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Había una vez un Rey bajo la Montaña que se encariñó demasiado con su Saqueador por YamilSarqueloth

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Capítulo 14: Comienza la fiebre.

Solo les quedaba presenciar de lejos el daño que habían hecho, despertar al fuego, despertar a la muerte. Bilbo perdió el aliento viendo en lo alto de una torre cómo Esgaroth era incendiada por Smaug, lágrimas cayeron de sus ojos y maldijo al destino. Todo era su culpa, él lo había despertado. Fili y Kili lo acompañaban con el pecho adolorido por la impotencia. Todos ellos, toda esa gente, y todo porque fallaron matando al belicoso dragón. ¡Maldita serpiente del norte!

El resto de los enanos no estaban en mejores condiciones, Bofur había perdido el habla y Ori se llevaba la mano a la boca y se tragaba sus lágrimas. Bombur miraba fijo como si no pudiera creer la destrucción que observaba.

¿Qué habían hecho?

El dragón permanecía atacando la ciudad una y otra vez, mofándose, riéndose, demostrando toda su crueldad, pero de pronto algo pareció llamar su atención, voló por el mismo sector, su voz apenas era trueno a lo lejos, los enanos y el hobbit no lograron entender qué decía, mas era obvio que el dragón estaba hablando, pero ¿con quién y por qué? Tardó bastante tiempo. ¿Con quién debatía tanto?

El poderoso Smaug de un momento a otro levantó el vuelo, su voz se escuchó como el peor de los truenos, se elevó más y más, se retorció en el aire. La ciudad ya estaba hecha cenizas, el lago fulguraba con el color del fuego, brillaba, sí, como lo habían prometido, brillaba, no obstante, no por oro. Smaug se retorció una ultima vez y su voz se extinguió.

Él que fuera la más grande de las calamidades cayó.

Bilbo sintió su corazón saltar, a lo lejos vio cómo Smaug caía sobre la ciudad, sobre su propio fuego, y no volvía a levantarse, no volvía a hablar con su lengua venenosa.

El dragón estaba muerto.

Todos los presentes saltaron de alegría al ver que la gran serpiente yacía sobre el fuego sin vida. Quién hubiese sido quién matara al dragón, estaba bendito por los valar, sin duda. Todos se relajaron, pues temían que una vez cayera por completo la Ciudad del Lago, Smaug volvería a por ellos y los asesinaría a todos. Sin embargo, la bestia estaba muerta, ¡Erebor era una vez más suya!

Aunque para serles sincera, Bilbo no se alegró por mucho tiempo, la tristeza por las vidas perdidas oprimió su corazón una vez más y se giró buscando al Rey bajo la Montaña, pero no estaba cerca.

Thorin ya llevaba medio camino devuelta a Erebor, Bilbo partió tras él.

A duras penas y si le dio alcance.



—¡Thorin! —gritó tras él, el hobbit. Thorin solo le miró de reojo sin detenerse.



Bilbo llegó hasta él y le cogió del brazo parando su avance.



—Tenemos que ir a ayudarles—replicó Bilbo.

—No. Ya es tarde, ahora todo el mundo vendrá a quitarnos Erebor ahora que saben que el dragón está muerto— la voz de Thorin sonaba distinta, más ¿rasposa? ¿Fría?

—¿Qué?— Bilbo no lo creía, ¿su rey le estaba dando la espalda a la gente del Lago?—. Thorin, no puedes... ¡Debemos ayudarlos!

—¿Debemos? ¿Debemos, Bilbo? ¿Dónde estaban ellos cuando llegó el dragón? ¿Dónde estaban ellos cuando nos vimos forzados a abandonar nuestras tierras? ¿Dónde estaban ellos cuando tuvimos que mendigar por un pedazo de pan? ¿¡Dónde estaban ellos cuando lo perdí todo!? ¿¡Dónde estaban cuando mi gente era quemada!? ¿Sabes dónde estaban? Refugiados en sus casas, Bilbo. No nos prestaron ninguna ayuda cuando la necesitamos, solo se aprovecharon de nosotros, no me pidas que ahora yo corra a ayudarles.

—Pe-pero, ¡es nuestra culpa!¡Nosotros despertamos a Smaug!



Pero Thorin no escuchó ni una palabra más, se soltó del agarre del comarqueño y siguió caminando hacia la montaña solitaria, dejando a Bilbo más triste que nunca. Ese no era el Thorin que él conocía.



Allí estaba Bilbo, husmeando entre las monedas de oro junto a toda la compañía. Thorin había dado la orden de buscar la Arkenstone por todo el salón del tesoro, pero Bilbo sabía muy bien que no la encontrarían, el astuto saqueador estaba muy molesto con Thorin y mantenía la joya del rey oculta entre sus ropas, solo lo haría un par de días o hasta que se le pasara el enojo. ¿Cuánto ya llevaban buscándola? Bajo tierra es difícil medir bien el tiempo, y por primera vez desde que salió de la Ciudad del Lago sintió añoranza por su hogar. Extrañó su jardín y sus libros, su tranquila vida... Ahora tendría otra, ¿Thorin le pediría quedarse junto a él? Las palabras de Smaug retumbaron en su cabeza. ¿Y si el dragón tenía razón? ¿Y si solo lo estaba usando? No, no era posible. Thorin no era así, sin embargo, últimamente el enano había estado muy distante... con todos. Era esa maldita piedra que lo tenía trastornado, lo mejor era devolvérsela.

Bolsón comenzó a caminar hacia la habitación dónde se suponía estaba el rey bajo la Montaña. Pero no lo encontró.



Thorin buscaba entre baúles y cofres, los abría y los lanzaba lejos al no encontrar lo que buscaba, Balin se acercó por detrás del enano y Oakenshield solo lo miró de reojo.

—Creí que estarías con los otros, buscando la Arkenstone.

—Thorin... tenemos que hablar.

—¿De qué, Balin?

—De Bilbo— dijo seriamente el enano canoso.

—¿Qué tiene el hobbit?— fingió indiferencia el rey.

—No me vengas con eso, Thorin. Te conozco desde hace muchos años.

—¿De qué hablas?

—¡De tú y el hobbit!



Thorin lo miró a los ojos sin inmutarse, se paró frente a él y se cruzó de brazos.



—Lo que tengas que decir, dilo— dijo el nieto de Thrór.

—No me vengas con esa actitud. ¿Qué es lo que estás haciendo? No puedes jugar así con él.

—¿Jugar?

—Thorin, tú eres el Rey bajo la Montaña, señor de Erebor, heredero de Dúrin. No puedes seguir con esto.

—¿Por qué no?

—¡Porque serás rey! ¿Qué piensas? ¿Que el resto de los reyes enanos aceptaran a Bilbo? ¡En el nombre de Mahal, es un hombre! ¡Y un hobbit! ¿Lo sentarás junto a ti en el trono y harás como si todo fuera normal?

—¿Por qué te molesta tanto que quiera a Bilbo?

—A mi no me molesta, es más, solo te he visto sonreír gracias a él. Pero... No todo tu pueblo lo verá como yo. Thorin, debes parar esto. Tienes una responsabilidad con tu pueblo, tienes herederos que darle y...

—No abandonaré a Bilbo por un trono— aclaró conteniendo la ira.

—¿¡Qué!? ¡Thorin, escúchate!

—Balin, entiendo tu preocupación. Pero...— el enano moreno comenzó a impacientarse, sin embargo Balin sonrió.

—Eso quería escuchar.

—¿Qué?— Thorin miró extrañado a Balin.

—Ori me contó sobre ustedes dos, no lo culpes, el pobre aún no se lo cree, ni yo me lo creía hasta que te vi besarlo— Thorin aún lucía confuso—. Solo quería ver hasta qué punto defenderías al hobbit. Veo que lo quieres mucho y pase lo que pase yo te apoyaré, mi rey. Solo tienes que defenderlo con la misma pasión con la cual acabas de defenderlo frente a mí.



Thorin sonrió y le dio un abrazo a Balin, abrazo que el enano canoso recibió alegre.



—Me da gusto saber que estás feliz con Bilbo, no quiero saber cómo fue que un rey se encariñó demasiado de su saqueador, pero no estaré en contra de tu decisión. Si te hace feliz— aclaró Balin y hurgando en su bolsillo sacó un collar, un collar simple pero con una gema hermosa. Era casi indescriptible, un ópalo rojizo con destellos tornasolados dentro de él—. Aún recuerdo lo que tu padre dijo al darte esta gema.

A Thorin se le iluminó el rostro y tomó la joya con cuidado entre sus dedos. Balin le dio una palmada en la espalda y se alejó de Escudo de Roble.



Bolsón caminaba tranquilo por los pasillos de Erebor cuando se topó con Balin muy sonriente.



—¿Balin, de casualidad has visto a Thorin?— preguntó el pequeño.

—No, para nada. Quizás en el salón del tesoro.

—No, ya estuve rondando ese salón y no está.

—Pues yo no lo he visto, qué raro. ¿Estás seguro que no está allá?— insistió el enano.

—Bueno, quizás haya vuelto. Iré a buscarlo allá una vez más. Gracias— agradeció el comarqueño emprendiendo el camino devuelta al gran salón.

—Maese Bilbo...— lo detuvo Balin.

—¿Sí?

—¿Por qué buscas tanto a Thorin?

—Es que... Es que... Nada.

—¿Nada?

—No, no era nada importante la verdad. Je— sonrió tontamente y apresuró el paso mientras Balin sonreía pícaramente.



Volvió al salón del tesoro y al ver tanto oro nuevamente se preguntó en qué era de la Tierra Media encontrarían la condenada roca del rey si él la tenía escondida. Suspiró y fingió seguir buscándola hasta que una voz lo llamó, una voz más que conocida.



—Bilbo— llamó Escudo de Roble desde una de las tantas puertas que guiaba a pasillos hacia otros salones.



Bilbo lo miró de pies a cabeza, estaba ataviado con ropajes finos y adornado con joyería enana. Bilbo soltó un suspiro al verlo tan majestuoso frente a él. Y pensar que daría su vida por él... ¿Pero él haría lo mismo? ¡Maldito dragón y sus palabras venenosas! Bilbo sacudió su cabeza para enfocarse en el rey enano que lo miraba con ternura en sus ojos.



—Bilbo— lo llamó de nuevo.

—Sí-si, voy.



Nadie realmente les prestó atención, todos buscaban la Arkenstone (bueno, no todos, la mayoría estaba jugando con los tesoros que iban encontrando). El ojiverde sacudió sus ropas y siguió a Thorin por uno de los pasillos hasta que el rey bajo la montaña se detuvo.



—¿Para qué me llamabas?— preguntó ingenuamente el hobbit.

—Hace mucho tiempo, mi padre me regaló una piedra, un ópalo, al verla no le presté mucha atención, no se veía la gran cosa, era solo una roca. Pasaron los años y un buen día comencé a trabajar en la roca descubriendo que era realmente bellísima, es más conocida entre los hombres como “Aliento de Dragón”. Mi padre me dijo entonces que la primera creación de un enano era muy importante y solo debía dársela a alguien muy importante— Bilbo no pudo evitar ponerse nervioso —. Es por eso, Bilbo, que esto te pertenece.



Thorin extendió su mano y en ella había una piedra muy hermosa en un medallón de plata adornado con inscripciones en rúnico. Bilbo miró al ojiazul a los ojos y se emocionó muchísimo. El hijo de Thráin se acercó lentamente y con suavidad le puso el collar al comarqueño. Bolsón permaneció en silencio y no pudo evitar sentirse culpable por tener la Arkenstone escondida, el enojo con el rey había desaparecido.



—Las inscripciones en runas dicen...

—¡Thorin!— lo interrumpió Bofur a lo lejos.



Thorin terminó de ponerle el collar a Bilbo y se giró hacia el inoportuno enano.



—¿Qué sucede, Bofur?

—Es la Ciudad del Valle...

—¿Qué tiene?

—¡Se está llenando con gente de la Ciudad del Lago!

—¿¡Qué!?



Bilbo sintió alegría de saber que había sobrevivido gente, pero la expresión de Thorin no le gustó para nada. Parecía muy molesto, como si tuviera un gran problema ente manos. El pobre hobbit no sabía lo que le esperaba.



Dos días después todo iba de mal en peor, Bilbo al final no pudo devolverle su tan preciada Arkenstone a Thorin debido a la idiotez que cargaba a cuestas, estaba más odioso que de costumbre y creía firmemente que esa gente solo venía a robarse su tesoro y a apoderarse de Erebor, no escuchaba a nadie y pasaba horas contemplando el estúpido salón del tesoro. Bolsón necesitaba aire y pronto.

El hobbit llevaba horas en la entrada de Erebor, estaba sellada, Thorin había obligado a todos a trabajar para fortificar y asegurar la puerta principal, destruida antes por Smaug, pero habían dejado un espacio elevado para asomarse y, en este caso, recibir aire. Lamentablemente el aire aún olía a humo.

Bilbo pensó y pensó. ¿Era correcto entregarle la joya del rey a Thorin estando en ese estado? Desde el momento con la piedra hermosa que le había regalado no habían vuelto a estar solos sin discutir sobre la gente del Lago. ¡Qué carácter se gastaba el enano! ¿Volvería a ser él con la Arkenstone?



“—¿Sabes? Casi estoy tentado a dejar que te la lleves. Sí, te la daría, solo para ver sufrir a Escudo de Roble. Verla cómo lo destruye. Verla corromper su corazón al punto de volverlo loco. Sí, al punto de olvidarse completamente de ti, Jinete de Barril...”



¡Maldito dragón! Aún le rondaban las palabras de la gran serpiente. ¿Y si era verdad? ¿Y si la piedra estaba maldita? Pero, ¿qué estaba haciendo? Thorin no caería por un pedazo de roca. No, no podía confiar en ese maldito dragón. Observó la piedra que colgaba de su cuello, era realmente hermosa.

Bilbo decidió que ya era tiempo de devolver la piedra a quién era su legítimo dueño.

Corrió hasta llegar al salón del tesoro solo para horrorizarse.

Allí estaba, el rey bajo la Montaña, echando humos de lo encolerizado que estaba. Reprendía a todos por no encontrar la Arkenstone, amenazaba a su propia compañía. Amenazaba con vengarse de quien la tuviera escondida para sí mismo, desconfiaba, o sí, desconfiaba de todos, y a Bilbo se le rompió en pedazos el corazón al ver que Thorin no hacía excepciones. Para él todos lo estaban engañando y alguien lo estaba traicionando. Una vez terminadas sus amenazas, mandó a todos a seguir buscándola. Bilbo siguió a Balin que parecía devastado. Thorin lo cogió del brazo para evitar que el hobbit se fuera, pero incluso Bilbo estaba resentido, aunque él tuviera la Arkenstone le dolía que tratara de esa manera a su propia gente, sería normal que desconfiara de él, pero no de la compañía. ¿Qué mierda le estaba sucediendo? Se soltó del agarre del enano y fue tras Balin.

El pobre estaba devastado, hablaba bajo para no ser escuchado, hablaba de la enfermedad de Thrór, de cómo lo consumió. Bolsón sintió un escalofrío recorrerle y las palabras de Smaug volvieron a su mente. Thorin estaba perdiendo la cabeza por un tesoro maldito.

Bilbo entonces reunió el valor para preguntarle a Balin solo una cosa. ¿Y si Thorin obtuviera la Arkenstone? La respuesta no le agradó, la conclusión era obvia, pero el hobbit no quería verla. Solo bastaba que el pequeño comarqueño le entregara la Arkenstone a su rey y todo colapsaría, Thorin terminaría de perder la cabeza y él perdería a su enano para siempre.

La decisión estaba tomada, la Arkenstone permanecería oculta en las manos del saqueador.



Como si las cosas no estuvieran malas, en la noche llegaron los elfos del bosque oscuro. Bilbo por primera vez detestó a los elfos, ¡qué inoportunos eran! Ahora el paranoide rey bajo la Montaña estallaría en ira. Y así fue.

No eran elfos cualquiera, eran literalmente un ejercito élfico, el rey Thranduil se había tomado a pecho ir a molestar a los enanos. ¿Por qué los molestaba tanto? ¿Qué le debían los enanos para llegar a los extremos de llegar con un ejercito a las puertas de otro reino protegido solo por trece enanos y un hobbit? Bilbo lo había olvidado, sí, Bilbo había olvidado las gemas y joyas que los enanos se negaron a entregarle al rey elfo, joyas que al parecer nunca pagó, ¿pero cómo saber quién tenía la razón? Aquella era una afrenta muy antigua y nadie recordaba qué había sucedido realmente.

Thorin llevó a todos a armarse con armaduras doradas y decoradas, pero armaduras al fin y al cabo. Eligieron sus armas cuidadosamente, pues la idea era también intimidar. Bilbo se negó a ponerse armadura alguna (además todas le quedaban grandes) cuando los enanos se las ofrecían.

La noche estaba pasando muy lentamente y Bilbo decidió ir a caminar por los amplios salones de Erebor, no podía conciliar el sueño. Caminó y caminó, hasta que de pronto llegó a una habitación tan grande como la colina en la cual vivía, la inspeccionó sin darle importancia, estaba llena de montículos de monedas de oro, las ignoró y se sentó en una banca comenzando a juguetear con algo en su bolsillo hasta que las puertas a su espalda se cerraron, Bilbo se giró preocupado y entonces vio a su rey.



—Th-thorin. ¿Qué haces aquí?



Thorin guardó silencio.



—Vamos, sabes que el hecho que te quedes callado me pone nervioso.

—Bilbo, tu estado natural es estar nervioso.

—No, claro que no.



Thorin notó que Bilbo guardaba algo en sus ropas y corrió hasta él exigiendo que le mostrara qué guardaba. El hobbit se negó, el enano insistió. Era una bellota, del jardín de Beorn. Thorin lo miró con ternura. Bilbo planeaba plantarla en su casa al volver. Así recordaría todo, lo bueno, lo malo, todo.



—¿Planeas volver?— preguntó Thorin algo dolido.

—Solo si tu quieres.

—Yo te quiero junto a mí, maese Bolsón— dijo imponente el rey bajo la montaña acercándose mucho a su saqueador.

—¿A sí?— preguntó desafiante el hobbit.

—Sí— silabeó el enano acortando aún más la distancia a tan solo dos centímetros.

—Creo que tendré que pensármelo, últimamente no tienes el mejor de los caracteres.



Thorin sonrió.



—Lo siento, Bilbo.



¿¡Qué!? ¿Thorin disculpándose? Eso si era raro. Enigmático poder el que tenía el hobbit sobre el hijo de Thráin. Bilbo sonrió, guardó su bellota en su bolsillo y abrazó a Thorin por el cuello empinándose un poco para no quedar tan bajo. Thorin lentamente pasó su brazo izquierdo por la cintura del ojiverde y posó su mano derecha en la cara del hobbit para acariciarle.

Lentamente se acercaron, lentamente Thorin tomó los labios del menor. El contacto fue casi eléctrico y tan suave que al comarqueño se le erizó la piel. Bilbo sintió la necesidad de profundizar el beso aún más, se apretó contra el rey enano y le abrazó aún más fuerte. Thorin correspondió casi con desesperación, el suave beso se volvió rápidamente en uno necesitado y pasional, el ojiazul introdujo su lengua y el portador del anillo se derritió en sus brazos, dejó escapar un leve gemido y el hijo de Thráin perdió la cordura.

Empujó poco a poco a Bilbo hasta dejarlo entre él y la pared de roca fría sin dejar de besarlo intensamente, con ambas lenguas luchando por imponerse sobre la otra. Bilbo enredó sus dedos en la cabellera del enano y tiró de su pelo. Pronto, la armadura del enano comenzó a molestar en demasía.

Lo primero en caer fue la corona que llevaba el enano, lo segundo fue el abrigo de Bilbo. Poco a poco le siguieron el resto de la armadura, muñequeras, peto, hombreras, rodilleras. Finalmente solo quedó Thorin como en un principio, una camisa azul oscuro, unos pantalones y sus botas enanas, y quizás algo de oro (unos collares dorados). De Bilbo podemos decir que quedó su camisa rasgada (por Thorin), sus pantalones a medio desabrochar y el collar de “Aliento de Dragón”.

Ambos jadeaban y sonreían, se necesitaban demasiado.

Thorin lamió el pecho del hijo de Belladona Tuk y sonrió pícaramente mientras bolsón se sonrojaba y gemía ante el contacto de la lengua del enano. El ojiazul terminó de desabrochar el pantalón del hobbit, Bilbo ya tenía una erección que le levantaba el pantalón, el nieto de Thrór comenzó a masturbarlo lentamente. Bilbo se tragaba los gritos por miedo a que retumbaran por todo Erebor y esto impacientaba más a su rey.



—Gime— ordenó Thorin. Bilbo continuó tragándose sus gemidos—. ¡Grita!

—N-no... N-no pued-pue-do... Nos escu-escucharán y... aaahhhhg— intentaba guardar silencio el hobbit.



El ojiazul no aguantó la desobediencia y apretando a Bolsón contra la pared bajó hasta quedar arrodillado frente a él.



—¿Qué haces?— preguntó jadeante el menor—. Levantate, Thorin. Yo...



Y fue todo cuanto logró decir antes de soltar un gemido de placer que retumbó por toda la habitación. Escudo de Roble había comenzado a lamer el pene del menor y el placer era simplemente demasiado. A duras penas se sostenía en pie apoyado en la pared, es que simplemente era demasiado. No era el hecho de tener a un rey de rodillas lamiendo y chupando su erección, era el hecho de que ese rey era nada menos que Thorin II, el enano por quien se desvivía. Y para tener en cuenta, el condenado enano lo hacía muy bien.

Poco le importó después al hobbit gritar, estaba demasiado excitado y el ojiazul no paraba de lamer y chupar. Primero la punta y luego se introducía todo su pene en la boca, luego chupaba, luego lamía y luego Bilbo ya no sabía ni dónde estaba. Demasiado placer, gemido tras gemido, prendía más y más a su rey que jugueteaba con más y más ganas.

No sabría decir cuánto duró lo que fuera para Bilbo placer y tortura, sin embargo, llegó un momento en que simplemente fue demasiado, Bolsón terminó apoyando sus manos en la cabeza de Thorin tanto para indicarle que aumentara la velocidad como para no caerse, porque sus piernas flaqueaban de tanto placer. El enano comenzó a mover su lengua más rápido y a chupar más rápido. Bilbo olvidó todo protocolo y gritaba simplemente su nombre, no ese por el cual todos lo llamaban, no, su verdadero nombre, su nombre enano. El ojiazul se detuvo un momento para ver la necesidad en los ojos verdes del hobbit, sonrió complacido al sentir como Bilbo lo incitaba a seguir al presionarle la cabeza con sus manos. Y así, el rey obedeció a su saqueador. Más rápido, más rápido. Y finalmente la resistencia del mediano se quebró. En un verdadero grito de liberación el hobbit se corrió en la boca de su amante, y sin resistir su propio peso, se deslizó hasta el suelo, jadeando.

Thorin sonrió más que complacido, tragó y se limpió la boca con el dorso de su mano, se acercó a Bilbo y lo besó intensamente. El ojiverde pudo sentir levemente su propio sabor, pero poco importaba, correspondió el beso, quizás con demasiada saliva pues al separarse un hilo plateado se notaba entre ambas bocas. Bilbo sonrió más seductor y giró la cabeza para dejar el cuello a la vista, el enano no dudó en aceptar la invitación y comenzó a besarlo y a morderlo y a chuparlo, dejando pequeñas marcas rojas sobre la piel del menor, primero el cuello, luego el pecho, después la barriga, aunque en esta última zona el pequeño se comió las ganas de reír por las cosquillas causadas.

Volvieron a mirarse, cómplices, y Thorin terminó de desnudar a Bilbo sobre las monedas de oro apiladas por todo el suelo, algunas simplemente se quedaban pegadas a la piel de Bolsón. Escudo de Roble se dio un momento para contemplar a su hobbit allí, sonrojado y jadeante, simplemente exquisito, desnudo frente a él sobre un lecho de oro, y no aguantó más. Se despojó de las pocas ropas que le quedaban y volvió a besar a Bilbo apasionadamente.

Se lamió los dedos uno por uno llenándolos de saliva mientras con la otra mano acariciaba al comarqueño. El menor sonrió algo tímido y se giró, quedando con las rodillas y las manos apoyadas en las monedas de oro, con algunas pegadas en su piel, y dándole la espalda al heredero de Dúrin. La sola visión tentó al borde del colapso al moreno y sin hacerse el desinteresado introdujo uno de sus dedos en el ojiverde que se quejó un poco. Lo movió mientras besaba, lamía y mordía la espalda del saqueador. Pronto agregó otro, nuevamente el menor se quejó, no obstante, no se negó y poco a poco comenzó a mover un poco las caderas y a gemir. Cada suspiro y cada quejido excitaban sobremanera a Thorin, así que, decidió parar esa autotortura y comenzó a entrar lentamente en el hobbit. Bilbo se quejó y jadeó su nombre, no parecía molestarle tanto como la vez anterior. El rey bajo la montaña se movió lentamente para no dañarlo y así continuaron en un vaivén más bien lento, mientras Bolsón se acomodaba.

No demoró mucho, la verdad. Bilbo sentía que se derretía cada vez que el enano entraba en él, cada embestida tocaba un punto que lo hacía vibrar de placer, jadeaba y gemía igual que su amante, ambos estaban pasándola de maravilla, aunque pronto necesitaron más velocidad, más pasión. Thorin cogió a Bilbo del pelo y tiró de él aumentando la velocidad de cada arremetida. Ambos jadeantes, ambos gritando, más velocidad, Bilbo arqueó más la espalda solo como un reflejo y el enano soltó su pelo para coger sus caderas y moverlas a su voluntad, profundizando aún más la penetración. Más velocidad, más placer, entre monedas de oro y paredes de piedra sólida, con el tintinear de los collares de oro de Thorin y el collar de plata de Bilbo como única música además de sus propias voces embriagadas.

Escudo de Roble jadeó el nombre de Bolsón cuándo acabó dentro de él, y el comarqueño eyaculó una segunda vez por el exceso de placer.

Ambos se tendieron sobre el lecho de monedas de oro, sonrientes y jadeando. Pronto el pequeño hobbit se sintió mal de “manchar las monedas” y Thorin no pudo evitar reírse a carcajadas por la condescendencia del menor.

Estaban agotados, sí, pero sabían que la compañía era buena para aparecer en malos momentos, así que, Bilbo decidió que era más seguro vestirse y Thorin no quiso incomodar más a su hobbit y a regañadientes se vistió.

.

.

.

Continuará...

Notas finales:

No hay escusa que valga el tiempo perdido, sin embargo, si la necesitan es bastante simple, me he dedicado casi por completo a proyectos propios, estoy pensando en publicar mis libros y ellos terminaron absorbiéndome casi por completo.

Además, mis hijos de cuatro patas también requieren mucho tiempo, jajajaja.

Espero de corazón que les guste, y aunque no me crean, terminaré esta historia, sí o sí. Además, no quedan muchos capítulos.

De todo corazón, gracias, gracias por todo, por sus mensajes y por sobre todo, por ser mis lectores. Los amo, si no fuera por ustedes, no estaría creando mis propias historias.

Por cierto, me gustaría conocerlos, así que, si les parece podemos hablar por mis páginas, solo tienen que buscarme, Yamil Coronadeplata, en su navegador favorito y apareceré. De verdad, quiero conocerles y saber su opinión, conversar, y así darles las gracias de la manera personal que se merecen por esperarme por tanto tiempo.

Ustedes son lo mejor del mundo, gracias!!!


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