-¡Maldición!, he perdido dos horas, y de nuevo voy tarde. – Dijo Yuu preocupado al verse dormido sobre el escritorio. El reloj de la pared le marcaba las 6:35. Pensativo, recogió el desorden de papeles, guardándolos en su pequeño maletín desgastado pero muy elegante y susurró: “confía, espérame”.
– ¡ja! Sólo tengo un día; es decir, menos de 18 horas con 50 minutos…-pensó en las horas perdidas y miro enfrente, recordó las épocas en que no cargaba ni una moneda en sus bolsillos- rayos, divago. Debo centrarme en lo más importante- se decía mientras salía a la calle y tomaba un taxi.
-Debo continuar- Dijo sacando papel y pluma. Escribió durante todo el camino hasta la empresa a donde debía presentar un plan de negocio. Al llegar lo entregó todo y pidió le excusaran si podían; no esperó respuesta, salió a apresurado. Imprimió unas hojas que llevaba escribiendo en el computador y las coloco detrás de aquellos manuscritos, siempre cargando aquel maletín, y solo unas palabras en sus labios – Confía, espérame.
Le tomó cerca de dos horas llegar al aeropuerto. Pagó sin esperar el cambió. Busco un avión pequeño, uno privado, sin mirar preció y con hábiles palabras, porque era hombre de argumentos, tomó pronto vuelo a Nagoya. No había comido nada, y apenas si probó bocado en el avión, nunca dejaba de escribir, siempre entusiasmado, borrando y rescribiendo, siempre con una sonrisa y una mirada penetrante y recitando una y otra vez las palabras, cómo quien busca errores. Sin duda, en más de una ocasión el piloto le dijo “Es usted un hombre de gran locura, señor”.
La ciudad estaba bajo el manto de un viento bastante helado, y al bajar del avión se acercaba la lluvia. Tomo taxi, pensando en su ajetreado día, y lo vacío del mundo, todo tan distante físicamente, siempre volando, siempre en taxis o autos, cuantas horas desperdiciadas en eso, solo por lograr unas pocas de bienestar junto a la familia. -¡JODER!, estás divagando otra vez, ¡ah! Jeje es linda esa palabra, me hace sonreír.- continuó en su tarea de escribir. Tras dos horas en el taxi gritó alegre –lo logré, lo terminé, en mi opinión es relativamente bueno, lo relativo se debe a este desorden tan horrible de hojas. Bueno y a que mi letra no es la más linda- el taxi se detuvo de forma contundente. – ¿Qué sucede?- preguntó asustado, el corazón comenzó a acelerarse al mirar el reloj, y la sonrisa se desvaneció por un instante.
–Hubo un problema en la vía, usted dirá si…- Sin dejarlo terminar le dejo una paga más que suficiente por la ventana y gritó gracias mientras se alejaba, una fría llovizna empezaba a caer. Se detuvo y agitado miró el camino. –sin duda, un accidente y aquel hombre en la discusión parece estar implicado. ¡Pero qué rayos!- miró el camino que aún le quedaba, la llovizna que se iba acrecentando, sonrió y gritó –jajaja ¿qué pretendes?, él ha confiado en mí, no fallaré está vez; pero tampoco soy tan malo-. Se acercó al lugar y vio a un niño sangrando por la cabeza, la mujer, tal vez su madre, tenía solo heridas superficiales leves, pero lloraba angustiada al lado del niño. El hombre disperso un poco a la gente y con ayuda de algunos acomodo al infante adecuadamente, lo desplazó a un lugar sin lluvia y de fácil acceso, limpio la herida y le dio primeros auxilios. –Algo tenía que aprender después de tantos años al lado de un enfermero- musitó mientras un mohín de satisfacción lo envolvió en un recuerdo de antaño. Al llegar la ambulancia prestó su ayuda, dio su número a la madre y en medio de esa lluvia torrencial y helada continuó a través de la fila de vehículos, corriendo, siempre con su maletín bajo el brazo.
Agitado ingreso al edificio, recibió algunos saludos con sus preguntas y rechazo unos cafés. Tomó una toalla y subió corriendo. En aquella habitación lo estaban esperando un pequeño de 12 años, en su cama, y al pie de la cama del niño, su padre con quien tuvo la voluntad de formarle y cuidarle desde bebé, y que había sido siempre tan alegre, con su sonrisa plácida. – Ha sido un largo y duro día, me ha tomado cerca de 20 horas llegar hasta aquí. Pero no perdamos el tiempo. Lo prometido es deuda, hoy terminaré de leerte el libro como te había dicho –musitaba mientras ordenaba las hojas que leería. Con un gesto alegre le pregunto por su día, y le conto el suyo. El reloj marcaba las 9 y 40 minutos.
-En el capitulo anterior, Sonori se había enterado de que su ex-esposo Daisuke, quien estaba perdido en el mar tras un accidente, había sido quien le había preparado la medicina después de recorrer medio mundo, y ella pensaba ser quien lo ayudase esta vez… - Comenzó recitándole con todo el entusiasmo, sus gestos se llenaron de expresiones intensas, iba por ahí y por allá con fonomímicas y entretenidas representaciones.
Por horas narró la historia, siempre haciendo caso omiso de aquel aire frio y solitario. Cerca del final se sentó a su lado, en el derecho y sujetó su mano – Y así, Nyo lo había logrado, unir de nuevo a sus padres, les había demostrado lo importante de compartir, de crecer juntos, que la felicidad no es un punto final, que hay un camino y la felicidad es un modo de vida que te lleva a recorrerlo lleno de alegrías, a pesar de las tristezas. Ahora estaban juntos, después de un largo tiempo, Nyo sujetando la mano de Sonori, cargado en los brazos de su padre, todos avanzando a la luz de un nuevo designio, sonriendo y hablando de sus mil aventuras, anduvieron entre esas calles de dulces fantasías, de realidades compartidas y se perdieron en la inmensa espuma de un sueño, bajo ese cielo de gelatina y abrazados por una cálida nieve… era ahora, su sueño hecho realidad… FIN-
Una lagrima bajo lánguida por su mejilla, miro con tortuosidad la hora, 1:02 am… No quería nuevamente ese racimo de besos de sal. - No te parece increíble cariño mío, terminé con 18 minutos de más, aún puedo preguntarte que te pareció, y mirarte antes de irme. - lo acarició y le dio un beso en la frente. Un aire desolador entro por la ventana y la luz en la habitación se hizo opaca. – Sabes que te quiero mucho, discúlpame, cuanto amaría que desde tu sueño me dijeses si te gustó. –le dio un abrazó, y al levantarse vio que el niño le sonreía y le miraba fijamente con unos ojos tan dulces y serenos que le borraron del alma la angustia. Sin embargo, a alguien al parecer no le gusto y antes de que el niño le pudiese decir palabra alguna, los ojos se opacaron y una mano cayo suavemente sobre las níveas sabanas, el hombre atónico escucho el sonido de la muerte como un golpe, de adorno, al fondo un largo silbido. Adentro, en la habitación, la lluvia devoro una mejilla. Yuu olvidó su maletín, las hojas, todo. Salió lentamente de la habitación mientras el equipo de salud entró corriendo, Shima, en la esquina hizo un gesto de gratitud, dijo un adiós y se fue en otra dirección con su niño de la mano. En aquel lugar algunos llantos se oyeron, unos rezos y demás, el final de un sueño que duró meses y años, que se había llevado a un padre y ahora a su hijo.
-Ya estás con mi Shima, hijo mío. Cuídense, y espérenme, gracias por darme un día mas, por iluminarme en ese sueño y permitir cumplirte mi promesa, allí esta tu cuento de aventuras y de historias, al menos contigo llegue a tiempo… Amor, cuida de nuestro hijo, perdóname por no poder hacer más y perdóname porque parece que aún no es mi tiempo.-
Una gran soledad amarro al hombre, se embriagó con la satisfacción de una promesa cumplida y el vacío de un sueño de papel. No hay palabras para tanto dolor acumulado en una sola alma, con un paño de vinagre alegría en la herida se entregó a la hambrienta noche, quien lo saludo con una suave nieve marcando la llegada del invierno, cayendo para cubrir los pasos de este solitario andariego.
Mirando al cielo, en un grito dijo – ¡los amo!- desgarro lo último de su cordura, detuvo el tiempo a las 1:25 de la madrugada. Aquel día otra alma se perdió entre recuerdos, otro hombre le vendió su cuerpo a la fortuna de sus pasos.
Stvn- Son