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The Last Waltz por hana midori

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Notas del fanfic:

NI LOS PERSONAJES NI KUROSHITSUJI ME PERTENECEN, SON OBRA DE LA MAGNIFICA YANA TOBOSO.

 

Notas del capitulo:

Bueno, este fic no era planeado. Lo hice inspirando en una situacion que realmente lamente que pasara (de ahi el titulo, "el ultimo vals"), pero que para no deprimirme cambie totalmente y la converti en esta historia (?)

Mucho de lo que viene aqui son cosas que pienso, y la verdad, hice el fic mas a la carrera que nada, asi que si no les gusta o lo encuentran raro ha de ser por eso.

Pero espero les guste ^^

P.S No lemon D:, lo siento xD.

Normalmente no le molestaba cuando la música lastimaba ligeramente sus oídos, pero cuando esta le desagradaba, las cosas cambiaban mucho. Y es que, no entendía como a la gente podía gustarle ese tipo de canciones donde la letra no tenía ni un sentido, y donde el baile era pegarse a la pareja y tener “sexo” con ropa frente a todos.

En ese momento odiaba un poco a sus padres por obligarlo a ir a la fiesta de graduación, aun a pesar de que él mismo había insistido en no querer ir.

“No me gusta bailar” les había dicho, más estos fingieron no escucharlo, y pagaron para que lo dejaran ir a ese baile.

Soltó un suspiro, mientras recargaba su mentón en una de sus manos, observando con visible aburrimiento hacia la pista.

Pudo ver entre ese mar de adolecentes a su mejor amigo, Alois, moviéndose felizmente. En una ocasión había tenido el valor de preguntarle el porqué bailaba ese tipo de tonterías, y él le había sonreído para luego decirle que:

“Odio ese tipo de música, pero si es la única que pondrán, pues al mal tiempo buena cara.”

Fue entonces cuando el DJ soltó mas humo, y gracias a esto, tuvo que volver a respirar ruidosamente. Maldito asma, pensó un poco fastidiado, al tiempo en que rodaba los ojos.

Sintió una mano posarse en su hombro, y por un momento creyó que era su compañero, pero al ver que este ni siquiera se había movido de donde estaba, se giro un poco más rápido de lo que habitualmente lo haría.

--¿Por qué tan solo, Joven Phantomhive?—cuestiono curioso un hombre de cabellos negros, vestido con un traje del mismo color, bastante elegante; sus ojos rojizos destacaban gracias a la oscuridad, dándole un aspecto entre provocador y aterrador. El menor trago saliva, antes de poder reconocer quien era la persona que le hablaba.

--por nada, Profesor Michaelis—le contesto suavemente, sin embargo, su maestro no oyó la respuesta gracias en parte al ruido de la música, por lo que se acerco mas y volvió a preguntarle nuevamente. El niño dijo lo mismo, solo que con un tono mayor y más cerca del oído del adulto.

Este sonrió levemente al comprender lo que le estaba diciendo, y miro hacia alrededor. No había nadie sentado en la mesa donde estaba el muchacho. Tomo una silla, y volvió a hablar.

--¿Le molesta si le hago compañía?—el menor se apresuro a negar con la cabeza, dándole permiso a su profesor de que se sentara a su lado.

Cuando el mayor lo hizo, se quedaron ambos callados, observando hacia el mismo lugar, y este era, hacia el centro del salón donde todos bailaban.

El pequeño Phantomhive trataba de no pensar en el hecho de que a su lado estaba ese hombre, y al mismo tiempo, intentaba ignorar como podía esa sensación en su estomago de mil mariposas volando dentro de él. Siempre, desde que lo había visto por primera vez, sentía exactamente lo mismo, pero, este año fue muchísimo más fuerte. Y al parecer, esta noche sería la última vez que tendría que pasar por todo ese extraño ritual.

--la ultima—repitió con un hilo de voz, y esta fue ahogada por el ruido exterior. Aun así, al parecer el pelinegro le escucho, puesto que le dio un suave golpecito en el hombro, para que lo mirara.

--¿Por qué no bailas? Esta será la última vez que podrás hacerlo como estudiante de secundaria—dijo con cierto aire melancólico, mirándolo directamente a sus orbes azules. El niño negó levemente, antes de responder.

--no me gusta esa música.

--oh, ya veo. —Michaelis dirigió sus ojos hacia el techo, viendo durante unos segundos las luces verdes que lo decoraban.--entonces ¿que tipo de música le gustaría bailar, Joven Ciel?

El peliazul se quedo pensativo, haciendo un recuento mental de sus canciones favoritas.

--creo que… me agradaría mas bailar en una fiesta donde pusieran piezas instrumentales—admitió, sintiéndose un poco pasado de moda al decir eso.—me parecen más bonitas y menos… sexuales—al decir lo último, señalo con su dedo a un grupo de compañeros suyos bailando de manera bastante subjetiva, provocando que el menor pusiera una ligera cara de repulsión.

El mayor rio, entre sorprendido y divertido por lo que acababa de decir su futuro ex – alumno.

--tienes razón, los bailes a la antigua son más sofisticados. —le secundo, poniendo su mano sobre el cabello del chico y despeinándolo suavemente. Él, al sentir el toque del adulto, se alejo inmediatamente, con la cara totalmente roja.

--¡no haga eso!—le reclamo avergonzado, haciendo que Michaelis riera mas ante tan adorable reacción.

Pero, antes de que dijeran algo más, Ciel pudo ver de reojo que Alois se acercaba con paso apresurado, justo hacia ellos.

Cuando estuvo frente a los dos, el ojiazul noto una ligera capa de sudor en la piel de su amigo, producto del bailar durante más de 2 horas casi sin parar.

--¡ven a bailar, Ciel!—le dijo, o más bien le ordeno, tomándolo del brazo y tratando de jalarlo de la silla. Sin embargo, el mencionado logro pescarse del mueble, evitando que lograra levantarlo.

--ya te dije que yo no bailo—le repitió con tono molesto, cruzando los brazos sobre su pecho.

--¡vamos! ¡Esta puede ser la última vez que te vea!

--no es cierto, nos toco en la misma preparatoria—contesto inteligentemente, haciendo sonreír al profesor que observaba toda la escena. Al parecer el rubio no se había dado cuenta de la presencia de un tercero, por lo que en cuanto poso su mirada sobre él, sonrió con malicia.

--¿y usted maestro Sebastian?—cuestiono lentamente--¿no baila?

El ojirojo iba a penas a decir que no, cuando el pequeño niño lo agarro del brazo, haciendo que se pusiera de pie.

--¡venga!—dijo Alois emocionado, jalándolo hacia la pista de baile.

--¡espera, Alois!—grito Ciel, extendiendo su brazo hacia donde se iban ellos dos. Su amigo lo miro por sobre su hombro, y le guillo un ojo.

--lo siento, Ciel, te tardaste—le contesto burlón, antes de irse junto con el profesor. El peliazul dejo caer bruscamente su miembro sobre sus piernas, antes de inflar un poco las mejillas y soltar un bufido.

Se quedo viendo el piso unos momentos, y aunque no deseaba levantar la vista, así lo hizo, encontrándose con una imagen que le hizo hervir de celos. Vio a Alois bailando alegremente con Sebastian, mientras este también se veía divertido.

Durante unos segundos, odio a morir a su amigo, odio mas esa maldita música del demonio, pero sobretodo, ¡odio no ser él quien estuviera así con su maestro!

A pesar de esto, ignoro ese sentimiento de querer matar al rubio, y se concentro en otra cosa, como las luces que se movían por todo el gran salón de fiestas.

Pasaron dos canciones, antes de que por fin Sebastian pudiera liberarse de su otro alumno, y poder volver a ir con el Phantomhive. Cuando lo busco con los ojos, se dio cuenta que estaba donde mismo, igual de solo que al principio.

Se acerco hasta él, y de nueva cuenta se sentó donde antes estaba. Sin embargo, noto inmediatamente un cambio en la actitud del niño, y se preocupo un poco.

--¿pasa algo?—pregunto demasiado cerca de su oído, para poder decirlo con voz suave. Ciel, al sentir el cálido aliento del adulto sobre su piel se estremeció, pero muy al contrario de lo que—sobre todo él mismo—el pelinegro esperaba, no se alejo rápidamente.

--no, nada—contesto, mas esta respuesta no pareció suficiente para el mayor. —Es solo que me fastidia tanto ruido—agrego, sonriendo levemente. Michaelis no quedo muy convencido, pues notaba cierto brillo extraño en los ojos de su alumno, pero decidió no presionarlo más, por lo que cambio el tema de conversación.

El resto de la velada, se la pasaron charlando lo mas tranquilamente que la música les permitía, compartiendo opiniones y difiriendo en otras. No era la primera vez que hacían este tipo de cosas, de hecho, durante los 3 años que fueron profesor y estudiante lo hicieron casi a diario durante los recreos y asambleas. Más, el hecho de que fuera la última vez, le daba un toque demasiado triste al asunto. Sebastian pensó que tal vez ese era el sentimiento que vio reflejado en los ojos del niño, y en parte tenía algo de razón, pero no era todo.

La verdad era que, Ciel estaba perdido en otra cosa, en un pensamiento que cada vez tomaba más fuerza dentro de él…

“Y si… le pidiera que bailar conmigo como lo hizo con Alois… ¿lo haría?”

Bueno, odia con su alma esas canciones, sin embargo estaba dispuesto a soportarlas con tal de saber si el mayor lo haría. Posiblemente era una idea estúpida, ya que ambos eran hombres, y peor aún, todavía tenían un vínculo educativo que los unía, por lo que las posibilidades de que él aceptara eran casi nulas.

Trato de tomar valor, diciéndose que a la siguiente canción le preguntaría, pero cada vez que ponían una nueva, esta no le gustaba del todo, por lo que se callaba y decía “a la siguiente”.

El tiempo no le dio tregua, y sin darse cuenta, el DJ anuncio que eso había sido todo, y que esperaba que todos se hubieran divertido durante la fiesta. Ciel lo maldijo internamente, y apretó un poco los puños.

Su último encuentro, y se quedaría por siempre con la duda de si el adulto hubiera o no rechazado la invitación que quería hacerle. Por fin pudo entender completamente la frase “mejor arrepentirme por lo que hice que por lo que no hice”. Pero ya era tarde, y tendría que cargar con ese peso durante bastante tiempo. Quizá estaba siendo demasiado dramático, mas así se sentía en esos momentos.

Casi inmediatamente de que la velada finalizo, todos los ex – alumnos de su escuela se retiraron. Algunos llorando, otros felices. Ya solo quedaban unos cuantos, entre ellos Alois, quien le pido a Ciel que le dejara abrazarlo solo una vez. Este acepto, y el rubio casi se echo a llorar en los brazos de su amigo. El Phantomhive le consoló recordándole que estarían juntos durante la preparatoria, y que esa era solo una fiesta más.

Y así, su amigo se fue del lugar con una sonrisa y algunas gotitas saladas en los ojos.

Miro su reloj, y ya eran las 12 de la noche. Se pregunto dónde diablos andarían sus padres, ya que se había quedado él solo desde hacía 5 minutos, y aunque no fuera a admitirlo, le daba un poco de miedo.

--¿a qué horas vendrán por ti, Ciel?—escucho que le pregunto Sebastian a sus espaldas. El niño se volteo, para quedar de frente.

--ya no tarda, dijeron que vendrían pronto—dijo desesperado, mirando por encima de su hombro hacia la puerta. Ya quería irse a su casa para descansar, y para poder ponerse los audífonos y limpiar sus oídos de tanto mugrero que oyó durante la noche. Vio como los labios de su profesor se curvaban en una sonrisa dulce.

--no te preocupes, me quedare hasta que vengan por ti—le aseguro, posando su mano sobre el hombro del muchacho.

--gracias—contesto este, bajando un poco los ojos. Luego de un minuto, quito suavemente la mano de su maestro, para después ponerse a caminar por el salón.

Sin tantas luces, humo, ruido y gente realmente se podía apreciar lo bonito que era. A decir verdad, era de un estilo bastante antiguo, muy parecido a los de las mansiones victorianas.

“Es una lástima que lo usen para estas cosas” se dijo.

Mientras seguía curioseando por ahí, el sonido de una pieza instrumental comenzó a llegar a sus oídos. Pensó que era su imaginación, pero esta se hizo un poco más fuerte, y cuando busco el origen de la música, se dio cuenta que provenía de donde el DJ ponía las canciones. Solo que en su lugar, estaba Michaelis, manipulando hábilmente el equipo de sonido. El adulto le sonrió de nueva cuenta, antes de dejar la música corriendo e ir con paso lento hacia el muchacho quien también comenzaba a avanzar hacia el adulto.

--¿Por qué puso esa música?—le pregunto una vez que quedaron frente a frente.

--no podía permitir que te fueras sin bailar un poco—dijo con tono suave, para luego extender su mano hacia el chiquillo.--¿me concedes esta pieza, Ciel?

El menor miro dudoso a su maestro, con un rojo carmín adornándole las mejillas.

--p-pero eres mi maestro—se excuso—además, somos hombres…--Sebastian tomo su mano, jalándolo hacia él y pegándolo a su cuerpo. Le rodeo con un brazo su delicada cintura, enredando más los dedos de sus palmas.

--nadie nos ve—le aseguro, mirándolo con sus penetrantes ojos color sangre, hipnotizándolo.

El Phantomhive, aunque algo nervioso, asintió, accediendo por fin a bailar con el mayor. Se movían lento, al ritmo de la hermosa pieza, siendo Michaelis quien guiaba el baile puesto que al parecer el muchacho no sabía mucho de ese tipo de movimientos.

Ciel sintió una paz inundarle el corazón, al ver que lo que quería hacer se hacía realidad, y mas con una pieza instrumental muy bonita y que le agradaba.

Pasaron unos minutos, y la música parecía ya estar llegando a su fin. Sintió como Sebastian le apretó con más fuerza, pero sin lastimarlo o incomodarlo.

--te voy a extrañar, Ciel—confeso de pronto, dejando ver en sus pupilas la tristeza que sentía en esos momentos. El chico, sin saber por qué, sintió que en su garganta se hacia un nudo, y que las lagrimas empezaban a asomarse por las esquinas de sus ojos.

--y-yo…--logro murmurar, antes de tener que bajar la cara completamente al piso para que no viera su llanto silencioso. El adulto se alarmo rápidamente, y se detuvo en seco.

--¿Qué pasa?—el chiquillo empezó a negar fuertemente con la cabeza, mientras se abrazaba a su profesor.

--¡no quiero irme!—dijo de pronto, con la voz quebrada por las perlas saladas que bajaban por todo su rostro. Recargo su frente en el pecho de Michaelis, sin dejar de llorar. —No quiero irme—repitió más bajo, desconsolado.

Por primera vez, el pequeño supo porque no quería ir a esa fiesta. No deseaba despedirse de su maestro, porque sabía que no tendría las fuerzas para hacerlo, y lo que estaba haciendo no hacía más que comprobar lo que pensaba. Y es que, ¿Cómo le decías adiós a la persona que amaste profundamente por 3 años?

Sintió como los brazos de Sebastian le rodeaban, seguramente en un intento por reconfortarlo.

--todo va a estar bien—le susurro, o como el menor pensaba, más bien le mintió. Nada iba a estar bien, esa era su última noche juntos, pues ya no había motivo para seguirse viendo más. Y eso era lo que más le dolía a Ciel. El hecho de saber que lo único que le unía al ojirojo se había terminado en el momento en que el reloj marco las 12.

Se alejo un poco del azabache, para verlo a la cara. Pudo ver la preocupación grabada en los esos ojos que tanto le encantaban, y sin poder evitarlo, llevo su mano a la mejilla del mayor.

Si, ya todo había acabado… entonces… ¿Qué más daba si hacia lo que quería aunque fuera una sola vez en su vida?

Se paró de puntitas, para quedar más cerca de Sebastian y así, plantarle un inocente beso en los labios. Era un suave roce, cargado de amor y solo eso. Michaelis, aunque visiblemente sorprendido, no se separo, se dejo hacer por el niño, permitiendo que el toque durara lo que Ciel deseara que durara.

Este, se separo unos segundos después, sin darse cuenta todavía de lo que acababa de hacer.

--Ciel…

Cuando escucho su nombre, fue como si lo regresara a la realidad, y pudo por fin asimilar el hecho de que había besado de su maestro.

--y-yo…--tembló de pies a cabeza, a sabiendas de que lo había arruinado todo. No pudo decir más, simplemente se libero del agarre del adulto, antes de tratar de huir de ahí. Sin embargo, no fue lo suficientemente rápido, pues Sebastian logro atraparlo nuevamente.

--¡suélteme!—grito el chico, pero el ojirojo hizo como que no lo escuchaba. Forcejearon un poco, hasta que por fin Ciel se rindió, quedándose inmóvil entre los brazos de Michaelis.

“Por favor, olvida lo que hice, por favor.” Rogaba mentalmente, mientras cerraba los ojos.

--Ciel…--le llamo otra vez, y el menor pudo sentir el aliento del azabache sobre su nuca, haciendo que se estremeciera.--¿Qué sientes por mí?—cuestiono suavemente. El peliazul respiro ruidosamente, sin saber que decir.

--si le digo… ¿me dejara ir?—ya no deseaba estar ahí, al menos no con él. Su cuerpo fue girado por su captor, haciendo que tuviera que mirarle aunque no quisiera.

--lo prometo—contesto el mayor, muy cerca de su rostro. El niño sintió su corazón latirle fuertemente, tanto, que parecía que se saldría de su pecho en cualquier momento.

--yo…--apretó los parpados, para no tener que verle—yo le amo. —tal declaración hizo que el ojiescarlata abriera desmesuradamente los ojos, pero gracias a que su estudiante tenia los propios cerrados, no pudo verlo.

--Ciel… yo… lo siento…

El menor supo de inmediato que significaban esas dos palabras. Y al darse cuenta de que no sería correspondido, algo dentro de él se rompió.

--ya déjeme—pidió llorando otra vez, moviéndose sin fuerzas.

--no—dijo con decisión el adulto, sorprendiendo al niño.

--¡ya le dije la verdad!—le reclamo dolido. ¿Acaso disfrutaba el verle sufrir?--¡¿Por qué no me deja?!—baja la cara, para que no viera su debilidad. Sin embargo, Sebastian le tomo del mentón, para que la levantara. Para este punto, el chico seguía sin abrir los parpados, y por este motivo, no vio como su maestro acerco su boca a la de él, para luego posar sus labios sobre los de él.

Al sentir esto, Ciel abrió los ojos de golpe, dándose cuenta de que quien le besaba realmente era Michaelis, y no su imaginación jugándole una horrible broma. No opuso resistencia, porque una sensación cálida se apodero de su ser, reconfortándolo por completo.

El beso era lento, romántico, puro… perfecto.

El ojirojo se separo solo unos centímetros de los belfos del niño, mientras le acariciaba levemente la mejilla izquierda con su mano.

--porque no estoy dispuesto a perderte ahora que se la verdad—contesto dulcemente, pegando su frente contra la del menor, quien no podía creer en las palabras que había dicho el adulto.

Eso significaba que… ¿también le amaba?

--Sebastian—soltó de pronto Ciel, haciendo sonreír al mencionado.

--te amo—dijo con ternura, antes de besar por un segundo los labios del niño. Pero este paso rápidamente sus brazos detrás del cuello del mayor, evitando que se separara de él.

 

Las despedidas o graduaciones son eventos para hacer por última vez alguna cosa, porque aunque uno se encuentre con esas personas en el futuro, ya no será igual. Todos habrán cambiado, incluyéndose a uno mismo. Sin embargo, esto no es malo, porque el tiempo dirá que relaciones son verdaderas, y cuales simplemente fueron pasajeras.

Dicen que los cambios son buenos, y el que estaba pasando aquellos dos seres, debía ser… no, seguramente, era uno de estos buenos cambios.

Que sabia puede ser la vida ¿no?

 

Notas finales:

Si bueno, como podran notar es bastante melancolillo, y es que ando asi porque realmente voy a extrañar mi escuela :( pero como dije, esto es solo una prueba mas que las amistades tienen que superar.

Espero les haya gustado, y si no, que minimo los haya entrenido un rato xDDD

Se cuidan!!!

Byeeeeeee

P.S Este viernes actualizo "Nuestro Holocausto" >/////<


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