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Café frío por rayito de luz

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Notas del capitulo:

¡Hola a todos!

 

Dios, hace años que no subía nada xD En fin, aún sigo merodeando en esta página.

 

Espero que disfruten de este one shot que surgió en un momento de total... ocio. (Ahora no tengo ni un tiempito para mí... maldita universidad).

 

Gravitation no me pertenece.

 

Café frío

 

— He comenzado hace algunos meses a verte de otra manera.

— ¿Q-qué?

— ¡Maldición! — lo tomó de los brazos y lo acercó peligrosamente hacia su cuerpo —. ¡Me gustas!

Y los besos furiosos por parte uno y los sorprendidos y necesitados de otro, fue el comienzo.

Más tarde, los besos ya no eran suficientes. Las manos del mayor recorrieron el abdomen y la espalda del pelirosa. Dejó la boca sabor a frutilla y se dedicó a lamer el cuello expuesto a voluntad. Jadeó cuando una mano más pequeña se coló entre su ropa y le acariciaba con cierta timidez su pecho.

 

* * *

 

Despegó su vista de la taza de café y la enfocó en su amante: Yuki Eiri. Con su rostro serio y mirada fría, lo ignoraba magistralmente, pues estaba ocupado con su nueva novela. Con suerte — chillidos y lloriqueos por parte suya —, logró arrastrarlo del estudio con su inseparable computadora portátil para que se alimentase decentemente.

Apenas había probado el café que preparó con mucho amor, en cambio, la cocina apestaba a cigarrillo. Con una mueca de asco, determinó que pediría un turno para ver a un doctor, estaba seguro que ya era un fumador pasivo. ¿Cómo no serlo de todos modos? Hacía años que vivía con Eiri.

“Hoy se cumplen cuatro años desde que me metí a tu vida, querido Eiri” — bebió el último sorbo y lavó la taza lentamente.

El agua le acariciaba la mano y sabía, porque ya lo tenía previsto desde hace algún tiempo, que era inevitable que cerrase la llave. Ni una gota salió del pico.

— ¿Yuki? — preguntó suavemente, sin voltearse aún —. H-hoy es nuestro aniversario…, y yo q-quería saber si-

— Cállate, ¿qué no ves que estoy trabajando? — lo interrumpió rudamente.

— Lo siento, Yuki — sonrió como cuando tenía diecinueve años.

— No me molestes mocoso, estaré trabajando en mi estudio — recogió sus cosas sin mirarlo —. Si me interrumpes, te largas.

Con esa advertencia resonando entre las cuatro paredes, se marchó. Shuichi no perdió la sonrisa, simplemente lo miró con todo el amor que fue capaz de exteriorizar con ella.

— No lo haré, amor — dijo con voz dulce, sabiendo que su amante lo escuchó antes de azotar la puerta de su estudio.

El sol brillaba y Shuichi sonrió aún más. Hoy vería a Hiro.

 

* * *

 

Era un lugar muy sencillo. El dueño de la heladería era un hombre amable ya entrado en años, y su hija era una mujer amistosa y alegre. Hiroshi siempre sabía escoger lugares tranquilos.

— ¿Qué te parece? — sonrió con confianza.

— ¡Hiro! Sabes que siempre me gustan los lugares a donde me llevas — rió.

— Lo sé — le miró cálidamente —. Aquí hacen un delicioso-

— No importa — cortó sin brusquedad —. No vine a comer… lo he pensado, Hiro.

— ¿D-de verdad?

— Sí.

Un silencio ansioso y extraño se mantuvo por algunos minutos hasta que la mujer apareció con unos helados. Los dejó en la mesa y sin decir nada, se marchó.

— Perdón — se disculpó el pelirrojo —, ya había ordenado antes de que llegaras. Era una sorpresa.

— No cambias — suspiró —. ¿Es de mi sabor favorito?

— Puede ser — respondió juguetón.

— ¡Hiro malo! — a pesar de sus veintitrés años, seguía siendo un niño. A veces —. ¡Sabe delicioso!

Rieron y comieron, como cuando eran adolescentes.

— ¿Shu?

— Dime.

— Vámonos.

 

 

* * *

 

Llegó a la tarde. El sol estaba en la cúspide del cielo. El silencio del departamento le respondió su saludo. Caminó sin hacer ruido hasta el estudio. La puerta le separaba de su pareja.

“Prometí no molestarle”, se recordó.

Fue hasta al cuarto en el cual compartieron pasiones y amor. Al menos, él lo dio todo de sí. Acarició las sábanas con sus dedos, rememorando los encuentros íntimos. Lo poco compartido.

Suficiente.

Tomó su maleta y guardó su ropa prolijamente, porque muy dentro de él deseaba que Yuki lo estuviese deteniendo. Con las lágrimas saliendo de sus ojos y derramándose en la alfombra, comprendió que lo que estaba haciendo era la solución y su amado escritor jamás lo detendría. Jamás lo había hecho.

Todo lo contrario, él lo corría en cada oportunidad.

Con el reverso de su campera se secó el agua salada que recorría su rostro. La maleta estaba hecha y fuertemente sujeta. Su mirada recorrió la habitación. Ninguna marca suya estaba en ella y sonrió tristemente.

Pareciera ser que nunca existió su presencia allí.

Se dirigió a la cocina y preparó un café. Sabía que Yuki lo prefería amargo. ¿Irónica situación? Se preguntó por un momento. Sofocó la risa con su mano.

— Ya es hora, amor — susurró con su bella voz.

Dejó la maleta al lado de la puerta. Con pasos firmes se plantó frente a la guarida de aquel escritor que cambió su vida. Tocó la puerta y esperó unos segundos.

— ¡Yuki! ¡Te preparé café!

El nombrado abrió la puerta enfurecido.

— ¡¿No te dije que no molestaras?! — escupió con un cigarrillo entre sus labios —. Maldito mocoso, no sé en qué pensaba cuando dejé que te quedaras en mi departamento…

Masculló dirigiéndose a la cocina y sacó una cerveza de la heladera. Ignoró el café que, con mucho amor y esperanzas perdidas, fue hecho.

Y Shuichi Shindou una vez más comprendió que no se equivocaba.

— Por interrumpirme te largas, baka — dijo fríamente su, alguna vez, amor. 

— Lo sé — asintió en el umbral de la puerta —, pero antes, necesito que me escuches.

— No, ¡lárgate!

No insistió. Se dio media vuelta y se marchó.

Shuichi sujetó nuevamente la maleta. Sus labios y piernas temblaban. No podía marcharse hasta sacar todo lo que su corazón guardaba.

— ¡Eiri! — gritó desde su posición; no se movería —. ¡Fuiste mi primer amor y el primer hombre en mi vida y cuerpo! Y-yo guardaré los pocos buenos recuerdos de a-ambos… juntos.

>> Quisiera decirte que te amo y te amaré para toda la vida… pero no puedo. Ya no. Estoy cansado, ¿sabes? Luchar contra el mar es agotador. ¡Hice mi mejor esfuerzo! Lo sé, yo lo sé y también lo sabes.   

 Le sonrió tristemente al sorprendido hombre que le observaba y escuchaba silenciosamente.

>> Encontré a alguien más, si eso es lo que preguntas y no, aún no tenemos sexo. Lo detengo cuando estamos a punto de hacerlo. Sabe que tengo pareja, o la tenía hace algunos momentos. Sé que tienes miedo de amar, pero hazlo.

— ¡Me traicionaste! — gruñó Eiri con una furia que apenas lograba controlar —. ¡¿Cómo te atreves a decirme estas estupideces en la cara?!

— ¿No recuerdas a tus amantes? —habló sin inmutarse por la fiera mirada que se le daba —. ¿Acaso olvidaste cuando me restregabas en la cara tus infidelidades? ¡Yo no dije nada! ¿Sabes por qué? ¡Porque te amaba y quería por todos los medios que confiaras en mí!... Que me amaras tan sólo un… poco.

El silencio cubrió la sala. Shuichi se mordió los labios, ya no había vuelta atrás. Ahora, era él y no Yuki quien decía lo que debía o no hacer.

— Sé feliz, Yuki Eiri. Tu tan ansiada libertad ya la recuperaste después de cuatro años. ¿Por qué no sonríes? Yo no dejé de hacerlo cuando me echabas, me ignorabas, me lastimabas y mucho menos, cuando te decía “te amo” y tú sólo me insultabas o evadías mis sentimientos. 

>> Supongo que yo no era para ti. Aún así, después de todo, te deseo lo mejor. Porque yo ya decidí. Hoy es nuestro aniversario, o yo así lo consideraba. Y esperé, esperé horas a que reaccionaras. No lo hiciste… me voy, me marcho de este departamento que nunca fue nuestro, y de tu vida, que jamás compartiste conmigo. Adiós.

La puerta se cerró y las llaves de aquel chico atolondrado estaban en la mesa.

— Shuichi… — murmuró perdido, incapaz de correr hacia la felicidad que creía no merecer.

El miedo y el orgullo fueron más fuertes.

 

* * *

 

Sin derramar alguna lágrima, salió del edificio. Unos brazos lo envolvieron y el se aferró a ellos, soltando su maleta en el proceso. Lo había hecho. Logró decirle a aquel rubio y seductor hombre, lo que llevaba años atragantándose en su garganta, desvelándolo en las noches e hiriéndole en lo más profundo del alma.

— Ya está, no llores, estoy aquí.

— Llévame lejos, Hiro — suplicó.

— ¿Finalmente serás mío? — preguntó contra los labios del pelirosa.

— Sí, ya soy libre — lo miró a los ojos y lo besó suavemente.

Hiro le secó las lágrimas y lo abrazó. Sujetó la maleta y, tomados de la mano, se encaminaron hacia su nueva vida. Juntos.

 

* * *

 

El sol se ocultó. Yuki miró una vez más el café que Shuichi le preparaba todas las mañanas y tardes. Era su preferido y nunca se lo dijo. Lo bebió, porque era el último que tomaría de su amado.

El café estaba frío.

 

 

Notas finales:

Supongo que esto es producto de la ruptura que quiero ver entre Eiri y Shu xD son esos momentos en que mi vena malvada brota para hacer sufrir a Yuki, jeje.

 

Lo siento por él (no tanto), pero lo tomo como retribución por las lágrimas de Shuichi. Uhm, creo que haré una posible continuación... quiero más de mis adorados Hiro y Shu-chan :3

 

En fin, espero que lo hayan disfrutado... todo lo posible, jeje.

 

Les deseo lo mejor! Cuídense y besos!

 

 

 

Rayito de luz


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