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Navidad en las ruinas del viento por Shun4Ever

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Los días pasaban y el periodo navideño llegó sin siquiera plantearlo. La nieve caía con ganas en la ciudad. Miraba los copos caer desde la ventana de ese enorme salón. La noche estaba por caer, miró hacia la chimenea del salón y se levantó para prenderla, necesitaba que el salón se caldeara un poco.

No podía negarlo. Sabía por qué lo hacía y era sólo por un motivo: verle. A él pero también a todos los demás. Habían pasado años desde su último encuentro, aquel que marcó sus vidas para siempre. Llevó su mano derecha al brazo izquierdo y lo sobó un poco. Era todo tan extraño y confuso. Miró el reloj y sonrió. Ya estaban por llegar.

Se apresuró a adecentar el salón. Se había ofrecido cómo anfitrión esa vez y quería que todo fuera perfecto, o al menos, lo más perfecto posible. Su corazón brincaba en el pecho por la emoción de reencontrarlos de nuevo. Se aseguró que el alimento estaba por terminar de hacerse en el horno y rogó para que estuviera bien de sal. Últimamente había perdido su toque y es lo que tiene cocinar para uno sólo: No se esmera cómo cuando es para más personas.

Acomodó el mantel y las servilletas junto a los cubiertos, vajilla y cristalería y bajó al sótano por un par de botellas de vino del bueno, de ese que sólo sirve para grandes celebraciones. Sonrió al ver una botella en especial y se mordió un poco el labio, quizás con suerte, esa noche sería la noche. Subió acelerado y corrió a la cocina a apagar el horno para que no se quemara el pavo. Ya estaba todo listo a falta de sus más esperados invitados.

El timbre de la puerta sonó y tras adecentarse mejor la camisa, se apresuró a abrir con el corazón más que acelerado. Ahí estaban los primeros en llegar. Abrazó a Shiryu y le guió hasta dentro de la casa, para ese entonces tan sólo le fallaba la vista. Saludó a Shunrei besando su mejilla y cargó al pequeño Ryuho, que ya contaba con poco más de un año de vida. Sentados frente a la chimenea se pusieron al día mientras esperaban el siguiente grupo de invitados. Para su sorpresa, quizás no tanta sabiendo con quién viajaba, llegaron Seiya y Saori con su retoño de casi dos años. Los abrazos, las risas, el llanto por la alegría de reencontrarse y la conversación estaban ya más que asegurada. Tan sólo dos más y la cena podría dar comienzo.

Ambas parejas hablaban tranquilas en el salón frente a la chimenea, eso sí, sin quitar el ojo de los renacuajos que correteaban por todo el salón con juguetes en mano. Y es que era su época, la época en la que los niños son los protagonistas. Sin embargo, el anfitrión no quitaba el ojo del reloj y la ventana. No había sabido nada de ellos desde que confirmaron su asistencia y para ese entonces estaban juntos. Su corazón dio un respingo al pensar en eso, debía alejarlo de su mente si no quería que la velada se le arruinara. Para ello, echó mano de los más pequeños. Los llevó a la cocina, con permiso de sus padres y les ofreció unos trocitos de manzana caramelizada que él mismo había preparado para ellos.

Los minutos pasaban, volvió a colocar el pavo en el horno para que se mantuviera caliente. Pensaba en cuanto más tardarían en llegar, con la mirada perdida en la puerta del horno. Saori le sorprendió acariciando su espalda, él ni siquiera se había dado cuenta. La muchacha le sonrió cómo siempre había hecho y ladeó un poco la cabeza para decirle, su ya típico  «de seguro están por llegar». Bien sabía él que sólo lo decía por animarle. Le devolvió la sonrisa y asintió aunque eso no le dejaba más tranquilo.

De vuelta en el salón, nada cambió. Intentaba conversar con los que eran su familia pero no había mucho que contar cuando la conversación se enfoca en si los pequeños destrozan o no lo que encuentran a su paso. Llevó su mano al pecho y sobó el colgante que llevaba en su cuello por bajo la camisa. No lo sacaría pues era algo que nadie más que él sabía. Estaba nervioso y de eso, no cabía duda alguna.

Se levantó para mirar de nuevo por la ventana mas no fue necesario pues en ese instante sonó, de nuevo, el timbre de la puerta. Apresuró el paso para abrir pues tras ésta estaba una de las dos personas que más importaban en su vida. Sonrió ampliamente al ver a Hyoga aunque se le borró un poco al ver cómo su niisan aparecía tras él despeinando su cabello. Se sintió morir en ese momento pero no podía permitir que eso arruinara la reunión. Abrazó a ambos con una sonrisa notando cómo las lágrimas se deslizaban por su mejilla. «Siempre con esas lágrimas» escuchó de Ikki, se disculpó y las limpió. Si él supiera que no eran de alegría…

Entró a la cocina sintiendo cómo le faltaba el aire. Se apoyó en el banco de la cocina y tomó una enorme calada de éste, expulsándolo de igual manera. Mientras ellos fueran felices, él también lo sería y todo estaría bien. Limpió las nuevas lágrimas que amenazaban por salir y sacó el alimento a la mesa. Sonrió pues todos estaban felices y risueños. Al fin y al cabo, no había sido tan mala idea el reunirlos para navidad.

La velada pasó tranquila. Los pequeños fueron acostados en las cunas que Shun había preparado para ellos y ahora, los mayores disfrutaban de una reunión tranquila junto al fuego. El joven peliverde se dispuso a sacar el té junto con los dulces navideños cuando al atravesar la puerta escuchó a su niisan decir unas palabras que helaron su sangre «aún no se lo hemos dicho pero vamos a casarnos». Suerte que tenía buen pulso o habría tirado lo que llevaba en manos. Lo dejó en la mesa cerca de los asientos y se sentó en un hueco libre cerca de Shiryu.

No sabía cuánto tiempo podría disimular que estaba bien pero estaba convencido que Saori se había percatado por las miradas que le lanzaba de vez en cuando. Aguantó el tipo tal y cómo había aprendido desde que madurara, hacía ya unos largos años. Unas horas después, sus invitados se dispusieron a ocupar las habitaciones que él mismo había preparado para ellos. Se despidió de todos y cada uno de ellos y se dispuso a limpiar los restos de la velada. No venía mal pues el paso del agua evitaba que se escuchara su llanto. ¡Qué imbécil por pensar que sería diferente!

Dejó lo que tenía entre manos y bajó al sótano por esa botella especial. Se sentó en los escalones del patio con ésta en la mano y tomó el primer sorbo de ese alcohol añejo. Rio levemente por su suerte y sacó el colgante que no se había quitado desde que le regalara años atrás, justo cuando adquirió esa botella. No tenía mal sabor, al fin y al cabo. Siguió tomando directamente de ésta, ahora, sentado en la entrada de la casa, mirando el terreno seco frente a él. Había imaginado tantas situaciones para esa noche. Rio de nuevo al saberse igual de iluso que antaño.

Con la botella por mitad, entró en la casa con la intención de entretenerse con la radio, cómo todas las noches hacía. Sin embargo, la puerta sonó y fue a abrir. El anciano del pueblo, de nuevo, caía enfermo. Ayudó a su nieto a colocarlo en la camilla y le sonrió, indicándole que en la cocina había dulces, que esperara en ese lugar. Atendió a su ya habitual paciente con el desempeño de siempre, aunque sintiendo las mejillas arder debido al alcohol en vena. Tan solo reposo y en unos días estaría cómo nuevo.

Lo que desconocía era que estaba siendo observado por quien menos esperaba. Tras la marcha de ese paciente, volteó para retomar su botella pero la encontró en manos del rubio siberiano.

- Pensé la tenías reservada – Bebió un poco de ella para degustar el líquido – La elección fue acertada. De los mejores que he probado.

- ¿Qué haces aquí? – Preguntó tomando la botella y adentrándose en la cocina – Deberías estar en tu habitación.

- ¿Por qué? – Hyoga siguió a Shun hasta la cocina - ¿No puedo acaso hablar con mi mejor amigo?

Para ese momento, el rubio se había sentado en la banca de la cocina mientras Shun comenzaba a secar la vajilla para guardarla en su lugar. Le intimidaba la presencia del rubio y más sabiendo era inalcanzable para él. Bajó el plato aún entre el paño para mirarle.

- ¿Tu mejor amigo? ¿Cuántas veces hemos hablado desde hace ocho años Hyoga? – Hyoga quedó callado, sabía que si hablaba tenía las de perder. Shun regresó a su labor mientras continuaba hablando – Responderé yo por ti: Una. – Continuó con el secado de la vajilla – Una, Hyoga. Una sola vez y fue para preguntarte si vendrías a la cena.

- ¡Vamos Shun! ¡No te hagas! ¡Ya sabes cómo soy! – Respondió tomando un poco de los dulces que había preparado para los pequeños.

- No sé cómo eres, Hyoga. Ya no. – Shun dejó lo que traía entre manos y habló casi en susurro tras suspirar – Hace un tiempo creí conocerte pero… Ahora apenas si sé tu nombre. - Hyoga dejó el asiento donde estaba y se acercó a Shun. Intentó acariciar su mejilla pero el menor apartó su mano, volteando para marcharse. – Que descanses Hyoga.

Ikki tenía razón. No sería fácil hablar con él pero debía hacerlo, debía hacerle saber todo antes de que fuera demasiado tarde. Optó por darle espacio, al menos esa noche. Ya lo intentaría al día siguiente pues se quedarían todos un par de días. Shun accedió a su habitación, cerca de la puerta de la casa por si llegaba algún paciente nuevo. Se sentó en el marco de la ventana y contempló las estrellas desde ese lugar.  Solo y bajo esa hermosa vista, dejó que su llanto saliera hasta que quedó dormido en esa extraña posición.

Despertó adolorido por la postura bajo la ventana. Al menos, sería el primero en levantarse por lo que podría ir a por el agua necesaria para pasar el día. Así, sobando su cuello y hombro, se dispuso con sendos cubos a ir al pozo del pueblo. Lo que no esperaba era que Ikki estuviera en la cocina intentando preparar lo que supuestamente era café. Tras el saludo de rigor, ambos se dirigieron a cargar el agua. El viaje fue silencioso pues ninguno sabía bien qué decir. Ikki rompió el silencio.

- Hay… - Carraspeó un poco llevando su mano a la nuca. Señal inequívoca que estaba nervioso y Shun era de los pocos que sabía de esa faceta de su hermano mayor. – Hay algo que quería hablar contigo. – Shun tragó saliva pues un nudo se ubicó en su garganta en ese mismo instante. Sonrió cómo pudo.

- Adelante. Sabes que te escucho. – Ikki tomó aire antes de continuar, dejando el cubo al lado del pozo.

- Verás… Hay alguien y… - Calló un momento pues no sabía cómo hablar de esos temas. Siempre había sido un poco negado para ello. – Amm… Vamos a casarnos.

«No debes llorar» Era la frase que rondaba la cabeza de Shun desde que su hermano comenzara a hablar. Sonrió quizás un tanto fingido y miró a su hermano para abrazarle.

- Felicidades. – Separó el contacto y retomó la tarea de recoger el agua aun sintiéndose un tanto falso - ¿Y… quién es… – Ni siquiera tenía claro si era hombre o mujer por lo que fue cauto – Esa persona, si puede saberse?

- Pues… Es alguien que conoces desde… - Calló mientras pensaba desde cuando conocía Shun a su pareja – Desde tus 12… 13 años quizás.

¿Sus doce años? A Hyoga le conocía de mucho antes. Prefirió no indagar mucho en ese tema. Acabó de llenar el segundo cubo y esperó a su hermano para regresar a la casa.

- Quería hablar contigo antes de… hacerlo oficial – Ikki tomó los cubos, sabiendo su hermano tenía dañado uno de los brazos. – No consideré… Oportuno que viniera sin… habértelo dicho.  

¿No vino? Todo eso empezaba a desconcertarle. ¿Qué acaso no era obvio que su pareja era Hyoga? Miró a su hermano, incrédulo, sin saber bien por donde continuar la conversación o si debía preguntar directamente. Al parecer Ikki tampoco creyó conveniente continuar con la conversación. Ambos llegaron a la casa y comenzaron a preparar el almuerzo para todos. Extrañamente, Ikki colaboró sumiso en dicha elaboración.

El día pasó entre conversaciones y risas. A media tarde y ya sabiéndolos inaguantables, salieron ambas parejas con los pequeños, quedando en la casa los hermanos y Hyoga. Tras un café, Ikki no tardó en desaparecer para desconsuelo de Shun, que en verdad, se le hacía cuesta arriba estar con el rubio. El silencio se estableció en la casa al verse solos, ya se sabía que el ruso era de pocas palabras.   

No sabía cuantos minutos habían pasado en completo silencio. Miraba de reojo a su compañero de a ratos pues se sentía por completo observado. Por su parte Hyoga no quitaba ojo de las facciones y expresiones de Shun y más sabiendo que no aguantaba bien el silencio cuando ambos estaban juntos. Rio al notar la cara de desesperación de su amigo y más cuando preguntó por ello.

- ¿Qué? ¿Qué tengo de gracioso? – Hyoga intentó no reírse más pero el rostro de Shun le parecía, por demás, gracioso. - ¿De qué te ríes Hyoga? – Preguntó escapándose una pequeña sonrisa al ver tan contento a su compañero. No podía evitarlo, siempre le había gustado verle así.

- Nada. Sólo que sigues siendo el mismo. – Shun hizo un mohín de enfado y contestó a esa anotación.

- ¡No es cierto! Ahora sé más cosas y… - Notó cómo sus mejillas se coloreaban, maldiciéndose por ser así – Soy más alto. – Habló casi en susurro pues sabía Hyoga volvería a reír.

La risa del rubio se incrementó ante ese último apunte y se acercó a Shun para tomarlo de sus hombros, evitando así toda posibilidad de escape. Acalló con un poco de dificultad su risa y miró los ojos verdes de su amigo.

- ¿Sabes porque vine? ¿O… qué hacía conmigo Ikki? – Shun flaqueó un leve segundo pero fue suficiente para que Hyoga se diera cuenta. Subió las manos hasta tomar las mejillas de su amigo instándole a mirar sus zafiros – Necesitaba el consejo de Ikki. Yo… - Se perdió por un instante en la mirada tierna de Shun, provocando en este un incremento de su nerviosismo. Se separó de él y pasó la mano por el cabello. Tomó aire para decirlo de golpe o sabía que no lo diría jamás. Volteó antes de hablar – Tu eres el motivo por el que he venido. Quería aclarar las cosa contigo porque… - Tragó saliva intentando que el nudo de su garganta desapareciera – Porque nunca dejé de amarte Shun.

El menor se quedó estático en la posición que tenía sin saber qué hacer o decir. ¿Había escuchado bien o le habían traicionado los oídos? Eso debía saberlo. Se acercó un poco al rubio, que ahora le daba la espalda, quizás, para decirlo sin titubeos

- ¿Qué dijiste? – El rubio permaneció callado – Hyoga – Acortó la distancia y tomó su brazo para hacer que le mirara - ¿Qué dijiste?

Tomó aire. No podía flaquear más. Volteó atrayendo a Shun por la cintura hasta su cuerpo mientras la otra se ubicaba en su nuca para acallarle, o quizás responderle, con un beso. Un beso que a ambos les supo a gloria pues llevaban demasiado tiempo esperando por éste.

- Te amo Shun Kido. – Habló aún cerca de los labios del menor – Y si estuve con Ikki fue… - Se perdió en sus ojos mientras acariciaba sus mejillas – Necesitaba su… - Apartó la mirada un segundo carraspeando un poco – Consentimiento. – Se apresuró a continuar pues no quería que Shun se enfadara por hablar con Ikki de eso. Ubicó su índice en los labios del menor que estaban por abrirse – Quería hacer las cosas bien esta vez y… - Apoyó ambas frentes tomándolo de nuevo de la nuca – Creí era conveniente.

No podía articular palabra, Shun se había quedado de piedra y su mente no alcanzaba a asimilar lo escuchado pues aún estaba pensando en ese beso robado. Su cuerpo se movió por inercia o más bien con voluntad propia. Rodeó el cuello de Hyoga y guiado por la tentación, buscó sus labios fríos pero carnosos. No hicieron falta más palabras pues ahora eran ambos los que dejaron sus sentimientos aflorar. Allí solos y encerrados en la habitación del menor, compartieron todo el calor que se habían reservado mutuamente, colmándose de besos y caricias, regalándose miradas y susurros. Y entre gemidos y abrazos, llegó el tiempo de los regalos pero ambos ya no necesitaban nada más pues ahora… Estaban en los brazos de su enamorado.

Notas finales:

Hace mucho que no escribo por lo que espero no desilusionar a los que, alguna vez, fueron mis lectores. 

Si nunca has leído nada mío, espero de corazón que te guste y que puedas disfrutar de este breve relato. 


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