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Siempre juntos por Higary

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Notas del capitulo:

Holi hola, gente bonita!! El día de hoy les traigo mi primer oneshot yullen XD Ya he escrito de esta pareja en mis crossovers Se busca pareja y Cosas de familia, pero jamás había subido un fic con ellos como protagonistas. Esta idea la tenía desde hace mucho tiempo e incluso originalmente estaba planeada para ser una historia larga, pero por falta de tiempo y muchas cosas más nunca pude escribirla y mejor decidí reducirla a un oneshot. Para que se den una idea, lo tengo escrito a mano desde el 29 de febrero y finalmente puedo publicárselos (Kyuu: También por falta de tiempo se retrasó tanto ¬¬). Los que me conocen de la sección de Naruto, gracias por tomarse el tiempo de leer mi pequeño oneshot, para los que no me conocen, espero que le den una oportunidad. Estaré ansiosa de recibir sus comentarios con saludos, pedradas, felicitaciones, golpes, jitomatazos, bombas, cebollazos, flores, amenazas y demás. Sin más que añadir: ¡¡a leer!!

 

Disclaimer: Los personajes son propiedad de su autor. Yo sólo desempolvé esta idea para escribir a Allen y Kanda en una situación yaoiesca, jeje.

SIEMPRE JUNTOS

 

Inglaterra, un país europeo fructífero y avanzado, aunque en las oscuras páginas de su historia se escondían incidentes relacionados con vampiros y hombres lobo. Los altos mandos de dicho país siempre negaban tales hechos, alegando que eran producto de la imaginación de las personas, pero se decía que incluso existían organizaciones cuyo fin era darles caza a dichas criaturas míticas.

 

Pero esta historia inicia alejada de esos rumores con la familia Walker, la cual era una de las más ricas e influyentes de Inglaterra. No tenían sangre real, sin embargo se encontraban muy bien relacionados con la nobleza británica, lo que les garantizaba seguridad y confiabilidad. A pesar de esto, hacía diez años sufrieron una tragedia que dejó solo con vida a Mana Walker.

 

Preocupado porque su apellido y herencia se perdieran tras su muerte, cinco años atrás decidió adoptar a un pequeño huérfano de cabello blanco al que le dio el nombre de Allen Walker, el único heredero de su legado. Muchos cuestionaron esa decisión, pero Mana se había encariñado tanto con el niño en los días que convivió con él en el orfanato. Allen era alguien amable, un poco tímido, pero no se rendía. Su pura risa lograba aliviar la soledad y dolor del adulto.

 

Regresando al tiempo actual, Mana estaba preocupado por la seguridad de su hijo de tan sólo diez años, por lo que decidió contratarle un guardaespaldas que pudiera pasar desapercibido. Pidió consejo a Tiedoll, un viejo amigo suyo al que le tenía mucha confianza.

-No puedo dejar la vida de mi hijo en manos de cualquiera –sentenció Mana

-Ya veo –sonrió el otro-, realmente aprecias a ese pequeño. No te preocupes, conozco a la persona adecuada. Apenas tiene trece años pero es uno de los alumnos más talentosos que he tenido. Estoy seguro de que protegerá perfectamente a tu hijo.

-Si tú lo dices, entonces debe ser verdad. ¿Cómo es ése chico?

-Es japonés. Tiene un carácter bastante serio, pero es muy responsable y honorable. Te llevaré a que lo conozcas.

 

Una semana después, en la enorme mansión Walker, Allen se encontraba junto a su padre y la servidumbre esperando frente a la entrada. El niño sentía mucha curiosidad, ya que era raro que gente extraña visitara la casa.

-¿Quién va a venir, papá? –preguntó

-Un nuevo amigo para ti –contestó Mana

-¿Un amigo? –repitió, emocionado

No sabía por qué, pero no lo dejaban abandonar los terrenos pertenecientes a la familia. Incluso tenía profesores particulares para que así no tomara clases fuera de la mansión.

 

El niño salió de sus pensamientos al ver a una carroza acercarse. Una vez se detuvo, la puerta se abrió dejando ver a un hombre mayor. Si Allen recordaba bien, se trataba del viejo Tiedoll, lo había visto en algunas ocasiones, pero sabía que era un buen amigo de su padre. Sin embargo lo que llamó la atención de Allen fue que tras el hombre descendió un chico unos años mayor que él, tenía largo cabello azabache sujetado en una coleta, vestía todo de negro y traía una espada amarrada a su cintura.

-¿Qué tal el viaje? –preguntó Mana, sonriendo

-Bastante tranquilo –contestó su amigo y sonrió al peliblanco-. Ha pasado mucho tiempo ¿verdad, pequeño?

-S-Sí, señor –contestó con timidez

-Yuu –llamó al joven tras él-, este es mi amigo Mana Walker y su hijo, Allen.

El moreno hizo una reverencia hacia el mayor.

-Allen –su padre lo sujetó de los hombros para colocarlo frente al adolescente-, él es Kanda Yuu, a partir de hoy será tu guardaespaldas.

El albino sonrió con alegría y le extendió la mano.

-¡Mucho gusto, Kanda!

El otro lo miró de arriba abajo con expresión seria y evaluadora. Lástima que las primeras palabras que le dijo no fueron las más adecuadas.

-Moyashi –murmuró

Un tic apareció en el ojo del menor. En una de sus clases estudiaba japonés, no lo dominaba aún, pero conocía lo suficiente para saber que moyashi significaba “brote de habas”. Ese chico se estaba burlando de su estatura.

-¿Perdón? Mi nombre es Allen.

-Para mí pareces un molesto Moyashi.

Los dos niños se observaron y fue como si se lanzaran rayos a través de los ojos. Los sirvientes estaban sorprendidos por la actitud de su joven amo. Él normalmente era un chico muy tranquilo y amable, pero parecía que aquél guardián era capaz de sacarle un lado hasta ahora desconocido.

-Parece que se llevarán muy bien –reía Mana

-Eso espero –suspiró el otro adulto

Sabía que Kanda era un chico bastante complicado, pero creía que alguien tan alegre como Allen podría cambiarlo un poco. Ambos chicos eran tan opuestos, pero él sabía que en el fondo también eran bastante similares. Y rezaba porque cuando se dieran cuenta, de verdad lograrían entenderse.

 

Cayó la noche y Kanda había terminado de acomodar sus cosas en la habitación que le asignaron, la cual se encontraba junto a la del de pelo blanco; eso facilitaría su deber de protegerlo. La verdad es que el japonés no estaba muy contento con aquél trabajo, pero era joven y no tenía familia aparte de su maestro. Debía tener una forma de mantenerse solo.

-Trabajo es trabajo –murmuró, bufando-. Sensei consiguió este empleo para mí, además Walker-san es un viejo amigo suyo. Haré esto perfectamente.

Interrumpió su pequeño monólogo ya que escuchó unos golpes en su puerta.

-¿Quién es? –preguntó

Una molesta cabecita blanca se asomó mirándolo fijamente. Más que atemorízalo con aquél ceño fruncido, el niño le parecía gracioso.

-Dice papá que si necesitas algo nos lo hagas saber –esperó una respuesta, pero nunca llegó-. Eso era todo… Buenas noches, Kanda.

-Sí, ya vete a dormir, Moyashi.

-¡Te dije que me llamo Allen! –le gritó molesto y cerró la puerta de golpe

Otra vez solo, una pequeña sonrisa se asomó en sus labios. Sí que era muy divertido hacer enojar a ese niño. Apenas lo pensó, se reprendió mentalmente al darse cuenta de las raras ideas que estaba teniendo. Debía recordar que su verdadera misión era fungir como guardaespaldas, nada más.

 

Los días comenzaron a pasar con las constantes peleas entre protegido y protector, parecía que esa era su retorcida forma de tratar de conocerse. Al menos eso es lo que querían pensar Mana y la servidumbre.

 

Aquél día Allen estaba en clase con su tutor de Filosofía. Éste hablaba sin parar dándole la espalda, ya que sabía que el niño era muy listo.

-¿Entendiste, Allen? –volteó, pero no vio a nadie en el escritorio- ¿Allen?

Miró que la ventana estaba totalmente abierta y una vena se marcó en su frente. No era la primera vez que algo así ocurría. Fue a la ventana y tomó aire.

-¡¡Allen Walker!! –llamó a gritos

-¿Qué pasa? –preguntó Kanda, entrando

Durante las clases él se quedaba haciendo guardia detrás de la puerta. Todos los profesores de Allen eran personas respetables, sin embargo Mana prefería tomar medidas por si resultaban ya no ser tan confiables.

-Joven Kanda, Allen volvió a escaparse. No entiendo por qué a veces toma sus clases tan a la ligera –se lamentaba

-Yo iré a buscarlo.

Salió de la habitación dejando al adulto continuar con sus lamentos. La verdad es que Allen era muy responsable, de eso se había dado cuenta el japonés con sus observaciones diarias. Pero aquél profesor era bastante exasperante y sus discursos resultaban aburridos, no culpaba a su protegido por querer huir de él.

 

Caminó por el enorme jardín hasta llegar a un viejo árbol, aquél era el escondite del albino cuando quería estar solo, otro detalle que descubrió en los días que llevaba en la mansión.

-Moyashi, te están esperando.

-Soy Allen, Bakanda –corrigió

Ya que su guardián era japonés, Allen combinó su apellido con la palabra “baka”, que significaba idiota, dando como resultado un nuevo apodo con el que podía contrarrestar las burlas del pelilargo.

-Como sea –dijo Kanda-, debes estar en clase.

-Me apetecía tomar un poco de aire. ¿Quieres hacerme compañía?

-Se supone que mi deber sería llevarte de vuelta a la mansión a rastras si es necesario.

-No, tu deber es protegerme –sonrió-. Anda, quedémonos un rato. Prometo que después iré a todas las clases de hoy sin protestas.

-Hum… Más te vale que lo cumplas, Moyashi.

 

El tiempo continuó avanzando. Los días se transformaron en semanas, las semanas en meses y en un abrir y cerrar de ojos transcurrieron dos años desde el día que Kanda llegó a la mansión Walker. Allen y Kanda, con doce y quince años respectivamente, seguían conservando sus constantes peleas, al parecer esa era la única forma de mostrarse algo de cariño y entendimiento.

-¡Bakanda, suéltame!

-¡Quédate tranquilo, Moyashi!

Allen iba alegando y pataleando, ya que Kanda lo llevaba cargando sobre su hombro mientras esquivaba los golpes que el menor le lanzaba.

-Esto no sería necesario si dejaras de desaparecer. Vas a ser el sucesor de la familia Walker, maldición. Ten algo de consideración con Mana-sama que te adoptó.

El albino dejó de forcejear y agachó la cabeza. Claro que estaba agradecido con Mana, lo amaba como si fuese su padre biológico, era sólo que a veces se sentía tan presionado por las críticas de los demás sobre no ser digno de pertenecer a esa familia que perdía la confianza en sí mismo.

-… Cierto.

Kanda arrugó el ceño; no necesitaba voltear para saber qué expresión tendría el rostro de su protegido. En esos dos años había aprendido a conocerlo bien, más de lo que el propio Allen imaginaba. Y la verdad, aunque odiara aceptarlo, no le gustaba ver triste al inglés.

-Como sea –bufó-. Una vez que termines, continuaremos con tus clases de defensa personal.

-¿De verdad? –preguntó, emocionado- ¡Perfecto! ¡Ya verás que pronto lograré vencerte en un combate, Bakanda!

-Sigue soñando, Moyashi.

El pelilargo sonrió levemente al oír más animado al otro. Hacía unos meses atrás que comenzó a enseñarle a Allen artes marciales para que pudiera defenderse en caso de ser necesario. Aunque la meta del chico era derrotar a su guardaespaldas, cosa que no había logrado ni una sola vez.

 

El día transcurrió sin más percances hasta que llegó la noche. Después de la cena fueron al enorme salón y Mana pidió a su hijo que tocara el piano, ya que lo hacía de manera hermosa.

-¡Por supuesto, papá! –dijo el joven- ¿Cuál te gustaría escuchar?

-Lo que quieras está bien –le sonrió

Allen se sentó frente al piano y comenzó a tocar una lenta melodía. Desde unos sillones era observado y escuchado por Mana y Kanda; el guardián era el único sirviente que tenía permitido cenar con ellos e incluso acompañarlos durante sus ratos de ocio.

-Él es un buen niño, ¿verdad? –preguntó el adulto

-… Sí, aunque algo torpe –contestó, desviando la cara

-Jajaja, veo que siguen igual, Yuu –suspiró y miró al de cabello blanco-. Adoptar a Allen es lo mejor que he hecho en la vida, quiero que crezca sano y feliz, que se vuelva un hombre capaz y responsable.

-Disculpe, Mana-sama, ¿por qué habla de esa manera?

-… Quizá sólo estoy un poco melancólico –respondió, aunque esas palabras no convencieron al moreno

 

Un par de semanas después, Mana cayó enfermo. Los médicos no sabían con exactitud de qué se trataba, lo único de lo que estaban seguros era de que el líder de la familia Walker llevaba tiempo sintiéndose mal y que no tenían muchas esperanzas de que se curara. Allen estaba a su lado todo el tiempo, no quería dejarlo hasta que estuviera mejor.

-Lo lamento –dijo Mana, sujetándole una mano-… No quería dejarte solo de nuevo…

-No digas eso –le sonrió con cariño-, no vas a dejarme solo. Pronto te recuperarás y podremos salir de paseo juntos, como siempre.

-Eso me encantaría –tosió-. Allen… he dado lo mejor de mí para criarte, espero haber hecho un buen trabajo.

-Claro que sí. Eres el mejor padre que podría haber pedido.

-Nunca dejes de caminar, ¿entendido? Sin importar lo que suceda, siempre debes seguir adelante.

 

Por la noche Kanda entró a la habitación y miró a Allen durmiendo sobre una silla, tenía la cabeza apoyada en la cama del enfermo. El pelilargo llevaba consigo una manta la cual usó para tapar a su protegido.

-Yuu… -llamó Mana en voz baja

-Lo lamento, señor –dijo-. No quise despertarlo.

-Descuida. La verdad es que necesitaba hablar contigo.

-Lo escucho.

-Te contraté para que seas el guardaespaldas de Allen –miró a su hijo con cariño y luego regresó su vista al japonés-. Una vez que me haya ido, no quiero que tú también te apartes de su lado. Igual que yo… sabes que él parece fuerte, pero en el fondo es muy sensible. Por favor… continúa protegiéndolo. No dejes que él se derrumbe… te lo suplico.

-Señor, no necesita suplicarme –afirmó-. Yo decidí que lo protegería a costa de mi vida, y por mi honor juro que así lo haré.

Mana lo observó fijamente. Había algo más en las palabras de Kanda, no parecía estar jurando todo aquello únicamente porque era su trabajo, sino que se trataba de algo más profundo. Sonrió levemente; seguro que el japonés se daría cuenta por sí mismo a su debido tiempo, sólo esperaba que no tardara demasiado.

-Me siento contento, Yuu –le sonrió-… porque sé que mi hijo quedará en buenas manos.

 

Unos días más tarde muchos miembros de la aristocracia inglesa se encontraban en el panteón para presenciar el funeral de Mana Walker. Todos dieron sus condolencias a Allen, pero varios también cuchicheaban, pues no les complacía que toda la fortuna de los Walker la heredara un chico huérfano. Kanda no dejó que nadie se quedara más tiempo de lo necesario cerca del albino, ya sospechaba que muchos de ellos intentarían aprovecharse del niño ahora que su padre había muerto, sin embargo el guardián no iba a permitir algo como eso.

 

Comenzó a caer una fría lluvia, de modo que los asistentes se retiraron. Únicamente quedó Allen de pie frente a la tumba; la contemplaba sin importarle que se estuviera empapando. Kanda consiguió un paraguas y se paró junto al chico para protegerlo al menos un poco de la lluvia. De reojo observaba la seria y triste mirada del menor.

-Nunca voy a dejar de avanzar, Mana –murmuró Allen-, te lo prometo.

-Regresemos a casa, Moyashi –habló el pelilargo-, o vas a pescar un resfriado.

-Oye, Kanda –llamó sin mirarlo-, tú no vas a dejarme, ¿verdad? Tú… vas a seguir aquí molestándome… ¿verdad?

-Si me fuera y te dejara solo, la familia Walker se iría a la ruina.

Allen sonrió un poco y las lágrimas que no había derramado comenzaron a brotar de sus ojos. Sujetó al moreno de la camisa y recargó la cabeza en el pecho del otro mientras intentaba controlar sus sollozos. Kanda se limitó a ponerle una mano en la cabeza como gesto consolador. Desde que lo conocía, era la primera vez que lo miraba llorar. Iba a dejar que se desahogara, pero después se pondría a trabajar muy duro para impedir que volviera a derramar lágrimas.

 

Luego de aquél suceso transcurrieron cuatro años. En ese lapso de tiempo Allen se esforzó mucho hasta convertirse en un inteligente, culto, responsable y digno líder de la familia Walker. A pesar de su juventud se las había ingeniado para administrar los negocios y la fortuna heredados por Mana, además logró que crecieran a un nivel envidiable. Esto provocó que se hiciera de enemigos, sin embargo era bien sabido por todos que para si quiera tocarle un cabello blanco primero tenían que librarse de su fuerte y astuto guardián japonés, lo cual hasta ahora nadie había logrado.

-Muchas gracias, joven Allen –decía un hombre en la entrada de la mansión

-Al contrario, gracias a ti, Link.

El hombre (de cabello rubio y aparentes veintidós años, era uno de sus pocos empleados de confianza) se retiró de la mansión. Allen suspiró fatigado y se frotó la sien.

-Deberías tomarte un descanso.

El joven volteó para encontrarse con Kanda (ahora de diecinueve años) quien lo observaba desde la pared en que estaba recargado.

-Todavía tengo documentos qué revisar. Si quieres puedes adelantarte a comer.

-Vas a colapsar y no quiero tener que ocuparme de ser tu enfermero, Moyashi.

-Grr, es la última vez que intento ser considerado contigo, Bakanda –bufó-. ¿Realmente disfrutas tanto molestarme?

-Para eso vivo –sonrió con burla y le dio un ligero golpe en la cabeza-. Ordenaré que nos sirvan la comida, así que ve a lavarte las manos.

El albino tocó la zona donde lo golpeó mientras observaba al otro irse. Era cierto que Kanda no desaprovechaba la oportunidad para burlarse de él, pero también había cambiado un poco en su forma de tratarlo. A veces era… tan dulce, aunque luego intentaba ocultarlo tras su máscara de arrogancia.

-Kanda… -murmuró

Se sonrojó al darse cuenta de sus pensamientos y sacudió la cabeza para ahuyentarlos. Su guardián ya hacía mucho por él, siempre estaba cerca y trataba de distraerlo cuando creía que se sentía triste. No podía imponerle otra clase de sentimientos.

 

Lo que él no sabía es que no era el único con esas ideas. Durante la comida, Kanda observaba discretamente a su protegido. Allen tenía un aire maduro que los años y el dolor por perder a su padre le habían dado; a pesar de la imagen de chico fuerte que los demás tenían de él, el pelilargo lo conocía muy bien, mejor que cualquier otro ser vivo. En su opinión Allen era la persona más amable y bondadosa que jamás había conocido, sólo que no lo demostraba para no ser un blanco fácil para los demás. Kanda jamás permitiría que alguien intentara aprovecharse de él.

 

A la mañana siguiente, Kanda fue a la habitación de Allen, pero ya no estaba ahí. Bajó al comedor, pero también se encontraba vacío. Deambuló por los pasillos y preguntó a los sirvientes, pero ninguno sabía el paradero de su joven amo.

-¿Dónde rayos se metió ese Moyashi? –murmuraba con enojo mientras seguía buscándolo

-Ahh, él estaba caminando afuera –comentó el jardinero, entrando a la mansión-, pero luego lo perdí de vista.

-Hum, ya sé dónde está –dijo Kanda, yéndose

 

Allen se encontraba descansando sobre la gruesa rama del árbol más grande y viejo de la mansión. Quería relajarse un poco antes de comenzar con sus actividades del día, pero sin querer se quedó ahí dormido por bastante rato.

-¡Ya es tarde! –exclamó y suspiró- Bakanda querrá asesinarme.

-Exactamente, Moyashi.

-¡Aahh! –gritó y agachó la cabeza para ver al pelilargo- ¡Sé más cuidadoso, idiota! ¡Casi me matas del susto!

-¡¿Por qué desapareciste así?!

-¡Me quedé dormido, no era mi intención tardar tanto!

-¡Más te vale no volver a hacerlo! Ahora baja de inmediato antes de que yo suba por ti.

-A veces me pregunto quién es el que da las órdenes y quién el que las recibe –lo miró feo

Comenzó a descender del árbol, pero mientras lo hacía una rama se rompió, haciéndolo caer.

-¡Allen!

El albino cerró los ojos esperando sentir el golpe, pero éste nunca llegó. Volvió a abrir los ojos y sintió algo suave debajo de él. Alzó la vista para encontrarse con el rostro de Kanda a sólo unos centímetros de distancia, incluso podía sentir su respiración. Ambos se observaron fijamente durante varios minutos, había tanto que reprimían decirse. Se sobresaltaron al darse cuenta de lo que estaban haciendo; el menor se sonrojó un poco mientras que el mayor desvió la cara.

-Eh… Moyashi, pesas.

-Ah, lo siento –se levantó de golpe

-Sí que eres torpe. La próxima vez ten más cuidado.

-Oye, no te pedí que detuvieras mi caída.

-Como si fuera a dejar que te lastimaras –apenas se dio cuenta de lo que dijo, carraspeó-. Digo, eso no hablaría bien de mí, ya que soy tu guardaespaldas.

-C-Claro, lo suponía. De todos modos… gracias –sonrió levemente-. ¿Te lastimaste?

-Esto no fue nada. Pero la próxima vez que te abalances sobre mí, avísame para estar preparado –añadió con malicia

-¡Cállate, idiota!

 

El tiempo continuó avanzando constante. Se suponía que los vampiros, hombres lobo y esas cosas eran sólo un mito, seres inventados por la imaginación de la gente. Sin embargo esto no resultó ser verdad y lamentablemente la mansión Walker quedó en medio de la guerra entre vampiros, hombres lobo y cazadores. Los sirvientes habían sido asesinados durante la batalla, pero Kanda no estaba dispuesto a dejar que algo le pasara a Allen. Ambos se habían ocultado en el bosque, pero las heridas del japonés eran bastante serias.

-Puedo oler sangre fresca –decía entre risas macabras un hombre lobo-. Será mejor que salgas, humano. Tarde o temprano te encontraré.

-Rayos –decía el pelilargo sujetando su espada-, tenemos que hallar la forma de huir.

-Estás muy herido –el menor intentaba detenerle la hemorragia del abdomen-. Déjame aquí y huye.

-¡No digas tonterías! Yo soy tu guardaespaldas, no permitiré que mueras.

-Kanda…

 

Desde su escondite, el japonés vigilaba los movimientos de ese hombre lobo, cada vez se acercaba más al lugar donde estaban ocultos. A lo lejos todavía se escuchaban los gritos producto de la batalla. Sin previo aviso, Kanda sintió que Allen lo abrazaba por la espalda.

-Muchas gracias –susurró-… por haberme cuidado hasta ahora… Te amo –añadió, besándole la mejilla

Lo soltó y con decisión salió corriendo a toda velocidad, dejándose ver por su atacante. Kanda intentó detenerlo, pero no pudo.

-¡Hey, monstruo! ¿Me buscabas?

-Por fin –sonrió con crueldad-. Luces bastante apetitoso, niño.

Allen dio media vuelta y huyó de regreso a la mansión. No tenía dudas, sin importar lo que costara tenía que alejarlo de ese lugar. Esta vez sería él quien protegería a Kanda.

 

Por su parte, el moreno se sujetaba la herida en su abdomen mientras con la otra mano sostenía su espada. Con dificultad comenzó a caminar intentando seguir a los otros dos.

-Maldito Moyashi –murmuraba-… ¿Cómo te atreves a decir eso y luego querer sacrificarte por mí? –gimió, la herida dolía mucho- No dejaré que mueras…

 

Allen logró llegar hasta el jardín de lo que alguna vez fuera su hogar. Había manchas de sangre y cuerpos tirados, prueba de la cruel batalla que se desató horas atrás. Sus ojos se abrieron de sobremanera al ver que la mansión empezaba a ser consumida por el fuego.

-Todos nuestros esfuerzos… nuestros recuerdos aquí…

Reaccionó al oír que el hombre lobo se acercaba, de modo que buscó algo con qué defenderse. En el suelo encontró el pedazo de un cuchillo, al parecer era parte del arma de alguno de los muertos.

-Al fin te tengo, niño –dijo su persecutor

Se arrojó sobre el chico quien apenas si pudo esquivarlo. Esa criatura era muy fuerte, no lograría vencerla sólo con ese trozo de arma que tenía oculto en su mano.

-Si voy a morir… no dejaré que también te lo lleves a él.

Una vez más el hombre lobo lo atacó y esta vez no hizo ningún intento por esquivarlo. En cuanto lo tuvo cerca, ignoró el inmenso dolor y con todas sus fuerzas le cortó el cuello con el cuchillo. El hombre lobo rugió y, sujetándose la herida que sangraba sin parar, huyó del lugar. Allen cayó de rodillas viendo la sangre que empapaba su ropa; le habían perforado el pecho.

 

Kanda ya veía borroso, sin embargo todavía intentaba encontrar a Allen. Aunque fuera arrastrándose, pero quería verlo. No podría perdonarse que algo malo le ocurriera a su preciado Moyashi.

 

En medio de las llamas y el desastre, un alto hombre de largo cabello rojo caminaba observando a su alrededor. No le interesaba lo ocurrido ahí, la única razón por la que había llegado a ese lugar era debido a que percibió un aroma muy atrayente. Encontró la fuente: se trataba de un chico de cabello blanco que estaba tirado sobre un charco de sangre. Al acercársele pudo comprobar que seguía con vida, aunque estaba agonizando.

-Por favor –murmuraba con la mirada perdida-… sálvalo… Salva… a Kanda…

 

En una blanca habitación, un joven de largo cabello azabache lentamente abrió los ojos y parpadeó, confundido. Le dolía el cuerpo y lo sentía entumecido.

-Has dormido durante cinco días completos –le dijeron

Volteó a su lado derecho, encontrándose con un hombre de gafas y vestido de blanco. Lucía varios años mayor que él y lo observaba con alivio. De pronto Kanda recordó todo lo ocurrido e intentó levantarse de golpe, pero el dolor de sus heridas lo hizo caer de nuevo sobre la cama.

-Tranquilo, casi mueres –dijo el desconocido-. Por fortuna estabas lejos de la mansión cuando se quemaba y te encontramos a tiempo.

-Moyashi… ¿Qué pasó con Allen? –preguntó

-¿Allen?

-Allen Walker, el dueño de la mansión donde yo estaba.

-Lamento mucho informártelo –contestó con tristeza-, pero no encontramos a nadie más aparte de ti. Y la mansión se quemó por completo, es imposible que alguien pudiera… sobrevivir.

Los ojos del moreno se abrieron de sobremanera. No… aquello no podía ser verdad… ¡Tenía que ser mentira! El mayor se dio cuenta de su sufrimiento, de modo que se levantó y caminó hacia la puerta.

-Supongo que necesitas estar solo. Por cierto, soy Komui Lee. Si necesitas algo no dudes en llamarme.

Una vez salió de la habitación, Kanda soltó un grito desgarrador. Se llevó las manos a la cabeza y dejó que las lágrimas cayeran libres de sus ojos. Las heridas físicas no se comparaban con el dolor que sentía en su corazón.

-Allen… -sollozó

 

Después se enteró que el lugar donde se encontraba era la base de operaciones europea de los Cazadores y Komui fungía como uno de sus supervisores. Cuando lo supo se molestó muchísimo, ya que fueron ellos quienes en su pelea contra los vampiros y hombres lobo terminaron involucrando la mansión Walker. Kanda seguía furioso y dolido, a veces maldecía a Allen por haber decidido protegerlo, otras veces sólo quería morir porque tal vez así podría volver a verlo. Y entonces lo regañaría por haber sido tan impulsivo.

-Buenos días, Kanda-kun –saludó Komui, sonriendo-. ¿Cómo te sientes?

-Vete al diablo.

-Tomaré eso como un “mejor” –tomó asiento a su lado y se puso serio-. Kanda-kun, tus heridas se están curando rápidamente, por eso quiero saber si has pensado en mi propuesta.

El pelilargo arrugó el ceño y apretó los puños. Unos días atrás Komui le planteó la posibilidad de unirse a los cazadores, ya que tenía el talento para hacerlo. Claro que cuando se lo dijo, Kanda le arrojó lo primero que tenía a la mano (un pobre florero que terminó hecho pedazos).

-Hum…

-Sé que esto es muy difícil para ti, ya que una persona que te importaba mucho falleció.

-No hables de él –ordenó

-Disculpa. Sólo quiero que sepas que no eres el primero que pierde un ser querido a manos de hombres lobo, y como esta guerra continúe, tampoco serás el último. Impedir que otros pasen por el mismo sufrimiento que tú en estos momentos… creo que es una buena manera de honrar su memoria.

Kanda cerró los ojos con fuerza. En su mente podía visualizar la alegre y sincera sonrisa de Allen, así como los pucheros y demás gestos que hacía cuando lo molestaba. Nunca le olvidaría… a la persona querida que no pudo proteger.

-Siempre y cuando conserve mis creencias… lo haré –aceptó

 

Y pasaron dos años. Kanda se convirtió en uno de los cazadores más fuertes, sin embargo su carácter tan reacio y estoico dejaba mucho que desear. Komui, su hermanita Lenalee y los otros cazadores con los que regularmente trabajaba, intentaban acercársele, hacer que se integrara a la “familia” que ellos habían formado, sin embargo el japonés alzó una barrera entre él y los demás.

 

En esos momentos caminaba por los abandonados terrenos que alguna vez le pertenecieron a la familia Walker. Estaba lleno de heridas, pues había tenido un sangriento combate con un grupo de hombres lobo. Él y los cazadores ganaron aunque tuvieron muchas bajas. Sin embargo, en lugar de regresar a la base para que atendieran sus heridas, Kanda prefirió ir a ese lugar que tantos recuerdos le traía. Sus heridas realmente eran graves, pero se sentía cansado de todo. Se sentó recargando su espalda sobre un viejo y quemado árbol, aquél del que un día cierto chico albino se cayó y que fue lo único que quedó en pie tras el incendio.

-Es un final patético para mí –murmuró, mirándose la mano llena de sangre-… Pero ya no me importa…

Gracias a sus sentidos desarrollados en el entrenamiento de cazador, pudo sentir la presencia de un vampiro, estaba bastante cerca. Kanda sonrió con ironía y alzó la cabeza.

-Si has venido a matarme, adelante y date prisa.

-De acuerdo.

Los ojos de Kanda se abrieron debido a la sorpresa y el impacto: frente a él estaba Allen, igual a la última vez que lo vio. Vestía totalmente de negro y lo observaba con una mezcla de cariño y melancolía.

-¿C-Cómo es posible…? Moyashi…

-No puedo creer que todavía me llames por ese apodo, Bakanda.

Allen se agachó hacia él y le sonrió, mostrando sus afilados colmillos.

-Vampiro –dijo el moreno

-Así es –suspiró-. Hace dos años, cuando estaba agonizando, un vampiro llamado Cross Marian me salvó, convirtiéndome. Dice que se sintió atraído por el olor de mi sangre, pero la verdad creo que él quería un aprendiz que trabajara para pagar sus deudas –bufó y volvió a sonreír-. Sin embargo le estoy muy agradecido porque él te llevó lejos del incendio para que los cazadores te encontraran.

-… Maldición –su mirada se tornó feroz-. ¡Maldita sea! ¡Estabas vivo! ¡¿Tienes idea de todo lo que he pasado?! –agachó la cabeza- Yo creí… que tú…

-Lo siento mucho, Yuu.

El pelilargo se sorprendió. Era la primera vez que Allen lo llamaba de esa manera.

-Después de que fui transformado tuve que aprender a controlar mi sed de sangre y mis nuevas habilidades –explicó-. A pesar de su codicia e irresponsabilidad en muchos aspectos, Cross es un buen tipo, me enseñó todo lo necesario para salir adelante y me permite hacer lo que yo quiera con mi vida. Por eso me tomó dos años regresar aquí, pero lo hice. Por ti.

-¿Hablas en serio, idiota?

-Claro. A decir verdad tenía miedo de que cuando volviéramos a encontrarnos y vieras lo que soy ahora, me repudiaras y te alejarías de mí. Eso es lo que más me asustaba, pero te busqué porque quiero transformarte. Quiero que estemos juntos otra vez.

-¿Por qué?

-No me digas que olvidaste lo que te dije hace dos años, Bakanda.

-Ah, ya no soy Yuu –alzó la cabeza y lo miró con burla

-¡Arg! ¡Eres un estúpido! A veces me pregunto por qué deseo estar siempre contigo, seguro un día intentaré matarte.

-¿Hablas en serio, Moyashi? –preguntó y sonrió. Extrañaba tanto esas tontas peleas

-Así es –suspiró-. ¿O prefieres ser un mortal y seguir siendo un cazador?

Kanda amplió su sonrisa. Él ya estaba resignado a morir en aquél lugar y de pronto aparece frente a él la persona que tanto añoraba. Aquella persona que fue su razón para unirse a los cazadores. Sujetó la mano derecha del albino y se la llevó a los labios al tiempo que lo observaba a los ojos.

-Mi único motivo para vivir ha sido servirte y protegerte, amo.

 

Komui envió a sus subordinados para que buscaran a Kanda, pero no hallaron ni rastro de él. No querían darlo por muerto sin tener pruebas, aunque las esperanzas de que siguiera vivo eran escasas.

 

Allen y Kanda se fueron a vivir a un lugar alejado de aquella área. El menor quería una zona tranquila donde el japonés pudiera acostumbrarse a su nueva condición de vampiro. Cross los visitó un par de veces, pues quería ver a la persona que tanto le importaba a su pupilo. Y no escatimó en burlas como de que se sentía decepcionado porque su torpe estudiante estuviese enamorado de otro hombre.

-Si no le debiéramos la vida, juro que intentaría asesinarlo –decía el moreno entre maldiciones

-Al menos no nos visita a menudo –opinó el de cabello blanco-. Oye, Yuu… ¿qué harás si vuelves a encontrarte con tus ex compañeros?, ¿te enfrentarás a ellos?

-Si intentan lastimarte, claro que lo haré.

El menor se sonrojó levemente y se rascó la cabeza con pena.

-Ah, cierto –dijo el japonés-, hay algo que necesitaba decirte desde hace más de dos años –le dio un golpe en la cabeza y sonrió-. Te amo, Allen.

Las cosas para ellos todavía se vislumbraban difíciles, en ese mundo se encontrarían con muchos enemigos en el futuro. Se ocuparían de eso llegado el momento, aunque sin importar las situaciones que enfrentaran, iban a mantenerse juntos. Después de todo tenían una nueva vida por delante. Más oscura y complicada, sí, pero una vida juntos al fin y al cabo.

 

FIN

THE END

OWARI


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