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Piedra preciosa por Athena Takahashi

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"Por los cuatro costados rezuma tu magnificencia,
por los huecos más recónditos de tu piel.
Lleno de dicha me hallo desde que advertí tu presencia
y tan complaciente sensación de volver a nacer."

"Fulgurantes chispazos reflectan tus ojos,
Principal deleite de mi vista,
Candorosa luz que suscita el gozo,
perfecta amatista."
El corazón de Kurosaki Hisoka


Hisoka abrió los ojos en su cama con un espasmo y la respiración entrecortada, como había sido habitual en la última semana. Procedió a levantarse de su cama rápidamente y a empapar su rostro con agua helada para espabilarse. Hechas esas acciones se dispuso a vestirse para asistir a la oficina, pero, justo al encontrarse en el alféizar de la puerta de su vivienda en Meifu, recordó que estaba de vacaciones. Así que, suspirando con hondura, volvió a postrarse en la piltra para recargarse; inexplicablemente, se sentía débil. ¿Cómo podía ser posible? ¿Si estaba de vacaciones y, para colmo, acababa de levantarse?

De repente, evocó el porqué de su flojedad: las pesadillas que lo atormentaban desde el preciso día que comenzó su merecida y esperada holganza. Esos horrendos sueños recreaban momentos fatídicos de su vida como la noche de su sentencia, en la que Selene emitía un escalofriante brillo escarlata, y el instante de su muerte, con el acompañamiento de la más aciaga soledad. Creía haber superado aquellos traumas gracias a la concomitancia con su compañero de oficio y aliado Tsuzuki Asato, pero, precisamente ahora que podía y debía relajarse, el sufrimiento había vuelto materializado en pesadillas diarias, las cuales provocaron que en cada despertar mañanero se sintiera más derrumbado y sin energías físicas ni mentales, a punto de colapsar.
No obstante, ese tormento no había logrado eliminar sus deseos primarios de pasar unas vacaciones con Tsuzuki, tan divertidas y maravillosas como él. Día tras día pensaba que quizá debía ir junto a él y dejar que su presencia endulzara al menos un poco sus ánimos pero no veía conveniente presentarse ante su amigo en su estado actual. No podía permitir que el gesto jovial que caracterizaba el rostro de Tsuzuki tornara en uno de preocupación; con solo imaginar la escena se le partía el alma, desgarrándole un intenso dolor por dentro. Suponía que su aspecto no debía ser muy favorecedor, por lo que fue a mirarse al espejo para comprobar su teoría. Efectivamente, la imagen reverberada en el cristal no era la habitual, su semblante, normalmente sereno y con aparente indiferencia, reflejaba una insondable tristeza remarcada sobre todo en sus penetrantes ojos de color esmeralda. Simultáneamente, comprendió que, si bien algunos compañeros no repararían en su pena a simple vista, para Tsuzuki sería claramente legible debido al lazo tan fuerte que los une a ambos, por tanto, aumentó su convencimiento de no ir a visitarlo y, con ello, la aflicción por su ausencia. Asimismo, se percató de que había algo distinto en su cabellera, una tonalidad más oscura de lo usual, ya que el calvario que atravesaba le había hecho descuidar su higiene incluso. Seguidamente, empezó a tomar una ducha de agua templada con el propósito de relajarse, asearse y, por encima de todo e inconscientemente, purificarse… se sentía sucio por lo ocurrido la noche en la que conoció a Muraki.

Durante la semana siguiente las pesadillas seguían repitiéndose noche tras noche sin falta, así que la situación no cambió un ápice sino que cada vez era más insostenible. Y, sobre todo, el joven Kurosaki extrañaba cada día más a Tsuzuki, su compañía, cariño, animosidad… todo de él. Extrañaba la contemplación de sus cabellos color café; cuando el viento los removía Hisoka reía por dentro pues les daba un toque de despiste y jocosidad muy apropiado para Tsuzuki. Anhelaba tener a la vista su cutis con esos delicados labios habitualmente sonrientes y esa tez acicalada que incitaba al contacto físico, tanto que hasta a Hisoka, que tan sosegado solía ser, le resultaba difícil contenerse; incluso su prolongada nariz ornamentaba la espectacular faz. Predominantemente, echaba en falta esa mirada puramente amatista que reinaba su alargado rostro, esas gemas llamativas de inhumana belleza que tenían la capacidad de atraer hasta al más insensible (llámese Muraki). Deseaba escuchar su voz, con aquel tono sensualmente varonil, la cual era comparable a la más melodiosa música y resonaba claramente en sus oídos, como si la estuviera escuchando en ese mismo instante. Extrañaba su arrebatadora sonrisa, capaz de aportar luz a la más oscura penumbra y de alegrar los días del ser más depresivo, así como hizo con la existencia del chico, anteriormente sumergida en un pozo sin fondo. Deseaba con fervor el envolvimiento de los firmes brazos de Asato en torno a él, para poder sentir en carne viva su calidez y protección.

Con estos pensamientos, los cuales se le estaban yendo de las manos, la sangre se le subía a la cara. ¿Tan importante era Tsuzuki en su vida? Quizás dependía demasiado de él, pero era entendible puesto que había sido el primero en aceptarlo, en comprenderlo, en tratarlo, en ofrecerle confianza… y así un sinfín de actitudes. ¿Cómo no necesitar con tanta intensidad a alguien así? Irónicamente, su vida dio inicio tras la muerte y todo gracias a ese shinigami tan despistado y glotón. Conforme avanzaban sus reflexiones, el sueño lo invadía y aturdía, cerrándole los ojos casi automáticamente mientras se perdía de nuevo en las cualidades de Tsuzuki. Por tanto, decidió ir a la cama, preparado para su agonía nocturna.

El sueño se repitió con exactitud, aunque inesperadamente hubo una variación tras la escena de la muerte de Hisoka. Era de noche y se encontraba en un bosque tranquilo impregnado de aire fresco y límpido, carente de toda contaminación. Miró al cielo, la luna volvía a proyectar el mismo resplandor de antes. Entonces supo que algo no iba del todo bien, a pesar de no ser el mismo lugar donde fue maldecido, y miró a la hierba. Pudo distinguir en ella restos de sangre que moldeaban un camino recto a la vez que oía unos quejidos, así que decidió seguirlo para conocer lo que acontecía a través de la negrura. Finalmente presenció una horrible escena alumbrada por el satélite sangriento: su fiel compañero, completamente angustiado y desvaído, siendo torturado y poseído por Muraki, cuyo rostro sádico simbolizaba el triunfo supremo de la crueldad. Intentó irrumpir pero no lo consiguió, estaba en shock. Lo siguiente que vio fue su habitación.

Despertó con sus convulsiones de siempre y los ojos poblados de lágrimas. Antes de pulsar el interruptor de la luz se quedó estupefacto por el atisbo de dos pupilas plateadas en la oscuridad, pero, una vez iluminada la habitación, no se encontraban allí. Entonces se vistió y se dirigió raudo y veloz a ver a Tsuzuki puesto que ya había llegado a su límite.

Al salir, las gélidas gotas de lluvia calaban sus ropas y contactaban con su cuerpo, humedeciéndolo. Mas no le afectaba, simplemente caminaba en pos de ver a su amigo hasta que se detuvo un momento para secarse la cara con la manga de su camisa. Un momento después, como por inercia, se dio la vuelta. Allí estaba el adicto a los dulces; debía ser el destino.

Sus miradas de joya se encontraron.
Notas finales: Selene=diosa de la luna en la mitología griega, para quien no lo sepa.

Cabe dar las gracias a quienes se hayan tomado la molestia de leerlo y desear que os haya gustado ^^

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