Ya eran más de las 2 de la mañana y estaba ebrio, como todas las noches en que venía al bar cuando me sobraba algo de tiempo libre.
Al estar en la universidad mi tiempo era escaso, por ende siempre salía de noche, al menos así sentía que tenía algo de entretención. Aún cuando ocupara hombres para pasar el rato.
Como cada noche, vasos con distintos tipos de tragos llegaban hasta mi mesa de regalo y qué más podía hacer yo sino aceptarlos. Tomaba el trago de turno mientras miraba al que me lo había regalado, casi siempre eran hombres con una gran billetera, cosa que me gustaba porque podían comprar cosas, aun cuando a mí solo me utilizaran y les gustara mi cuerpo perfecto, me gustaba aquel trato.
Todos los días era lo mismo hasta aquella noche en que una sutil copa de vino apareció frente a mí. Usualmente era vodka lo que siempre aparecía o de vez en cuando un sofisticado whisky, pero digamos que aquella copa de vino me llamó la atención desde el principio.
Le sonreí al mozo de turno y acepté aquel regalo mientras observaba a los asistentes para ver quién era el que me la había enviado, pero no había nadie estuviera mirando demasiado o intentando esconderse, todos, como nunca, estaban actuando con absoluta normalidad.
Llamé al mozo que había traído el trago y se me ocurrió preguntarle quien había sido el que me lo había enviado, pero para mi pesar no hubo respuesta. Al parecer era parte del pago el no revelar el nombre de aquel desconocido. Sonreí y comencé a pensar en cómo atraer a aquel hombre que sin quererlo había llamado mi atención.
Bebí un poco más de vino y mi vista estaba más borrosa. Recordé que antes había bebida un vaso de vodka mezclado con néctar de frutilla, fue ahí cuando me di cuenta de mi error.
Destilados con fermentados… nunca – dije para mi mismo sonriendo al no recordar una regla esencial de todo bebedor.
Me levanté como pude y fui hasta el lavabo a mojarme la cara, me miré en el espejo y retoqué un poco el peinado y el poco maquillaje que llevaba. Arreglé la polera que andaba trayendo cuando me fijé que había un hombre rubio atrás mío, mirándome.
¿Será él?
Me moví lentamente por el baño, observándolo. No podía tener más de 22 años, ojos grandes y cabello liso. Recuerdo que era un poco más alto que yo, pero cuando sonrió sentí que el mundo me dio vueltas.
Espero que sea él
Terminé de arreglar mi ropa y fui hasta la pista de baile sintiendo el ritmo de la música entrar en mi cuerpo mientras me iba moviendo junto a ella, mezclándome entre la multitud.
Dejé mi chaqueta a un lado y continué dando vueltas en el centro de la pista, siguiendo el ritmo de la canción que estaba sonando. Busqué nuevamente al desconocido del baño, pero al no encontrarlo seguí bailando sólo.
Ya aparecerá
Me movía lentamente intentando no perder el equilibrio, de un lado a otro, levantándome la polera a ratos, quitándome el sudor de la frente, moviendo las caderas sensualmente. En aquel momento uno que otro hombre se me acerco, pero cuando comprobaba que no era el que buscaba, lo hacía a un lado
Sólo tienes que aparecer tú.
Seguí moviéndome hasta que nuevamente sentí una mano entrelazando la mía. Supe que era él por el olor que tenía, aun cuando sólo hubiera pasado por su lado una vez, su aroma nunca lo olvidaría.
Perfecto
Entrelacé mi mano de forma descuidada con la de él, comenzamos a movernos suavemente al ritmo de la balada que sonaba en aquel momento. Sonreí y apoyé mi cabeza en su hombro izquierdo, dándole paso para que él comenzara a besar mi cuello sin interrupción. Al parecer entendió e hizo justo lo que estaba pensando.
Me tomó por la cadera con su mano libre y pegó mi cuerpo al suyo mientras aún seguía jugando con mi cuello. Me di vuelta y lo pude ver de cerca, era hermoso. No siquiera hablamos, tan sólo seguimos bailando toda la noche dejándonos llevar por la suave música que embargaba el bar.
Lo tomé del cuello y lo acerqué a mí para poder preguntarle algo.
- ¿Cómo te llamas? – pregunté, pero no hubo respuesta alguna, al menos en palabras. El desconocido me tomó por el cuello y me besó como nunca antes alguien me había besado. Rodeé su cuello con mis brazos mientras él me tomaba por las caderas para acercarme aún más a él.
Sin darme cuenta, comenzaron a cerrar el bar y yo seguía allí con él, pero extrañamente no quería separarme de su lado. No, no podía… ni idea porqué.
Sin previo aviso el desconocido me arrastró del brazo hasta la entrada del bar, me llevó a un costado y me apoyó en la pared. Yo estaba listo para lo que fuera, pero al parecer el no.
- Mir… mi nombre es Mir – murmuró el desconocido antes de besarme nuevamente
- ¿Y dónde te encuentro otra vez? – respondí con otro corto beso
- Cuando estés listo… en este mismo lugar – al decir eso, Mir se retiró y desapareció tal cual como llegó, de la nada.
Sonreí ante el último tacto de sus labios junto a los míos, una sensación cálida me invadió por completo y sin quererlo.
De aquel día, cada noche entraba al bar y sólo tomaba vino, mientras lo buscaba a él en cada rincón, en cada mesa… en todos lados.
Ya te encontraré, Mir – pensaba cada día en el bar, ya no me interesaban hombres, tan sólo lo quería a él.
- ¿Señor Lee Joon? – un mozo me sacó de mis pensamientos y como era usual, un vaso con algo adentro venía junto a él.
- Ya sabes Byunghee… Bótalo – murmuré para seguir con mi copa de vino usual
- Aunque sea… ¿Una copa de vino?
¿Una copa de vino?
Miré hacia todos lados buscándolo casi con desesperación, fui al sector vip y no estaba, recorrí las mesas a mi lado y tampoco, incluso corrí al lavabo pero nada… sólo quedaba un lugar.
Dejé mi chaqueta en la mesa y me fui hacia la pista de baile nuevamente y tal como la primra vez me fui mezclando con la gente, siguiendo el ritmo de la música al perfecto compás. No tenía idea que cosa me había hecho aquel hombre pero poco a poco sentía que lo necesitaba y cada vez más.
Seguí bailando hasta que lo vi al frente mío, con la misma expresión neutra que tenía la primera vez que nos vimos en el lavabo. Me dirigí hasta él moviéndome a medida que la canción avanzaba, pero cada vez que intentaba alcanzarlo, se alejaba.
¿Qué le pasará?
Sonreí cuando por fin alcancé a tomarle la mano antes de que retrocediera aun más.
- Te encontré – fue lo único que se me ocurrió decirle, pero él no hacía nada ni tampoco se movía.
- Por fin lo hiciste pero… - me soltó la mano de golpe y se alejó aún más – yo sólo sigo ordenes…
- ¿Ordenes? No entiendo… - seguí el mismo camino que llevaba él y conseguí acorralarlo en un rincón aislado del bar donde incluso la música sonaba bastante lejos.
- Sigo ordenes… pero a estas alturas no soy capaz de cumplirlas – murmuró el chico mientras tomaba mi rostro, yo… me dejaba llevar.
- ¿Y porque no? – giré la cabeza y acerqué mis caderas a las de él, no sabía porque, sólo sabía que necesitaba sentirlo aun más cerca de mi.
- Porque me enamoré de mi presa – diciendo esto me tomó por cuello y tal como el primer día, aprisionó sus labios contra los míos, permitiéndome sentir nuevamente aquella calidez tranquilizadora recorrer mi cuerpo. No quería que se detuviera, pero tenía que.
Desde aquella noche y cada noche nos encontrábamos en la pista, a través de una copa de vino él me decía que ya era hora de amarnos, quizás a escondidas, pero era la hora de amarnos al fin y al cabo.