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Soy feliz a tu lado. por Grifo

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Notas del capitulo:

Bueno, ¡¡hola!!

Si, pareja rara xd Pero TENÍA QUE HACERLO. Sucede que, inexplicablemente, ¡soñé con ellos! ¡Es la primera vez que me pasa esto! jajajaj

Les pido disculpas de antemano. Cuando escribo intento mantener las personalidades, y no lo logro totalmente. Sé que mi trabajo no es genial, hice todo lo que pude, escribiendo tal cual yo los veía. ¡Espero, sin embargo, les guste!

1, 2, 3, 4 pasos más. Mentía si decía que no lo cansaba. A pesar de ser un gran guerrero, acostumbrado al duro entrenamiento, golpes y batallas, de tan solo pensar en subir y bajar esas largas e interminables escaleras para entrar y salir de su casa… ya sentía malhumor, y más aún considerando que su casa, era la última.

Refunfuñando Piscis se detuvo frente a la primera casa del zodíaco, Aries, y comenzaba el ascenso.

Subía y subía, sus pies no hacían más que moverse por inercia, cuando llegó arriba de todo se encontró con Shion que estaba de pie apoyado en uno de los pilares en la entrada, hablando con Dohko.

-          Buenos días señores – saludó educadamente, los caballeros le sonrieron mientras movían sus cabezas en forma de respuesta – Shion, ¿me permites pasar por tu casa?

-          Buenos días Albafica, claro, puedes pasar – con un gesto de su mano le indicó que atravesara su propiedad.

Con un escueto “gracias” siguió la seña de Aries y continuó la caminata. Pensó en quizás quedarse con sus compañeros, pero supuso que el trayecto se haría más largo y no haría más que atrasar su llegada.

No iba muy rápido, necesitaba guardar energías, por lo que subía tranquilo. Ensimismado en sus pensamientos llegó a la casa de Tauro sin darse cuenta. Su dueño no estaba en las afueras, se acercó a la entrada y lo llamó.

-          Hasgard – nada – Aldebarán de Tauro – habló una segunda vez elevando un poco la voz. Sintió unos pasos en el interior de la construcción.

El dueño se asomó detrás uno de los pilares sonriendo amablemente como siempre y se acercó al peliazul.

-          Albafica ¿otra vez en el pueblo?

-          Si, otra vez… - su sonrisa fue diminuta, pero perceptible.

-          ¿Cómo estuvo la misión?

-          Excelente, sin embargo me temo que es posible una inminente llegada de los espectros.

-          Bien, estamos preparados – el grandote alzó su puño con valentía, provocando esta vez una risa en el otro.

-          Claro que si… - lo miró, ese hombre siempre le hacía reír, mucho más que cualquiera - ¿me dejas pasar?

-          Puedes pasar – agachó su cabeza mientras se hacía a un lado, sin intervenir en el camino de Piscis. Cuando éste le pasó por el costado habló – sólo debes prometer que algún día volverás para acompañarme a tomar algo – la última vez que Albafica había ido hasta su casa habían tomado un poco de café y permanecieron charlando un rato, de eso hacía mucho.

Se giró mirándolo, para después regalarle una sonrisa tierna – claro, uno de estos días vendré a verte, Hasgard – y así continuó su caminata.

Una de las pocas personas que lo llamaban así, Hasgard. Tauro lo dejó partir y continuó con lo que hacía antes de su llegada.

Pasó Tauro, lo que le agradaba su guardián no tenía nombre. Siempre le sacaba sonrisas, su carácter amable y su buen sentido del humor le fascinaban, le gustaba pasar tiempo con él, sin embargo tenía miedo, miedo de acercarse tanto. Era la flor más venenosa del jardín.

El ascenso fue tranquilo, algunos caballeros se encontraban en sus casas, cruzó dos o tres palabras de cortesía con ellos y continuaba el recorrido, otros en cambio se encontraban en misiones por lo que tuvo que seguir de largo.

Varios minutos pasaron hasta que llegó a su casa, sin embargo no pudo permanecer ahí, debía ir con el Patriarca a informar sobre los resultados. Cansadamente atravesó su propiedad, la armadura le pesaba más que de costumbre, estaba agotado, le había costado descansar e inevitablemente había batallado con algunos enemigos, y continuar subiendo en vez de recostarse en su cama a dormir no era algo que le causara gracia.

Para su suerte la visita con el Patriarca fue corta y rápida. Había derrotado a dos espectros pero la amenaza al santuario continuaría, el mayor entonces ordenó que todos los Santos estuvieran preparados para la gran batalla, permitiendo que Piscis se retirara.

Admitió que si bien las noticias no eran buenas, su sonrisa era porque por fin iba a poder dormir, sin embargo no dejó que el gran Patriarca lo viera hacer semejante gesto. Camino a su casa, divisó a lo lejos el signo de Piscis, y apresuró el paso. Entró, se cambió de ropas y no hizo más que recostarse a descansar. Al fin.

 

Otro día comenzaba en Grecia, era verano y el sol ardía especialmente en ese momento. Se despertó temprano en la mañana, ya descansado. Buscó su ropa de entrenamiento y luego de un rápido desayuno comenzó el descenso al campo. En su camino fue reclutando un par de compañeros de entrenamiento. Aunque reacio a las multitudes se mantenía un poco alejado de sus colegas.

Charlando amenamente estaba cuando llegó a Tauro, su guardián estaba alistándose para salir cuando recibió a los jóvenes caballeros que, como todos los días, se dirigían a entrenar. Sumándose a ellos se posicionó al costado de Albafica, ambos se sonrieron en forma de saludo, y Hasgard no tardó en enterarse del tema de conversación.

Ya abajo, en el campo de entrenamiento, jóvenes aspirantes a las armaduras de bronce y plata estaban peleando, mientras que un campo más reducido no muy lejos del primero, era reservado para los Santos Dorados. Éste estaba ocupado por Kardia de Escorpio, quien hacía relucir su afilada y temerosa aguja escarlata ante su oponente de turno, Shion de Aries. Una reñida pelea se desataba, ambos caballeros poseían un poder enorme, casi igualado.

-          ¿Y qué tal? – Hasgard encontró lugar junto a Dohko en una gran piedra. A su lado permaneció Sísifo, de pie, atento a la respuesta del chino. Mientras que Albafica seguía de largo, apoyándose contra otra piedra, no muy lejos del resto.

-          Al principio empezaron con los puños, hasta que Kardia lo llevó a otro punto y comenzó a utilizar su aguja escarlata - ¿por qué no se sorprendía por esas ganas de dar todo de sí del santo de escorpio? Rio Albafica escuchando también – Shion respondió con su Crystal Wall y… así los ves – Dohko sonrió esta vez, mientras señalaba a los oponentes.

Ambos tenían rasguños, moretones y sangre en sus ropas y cuerpo, pero no perdían la energía y fuerza.

Un nuevo ataque del escorpión fue esquivado hábilmente por Aries, quien decidió dar el golpe final, atacó a Escorpio con todas sus fuerzas y sintieron el elevado cosmos del lemuriano expandirse sobre todo el campo de batalla. Parecía una pelea de verdad, en la que Kardia de Escorpio resultó perdedor.

-          Bien, felicidades Aries – el escorpión se intentaba poner de pie, recibiendo la mano de Shion en ayuda, sin embargo no la aceptó – ganaste, pero la próxima tendré revancha – no estaba molesto, miró al peliverde y le sonrió de costado, claro que iba a tener revancha.

Todos los presentes aplaudían el enfrentamiento, de oro, plata, bronce, y el gran patriarca eran los espectadores de la mañana.

-          Gracias caballeros – habló el pope firmemente posicionado a las alturas del campo, sobre unas grandes piedras - ¿Quién es el siguiente?

Los dorados se miraban entre sí, uno de ellos dio dos pasos al frente.

-          El Cid de Capricornio... ¿Tu oponente?

Hizo silencio, tenía el nombre de su oponente casi tatuado en la mente, desde que había peleado por primera vez con el que sentía la necesidad de vencerlo, luego de la humillante derrota, y esta vez estaba preparado.

-          Piscis. – claro y alto. Hasta punto final tenían sus palabras. Piscis, fue lo único que dijo. ¿Por qué derrota humillante? Él era El Cid de Capricornio, poseía la espada Excalibur, majestuosa y afilada. Sin embargo cuando peleó contra el peliazul, con un veneno que no estaba dispuesto a utilizar contra un compañero, éste se limitó a pelear con sus puños. Sin ataques, ni rosas, el de Capricornio resultó perdedor.

Albafica entonces se separó de la piedra donde se apoyaba y se encaminó al campo de batalla. No iba a utilizar su veneno contra El Cid, dispuesto a pelear con sus manos y su habilidad física se posicionó frente a él una vez ambos en el medio.

Capricornio mostró su brazo, Excalibur estaba lista. Piscis no hizo más que prepararse para un duelo reñido. La derrota del peliazul parecía evidente ante los ojos de todos, sin embargo sabían que Albafica era un gran guerrero…

 

 

Aplausos oía, intentó ponerse de pie una vez, dos veces, le dolían los brazos. Levantó su cabeza, miró al frente, El Cid se reunía con el resto de los santos que lo felicitaban por su gran batalla. Por un poderoso golpe de Capricornio había terminado casi en la tribuna que se había formado, muy cerca de los espectadores. Se encontraba lleno de moretones y cortes, no mucha sangre caía al suelo, salía de las lastimaduras en su cuerpo, El Cid no había tenido cuidado con nada, todo su cuerpo fue maltratado equitativamente.

-          Te ayudo – escuchó a su costado, miró, veía borroso, pero distinguió la voz de El Cid que le extendía la mano.

-          No gracias, aléjate – habló como pudo, su sangre envenenada era peligrosa.

Capricornio lo miró fijamente, no le extrañaba la respuesta, eso parecía que era lo único que Piscis sabía decirles a todos. Inexpresivo se apartó, volvió su cuerpo atrás y se marchó junto a Sísifo y los demás.

Escuchó como el patriarca volvía a reclutar dos oponentes. Mientras se levantaba de a poco y con cuidado veía acercarse al campo de batalla a Acuario, no escuchó a quien eligió como contrincante, se marchó a su casa.

 

Llegó a Aries, Shion estaba saliendo de sus aposentos, luego de arreglar sus ropas y curar algunas heridas estaba listo para volver a entrenar.

-          Albafica… - pronunció sorprendido cuando vio al casi desecho guardián de la última casa.

Lo miró, sonrió de costado – Capricornio – fue su concisa explicación.

-          ¿Te ayudo…. – la pregunta murió en su boca, el peliazul se detuvo frente a la entrada como esperando algo – puedes pasar – no había caso, no iba a aceptar ayuda.

-          Gracias, Shion – habló bajito y caminó dentro.

Lentamente pasó Aries, subió sin ganas las escaleras a Tauro, y así con todas las casas. En su camino sólo encontró a Kardia, que estaba mucho mejor que él, aunque aún se encontraba curando su cuerpo luego de la pelea con Shion.

Llegó a su templo, y procedió a darse un baño.

Limpio los cortes, les aplicó un ungüento especial para su cicatrización y los vendó. Estos se encontraban en sus brazos, torso, piernas y hasta había algunos pequeños en su cuello y rostro. Jamás había sido derrotado de tal manera en el entrenamiento. Se cambió para bajar de nuevo al campo, sin embargo le costaba moverse, lo hacía con dificultad y encontró inútil el bajar para mantenerse al margen de las peleas.

Se recostó en su cama y decidió descansar, sin dormir, quizás leer un libro.

Horas pasaron desde eso. La noche caía y él no podía concentrarse en su libro. Ni en el libro ni en nada. Tenía muchas ganas de compañía. Se había acostumbrado a ser alguien solitario, sin embargo a veces extrañaba una larga charla, con su maestro, con un amigo. Quería no tener problemas para acercarse a alguien, no preocuparse por el veneno.

Se puso de pie, lo pensó una, dos, tres veces. Le dio vueltas en su cabeza. Iba de aquí a allá, se sentía un león enjaulado en su cuarto. Se acercó a la ventana y miró abajo. Pudo divisar un caballero que salía de Escorpio y bajaba las escaleras, otros que ascendían, sintió cosmos alegres y unidos, sintió que las amistades en el Santuario estaban cada vez más fuertes y él era el único que no tenía a quien acudir, estando tranquilo de que aquella persona entendiera su necesidad de distanciarse físicamente, pudiendo entonces disfrutar de una amena charla. No había alguien que entendiera semejante decisión de soledad entre los once caballeros restantes, ¿o si había?

No, no era correcto. O quizás sí. Una nueva encrucijada.

-          El problema es que pienso demasiado las cosas – se dijo a sí mismo, descubriéndose hablando solo, pocas veces hacía eso y le avergonzaba un poco. Sonrió entonces – si, pienso demasiado las cosas.

Se cambió nuevamente, tenía su ropa de dormir. Algo simple y fresco para la noche de verano. Pasó a su cocina, encontró unas galletas dulces en la despensa y salió de su casa.

Descendiendo las doce casas del zodíaco lo vieron los dueños de los templos vecinos, que se asombraban de ver al doceavo guardián pasar a esas horas por sus casas. 

Llegando casi a destino, divisó la casa de Tauro mientras bajaba por las escaleras de Géminis. 

Se paró en la entrada del segundo templo y llamó.

-          ¡Hasgard! – su voz era más animada que de costumbre.

-          Puedes entrar Albafica – escuchó en el interior del lugar, entró pero no vio al guardián en ningún lado.

-          ¿Dónde estás? – miraba para todos lados pero no lo encontraba.

-          En la cocina.

Se dirigió a esa habitación, encontrando a Tauro sentado frente a una mesa. Ésta tenía dos tazas de porcelana y una tetera en el medio. Al costado derecho una canasta vacía, y del izquierdo una con pan y un poco de mermelada.

-          Hasgard… ¿qué es esto? – le llamó la atención la preparación. Escuchó un ruido, miró al costado, el agua en un reciente al fuego estaba a punto de hervir.

-          Llegaste a tiempo – respondió Tauro mientras se paraba y retiraba el recipiente del fuego.

-          ¿Para qué?

-          Para tomar un café – le hizo una seña con la mano – puedes sentarte – sonreía.

-          ¿Esperabas a alguien? – se refirió a las dos tazas. Haciendo caso a Tauro tomó una silla, pero consideró tomar una distancia prudente, por lo que se apartó un poco, por no decir bastante, de la mesa.  

-          Sí – lo miró sonriente, como siempre.

-          Entonces me voy – ya estaba a punto de pararse.

-          Albafica, te esperaba a ti.

Sólo lo miro confundido. Era alguien de pocas palabras, sin embargo Tauro le hacía hablar más de lo que pensaba, ahora había provocado el efecto contrario.

-          Sabía que ibas a venir – continuó el otro al ver el rostro estupefacto del peliazul. Éste ahora hizo un intento por hablar, pero nada se escuchó – no preguntes, toma un café conmigo – se acercó a la mesa – y puedes dejar tus galletas en la canasta vacía.

Tenía todo preparado, le sorprendía de sobremanera.

Accedió con un movimiento de cabeza. Hasgard sirvió el café en una de las tazas, que rechazó cuando se la acercó, una vez ésta volvió a su posición en la mesa la tomó, evitaba el más mínimo contacto.

Tauro tomó asiento y se dispusieron a charlar amenamente. Siempre era entretenido cuando ellos dos estaban juntos.

Ya entrada la noche, dos cafés para cada uno habían pasado, decidieron dejar de tomar cuando pensaron en el bien de su sueño, entonces fue Piscis el que puso punto final y se puso de pie.

-          Gracias por la noche, Hasgard – agradeció sinceramente. Era bueno romper con el estereotipo que tenían todos de él, un solitario de primera que no tenía amistades. Si prefería permanecer lejos, era por el bien de otros.

-          No hay de que Albafica, buenas noches.

-          Buenas noches – se giró para comenzar el tortuoso ascenso hasta su templo.

Salió de la cocina, y estaba llegando a la salida.

-          Albafica – escuchó a su espalda y se giró. Miró a Hasgard que estaba caminando lentamente en su dirección – yo… quería darte algo.

Lo miraba expectante, tenía algo escondido en su espalda.

Descubrió lo que ocultaba. Una pequeña flor color violeta estaba en su mano, se la extendió al caballero de Piscis.

-          Hasgard…

-          Quería regalártela, me pareció muy hermosa – el peliazul la tomó, teniendo cuidado de no rozar en lo más mínimo a Tauro.

-          Gracias – no sabía que decir, estaba algo cohibido. No supo porqué en ese momento sintió unas enormes ganas de abrazarlo. Inconscientemente intentó acercarse, pero se detuvo rápidamente, sus ojos mostraban desilusión - Lo siento.

-          Está bien – siempre sonreía amablemente – estoy feliz con que te guste.

Asintió con la cabeza dibujando una impecable y amplia sonrisa, poco habitual en él. Se giró y de costado habló de nuevo – gracias de verdad.

Se quedó unos instantes de costado observando a Hasgard, y sin borrar la sonrisa se giró completamente para marcharse. Caminaba lento y tranquilo. De a ratos tocaba los pétalos de la flor con la punta de sus dedos, otros la llevaba a su nariz y aspiraba su dulce aroma. Quería a Tauro, desde que lo conoció había sido comprensivo con él, lo quería mucho. Y Hasgard lo quería a él.

 

El dueño de la segunda casa lo vio irse, comenzando a subir las escaleras de géminis. Por momentos le ponía triste no poder acercarse al otro, pero estaba contento de ser correspondido, esa sonrisa que le regaló le dijo todo lo que no expreso con palabras. Y aunque era prácticamente imposible algo entre ellos dos, estaba contento con disfrutar ratos con él, ya que era la única flor en su jardín. Venenosa y rara, pero la más hermosa.

Notas finales:

Muchas muchas gracias por leer! Nos vemos!

 


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