Egoístas e Inseguros
Resumen
El egoísmo no es vivir como uno desea vivir, es pedir a los demás que vivan como uno quiere vivir.
Oscar Wilde
La incertidumbre es una margarita cuyos pétalos no se terminan jamás de deshojar.
Mario Vargas Llosa
Introducción.
Hay personas que se consolarían hasta del fin del mundo, con tal de que ellas lo hubiesen anunciado.
Prologo
Realmente no estaba consciente de las cosas que le rodeaban, ahora su vida estaba cada vez mas atascada de cosas y le era casi imposible sentir el correr del tiempo, las clases empezaban demasiado temprano y la verdad era que cada vez le hacía más pesado levantarse para llegar a tiempo a su trabajo. Solo había pasado dos meses desde su última discusión con Nowaki, mal entendido en el que casi acabo por colocarse el término de “Esposa”, y aunque Hiroki, trataba de la mejor manera de dejarlo atrás, el pediatra parecía testarudo en hablar de la situación. Todos los días le preparaba el desayuno, asegurándose de que lo engullera por completo, luego lo acompañaba hasta la entrada de la Universidad, donde esperaba pacientemente para ver si su Hiro-san le dedicaba una última mirada o por milagro divino, se atrevía a darle un beso de despedida.
Miyagi, por su parte se le adhería como lapa desde el principio hasta el término de las clases, acaso esos dos estaban conspirando o tramando algo en su contra. Era casi ilógico tener custodios prácticamente todo el día, ¡por todos los cielos, que no era el presidente!
Posteriormente terminaba en las garras de Bakahiko, quien supuestamente acudía a recoger a, ¿quien sabe quien? a su parecer, más bien espiaba a ese “alguien”. Lo importante ahí, era que acababa llevándolo a él, y aunque Hiroki bien pudo darle un sonoro coscorrón para marcharse por su cuenta, se abstuvo de ello al ver la cara de pocos amigos que el escritor tenía en esos días. Estaba atascado hasta las narices, embutido en la rutina, sin nada que lo motivara. Tal vez era tiempo de ir pensando en un cambio de trabajo.
¿Le dolería a Miyagi?
—¡Ah! ¿Pero que hago pensando en ese imbécil? —Grito mientras revolvía su hermoso cabello castaño. —Tengo que buscarme otro trabajo. —Estar decaído no iba con su personalidad, por eso mismo se desharía de aquel peso muerto que lo estaba liando.
Entro en el departamento, el suave olor a comida danzo en sus fosas nasales, Nowaki, muy seguramente estaba en postura de: — Hiro-san, dime que me amas. —Hiroki suspiro, tampoco era que le molestara demasiado. Además aun tenían una conversación pendiente, y quería escuchar completa la decisión del futuro pediatra. Pues a pesar de que se habían mudado, aun había otras cosas sobre las que discutir.
En verdad estaba interesado en el futuro de Nowaki, aunque su orgullo no le permitía decirlo en voz alta, sentía cierta inseguridad, después de todo, él ya casi Cirujano Pediatra, debía pensar en su porvenir, y eso solo indicaba una trasferencia a un mejor hospital. El doctor comenzaba a ascender, sin mencionar que la especialidad requería de una constante actualización, el galeno subiría, treparía alto, dejándolo atrás.
Como lo esperaba, el ojiazul tarareaba una canción mientras los olores de los alimentos se entremezclaban de forma deliciosa. El chico apenas noto su presencia, se giro, regalándole una de aquellas sonrisas que derretirían el hielo ártico.
—Hiro-san. —Fue la primera palabra que salió de aquella boca sonriente. —Me da gusto que estés en casa. —Hiroki asintió sin poder dar una respuesta acertada.
La cena trascurrió tranquila, como de costumbre, Nowaki hablaba hasta por los codos, mientras el profesor, únicamente asentía de vez en vez, ciertamente no estaba de humor para una conversación, a pesar de las miles de preguntas que bullían en su mente. Levanto sus bonitos ojos cafés, listo para retirarse a descansar, alegaría cualquier cosa y se marcharía a su cuarto, o esas fueron sus intenciones antes de escuchar aquella frase que le cambiaria la vida.