Era un niño normal como cualquier otro, le gustaba mucho jugar, comer chuches, bailar canciones que los demás clasificarían para chicas, los colores llamativos (sobre todo el rosa), ser el centro de atención, vestir bien, etc. etc…. Sí! Era un chico normal como cualquier otro… o tal vez no.
Kim Kibum era un pequeño niño de 8 años que vivía en un muy precioso pueblo junto a su encantadora madre y su dulce abuela… pero como esta historia no está llena de conejitos, chocolates y pastelitos de fresa, puede que esa realidad sea un “poco” diferente.
KiBum era un precioso niño de 8 años que vivía en un barrio pobre alejado de todo el ruido y ajetreo de la ciudad; vivía solo con su madre y abuela ya que su padre les abandonó a él y a su madre cuando apenas tenía 6 años.
Con la mente de un niño pequeño, solo recuerda que fue en un día lluvioso; él estaba jugando tranquilamente con su conejito rosa preferido (regalo secreto de su abuela) y una muñequita que encontró en el parque abandonada y sucia (supuso que alguna niña tonta se la había dejado enterrada en la arena para niños) , cuando oyó en la cocina como discutían sus padres, esto no le preocupó mucho ya que desde hace un tiempo atrás comenzaron a hacerlo muy seguido de manera que prácticamente se había convertido en algo habitual en aquella casa de 60 metros cuadrados.
Él se encontraba en su habitación cuando sin previo aviso vio como su padre entraba por la puerta, fue tan sorpresivo que no le dio ni tiempo para esconder su querido conejito rosa ni su nueva muñequita. Sus ojitos agrandados por el susto vieron como su padre hacía una mueca de asco y empezaba a gritar cosas hacia su madre mientras bufaba dirigiéndose a él. No sabía si era por los gritos en aumento de su padre o porque ahora fuera su madre quien le miraba con odio y asco, la cosa es que sus hermosos ojitos empezaron a aguarse para luego resbalar grandes lagrimas por sus preciosas mejillitas.
Entre tanto alboroto sus oiditos captaban frases sueltas que poco a poco rompían su limpio y puro corazoncito; su padre le señalaba con el dedo mientras se dirigía a su madre diciendo “Miralo!! Esta es la cosa que has criado, decías que no le pegue, que le gustaban los peluches como a cualquier niño que solo era pasajero...JAJAJAJAJ!!” empezó a reírse de manera tan escalofriante que el cuerpecito de Kibummie se estremeció “Ahora es un marica, cuando crezca se acostará con cualquiera que le dé duro… JAJA… jugando con muñecas … que será lo siguiente?... que se pinte la boca y se ponga tacones?” .
El pobre KiBum no entendía del todo lo que su padre decía sin embargo, lamentablemente para él, la palabra “marica” ya la conocía y la había oído antes; según la dulce e inocente explicación de su abuela significaba que él era especial, que tenía gustos diferentes y que no era igual a los demás niños de su pueblo; cada vez que volvía con raspones en la cara y el cuerpo lleno de arena su abuela le consolaba, mientras le curaba las heridas, diciéndole que ser especial no era malo, simplemente los demás no le comprendían y le pegaban porque le tenían envidia ya que ellos eran gente normal y común.
A pesar de todas esas palabras que le hacían sentirse feliz y especial en medio de todos los insultos el oir a su propio padre diciéndole eso le hizo tanto daño que sus lagrima comenzaron a fluir con más fuerza y rapidez.
“No es mi culpa que tú no le hayas sabido dar la figura paterna que él necesitaba, si ahora es así no es solo mi culpa” gritaba su madre mientras sollozaba. “JAJAJA si así te sientes mejor pues échame la culpa a mí pero yo no me quedaré para ver como se convierte en la putita del barrio” , todas esas palabras le hacían daño a pesar de que no lograba entenderlas del todo, sin embargo al ver el rostro preocupado y afligido de su madre fue como una señal de alerta por lo que supuso que su padre había dicho algo muy malo.
“¿Q-qué es-tás insinuando?” “Creo que ya lo sabes, yo te amo pero … un hijo maricón no lo soportaré … aunque sea el hijo que tuve con la mujer que amo… “ , ahora veía como sus padres lloraban y se abrazaban … y aunque pareciese que era una reconciliación solo escondía la tormenta que se avecinaba.
“Noo, noo por favor no me dejes, podemos abandonarlo o darlo en adopción y así deshacernos de él…. Incluso podemos tener otro hijo, pero por favor no no no, no me dejes…”. A pesar de sus 6 años de vida y su poca experiencia, esas palabras sí las pudo entender, por lo que cogió su conejito rosa preferido y su muñequita y silenciosamente salió de esa casa sin rumbo ni dirección.
Después de caminar dando vueltas por ningún sitio mientras lágrimas y lágrimas rodaban por sus mejillitas sintió sus piececitos cansados y buscando un lugar donde descansar llegó a un parque desconocido para él. Se sentó apoyado en un árbol y cerrando sus ojitos intentó regular su respiración y calmarse un poco… sin embargo todo era en vano, al cerrarlos volvía a ver a sus padres gritando y a escuchar todas esas palabras hirientes dirigidas a él mientras le miraban con asco.
En lugar de calmarse empeoró y cuando sentía que el cansancio le podía vió entre sus húmedas y largas pestañitas como un niño con cara de perro se sentaba de cuclillas en frente de él. -Hooolaa?!- le decía aquel niño mientras le observaba con los ojos muy abiertos y con una expresión de asombro; KiBum al verle solo empezó a llorar más por lo que el pequeño niño se acercó más al él y sonriéndole le planto un beso en cada mejilla, muy cerca de sus ojos.
Las mejillitas de KiBum se colorearon instantáneamente y su corazón empezó a latir más rápido, tan rápido que se asustó mucho por lo que en un movimiento rápido empujó al niño cara de perro logrando que este se caiga. -¿Po-p-por qué ha-a-as heee-echo eesoo?!- dijo KiBum claramente exaltado, el pequeño en lugar de enojarse por la brusca reacción del bonito pequeñín lloroso sonrió y le dijo -mamá dice que no hay nada mejor que besitos para calmar a unos ojitos llorosos-.
KiBum no supo que responder ni qué hacer, su corazón latía muy rápido y creía que era por miedo. -¿Tu mamá no te da besitos cuando lloras?- preguntó inocentemente el niño, KiBum al oírle hablar sobre su madre no lo soportó más y se derrumbo llorando amargamente mientras el niño cara de perro le sujetaba rodeándole con sus fuertes bracitos. Comenzó a llenarle las mejillas y los ojitos de besitos diciéndole “no te preocupes yo seré tu mama…. Aunque pensándolo mejor, eso sería raro … Ah! Ya sé, yo seré tu papá… eso es!! Te cuidaré como tu papá-estas inocentes palabras en vez de tranquilizar al niño rubio (sí, porque KiBummie era rubio) hicieron que empezara a llorar más fuerte recordando a sus padres; sin embargo algo raro pasaba en su corazón y su estómago pequeño se revolvía como si tuviera bichitos, extrañamente esas palabras y la presencia de quien le abrazaba le hicieron sentir calma y tranquilidad mientras seguía llorando; por primera vez sintió cariño de parte de otra persona que no fuera su abuela.