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Servants por fanamorfic

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Notas del fanfic:

Empiezo un nuevo proyecto que pretende ser una serie. Espero que les guste.

-         Levántese, señor.

Esas eran las primeras palabras que oí cada día.

Un gruñido eran las que yo pronunciaba.

Levantarme se había convertido en una odiosa rutina. Cada día me levantaban a las siete de la mañana. Al no levantarme por mi propio pie recurrían a un método más estricto. Procedían a retirar las sábanas que me mantenían cliente y empujara mi cuerpo hasta que entre éste y el suelo no hubiese nada.

Aquel que se encargaba de aquella tarea era el sirviente que me había cuidado desde que cumplí la mayoría de edad, los siete años.

Ahora tenía dieciséis, la misma edad que él. Y, en estos  once años que lleva cuidándome, yo llevo casi todos ellos enamorado de él.

Sentí mi cuerpo golpear contra el frío suelo.

Abrí mis ojos perezosamente y me incorporé.

-         No duerma desnudo, señor. Podría resfriarse.

Contemplé su figura. Su cabello era oscuro, corto. Su piel pálida. Sus ojos grises.

Me acerqué a él y, amarrándole por los brazos, le tiré contra la cama ahora sin sábanas. Me tumbé sobre él.

-         Buenos días, Jared – susurré en su oído.

Su pelo me hacía cosquillas en la mejilla. Su piel era suave. Inspiré con fuerza. Su olor era único. El olor a Jared.

-         Deje de jugar, señor. Hoy tiene...

Calló por unos momentos. La razón, había empezado a lamer y morder sus labios, castigándolos.

-         Te he dicho mil veces que me llames Esteban.

-         No está permitido, señor. – y reanudó su conversación – Hoy tiene clase con su tutor personal de siete y media a una y media. A las dos se reunirá con su padre en el salón, junto al resto de sus hermanos. Al finalizar la reunión habrá de dirigirse a su habitación para prepararse para la comida con los Condes de...

Me levanté sin escuchar más. Él era el hombre al que amaba, su figura me cautivaba, pero resultaba un fastidio. Me molestaba esa cara inexpresiva. Indiferente a todo aquello que le rodea. Es por eso que lo que más me ha gustado siempre de él ha sido molestarlo, aunque con poco éxito.

Me fui al vestidor y me puse una camisa blanca y unos pantalones oscuros.

Jared permanecía en la entrada esperándome.

Sin hacerle caso pasé a su lado y fui al aula donde me esperaba mi tutor con seis interminables horas de aburrimiento. Lo único que me entretenía era mirar disimuladamente, o de forma descarada, a Jared; que permanecía de pie al fondo de la habitación.

Nunca se separaba de mí, ese era su trabajo.

Algo después de las dos de la tarde entraba en el salón donde se encontraba mi padre, el Rey Tesalio. Como siempre, se encontraba sentado en una gran mesa atestada de documentos pertenecientes a todos los lugares del continente.

-         Eres el último en llegar, Sexto. – me saludó mi padre.

En efecto, así era. En el lugar ya se encontraban mis nueve hermanos, cinco mayores y cuatro menores, cada uno escoltado por una figura que vestía igual que Jared.

-         Siento llegar tarde, padre. Pero la clase con mi tutor se ha alargado más de los deseado.

El Rey asintió con la cabeza, como si esperara aquella respuesta. Bien podía ser, era el pretexto que más frecuentemente pronunciaba.

-         Sentaos, hijos – nos ofreció señalando los asientos vacíos alrededor de aquella enorme mesa –. Os he reunido a todos aquí para informaros de las nuevas que hemos recibido. La situación de paz en la que se encontraba nuestro reino ha cambiado. – sus palabras sorprendieron a todos y captaron nuestra atención por completo – El reino Erebus nos ha declarado la guerra.

-         Imposible – Declaró el Segundo hermano –. El Rey de Erebus es débil en comparación con vos, padre. Él sólo posee un servant, mientras que usted posee dos. Y todos sabemos que, desde el año pasado sus tierras no son tan poderosas.

-         Eso fue antes, hijo. Erebus ha cambiado de rey.

-         ¿De quién se trata, padre? – preguntó el Séptimo.

-         Su nombre es Ilhan. Era el Cuarto hijo. Consiguió vencer a sus nueve hermanos y al servant de su padre perdiendo únicamente a uno de los suyos.

Aquello era sorprendente. Pocos príncipes conseguían aquello. Nuestro padre era uno de ellos.

-         He oído que es un hombre insaciable. Ansía el poder sobre las demás cosas – comentó el Décimo.

-         E inteligente, además – añadió el Tercero.

-         Eso me temo – corroboró el Rey –. Ha conseguido en solo unos meses mejorar las defensas del reino y aumentar su ejército. Mucho me temo que, en estos momentos, Erebus es una gran amenaza.

-         ¿Qué haremos? – Preguntó el Octavo.

-         Mal que me pese ya estoy viejo. En unos meses cumpliré los treinta y seis años. Ya no me puedo enfrentar a un Rey de dieciocho. Lo más seguro para nuestro reino será que alguno me suceda en el trono.

Todos guardamos silencio. Para ascender al trono, un príncipe ha de ser capaz de matar a sus nueve hermanos junto a su servant. Por último, ha de asesinar al Rey. Por esta razón, eran comunes los intentos de asesinato entre nosotros. Pero, hasta ahora, se habían tratado más de probar a los demás que auténticos intentos por derrocar al Rey.

-         ¿Cuándo será la batalla? – pregunté

-         Partiremos en dos meses.

Notas finales:

Este es el primer capítulo. Espero que les anime a seguir leyendo


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