Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Mixomatosis. por Jhosee

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

 


 


 


¿Si saco la lengua, sentiré la humedad de la vida?

 

Me declaro aire.

Avecino que te acercas.

Me dejo medir en los termómetros, si he de hablar de tu temperatura.

Seguir la dirección de tus movimientos.

Como marro en esternocleidomastoideo.

Una sensación de razón. Otorgada de ti.

Porque a fin de cuentas, la razón es bastante ilógica.

Y lo ilógico, suficientemente viento.

 

Me conduzco literal hacia ti como la ventisca. A veces no es con esa fuerza del vendaval, sino como los escapes de la mandíbula. La tuya, sí.

Dicen que lo anticuado es lo que precisamente re direcciona lo nuevo, por eso, estaba seguro que al mirarte escribir, caminar, renovaba mis sentimientos sin un término.

Y eso me hacía dejar a un lado mis antiguas molestias.

 

Otra vez el silbido del viento…

Pues en clase, sólo tú parecías entender ese fenómeno.

Sólo tú te encontrabas en un paseo por la hermosura.

Claro, tuve exagerados intentos de maltrato personal e insultos a mi  nueva condición al darme cuenta que, de fastidiarte cada que podía por tu personalidad tan… "rara", ahora quería…

Y ahí se detenía mi cerebro, y, las primeras veces hacía algún ridículo, alguna balbuceada, que pudo haber sido como cualquier otra situación graciosa de alguna película, o, en todo caso, mi imaginación exagerando con las cosas que justamente de la sociedad mediática pudiese haber recolectado, pero no.

Era peor.

 

Fue por ello que comencé a ser aire.

 

Mixomatosis.

 

 

La mera religión de la naturaleza consta de simplezas que, son denigradas a un estándar de miradas en lo que resulta diario, "ahí", en los árboles de los andares,  la humedad en el ambiente, los animales que sobre el cielo se desplazan, o los domésticos, las parvadas, las fotografías de leones en las revistas de zoología, la zoología en sí…

Siendo no siempre así.

¿Si saco la lengua, sentiré la humedad de la vida?

 

No había pensando en el deseo sino sólo en la terminología extensa de la animalia, y los animales riéndose de la inmundicia, y yo culminando mi carrera, creyendo firmemente en que Walt Disney no se ha equivocado en todos estos años con respecto a que los animales son mucho más que cualquier cosa insensata, y, que tienen alma, que sienten, que aman.

Ah, sí, el deseo…

Porque cuando lo hice, cuando identifiqué esa palabra activa en mi cerebro, estaba estudiando a los conejos.

En la cunicultura de la facultad, el silencio que se forma… es religioso.

Casi sentía los rezos amorosos entre los alumnos y los conejos.

Casi podías llegar a decir, que los conejos, movían los dientes al comer, y creaban un nexo con tu cabeza.

Anotaba lo más acertado y veloz posible cada observación en el cambio de la hembra. El macho aumentando la proporción muscular, el olor, siendo el correcto, evitando cualquier virus, cualquier hongo.

Se me daban horas considerables y plenamente útiles para terminar cada día mis anotaciones del mamífero roedor, y al irme, había tomado el rito de acariciar un lado de la trompa de la hembra.

Era la ternura en ella, la que me hacía continuar esta asignación, y también animarme, que el cansancio no iba a poder tirarme de esta escuela.

 

Si bien ya eran dos semanas con los conejos, no tenía tanto contacto con los del salón, porque todos nos dedicábamos totalmente a las tesis o investigaciones que nos daban. Los profesores esperaban demasiado de la generación avanzada que éramos, o somos, eh.

Pero la vida social no era algo que me afectase. No me reprimía, como suelen decir. No huía, no. No añoraba. No quería nada de eso.

La tercera semana que comenzaba, tenía que hacer un examen físico a ambos conejos.

Preparé mis herramientas, traté de conservar la bata planchada, y conversé unos minutos con la doctora principal de la cunicultura, la cual me animó a dar el mejor reporte, para que la semana que se aproximaba de descanso, pudiese por fin dormir en paz.

Al terminar, acaricié por varios minutos a la coneja. Le dije algunas cosas amables que con seguridad sabía que podía entender, y la dejé en su madriguera.

Terminaba de anotar los detalles de crecimiento, cuando el conejo macho dio un salto.

Espantado, le hablé, y tiré el cuadernillo, buscando cargarle.

 

¡No no no, qué hice mal! Pensé.

 

Cuando hice un sonido de imbécil, para mi pesar, al ver lo fastidiado que estaba el conejo, y eso era porque alguien le había quitado su lechuga, y la miroteaba por todos lados, olisqueándola, y hasta lamiéndola.

 

¡Ssssst!

Le moví el conejo en mi mano al tipo que ahora masticaba un pedazo de la lechuga ajena.

No sé en qué se basa ese sonido que le di, la verdad.

 

Él me miró moviendo las cejas en cuestionamiento de mi sorpresa, y sacó la lengua, enseñándome el pedazo masticado.

No, gracias. En seguida comenzó a reír. " ¿A qué viene eso?". Volvió a meter lo masticado en su boca, y lo tragó.

Puse al conejo de nuevo en su área, y un daaaah fue lo que le pude decir.

"Esta herbácea está deliciosa. Los conejos son afortunados. Mi proyecto ha acabado, y esperaré a que me digan el puntaje, pero, la movilidad entre las plantas nunca se cansa".

 

El fervor con el cual hablaba de su campo de estudio tuvo un efecto muy fuerte.

 

Por eso, por eso siempre, me mecía frente a su salón.

Por eso de momentos sí el venía a hablar conmigo por estar en la misma parte del campus, en las mismas horas, con la misma entrega, nos había mantenido "cerca".

Alguien me había dicho que al principio él tuvo sus malos ratos.

Lo clásico: le botaban el refresco, la bebida, los apuntes. Le metían el pie, le decían algún apodo soso, o lo acosaban.

Y él disfrutaba tanto cada suceso.

Observaba el refresco evaporarse en la mesa, escribía con cuidado lo que veía, o miraba fijamente a la persona que se le confesaba.

 

Una vez caminamos por las escaleras del edificio de medicina, haciendo caras tontas.

Frunciste los labios tan gracioso, que me ataqué de risa.

Ah, sombrío, los "golpes de la vida".

No es que se fuesen por ti, que no hubiesen existido, por ti. Se podían comprender, se podían transformar, y hacer que la existencia pudiese ser atesorada, porque podía compartirla a tu lado.

 

Que los días desalmados, tú estuvieses ahí, con un DVD de alguna cosa que sólo tú podías decirme, mientras las escenas pasaban, y yo mirase atento tus labios.

O tu garganta.

Tus codos.

Sólo tú tienes los codos así…

 

 

A veces comprabas un paquete de ensalada, y la dejabas caer en el aire, y olías la calidad de las verduras.

Yo sólo cepillaba o daba de comer al animal que se me asignaba, pero disfrutaba tus aficiones.

Acostarte en la tierra, sin importar ensuciarte, y mirar las raíces salir.

 

Tú me hablaste como yo sólo sé.

 

 

" ¿Quieres tomar un descanso en la cunicultura?".

 

Sí.

 

No se basa en el perdón.

Tampoco en la función adecuada de los sexos.

Pero…

 

La pasión, la sentí, por ti.

 

 

 

Cada día, había más hojas de tantos arbustos, árboles, flores, que nunca había visto, en tu cabello.

Las unías con hilos, con agujetas, con lo que tuvieses a la mano, y las paseabas, feliz.

Luego bajabas la tira de ellas, las mirabas, y anotabas por muchas horas.

En el proceso de mi amor, te vi desarrollar una corona de mixomatosis.

Un virus que los conejos nos implantaron, y que ambos dejamos crecer.

Y tu cabello hermoso, transportaba los pétalos, mojando tu raíz.

 

Yo te deseaba tanto.

 

Te monté sobre mí en el pasto.

Pero repetí todos los días que te amaba.

Y sabías que era así.

Por eso ahora tenías los dientes anotados a la cosmología.

Yo quería que supieras eso.

Y no me importaba no estar contigo así, de esa forma.

Pero, ambos…

La vírica del amor.

 

No quiero derrumbar hogares, no espero que el daño de mis caudales haga llorar.

Soy aire que fluye en tus dedos.

Soy tuyo…

 

 

Corre, corre, corre…

Vamos a llegar al conejal.

Nos miraremos, y anotaremos lo que pasa.

El mundo es bello.

Qué magnífico es mirarlo así, como nosotros sabemos.

Las ramas nos cubrirán, como ese sabio, y te diré, todo lo que he visto, toda la vida, que te amaré.

 

 

Sé que hoy no hay tiempo, que nos han preguntado sobre nosotros.

Pero hoy iremos al pasto.

Y por eso, les diré cómo le amé.

 

 

La religión de la vida se alza en quienes aman.

Por eso él podía cruzar sus manos, unirlas, acercarlas entre ellas, y podía ser Dios, porque todos somos él.

Y en él, en su excitación, yo lo sostenía.

Las hojas de su cabello se movían en todas las direcciones que quisieran.

Eran libres.

Soy aire…

La ropa se bajaba, se quitaba.

Y movía su cuerpo, en oleajes.

El erotismo de las plantas…

 

 

¿Por qué me comes así?

Porque te siento…

 

Podía ver su cuerpo arriba de mi rostro, meciéndose.

 

Y podía tomarlo de la mano, y no dormir, pasando a limpio nuestros apuntes, ideando justificaciones para cada fenómeno que estudiábamos, posibles curas, planes a futuro.

Rodar por el pasto.

 

Nadie es como tú.

Nadie le saca provecho a la maldad.

Y habla con las flores.

 

¡Nos tenemos que ir! ¡Hay que ser los primeros!

 

Sacudo mi cabeza, y despeino mi cabello.

Sonríes.

 

¿Hay algo que pueda hacer que, esta felicidad que sentimos, no sea un secreto, o algo de sólo unos cuantos?

Amor, quiero que todos lo sepan.

Si yo lo he encontrado en ti… Si he podido conocer el corazón de los borregos… Si te tengo a ti.

Que no sea sólo a nosotros.

Me declaro viento.

 

Yo soy aire en tus brazos.

Aire que mueve los pulmones fervorosos.

Viento que penetra tu ser.

 

Meto mi libretilla en tu pantalón, y la sacas, quejándote a risas.

No importa cuánto nos lleve, terminaremos la carrera que nos propusimos, y seremos libres. ¿Lo somos ya?

¡Claro que lo somos!

Ahora le das un cariño rápido a un botón de una flor que nacerá pronto, y suspiras.

 

 

 

Iremos a hacer el amor en el pasto.

 

 

 

 

Te conocí por ellos.

Y ahora sabemos que más que ser el imposible, son fértiles.

 

 

El virus de los conejos se llama mixomatosis.

 

 

 

 

Notas finales:

 

 Con cariño.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).