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Hijo de la Luna por Glax Trancy

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Espíritu del Bosque

 

 

 

 

 

 

Siempre observaba. Desde su extraño y unicolor mundo, observaba aquel otro lleno de experiencias increíbles. De cosas que jamás pensó ver. Cosas de las que aquella extraña formación de luz le intentaba mantener alejado, pues resultarían peligrosas.

 

«Justo como ese humano que alguna vez te abandonó…»

 

Su rutinaria vida estaba llena de todo lo que podía desear, de todo lo que cualquier persona pudiese llegar a desear. Más aún, él no era feliz. No tenía un nombre por el cuál ser llamado, y no podía disfrutar de aquellas banalidades que los «humanos» llamaban sentimientos.

 

Deseaba tocar aquellos extravagantes instrumentos que veía en esas fiestas coloridas, comer aquella comida que jamás le permitirían comer. Deseaba hacer aquello que estaba catalogado para adultos. Un sinfín de veces había bajado, tocado la tierra y sentido el aire recorrerle desde los pies hasta la última hebra de cabello.

 

Jugaba con sus pies en aquel pequeño arroyo, arrancando con sus dedos parte de la hierba que rodeaba todo el lugar. Miraba al cielo donde de seguro se encontraría su madre mirándole con obvia reprobación y recelo, pocas veces le dejaba ir hasta ese lugar. Deseaba poder hablar con un humano, abrazarle, tocarle. Deseaba saber cómo era el contacto con algo más que su propio ser.

 

Le gustaba estar allí. Había aprendido tantas cosas en tan poco tiempo, y tantas cosas que aún le quedaban por aprender. Le gustaba sentir el agua entre los dedos de su mano, y le gustaba aún más aquella sensación que le daba cuando la brisa gélida hacía su cuerpo temblar, y su piel erizarse.

 

Estaba cubierto sólo con un pedazo de tela, que recorría su cintura, subiendo por su hombro para luego bajar hasta sus rodillas. No llevaba protección en sus blanquecinos pies, y su alborotado cabello caía descuidadamente sobre su rostro. Su piel era pálida, casi parecía sin vida, sus ojos grises más parecidos a la plata, brillantes y enormes. Sus facciones pequeñas y estilizadas y un corazón palpitante de emoción por cada cosa nueva que descubría.

 

Le quedaban menos de 2 horas para regresar, y él solo quería seguir investigando todo a su alrededor. Escuchó el crujir de una ramilla en el piso, y como un autómata volteó intentando descifrar lo que pudo haber sido. Se sorprendió al encontrarse con una cría de un cervatillo, parecía perdida y asustada. Se acercó lentamente y sonrió al darse cuenta de que el animal no intentó huir. «Tu presencia será aceptada por todos aquellos a los que te acerques. Sólo si estos gozan de un buen corazón».

 

Caminó acercándose mucho más, y cuidadosamente guió al animalito a un sitio seguro, olvidando los pasos que iba dando. Se sobresaltó al divisar una cornamenta que se erguía orgullosa, al parecer, el padre del cervatillo. Arrodillándose, se inclinó con respeto y esperó a que ambos seres se alejaran. Lastimosamente, se dio cuenta de algo importante.

 

Estaba perdido.

 

Comenzó a caminar sin rumbo, debía encontrar el camino de regreso al arroyo antes de medianoche, no sabía lo que sucedería de no ser así, pero su madre insistía siempre en que no intentase averiguarlo.

 

«Mitad humano… sólo un problema al dejar salir esa curiosidad mortal que poseen».

 

Consiguió un frondoso árbol, y se tendió bajo él. Desde su sitio no lograba divisar la Luna, y eso más que asustarle, le daba una sensación de libertad, de paz. Reposó la cabeza en la madera, llevando sus manos hasta la hierba, intentando arrancarla. Sus ojos seguían fijos en el cielo y sus manos en su tarea.

El clima se hacía cada vez más gélido, más insoportable. Él, él sólo pensaba en como sería estar frente a una fogata. Incluso deseó meter sus dedos al fuego, pues éste no le lastimaría.

 

 

 

 

˜

 

 

            Caminaba despreocupado, llevaba un cuchillo en mano, pues se encontraba dispuesto a cazar la cena para su familia. Mossis, su madre, le había advertido sobre los peligros nocturnos que le acecharían al salir. Pero a diferencia de lo que pensó, su madre no le detuvo. «Ashem devicsa» [Dios esté contigo]. Fue lo único que le dijo, deseándole suerte.

 

            Llevaba sólo una camisa holgada, un sayo cubría su cuerpo adaptándose perfectamente a su cintura, simulando un pantalón, y unas botas de cuero desgastado cubriendo sus pies. Recordaba haberlas tomado prestadas de algún miembro de la realeza, en uno de sus tantos viajes al centro. Se dirigió hasta el árbol que frecuentaba en busca de frutos, huevos o algún animalejo que sirviese de cena; para él y su familia casi todo era comestible.

 

            Llevó su mano hasta el mango del cuchillo, presionando con fuerza al ver un destello blanquecino del otro lado del tronco. Se acercó sigiloso, dispuesto a dar el primer ataque. Se sorprendió al ver a un chico recostado del árbol. No tendría más de 15 años, el cabello le llegaba a los hombros, un color bastante extraño; por cierto. Su piel era tan blanca, que si la detallaba bien, parecía soltar destellos blancos bastante luminosos. Le observó anonadado, curioso y temeroso. Tenía delante de él, al mismísimo espíritu del bosque. No sabía cómo actuar… ¿sería peligroso? ¿Intentaría asesinarle? No se movió de su sitio, ni quería hacerlo. Estaba fascinado ante el hecho de tener semejante criatura frente a sus ojos. ¿Sería humano? Lo dudaba, después de todo era un espíritu.

 

 

~

 

 

 

Levantó sus parpados, dejando expuestos sus brillantes y grisáceos ojos. Había escuchado pasos y una respiración agitada. No quería asustar a lo que fuese que estaba mirándole, y tampoco quería demostrar la ansiedad que sentía ante aquel encuentro. Giró el rostro, ubicando la figura de aquella persona. Era humana. Y por lo que parecía, era masculino. Se fijó en su cabello, tomando entre sus dedos el propio, separando sus hebras. El cabello de ese chico era negro, casi como el mismo cielo que los arropaba. No llegaba más debajo de sus orejas y tenía un flequillo que se esparcía a los lados de su frente. Levantó sus propias manos frente a sus ojos, se sentía raro. La piel de aquel chico era del color de la canela, y brillaba igualmente bajo la poca luz que les alumbraba.

 

Tocó sus ojos, dejando caer sus manos por sus mejillas al ver los contrarios. Eran grandes, con cejas pobladas fruncidas hacia abajo. Y negros. Esos ojos eran totalmente negros, diría que inclusive más que su cabello. Asombrado y maravillado se puso de pie, el gitano nervioso, retrocedía un paso cada que el otro daba uno. Aún sostenía el mango del cuchillo con su mano derecha, no se atrevía a parpadear.

 

—Kaski san? —Se atrevió a preguntar apretando aún más el mango de madera—. Kaski san? —Repitió cada segundo más nervioso.

 

Pero no obtuvo respuesta. El chico albino únicamente se dedicaba a mirarle, de arriba abajo, de un lado al otro. Tenía una mueca de sorpresa, de satisfacción. Y fue entonces cuando su corazón comenzó a palpitar furioso. Caminaron en dirección hacia el otro, escrutándose con la mirada, intentando averiguar algo, lo que fuese.

 

El menor se acercó hasta él y posó esas blancas manos en su pecho. Palpaba tranquilo, como intentando averiguar qué había allí y al llegar a su parte izquierda, hizo una mueca extraña. Acercó su cabeza hasta ese mismo sitio, y pegó la oreja, sintiéndose aún mejor al escuchar los latidos del corazón de aquel chico moreno. Tal vez no debería estar haciendo eso, pero su curiosidad era más grande que su razón.

 

—¡¿Qué haces?! —Exclamó el chico, dando unos pasos hacia atrás. El otro le miró sin entender porqué se sobresaltaba, y juntando sus manos alrededor de su abdomen le miró a los ojos.

 

—Tu corazón. —Tragó en seco y prosiguió—. Escuchaba el latir de tu corazón. Es… es como el mío.

 

—¿Cómo el tuyo? —Le miró confundido, y decidió dejar de lado el objeto filoso. Se acercó más al de cabellos blancos—. ¿Tienes…?

 

—Corazón. —Repitió antes de tomar la cabeza del otro y posarla en su pecho—. ¿Escuchas?

 

—Sí… lo escucho bastante bien. Suena muy alto. —Sonrió leve y volvió a su posición anterior—. ¿Qué haces aquí? Es tarde, es peligroso venir al bosque de noche. ¿Estás perdido?

 

—Sí, eso creo. La noche está despejada, las estrellas deberían llevarme a casa, pero tampoco aparecieron esta noche. —Miró de nuevo al cielo, haciendo que sus ojos brillasen de manera intensa bajo la atenta mirada del mayor.

 

—¿Algún lugar al que pueda guiarte? Conozco bastante bien este bosque.

 

—Sí. Necesito llegar al arroyo antes de medianoche.

 

—¿Medianoche? Pero debe faltar muy poco para eso.

 

No entendía la razón para ofrecer guiarle, pero sentía que aquel chico no era una amenaza. Tenía un corazón palpitante, no podía ser un espíritu. Y estaba perdido, no podía ser peligroso. El pequeño se encogió de hombros y acercándose a él, tomó su mano con la mirada gacha, esto hizo que se sobresaltara, más sin embargo, no se separó. Caminaron en silencio por unos caminos marcados, se notaba que eran usados con frecuencia.

 

Se sintió alegre al escuchar el correr del agua y miró de nuevo al moreno, su expresión era interrogante.

 

 

—Gracias por traerme…

 

—Jànos. Mi nombre es Jànos. ¿Y el tuyo?

 

—¿Mi nombre? —Miró de nuevo al cielo, pensativo—. Yo no tengo nombre… nadie me ha dado uno.

 

—¿No tienes nombre? Pero… ¿cómo te llaman? —Le vio caminar hasta el arroyo, entrando en el. Una luz bajo el agua comenzó a hacerse más brillante dejándole encandilado y confundido.

 

—Muchas gracias, Jànos. Gracias por traerme de vuelta. —Jànos estaba confundido, ¿de dónde provenía esa luz? ¿Traerle? ¿Adónde?

 

—¿Quién eres? —Preguntó temeroso, nervioso y con un trabe en su lengua. El otro le miró apacible, serio, más no enojado. Caminó adentrándose aún más en el arroyo y antes de desvanecerse, aportó con la voz más suave que pudo haber escuchado.

 

—Soy el hijo de la Luna.

 

Y desvaneciéndose en ráfagas de luz, dejó paso al reflejo de la luna que hacía aparición finalmente sobre el bosque, y sobre la figura de Jànos, el gitano.

 

 

 

 

Notas finales:

Bueno, he aquí de nuevo  Glaxxhaciendo de las suyas gracias al aburrimiento. Sé que no debería estar escribiendo y publicando esto, pues tengo otros proyectosn curso, pero no me aguanté.

 

No les daré mucha bolas, pues es sólo el primer capítulo. Espero que les guste, y que me dejen su opinion, ¿vale?

 

•Kaski san significa '¿Quién eres? O mas o menos eso. xD Y sí, adivinaron. Este fic está basado en la canción de Mecano.

 

¿Un review? ♥

 

Nos leemos pronto~~


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