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El dolor nunca es eterno por yuljiyongie

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Notas del capitulo:

Aquí está el primer cap de la segunda temporada, perdón la tardanza pero es culpa chibi-gtop, estaba esperando por ella :P, bueno igual aquí se los dejo. A leer…

 

 

Reposando sobre la comodidad de su cama un pelinegro mantenía los ojos cerrados intentando pensar en sus acciones.  Por un lado sentía una gran satisfacción por haber experimentado lo que su corazón ordenaba y lo que ya no soportaba, el recordar ese momento lo volvía sumamente feliz. Pero por otro lado estaba la culpa, el miedo, la angustia. Quizá esperó mucho, y sus esperanzas lo cegaron ante la realidad. Tal vez no debió hacerlo y dejar que las cosas fluyeran de otra manera. Sin embargo lo hecho, hecho estaba, no había vuelta atrás, y eso le había quedado bastante claro en todos esos días.

 

 

Aún ni siquiera te tengo 
y ya tengo miedo de perderte, amor 
qué rápido se me ha clavado 
qué dentro todo este dolor. 

 

 

A pesar que le daba vueltas y vueltas al tema ya no sabía qué hacer.  La frustración era su compañera desde el amanecer y al caer la noche ni que decir.  Cuantas veces había ido a buscarlo, cuantas veces lo había llamado, pero simplemente no recibía una respuesta que lo tranquilizase.  Quería hasta disculparse. Diría que fue una broma de amigos. Inventaría cualquier excusa  con tal de arreglar lo que él con sus acciones apresuradas estropeó.

 

 

Es poco lo que te conozco 
y ya pongo todo el juego a tu favor 
no tengo miedo de apostarte, 
perderte sí me da pavor. 

 

 

Exhaló. La cabeza le dolía de tanto reflexionar, pero no podía hacer nada más. La energía había abandonado  su cuerpo. Apenas comía porque su madre lo obligaba y  debía aparentar estar bien delante de su padre porque se avergonzaba de lo sucedido. No podía ir  y contarles, no se sentía capaz.

 

En la soledad de su aposento y el enigma de sus pensamientos podía darse el lujo de recrear algunas escenas vividas. Al menos recordando, la calma regresaba a su ser, y apaciguaba sus nervios.  Era la manera que había hallado para mantenerse en vilo por si algún milagro ocurría. Por ejemplo,  en su mente apareció aquel recuerdo reciente que había sido el culpable de su toma de decisión.

 

 

No me queda más refugio, que la fantasía 
no me queda más que hacer, 
que hacerte una poesía. 

 

 

Se veía a sí mismo corriendo como un desquiciado, desesperado por impedir que el castaño de ojos marrones  fuera apartado de su lado. Con el viento frío y helado como rival, que lo golpeaba  e impedía que su visión fuera completamente clara.  Además de esas miradas del personal, confusas, sin saber porque un joven iba  de un lado a otro exclamando un nombre a todo vigor en mitad de una pista de abordaje. Tal vez era parte de una hazaña de amor, suponían al ver el semblante doliente del muchacho. Por eso no intervinieron y dejaron que prosiga en su búsqueda.          

 

El pesar en su interior era ya bastante grande, no tenía muchas posibilidades de ser escuchado y saberlo lo hacía sufrir. Pero como en toda historia debía caber la esperanza y expectativa por el que sucederá.  Si se lograría impedir o quizás no. Si la realidad podía convertirse en un cuento más, donde lo imposible era posible y lo irreal era real.

 

 

Porque te vi venir y no dudé 
te vi llegar, y te abracé 
y puse toda mi pasión para que te quedaras 

 

 

Faltando poco para que los aviones despegaran las puertas de  la utopía  se abrieron.  Mostrando al ser más bello  de entre todos, en una lucha por tampoco ser alejado  de aquel hombre que sin saber cómo ni cuándo  había aparecido para el deleite de sus ojos y había puesto de cabeza la decisión que había tomado con tanto recelo y que estaba seguro era la correcta. 

 

Unidos por el mismo sentir no hicieron más que desplazarse por todo ese largo camino que  formaba parte de toda la magia a su alrededor.  Porque al llegar no dudaron en aferrarse mutuamente  con la melancolía  y alegría al mismo tiempo invadiéndolos. Con esa pasión que sólo unos seres como ellos podían brindarse.  Soltando gruesas lágrimas y diciéndose palabras que curaban en parte el daño provocado. Manteniéndose  por largo tiempo en la misma posición temiendo que al moverse la magia se quebrantara y volverían al suplicio de no tenerse frente a frente, juntos, brindándose la protección y apoyo que aliviaba sus destartaladas almas.

 

 

Ese era un grato recuerdo, bastante esperanzador, ni que decir.  Aunque debió ser más cauto al proceder ya que no fue agradable  el tener que retirarse siendo prácticamente cogido de los brazos además de burlado solapadamente por el menor quien segundos después intervino para que lo soltaran, pero  no importaba porque  su cometido estaba logrado.   Una sonrisa corrompió sus labios con recordarlo.

 

Otro recuerdo vislumbraba en su mente. Vaya, que recuerdo.  Debía ser la memoria ideal, pero no lo era.  Aunque al principio tal vez sí, por todo lo que abarcaba, pero definitivamente lo que vino después  no parecía para nada algo ideal, ni mucho menos esperanzador. Aun así  no podía detener sus recuerdos.

 

 

Esa noche  estrellada de fin de año. Arriba, en  aquel balcón. Desde donde observaba con nitidez la ciudad  y a sus compañeros  en el exterior a la espera de que los minutos corran y  marquen la tan ansiada medianoche. Que sería el indicador de que el nuevo año había empezado, pero para eso aún faltaban unos  minutos.  

 

Alucinado por las reacciones de su compañero durante los días anteriores y el mismo día, tomó la decisión de declarar sus sentimientos.  Había soportado muchos meses, entre confusiones y alborotos de su persona, pero ya no. Como hombre  debía hacer frente a lo que sentía, sin temor, con confianza y seguridad. Como hyung, él debía encaminar, dar el primer paso para después enseñarle a  dar los siguientes. Guiarlo.  

 

Con todos esos pensamientos entusiastas cogió el teléfono. Escribió un mensaje que decía,  “Ve al balcón en el segundo piso. Quiero darte un regalo especial. No tardes.” Sonrió ampliamente al presionar ‘Enviar’. Sería un completo mentiroso al decir  que estaba tranquilo y a la espera, en  realidad estaba muy nervioso y dubitativo.

 

Cuando la puerta de vidrio templado empezó a abrirse todas sus terminaciones se activaron, alertándolo. Al oír su dulce voz llamándolo se inquietó.  Verlo ahí, parado en su delante con una encantadora sonrisa, con aquel brillo deslumbrante en su mirada, con su cabello echado hacia un lado y la perfecta elección de su vestimenta, no se podía sentir más feliz. Siempre se había dicho que él estaría únicamente con  las personas más hermosas que hubiera sobre el planeta, aunque sonase arrogante y discriminador con el resto, pero sentía que lo merecía y lo valía. Y no cabía duda que estaba frente a uno de los seres más perfectos, uno dotado de hermosura tanto física, mental y moralmente.    

 

 

y luego te besé y me arriesgué con la verdad 
te acaricié y al fin abrí mi corazón para que tú pasaras

 

 

Se acercó pidiendo que cerrara los ojos, si lo miraba directamente no se atrevería a hacer lo que planeaba. Como lo dedujo fue obedecido, sabía que no rechazaría sus palabras. Había confianza entre ellos.  Oyendo las voces de sus compañeros, animosos por los escasos segundos que faltaban para las doce guió sus manos hasta el rostro del más bajo, responsándolas en sus mejillas,  sintiendo como su aliento cálido chocaba con el suyo al estar tan próximos, cerrando sus propios ojos, y sin permitir que realizase algún cuestionamiento, con la yema de sus dedos lo atrajo débilmente,  lo besó.

 

Era una insólita sensación sumamente agradable. Tan solo sentir sus labios. Tan suaves y delicados, acolchados, mínimamente humedecidos y con un sabor un tanto dulzón. No tenía el impulso de profundizar  aquel contacto porque  una embriaguez extraña lo había inundado.  Juraba que podía mantenerse así hasta la muerte. Sus oídos estaban sordos del ruido ajeno y sus demás sentidos igual, únicamente centrándose en captar cualquier emoción que produjera ese roce. 

 

Cuando sus pulmones  le avisaron que necesitaban oxigeno es que se desprendió de esas finas almohadillas, en un suspiro. Pero sin dejar de brindar pequeños toques en la piel ajena. Manteniendo los parpados bajos es que abrió su corazón y lo materializó dándole vida en dos palabras, cortas, concisas, pequeñas, precisas. Exactas. “Te amo”. Muy fáciles de pronunciar, difíciles de entregar. Porque eso es lo que él hacía. Estaba entregando no solo dos palabras o tres silabas, sino sus sentimientos, aquellos que guardaba en lo más recóndito de su ser, en un lugar espinoso de desenterrar, donde muy pocas habían logrado entrar con mucha complejidad. 

 

 

Mi amor te di sin condición para que te quedaras.

 

 

Extasiado lo observó. Contemplando como la criatura de piel nívea quedaba ruborizada, como sus labios tiritaban, como sus ojos  se acrecentaban.  No obstante,  ocultó su semblante. Parecía querer hablar,  pero calló,  mordió su labio para guardar silencio. Con cuidado, vacilante, elevó sus entumecidas manos conduciéndolas  a las que aguardaban sobre su rostro. Creando una  fricción que los estremeció a ambos. Mas no iban a acompañarlas, si no para alejarlas. Aunque fue complicado desglosarlas… de a poco  cedieron hasta que tras un largo tiempo, ya no residieron.    

 

“Ji”, claro que lo llamó. Esa acción lo  desconcertó, mas no hubo respuesta. Sólo un juego de manos inquietas.  Una emboscada echa a la perfección. La incomodidad los asechó. Sin saber qué hacer, que decir, como actuar. Pero unas cuantas palabras  de despedida dieron fin a la noche. Una que ameritaba ser larga como el océano azul, y sin embargo no fue más que un  charquillo de lluvia. Y así culminó  su confesión. Viendo como su ángel sin alas desaparecía de su vista hasta perderse  e irse.  Alejándose. Hiriéndolo.  Dejándolo sin fuerzas para perseguirlo y detenerlo.

 

 

Ahora esperaré algunos días para ver 
si lo que te di fue suficiente 
no sabes qué terror se siente 
la espera cada madrugada 

 

Era ahí, al final de ese recuerdo cuando volvía a su realidad. La tormenta regresaba y las ganas de romper  hasta el mismo aire lo llenaban. Abrió los ojos.  Escudriñó en el techo al igual que un alumno en busca de respuestas ante las preguntas que le hacen durante un examen oral. Si fuera así de fácil. Empuñó sus manos sobre las sábanas y gruñó con amargura. ¿Cuánto tiempo debía esperar para volver a verlo?

 

Al siguiente día de la fiesta fue a buscarlo, era obvio que necesitaban hablar. Grande fue su sorpresa cuando la señora Heo le dijo que el joven no se encontraba. Creyó. Quizá había salido a pensar, le daría su espacio, se marchó. En la noche lo llamó, pero no lo recibió, dejó que sonara; marcó al número de la casa y como cuando fue, contestaron que el menor estaba indispuesto, pero que no debía preocuparse. Después de dos días  volvió a la residencia que conocía de memoria. ¿Qué le dijeron? ¡Oh sí!  “Está de viaje”. 

 

No entendió a la primera, pestañeó confundido sin dejar de ver a la mujer, requería una explicación. Casi se desmaya al enterarse  que su viaje había sido a China. Ella tuvo que ingresarlo a la casa al verlo palidecer. Le dio agua de azar y lo acomodó en uno de los sofás, estuvo a punto de llamar a un médico.  No hubo necesidad de hacerlo. Se recompuso con toda la fuerza de voluntad. Amablemente le fue explicado que  el viaje  sólo era por cinco días o  un poco más, pero que volvería. Siendo indiscreta, pero a la vez preocupada, le comentó que el primer día que él había venido lo dicho había sido una falsedad, su joven jefe le insistió en demasía para que le diera esa respuesta si iba a buscarlo. Ella no comprendía porque debía decirlo, pero sólo se limitó a sentir y cumplir la orden. Cuando llamó  a la casa fue lo mismo, es más, sorpresivo. Ya que  cuando ella iba a contestar  vio como el castaño bajaba a las corridas y agitado le pidió que no le pasara ninguna llamada.

 

 

Si tú ya no quisieras volver 
se perdería el sentido del amor por siempre 
no entendería ya este mundo 
me alejaría de la gente.

 

 

Ese día, tres de enero, a las seis de la mañana  había  tomado el vuelo que lo llevaría al país donde residía su tío. Sin nada que poder hacer se resignó a esperar. Sería muy tonto si no quisiera ver que la razón de esa decisión había sido  lo sucedido en la fiesta. Desde aquella fecha había transcurrido  una semana completa.

 

-Seung – la voz de su madre invadió su habitación, logrando apartar esos pensamientos. – hijo que haces ahí echado ¿Por qué estás así? – se  acercó hasta el lecho.

-sólo estoy aburrido mamá – le dedicó un pequeña sonrisa para tranquilizarla. Ella le correspondió, no porque le creía,  lo conocía bastante. Sabía que no era aburrimiento  lo que tenía, pero también sabía que con ella ni con su padre se abriría  por eso había llamado al amigo de su hijo.

-bueno, la madre tan considerada que tienes ha ido en busca de alguien que te levantará esos ánimos.

-no quiero hacer nada, sólo dormir. – respondió girándose, quedando de espaldas.

 

-¡Mal agradecido! – un grito y un golpe en el trasero recibió. -¿Así recibes a tu mejor amigo? – le preguntó el recién llegado con una almohada en la mano.

 

-¡mamá! ¿Por qué llamaste a éste pesado? – se quejó mientras sonreía y  volteaba a ver al mayor.

-mi tía dijo que viniera porque había  un muerto apestando en su casa – la mujer rió al escucharlo. Cuando esos dos estaban juntos las risas nunca faltaban. - ¿verdad?

-voy a dejarlos para que platiquen,  y  después quiero que salgan, ya me cansé de verte tirado en esa cama. – habló la madre del pelinegro y  se retiró.

-¿Dónde estabas en estos días? – preguntó Seung sin levantarse de la cama. Dong Wook lo imitó.

-me fui a un crucero con mis padres. Realmente fue un relajo, conocí a muchas chicas ahí, compartimos nuestros números y también otras cosas – rió al acordarse.  -  nosotros deberíamos ir juntos. La haríamos linda, no habría nada que perder.  Te lo aseguro.

-sí, quizá a la próxima.  – respondió desganado, algo que notó Wook al instante. Lo miró de soslayo. Exhaló y habló.

-¿y tú qué tal? Por lo que me ha dicho tu madre parece que estuvieras deprimido. ¿Qué te tiene así?

-nada, ya sabes cómo son de exageradas las mujeres.

-uhm… - dejó correr unos segundos para después  volverlo a pegar con la almohada.

-¡oye! – se cogió el abdomen por el golpe, y frunció  la frente.

-¿Acaso piensas que soy tu madre? – Espetó – sabes que puedes contarme todo Seung. Habla, yo te escucho.

-no quiero. – se giró al lado contrario para no verlo. Sintió  como el peso a su costado se aligeraba. Se relajó. Escuchó como su amigo removía algunas de sus cosas,   fiaba de él, así que no le importó. Si quería tomar algo, que lo hiciera.

-hey, muerto, ten. – escuchó a su lado.

-quiero dormir Dong Wook. – cubrió su mirada con su antebrazo.

-te aseguro que te gustará. Por lo menos eso creo yo.  Soy como tu hermano, te conozco. ¡Ya, tómalo! – elevó la voz.

Cansado de que hablara tanto, porque cuando se7en se lo proponía podría convertirse en un loro magistral.  Se sentó sobre el colchón y fregó sus ojos. Extendió su brazo, recibiendo lo que el mayor le daba.

-¿El portarretratos? -  lo miró entre molesto y liado al tener el objeto en sus manos.

-ish… voltéalo pues, genio. -Rodó los ojos y lo giró.- ¿Qué te parece? – preguntó son una sonrisa cómplice.

-¿Cómo…com… tú…? – quedó pasmado.

-deberías darme un gran, GRAN regalo por esto. ¿Quién más podría obsequiarte algo igual? Sólo yo, el único y grandioso Se7en… -  hinchó el pecho orgulloso por  su proeza.

-¡Nos espiaste!  - saltó de su cama

-¿Qué espiar  ni nada? – lo miró molesto

-¿entonces como me lo explicas? – plantó el objeto delante de sus ojos.

-sólo seguí a JiYong – con su mano hizo a un lado el objeto. - ¿Por qué reaccionas así? No te pone alegre el que haya captado la imagen de su primer beso ¿Por qué lo es, no? – Pausó, pero continuó al rato – sé que lo es, no te avergüences. Pero eres todo un picarón – le picoteó las costillas con sus dedos -  como no le dijiste a tu hyung lo que tenías planeado, mira que venir a enterarme de esa forma. – negó con la cabeza, indignado.

-ent… entonces… - miró la imagen

-deja de tartamudear. – se burló. –Que buen lugar escogiste. Me diste una toma excelente. – pasó un brazo por los hombros del menor y elevó un poco más el portarretratos. –Mira el fondo. Lleno de luces de colores, brillantes, en el anochecer  de un fin de año. Ustedes dos,  en un amplio balcón. Sus sombras en el suelo. Tus manos en su cara, y él con los ojos cerrados como los tuyos. El vuelo de sus cabellos debido al viento. ¡Ash! Fue el segundo perfecto. – describió emocionado. - ¿Qué te parece?

-ehm…- pasó sus dedos por el contorno de la imagen de JiYong, la tristeza se desbordaba de su faz.

-¿Qué tienes? ¿No te habrás molestado, no? Para tu información, después de tomarles la foto me fui para que estuvieran solitos. Así que quita esa cara. – Se alarmó cuando un lagrima resbaló por la mejilla de su amigo – Seung ¿Qué tienes? – lo zarandeó.

-nada, olvídalo. – rápidamente secó esa gota derramada con su mano y dejó sobre su cama el objeto.

-¿Por qué no estás feliz? ¿Besarlo no fue como creías? ¿Qué sucede? Seung, respóndeme.

-¡Ya cállate! – exclamó. Se cogió los cabellos, gruñendo.  – ¡¿Quieres saber qué pasó?! ¡Ah! –Gritó - ¡JiYong no me quiere ni ver! ¡Se esconde de mí! ¡¡ Hasta se fue del país para no verme!! ¡¿Me entiendes ahora?! – más lágrimas cayeron.

-lo lamento. – sopló. No pensó que su amigo había sido rechazado, por lo menos hasta ahora. – no estés triste. Quizá sólo está asustado. Sabes lo que le pasó. Dale un tiempo. – trató de animarlo.

-¿si me equivoqué? – se sentó sobre su cama con la cara oculta en las manos apoyándolas en sus rodillas. - ¿Si ha JiYong no le gusto? Pienso que tal vez fueron sólo mis ideas, vi lo que quería ver, y me empujé a hacer algo que no debí. Abusé de su confianza. ¡Lo arruiné todo!

-¡Seung!  - elevó la voz al oír lo que se decía. – no sólo eres tú, yo también lo he visto. – se acomodó a su lado. – comprendo que te sientas así, pero no puedes echarte la culpa. JiYong, él…  él tiene esa mirada. Tú lo sabes. He visto como le brillan los ojos cuando te ve, cuando está contigo es diferente. Se abre cuando están juntos.

-es por la confianza.

-¡claro que no! Deja de hacerte el ciego. Sabes lo fácil que es saber cuando alguien está enamorado.

-¡Lo sé! – se paró. – pero… ¡ya!… a JiYong le gusto, sí, lo sé.  Pero eso no quiere decir que me acepte. Si la razón es que no quiere aceptar estar con un hombre ¿Qué  puedo hacer?  No voy a obligarlo. – respiró. – Él nunca ha tenido una novia. Estoy casi seguro que esa es la razón. Yo he aceptado que él me gusta, pero él… no sé.

Dong  comprendía a su amigo, sabía cuánto le costó admitir la atracción hacia el castaño. Como buen hyung quería apaciguar su dolor.  Lo mejor sería obedecer a la madre del pelinegro, y salir para respirar un poco, si se mantenía encerrado era obvio que no dejaría de pensar en el menor.

-Seung, salgamos. – dijo parándose.

-te dije que no quería – estaba más calmado, se había desahogado.

-hombre, debes refrescar esa cabeza dura que tienes. Anda date un baño y salgamos a recorrer las calles. – habló con seriedad. Esa que aparecía en casos especiales y excepcionales.  Seung lo escuchó,  no lo decía en broma; asintió.

 

**********************

 

¿Cuánto tiempo más permanecería viendo ese brazalete? Ni él lo sabía. Ahogó un suspiro en la almohada. Rodó su cuerpo y exhaló. Sintió sus ojos humedecerse, pero  los cerró con fuerza  e hizo una pataleta. No lloraría, claro que no.  Suficientes lágrimas había soltado en esos días de desorden emocional.

 

Aun así, con lo masoquista que era, levantó su mano y vio en su muñeca aquella bonita joya. Tragó. Días atrás por curiosidad había fotografiado su pulsera y la había buscado en internet. Se asombró al ver  las direcciones que le aparecieron, ingresó a la primera y su mandíbula por poco y se separa del resto de su cara.

 

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“Su brazalete es un símbolo universal de amor y compromiso. El brazalete LOVE, creado en 1970 Nueva York, ha sellado los apasionados romances de una gran cantidad de parejas icónicas. La pulsera AMOR es un brazalete salpicado de tornillos que  bloquea  la muñeca. Abre y se sujeta con un destornillador, la pieza sirve para santificar el amor inseparable. Esta innegablemente elegante pieza unisex forma la base de esta colección de joyas de la firma. Pulsera, anillo o collar: ¿hasta dónde llegar por amor?”

 

-¿hasta dónde llegar por amor? – recordó la pregunta al final del texto de dicha página. ¿Amor? Esa palabra, que había tomado otro significado. El amaba a sus padres, pero… Amar. Amor no sólo era ese sentimiento de hijos a padres y lo acababa de descubrir. Eso que lo  ahogaba cuando estaba cerca del mayor, cuando éste lo tocaba, cuando lo acariciaba, cuando lo abrazaba, cuando lo miraba,  cuando le hablaba, cuando lo hacía reír.  Todo ese remolino que lo atropellaba era eso llamado… Amor.

 

Él le había obsequiado ese brazalete como un símbolo de sus sentimientos, y sin dudar lo había aceptado aun después de no recordar. Tocó delicadamente la pieza.

 

-¿Tú también sientes “eso”? – preguntó con pena.

 

Había leído del tema, y se decía que cuando lo sentías eras muy feliz, no dejabas de sonreír y ansiabas ver a esa persona a cada minuto del día. Por lo mismo no comprendía el porqué se sentía tan triste, deprimido y sin ganas de ver al pelinegro.  ¿Acaso no sentía eso? Y volvía a la misma pregunta.

 

Todo cambió ese día. Aquel donde creía que su vida tomaría un rumbo nuevo, y sí, lo tomó.  Sólo que  no se esperaba ese rumbo. Mejor dicho presagiaba que ese nuevo año que iniciaría sería uno lleno de nuevos conocimientos, nuevas metas, nuevos logros en su vida como estudiante y para su vida personal llegaría la tranquilidad, pero NO. Su destino jamás colaboraba con sus planes, éste cambiaba justo cuando creía tener control sobre él; y creyó tenerlo hasta que recibió ese mensaje.

 

Al leerlo hubo algo dentro suyo que se encendió, como una pequeña llama, un fueguito reconfortante al saber quien lo había enviado.  Esa boba sonrisa que lo había acompañado a lo largo de la noche volvió a colarse por su rostro.  Terminó de beber la copa con jugo de durazno que le habían servido y se abrió espacio entre sus compañeros. Reingresó al recinto que tenía el piso abarrotado de indistintos adornos y dulces pequeños, y caminó  con cuidado. Halló las escaleras y las subió. Estaba muy alegre porque recibiría otro regalo. Le encantaba recibir regalos. Era una emoción el desatar los lazos, abrir los envoltorios,  y descubrir cuál era el presente.

 

Queriendo no hacer ruido abrió despacio la puerta  de ingreso. Aunque tenía como cinco puertas iguales, pero eran separadas por bloques de  20 cm. Aproximadamente.  Vio la espalda amplia del mayor y anduvo hasta acercarse.  “Seung…”. Le habló, y en cámara lenta él fue girando, dejando ver ese masculino rostro iluminado por las estrellas.  Su corazón se remeció un tanto, por lo que sugirió que se apresuraran para estar con los otros, pero no contaba con las  demandas que tendría que cumplir.  Al escucharlo se fastidió, pero sabía que si lo contradecía tardarían más tiempo y eso significaba más tiempo a solas, algo con lo que extrañamente no se sentía a gusto.

 

Accedió. Estaba consciente que era cuestión de segundos para que llegara el año nuevo,  ya que al fondo oía los cohetecillos explotando. Se había deshecho de la idea de celebrarlo con sus compañeros, pero bueno sólo serían un par de minutos más y luego bajarían para continuar con la fiesta.

 

Las voces de los chicos y chicas contando, lo entusiasmaban a sumarse al conteo de manera mental. ¡Faltaba poco! Diez, nueve, ocho, siete, seis… ¿Qué tramaba al tomar su rostro?, cinco, cuatro, tres…  ¿Por qué sentía un aliento impropio tan cerca  suyo?

 

¿Sería incorrecto abrir sus ojos y desobedecer la petición del mayor?

 

¡Boom Boom, Boom! … ¡Boom, Boom, Boom! … ¡Boom, Boom, Boom!

 

¿Eso eran los pirotécnicos reventando? O ¿Era su corazón  estallando como la mayor de las bombas?

 

No lo sabía, lo único de lo que estaba cien por ciento seguro, es que en sus manos no había ningún regalo y que sus labios estaban siendo tocados. Se había presentado porque tendría un regalo material que después luciría o por lo menos lo acompañaría, pero no esperaba algo tan… ¿Abstracto? Es decir, hasta cierto punto. ¿Abrir o no? Qué gran batalla. Era la primera vez que sentía algo así. Nunca  alguien había osado acariciar sus labios, aunque fuera por un segundo, nadie lo había hecho y él no lo había buscado tampoco. Sin desearlo a ciencia cierta, sus ojos fueron aclarándose. Ampliándose al ver al causante de ese roce. Lucía muy concentrado, casi encantado o embrujado, con los ojos cerrados y con la cabeza un poco de lado.

 

Quería espacio. Su espacio. Su aire. Su oxígeno. No estaba seguro de codiciar compartirlo, menos así. Se comenzaba a asustar, otra vez esas ganas de llorar lo embargaban. Sus manos se cerraron tratando de contener ese sentimiento. Sus hombros estaban tensos por el esfuerzo que hacía. Por obra divina, lentamente, fue liberado de esos pecaminosos y expertos labios contenidos de agua apasionada que lograron mancillarlo levemente. Pequeños suspiros salieron de los dos al desunirse.  “Te amo”.

 

¡Boom Boom, Boom! … ¡Boom, Boom, Boom! … ¡Boom, Boom, Boom!

 

Un frío más intenso del que los rodeaba se estampó en su cuerpo. Se estremeció  desde los últimos de sus vellos hasta  los huesos más minúsculos de su organismo.  Anonadado de escuchar. Avergonzado por su notorio enrojecimiento, del cual era consciente, causado por la falta de costumbre en esas situaciones, en realidad nula. Llorar, era lo que había en su mente, como un letrero electrónico de cruzaba  de arriba- abajo, de derecha a izquierda y hasta de diagonal. Sin poder soportarlo se escondió de esos ojos negros. Consideraba que lo apremiaban a contestar algo que ni él descifraba.

 

Ya no podía. Debía huir. A pesar de querer decir algo, no se veía con la capacidad de hacerlo sin lastimar al otro o también a sí mismo. Si lo malinterpretaba tal vez ya no le quisiera ni hablar, pero no había más salida.  Dominando a su cerebro se ordenó alzar las manos y con el estremecimiento aun en él,  tocó aquellas manos que pertenecían a esos brazos que tantas veces le dieron cobijo. El mundo era malvado. ¿Por qué con sólo tocarlo una descarga lo vapuleó?

 

Prosiguió con su tarea, y terminó de retirar aquellas fuentes de calor. Tenía mucha ansiedad por lo que comenzó a jugar con sus manos. La penetrante mirada estaba sobre él, y esa voz que lo llamó en un diminutivo, lo remecieron. Sí pretendía seguir vivo y sin pasar vergüenza, lo mejor era irse. Con la voz temblorosa se atrevió a despedirse. “Yo… yo… ya m…me voy”. No esperó ni un adiós  cuando sus pies, automatizados, aceleraron el paso y lo sacaron de ahí.

 

Restó importancia a los alaridos de las personas en la calle y deambuló con la cabeza echa un embrollo por varias cuadras, con la mirada perdida, abrigándose y abrazándose con sus delgados brazos. Preguntas, dudas, afirmaciones, sospechas. Una tras otra era disparada en su mente ¿Lo que había dicho su compañero había sido la verdad? El mayor… ¿lo amaba? Que poco real sonaba eso, pero esas palabras fueron desprendidas de esos labios, nadie lo obligó, él  lo llamó. Se detuvo en medio de la vereda y se agachó. Envolvió sus rodillas  y fregó sus manos que estaban poniéndose blancas, por el frío.  Miró a los lados viendo en una de las tiendas que ya eran  las doce y media. Mejor sería regresar a su casa.

 

Un taxi lo transportó a su hogar, siendo recibidos por la seguridad. Cuando llegó a su habitación se desplomó en la cama, con ganas de olvidar los hechos, queriendo creer que era sólo parte de un sueño del cual aun no despertaba, es así como se durmió.  En la mañana al despertar estaba desganado, un peso enorme rebosaba su cuerpo.  El malestar en su cabeza lo acompañó hasta que se terminó de duchar y bajó a desayunar. Con mucha amabilidad su ama de llaves le dio los primeros alimentos del día. Unos frutos ligeros para su estómago.  Cuando ella fue a recoger las sobras, realizó aquella pregunta que le recordó lo vivido. No fue un sueño, pensó rápidamente. 

 

Con los temblores viajando por su cuerpo pegó un saltó de la silla sorprendiendo a la empleada.  Se perdió en su propio mundo por varios minutos, preocupando a la mujer, pero al hallar una solución provisional, despabiló.  “Si mi… compañero… Seung hyun viene dígale que no estoy, ¿Sí?”. En su vida había pedido algo como eso a ninguno de sus trabajadores, pero este era un caso extraordinario.  El día y la tarde, se la pasó en su habitación, teniendo conocimiento  de la visita del pelinegro.  Cuando la señora le informó se alarmó. Para que lo buscara debía querer algo ¿No?

 

En la noche su Smartphone recibió varias llamadas del mismo número, pero no tenía la valentía de tomarlo y contestar. Cuando el sonido terminó, exhaló aliviado, pero prontamente escuchó el ring… ring del teléfono de la sala. El corazón le brincó  y los ojos se le abrieron como lunas llenas.  Dando saltos inseguros por el pasadizo y las gradas pudo llegar antes que la señora Heo receptara  la llamada. “¡No recibiré llamadas!”. Gritó con su último aliento.

 

En definitiva no podía seguir escondiéndose, pero sí  dejaba de esconderse y se iba de verdad, ya no tendría que mentir ni sentirse mal por hacerlo.  Con mucho esfuerzo y también vergüenza llamó al hermano de su padre. Después de haberse bajado de ese avión no sabía si su tío  quisiera preocuparse por él o ya no.  Tentó a la suerte, y ésta se colocó de su parte.  Compró su boleto de ida, salió a las primeras horas de la mañana y abordó el avión que había abandonado.  Después de casi dos horas llegó a su destino. Cuando pisó las tierras extranjeras, se dio cuenta que había sido muy dramático. ¡Por Dios! ¿Qué locura pasó por su cabeza para salir de Seúl y parar en Beijing? Estaba por volver al interior del aeropuerto, cuando escuchó que era llamado.

 

Era así como había aterrizado en China. Y ahora estaba en una habitación que su tío y su pareja habían preparado especialmente para él.  Cuando llegó a la casa se sorprendió por el decorado que tenía, era similar a la suya  sólo que más pomposa.  Sintió un poco de temor al reconocer a la compañera de su tío, pero cuando él se la presentó, ella le sonrió  maternalmente. Qué decir de sus primos, eran buenos chicos, se lo habían demostrado en ese tiempo conviviendo juntos. Al inicio no los reconoció ya que vio a dos hombres grandes frente a él, pero ellos si lo descubrieron a los segundos y no dudaron en apachurrar su esquelético cuerpo, como lo habían descrito, pero gracias al padre de estos no le rompieron ni un huesito.  Lo que no le agradaba de ellos era su   forma ruda de jugar o saludarse, pero en sí eran jóvenes muy, pero MUY alegres.

 

Se negó cuando su tío le propuso visitar a sus demás familiares, no se sentía listo para sentarse y hablar frente a ellos como si nada hubiese pasado, porque muchas cosas habían pasado y no es que les guardara rencor, sólo que tenía miedo. Él comprendió y no lo presionó.  Como buen anfitrión se ofreció a mostrarle la ciudad. Lo que buscaba era distraerse así que aceptó, aparte que recuperaría un poco de tiempo con él. Aquel día no descansaron y pasearon por todas partes y llegaron a la casa con muchas compras.

 

Los días posteriores  salió solo. En realidad no tan solo, ya que tenía tres guardaespaldas siguiéndolo hasta en los baños.  Eran coreanos y trabajaban para su tío, y éste los había puesto a su cargo. No estaba acostumbrado a ser seguido, pero prefirió hacer como si no los conociera.  Manejaba  lo necesario del idioma para poder ir a una peluquería y pedir  que le tiñan el cabello castaño. Quedó muy satisfecho con el color que  escogió.   Animoso por realizar  cambios en su persona se aventuró. Y entre las distintas cartas para elegir, seleccionó ponerse pendientes.  Sus tíos no lo reconocieron cuando volvió a la residencia. Se asombraron al ver el cambio tan radical que había hecho en su aspecto. Sin embargo no refutaron sus decisiones. Quienes sí lo hicieron y lo tomaron a la broma fueron sus primos, tanto el mayor como el de su edad. Pero no se hizo líos.  

 

Después de que la emoción de estar en un lugar exótico y  relativamente nuevo  se desvaneciera, sus preocupaciones verdaderas se hicieron presentes en un carga-montón que lo mandó a la cama, en depresión. Se sentía mal y por las noches en silencio lloraba por el dolor que atacaba su pecho. No hallaba tranquilidad para sus sentimientos y no estaba seguro de poder encontrarla si seguía en un país alejado. No obstante un apoyo inesperado surgió. Su tía. Una excelente mujer que se ofreció a ayudarlo. Como madre que era y que había pasado por eso antes, notó que la  “tristeza” que poseía  era un mal de corazón. Aunque no dijo quién era esa persona le comentó lo que había sucedido y las cosas que sentía cuando estaban juntos. Mientras ella escuchaba mantenía una sonrisa comprensiva que le daba el valor de seguir narrando cada sensación que por culpa de aquel tipo invadía su cuerpo y mente. Hablar con ella lo hizo  sentir mejor, escuchar sus sabias palabras también. Le dijo que no debía temer. Que ese sentimiento que albergaba su corazón era sumamente hermoso y puro, tenía que brindarse la oportunidad de experimentar ese sentir. La vida estaba hecha de experiencias  y no debía huir de ellas sino enfrentarlas, y si no resultaba como quería, el mundo no se derrumbaría  sería sólo un pequeño peldaño más en lo largo de su vida.

 

 

-¡JiYong! – la voz de su primo mayor provocó que apartara de su vista la alhaja que admiraba.  -¡hey, man! – ingresó a  la habitación.

-buenos días. – lo saludó sentándose en la cama.

-¿Estás listo? – preguntó  parándose delante de él.

-s…sí – tartamudeó agachando la mirada.

-no me parece que estés listo. – se sentó  al borde del lecho.  - ¿Mi primito tiene problemas de amor?

-no – susurró nervioso.

-jajaja quien te viera. -  empezó a reírse.  El menor formó un mohín con sus labios. – ¡no hagas eso!  - reclamó – con ese cabello que no es de machos, esos aretes y gestos pareces más mi prima que mi primo.   – cruzó los brazos.

-no lo puedo evitar – se defendió  inflando levemente las mejillas que estaban teñidas de rosa.

-aish…  eres imposible. Bueno ya, ¿Dónde están tus cosas? – hurgó con la mirada.

-¿Para que las quieres?

-mi papá dijo que te ayudara a bajarlas. Ya debemos llevarte al aeropuerto.

-¿Ya es hora? – creía que aun faltaba un poco más.

-claro que sí.

-están en esas maletas. – señaló al lado de la cómoda.

-oh… entonces bajemos.

-te ayudo con una – iba a coger una de sus valijas

-¡No! – se lo impidió.

-¿Por qué?

-¿No has visto estos músculos? – se remangó y levantó su brazo, ejerció fuerza mostrando lo bien trabajado que estaba. – yo puedo cargar eso y mucho más.

-está bien – no insistió. Su primo era muy orgulloso para aceptar la ayuda de los demás, en cierto modo le recordaba a su compañero. Suspiró.

-muy pronto volverás a Corea y verás a tu amor, no desesperes – murmuró  para después salir embalado.

-¡No tengo un amor! – gritó abochornado.

-¡Todos te creemos! – oyó el grito de su otro primo.

-qué vergüenza – se tapó el rostro.

 

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-cuídate mucho, y espero que mis consejos te sirvan – le dijo su tía mientras lo abrazaba.

-muchas gracias por todo lo que me dijo. – le sonrió.

-¡nuestro primo se va! – entre los dos hijos de la pareja lo estrujaron como a un peluche.

-ya chicos – les llamó la atención su madre.

-ay ma~ - se quejaron mientras lo soltaban.

-JiYong, cualquier cosa que necesites no dudes en llamarme. Yo cuando pueda iré a verte.  – le habló su tío.

-está bien, gracias por su hospitalidad en estos días que llegué de improviso. – realizó una reverencia.

-que formal – comentaron sus primos, pero se callaron con la mirada de su padre.

-no tienes que agradecerme nada, siempre serás bienvenido. – Sonrió – ah… me olvidaba. Contraté a los tres guardaespaldas que te han estado acompañando para que estén contigo en Corea. No tendrás que preocuparte de nada.

 

“Pasajeros con destino a Seúl dirigirse a la puerta 7A”

 

-ya es hora de que regreses. No olvides llamarme. – lo abrazó. – te quiero

-gracias ¡Adiós! – se despidió agitando la mano mientras se alejaba.

-uhm… ya se fue. – comentó el hijo mayor

-sí – afirmó su hermano.

-insisto en que se ve como una niña – prosiguió el mayor.

-ya dejen de hablar  de su primo. Él está retomando su vida y no quiero opiniones que lo lastimen. – dijo kwon seriamente.  

 

**********************

 

El centro comercial de mayor fama y de prestigiosas marcas era concurrido por los jóvenes que venían a realizar sus compras para obtener lo último en diseños y colores. Muchas personas en grupos o solos subían y bajaban  por el ascensor y escaleras. No dejaban pasar una sola tienda ya que en todas habían renovado sus productos. Y aunque muchos iban  a comprar, otros iban a distraerse, y otros a esconderse como ese delgado chico que estaba detrás de una columna bastante gruesa que cubría todo su cuerpo. 

 

-¿Los habré perdido? – murmuró dando una ojeada  al pasadizo. Exhaló y salió de su escondite al no ver a esos hombres en ternos. – no me gusta que me estén siguiendo. – frunció el entrecejo.

-¿JiYong?  - giró a su derecha y se sorprendió al ver quien lo llamaba - ¡JiYong!

-hy…yung – balbuceó sin creerlo, pero lo veía, ahí estaba su hyung. -¡Yunho hyung! – corrió hasta él y lo abrazó.

-mi JiYong – el mayor también lo abrazó. Después de un rato se separaron - ¿Qué le pasó a tu cabello? – preguntó  asombrado.

-ah… me lo teñí.  – mordió su labio inferior.

-el rosa te queda bien – acarició sus cabellos. – ¿y esos pendientes? – Tocó las cruces de platas colgadas – ¿Acaso te has vuelto un rebelde sin causa? –preguntó en broma, causando la risa del más joven.

 

-¿Yunho? – oyeron una voz masculina acercándose. El nombrado fue el primero en levantar la mirada mientras que el menor se volteaba.

-Dong Wook, Seung hyun – dijo Yunho al reconocerlos

-¿JiYong? –preguntó el pelinegro, mirándolo con extrañeza.

-¿Quién es JiYong, gordo? –preguntó la muchacha que acompañaba a los Choi.

-¡Joven kwon! – tres hombres aparecieron en aquel círculo que se había formado alrededor del ahora pelirosa, que lo único que deseaba en ese instante era volverse invisible.

 

CONTINÚA…

Notas finales:

Y que les pareció. Sé que estuvo de corrido, pero así me salió, no sé porque pero no leemos…………. Y mi ji esta con el cabello rosado que amo tanto, no lo pude evitar. Byebyeeeeeee.

 


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