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Shi - Muerte por Ebth Terrible

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Notas del fanfic:

 

Esta historia la empecé hace unos años cuando estaba deprimida, pero nunca logré pasar del segundo párrafo, hasta que me llené de tristeza nuevamente, y aquí va. Todo mi dolor en este fic lleno de desesperanza.

 

Fanfic no apto para personas sensibles o que gusten de finales felices.

 

Disclaimer: Los personajes de Naruto no me pertenecen

Advertencia: Incesto, Muerte de personaje, y ligero o exagerado OoC, aunque siempre trato de mantener la personalidad, en este caso no fue del todo posible.

Notas del capitulo:

Como dije, esta historia no tiene final feliz, así que si tienes la leve esperanza de leer algo bonito y hermoso, cierra esta página de inmediato, no me hago responsable de las reacciones que esto pueda provocar en personas susceptibles.


 


Como en casi todos mis fics, está narrado en tercera persona, pero siempre desde el punto de vista de Sasuke.

 

 

Postrado sobre la cama, empuñando débilmente una navaja entre sus manos. Así es como se encontraba. Después de algunos minutos, decidió trazar una cruz en su pecho con aquel objeto filoso, como queriendo arrancarse el corazón con tan inútil acto.  Pero lo sabía, sabía que sin importar sus acciones la muerte no se apiadaba de él, ni lo llevaba consigo… ¿Por qué?  Porque el destino se ensañaba con él ¡y lo castigaba con la vida!

 

Latido tras latido su dolor aumentaba, le mintieron de una forma tan vil a pesar de conocer sus dolencias, lo recordaba perfectamente. Cuando te cortas, el dolor se va junto con tu sangre, aunque sea un poco, pero disminuye.  Y no era verdad, su sangre fluía, pero seguía agonizando por dentro. ¿Qué no era suficiente todo lo que había sufrido? Hace menos de un mes que había perdido su última atadura para querer  seguir viviendo. Y no es que el rubio fuese su única razón para vivir, en lo absoluto, ni siquiera le amaba. Sin embargo, era lo último que le quedaba…

 

Una lágrima traicionera se escapó de sus hinchados ojos, recorriendo su sonrojada y maltratada mejilla. Aún podía recordar la época en la que era feliz, al lado de su hermosa familia, siempre activo y esforzándose por obtener la aprobación de su estricto padre, la sonrisa dulce que le dedicaba su madre cada tarde, y sobre todo… los firmes y cálidos brazos de su hermano mayor, quien lo acunaba entre ellos por las noches, susurrándole palabras de amor, palabras de amor bastante inapropiadas a ojos de una sociedad que desconocía la intensidad de su amor.

 

Su corazón se detuvo por un momento, sintió por un instante que se le escapaba la vida, y que finalmente se encontraría con la ansiada muerte, sin embargo sus latidos se aceleraron exigiendo que respirara con mayor fuerza, y tras soltar otra lágrima, suspiró con gran pesar. Su hermano… tras la inexplicable pero brutal muerte de sus padres, por mucho tiempo fue la única familia que le quedó, él que se mantuvo a su lado desde su tierna infancia hasta que casi alcanzaba la mayoría de edad. Dirigió su mano sobre la herida que se había hecho, y observó cómo sus dedos estaban manchados de un líquido carmesí, con pocas fuerzas dibujó una triste sonrisa en rostro. Sangre… como la que se escapó de su cuerpo la primera vez que se había entregado carnalmente a su amado hermano. A pesar de sus intentos por rememorar esa calurosa y extasiante noche, sólo fue capaz de recordar los tiernos besos que Itachi depositaba amorosamente en su frente.

 

La habitación en la que se encontraba, si es que estaba en una, poco a poco fue haciéndose borrosa, veía sin ver. Una presión insoportable se alojó en sus oídos, cerró sus ojos con lentitud, al abrirlos nuevamente, todo estaba turbio, justo como aquella tarde en que la lluvia había entorpecido el funeral de su hermano, dejándolo a él casi en absoluta soledad, en un lugar tan lúgubre como lo es un panteón. Y sin saber si lo recordaba o lo veía realmente con sus ojos, frente a él se encontraba la arena superpuesta en el féretro que guardaba celosamente el cuerpo de su ser más querido, era tan desolador, sentía la humedad haciéndose pesada sobre su ropa, y la tibieza de un cuerpo que titiritaba mientras le rodeaba con ambos brazos, y le dedicaba en susurros palabras de infructuoso consuelo.

 

Su mano fue incapaz de mantener por más tiempo la navaja con la que se había causado daño hacía quien sabe cuánto tiempo, el objeto metálico se escapó de entre sus dedos, y resonó horriblemente al chocar contra el duro suelo. Cerró los ojos para mitigar la molestia que le provocó, encontrándose con un negro abrumador, pero no lo suficientemente oscuro tras sus párpados, esa corriente arma de defensa había sido un regalo de Naruto, el rubio ruidoso era lo único que le había quedado con el transcurrir de tantas desgracias. Lo tuvo a su lado por años, quizá demasiados, proporcionándole sonrisas que pensó nunca podría poseer de nuevo, lastimosamente él era Uchiha Sasuke, y la felicidad estaba vedada en su vida. Así que en menos de una noche, le había arrebatado a su compañero y amante de tantos años, quien quizá no llegaba a cubrir ni un poco el vacío que había dejado Itachi, pero que era lo último que le quedaba en realidad, y a quien se había aferrado desesperadamente.

 

Un ligero cosquilleo recorría su cuerpo, le confundía sentir sin sentir simultáneamente, era una extraña sensación de estar flotando dentro de su cuerpo. De pronto el sonido de unos débiles pasos, captaron por poco su atención, pese a lo difícil que le resultaba enviar órdenes a su cuerpo, con excesivo esfuerzo logró, a medias, mover sus párpados, para visualizar la imagen borrosa de dos opacas esferas esmeralda, bastante debajo de un manto rosa. Una voz, si eso es lo que era, le enviaba mensajes que él no lograba comprender, ¿qué decían? No lo sabía, y realmente, no le interesaba. Se dejó vencer por lo que él quería creer que era la muerte, todo se volvió negro, y pensó que ese sería el final.

 

 

 

 

Sasuke-kun… — Era un susurro que invadía sin su consentimiento el tranquilo silencio en el que se encontraba. Por horas se negó a dar signos de haber recuperado la consciencia, así que se había mantenido con los ojos cerrados, tratando de conciliar el sueño, ya que la muerte le había rechazado espantosamente. Movió ligeramente su rostro, hacia el lado opuesto del que provenía aquella voz, tratando inútilmente de esquivar la mirada que sabia le estaban dirigiendo. — Sé que estás despierto, conmigo no tienes que fingir —

 

Sabiendo que si seguía con ese patético teatro sólo conseguiría que la chica insistiera, se dignó a separar sus párpados con pesadez, siendo cegado casi de inmediato por la claridad de la habitación, el blanco nítido de paredes y el techo, hacían más brillante la luz que desprendían las lámparas de neón. Sabía quién era, no quería verla, ni a ella ni a nadie, así que sin mover su rostro, se dispuso a dar una señal para que supiera que le había entendido.

 

— Nhm… — Esto provocó una suave y corta risa en la chica que le acompañaba. Arrugó el entrecejo con molestia, quiso echarla con insultos, pero al abrir la boca y tratar de emitir otro sonido, su garganta seca y rasposa le impidió totalmente llevar acabo tan insignificante labor. Carraspeó un par de veces, aclarando su garganta, al finalizar sólo pudo decir un nombre. — Sakura —

 

— Sí… ¿Cómo te sientes? — Con brusquedad regresó su rostro donde momentos antes se encontraba, y sus ojos llenos de ira fulminaron a la pelirosada sin piedad. ¿Cómo se sentía? ¡Estaba en la cama de un hospital! ¡Conectado a un montón de máquinas de las que desconocía totalmente el nombre y su función, pero que en ese momento le resultaban una molestia en más de un sentido! — ¿Por qué lo hiciste? — Silencio. Lo único que cambió, fue la ira que se desvanecía tenuemente de su mirada. —  Fue por Naruto, ¿verdad? —  Todo brillo que podían guardar sus ojos, se opacó. Por muy poco desvió su mirada, sin embargo la tenía al alcance de la vista.

 

— ¿Dónde…? — Le pesaba preguntar, sin embargo, algo en su pecho le gritaba que lo hiciera, y él trató de satisfacerlo. Vio a la joven bajar la cabeza con tristeza, y sólo entonces reparó en que sus ropas eran totalmente negras, un estilo tan atípico de ella.

 

— Junto a Itachi — Sus ojos se abrieron por la sorpresa, sin dar más muestras de esto, e invadido por la melancolía, de inmediato neutralizó su expresión, todavía escuchando la tenue voz de su compañera. — Naruto no tenía familia, y nos pareció que… perdona si te molesta, pero no había otro… —

 

— Ese era su lugar — Le detuvo únicamente con esas palabras. — Ahora vete — Conocía tan bien a Sakura, que sabía muy bien, le quería decir más, a pesar de esto, la pelirosa asintió un par de veces, y abandonó la habitación con una pasmosa velocidad, dándole un último vistazo antes de cerrar la puerta.

 

 

Ese era su lugar. Soltó un suspiro cargado de muchos sentimientos. Por supuesto que lo era, el panteón de la familia estaba destinado para cuidar de los restos de quienes a lo largo de su vida había amado, de muy distintas maneras, pero que habían significado algo bastante grande en su vida, y Naruto se había ganado un espacio ahí, al lado de su Itachi.

 

La presencia de Sakura sólo le recordaba su estado, y el vacío que quedaba en su vida al no tener a nadie más que le diera un sentido, o alegría,  a su existencia. Si bien la jovial e inteligente jovencita había estado ahí toda su vida, ella nunca pasó de ser una compañera de clases, o la amiga de su amigo. Quizá si con los años hubiese cambiado su actitud de colegiala enamorada de su persona, él la habría considerado una amiga fiel, pues ella estaba dispuesta a escucharle y apoyarle incondicionalmente, pero como las cosas nunca le favorecían, ella no había cambiado, Sakura no era nadie para él. Y él se había quedado definitivamente solo, y desamparado emocionalmente, mientras pensaba en una forma de darle un verdadero final a su vida, y que esta vez no se viera detenido por un montón de médicos entrometidos.

 

 

Notas finales:

No sé si alguien disfrutó de esto, pero yo me hundí en esas emociones mientras escribía.


Continuación... no lo sé, quizá en una semana o dos.


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