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Tus ojos hablan por tí por Paz

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Notas del fanfic:

Disclaimer:

Este fic está basado en Slam Dunk, los personajes pertenecen a Inoue Takehiko, no saco ningún beneficio utilizando sus nombres, cuyos derechos de autor le pertenecen. Mi propósito es distraerme colocándolos en situaciones inverosímiles o dramáticas, sin faltar un toque romántico.

Aquí tenéis el fic de la serie Un japonés en las mil y una noches.

Una vez más Sakuragi se esmera en complacer con una nueva historia a Rukawa. ¿Podrá ganar el reto? ¿Qué nueva trama tendrá el pelirrojo para el interesado en escucharle?

Me he adelantado en actualizar los fics que tengo ya escritos, aprovechando para disculparme por no haber podido terminar antes de fin de año lo que tengo pendiente. La semana que viene estaré descansando y podré ponerme a escribir sin verme perturbada o distraida. Gracias por vuestra comprensión y también aprovecho la ocasión para desearos a todas/os los que me leeis unas felices fiestas y una maravillosa entrada del nuevo año. ¡¡¡FELICIDADES!!

 

Notas del capitulo:

Lo que ya estáis imaginando, una nueva historia para nuestro querido y adorado dormilón.

"Aquel segundo año en Shohoku empezaba con nuevos ánimos, nuevas decisiones, nuevos propósitos. Se había propuesto ser mejor".

 

 

 

Tus ojos hablan por tí

 

By Paz

 

Capítulo Único

 

 

 

Aquel segundo año en Shohoku empezaba con nuevos ánimos, nuevas decisiones, nuevos propósitos. Se había propuesto ser mejor.

 

Tras mirar la lista para buscar su nombre se dio cuenta que había coincidido en el mismo salón, lo tomó con filosofía pues ahí era donde comenzaba su mayor esfuerzo de cambio.

 

En la lista de asistencia sus nombres estaban juntos, sin embargo, debido a su anterior comportamiento, le habían asignado el último banco junto al ventanal, pensó que si alguna vez se aburría con las densas explicaciones de los profesores podía distraerse mirando el campo de deportes, donde solían entrenar las muchachas de segundo año y así podía ver a Haruko con pantaloncito corto. En la siguiente hilera, dos bancos por delante le habían ubicado a él, a Rukawa, bastante lejos para que no pudieran enzarzarse en una discusión y acabando en pelea.

 

Sonrió.

 

Para aquel semestre había tomado una serie de propuestas personales para llevar a cabo y entre ellas estaba evitar en lo posible interactuar con el zorro. No se trataba de ignorarlo, sino de evitar peleas inútiles, que solo conseguían salir lastimados los dos.

 

Su padre adoptivo se enteró contra quien peleaba, pues no se podía resistir a la fuerza de su mirada y acabó contándole como había conocido a Rukawa, y que a causa de una chica iniciaron una pelea y como consecuencia de ella no podía evitar soliviantarse cada vez que le escuchaba hablar y más aún le confesó que estaba enamorado de una chica y que ella solo tenía ojos para el zorrito. Su padre sonrió al oír el mote y le hizo prometer que iba a cambiar de actitud. Que lo hiciera por él. No quería defraudar la confianza que le tenía padre y en lo mal que le haría sentirse si volvía a enterarse que las causas de sus hematomas eran debido a una nueva pelea con él así que lo prometió. Sabía lo difícil que iba a resultarle cumplir con ese propósito, había algo en el zorrito que le encandilaba, con solo mirarle sentía que su corazón latía acelerado y eso le asustaba.

 

Durante sus vacaciones en casa de sus primos en Enoshima, al sur de la prefectura de Kanagawa, lo había pasado muy bien llevando una vida relajada y feliz, jugando al básquet por las mañanas y yendo a la playa por las tardes, fue allí donde se hizo el firme propósito de cambiar su forma de ser y mejorar su comportamiento con los demás.

 

Su primer deseo era declararse a Haruko, luego convertirse en mejor jugador de básquet de lo que ya era, junto a sus primos había aprendido algunas técnicas del juego y deseaba mejorarlas esforzándose más, por ese motivo incluyó en sus buenos propósitos cambiar su actitud hacia Rukawa.

 

Había comprendido que jugando en serio se obtenían mejores resultados, no era él el único jugador, sino que todo el equipo debía participar, apoyándose unos y otros y sobre todo aprender a adelantarse al juego de su contrario. Leer en sus ojos la jugada, para lograrlo tomó como ejemplo a Rukawa, queriendo adelantarse a sus jugadas, al cabo de un tiempo, todos sus compañeros comenzaron a darse cuenta de sus progresos. Sorprendiendo a todo el equipo cuando hizo una magistral jugada.

 

Tras las felicitaciones de todos sus compañeros, dirigió su mirada hacia Haruko buscando su aprobación, aunque su sonrisa era amistosa solo sostuvo la suya unos segundos, enseguida su atención se dirigió a Rukawa, él también le miró para ver su frustración, el muchacho les ignoró a los dos.

 

Cuando Haruko le rechazó algunos días después decidió incluir un nuevo propósito estudiar el modo de hacerse amigo de Rukawa, por ese motivo durante sus clases o recesos, siempre que podía no apartaba la mirada de él buscando la oportunidad de hablarle. Ocasión que no se daba porque o bien estaba durmiendo o se marchaba a la terraza a seguir durmiendo o marchaba al gimnasio a practicar por su cuenta.

 

Tanto le observó que acabo dándose cuenta que sus ojos hablaban por él, porque a su vez comenzó a ser observado cuando estaba distraído y no lo advertía.

 


 

El fastidio que sintió cuando le vió en su mismo salón quedo eclipsado cuando el profesor evitó deliberadamente que compartieran un mismo espacio, pidiéndole a Sakuragi que ocupara un banco en el fondo de la sala.

 

Esa decisión le satisfizo porque así podía dormir sin ser molestado por ese baka.

 

Si pensó que era bueno tenerle lejos de él, pronto se dio cuenta que tenía una persistente molestia interior. Se sentía como si estuviera en el punto de mira de alguien y eso le impedía poder conciliar el sueño, inquieto, volvía el rostro hacia su derecha y luego hacia su izquierda, fijándose en aquellos a los que alcanzaba a ver, aparentemente todos estaban ocupados en atender las explicaciones del profesor, y aunque ese sensación no desaparecía no deseaba volverse, porque temía encontrarse con un par de ojos melados en los que obviamente seguía destacando ese sentimiento de rencor que el chico expresaba tambien con la contundencia de sus puños.

 

Como solía pasar, el profesor acababa cansándose de su apatía y le echaba del salón, por lo que tomaba el camino más cortó para salir de allí, aprovechando esa coyuntura para dirigir una rápida mirada hacia la ventana y de paso mirar hacia el pelirrojo.

 

Cruzarse con su mirada, aunque solo fueran unos segundos, lanzaba fuertes golpeteos en su pecho por lo que se obligaba a salir casi corriendo.

 

Ya en el pasillo se detenía un momento, llevándose la mano a la altura del corazón intentando saber porque se sentía así, luego más calmado, reemprendía sus pasos hacia las escaleras, para llegar a la terraza, ni siquiera buscaba un lugar resguardado, se tumbaba en medio, de costado, con el brazo doblado y su cabeza apoyada en el a modo de cojín, quedándose dormido enseguida y a la vista de cualquiera que quisiera subiera allí.

 

Al principio dormía sin que nada le perturbara, otras le despertaban las voces que llegaban desde el patio, indicándole que estaban en alguno de los recesos, él por su parte no hacía nada por despertar por completo, una vez que tomaba el sueño continuaba así hasta que su estomago le perturbaba y su necesidad de comer le llevaba a bajar para comprar algunos dulces que calmaran su hambre.

 

Descendía las escaleras cuando se cruzó con el pelirrojo que subía, se hizo a un lado para evitar tener contacto con él.

 

-Hola…

 

Su saludo le inmovilizó.

 

-Si bajas a la tienda acaba de cerrar, liquidaron todo. –aclaró al ver su mirada perpleja, levantando la mano le mostró una bolsa en la que se escuchaba el crujido de los envoltorios, al pasar por su lado le apremió a subir- No te quedes ahí o me lo comeré todo.

 

Sin saber porque lo hacía, sus pasos fueron tras él. Sakuragi encontró un lugar sombreado y allí se sentaron, uno al lado del otro, hombro con hombro. Se justificó a si mismo diciéndose que estaba hambriento.

 

Sakuragi puso la bolsa junto a sus piernas dobladas, metiendo su mano en ella sacando un estuche acercándoselo, también le pasó unos palillos desechables.

 

-¿Para mi? –preguntó sorprendido al abrir el bento y encontrar un primoroso y artístico menú.

 

-Si. He visto que no te alimentos bien, se acabaron los dulces, solo consiguen producir caries –le amonestó con expresión seria.

 

-Y eso no se aplica a ti… -comentó dirigiendo una mirada al contenido de la bolsa.

 

-Evito en lo posible extralimitarme comiendo fuera del horario previsto –sacudió la bolsa- Es para el gordo Takamiya tiene caídas de glucosa y necesita comer dulces para equilibrar su estado.

 

Después de esa conversación, llevó su mirada al bento dio gracias por la comida  comenzando a degustar cada bocado que llevaba a su boca, su paladar encontraba todo delicioso.

 

Ni uno ni otro volvieron a intercambiar palabras, al parecer entre ellos sobraban parecían entenderse con la mirada.

 

Su rutina cambio a partir de aquella mañana, si bien los profesores continuaron echándole de sus clases cuando se dormía durante sus explicaciones, él subía a la terraza y se quedaba esperando hasta que Sakuragi llegaba con su bento y le despertaba.

 

Comía hasta terminar con todo. Siempre encontraba diferentes menús, todos ellos deliciosamente preparados, notándose que la persona que rellenaba el bento había puesto todo su amor en él.

 

Sentía la necesidad de preguntarle donde los conseguía, más nunca lo hacia temeroso que Sakuragi dejara de suministrárselos. Al final del mes, cuando concluyó cayó en la cuenta que durante todos esos días, siempre había encontrado una preparación diferente, cada uno de esos días había comido distintos alimentos, ninguno de los menús se repetía, aunque solo fuera en pequeños detalles.

 

Aquello ya era demasiado raro, por ello se decidió a hablar y lo hizo cuando Sakuragi le despertó, cuando le vió un tanto apartado de él, estiró los labios en un gesto inesperado, no le sorprendía que prudentemente se apartara.

 

-¿Eso fue una sonrisa? –preguntó con la risa burbujeando en su mirada.

 

Torció el gesto al oírle.

 

Las carcajadas de Sakuragi le acompañaron durante un largo rato, hasta mucho después de darle el bento y sentarse a su lado sin dejar de reír.

 

-¿Qué te divierte? –gruño sin dejar de comer.

 

-Tú…, no temas no le diré a nadie que eres capaz de sacar una sonrisa a ese rostro de hielo que tienes. -Volvió el rostro para mirarle notando lo que ya sabía, tenía mejor semblante- Ahora tienes un aspecto más saludable. Mis comidas son muy sanas, adecuadas para un deportista que siempre esta gastando energías, apostaría que practicas por tu cuenta por las noches.

 

Bajo la mirada avergonzado porque había acertado en su suposición, al instante alzó el rostro y sin poder ocultar su emoción preguntó al comprender lo que acababa de comentar.

 

-¿Tus comidas? ¿Eres tú quien ha preparado este delicioso bento? –Preguntó- ¿Y todos los demás?

 

-Creí que lo sabias…

 

-No. Quería preguntarte donde los comprabas.

 

-¿Te han gustado? –preguntó a su vez como si estuviera sorprendido.

 

-Si, creí que lo sabías –repitió burlón sus mismas palabras.

 

-No. Cómo no decías nada.

 

-Lo comía, ¿no? Si no me gustara dejaría de aceptártelos. Me siento obligado a restituirte de alguna manera su gasto.

 

-Solo quiero una cosa –dijo Hanamichi que había esperado pacientemente para poder pedírsela, despreocupado acerca del gasto, después de todo lo pagaba su padre.

 

-Lo que quieras –aceptó sin pensarlo.

 

-¿Cualquier cosa? –preguntó sorprendido.

 

-Cualquier cosa… -repitió ahora sin dudarlo.

 

-Y si te pido la luna…o el sol.

 

-Hazlo…, pídeme lo que quieras. Si esta en mi mano te la traeré. –dijo con expresión solemne.

 

-Lo pensaré… por de pronto, no voy a pedirte imposibles -puso expresión pensativa, luego le miró- solo quisiera que vengas este fin de semana a mi casa, serán tres días, dos noches –aclaró.

 

-Dame tu dirección.

 

Hanamichi lo hizo.

 

-¿Vives en mi barrio? –preguntó sorprendido, solo les separaban unas quince calles.

 

-Lo sé… -se llevó la mano a la nuca, frotándose los cabellos, como si hubiera sido pillado in fraganti- un día pase por delante y vi la placa con tu nombre, en ese instante, un chico muy parecido a ti salía de allí. –recuerda que se lo contó a su padre y este mostró una emoción que le hizo saber que ignoraba ese detalle. Entonces se preguntó como era posible que una mujer pudiera ocultarle algo tan trascendental y supo que el rencor o tal vez el odio era tan profundo que había llegado hasta ese extremo.

 

-Mi hermana pequeña. -añadió al ver su expresión- mi madre desespera con ella por ese motivo, siempre la confunden. Ella se siente cómoda con esa vestimenta. –justificó así que quisiera llevar pantalones. Solo durante sus horas de clase habían conseguido que llevara su uniforme.

 

-¡¡Ahh!!

 

-¿Qué tengo que llevar?

 

-Es suficiente tu cepillo de dientes, aunque ni siquiera eso… tengo un montón sin estrenar.

 

-¿A que hora quieres que vaya?

 

-Si no te importa, podemos hacerlo después del entrenamiento.

 

-¿No te molesta que nos vean marchar juntos? ¿Qué dirán tus amigos?

 

-Les envié a casa de mis primos, me esperan allí. Les dije que no era necesario que se quedaran a la práctica.

 

-¿Vas a ir? –no entendía que era lo que pretendía realmente.

 

-No…, solo quise sacármelos de encima por unos días. A veces llegan a ser pesados.

 

-¡¡Ara!! –cada minuto que transcurríamos hablando le entendía menos.

 

Sonrió al oírle. Rukawa había mejorado su carácter desde que comía adecuadamente, un estomago vacío solo podía causar malestar, no le extraña que el zorro siempre estuviera malhumorado.

 

Si conseguía lo que se proponía, se daría por satisfecho si después Rukawa no le arrancaba la cabeza por meterse en sus asuntos privados, por supuesto que Rukawa ignoraba que también a él le afectaba. Fue un shock para él cuando vió que la familia Rukawa se había trasladado a su barrio. Si conseguía que hablaran entre ellos sin que el zorro se echara a la yugular de su padre se daría por contento. Seguro que su carácter era tan frío por la ausencia de su padre, protegiéndose así de sufrir desilusiones.

 


 

-He venido… -dijo cuando la puerta se abrió a su llamada.

 

Después del entrenamiento había pensado que era mejor que pasará por su casa para recoger un bolso con sus efectos personales y alguna ropa para cambiarse, no le dijo que ya lo tenía preparado. Hanamichi accedió y continuó su camino cuando se separaron.

 

-Hola… -saludó, al ver que titubeaba añadió- Pasa sin temor... estoy solo… -comentó como si pensará que ese detalle le preocupaba.

 

-Si tuviera miedo no estaría aquí. –replicó Rukawa.

 

-Cierto…, te enseñaré el dormitorio, vamos a tener que compartirlo, aunque la casa es grande, la mayor parte la ocupa el estudio de mi padre… -abrió una puerta mostrando su interior.

 

Rukawa vió que los paneles estaban abiertos mostrando el jardín, la luz del atardecer ensombrecía el interior, donde podía verse que allí la persona que trabajaba era bastante desordenada, una mesa larga ocupaba uno de los laterales llena tubos de pintura y una paleta para combinar los colores mostraba que su dueño hacía uso de ella muy a menudo, el colorido de la madera había desaparecido bajo capas de pintura, veía estuches donde sobresalían una variedad increíble de pinceles de diversos grosores, y muchos frascos cuyo contenido ignoraba que uso se les daba, todo ello en aparente desorden, apoyados en el suelo, unas junto a otras había diversas telas sin enmarcar, sobre un caballete una tela sucia de diversas pinturas cubría lo que debía ser un óleo, porque los lienzos que estaban a la vista así lo indicaban.

 

-Es pintor… -comentó, el olor a trementina era muy intenso, tal vez por ello la habitación estaba tan aireada.

 

-Y muy bueno…, mi padre le decía que debía exponer sus obras, pero él se resistía, decía que solo pintaba para relajarse.

 

-Tú padre… ¿no es el pintor? –interrogó perplejo, olvidando por un momento que no debía indagar en la vida privada de Sakuragi- Disculpa.

 

-No, mi padre murió… -se llevó la mano a la nuca frotando sus cabellos dirigiéndole una mirada intensa- y ahora vivo con mi padre adoptivo.

 

-Comprendo... –se apartó siguiendo sus pasos.

 

-Le verás más tarde…, al parecer se ha quedado sin pintura blanco titanio y  solo la consigue en una tienda de Tokyo. –había leído la nota que le dejo pillada con un imán sobre la puerta de la nevera. Abrió otra puerta- Estos son mis dominios, aquí soy rey y señor. –Bromeó enseñándole una habitación semi vacía, excepto por una mesilla baja y una estantería con libros, deslizó un panel mostrando unos estantes con ropa doblada- He dejado libre ese espacio para ti.

 

Rukawa vió un par de futones doblados.

 

-Espero que no tengas inconveniente –comentó al seguir la dirección de su mirada.

 

-Ninguno.

 

-Te dejo para que te acomodes. –Se detuvo junto a la puerta- El baño es la segunda puerta de la derecha- Cuando termines de acomodarte me encontrarás en la cocina.

 


 

Sakuragi trajinaba ante los fuegos y él miraba. Llevaba allí poco más de una hora cuando se escuchó la puerta de calle abrirse y una voz ronca avisar de su llegada.

 

-¡¡Tadaima!!

 

-Qué bueno que has llegado –dijo Hanamichi saliendo a su encuentro- Si te das prisa ya tengo la cena lista. Tengo un invitado –le avisó.

 

-¿Algún amigo que no conozco? –preguntó curioso porque los únicos amigos que conocía era los de su pandilla.

 

-Date prisa y lo sabrás enseguida… -dijo apoyando sus manos en su espalda y empujándole hacia su cuarto con expresión risueña sin dejar que le viera- Es una sorpresa. Ponte guapo –aviso riendo.

 

Entretanto, en la cocina, Rukawa no se había movido de la silla que ocupaba, Sakuragi le había pedido con un gesto que esperara cuando hizo intención de levantarse para saludar.

 

El matiz de la voz del hombre removía sus recuerdos, solo que no podía ubicarla, pero algo dentro de si le decía que en algún momento de su vida había escuchado ese tono de voz. Su corazón comenzó a latir acelerado, se llevó la mano al pecho como si así pudiera detenerlo.

 

-¿Estas bien, Rukawa? –preguntó preocupado al ser consciente que el muchacho tenía una expresión inquieta.

 

-Si… he notado que te llevas muy bien con tu… -titubeó un segundo- padre. ¿Cómo es que no llevas su nombre? –preguntó.

 

-Lo llevo. Solo dejo de usarlo cuando las circunstancias así lo exigen. –Se escuchaban pasos que se acercaban- Me llamó Sakuragi-Rukawa Hanamichi y se podría decir que tú eres mi hermano. –sus palabras sonaron como un bombazo en la mente de Rukawa, lo comprendió así al oír y ver su reacción.

 

-¿¿¿¡¡¡Quuueeé!!!??? –se levantó mirándole con expresión alucinada, más aún cuando vió al hombre que apareció por detrás de Sakuragi. Un reflejo de él mismo en versión adulta- Me has engañado –dijo apretando los puños y haciendo intención de salir de la pequeña estancia.

 

-No… solo te he ocultado lo que sabía… -se hizo a un lado empujando a su padre hacia dentro, apresurándose a cerrar la puerta quedando del otro lado, levantó el tono de voz para hacerse oír- Ahí os quedareis hasta que habléis y arregléis vuestras diferencias. Tenéis mucho que deciros.

 

Sintió que del otro lado Rukawa forcejeaba para abrir la puerta, pero él se mantuvo firme y no se lo permitió. Lamentó que esa puerta no tuviera cerradura, en ese momento le vendría muy bien disponer de una, solo le quedaba ser más testarudo que él.

 

Al cabo de un rato la presión del otro lado cesó y comenzó a oír la voz de su padre, supuso que había conseguido mantener el interés de Rukawa con sus palabras y solo entonces se dirigió a la sala dejándose caer sentado en el sofá.

 

El conocía el pesar que sentía su padre y el motivo por el que nunca pudo relacionarse con los hijos habidos en su matrimonio. Solo necesitaba que Kaede supiera el motivo por el cual su padre nunca intentara verle, del mismo modo que desconocía la existencia de su hermana y lo supo cuando él vió la placa con el nombre de su padre y vió al chiquillo comentándoselo aquella misma tarde, le constaba que nunca intento acercarse por las inmediaciones de la vivienda, temiendo encontrarse con su ex mujer. La separación no había pacifica, por lo que él pudo escuchar cuando su padre consolaba a su pareja es que la mujer nunca le perdonó que se fuera con un hombre y le gritó su odio haciéndole saber que como se acercara a su hijo le denunciaría, ahora sabía que también le había ocultado que estaba encinta cuando él pesaroso fue a pedirle que le diera la libertad, que accediera al divorcio porque lo que hubo entre ellos había cesado. Cuando le confesó que era gay consintió en firmar los papeles obligándole al mismo tiempo a renunciar a los hijos habidos de su matrimonio. Su padre siempre lamentaba no poder haber visto crecer a su hijo mayor, ignorando que tenía otro hijo, aunque ahora ya sabían que era una chica.

 

Su estomago comenzaba a lamentarse cuando la puerta de la cocina se abrió, se apresuró a levantarse fijándose en los rostros de sus dos interlocutores.

 

-Estoy hambriento… -se quejó al no ver señales de golpes, al parecer el enojo de Rukawa se calmó tras el forcejeo con la puerta.

 

-Gracias por traerlo –dijo su padre estrechándole contra su pecho y revolviendo sus cabellos con cariño.

 

-Tiene tu misma debilidad… -le miraron desconcertados- mi comida es irresistible… -su estentórea carcajada se dejo oír alegre.

 

-Idiota… -musitó Kaede, sin embargo, su tono de voz tenía otro matiz y su mirada ya no tenía esa frialdad de antaño.

 

-Al parecer no eres el único que esta hambriento –dijo con una sonrisa.

 

El rubor subió a las mejillas de Kaede, su padre con una amplia sonrisa de satisfacción, pasó sus brazos por sus hombros y los estrechó contra él. Saber que su hijo estaba allí, junto a Hanamichi era toda una proeza por su parte. Imaginaba lo que tuvo que costarle dejar de lado los malentendidos para acercarse a él.

 

Solo le faltaba conocer a su hija y podría decirse que su felicidad era completa.

 

-Comamos…

 

-Lo haremos si nos sueltas –dijo Hanamichi mirando su reflejo en los ojos muy abiertos de Rukawa.

 

Poco después satisfecha su necesidad de comer, iniciaron una conversación muy amena, su padre quería saberlo todo de él sus preguntas eran continuas y a las respuesta de su hijo iba intercalando exclamaciones de sorpresa o curiosidad según se daba el caso. Por su parte, Hanamichi les miraba con expresión satisfecha. Reunirles había sido lo mejor que había hecho y ese echo compensaba en parte no haber podido salvar la vida de su padre.

 

Le sorprendía al mismo tiempo ver a Kaede hablar tanto.

 

De la cocina pasaron a la sala, la conversación entre ellos era interminable, mientras hacia la limpieza en la cocina, escuchaba retazos de la misma. Era comprensible que así fuera, porque estuvieron separados cuando Kaede necesitaba más la presencia de su padre y en ese instante ambos se estaban desquitando por los años que no vivieron juntos por la incomprensión de la madre de Kaede.

 

Estaban tan entretenidos que no advirtieron las veces que pasó por delante de ellos, ni tampoco cuando se despidió para acostarse.

 

Al parecer, esa noche Kaede estaba desvelado. Preparó su futón para cuando fuera a acostarse, por su parte, apenas apoyó la cabeza en la almohada se quedo dormido.

 


 

Abrió los ojos apenas despertó, la habitación estaba en penumbras, giró la cabeza y le vió dormido a su lado, su rostro tenía una expresión apacible, como si en sus sueños se sintiera en paz con el resto del mundo.

 

No pudo evitar estirar la mano hasta rozar levemente su mejilla, la retiró con presteza al sentir el suave sonido que escapó por entre sus labios entreabiertos y el leve parpadeo de sus ojos.

 

Estaba despertando. Cerró sus ojos haciéndose el dormido.

 

-Se que estas despierto –susurró Kaede que llevaba un rato despierto- ¿Qué fue eso?

 

Pillado in fraganti no tuvo otra que enfrentarlo.

 

-¿Qué cosa? –se hizo el desentendido.

 

-Esa caricia –se había sentido bien con su toque.

 

-¡¡Ah eso!! Estaba cerciorándome que no era un sueño.

 

-¿Sueñas conmigo? –preguntó con expresión traviesa.

 

-¡¡Ya quisieras…!! -procuró que su tono de voz fuera creíble.

 

-No, no lo quiero… -al instante de pronunciar esas palabras se fijo como la mirada de Sakuragi o ¿debería decir hermano? se velaba perdiendo en parte esa alegría que le caracterizaba- Puedes llamarme Kaede –dijo como si estuviera haciéndole una gran concesión y al decirlo se incorporó apoyándose en su brazo al tiempo que acercaba al pelirrojo mirándole de cerca- Siempre quise tener un hermano con el que poder hablar, pero a ti no puedo verte como tal.

 

-¿Por qué no? –preguntó sin apartarse, su cercanía era embriagadora, ver sus pupilas azules tan cerca era verse reflejada en ellas, como en dos estanques de agua clara.

 

-Porque yo si sueño contigo… -confesó bajito.

 

Al oírle, sus brazos se alzaron y sus manos rodearon su nuca atrayéndole aún más hacia él, sus rostros estaban tan próximos que sentía su aliento como una suave brisa.

 

-¿Desde cuando?

 

-Desde el primer día…

 

-También a mi me dio tan fuerte.

 

Unos golpes en la puerta les sobresalto apartándose.

 

-Chicos… hora de levantarse. –la voz de su padre sonó enérgica.

 

-Aún no ha amanecido… -dijo Kaede mirando sorprendido a su ex rival.

 

-Debí decirte que salimos de pesca…, creí que hoy rompería su rutina…, pero no. –dijo levantándose.

 

-Creía que no te gustaba la pesca… Sendoh te ha invitado varias veces y siempre le rechazabas.

 

-¿Lo sabías?

 

-Al pedírtelo, procuraba que alguien estuviera escuchando, dándonos así a entender que si había alguna oportunidad sería suya.

 

 -En realidad su carácter me resulta engañoso, en caso contrario tampoco hubiera aceptado, ir con mi padre era más apetecible que hacerlo con él. Lo pasaremos bien, ya veras.

 

Una hora después, Rukawa-san conducía su “Mitsubishi” 4X4 todoterreno en dirección al puerto deportivo.

 

Un velero, de líneas elegantes, estaba amarrado en el puerto deportivo, cuando llegaron hasta él, un hombrecillo les salió al paso, tras los saludos y comprobaciones que todo estaba correcto, subieron a bordo.

 

-Ponte cómodo mientras salimos del puerto, al regreso si quieres puedes ayudarme –dijo Hanamichi señalándole un banco junto a la cubierta bajo la botavara.

 

Asintió. Observó que su padre se ponía en contacto con el encargado del puerto avisando que iba a salir, por su parte Hanamichi comenzó a desplegar e izar las velas, al poco, la esbelta figura del velero, se apartaba de su amarre al ser soltado de su bolardo, Hanamichi se apresuró a recoger el cabo que tras enrollarlo lo dejo sobre la cubierta y levar el ancla.

 

-¿A qué es hermoso? –preguntó el pelirrojo yendo a su lado y dejándose caer tumbado en el asiento frente a su compañero, de cara al velamen que se sacudía con la brisa.

 

-¡¡Arriba, marineros!! ¡¡Dejad de haraganear!! –les dijo su padre desde el timón, para recordarles que allí él era el patrón y que debía ser obedecido, la sonrisa de sus labios desmentía el sentido de sus palabras.

 

Hanamichi se levantó, agarró la mano de Kaede que no se resistió a su contacto y le llevó hacia la cabina.

 

-¿Quieres echarme una mano con el desayuno? –preguntó Hanamichi.

 

-¿Qué quieres que haga?

 

-Miremos a ver que nos ha dejado Ariwa-san –comentó mirando el contenido de los estantes.

 

Momentos después los dos jóvenes se acercaban hasta donde estaba su padre, Hanamichi llevaba una bandeja con tres tazones que humeaban, Kaede una fuente con panecillos rellenos de azuki.

 

Comieron sentados sobre la cubierta, dejando que el aire fresco removiera sus cabellos, si se terciaba alguno de ellos hacia algún comentario, en caso contrario quedarse callados era una buena opción.

 

Rukawa dirigía el velero bordeando la costa en aguas profundas y navegando hacia el sur, para salir de la Bahía de Tokyo, fueron dejando atrás los puertos deportivos con sus alineadas filas de blancas motoras.

 

El viento sacudía las velas dándole una velocidad adecuada.

 

-Nos estamos aproximando a Hakkeijima ¿Queréis que bajemos? –se fijó en el gesto resignado de Hanamichi y en el brillo en los ojos de Kaede. No esperó su respuesta, giró el timón para dirigirse al puerto deportivo. En tanto, Hanamichi bajaba y pedía permiso por radio para atracar.

 

Pasaron un par de horas recorriendo el acuario, fue una experiencia que disfrutaron los dos sobre todo cuando fue consciente que Rukawa pegaba el rostro al cristal para seguir de cerca las evoluciones de las diferentes especies.

 

Era como un niño al que acababan de hacerle un regalo especial. Rukawa-sama así lo comprendió al verle y supo que su hijo con su marcha había dejado de ver y conocer muchas cosas, por lo que iba a intentar compensarle por todos esos años perdidos.

 

El acuario era increíble y tuvieron la fortuna de ver un show en vivo. También vieron las pequeñas exposiciones que se realizan alrededor del acuario, fue una mañana muy entretenida.

 

Kaede y Hanamichi caminaban unos pasos por delante de él. No hablaban entre si, les bastaba con mirarse para entenderse y viéndoles tuvo la certeza que sentimientos más profundos que la reciente amistad les unía. Un sentimiento que se fue fraguando desde el primer instante que se habían conocido. Sabía lo doloroso que podía resultar de cara al resto de la gente, pero ahí estaba él para protegerles.

 


 

Cuando volvieron al velero, poco después de continuar navegando, le hizo un gesto para que se acercara hasta él.

 

Tomo su mano y la puso sobre el timón, aparándose él para dejarle espacio. Se quito la gorra y se la encasquetó en la cabeza de cabellos alborotados.

 

-Ahora tú eres el capitán.

 

-No se que hacer –dijo sorprendido al verse frente al timón, con ambas manos aferradas a la madera.

 

-Por de pronto relájate…, solo tienes que mantener el rumbo, no hagas movimientos bruscos, es como si tuvieras un volante en las manos, si quieres girar solo tienes que hacerlo suavemente en la dirección correcta, derecha o izquierda, pero siempre teniendo en cuenta la dirección del viento.

 

Hanamichi que subió a cubierta les vió juntos, Kaede delante del timón, su padre detrás, sosteniendo sus manos con las suyas para guiarlo. Sabía lo serio que era su padre con sus lecciones náuticas, por lo que no les interrumpió. Se apoyó en el palo mayor observándoles.

 

Sabía que cuando regresaran, Kaede tendría nociones básicas de náutica, con el tiempo aprendería todo lo relacionado, con el viento, las mareas, las velas, trinquetes y demás, como leer una carta náutica, por de pronto se entretendría en hacer bordadas sobre las olas para aprender a manejar por si solo el velero.

 

Se les veía a los dos tan concentrados que no dudo que Kaede sería tan buen capitán como lo había sido en el basquetball durante la secundaria baja.

 


 

-Vámonos, tienes pasta para ser un navegante de primera. –alabó Hanamichi cuando al llegar la noche atracaron en el puerto deportivo.

 

-No he hecho mucho, me he limitado a hacer lo que me decían.

 

-Eso ya es un triunfo –dijo Hanamichi con una sonrisa atrapante.

 

-¿Quién lo diría?

 

-Si, quien lo diría.

 

-Vamos, muchachos, no os quedéis ahí parados. –dijo su padre llamándoles la atención desde el interior del coche.

 

-Ha sido mi mejor fin de semana. Gracias Hanamichi.

 

-También para mi, porque he ganado un hermano.

 

-No quiero que lo seas.

 

-Seré lo que tú quieras que sea.

 

-Mi novio.

 

-De acuerdo.

 

-¿Qué cuchicheáis ahí atrás?

 

-Tu hijo me esta pidiendo… -al instante una mano tapó su boca con suavidad impidiéndole seguir hablando.

 

-Tenéis mi consentimiento… -dijo y una sonrisa asomó en sus labios al escuchar a su espalda el gemido entrecortado de Kaede.

 

-Ves, no necesitabas ser un bruto…, me has lastimado. –se quejó fingiendo estar lastimado, aún cuando el contacto había sido delicioso.

 

-Lo siento…, no pretendí…

 

-Mi padre me daba besitos cuando me dolían las heridas que me hacia jugando. –replicó Hanamichi sin mostrar la diversión que sentía al verle abrir mucho los ojos.

 

-No…

 

-¿No que?

 

-No puedo hacerlo. –el calor subía a sus mejillas.

 

-¿Por qué no? Solo será un besito.

 

-No.

 

-Me duele mucho… -se quejo frunciendo los labios- Mucho… mucho. –insistió.

 

Rukawa miró hacia su padre, haciéndole saber así a Hanamichi que no estaban solos.

 

-Mira… mira… mis labios, se están hinchando –dijo acercándose más a él que retrocedió chocando su espalda contra la puertezuela. Su rostro quedó tan próximo a él que su mirada inconscientemente descendió para mirar sus labios, rojos y húmedos, sumamente atrayentes, que se movían delante suyo de un modo que parecían susurrarle- Bésame… bésame mucho. –parpadeó al comprender que se lo estaba pidiendo realmente.

 

-Hanamichi es muy persistente y llegado a un punto suele ser excesivamente pesado –comentó su padre sin apartar la mirada de la carretera, la conversación llevada a cabo a su espalda le estaba resultando animada y graciosa y decidió poner también su pequeña contribución- Solo por no escucharle es preferible hacer lo que quiere. Ya le irás conociendo mejor con el trato diario.

 

El gemido de Kaede, le hizo saber que Hanamichi había tomado la iniciativa pues el silencio se prolongó durante los siguientes segundos. Echó una mirada al espejo retrovisor, estaban sentados cada uno en su lugar, callados, las mejillas de su hijo tenían el color de los cabellos de Hanamichi.

 

-Debéis tener cuidado con lo que hacéis –les recomendó- Aunque no hay lazos de sangre en vosotros, de cara a la ley Hanamichi y tú sois hermanos al haberle dado mi nombre.

 

-Seremos prudentes, ¿verdad, Kaede?

 

-Si… -dijo en un susurro, aún sentía el rubor en sus mejillas, Hanamichi había despertado en él unas sensaciones que no sabía que podía experimentar solo con un beso.

 

Hanamichi alargó su mano hacia la suya, sus dedos se entrecruzaron al igual que sus miradas.

 

-Te amo, Kaede –moduló Hanamichi las palabras sin pronunciarlas.

 

-Te amo, Hanamichi –respondió de igual modo.

 

-¿Estáis muy callados?

 

-Es porque ya nos lo hemos dicho todo.

 

-Llevaremos a Kaede a su casa, ya sabes que puedes venir a vernos siempre que quieras y si pudieras traer a tu hermana, me gustaría conocerla.

 

-Veré que puedo hacer. –prometió.

 

Un rato más tarde se despedían dejándole en las proximidades de su casa, no demasiado cerca para evitar cruzarse con su ex mujer.

 


 

Kaede echó a andar en dirección a su casa, lo hizo sin mirar atrás, seguido por dos pares de miradas. Minutos después escuchó el sonido del motor al arrancar, alejándose de él.

 

De haberle visto su madre no le hubiera reconocido, sus ojos tenían un brillo inusitado, la expresión de su rostro ya no tenía esa melancolía que la ausencia de su padre había provocado en él. Ahora conocía las razones de su alejamiento y aunque no podía culpar a su madre por hacer lo que hizo, si iba a poner de su parte todo su empeño para que su hermanita le conociera.

 

Apenas abrió la cancela del jardín, su expresión se transformó siendo el que su madre y su hermana pequeña conocían.

 

-Ya estoy en casa… -dijo descalzándose y subiendo las escaleras hacia su cuarto.

 

-¿Qué bueno que has venido? –dijo asomándose en la puerta de su dormitorio su hermana- Ya no sabía que más hacer para entretenerme.

 

-¿Cómo es que estás sola? –preguntó sorprendido dejando su bolso dentro de su cuarto.

 

-Mamá ha estado enojada todo el día.

 

-¿Enojada? –sabía que su madre tenía un carácter bastante extraño, era fría y desconsiderada en algunos aspectos.

 

-Contigo… ¿qué es lo que has hecho? –aunque ella no era el motivo de su enojo había aprendido a evitarla cuando se mostraba irascible.

 

-¿Conmigo? –no pudo evitar preguntar.

 

-Si…, al parecer alguien te vió con un hombre muy parecido a ti y se lo dijeron a mamá. Le dieron el parabién por el apuesto marido que tenía.

 

-¡¡¡Ay…!! –se sentó en la cama, era consciente de las consecuencias que podía traer el que su madre lo supiera- Sabes donde puede estar ahora? –vió el gesto negativo de su hermana. Sacó su teléfono e hizo una llamada- Pásame con tu padre… -dijo al oír la respuesta de Hanamichi, aún era pronto para contarle a su hermana lo que sabía- Mi madre sabe que he estado contigo…, alguien nos vio juntos. No la he visto, no se donde puede haber ido. Solo quiero que estés preparado por si la ves. Ella… tiene un carácter inestable –no quería hablar mal de su madre, pero necesitaba que lo supiera- Si, volveré a llamar si es necesario.

 

-¿Con quién has hablado? –preguntó al verle guardar el móvil.

 

-Con el padre de un compañero.

 

-¿Por qué le has dicho… todo eso? –al acercarse más a él arrugó la nariz- Hueles extraño.

 

-Hemos estado navegando, supongo que la sal marina se ha pegado en las ropas. Voy a darme un baño y te prepararé algo de comer.

 

-Tú sabes porque mamá se enojo…

 

-Supongo que si. Tenía intención de contártelo, no creí que iba a ser tan pronto.

 

-Estaré abajo…

 

Asintió.

 

Se dio una ducha rápida y se puso ropa cómoda para estar por casa, no quería dejar mucho tiempo sola a su hermanita.

 

Encontró a Katsue muy quieta sentada ante la mesa. En un primer instante no se dio cuenta de la rigidez de su postura.

 

-¿Qué pasa…? –escuchó pasos a su espalda, se volvió encontrándose con su madre, la expresión desquiciada de su rostro, le inquieto, más aún cuando vió que su mano empuñaba un cuchillo de considerables dimensiones.

 

-No me lo quitaras… él es mío.

 

-Nadie va a quitarte nada –exclamó sin saber exactamente a que se refería.

 

-No te lo permitiré…. –blandió el cuchillo por delante, sus nudillos blanqueaban por su fuerte agarre.

 

-Corre Katsue… vete de aquí –gritó Kaede moviéndose para evitar el encontronazo con la furia que veía en la mirada de su madre.

 

El rugido de cólera que escapó de entre los labios de la mujer, le hicieron sentir como si su madre fuera una desconocida. Se le enfrentó, consciente que podía reducirla si se lo proponía, solo había un inconveniente, el cuchillo le impedía acercársele. Se fijo que si bien Katsue se había movido, permanecía quieta asustada por la actitud inesperada de su madre.

 

Aún a riesgo de enfurecerla aún más, dio unos pasos en dirección a su hermana y agarrándola del brazo la llevo hasta la puerta, cerrándola para que no volviera a entrar, no sin antes pedirla.

 

-Busca ayuda… corre… confío en ti. -a su espalda los gritos desaforados se incrementaron, apenas si tuvo tiempo de esquivar el ataque.

 

El cuchillo se clavo en la madera de la puerta.

 

-Te mataré… te mataré… no me lo quitarás… -escapaban las palabras con espumarajos de rabia al tiempo que forcejeaba para desprender el cuchillo de la madera.

 

-Por favor… nadie va a quitarte nada… -dijo tragando saliva ante lo cerca que había estado de resultar herido. En ningún momento, pensó que podía acabar con él. Solo estaba en uno de esos estados en los que luego permanecía un par de días sin dirigirles la palabra. No quería reconocer que esta vez era diferente, su madre empuñaba un arma. Solo necesitaba tiempo para que ella misma acabara dándose cuenta y se tranquilizara.

 

Cada vez le quedaba menos espacio para evitarla, por lo que subió las escaleras con ella detrás y se metió en su habitación encerrándose con llave, era la primera vez que hacia algo así. Retrocedió hasta acercarse a la ventana, con la mirada clavada en la puerta, donde una y otra vez se escuchaba los intentos de su madre por echarla abajo.

 


 

Katsue corrió por las calles, agitada, llorando. En un primer instante, se quedo quieta sin saber que hacer, luego recordó al pelirrojo que había visto junto a su hermano y supo que allí podía encontrar la ayuda que su hermano necesitaba.

 

Se cruzó con algunas personas que seguían su marcha desconcertadas, alguna intento detenerla, pero supo evitarlas, solo se detuvo sin aliento cuando se vió delante de la puerta de una vivienda que había visto días atrás.

 

Pulso el botón del telefonillo nerviosamente.

 

-¿Quién…? –la voz de un hombre sonó a través de él.

 

-Soy… -estaba sin aliento y las lágrimas aún caían por sus mejillas- Necesito ayuda… mi hermano esta en peligro. Se llama Kaede….

 

Pocos segundos después la puerta del jardín se abría y en el hueco la figura de un hombre se perfilo ante sus ojos llorosos.

 

-Tiene un cuchillo y quiere hacerle daño… -exclamó- Por favor, ayúdelo -sollozó en los brazos del hombre que la cobijaron con su ternura, las lágrimas le impedían ver su rostro.

 

-Hanamichi cuida de tu hermana… -dijo dejándola a su cuidado- Voy para allá.

 

-Pide refuerzos… no te hagas el heroico. –dijo acariciando las mejillas húmedas de la niña y entrando con ella al interior de la casa- Seguro que tienes hambre.

 

-¿Es tu padre? –preguntó porque se había sentido protegida en sus brazos.

 

-El mío, el tuyo y el de Kaede…

 

-¡¡Ehh!! –Se olvidó de llorar- Mamá nos dijo que mi padre nos abandonó porque no nos quería. –le miró como sorprendida de su afirmación- Kaede-kun iba a decirme porque mamá estaba enojada…, ella gritó mucho y luego se marchó sin decir donde. Me asusta cuando se pone así.

 

-¿Lo hace a menudo? –preguntó inquieto por la seguridad de Kaede, si no fuera por la pequeña también él hubiera ido en su rescate.

 

-No…, solo que… -se calló al ver la comida delante de ella. Recordándole que llevaba demasiadas horas sin comer- Gracias por la comida… -exclamó tras unos segundos de silencio con la manos juntas, tomó los palillos y comenzó a servirse.

 

Hanamichi al otro lado de la mesa la observaba en silencio, por la forma de comer, se dio cuenta que estaba más hambrienta de lo que quisiera reconocer y mientras comía conseguía olvidar la tragedia que la había llevado allí, solo entonces se dio cuenta de ese detalle.

 

-¿Cómo es que viniste aquí? ¿Cómo sabias donde ir?

 

Katsue bajó la mirada avergonzada.

 

-Kaede-kun nunca antes había pedido permiso para salir un fin de semana fuera de casa, le seguí, tú le abriste la puerta, cuando entrasteis volví a casa.

 

-¿Le dijiste a tu madre donde estaba?

 

-No, no lo hice. Solo se que el sábado se encontró en el mercado con una conocida, le dijo que vió a Kaede con su padre. –Alzó la mirada- ¿En serio es mi papá?

 

-Si.

 

-¿Por qué nos dejó solos con ella? –un tono de reproche había en su voz.

 

Hanamichi dirigió una mirada al reloj. Había pasado más de media hora, tiempo suficiente para que hubiera llegado y ayudado a Kaede. Si hablaba con la pequeña el tiempo correría más deprisa.

 

-Mi nombre es Sakuragi-Rukawa Hanamichi, tengo diecisiete años.

 

-Oh…-enseguida repuesta de su sorpresa se puso también de pie- Mi nombre es Rukawa Katsue, tengo nueve años.

 

-Si has acabado te contaré lo que sé

 

Katsue asintió recogiendo los utensilios usados, dejándolos dentro de la pila. Iba a lavarlos pero el muchacho se lo impidió.

 

-Déjalo… ya me ocupare luego de ellos.

 

-Los dejaré en remojo.

 

Hanamichi asintió, volviendo a sentarse, Katsue lo hizo en la misma silla que había ocupado momentos antes.

 

-Eres demasiado pequeña para comprender porque los adultos hacen ciertas cosas, entre ellas las relaciones de pareja, por lo que no puedo decirte los motivos que provocaron la ruptura del matrimonio de tus padres, cuando él se separó de tu madre lo hizo ignorando que iba a tener otro hijo, tú.

 

-¿El no sabía que yo existía? –preguntó abriendo mucho los ojos.

 

-Así es. Tu madre le hizo firmar unos documentos en los que le obligaba a renunciar a los hijos habidos de su matrimonio, él puso su sello en los papeles no dando mayor importancia a la pluralidad, renunciar a Kaede fue muy doloroso para él, sobre todo porque de intentar acercarse a él corría el riesgo de perder su libertad.

 

-Mamá le obligó a hacer algo así ¿por qué?

 

Hanamichi se encogió de hombros. Como decirle a una niña que su madre no era tan buena como aparentaba serlo. De golpe se dio cuenta del velado reproche en su tono de voz. Katsue debía saber como era realmente.

 

-Katsue-chan, vuestra madre… -dudo unos segundos en preguntarlo- ¿os maltrataba?

 

-No…, a veces se comportaba de manera extraña, le gritaba cosas extrañas a mi hermano, como si estuviera hablando contra otra persona, después podía pasarse días sin dirigirnos la palabra. Kaede aprendió pronto a que no debía replicarle, era mejor que se desahogara sola, él salía a practicar básquet a una cancha cercana a casa y me llevaba con él, regresábamos tarde y ella dormía tranquila. Nunca nos preguntaba donde íbamos. Cuando comencé a crecer su actitud hacia mí también cambio, pero no creas que a peor, estaba empeñada en que mi vestimenta no era la adecuada.

 

-Comprendo…, a mí conseguiste engañarme.

 

Katsue levantó la mirada fijándola en la suya.

 

-Creí que Kaede tenía un hermanito, hasta que él me sacó de mi error.

 

-¿Por qué llevas el nombre mi nombre?

 

-Me adoptó cuando quede huérfano.

 

-Discúlpame… no debí.

 

No tuvieron tiempo de seguir hablando, el sonido de la puerta al ser abierta hizo levantarse apresuradamente a Katsue que fue hacia la entrada. La siguió.

 

Kaede y su padre estaban ahí. La expresión apenada de su zorrito cambio al ver al remolino que corrió a su encuentro.

 

-Imouto…

 

Kaede se dejo abrazar. La niña rodeo su cintura con sus brazos y apoyó la cabeza contra su cuerpo. Kaede pasó su mano por su cabeza acariciándola.

 

-Estaba muy asustado… he pasado tanto miedo por ti…

 

-Ya paso… solo fue una de sus crisis… ya sabes que se le pasa enseguida. –dijo cariñoso para no preocuparla más aún.

 

Miró al hombre que estaba detrás y creyó estar viendo a su hermano. El parecido era asombroso.

 

Rukawa se acuclilló poniéndose a su altura.

 

-Hola… soy…

 

-¡¡Eres mi papá!! –y le echó los brazos al cuello abrazándole, con un brillo de lágrimas en sus ojos, solo que esta vez de felicidad.

 

Hanamichi pasó su mano por la cintura de Kaede y le llevó hacia dentro, al mismo tiempo que se hacia cargo de un par de bolsos que llevaba consigo.

 

-¿Estas bien? ¿Te ha lastimado?

 

-Si y no.

 

-¿Qué pasó?

 

-Ni yo mismo lo sé, un día comenzó a decirme cosas sin sentido y comenzamos a tener problemas con los vecinos, por lo que debíamos cambiar de residencia cada dos o tres años, últimamente estaba mucho mejor y pensé que esta vez era la definitiva. Supo que me encontré con mi padre y esta desequilibrada, dejo sola a Katsue mientras me buscaba, cuando baje a prepararle la cena, mi madre estaba allí. Me gusta Shohoku y la gente que conozco no quisiera tener de alejarme una vez más.

 

-Ni yo te dejaría irte. –Le condujo hasta su habitación y sacó los dos futones, los dispuesto uno al lado del otro vistiéndolos- Hoy a sido un día cansador para ti, llegar a casa y sentirte amenazado por tu propia madre… -no siguió hablándole acerca de eso-… dormirás aquí con tu hermana, mañana hablaremos más tranquilos.

 

-Gracias, por admitirme en tu vida y en tu casa.

 

-No es mía, es de todos nosotros. –le replicó abrazándole, sentía el cuerpo de Kaede temblar en sus brazos. Le ayudó a desvestirse y tumbarse entre las sábanas del futón.

 

-He metido alguna ropa de mi hermana –dijo cerrando los ojos y dejando que el cansancio físico y moral se desvanecieran. El contacto de la mano de Hanamichi en la suya le ayudaba a tranquilizarse.

 

Minutos después apareció su padre, llevando a Katsue en brazos.

 

-Se ha quedado dormida –le dijo tumbándole en el otro futón abierto, soltó los cierres de su peto, quitándoselo, la deja dormir con su camiseta y su ropa interior.

 

Hanamichi la cubrió con las sabanas, los dos salieron del cuarto dejándoles que descansaran.

 

-Vamos tú y yo también necesitamos dormir.

 

Al ir a acostarse, cuando se volvió se fijo en el brazo vendado de su padre.

 

-¿Qué te paso? –se inquietó más de lo que ya estaba.

 

-Un pequeño corte, nada preocupante –al ver que no le creía continuó- Nunca pensé que podía llegar a ver algo así. Estaba desquiciada, Kaede se había encerrado en su habitación, destrozó la puerta con el cuchillo que llevaba pero esta resistió y entonces la emprendió con el resto de la casa, lo destrozó todo, cuando llegue, encontré cerrado el acceso y por más que intente encontrar la manera de entrar no pude, en entonces llegó la policía y consiguieron echar la puerta abajo. Fueron necesarios tres hombres para reducirla, no sin que antes me diera un corte durante el forcejeo. Creo que al verme enloqueció más aún. La policía llamó al servicio de urgencias para ser trasladada al psiquiátrico, le harán una evaluación, posiblemente estará interna seis meses, luego se verá que hacer.

 

-Se quedaran con nosotros.

 

-Si.

 

-Bien…, por lo que me dijo Katsue, su madre nunca ha querido a Kaede, siempre ha tenido un carácter extraño hacia ellos.

 

-Si la declaran fuera de juicio, conseguiré sus custodias.

 

-Que importa si esta o no loca. Ellos son tus hijos y no quiero que Kaede corra ningún riesgo a su lado, ni tampoco Katsue, me gusta mi nueva hermanita.

 

-Duerme… mañana lo hablaremos con ellos. Ya decidiremos que hacer.

 

Hanamichi asintió, cerrando los ojos, una sonrisa asomaba en sus labios, su padre nunca le negaba nada que pudiera estar a su alcance.

 

No dudaba que en poco tiempo serían una autentica familia.

 

Tres meses después sus deseos se cumplieron.

 


 

Fin

 

Sábado, 15 de diciembre de 2012

 

Paz

 


 

 

Notas finales:

Glosario

Ara: Exclamación de sorpresa

 

Me despido de todas vosotras hasta el próximo año. Mis mejores deseos para todas/os. Paz


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