Se lo había encontrado por casualidad, en uno de sus múltiples viajes, en una vieja y polvorienta taberna de un pueblo olvidado. Con varios tragos de mas encima, el cabello oscuro mas desordenado que de costumbre y con un brillo en las pupilas oscuras de felicidad, entremezclada con una tristeza y anhelo que pocas veces en su vida había visto.
Emociones que eran solo por él y para él.
Por una única vez, por una ultima vez.
— Te amo — soltó en un susurro cuando se había dejado caer en un taburete a un lado suyo
Ed lo había visto con los ojos demasiados abiertos e incrédulos, pero no había ningún leve atisbo en el rostro de Mustang de que aquello fuese una broma. Al contrario aquello era toda una verdad que llevaba oculta demasiado tiempo, tantísimos años. La mano del hombre recorrió tanteado por la barra hasta que quedo cerca de la suya apenas rozándola para luego con más determinación colocarla sobre la suya, esperando, una contestación que deseaba fuese igual a la suya.
Una deliciosa calidez se le instaló en el pecho y se atrevió incluso a sonreír suavemente sin mirarlo. Todo el cariño y amor que alguna vez había sentido por aquel hombre y que se había obligado a guardar muy en el fondo de su interior resurgía con fuerza y en muy escasos segundos le hizo soñar. Era correspondido, después de tantos años, era correspondido por Roy y Ed le correspondía a él.
Y así como la calidez le lleno ahora la fría realidad le hizo poner los pies en el suelo obligándole a dejar a un lado sus infantiles fantasías y borró de sus labios la sonrisa volviendo a guardárselo todo dentro, olvidándose, olvidando.
Porque era ya demasiado tarde…
Ahora él, estaba casado con Winry.
Alejó su mano de la de Roy y volvió a verlo de nuevo, completamente serio ignorando el ahora desconcertado rostro del pelinegro. Resistiéndose con la mueca fría de su rostro para que su determinación no flaqueara mucho menos cuando volvió a tener las pupilas azul oscuro clavadas en él y se dio fuerza porque…
Tenia que romper la triste esperanza que se dibujaba en los ojos del pelinegro.
Arruinarla hasta arrancarle el corazón de paso con sus palabras.
Condenándose al mismo tiempo por ello.
— No puedo yo… — ahora costaba decirlo, costaba obligarse a pensar que era así y de todas formas lo dijo con un tono demasiado creíble que daño su alma — Amo a Winry —
Una risa jocosa y jovial escapó de los labios del pelinegro y se removió en su taburete, buscando la bebida que hasta que llegase Edward consumía con demasiada lentitud. Le dio un buen trago a su wisky y volviendo su rostro hacia el rubio dibujó en sus labios una sonrisa más que fingida, la felicidad de sus ojos se había borrado y quedaba ahora tan solo la amargura del rechazo.
— Me lo suponía — soltó antes de levantarse dispuesto a marcharse no sin antes palmear fraternalmente el hombro de Edward como siempre lo hacia.
Edward no volvió el rostro mientras Roy se marchaba e ignoró el fuerte latido en su pecho que le decía que le siguiera. Se obligó a quedarse ahí sentado por una incontable cantidad de minutos degustando del nudo que se le había formado en la garganta mismo que se rompió segundos después sin que se lo esperara.
— También te amo — soltó su voz quebrada entre el barullo de la escasa gente a su alrededor y la nariz le pico cuando sintió un cúmulo de lagrimas a galopándose contra sus parpados fuertemente cerrados.
Pero nadie lo había escuchado y mucho menos respondido.
Roy se había marchado.
Y ya no había vuelta a tras…