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Somos más que juguetes por Yukio x Rin-Cest

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CAPÍTULO 1


 


Eran aproximadamente las doce del mediodía, el sol brillaba tenuemente mientras que las nubes ocupaban una pequeña parte del cielo, logrando que la temperatura se sintiera agradable para todos los que vivían en la pequeña ciudad.


Muchos niños y niñas disfrutaban alegremente del medio verano en el que se encontraban, habían disfrutado bastante todo ese tiempo de libertad.


Pero no todo era felicidad.


En una calle tranquila, donde todo parecía ser siempre simple y monótono, una casa apenas destacaba con su tenue tono azulado, y sus únicos tres habitantes. Una madre y dos hijos, una pequeña hija de 10 años además de su primogénito, un varón de 17, que pronto entraría a la universidad.


Y él era parte del “problema”. O más bien, sus juguetes.


En la recámara del chico podían distinguirse las paredes pintadas de azul cielo, las nubes blancas en esta, una gran pizarra llena de notas y fotos personales además de apuntes, la gran cama del lado izquierdo, y junto a esta las ventanas sin cortinas seguidas de un escritorio… Y, como olvidarlo, en el pequeño espacio de la cama al escritorio estaba el que, alguna vez, fue el preciado tesoro de Andy.


Su caja de juguetes.


 


La puerta se entreabrió repentinamente, y un pequeño grupo de solados de juguete pasó por esta llevando a rastras una calceta, con algo visiblemente dentro.


—Misión cumplida señor—anunciaron a coro luego de acercarse al baúl decorado al estilo de un desierto, y luego de haber cerrado la puerta.


—Así se hace sargento—respondió con orgullo otro solado saliendo de un lado de la gran caja.


Poco a poco el baúl se fue abriendo desde dentro, revelando así la mano pálida vestida de una manga a cuadros café y amarilla. Otra mano más se asomó, siento esta vestida por una especie de blanco con bordes verdes y botones rojos.


Finalmente ambos juguetes salieron de la caja, siendo estos un vaquero de cabellos y ojos castaños acompañado de un astronauta de traje blanco con verde de ojos color cielo. El comisario, quitándose el sombrero, sonrió.


— ¿Lo lograron?—preguntó curioso


—Cumplimos el objetivo, señor—informó el soldado más cercano asintiendo


—Bien, ahora avancemos a la fase dos—avisó Woody, el comisario.


— ¿Estás seguro de que funcionará?—preguntó hablando por primera vez el astronauta, Buzz Lightyear


El castaño le dedicó una mirada sincera, y musitó un bajo:


—No lo sé


Ambos juguetes regresaron a la caja en tiempo récord mientras los soldados se ocultaban en una cubeta de plástico que se encontraba bajo la cama. Una vez dentro del baúl Woody sacó de la calceta un teléfono celular.


—Rex, saca el otro—pidió con autoridad Woody mientras miraba a un gran dinosaurio de juguete quien asintió rápidamente


—Aquí está—avisó mientras le mostraba otro teléfono al castaño


—Bien, Buzz, tu turno— informó Woody mirando al oji-azul.


—De acuerdo—respondió rápidamente mientras levantaba una parte de su brazo, debajo de esta podían observarse diferentes botones simulando ser un comunicador, un número escrito con plumón azul se notaba en la parte superior


El astronauta apuntó el número en el teléfono rápidamente, para luego presionar el botón de marcado. El teléfono que usaba Woody comenzó a sonar estrepitosamente.


Unos pasos hicieron eco fuera de la habitación.


— ¿Funciona?—preguntó con ciertas ansias una chica pelirroja, vestida igual de vaquera, pelirroja y de ojos verdes


—Aquí viene, Jessie —respondió con seguridad Woody


El sonido de la puerta abriéndose alarmó a todos los juguetes que se encontraban dentro de la caja. Algunos comenzaron a moverse, entre emocionados y nerviosos.


— ¿Dónde estará?—se escuchó decir a alguien desde fuera del baúl, una voz gruesa y varonil.


—Está aquí—casi chilló Rex emocionado, Buzz soltó sin querer el teléfono, y este cayó en las manos del verde dinosaurio, quien casi gritó histérico.


Cuando los pasos se acercaron todos los juguetes se quedaron completamente quietos, y fue entonces cuando el baúl se abrió.


Un chico había entrado, y ese era sin duda Andy, de 17 años. Tenía el cabello castaño claro además de unos hermosos ojos color azul cielo, su mirada viajo de esquina a esquina dentro de la caja, hasta que optó por meter la mano y buscar su teléfono. Removió todo sin ver, provocando que Woody soltara el teléfono al igual que Rex, quien, en un intento de alcanzarlo terminó atrapando el de Woody, y Jessie terminó con el de Rex.


Andy finalmente sacó uno de ellos, llevándose consigo a un afortunado juguete.


El chico miró con cierto fastidio el teléfono, y soltó una especie de chasquido al ver que estaba atascado en las manos del juguete. Lo tomó fuerte, para luego contestar de inmediato.


— ¿Bueno?


Jessie experimento la dichosa sensación de “el corazón latiéndole al mil por hora”, si bien no poseía aquel órgano el sentimiento había sido definitivamente el mismo.


Al notar que nadie contestaría colgó de golpe, lanzando a Rex de regreso a la caja y cerrarla de nuevo a los pocos segundos.


Los juguetes escucharon como los pasos de Andy se alejaban de nuevo mientras gritaba algo a su hermana menor, quien le respondía también a gritos.


—Sí, funcionó bastante bien—dijo con sarcasmo un juguete en forma de papa.


— ¡Me cargó!—gritó eufórico Rex, quien estaba totalmente emocionado— ¡Volví a estar en sus manos!


Uno que otro juguete le miró con evidentes celos, mientras que Woody solo atinó a bajar la mirada sin poder disimular demasiado su tristeza.


 


 


Había pasado algún tiempo desde que Andy jugaba con ellos, Woody entendía que su dueño había crecido, pero eso no quitaba el sentimiento de añoranza…


Ninguno de los juguetes podía evitarlo.


Ellos vivían para sus niños, al fin y al cabo.


 


Buzz soltó una especie de suspiro mientras veía a Woody salir del baúl con una especie de aura de ansiedad a su alrededor, le entendía, aquel sentimiento era realmente malo, algo deprimente.


Planeó seguirlo de inmediato, y apoyarlo como su mejor amigo que era, pero Jessie tomó su brazo inesperadamente, sorprendiendo a Buzz, quien le miró por primera vez, notando su semblante decaído.


— ¿Te molestaría si me quedo contigo?—preguntó con voz apagada la vaquera


—Sí—respondió de inmediato, pero corrigió— Digo no… Eso…


Su lengua se había enredado por sí sola, cada vez que Jessie le miraba de ese modo tan extraño deseaba evadirla, y al mismo tiempo se regañaba por tratar así a la casi hermana de Woody, por lo que casi terminaba cediendo a sus deseos.


Jessie le sonrió con cierta tristeza, mientras que el astronauta miraba de reojo la parte por donde Woody había salido.


 


Mientras tanto fuera de la caja, sentado en el suelo, se hallaba Woody. Su expresión llena de tristeza no era un misterio para nadie, todos se sentían igual que él. El silencio en la habitación volvió a reinar, como desde hacía 5 años.


Algunos juguetes iban de un lado a otro, tratando de entretenerse entre ellos a cómo podían, pero Woody no sentía deseos ni de moverse. Miró hacia el techo, y observó la repisa más alta de la habitación.


Automáticamente recordó aquella vez en la que se había roto el brazo, y Andy le cosió con tanto cariño que creyó que jamás se separarían nunca, pero eso no pasó.


Se levantó del piso con cuidado, y con una maestría que solo los años daban subió a la repisa en cuestión de pocos minutos, deseaba volver a sentir aquella tranquilidad, y pensó que la altura ayudaría, aunque fuese un poco.


— ¿Woody?—la voz de Buzz salió como apenas un murmullo, se había liberado finalmente del agarre de Jessie, quien ahora se entretenía jugando con tiro al blanco, su caballo.


El guardián espacial miró inconscientemente a la repisa, y sonrió un poco al ver a su mejor amigo ahí, seguramente se habría preocupado si no lo encontraba.


Haciendo gala de sus habilidades subió tan rápido como Woody, para luego acercarse silenciosamente al comisario, quien observaba solo a la ventana frente a ellos, sin siquiera sentir que ya no estaba solo.


Buzz no supo cómo comenzar, ¿qué debería decirle? El oji-azul frunció un poco el ceño, ¿había subido sin siquiera saber qué decir? Era un tonto por completo.


—Woody—le llamó finalmente, el comisario ni se sorprendió, simplemente se movió un poco, dándole la palabra al otro— Solo debes saber que…


—No te molestes, Buzz­—le cortó el castaño, con seriedad


Se levantó lentamente para luego encararlo, medio sonrió.


—Somos los juguetes de Andy, ¿recuerdas? Aunque él crezca, nuestro deber es estar ahí para él—aseguró, sin saber que los demás juguetes habían escuchado eso último, una pequeña tranquilidad les invadió.


—Woody tiene razón—soltó Jessie, mientras sonreía sincera— ¡Estaremos aquí para Andy!


— ¡Sí!—secundaron casi todos los juguetes, pues Buzz se había quedado algo sorprendido por aquella reacción en Woody, él habría asegurado que le mandaría al diablo antes de poder hablar sobre ello.


Los pasos de alguien volvieron a sonar demasiado cerca, por lo que todos los juguetes se apresuraron a tomar sus lugares. En un instante la mayoría estaba ya dentro del baúl, sin embargo Buzz y Woody aún bajaban de la repisa con toda su velocidad. Rex y Jessie mantenían abierto el baúl para que estos entraran, y fue entonces que todo pasó demasiado rápido para ellos.


Woody fue el primero en saltar dentro, gracias a sus piernas largas. A los pocos segundos Buzz también saltó, al tiempo en que la caja se cerraba tras él y la oscuridad se adueñaba del baúl, provocando la completa ceguera en la mayoría de los juguetes.


Pero Woody no era tonto, aquel peso extra sobre él, y las manos a cada lado de su cabeza, sin contar con la extraña sensación de tener a alguien tan cerca de su propio rostro… Si no fuera porque algo le impidió abrir la boca, seguramente habría soltado un gemido de sorpresa al sentir la boca de Buzz demasiado cerca de la suya. Sí, eso había sido realmente incómodo, y por primera vez en mucho tiempo agradecía completamente la oscuridad del baúl.


Solo esperaba que Andy no abriera el baúl justo en ese instante, pero, lamentablemente, sus plegarias no fueron escuchadas…


 


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