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Soñando con el paraíso por Kokuma

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Notas del capitulo:

Espero sea de su agrado. Pronto terminaré lo demás.

ASÍ TE RECUERDO

- Cuando estés listo ven a buscarme –me indicó Tsuzuki al dejarme en mi apartamento.

Asentí con la cabeza y entré. Inconscientemente me apresuré a tomar un baño y vestirme para ir con él. Me miré de reojo en el espejo antes de salir, sentía la gran necesidad de lucir bien frente a él para arreglar todo.
“¿Qué idiotez estoy haciendo?”, me dije apartándome de mi reflejo. Igualmente con lo que había pasado, él no pensaría siquiera en intentar algo conmigo; no estaba seguro de que algún día me hubiera empezado a querer.

Llegué a su apartamento y toqué el timbre, los nervios me comían como si estuviera a punto de ir a una cita. La puerta se abrió y me encontré con la alucinante imagen de Tsuzuki vestido nada más con bóxers, con una pequeña toalla se secaba el cabello.

- Adelante, adelante –sonrió con normalidad-. Ya casi estoy listo.

Me condujo hasta la sala de estar, me sirvió un poco de té con galletas y fue a vestirse. No pude evitar observar con detenimiento su cuerpo tan bien desarrollado, con unos músculos finos que terminaban de formar una imagen perfecta de un adonis. En cambio yo, mantendría siempre el cuerpo semi desarrollado de un adolescente; ni con los muchos esfuerzos que había hecho por mejorar mi apariencia en los últimos meses podría mejorar.

- ¡Hisoka! –Exclamó con tono de reproche- ¿Cómo no te pueden gustar las galletas?

Efectivamente, había dejado intactas las galletas, porque sabía que a él le encantaban y terminaría comiéndoselas. Se acercó terminando de colocarse el saco, bajó hasta la altura de mis ojos y las tomó una por una, con una mirada gatuna terminó de ingerir la última. Me dejó estupefacto con tal acción, pero enseguida sonrió.

- ¿Por qué te sonrojas, Hisoka? –tomó su forma inocente, con una enorme sonrisa juguetona.

- ¡No seas imbécil! ¡No me pasa nada!

Y por un instante recobramos la actitud de los viejos tiempos, dejándonos llevar, marcando el contraste claro entre nuestras actitudes. Era agradable estar así.

- Apresurémonos a regresar antes del atardecer, no sea que sospechen de nosotros –señalé dirigiéndome a la puerta principal.

- ¿Eso es todo, Hisoka?

Me sorprendió su pregunta, y al volver sobre mí mismo él estaba recargado en la pared con los brazos cruzados, lanzándome una mirada profunda, incluso hasta un poco seductora. ¿Cómo era posible que ese idiota me pudiera poner así de nervioso?

- Vámonos –logré decir y salí del apartamento.




El caos se apoderó de nuevo de la familia Okakura mientras estábamos fuera. Ahora la víctima había sido Nanae, la madre de Aria. Se encontraban velando el cadáver, todos sufrían, excepto Hazuki, como había supuesto. Tomamos lugar en la parte trasera, e intenté controlarme para permanecer ahí el mayor tiempo posible antes de saturarme con emociones. Aria se aproximó a Tsuzuki, estaba destrozada.

- Esto ha sido terrible, Souta –sollozaba en el hombro de mi compañero.

Fue entonces que sentí cómo ella buscaba otro tipo de “consuelo”, y por esas imágenes que atravesaron mi mente se rompió la concentración que había tenido hasta entonces; todo se revolvió dentro de mí, me levanté con rapidez para salir de la habitación.
Hazuki corrió tras de mí y logró agarrar mi brazo, sentí de nuevo esa oscura presencia, rasgó mi cordura y una voz dijo:

- Ya te han marcado…

- ¡No me toques! –grité empujando a la joven.

Su padre y los demás hombres se acercaron alertados por mi grito, la marea de preguntas no me dejaba pensar con claridad.

- Con su permiso, nos retiramos por un momento –reconocí a Tsuzuki.

Me guió por el pasillo hasta estar lejos de los demás, Hazuki se quedó en donde estaba, con sentimientos contrariados.
Estando solos me colocó frente a él y levantó mi rostro: las lágrimas caían copiosamente mojando mis mejillas. Me abrazó, una mano sobre mi cabeza, la otra en la parte baja de mi espalda.

- Tranquilo, todo está bien.

Temblaba bajo sus brazos, el miedo había intentado corroerme y apenas podía mantenerme en pie. Mis piernas flaquearon, pero él me sostuvo con firmeza y me pegó más a su cálido cuerpo.

- Respira profundo, relájate.

Seguí su consejo, me tranquilicé lentamente. Sabía que pronto me preguntaría qué había pasado, no podía seguir callando mis temores.

- Entiendo si no quieres decirme, Hisoka –dijo con suavidad sobre mi cabeza-; simplemente no olvides que estoy aquí para ayudarte.

Era tan bueno, tan gentil; yo era tan idiota, tan estúpido. Me separé un poco y levanté el rostro para mirarlo, esos hermosos ojos me transmitían tranquilidad. Coloqué mi cabeza de nuevo sobre su pecho, disfrutando de su aroma, olvidando. Hazuki se acercaba, venía buscándonos por las habitaciones.

“Maldición”, pensé mientras me separaba sutilmente de él. No tendría tiempo de darle explicaciones a ambos si ella llegaba y nos veía abrazados.

- Estaré en contacto contigo por si sucede algo, Tsuzuki. Será bueno que investigues ahora que no molestarán.

- Pero, ¿a dónde vas?

Hazuki apareció pronto por una de las puertas, sonrió y se acercó decidida. Enlazó su brazo con el mío y se dirigió a mi compañero.

- Gracias por ayudarlo, pero ahora es mi turno –le guiñó un ojo y me arrastró hacia el lado oeste.

Mientras nos alejábamos giré la cabeza discretamente y miré a Tsuzuki por encima del hombro. Un extraño presentimiento de fatalidad se apoderó de mí y como si fuera la última vez que iba a verlo, le sonreí. Fue una sonrisa como nunca la había puesto, llena de todo lo que sentía por él. Se sorprendió por el gesto, pero no pude percibir qué era lo que sentía.




Por el camino escuché a Hazuki relatarme todo tipo de historias sobre su familia. Cada vez que hablaba de algún miembro de los Okakura añadía su pésimo punto de vista sobre él, y retorcía las palabras hasta terminar maldiciéndolo.

- ¡Y no te cuento de Taiyo! Antes de morir se la pasó molestándome porque uno de los vecinos declaró su amor por mí en el carnaval de verano. No me arrepiento de todo lo que le dije, nunca me cayó bien ese tarado.

Pronto llegamos a un lugar apartado del jardín, una pequeña bodega se alzaba junto al río que corría más allá, entre los montes. Me habló de cada víctima, permitiéndome aumentar mi sospecha de que ella tenía algo que ver con las tragedias. Nos detuvimos frente a la puerta de la bodega y de nuevo aquella presencia se fue apoderando de mí.

- Cuando te toqué hace rato me di cuenta de que no perteneces a este mundo –su voz sonaba tétrica, emanaba odio de cada poro de su cuerpo-. ¡Tus poderes serán perfectos para encarnarme!

Me miró, su rostro estaba desfigurado, un demonio se había apoderado de ella; sus ojos se habían vuelto de un tono rojo intenso, en vez de uñas tenía garras. Todos mis sentidos se inhabilitaron y caí en un mar de confusión, una pantalla negra al final de un túnel. En mi mente lo único que pude hacer fue colocar el nombre de Tsuzuki, esperando que llegara a rescatarme.




Desperté con el cuerpo adolorido, apenas podía vislumbrar lo que estaba a mi alrededor, una luz intensa me daba en el rostro. Cuando me hube acostumbrado noté que estaba dentro de un cuarto no muy grande, varias herramientas de carpintería colgaban de las paredes y otras estaban en estantes. Yo estaba recostado, amarrado por las muñecas y los tobillos sobre una superficie dura y fría; Hazuki estaba sentada  en una silla a mi lado, sostenía un cuchillo con las dos manos.

- Debo decir que me sorprendió saber quién eres, una extraña joya –su voz era la de un demonio-. Hasta ahora me he alimentado de personas débiles, pero tú con tu maldición eres perfecto.

- No tengo ninguna maldición –encaré a ese malvado personaje-, ¿qué es lo que buscas?

- Ya lo he dicho, necesito un cuerpo que pueda permanecer en este mundo. Eres inmortal, posees habilidades magníficas, y antes ya había sido tocado por mí, lo cual facilitará que te controle.

- ¿De qué estás hablando?

Me horroricé al relacionar su presencia con la de “el personaje que había marcado” mi vida, con ese hombre repulsivo que robó mi inocencia y mi libertad una vez.

- Ah, ¿no te acuerdas? –Se levantó y con la hoja del cuchillo hizo un corte en mi frente- Kazutaka Muraki recurrió a mí pidiendo ayuda, le entregué lo que tanto deseaba, e hizo un sinfín de atrocidades con sus nuevas habilidades. El día que escribió las runas de la maldición que te mató lentamente, estaba utilizando mi poder; aún después de eliminado, mi esencia se quedó. Esta joven, Hazuki Okakura, me invocó igualmente para complacer sus deseos e ir contra sus familiares. Generalmente no me importa para qué utilicen los dones que les brindo, pero esta vez me interesé por el extraño amor que ella sentía. ¡Y henos aquí! Encontré al candidato perfecto.

Su risa llenó el lugar, sentí un miedo atroz, era imposible que pudiera sucederme algo así de nuevo. No, no iba a ser una muñeca otra vez, no estaría sujeto a la voluntad de otra persona. Sin embargo, ahí solo, nada podía evitar que la cruda realidad hiciera acto de presencia; mi alma moriría, sería entregada como ofrenda a un demonio.

- Pero primero quiero confirmar lo que ya sé.

Extendió su mano y clavó el cuchillo en mi estómago, grité por el dolor. Se deslizó hacia abajo, a un lado y al otro, rajando músculos y órganos internos por igual. Hizo lo mismo en ambas piernas y continuó con los brazos. El dolor era agudo, mis gritos resonaban en la habitación, los ojos se me humedecieron; por un instante pensé en que la muerte era lo mejor. La imagen de Tsuzuki y de todos los que trabajaban conmigo me permitió seguir consciente, me aferraba con desesperación a la vida eterna.
Terminó y esperó a que mi cuerpo se regenerara, parecía satisfecho. Entonces empezó a dictar un conjuro, y como antes Muraki lo hiciera, grabó runas por todo mi cuerpo.

“Tsuzuki, por favor, ven”.

Notas finales:

XD ¿Cómo acabará esto?
Dejen reviews, por favor.

ACTUALIZACIÓN: LUNES 30 DE JULIO.


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