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Volviendo a enamorarte por LuuOkita

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Había pasado solamente un año desde el suicidio del falso genio y la mayor parte de la gente, incluso a las que tanto había ayudado no le recordaban, ni si quiera la rapidez de deducción que poseía. Su piso, su casa, ahora simplemente estaba abandonado y vacío. La sra Hudson no tenía fuerzas para alquilar a nadie de nuevo en aquel lugar, el cual estaba lleno de cajas con las cosas del detective.

Por otra parte, John, que había dejado de ir al psiquiatría de nuevo no dudó en irse del piso, en querer olvidarse por completo al comprobar que con el paso de los días, era verdad que su compañero, su amigo, estaba muerto de verdad y ningún milagro podría traerlo de vuelta.

 

Aunque al parecer su vida dio un giro inesperado, había encontrado a una mujer que realmente le llenaba, era dulce, cariñosa, inteligente y además de simpática. Su nombre era Marie y era de origen francés. Ambos vivían en un precioso chalet a las afueras de Londres, se habían casado esa misma primeravera y regresaban de su viaje, cuando algo en el aeropuerto distrajo la atención de John.

 

Era un joven bastante alto, con el cabello corto y castaño claro, con un flequillo que le caía sobre la frente, además de llevar unas gafas de pasta, pero no pudo verle si quiera el rostro, parecía que iba con prisa, aunque por alguna razón le recordó a Sherlock. Negó con la cabeza de manera leve intentando no pensar en él y le sonrió a su mujer mientras subían a un taxi. Ni si quiera le había hablado de Holmes, pero tampoco pensaba hacerlo.

 

 

Era una fría noche de invierno, las calles estaban cubiertas de niebla y parecía que iba a empezar a nevar de un momento a otro, pero en la calle Baker, al parecer de nuevo había ruidos en el 221B, un sonido seco y sordo de algo cayendo al suelo, rompiéndose en pedacitos que volvieron a sonar al chocar contra el suelo. Luego alguien que rompió una ventana, los cristales cayendo a la calle, aunque eso bastó para despertar a la sra Hudson, la cual muy asustada llamó al inpesctor Lestrade, ya que le había dejado su número, para él era la que había actuado de madre con el detective.

 

-¿Qué le ocurre señora Hudson? -Preguntó con una voz algo cansada, todavía estaba en el interior del coche para volver a casa, se le había hecho tarde en la oficia.-

 

-¡He oído ruidos arriba! ¡Estoy segura de que alguien entró! -Exclamó, o al menos eso fue lo que pudo entender el policía. Estaba demasiado nerviosa.

 

-¿No podría ser el doctor Watson? A lo mejor tenía algo que buscar -Le dijo intentando calmarla, aunque sabía perfectamente que el rubio era incapaz si quiera de pronunciar el nombre del moreno sin llorar.

 

-¿Y entonces para qué iba a romper una ventana? -Dijo la mujer, aunque algo más tranquila mientras subía escaleras arriba y encendió las luces, viendo que solamente se había caído una cubeta vacía de tantas que había en una caja.- ¡Y no se llevaron nada! Menos mal -Dijo aliviada, algún día debería darle todo aquello a alguien ¿no?

 

-Bueno señora Hudson, intente dormir y mañana me pasaré por allí -Le dijo, colgando luego a la mujer entrando a su casa. Seguía pensando en que clase de persona entraría a la casa del detective, para no llevarse nada. ¿Y si no era Watson quién iba a ser? La primera imagen que se le vino a la frente fue la de Sherlock Holmes, pero no podía ser. Los fantasmas no existen.

 

La mañana del día siguiente, Mycroft Holmes, que no paraba de sentirse culpable por la muerte de su hermano le dieron una noticia un tanto impactante.

 

-¿Cómo has dicho? -Le preguntó a su secreterio, con gesto claramente sorprendido mientras veía fotos de los cuerpos asesinados de cómplices en la red criminal de Moriarty, ese maldito psicópata.- ¿Cómo es posible? Estaban bajo vigilancia -Dijo, comenzando a enfadarse a ese paso no podría terminar con la red de ese hombre.

 

-Hay pruebas, seguían bajo vigilancia, pero...-Suspiró, comenzando a enseñarle las fotos.- A este le robaron la cartera y recivió quince puñaladas -Cogió otra foto.- Este fue a comprar droga y también terminó muerto -Le miró a los ojos mientras dejaba hasta viente fotos sobre la mesa.- Incluso hay algunos que no vigilabamos pero si estaban involucrados.

 

Se quedó en silencio, casi paralizado al oír sus palabras. Era demasiada coincidencia que todos y cada uno de los cómplices de Moriarty estuviesen cayendo como moscas, por vagabundos, ¿ellos elegían al azar ¿no es cierto? Pero no pudo evitar pensar en la red de vagabundos que Sherlock había mencionado más de una vez. No, definitivamente solo era coincidencia, los muertos no pueden volver a la vida.

 

 

Al doctor también llegaron las noticias, e incluso las vivió en carne propia al ver que llegaba un herido de arma blanca al cual intentó salvar en quirófano pero simplemnte no pudo, algunas veces ser médico no es suficiente. Había sido un mal día y tras recivir un mensaje de Lestrade diciéndole que anoche alguien había entrado a su antiguo piso ya se le habían quitado las ganas de todo. Recordaba a Sherlock tocando el violín, Sherlock sonriendo , Sherlock en la bañera, Sherlock en su palacio mental, Sherlock pidiendo té, Sherlock haciendo experimentos, Sherlock curioseando en su blog...Sherlock y más Sherlock por todas partes.

Se había encerrado en uno de los tantos baños, suspirando y se lavó la cara tratando de estar lo más tranquilo que pudo, pero se encontró con algo que no tenía previsto. Tendría que hacer algunas horas de guardia, al menos hasta que fuese de noche.

 

Pero esa noche, de nuevo en el 221B de la calle Baker, los ruidos de cosas moviéndose y rompiéndose volvieron a despertar a la señora Hudson, pero esta vez decidió subir con una linterna, por alguna razón los pasos nerviosos y rápidos se le hacian muy familiares. Abrió la puerta despacio sin atreverse a encender la luz, viendo una figura alta, con el cabello corto que parecía rebuscar algo en una de las tantísimas cajas mientras iba de un lado para otro. Juraría que era Sherlock, pero no vestía como él, este chico era mucho más informal.

El hombre oyó ruidos y entonces volvió a salir por la ventana, aunque la mujer aun muy asustada corrió, a ver si se había tirado pero en la calle no había nadie. Asustada de nuevo, volvió a llamar al inspector que esta vez si confió más en sus palabras y fue a su casa, junto con la sargento Donovan, pero no pudieron averiguar demasiado.

 

Mientras tanto, John terminaba su guardia llena de niños enfermos de resfríados o adolescente con borrachara y salió con las manos en su abrigo, el aire estaba más helado ultimamente y se había olvidado los guantes. Iba centrado en su camino, moviendo los dedos dentro de los bolsillos hasta que vio una figura terriblemente conocida. "Sherlock" Fue lo primero que pensó al verle, pero cuando se acercó apenas dos pasos más vio que era el joven del aeropuerto. Iba con una mochila al hombro, además de vestir mucho más informal que el detective y de nuevo con esas gafas, seguro que tenía rostro de intelectual. Sonrió un poco pensando en como se vería el menor de los Holmes con esa apariencia y entonces se dio cuenta que se subía a un taxi. Caminó algo más rápido, mirando hacia el taxi, tratando de descubrir su rostro, pero solamente se vio reflejado por la farola que tenía detrás, solo se vio a si mismo. Decepcionado por un espejismo. ¿Acaso se estaría volviendo loco?

 

Era el tercer día después de los robos y Lestrade prácticamente seguía a un fantasma que se desvanecía por una ventana, hasta que una idea le vino a la mente que quizás Mycroft quisiera recuperar algo de su hermano, pero por orgullo no quería que nadie le viese.

 

-¿Si? ¿Quién habla? -Preguntó el susodicho al coger el teléfono, mientras revisaba todas aquellas muertes sin sentido de las personas que vigilaba, aunque muchas ni si quiera estaban en el país.-

 

-Soy Lestrad -Dijo pero no le dejó tiempo a decirle que estaba demasiado ocupado y comenzó a explicárselo.- Han ocurrido aparentemente dos robos en el piso de... en el piso en el que vivían tu hermano y el doctor Watson, pero la sra Hudson no pudo verlo...-Se quedó callado unos segundos, aun le entristecía pensar en que no vería a ese moreno pasearse por la escena del crimen.- ¿Tienes algo qué ver?

 

-¿Y qué voy a tener qué ver con eso? Hace un año que no paso por esa calle si quiera, además estoy demasiado ocupado ahora mismo -Colgó, aunque se quedó pensativo. Entre los misteriosos robos y aquellos asesinatos no podía sacarse a su hermano de la cabeza.

 

Se había levantado temprano para acompañar a Marie al aeropuerto, tenía que volver a París al menso por unos meses, pues a su padre le habían diagnosticado un cáncer terminal y quería pasar el tiempo que le quedaba con él. John estaba algo resignado, pero a pesar de saber que se quedaría solo le dijo que se quedaría allí. Era una mañana fría, con una leve escarcha en el suelo debido a una débil nevada. Hacía meses que no veía a la sra Hudson y decidió llevarle unas pastas, además de té negro para pasar la mañana.

 

Se encontraba junto a la sra Hudson, tomando té y hablando un poco de todo hasta que le contó el tema de los robos.-

 

-¿Ha entrado gente al piso? -Preguntó frunciendo el ceño algo confuso por toda aquella información y bebió un poco más de té.- ¿Y le vio?

 

-Sí, le vi pero estaba muy oscuro y se parecía tanto a Sherlock -Dijo con una mueca de disgusto mientras le miraba negando con la cabeza.- Creo que estoy viendo visiones, sobre él

 

-¿A Sherlock? ¿Está segura? -La miró bastante sorprendido, mientras escuchaba con atención su relato de los tres robos. Todo aquello era demasiado confuso, si Sherlock estuviese ahí para echarles una mano...

 

Estuvo casi una hora en la casa de la sra Hudson, hablando, pero sobretodo hablando de Sherlock, recordando momentos felices, pero no pudo evitar tener los ojos algo acuosos y fue al supermercado, recordó que tenía que hacer la compra, además le ayudaría a distraerse.

 

Estaba saliendo del supermercado cuando una peculiar escena llamó su atención, aquel joven de nuevo salía con una caja de cigarros en la mano, pero guarda le detuvo.

 

-No se vende tabaco a menores -Repuso mirándolo con una ceja alzada extendiendo la mano para que le diese dicha cajetilla.

 

-Soy mayor de edad -Repuso con un gesto de enfado, enseñándole carnet, tenía unos ojos azules, verdes o quizás grises realmente hermosos, pero de nuevo John estaba de espaldas, aun metiendo las cosas en las bolsas y ni si quiera pudo oírle.

 

Finalmente le dejaron marchar al tiempo que ecendía un cigarrillo y no pudo evitar reírse un poco, hacía muho que no se reía por cosas así de simples. Salió del supermercado parándose para pedir un taxi, aunque cuando quiso darse cuenta su mano rozó con la de aquel joven.

 

-Ah lo siento -Se disculpó algo avergonzado apartando la mano.- Adelante...-Dijo ahora algo ido al ver aquel rostro, era muy parecido a Sherlock, bueno sus ojos, su nariz, su boca, se parecía tanto.

 

El extraño simplemente negó con la cabeza dándole una calada al cigarrillo y se apartó despacio dándose la vuelta, hasta que sintió un tirón suave de su brazo.

 

-¿Sherlock? -Le preguntó mirándolo a los ojos, no tenía la menor duda, si no era Sherlock era su gemelo, porque eran idénticos ¿ o quizás se estaba volviendo loco?

 

-Se equivoca -Dijo en voz baja, parecía algo afónico, además de hablar muy rápido y se soltó caminando hacia enfrente, cruzando la calle y siguió su camino.

 

Un destrozado John se subió al taxi, pensando en Sherlock, estaba tan loco que le veía en todas partes ¿ o realmente era él? Ahora iría decirle que le comprase leche o le enviaría un mensaje para que fuese a casa. Pero nada de eso ocurrió, solamente volvió a casa colocando la dichosa compra en la maldita nevera que no tenía cabezas de nadie en su interior.


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