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Había una vez un Rey bajo la Montaña que se encariñó demasiado con su Saqueador por YamilSarqueloth

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Ori se llevó ambas manos a la cara, estaba horrorizado, ¿qué acababa de ver? ¿Escudo de roble con Bilbo? ¿¡Qué demonios estaba ocurriendo!? Pobre enano, no sabía qué hacer o cómo reaccionar, se quedó estático, sin moverse, mirando fijamente a la habitación de su rey. De pronto escuchó una puerta abrirse y se sobresaltó de golpe, Fili le miró extrañado desde el umbral.



—¿Qué pasa, Ori? ¿Por qué tan nervioso?

— Es que... yo... este...

— ¿Estás bien? —preguntó Fili siguiendo la dirección de la mirada de Ori hasta la puerta de la habitación de su tío—. O no, dime que no.

— N-no qué.



El rubio enano no esperó a que Ori dijera algo más, miró su cara y los pedazos del jarrón de vino y pudo enlazar pensamientos a uno solo... había visto a Bilbo y a Thorin juntos y no se lo había tomado tan bien. Fili salió raudo de la habitación, cogió a Ori de un brazo y lo arrastró dentro de su habitación y cerró la puerta de golpe. Kili lo miró extrañado en cuanto entró Ori pálido.



— ¿Qué pasa? —preguntó el moreno hijo de Dís.

— Lo sabe —contestó Fili.

— ¿Sabe qué?

— ¿¡Ustedes ya lo sabían!? —gritó Ori sin poder creérselo.

— ¡Claro! Si hasta ideamos planes para juntarlos —comentó Kili.

— Pe-pero... ¿Thorin y Bolsón?

— ¿Por qué es tan terrible para ti? —se cruzó de manos, Fili.



Ori no pudo reprochar nada, ¿quién era él para juzgar? Pero aun así no le agradaba la idea.



— ¿El resto lo sabe? —preguntó al fin.

— Nop —contestó Kili, divertido por el horror contenido en los ojos de Ori.

— Y no lo sabrán hasta que el mismísimo Thorin les diga, está claro ¿verdad?



Ori les miró extrañado.



— Dejémoslo así, tú no estarás de vieja lengua suelta, o lo lamentarás. ¿Está claro?



Ori asintió lentamente y aún confundido.



— ¡Bien, ahora a celebrar! —gritaron ambos hermanos y se llevaron a rastras al pobre de Ori hacia el bar más cercano.

.

.

Al día siguiente, todo estaba nublado y amenazaba con comenzar a nevar, el gris cielo parecía anunciar malos tiempos, sin embargo, todo el mundo aún festejaba en las calles y seguían felices, sin esperar nada más que buenas noticias.



Así, en ese ambiente alegre, estaba Bilbo Bolsón, reuniendo provisiones. Se había levantado temprano y junto a la mitad de la compañía habían ido por provisiones y herramientas para continuar su viaje. Thorin había despertado con buen animo (apuesto que ya todos sabemos el por qué) y había hablado con la compañía, menos Ori y los sobrinos del Rey bajo la montaña que estaban demasiado borrachos para entender palabra alguna, el tema fue preciso y conciso, en dos días partirían a recuperar su hogar de las garras de esa lagartija sobrecrecida.



El tema impacientó a la compañía, todos estaban ansiosos por seguir su viaje, pero también sentían ese escalofrío en la espalda que te indica que algo no muy bueno va a suceder. Pero sin duda, el más alegre era el Gobernador, que creía firmemente que la compañía era un fraude junto a su líder y pensaba que tanto festejo en la Ciudad del Lago le había hecho perder ingresos, ya que, nadie estaba trabajando, a excepción de un tal Bardo, que siempre serio y responsable ya le había hablado sobre estúpidas inquietudes sobre el tan famoso dragón. Que a pensamientos del Gobernador, llevaba años extinto. En fin, El Gobernador estaba feliz con la noticia de la partida en dos días de Thorin y compañía, ¡si hasta les ofreció toda la ayuda posible! Solo quería que se largaran y pronto.



Así fue que pasaron dos días reuniendo lo necesario, asistiendo a las ultimas fiestas y descansando lo más que podían, hasta que el momento llegó. La Ciudad del Lago estalló en alegría y añoranza y despidieron como reyes a los enanos, como si ya hubieran regresado llenos de oro y con la cabeza del dragón en una pica.



Bilbo no pudo evitar impacientarse, sentía que algo no iba bien, pero no sabía qué. Por suerte sus oscuros pensamientos se disiparon al pasar dos condenados días remando aguas arriba, debían ir lento por la turbulencia de las aguas, y si no fuera por los cantos de Bofur, estarían muertos del aburrimiento. Al tercer día tocaron tierra firme, si bien les habían ofrecido toda la ayuda posible, los hombres del lago, ninguno quiso acompañarles.



Mientras más caminaban hacía la distante y solitaria montaña, más deprimidos se sentían, todo el lugar parecía tan estéril y muerto, y Bilbo sentía ese temor crecer y crecer como un cáncer, ¿y si el dragón seguía vivo? ¿Cómo lo destruirían? ¿Y si para mayor desgracia el Rey Elfo les buscaba guerra? El hijo de Belladona estaba muy preocupado, pero había una cosa pequeña que había olvidado... Y lamentaría más tarde el no haberse fijado.

La tierra era árida, aunque Thorin le confesó a Bolsón con tristeza en la voz que aquella tierra una vez fue verde y hermosa, llena de árboles y arbustos, sin embargo, frente a ellos solo quedaban tocones rotos y ramas ennegrecidas, aquella era sin duda, la Desolación de Smaug.



Pasaron por la abandonada Ciudad del Valle, que a pesar de los años de maltrato y desamparo, aún conservaba algo de su belleza.



— Aquí yace todo lo que queda de la Ciudad del Valle —dijo Balin—. Las laderas de la montaña estaban verdes de bosques y los terrenos resguardados eran ricos y agradables en el tiempo en que las campanas replicaban en la ciudad —parecía triste y furioso a la vez cuando habló.



Bilbo quiso consolarlo, pero no habían palabras suficientes para amainar la tristeza de sus compañeros, y sintió por primera vez lo afortunado que había sido toda su vida, cómodo en la Comarca, sin mayor preocupación que sus libros y su jardín. No, no solo era afortunado, estaba bendito y ahora haría lo que fuera por ayudarles a recuperar lo suyo, terminara como terminara, ellos eran su familia ahora, y con Dragón o sin él, con el Rey Elfo o sin él, el pequeño hobbit se prometió recuperar Erebor y servir a Thorin mientras viviera.



Los días comenzaron a pasar y cada vez estaban más cerca del día de Dúrin y más lejos de encontrar la bendita puerta secreta. Acampaban bajo la montaña cada noche y cada día salían con el primer rayo de luz en todas las direcciones a buscar la entrada secreta, ya que, la principal era inutilizable. La noche se les venía fría y llena de pesadillas, porque no había que ser astuto o adivino para darse cuenta que el humo y el calor que salían por entre los recovecos de la montaña significaban que el maldito dragón estaba vivo. Cada día era más desanimado que el anterior, los humores estaban cada vez más tensos, y Thorin andaba más que molesto con todos menos el Comarqueño, que día tras día miraba el mapa de esquina a esquina intentando descifrar el lugar especifico. Pero no encontraban la puerta, y ya solo les quedaba un día.



Salieron antes del alba, estaban todos furibundos y con deseos de querer culpar a alguien, hasta Bilbo ya se estaba amargando, días sin poder socializar con Thorin más que para consultar el mapa y seguir buscando. Ya era media tarde cuando el milagro ocurrió.



Para serles sincera, Bilbo solo encontró la puerta de casualidad, estaba tan cansado que comenzó a mirar sin punto fijo las enormes esculturas que adornaban las enormes puertas de Erebor, y entonces vio una curiosa estructura que se repetía, la siguió con la vista hasta llegar a la cumbre, y para su sorpresa notó un nivel en la roca, como un piso, sería fácil llegar a allí con solo subir lo que parecía una tosca escalera escondida en los motivos repetitivos en la roca tallada y esculpida. Era mejor que nada y ya se les agotaba el tiempo, lo malo era que si estaba equivocado, perderían horas en subir, investigar y luego bajar para seguir buscando.



Thorin, que estaba a unos metros de Bolsón, notó que miraba demasiado concentrado las puertas, se aproximó a él, no obstante, antes de hablarle, Bilbo se giró hacia él y dijo a toda voz.

— ¡Acá arriba!



Todos los enanos se dieron vuelta a mirar en dirección a donde Bilbo indicaba, Thorin esbozó una sonrisa acercándose más aprisa a su Saqueador.



— Tiene una mirada aguda, maese Bolsón —comentó el Rey bajo la Montaña e indicó a todos que lo siguieran, pasó junto a Bilbo y le rozó la mano ligeramente con la suya y esbozó un sutil “gracias” con los labios.



Subieron lo más rápido que pudieron, pero el intento de escalera les hacía dificultoso el ascenso, sin contar que los escalones eran empinados y en varios sectores casi inexistentes. Bilbo estuvo a punto de caer varias veces, pero siempre estuvo algún enano para socorrerlo, finalmente, Thorin II decidió hacerlo subir junto a él para evitar desgracias innecesarias. Tardaron horas, llegaron exhaustos a aquel piso de roca y al hijo de Thráin se le iluminó el rostro, miró a Bilbo con alegría y corrió como un niño a la pared de piedra roída.



— ¡Esta debe ser! —dijo esperanzado junto a la pared—. La puerta oculta... ¡Dejen que aquellos que dudaban de nosotros se arrepientan de este día! —proclamó el majestuoso enano mostrando la llave de Erebor, todos se alegraron y comenzaron a buscar la cerradura mientras su rey musitaba casi como un rezo—. “Las últimas luces del día de Dúrin brillarán sobre el ojo de la cerradura”.



Siguió repitiendo la frase mientras todos buscaban la cerradura sin éxito, el sol comenzó a caer temprano, como en todo el norte a esas alturas del año, y los ánimos felices se perdieron y pronto comenzó a sentirse la impaciencia y la desesperación, los últimos rayos de luz amarilla comenzaron a escasear y los enanos no resistieron, cogieron sus armas e intentaron derribar la puerta a como de lugar. Bilbo les miraba intranquilo y sin saber qué hacer o cómo ayudar, las armas se partían en pedazos sobre la rígida pared de piedra que no parecía inmutarse, Fili y Kili dejaron sus armas y se arrodillaron desesperanzados, Balin les recordó que una poderosa magia protegía la puerta y que no caería con simple armas, los últimos rayos se filtraban por el horizonte y la esperanza se ahogó en los corazones enanos, Thorin lucía como si todo hubiera sido en vano, tan triste y tan desamparado. Gritó, miró el mapa nuevamente, repitió la frase oculta en él como una maldición, miró a su compañía con esos ojos azules que suplicaban que todo fuera mentira, pero no. Habían perdido la única oportunidad, y ya no había nada que hacer. Habían fallado. La voz del ojiazul se quebraba, dejó caer la llave de su padre al rocoso suelo, el dolor que pesaba sobre él era demasiado para tolerarlo, miró a Bolsón defraudado de sí mismo y comenzó a bajar por el camino secreto y molido junto a su compañía, en el más absoluto silencio, algunos con lagrimas traicioneras a flor de piel, dolientes se alejaron, solo uno se quedó, solo uno decidió seguir intentándolo, solo uno soportó el dolor de la desesperanza, el pequeño Hobbit no podía creer que hubieran fallado.



— ¡No se pueden dar por vencidos ahora! —les increpó, pero nadie le prestó atención.



Entonces, el pequeño ojiverde comenzó a pensar y a pensar. “Permanezcan cerca de la piedra gris cuando llame el zorzal”, “Las últimas luces del Día de Dúrin brillarán...” Bilbo pensaba y pensaba. “...Las últimas luces...”, estaba a punto de descubrir algo, “...últimas luces...”, ¿pero qué? ¿¡Qué!? Sintió que se mareaba de tanto pensar, entonces una nube dejó pasar la luz de luna directamente a su cara y pudo ver tras de sí a un lustroso zorzal machacar a un pobre caracol en la sólida pared y la luz de luna inundaba la pared, “...últimas luces...”, “...últimas...”, ¡eso era! ¡Las últimas luces! ¡Luz de luna! ¿Cómo no lo pensó antes? Bolsón eres un idiota, se recriminó y para su deleite la luz iluminaba todo excepto un espacio, ¡la cerradura se estaba revelando!

— ¡Las últimas luces! —dijo sin aliento, corrió a la orilla a llamar a los testarudos y apesadumbrados enanos—. ¡Regresen! ¡Regresen! ¡Es la luz de la luna! ¡La última luna de otoño!



El comarqueño comenzó a reír de felicidad y pronto recordó la llave que Thorin había dejado tirada sin esperanza, comenzó a buscarla por todos lados, pero seamos honestos ¿no es complicado buscar algo con luz de luna? Ahora, analicenlo, es una pequeña llave en un suelo rocoso, difícil ¿no? Así fue como el pobre hijo de Belladona dio con la llave, al patearla hacia el vacío. Sintió que se le helaba la sangre y se le apretaba el pecho, la llave caía lejos de su alcance y cuando creyó todo perdido, Thorin pisó el cordel del cual pendía en el instante justo. Se agachó lentamente y sin dejar de mirar a Bilbo con una extraña expresión, la recogió suavemente y se irguió.



— Maese Bolsón...

— Eso estuvo cerca, Thorin, demasia--

Nada pudo decir, Oakenshield acortó la distancia con solo unos pasos y abrazó a Bilbo delante de la compañía una vez más, solo que esta vez fue distinto, más íntimo. Al soltarse Thorin sonreía entusiasmado y Bolsón estaba apenado, sabía muy bien que todas esas miradas de agradecimiento eran para él. Fili y Kili comenzaron a reír y a festejar impacientes, mientras el líder de la compañía se acercaba a abrir la bendita puerta.



Al abrirla, todos callaron y la nostalgia se sintió a carne viva. Era tanta que dolía. Tantos recuerdos, tantas penurias, tanta tristeza. Balin no podía articular palabra de la emoción y los recuerdos pronto inundaron aquel estrecho pasillo que entraba en la montaña. Hablaron de salones enjoyados, luces doradas y vida, oh, cuanta vida había existido en esos salones, en ese reino. Bilbo se quedó mirando una inscripción y un grabado.



— Ese es el trono del rey y esa... —dijo Balin apuntando un dibujo de una piedra en el trono del grabado—. Es la Arkenstone.

— Y esa es la razón por la que estás aquí, Saqueador —aclaró con forzada voz tranquila, el rey bajo la Montaña.



Bilbo lo miró a los ojos y vio su preocupación, pero él estaba decidido, ayudaría a la compañía y a su líder, costase lo que costase. Asintió con firmeza y Balin intentó convencerlo que no había deshonra en arrepentirse, pues no sabían qué encontraría en las entrañas de la montaña o a qué se enfrentaría, y que estaría solo, pues ningún enano podía acompañarlo sin despertar al dragón. Un par de ojos azules le suplicaron en una mirada que no bajara, pero así no era el trato, Bilbo se armó de valor y se despidió de todos, bajó a paso decidido por unos metros, dobló en una esquina (fuera del alcance de los enanos) y suspiro asustado, tragó saliva y dio otro paso antes de sentir que le cogían del brazo, miró hacia atrás y se topo con esos ojos azules asustados, muy asustados.

— ¡Thorin! ¡No puedes bajar conmigo! ¡El dragón...!

— Lo sé. Es solo que...

— Thorin, debes volver, yo estaré bien.



El mayor lo miró a los ojos y sin esperar permiso le besó, no era cualquier beso, era uno desesperado y preocupado, uno de esos que lastiman por su propio deseo. Bilbo dejó escapar un suspiro antes de ser arrinconado contra una pared y ser besado con aún más necesidad. Cada beso, en su boca y cuello era necesidad pura, necesidad y miedo. Cuando pudo recuperar algo de aire, el pequeño protestó.



— ¡Thorin, pueden vernos!

— No lo harán.

— ¿Co-cómo lo sabes?

— Porque los mandé a todos a buscar las provisiones y a retirar el campamento —hablaba mientras seguía besando a Bolsón, pronto Bilbo dejó de negarse y se dejó acariciar y besar a gusto hasta que ahogadamente Thorin susurró—. No vayas.



— Debo hacerlo o al menos debo intentarlo —contestó calmadamente el hobbit, por alguna razón, su temor ya no era sofocante, tal vez porque era el único que podía ayudarlos a encontrar la Arkenstone.

— Cuidate, mi saqueador.

— Lo haré, mi rey.



Eso fue todo, una despedida sin serlo. Bilbo besó fugazmente los labios del moreno y se separó corriendo escaleras abajo, a encontrarse con su destino. Dejando a Thorin solo, sin saber lo que le esperaba a ambos.

.

.

Bajó, bajó, bajó. Silencioso y sigiloso, precavido y asustado, el pobre hobbit se preguntaba qué haría si encontraba a un dragón dormido sobre montañas de oro. Pasó por pasadizos, pasillos y salones, escaleras interminables y rampas cortas, a lo lejos veía viejos artilugios mecánicos que le daban la idea de haber sido usados para subir y bajar cosas, pero estaban tan roídos que no quiso ni intentarlo. Bajó hasta cansarse y siguió bajando, el aire se hacía más pesado, todo apestaba a humo y azufre, pero siguió su camino, a veces creía que su propio palpitar temeroso lo delataría, pero por suerte no fue así. Bajó un poco más y quedó tan desconcertado que tuvo que tomar asiento en plenas escaleras.



El brillo dorado llegó de golpe y el comarqueño necesito respirar un poco más fuerte, frente a él, y en lo que sería el salón más grande que hubiera visto, había montañas y montañas de oro y piedras preciosas, joyas y menajes brillantes, armaduras doradas y cristales que atrapaban la poca luz y la multiplicaban en hermosos rayos de colores, perlas, gemas, metales y esculturas, lo más hermoso que Bilbo hubiera visto y sin embargo lo hizo sentir desamparado, cambiaría todo el tesoro a cambio de un dragón muerto y campos verdes. Oh, cuanto extrañaba su hogar, pero... ¿Acaso volvería sin Thorin? No. No tenía más hogar más que donde el enano quisiera estar. Se levantó de las escaleras, suspiró mientras agitaba la cabeza para concentrarse en su misión y no en admirar tanta dedicación, tanta joya invaluablemente fabricada y tanto detalle impreso en ellas.



Entró en el salón con extremo sigilo, caminó lentamente por sobre monedas de oro y collares de diamantes, recorrió desesperanzado buscando la Arkenstone. ¿Cómo diablos iba a encontrar una gema tan única entre tantos tesoros? Había oro y gemas hasta donde le alcanzaba la vista, con o sin dragón, tardaría meses, ¡quizá años en encontrarla!



Caminó y buscó, buscó y caminó, la paciencia se le acababa y seamos comprensivos, la tarea era bastante tediosa, ni siquiera sabía cómo imaginarse la condenada piedra. Subió cerros de oro cuando al mover un cáliz dorado se reveló el terror. Solo sacó la copa de lugar y un montón de monedas resbalaron para descubrir que bajo ellas yacía el colosal dragón. Rápidamente se escondió tras una columna de piedra tallada, intentó huir por otro lado solo para ver la cola moverse, se asustó y dio unos torpes pasos hacía la escalera que lo llevaría de vuelta a la superficie, necesitaba aire, necesitaba alivio, necesitaba la seguridad de no ser comido por un lagarto avariento y sobrecrecido, pero esos pasos solo sirvieron para mover más monedas y hacer más ruido. ¡Maldito tesoro que lo delataba! ¿Acaso prefería quedarse a manos del dragón que volver con sus legítimos dueños los enanos?



El dragón comenzó a despertar.



Bilbo no lo pensó dos veces y cogiendo su anillo, se lo llevó al dedo y desapareció antes que el reptil levantara la cabeza del mar de joyas y monedas. El hijo de Belladona Tuk sabía que aunque el dragón no lo viera, podía oírlo y olerlo, así que, permaneció quieto y esperando, ¿esperando qué? Ni él lo sabía.



El dragón habló.



— Bueno... ladrón... te huelo —dijo el dragón con una voz potente y melosa al mismo tiempo, confirmando los temores del pequeño, que permaneció quieto—. Oigo tu respiración —prosiguió lentamente, disfrutando cada palabra—. Siento tu aire... ¿Dónde estás?... ¿Dónde estás? —preguntó divertido y acercándose demasiado.



El pobre hobbit no lo pudo soportar y echó a correr por su vida con el majestuoso dragón persiguiendole. Olas de oro se arremolinaban a su paso, tesoros saltaban y por cada cien pasos hobbit, el dragón solo tenía que arrastrarse. Bilbo se escondió tras otra columna, desesperado, a punto de sollozar de horror. ¿Cómo saldría de esta?

— Vamos —siseó el portentoso reptil—. No seas tímido... Sal a la luz —olisqueó el aire, buscando, cazando—. Tienes algo... Algo que cargas... Algo hecho de oro —Bilbo se impacientó aún más—. Pero es un tesoro más grande.



Algo extraño pasó, la palabra tesoro retumbó en la mente de Bolsón perturbandolo y confundiendolo, la oía repetirse sin fin y de pronto el anillo se hizo tan pesado e insoportable que tuvo que quitárselo, no había otra opción, revelándose al dragón.



— ¡Ahí estás! —exclamó triunfante el majestuoso reptil—. Ladrón de las sombras.



¿¡Por qué demonios se quitó el anillo!? ¡Piensa, Bilbo! ¡Piensa! Solo una idea cruzó su mente, no era muy buena, pero era la única.



— N-no vine a robarte, Smaug, el Acaudalado Invalorable. So-solo quería ver tu magnificencia, ver si los rumores eran ciertos, si realmente eras tan magnífico como lo cuentan las viejas historias. No las creía.



Bilbo se sintió palidecer. Smaug, el Terrible, se exhibió ante él, era bastante vanidoso. Bilbo continuó halagandolo, pero el dragón era muy astuto para un truco tan burdo. Bolsón continuó, debía convencerlo de que no venía a robarle. La bestia se sintió halagada y extrañado preguntó quién era y de dónde venía, el hobbit solo contestó con acertijos, se le daban bien. Miró al suelo y la vio.



La Arkenstone.



Tirada como cualquier baratija entre monedas y joyas.



El dragón parecía divertido con tanto acertijo y titulo extravagante, Bilbo se echó flores y elogios por unos momentos, debía seguir siendo interesante para distraer a Smaug. Hasta que el muy maldito dejó caer la bomba.



— ¿Qué hay de tus amiguitos enanos?

— ¿Qué? —preguntó fingiendo ignorancia, el comarqueño.

— ¿Dónde se esconden?

— ¿Enanos? ¿Qué enanos?

— ¿Me crees estúpido, Jinete de Barril?

— ¡No! Claro que no, oh, majestuoso Smaug.

— ¿Crees que me engañas? Apestas a enano, Portafortuna. ¡Ellos te enviaron a hacer el trabajo sucio! A robarme.

—No, no, no, no, no, no. Te equivocas, Smaug, el terrible.

— Oh, claro que no, pequeño ladrón. Hueles a enano, hueles a Thorin, hijo de Thráin, hijo de Thrór, Jinete de barril —olisqueó al pequeño hobbit y hizo un amago de sonrisa.



Bilbo lo halagó un poco más y se defendió diciendo que estaba equivocado, Smaug rió a carcajadas tan sonoras que el ojiverde creyó que sus oídos estallarían.



— Dime, Jinete de Barril, ¿Que se siente tener al hijo de Thráin bajo tus pies?

— ¡¿Qu-qué?! N-no, te equivocas, oh, Smaug, la más grande de las calamidades.

— Tienes buenos modales para ser un ladrón y un mentiroso. Lo supe a penas te olí, pequeño. No puedes engañarme. ¿Cuantas veces te has encamado con el exrey de Erebor? Apestas a él casi como si fueras él, Jinete de Barril.



Bilbo se paralizó, estaba ofendido, muy ofendido, pero nada sacaba con ello.



— ¿Fue él quien te obligó a robarme? Claro que sí... ¿O viniste a probarle tu amor? Los enanos no aman nada más que al oro, Portafortuna. Son atraídos a mi tesoro como moscas a la carne muerta. Son avarientos y codiciosos, dudo que realmente te quiera, solo te usó para llegar a mi, oh, pequeño Jinete de Barril.



Smaug se movió y la preciada gema del rey rodó por entre los tesoros hasta terreno más bajo. Bilbo no tuvo tiempo para creer o analizar las palabras del dragón, corrió tras la piedra con un dolor punzante en el pecho, no quería creer tan crueles palabras, no, Thorin no sería capaz.



El dragón gritó, gruñó y replicó sin dejar de perseguir al hobbit.



— ¡El rey bajo la Montaña está muerto! ¡Le quité su trono! ¡Yo soy el rey bajo la Montaña! Y ningún sucio enano con su amante vendrán a quitarme lo que es mío.



Bilbo siguió persiguiendo la gema que rodaba aún, como escapando de él.



— ¡Yo mato lo que quiero cuando quiero! Mi armadura es hierro. Nada puede herirme. Créeme, ese repugnante usurpador enano de Oakenshield no puede hacer nada para ayudarte, Jinete de Barril, no importan que tanto creas que te ama, no vendrá. Solo le importa una cosa, Portafortuna, la tan codiciada Arkenstone, ja. Él te mandó aquí a buscarla, ¿verdad? Ni siquiera le importó prescindir de ti —cada palabra retumbaba en el corazón del hobbit, y le molestaba profundamente, se defendió inútilmente negando el deseo por la piedra—. No me hagas reír, pequeño ladrón, era obvio tu propósito. Pero no importa. Oakenshield fracasará. La oscuridad se extiende y dominará cada esquina de la tierra. Jajaja. El cobarde de Thorin a sopesado el valor de tu vida y ha descubierto que no vale nada. ¿Sino para qué enviarte a morir, Portafortuna?

— ¡No! Mientes —gritó Bilbo.

— ¿Qué te prometió, Jinete de Barril? ¿Una parte del tesoro? ¿Un lugar permanente junto a su cama? ¿Erebor? ¡Ja! Te han timado, Ladrón de las Sombras. No me desprenderé de ninguna moneda, ni una sola de ellas.



El dragón golpeó el tesoro y la Arkenstone voló por los aires, lejos del hobbit, Bilbo huyó en su dirección y el reptil colosal prosiguió.



— ¡Mis dientes son espadas! ¡Mis garras son lanzas! ¡Mis alas son un huracán!



El dragón se irguió, y el hobbit pudo ver claramente un punto débil, allí en el pecho, una escama faltaba, justo sobre el corazón... Smaug no era invencible después de todo.



Bilbo intentó nuevamente distraerlo, pero no lo consiguió, la piedra del rey estaba tan cerca y tan lejos a la vez. Se quedó mirándola y el dragón sonrió.



— ¿Sabes? Casi estoy tentado a dejar que te la lleves —Tentó Smaug, el tirano, Bilbo le miró extrañado—. Sí, te la daría, solo para ver sufrir a Oakenshield —el ojiverde sintió como su corazón se encogía—. Verla cómo lo destruye. Verla corromper su corazón al punto de volverlo loco. Sí, al punto de olvidarse completamente de ti, Jinete de Barril. Pero mejor no, este jueguito llega hasta aquí, Portafortuna.



El dragón atacó, Bilbo se puso su anillo y desapareció. Smaug escupió fuego y el hobbit huyó a más no poder escaleras arriba. Todo fue tan rápido, que ni el majestuoso y magnífico Smaug notó la ausencia de algo muy importante, una gema invaluable, la Arkenstone ya no estaba.



Notas finales:

Saludos!


Sé que soy una maldita malnacida, no soy una persona de escusas y dudo mucho que quieran escucharla, así que me la ahorraré. Solo puedo prometerles que JAMÁS dejaré este fanfic, lo terminaré de escribir si o si, cueste o que me cueste. Les debo una disculpa gigantesca y no sé cómo poder pagarles la afrenta que he hecho contra ustedes al ser tan bastarda de no haber subido un solo capítulo en más de un año.


De verdad estoy muy avergonzada y les juro que no volverá a pasar (a menos que sufra un accidente demasiado grave).

Gracias a todas por esperar tan pacientemente mi regreso, intentaré compensarselos al máximo y no las defraudaré!

De verdad, espero puedan perdonarme.

Y para mostrarles mi convicción, les dejo mi mail y mi tumblr, así podrán obligarme a escribir si me encuentran muy vaga xD
Lunatic.juglar.ikiluk@gmail.com y Delolu.tumblr.com


Quiero dedicar este capítulo a mi novio, que me apoya a pesar de todo (y quien me insistió en que no debía defraudarlas otro día más).

Gracias y feliz noche buena y Navidad!!!! Espero tomen este capítulo como mi regalo a ustedes.

Las adoro y gracias por no perder la fe en mí, realmente eso me da vida.

Atte.
Ikiluk.



 


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