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El silencio de tu alma por Hotarubi_iga

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Notas del fanfic:

Fanfic reeditado pero nunca antes publicado.

Fue escrito hace algún par de años, pero por extrañas circunstancias nunca me animé a subirlo.

Notas del capitulo:

Disclaimer: Gravitation no me pertenece. Es propiedad de Murakami Maki.

El silencio de tu alma

Eirin

— Capítulo 1 —

Silencio

 

El verano resultaba ser la estación del año favorita de Shuichi. Y si bien en ella podía disfrutar de sus sagradas vacaciones sin que K lo atormentara con su Mágnum, lo más importante para él era tener la posibilidad de compartir más tiempo con Yuki, pese a que éste se encargaba de enclaustrarse en su despacho como si se tratara de un refugio antibombas, espantado por la presencia de Shuichi en el departamento. Y se aseguraba de dejarle en claro que su presencia era indeseada.

Shuichi había iniciado con gran entusiasmo su primera semana de descanso, por lo que le pareció perfecta la idea de aceptar la invitación que NG Records propuso como inicio de las vacaciones: una visita a uno de los centros acuáticos más populares de la ciudad. Y como se trataba de NG Records, Seguchi tomó la providencia de reservar el recinto para todos los funcionarios —y sus respectivas familias— de la casa discográfica.

—Anda... vamos Yuki. ¡Por favor! —gimoteó Shuichi de pie a un costado del escritorio en donde Yuki trabajaba y hacía caso omiso a los chillidos que resonaban como estallidos atómicos en sus tímpanos—. ¡Yuki, por favor... di que sí!

—No fastidies —fue la categórica respuesta de Yuki, sin dejar prestar atención a su portátil mientras el cigarrillo que colgaba flácido entre sus labios se consumía paulatinamente.

—Pero todos irán y lo pasaremos súper.

—Muérete.

—¡Yuki!

—¡Qué molesto eres, carajo! ¡Te dije que no iré!

La insistencia de Shuichi por el famoso día en el parque acuático tenía a Yuki más que sobrepasado. Desde que Seguchi les comunicó la noticia, la semana pasada, Shuichi fastidió con la misma perorata las veinticuatro horas del día, incluso mientras dormía. Y cuando un plazo de entrega tenía fecha tope, el estrés de Yuki subía por las nubes y su paciencia y humor caían más abajo de los suelos.

—¿Por qué no quieres ir? —preguntó Shuichi—. Te servirá para distraerte y desestresarte un poco. Te la pasas encerrado como un eremita. ¡Te volverás un antisocial! —argumentó para convencerle—. Además, estaremos juntitos y podremos bañarnos y experimentar cosas nuevas en el agua. —Esperaba que su estrategia libidinosa entusiasmara a Yuki. Por un momento lo vio vacilar y tentado a la insana idea, pero rápidamente lo vio retomar su centro de negación rotunda.

—Precisamente porque estarás tú no quiero ir al estúpido centro acuático.

—¿De qué hablas? —preguntó Shuichi. Sospechaba de las acostumbradas palabras afiladas de Yuki, pero prefería asegurarse y aclarar las dudas.

—No quiero ir porque estarás fastidiándome la existencia con tus estupideces, como siempre.

Yuki esperaba que Shuichi le contestara con algún insulto o estaba preparado para soportar sus acostumbrados lloriqueos sobreactuados. Pero lo único que logró oír fue la puerta de su oficina cerrarse por fuera con un sonoro golpe que hizo retumbar los cuadros de la pared.

La había cagado otra vez.

Si bien era costumbre escuchar alguna tontería de Shuichi y responderla con abundancia de sarcasmo y acidez porque simplemente le gustaba ser cruel y pedante, en esta ocasión no había necesidad de ello, pero Yuki estaba tan cansado y estresado que de alguna manera necesitaba echar fuera esa maldita tensión acumulada.

Resopló de mala gana, frotando sus sienes al sentir la migraña atacar su sistema nervioso y motriz cuando estaba presionado, y salió torpemente de la oficina. La luz del corredor golpeó sus pupilas y se dirigió con el andar de un borracho al único lugar en el que encontraría a Shuichi moqueando. Una pizca de culpa se había colado en medio de tanta presión y rabia. Shuichi quería compartir con él un solo día de las tres semanas que tendría de vacaciones, pero a Seguchi se le había ocurrido la brillante idea de realizar la visita al parque acuático en el peor momento.

Al ingresar al dormitorio de Shuichi, Yuki lo vio tendido sobre la cama con los pies sobre la muralla y los ojos cerrados mientras tarareaba la canción que escuchaba en su reproductor de música. Al menos no lo encontró lloriqueando como había imaginado y le alegraba; no le gustaba verlo llorar y menos cuando él era el responsable de su llanto. Se apoyó contra el marco de la puerta y acomodó el cigarrillo que colgaba de sus labios antes de preguntar.

—¿Cuándo es?

Shuichi abrió los ojos y se quitó los audífonos. Su cuerpo rodó sobre la cama hasta queda boca abajo y sus ojos clavados en los de Yuki.

—¿Irás?

—Te hice una pregunta.

—Yuki...

—Si no me dices no te responderé.

—Mañana.

—¿A qué hora?

—Temprano.

—¿A-qué-hora?

—A las nueve.

Yuki dio media vuelta con la intención de regresar a su oficina, pero la voz de Shuichi le impidió cumplir su cometido.

—¿Irás conmigo?

—Mientras no me fastidies el resto del día: sí.

—¡¡KYAA~ YUKII~!!

Shuichi brincó de la cama como un resorte y se colgó del cuello de Yuki.

—¡¡TE AMO, TE AMO!! ¡¡GRACIAS POR ACEPTAR!!

—Te dije que si me fastidiabas no iría a ninguna mierda —le advirtió. Las demostraciones de Shuichi rayaban en la exageración.

Shuichi se apartó de Yuki y guardó silencio hasta que lo vio encerrarse en la oficina. De inmediato, una sonrisa satisfecha adornó sus labios y marcó a Hiro para contarle que Yuki finalmente había terminado por aceptar.

 

 

Yuki se arrepentía desde el fondo de su corazón haber aceptado la invitación de Seguchi al parque acuático. Si bien Shuichi se había portado más que excelente ayer, ahora irradiaba una felicidad y energía comparable al estallido de una supernova. Yuki apostaba a la idea de romper el trato en el minuto que Shuichi abriera la boca para decir alguna sandez, lo cual, jamás sucedió. A cambio, sólo recibió de Shuichi miradas de reproche y desconcierto luego de cruzar las puertas del parque acuático.

—No puedo creer que hayas traído tu laptop. Y para colmo vienes con traje. ¡Estás enfermo!

—No fastidies; me visto como se me da la gana. Yo no critico tu ridícula manera de vestir, así que no critiques la mía.

—Pero estamos en un parque acuático. ¿Trajiste al menos traje de baño?

—No vine a divertirme como estúpido.

Shuichi bufó y se adelantó unos pasos.

—Cada quien se divierte como puede.

Se alejó y fue a encontrarse con Hiro y Fujisaki. Mientras, Yuki tomaba posición bajo una sombrilla lo más lejos posible de las piscinas, del radar de Seguchi y del resto de su anormal familia. Sólo rogaba que el día terminara pronto.

 

 

La felicidad de Shuichi habría sido completa de haber logrado convencer a Yuki de que al parque acuático se venía a disfrutar del agua y no esconderse en la sombra como vampiro rehuyendo del sol, porque imaginarlo con un ceñido traje de baño y el agua resbalando de su piel húmeda bajo el sol le provocaba insanos pensamientos.

—Yuki~.

La mente de Shuichi ya había comenzado a trabajar. Su primera estrategia era clara, por lo que se acercó a Yuki enseñándole el envase del bloqueador.

—¿Qué quieres?

—¿Me untas bloqueador?

La mirada de Yuki tras sus gafas de sol se clavó en la espalda de Shuichi. La había visto muchas veces; se la sabía de memoria, pero nunca dejaba de estimularle esa curvatura de su columna y la suavidad de su piel al momento de tocarla.  De inmediato algunas ideas extrañas comenzaron a barajarse en su cabeza, pero las desechó en el acto; no estaba dispuesto a darle en el gusto a Shuichi y dejar que su orgullo pasara a un segundo plano. No se dejaría llevar ni arruinaría su imagen.

—Tengo cosas más importantes que hacer. Mi tiempo es valioso y no pienso perderlo contigo —logró articular como respuesta. Y retomó su trabajo en su portátil.

—Qué insensible eres. ¿No te estimulo ni siquiera un poco? —preguntó Shuichi, moviendo sus hombros con cierta sensualidad.

—Ni un poco —mintió Yuki sin apartar la vista de la pantalla de su laptop.

Shuichi soltó un suspiro y se apartó; era momento de aplicar otra clase de tácticas.

—Lástima… tendré que pedirle a Tatsuha que me ayude con esto. Necesito protegerme del sol para no quemarme o K  me matará.

Dio media vuelta con la intensión de alejarse para ir por Tatsuha, pero no llegó demasiado lejos; Yuki lo sujetó del brazo y lo arrojó a una de las sillas de playa.

—Anda, inútil. Date la vuelta, rápido.

La estrategia de Shuichi dio el efecto esperado. Supo manejar la situación a su conveniencia y salió vencedor por el vasto conocimiento que poseía de las debilidades de Yuki, las cuales lo dejaban, la mayoría de las veces, en evidencia, puesto que cada vez que Tatsuha andaba cerca, Yuki asumía una postura defensiva y posesiva que le demostraba a Shuichi cuánto lo amaba. Y si bien siempre lo negaba con cáusticas evasivas, los hechos le valían a Shuichi más que mil palabras.

 

 

El día sucedió lentamente. Yuki se enraizó bajo la sombrilla de la terraza y avanzó su trabajo hasta casi finalizarlo; siempre acompañado con una refrescante cerveza y sus preciados cigarrillos. Y aunque la vista panorámica que tenía no era de las mejores por estar lejos de las piscinas, la frescura del lugar y la vasta vegetación en los alrededores soliviantaban su inspiración.

Seguchi había elegido un excelente lugar; sus gustos como siempre eran acertados y selectos. Había hecho un buen negocio con la incorporación de un nuevo cantante en la familia NG, y las ganancias adquiridas le habían permitido correr con los gastos del arriendo del club acuático para sus fieles empleados.

Durante la reflexión de Yuki sobre la desprendida condescendencia de Seguchi para con sus empleados, éste se le acercó. Su menudo y fibroso cuerpo lucía diferente con el bañador de color verde; una túnica de gasa azul que caía con gracia sobre sus hombros; sandalias negras; un sombrero de ala ancha muy al estilo de los años setenta y gafas oscuras que ocultaba su refulgente mirada. El estilo excéntrico y refinado de Seguchi predominaba ante todo, incluso en un parque acuático.

—¿Te diviertes, Eiri-san?

La sonrisa radiante de Tohma bien podía aplacar los rayos del sol. Se había atrevido acercarse a Yuki luego de ver la singular escena que protagonizó con Shuichi en el momento que le embetunó el bloqueador solar en el cuerpo. No se había perdido ningún detalle del acontecimiento, y había resuelto guardar distancia hasta que Shuichi se marchara, pues no quería dejar a Yuki en evidencia y sacar a flote su locuaz orgullo.

—Como no tienes ni idea —respondió Yuki de manera mordaz y sin apartar la vista de su laptop.

—Me alegro mucho. —Suspiró y contempló el lugar luego se sentarse en una de las sillas de playa a un costado de Yuki. —Me alegra ver que mis funcionarios se divierten en familia y de manera sana.

—Qué alegría siento por ti.

Tohma ignoró la ironía de Yuki y se atrevió a comentar:

—Me imagino que Shindou-san estuvo muy entusiasmado con la invitación.

—Me tenía las pelotas hinchadas —articuló Yuki al recordar la petición irritante de Shuichi. Fueron siete días de insufrible tortura.

—Siempre es tan entusiasta.

—Desearía que por una vez en su vida dejara de moverse y hablar tanto.

—No creo que sea tan malo —expresó Seguchi. Le costaba creer que Yuki pensara de esa forma si llevaba más de dos años con Shuichi.

—Es que no has pasado un día entero con él —aclaró Yuki—. Y se pone peor cuando no tiene nada que hacer en la casa.

—He tenido la oportunidad de compartir con él durante las horas de reunión que hacemos en la empresa, y sé bien a lo que te refieres. Pero considero que esa energía le hace muy bien a las personas.

—A él le hará bien ser siempre tan idiota; está acostumbrado. Pero a mí me crispa los nervios.

—Pero entonces... ¿por qué aún sigues con él?

Yuki dejó de teclear en ese instante. Alzó la mirada y vio cómo Seguchi se alejaba para regresar con Mika y su hijo. Sus palabras tenían mucho sentido e hicieron eco en su cabeza: ¿Qué hacía con Shuichi a su lado si siempre se quejaba de su forma de ser? La duda embargó a Yuki, pero sabía perfectamente que había una sola respuesta a su inquietud.

Reanudó su trabajo con la esperanza de tener el aguante suficiente para soportar a Shuichi el resto de su vida, porque lo amaba; esa era la simple respuesta. No había más que eso. Lo amaba y quería pese a todo; pese a sus tonterías, a su locura irremediable. Amaba cada parte de él; cada gesto; cada detalle en la manera que tenía para ver y decir las cosas. Amaba todo de Shuichi y no lo cambiaría. Pero no podía negar que también lo desesperaba.

Yuki sonrió ante su propio pensamiento y reanudó su trabajo, sin darse cuenta que, en ese instante, Shuichi se le acercaba sigilosamente para abrazarlo por la espalda con su cuerpo empapado.

—¡El agua está deliciosa! ¡Te estás perdiendo lo mejor!

—¡Mierda!

Yuki saltó furioso, apartando a Shuichi de manera violenta.

—¡Mojaste mi computadora, imbécil! —gritó, secando su laptop.

—Lo lamento —musitó preocupado—. No fue mi intención. Sólo quería...

—Sólo querías hacer nuevamente una estupidez. ¿Qué no puedes por un minuto pensar antes de actuar?

—No me trates así. Nadie es tan idiota para traer una laptop a un centro acuático.

—¿Así es como agradeces que haya venido?

—La idea era que compartiéramos; no que le prestaras atención a tu computadora.

—Dije que vendría. En ningún momento prometí que estaríamos juntos.

Shuichi bufó contrariado. La idea del paseo le resultaría mucho mejor si Yuki dejara de lado su trabajo y se concentrara en pasarlo bien.

—¿Entonces qué vas hacer? —preguntó.

Yuki lo acuchilló con la mirada.

—Secar mi laptop y continuar trabajando.

—Estás molesto.

—¿Tú qué crees, idiota?

—Vale. Entonces no te molestaré más.

—Me harías un gran favor si te pierdes por ahí y nunca regresas. Anda: que te trague la tierra. O mejor vas y te arrojas de cabeza a la piscina y te ahogas.

Pese a lo acostumbrado que estaba Shuichi por las palabras hirientes de Yuki, no pudo evitar sentir —en esta ocasión— un estremecimiento involuntario. Nunca le importó recibir golpes u ofensas de su parte; se había enamorado de él de todos modos, y lo aceptaba sin querer cambiarle nada. Pero a veces... sus palabras inevitablemente lo lastimaban.

Shuichi se alejó en silencio. Y sólo cuando estuvo lo suficientemente distanciado, se atrevió a volver el rostro y contemplar el de Yuki. Susurró un quedo «a pesar de todo te amo, idiota» y se marchó. Había decidido caminar por los alrededores de la piscina principal esperando la hora del almuerzo. La actitud de Yuki le habían bajado un poco los ánimos.

—Es un idiota —masculló, contemplando distraídamente el paisaje mientras las risas y la algarabía que resonaba en los alrededores llenaba el ambiente. El centro acuático estaba repleto por los funcionarios de NG Records.

Shuichi se acercó a una de las piscinas más grandes del recinto —la principal— y observó desde la orilla la profundidad del estanque.

—Se ve... muy profunda —pensó en voz alta.

Se consideraba un buen nadador. En secundaria siempre obtuvo buenas calificaciones en deportes y nunca tuvo problemas para enfrentar las pruebas de resistencia que su tiránico profesor de educación física le impartió. Para Shuichi, una piscina con más de cuatro metros de profundidad como lo era la del centro acuático era una alberca para principiantes.

Se sentó en el borde; el agua le cubrió hasta poco más abajado de las rodillas, y chapoteó un poco de manera ausente mientras buscaba recuperar el ánimo que la adusta actitud de Yuki le había vapuleado.

Su mente comenzó a divagar a la deriva. Intentaba olvidar las palabras de Yuki y su dura expresión que, a pesar de todo, le gustaba.

—Disculpe: ¿Usted es Shindou Shuichi?

La suave y ansiosa voz de un niño resonó tras Shuichi, sobresaltándolo.

—¿Eh? ¡Ah! Sí... lo soy —respondió con sencillez, viendo que el chiquillo no pasaba de los diez años.

—¡Waa~! ¡Qué emoción! —chilló en menor sentándose junto a Shuichi y descuidando el helado que en esos momentos dejó caer producto de la emoción—. ¡Me encantan todas sus canciones! ¡Tengo todos sus discos!

La emoción del chiquillo al tener a su ídolo musical ante sus ojos se desbordaba y contagiaba rápidamente a Shuichi, quien notó cómo su pecho se inflaba con esa emoción cálida al ser reconocido y valorado por una persona que apreciaba su música, a pesar de ser un niño de primaria.

Con nerviosismo, rascó su nuca. A pesar de ser ya una estrella reconocida incluso a nivel internacional, Shuichi no dejaba de mostrar cierta timidez cuando alguien le reconocía; más cuando le pillaban fuera del escenario, que era cuando su seguridad se apoderaba de cada célula de su cuerpo, convirtiéndolo en ese personaje que hacía suspirar a las jovencitas y llenar estadios completos.

—Me da gusto saberlo —dijo, aunque no estaba seguro de lo que debía decir en un momento como ese. El estar sentado a la orilla de una piscina casi olímpica y vestido con un traje de baño no le permitía sacar a flote esa chispa que mostraba en el escenario cada vez que cantaba.

—¿Me daría un autógrafo? —preguntó el chiquillo.

—Es que no ando preparado —se excusó Shuichi—. No traigo lápiz ni papel. —Pensó un momento, como si buscara algo que pudiera contentar a su fan. —¡Ah!, pero puedo darte esto —dijo tras quitarse de su muñeca derecha la pulsera de cuero que había adquirido el año pasado en una tienda por simple capricho.

Los ojos del niño brillaron de emoción.

—¡¿De verdad?!

—Claro. Es un obsequio.

—¡¡Gracias!! —chilló el chiquillo abrazando efusivamente a Shuichi.

Luego de recibir su obsequio, el menor se retiró corriendo de regreso con su familia para enseñarles lo que el vocalista de Bad Luck le había obsequiado.

Shuichi lo vio alejarse y volvió el rostro hacia el agua que refrescaba sus piernas. Nuevamente su mente fue ocupada por Yuki. Sabía, y admitía, que su actitud infantil e hiperactiva lo irritaba, pero no podía evitar emocionarse cuando tenía la oportunidad de estar juntos. Debido a sus trabajos, la convivencia y la vida en pareja eran absorbidas por completo y les impedían llevar una relación estable y normal. Sin embargo, eso no le impedía a Shuichi estremecerse cuando Yuki le miraba, hablaba o tocaba. Perdía todo autocontrol cuando su presencia era lo suficiente para desinhibirlo y nublarle la razón. Yuki le hacía sentir vivo, enérgico y feliz. Y las demostraciones de cariño de Yuki no le impedían amarlo locamente como lo hacía día a día; había otras cosas que le indicaban cuánto él lo amaba.

—Soy un tonto por amarlo tanto —dijo con una sonrisa radiante y cálida. El descubrirse enamorado de Yuki le hacía sentir bien.

Resolvió levantarse y regresar con Hiro para probar los toboganes que resultaban ser toda una atracción en el recinto. Pero al dar media vuelta, pisó descuidadamente el helado derretido que el chiquillo había dejado tirado y perdió el equilibrio. Intentó mantenerse estable pero la velocidad en la que todo sucedió le impidió orientarse y asirse de algo cuando su cabeza golpeó de frente contra el canto de la piscina, cayendo en el agua.

En medio del aturdimiento, el instinto de Shuichi le incitó a nadar para salir a flote, pero el golpe en su cabeza le impidió coordinar sus movimientos; su cuerpo había entrado en un extraño sopor, sumergiéndolo hasta el fondo de la piscina.

Poco a poco le fue resultando difícil continuar con el ritmo que imprimía ineficazmente a sus brazadas. Comenzaban a pesarle las extremidades. Dejó de moverse y, entonces, lo notó. El agua le había succionado apresándolo y atrayéndolo hacia el fondo. Una punzada de pánico le instó a nadar con más fuerza, pero los miembros no le respondieron. Los notaba pesados y engarrotados y él mismo se sentía cercano al desfallecimiento. De nada le había servido bracear y patalear; tampoco la experiencia que había adquirido en la piscina de la escuela. Sus ojos veían demasiado lejana la superficie. Inconscientemente, abrió la boca buscando aire que respirar y el agua inundó su garganta.

«Se acabó», pensó resignado.

En medio de las burbujas que dejaba escapar de sus labios, comenzó a entregarse a su desgracia a medida que sus pulmones se llenaban con el agua de la piscina. Estaba tragando demasiada; la suficiente para adormecerlo. Y le quemaba, como fuego líquido saturando sus pulmones.

En un extraño momento de sosegada lucidez, fue consciente de que se estaba ahogando. Y la última dosis de pánico por el instinto de supervivencia le obligó a seguir luchando con las pocas energías que le quedaban para lograr salir, pero sin éxito. Sentía el corazón bombear dolorosamente contra su pecho y el palpitar insistente de sus sienes le provocaba náuseas.

Shuichi quería seguir luchando, intentarlo hasta el último momento, pero su mente comenzaba a apagarse y las ideas no eran más que confusas imágenes distorsionadas y sin coherencia.

Y sólo antes de perder por completo el sentido, luego de resignarse a lo inevitable, su mente dibujó la imagen de Yuki a medida que todo comenzaba a volverse lúgubre y solitario. Los sonidos se hacían distantes y un eco silencioso comenzaba a invadirle junto con el lento palpitar de su corazón.

Shuichi se entregó a la oscuridad y al silencio. Pero su mente repitió un solo nombre antes de caer por completo hasta el final del abismo.

«Yuki.»

 

 

Yuki había terminado de escribir lo que faltaba del capítulo para su novela. Ahora podía respirar tranquilo. El plazo de entrega era para mañana y Mizuki estaba muy insistente con la revisión del manuscrito. Pero ya que lo había terminado, Yuki se sentía mucho más relajado. Sabía que ahora podía divertirse y darle a Shuichi lo que tanto quería: un día romántico y cursi en la piscina.

No había dejado de sentirse culpable después de cómo lo había tratado por mojarlo un poco. Admitía haber actuado como un idiota exagerado, pero Shuichi bien sabía cuando Yuki no podía ser molestado por cuestiones de trabajo. No obstante, la culpa no dejaba tranquilo a Yuki.

Decidió buscar a Shuichi y compensar su falta de tacto con algún beso o alguna acción tierna que lograra provocarle a Shuichi una hemorragia nasal. Tal vez ponerse el traje de baño que había echado a escondidas en el auto le subiría el ánimo. Pero de nada le servía si no estaba cerca.

—¿Dónde diablos se metió?

Lo buscó por los alrededores pero no dio con su paradero. En su búsqueda se encontró con Hiro, a quien no dudó en preguntarle si había visto a Shuichi.

—Creí que estaba contigo.

—Si te pregunto es porque no está conmigo —respondió Yuki. Repentinamente se había apoderado de él un mal presentimiento. Tenía esa facultad, posiblemente por herencia familiar, de presentir desgracias o cuando algo no marchaba bien. La imagen mental de Shuichi se le repetía una y otra vez, como si  le estuviese avisando de algo que no lograba comprender del todo.

—Posiblemente fue a los toboganes —comentó Hiro revolviendo su bebida sobre el mesón del bar piscina—. Quedamos en ir antes de almorzar. Debe está allá.

Yuki no prestó demasiada atención a las palabras de Hiro. Sus ojos no se apartaban de la piscina principal, por lo que decidió regresar a ella y buscar por los alrededores a Shuichi. La molestia en su pecho no dejaba de intensificarse.

—¿Qué ocurre? —preguntó Tohma. Se había percatado de Yuki luego de verlo charlar con Hiro. El instinto de Tohma también era suficientemente eficaz como para comprender cuando algo no marchaba bien. Tohma sabía leer el rostro de Yuki. Y sabía, en esta ocasión, que estaba preocupado por algo.

—Busco a Shuichi.

—Debe estar por ahí, jugando —respondió, intentando restarle importancia a la situación.

—No lo dudo —dijo Yuki sin prestar demasiado interés a la conversación.

Hiro había ido por su cuenta a buscar a Shuichi. Fujisaki le había acompañado pero sin éxito alguno.

Todos conocían a Shuichi lo suficiente como para saber que era un imán para los problemas y accidentes. Pero también sabían, por los años de convivencia, cuando Shuichi actuaba influenciado por su signo y tendía a recluirse en su propio mundo, dejando de lado la idea de actuar como un crío de guardería sólo para llamar la atención.

Tohma no estaba tranquilo por la actitud impaciente de Yuki, por lo que decidió llamar a K y ordenar la búsqueda de Shuichi por todo el recinto.

Cinco minutos después, todos le buscaban. Para ese entonces, y a pesar del poco tiempo transcurrido, Yuki se sentía asfixiado, temeroso y abrumadoramente inseguro. La molesta puntada en su pecho no le dejaba tranquilo; le indicaba que algo malo sucedía, y el hecho que Shuichi no apareciera le aseveraba dicha sensación.

Tatsuha y Ryuichi buscaban a Shuichi en los vestidores; Hiro y Fujisaki en los toboganes; el equipo de seguridad de K se había desplegado en el estacionamiento del centro acuático y en las piscinas restantes; K y Sakano buscaban en el restaurant del lugar, comunicándose por radio con los guardias del centro; Mika, Tohma y Yuki  permanecieron cerca de la piscina principal, la cual, por su profundidad, era visitada sólo por los más experimentados nadadores.

—Tal vez está en una de las piscinas de los otros sectores —habló Mika para tranquilizar a Yuki, quien no apartaba la mirada del agua. Miraba como si buscara en ella a Shuichi.

El palillo de madera de un helado derretido en el suelo llamó de pronto su atención. Sus ojos viajaron rápido por el agua. En ese momento, su sangre se congeló al reconocer una sombra que resaltaba en contraste con el fondo celeste de la piscina.

—Sigamos buscando, Eiri-san.

Yuki ignoró las palabras de Tohma. Centró su mirada en el agua, intentando reconocer aquella sombra. El agua la distorsionaba, pero aun así resultaba lo suficientemente clara como para reconocer la figura de una persona.

—¿Eiri-san?

Tohma sólo pudo reaccionar cuando vio a Yuki lanzarse en picada sobre el agua con todo y ropa. Mika ahogó un grito lo suficientemente estridente para llamar la atención de quienes se encontraban cerca. Tohma no dudó en avisarle a K y a los demás que Yuki había encontrado a Shuichi.

Yuki nadó lo más rápido que su cuerpo y habilidades le permitieron hasta el fondo de la piscina. Forzaba su vista distinguir con mayor claridad la figura de Shuichi, pero el agua infestada de cloro le quemaba y entorpecía el rescate. Se acercó lo suficiente y comprobó, para su desgracia, que se trataba de Shuichi quien yacía inconsciente en el fondo de la piscina con una brecha sangrante en la frente. Sus ojos cerrados y sus labios entreabiertos, dejando entrar más y más agua sin presentar signo alguno de reacción, advirtieron a Yuki que sus temores resultaron tan reales como la imagen que tenía ante sus ojos cegados por el cloro de la piscina.

Sujetó a Shuichi con cuidado, pero con la agilidad suficiente para no perderlo, y nadó de regreso a la superficie, la cual parecía lejana e inalcanzable.

¿Cuántos minutos llevaba Shuichi sumergido? ¿Cuántos minutos habrá intentado patalear y luchar por su vida sin que nadie lo socorriera? ¿Cuántos minutos habrá estado sufriendo ante la falta de aire y la angustia de ver que su vida se le escapaba de las manos? Yuki pensaba en ello mientras la desesperación por emerger le hacía nadar más rápido de lo que alguna vez lo había hecho.

Con una profunda respiración ante la nueva dosis de oxígeno que recibió su organismo, Yuki emergió finalmente con el cuerpo inerte de Shuichi. De lejos, escuchaba los gritos de quienes le habían ayudado a buscar a Shuichi; luego, el ruido del agua al ser golpeada por dos cuerpos que rápidamente se lanzaron en ayuda. En ese instante Yuki se sintió embargado por un extraño sentimiento de gratitud, pues sabía que no podía nadar más con Shuichi a cuestas debido a la tensión y el agotamiento súbito que había sufrido al bracear tan desesperadamente.

—¡De prisa! ¡De prisa! —escuchaba Yuki con esa sensación de vértigo que exacerbaba sus sentidos por la adrenalina que bullía por todo su cuerpo ante la desesperación de ver a Shuichi inconsciente en el agua. —¡Una ambulancia! ¡Llámenla! ¡Rápido!

Yuki logró escuchar el nombre de Shuichi entre gritos y el chapoteo del agua repercutiendo en sus oídos como un sonido funesto. Le dolía el corazón y tenía ganas de vomitar, pero logró nadar hasta la orilla y fue ayudado por Tatsuha y Ryuichi mientras K y Hiro —quienes se habían lanzado a la piscina en ayuda— sacaban a Shuichi del agua y lo depositaban con cuidado en el suelo.

Sin tomarse el tiempo de pensar en si estaría haciendo lo correcto, Yuki se acercó a Shuichi y comenzó a llamarlo apremiante. La palidez azulina de Shuichi y la inactividad de su tórax le habían hecho entrar en un pánico aplastante.

—¡Oye, reacciona! —le llamó con urgencia, pero no obtuvo respuesta—. ¡Shuichi, escúchame!

—¡Denle espacio para que respire! —ordenó K para que los presentes mantuvieran la mayor distancia posible.

Intentando controlarse y no dejarse llevar por el nerviosismo que le hacía temblar de pies a cabeza, Yuki se acercó y posicionó su oreja sobre la boca entreabierta de Shuichi. El pánico terminó por apoderarse por completo de su cuerpo cuando no sintió su respiración.

—¡Maldita sea! ¡No respira! —exclamó ante el horror de los presentes.

Se arrodilló a un costado de Shuichi y comenzó a reanimarlo. Echó su cabeza hacia atrás para despejar su vía aérea, tapó su nariz, unió sus labios y exhaló con fuerza dos veces para entregarle oxígeno. Lo intentó dos veces con nulos resultados. Daba gracias tener tales conocimientos; en una de sus últimas novelas había tenido que relatar un ahogamiento por inmersión, pero jamás pensó que tendría que pasar por una experiencia similar.

K tomó el pulso de Shuichi y negó con la cabeza. Ante ese hecho, Yuki comenzó con una reanimación consistente en una combinación de respiraciones con masaje cardiaco. Empujaba con fuerza hacia abajo sobre el pecho de Shuichi para resucitarlo.

—¡Reacciona, inútil! —expresó con desesperación sin dejar de presionar su pecho—. ¡Abre los ojos! —Repitió el proceso de respiración boca a boca y presionó su pecho reiteradas veces—. ¡Despierta!

El agua le goteaba de los cabellos deslizándose por su rostro, mezclándose con las lágrimas que habían comenzado a manar copiosas de sus ojos.

Quienes observaban la escena angustiante sollozaban desesperados al ver que los esfuerzos de Yuki no daban resultado.

—¡Reacciona! —insistió Yuki, sin dejar de repetir el ejercicio de resucitación sobre el pecho de Shuichi—. ¡Abre los ojos, maldición!

El llanto de Mika, quien protegía a su hijo de la dolorosa escena, y los sollozos de Hiro alteraban los nervios de Yuki y atenazaban su desesperación con dolor. Las lágrimas le nublaban la vista al ver el cuerpo frío e inerte de Shuichi frente a él.

—¡Reacciona! —gritó nuevamente sin dejar de reanimarlo—. ¡Shuichi! ¡Con un demonio, despierta! ¡No te atrevas a morir o juro que te patearé!

—Eiri-san, ya es suficiente —intervino Tohma con un mal disimulado quiebre de voz al ver cómo Yuki se envolvía en la agonía de ver a Shuichi sin vida—. Eiri-san...

—¡NO ES SUFICIENTE! —gritó Yuki, continuando sin descanso y cada vez más angustiado el trabajo de reanimación—. ¡Maldito idiota, reacciona!

—Eiri...

—¡No te atrevas a dejarme, Shuichi! —pidió llorando, tratando de no perder las fuerzas de la reanimación—. ¡Maldita sea! ¡Respira! ¡Respira! ¡Respira, idiota! ¡Respira! —gritaba con cada presión ejercida sobre su pecho.

El cuerpo de Shuichi parecía haberse vuelto más frío y azulino. Los esfuerzos de Yuki no estaban dando resultado y sentía que las fuerzas lo abandonaban al ver que la vida de Shuichi se le estaba yendo de las manos con cada soplo sobre su boca y cada presión ejercida en su pecho.

Nadie se explicaba cómo había sucedido tal desgracia. Hiro sabía que Shuichi era un excelente nadador y que ahogarse no estaba dentro de sus posibilidades. Pero el corte que Shuichi tenía en su frente dejaba en evidencia que lo sucedido se había producido posiblemente por un resbalón accidental.

—Shuichi, no me dejes... por favor... —suplicó Yuki en un susurro—. No me dejes, inútil. No te atrevas a dejarme. —Se negaba a aceptar lo que sucedía, pero el rostro cianótico de Shuichi ante sus ojos le abofeteaba duramente, quemando su pecho y tronando como una bomba en su cabeza ante la sola idea de enfrentar la realidad. —Shuichi... —Ya no le quedaban fuerzas para seguir reanimándolo. El agotamiento mental y físico le estaba provocando perder efectividad en su tarea de reanimación. —No me dejes, te lo ruego...

En ese instante, la mano de Shuichi que Hiro sujetaba dio un ligero movimiento.

—¡Su mano se movió! —chilló sin contener el llanto.

Las palabras de Hiro le habían dado fuerza y esperanza para no abandonar su labor.

—¡Shuichi! ¡Shuichi, escúchame! —exclamó, dándole respiración dos veces para luego seguir con el masaje cardiaco—. ¡Shuichi...!

Como si el llamado de Yuki hubiese sido un golpe de corriente poderoso, Shuichi tosió y vomitó el agua que había en sus pulmones y estómago, convulsionando en el proceso. Yuki lo sentó para que terminara de expulsar todo el líquido tragado. Estaba agotado por el duro trabajo de reanimación. Respiraba agitado en busca de aire, pero ver a Shuichi toser y sacudirse en sus brazos resultaba suficiente para hacerle sentir nuevamente vivo.

Tras convulsionar y retorcerse entre arcadas, Shuichi volvió a caer inconsciente.

—¿Shuichi? —lo llamó y zamarreó casualmente, pero no tuvo respuesta alguna. Se acercó y notó que a duras penas respiraba, y que entre cada irregular suspiro su ritmo se perdía—. Maldición...

Yuki reanudó sin vacilación su trabajo de reanimación hasta que los paramédicos llegaron.

En medio de la agitación, Shuichi fue puesto sobre una camilla con una manta térmica, un collarín en el cuello por un posible daño cervical debido a la caída y una mascarilla de oxígeno que uno de los paramédicos bombeaba constantemente sobre su boca.

—Hiciste un excelente trabajo, Eiri-san. Lo hiciste muy bien —dijo Tohma mientras cubría a Yuki con una toalla.

—Debo ir con él —se apresuró en decir y subió a la ambulancia donde los paramédicos terminaban de acomodar a Shuichi.

En medio de un extraño y repentino silencio abrumador, la ambulancia partió al hospital más cercano.

El paseo se había arruinado por completo. El día de entretención familiar que Tohma había planeado se había empañado por el accidente de Shuichi que, de haber habido seguridad en el parque acuático, podría haber tenido un resultado diferente al que estaban todos experimentando.

Tohma vio alejarse la ambulancia y con pesar pensó que, si bien el accidente de Shuichi había sido lamentable, lo que más le angustiaba era saber que, después de esto, la vida de Yuki y Shuichi no volvería a ser la misma.

 

...Continuará...

Notas finales:

No creo que pase de los tres capítulos. Todo dependerá de cómo me quede la reedición.


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