. No obstante eso no es la peor parte, luego de que Shuichi tratara de girarlos y tirarlos hacia arriba -como había visto en la tele- el panqueque quedó pegado al techo. Pero, enserio. ¿Cómo se le pudo ocurrir arrojar el panqueque con tanta fuerza y cuando aún este tenía miel encima?

Es preferible no responder a esa pregunta.

— ¿Qué habrá sucedido con  Satou?—. Preguntó Shuichi con curiosidad.

Satou era el cachorro que adoptamos hace un par de semanas atrás. Y que, luego de tres días obligué a Shuichi a regalárselo alguien más. No podía soportarlo otra hora más luego de que me dejara regalos en mi estudio continuamente, mis pantuflas favoritas terminaran estropeadas, se comiera mis caramelos en momentos de descuido y nos interrumpiera a cada rato mientras nos ocupábamos de nuestros “asuntos”. A pesar de los berrinches que  hizo Shuichi  y de las exageradas lágrimas que derramó durante “la despedida” el pequeño Satou fue a parar en casa de los padres de Hiroshi, aquel sobreprotector amigo del mocoso. No habíamos vuelto a saber de él hasta entonces y no es como si me interesara tampoco.

—Quizás lo atropellaron… o murió por comer tantos dulces—. Dije en son de burla.

— ¡Eiri!—rezongó.

—Es obvio que está bien. Es un perro y van a cuidar de él…

Las horas se pasaron en un abrir y cerrar de ojos mientras ambos, como nunca, hablábamos tranquilamente, rememorando anécdotas.  El cansancio de un día agitado comenzó a notarse en nuestros rostros y decidimos que era hora de ir a  dormir.

— ¿Quién apagará el fuego?—preguntó Shuichi mientras hacía tronar los huesos de su espalda al estirarse.

—Tú.

—No, hazlo tú…

—Bien, lo decidamos justa y diplomáticamente—aclaró.

— ¡Jankepon! dijimos ambos al unísono.

— ¡Ha! ¡Gané!— celebró Shuichi con una sonrisa.

—Hasta los tres— gruñí.

—Eso no es una tijera Eiri, no vale.

— ¡Si lo es! ¡Mira!

—Ya te gané tres veces amor—dijo Shuichi cansinamente. —Anda, asúmelo.

— ¡Eres un tramposo! ¡Lo cambiaste luego de ver el papel!— murmuré, indignado.

—Eres terrible en este juego, cariño. Lo siento.

¡Maldito mocoso! Me levanté pesadamente, enfadado por haber perdido en aquel juego tan infantil. Agarré el de  balde de arena que previamente habíamos buscado y lo arrojé sobre las pocas llamas que quedaban. Luego de tirar el recipiente por ahí y quedarme un poco más disfrutando la fresca brisa y el relajante sonido que producía al mecer las hojas del manzano bajo el cual habíamos instalado el campamento, entré a la tienda y  me metí en la bolsa de dormir. Shuichi se acurrucó al instante sobre mí. Sin embargo me encontré terriblemente frustrado al ver que mis mimos no surgían efecto… el mocoso se había dormido nada más al apoyar la cabeza en mi pecho. ¡Qué mal! ¿Se supone que debo lidiar con mi pequeño problema yo solo?

No puedo dormir. No puedo dormir. Me repetía mentalmente con la mirada fija en el techo de la carpa. A mi lado el enano roncaba ruidosamente, sin nada que interrumpiera su sueño. Unos curiosos ruidos me alertaron y miré el costado de la carpa donde se proyectaba la sombra de algo extraño, Oh no… ¿eso era un bicho? ¿Una araña?  ¡Malditos insectos! Los detesto.

Por fin había logrado cerrar los ojos y tratar de relajarme cuando escuché el molesto cantar de un grillo cercano. ¡MALDITO GRILLO! incapaz de soportarlo, me deshice de los brazos y piernas de Shuichi enroscados en mi cuerpo y salí gateando de la carpa. Listo. Adiós campamento. Desde un principio había sabido que esto no iba a funcionar conmigo, me acomodé la bufanda de lana y me encaminé hacia la puerta.

Cerrada.

Di la vuelta para probar suerte en la puerta delantera. También cerrada. Solo que en esa había un papel con unos garabatos que reconocí como la letra de Shuichi, la cual rezaba:

¡Sabía que no aguantarías! ¡¿Dónde quedó tu hombría, Yuki?! ¡Cuando haces una promesa debes cumplirla! Anda, vuelve a helarte el trasero conmigo.

Firmado con una carita feliz.

— ¡Enano bastardo! Grité, rasgando el papel.

Di la vuelta al jardín y probé por la última puerta que podría estar abierta, la lateral.

Las llaves las tengo yo ¡Jajaja! ¡Sabía que lo harías!

Firmada con otra maldita carita feliz.

¡¿Qué demonios?! Tiritando de frío y maldiciendo a  Shuichi y sus ocurrencias, volví a la carpa. Me metí en ella y me pegué a su cuerpo para entrar en calor otra vez. El se removió un poco.

—Te fuiste. ¿No es así?— susurró con voz ronca.

Me quedé en silencio, esperando que volviera a dormirse.

—Y… me dices a mi…—ronquido— Eres una…

No le di importancia  los murmullos ininteligibles y traté de que el sueño me llevara de una vez.

No pasó mucho tiempo, o al menos eso me pareció… cuando sentí a Shuichi hablar a  lo lejos.

—Yuki ¿estás jugando conmigo cariño? Veo luces…

— ¿Hmm? No te hago nada, deja de balbucear y duérmete.

—Yuki… hace demasiado calor… deberías parar ya.

— ¡Que no te estoy tocando!— Gruñí con la voz ronca. Esta vez es en serio.

A decir verdad, yo también sentía la carpa demasiado caliente. Me liberé de la bolsa de dormir y me quité la campera. Tenía demasiado sueño, así que me puse boca abajo y traté, por no se cuanta vez en la noche, tratar de dormirme. Sentí el suelo temblar y un terrible martillar en mi cabeza ¿Un terremoto?  Ah…No pienso levantarme…

— ¡Yuki! ¡FUEGO! ¡LEVÁNTATE AHORA!—.

— ¡Idiota desgraciado! ¿¡Quieres dormirte de una maldita vez!? ¡Estas soñando infeliz!

El nuevamente me zarandeó y trató en vano que me incorporara.

— ¡Despierta! ¡Tenemos que salir! ¡Oh Dios! ¡Vamos a morir! ¡Eiri te amo! ¡Mamá, Papá lamento no haber pasado las navidades con ustedes! ¡EIRI UESUGI LEVÁNTATE DE UNA VEZ! Repitió intentando en vano levantarme por su propia fuerza.

— ¡Pero qué carajo sucede contigo! ¿¡Porque gritas?!

— ¡Porqué estoy aburrido y  no tengo otra cosa que hacer! ¡PORQUE CREES IMBÉCIL!

Hasta el día de hoy no sé cómo pudo bromear en un momento como ese.

Me incorporé al fin y  lo miré atentamente. O estaba haciéndome una broma, o se había drogado… o simplemente era una pesadilla. No importaba  cual sea la razón lo mataría por despertarme. No obstante, miré alrededor, efectivamente la carpa estaba rodeada de luces y el calor se hacía insoportable. Una pequeña llamita en el costado de la carpa llamó mi atención.

— ¡Fuego!— grité, levantándome rápidamente. — ¿Qué haces aquí? ¡Hay que salir!

— ¡Eso te estoy diciendo!

Gateando, ambos nos las arreglamos para salir de la carpa que de apoco parecían querer consumir las llamas. Apagué la llamita con la frazada. Seguí con la vista y me quedé paralizado, en donde estaban las cenizas de la fogata –que, evidentemente no apagué del todo- había vuelto a nacer una inmensa llamarada que de a poco consumía el césped y seguía camino por el follaje del manzano. ¿En qué momento las llamas habían avanzado tanto? La escena parecía sacada de una película de acción.

Shuichi fue corriendo hacia la casa para abrir la puerta de  entrada, corrí tras él para buscar el extinguidor que estaba seguro de haber visto detrás del paragüero. En medio de tantos gritos y el ruido que producían las llamas al crepitar me sorprendió  que Tohma aún no se haya levantara e incluso nadie había sido alertado por el fuego. ¿Acaso estábamos a tanta distancia de los habitantes de Karuizawa?

Entre ambos logramos sacar el extinguidor y llevarlo hacia el jardín, tardamos un poco en desconectar el sistema de seguridad y con una rapidez que me sorprendió Shuichi se encargó de erradicar el fuego hasta terminar con la mayor parte.  Si bien ambos terminamos como  un muñeco de nieve y el suelo cubierto de aquella espuma blanca, las llamas desaparecieron completamente.

En ese momento, el suelo crujió indicándonos la llegada de Tohma, quién aún en su pijama color vino y sus pantuflas de satén nos miraba confuso y serio.

—Esta es una interesante manera de hacer un campamento—observó sin que su voz o su expresión se alterara en lo más mínimo. —Mi árbol favorito sufrió las consecuencias al parecer— concluyó en un tono frío.

No sé porque siento una extraña sensación de peligro…

Es prueba suficiente que las palabras “¡te dejaré que me hagas lo que quieras!”  Y “Te dejaré comer todos los dulces y pasteles” son armas mortales contra mí.

En síntesis… es la última vez en mi perra vida que voy de campamento. Acabo de sumar esta experiencia a mi lista negra. Sin embargo, aunque jamás lo admita es la primera vez en mucho tiempo que me divierto tanto.

Notas finales:

  Gracias Por leer, sus reviews son siempre bievenidos!

Me olvidaba... sabemos que esto es completa y absolutamente un relato de ficción o fantasía, lo aclaro, y espero que se molesten(?  porque hay cosas que se que no podrían suceder en un ámbito real. Entiéndase por hacer una fogata gigante en medio de un bosque... entre otras cosas xD ¡pero bueno! traten de comprender los desvarios de mi imaginación xD espero sinceramente que les haya gustado.

Nos estamos leyendo. 


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