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Hatsukoi por kitsunengel

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Notas del fanfic:

Bueno, ya saben, mia la historia, personajes a sus dueños... !A leer!

Notas del capitulo:

Lo prometido es deuda. Lindisima Mika, aqui esta tu fic. Lo cierto es que ya lo tenia listo, pero me daba hueva bajarlo... ok no xD tengo muchas excusas que nadie quier escuchar asi que mejor me voy. Lalala...

Ah, por cierto, el significadom del titulo en japones es: El primer amor. Al fic!

Cobijado por las nubes, el sol se esconde. Tímido, deja escapar pequeños rayos de luz que son fragmentados en miles de pequeños pedacitos por la distancia, asemejando dorada escarcha.

Atardecer naranja, matizado con azul que se degrada al tenue turquesa. Densos nubarrones intentan ocultar al sol, oscureciendo la inmensidad del océano de agua que se extiende a sus pies, el cual fulgura con extraña intensidad en un lejano punto que bordea al horizonte, pero que a sus plantas sólo llega ennegrecido y triste. Está calmado, sabe que ya lo ha perdido y que no lo volverá a ver. También sabe que lo peor ya pasó y que recordar no le hace nada bien.

Lentamente el sol que estaba parcialmente oculto se deja ver, ya que los nubarrones se han disipado y sus rayos ahora se dirigen hacia un punto en particular, iluminando lo que parece ser una... isla? Imposible. En ese lugar tan vacío de sensaciones, en la extensa y negra playa en la que se encuentra, la existencia de un solo lugar diferente a la tenebrosa oscuridad  y el insondable océano que lo divide entre la luz y las sombras, la bondad y la maldad, entre el ser y la nada, algo como ese pequeño islote de arena que resplandece bajo el sol, es simplemente difícil de comprender.

Pero ahí está. Lo ve, y una nada común ansiedad le invade la que cree que debe o debía de ser su columna vertebral, disipando un poco esa incómoda sensación de sentirse anestesiado, que no le dejaba moverse, al menos no tanto como quisiera. Y no sabe porqué, pronto su mente se ve inmersa en una corriente de recuerdos apacibles, que le dan un poco de sosiego a su inquieto corazón, todos ellos protagonizados por un joven rubio de ojos ambarinos, extraños por lo expresivo de ellos y, que a su lado se veía algo bajo. Tampoco sabe por qué demonios se ha reído en este instante y al evocar esa imagen.

“Cosas terrenas” Él pensó.

Otra imagen vino a su mente, era el mismo muchacho rubio, esta vez rodeado por muchas personas vestidas de lo que pensó que debía ser un uniforme militar y una joven rubia que abrazaba por el talle a otro sujeto, una enorme armadura de metal. Él se encontraba al centro también, pero en una posición algo alejada del cuadro central, que descansaba sobre el rostro sonriente del joven rubio. Todos sonreían, excepto él mismo. Y no pudo evitar el preguntarse del porqué de ello. Luego supo la respuesta: Ese día él había estado de un humor atroz, por diversos motivos que, ahora en la desolada playa negra, se le antojaba  pequeñeces.

“Tan bien recuerdas tus propias excusas, Roy?”

“Es cierto. Todo lo que había para mi ese día era el estar celoso de la mecánica de Acero”.

“Curiosa forma de preguntar y contestarme” Pensó, ojos examinando el islote, que ahora ya no era tan pequeño y casi parecía estar abriéndose camino hasta él, sin perder un ápice de su resplandor, una delgada y sinuosa franja que se prolongaba hacia la playa negra con pausada lentitud. Hasta las nubes le daban el paso, dejando que los rayos solares bajaran suavemente hacia ella, sin por eso lograr que esta fuera más veloz. Se daba su tiempo, al parecer.

Y así transcurrieron esos momentos, recordando y evocando muchas partes de su vida. En todas estaba aquel rubio presente. Algunos recuerdos eran muy cómicos, como los que se cernían en su altura. Tal vez lo verdaderamente gracioso en ese chico eran sus reacciones, tan inesperadas como espontáneas. Otros en cambio, eran situaciones un tanto incómodas que por lo regular derivaban en situaciones no tan agradables. Y trataba con empeño de evitas esos trocitos de imágenes aciagas que, de vez en vez se infiltraban en esos placenteros recuerdos, haciéndolo sentir mal por lo difícil que eran de soportar, algunos relacionados con el rubio, para su desgracia.

La muerte de la quimera. La muerte de Maes. Los Doctores Rockbell. Muchas cosas que no deseas recordar.

Y así era. No le apetecía recordar esas cosas. Intentó visualizar otra imagen, una que fuera lo opuesto de esos turbios recuerdos. Y en el vertiginoso caudal de sus memorias, se encontró una imagen que, para decir lo menos, era curiosa.

Allí sólo podía ver un rostro bastante sonrojado. Unos ojos dorados de largas pestañas, bastante abiertos por la sorpresa y dos labios suaves junto a los suyos, que le daban un casto beso al rubio. La verdad es que se le hacía algo vago el recordar que no era muy heterosexual que se diga, y que su fama de “Playboy” era muy conocida pero, le desconcertaba visualizar aquel cuadro sin recordar del rubio nada más que cinco letras.

“Acero. Pero, ¿qué demonios es lo que estoy haciendo ahí?” Se preguntó usando la retórica para su voz mental, la cual hasta parecía independiente de su ritmo propio. Rápida fue la respuesta.

“Es sencillo. Te le estabas declarando”

“Aún tratándote de voz ficticia ¿Tienes idea de lo cursi que suenas, para tratarse de mi?”

“Si te es difícil creerlo, hazte a la idea desde ahora” La voz se le burlaba de manera interna. ¡Eso era molesto! .Al menos, sin tomar en cuenta que no estaba seguro al cien de su identidad sexual. Decidió acallarla con otra frase.

“No tienes más pruebas que esa”. La voz dentro de su cabeza se silenció como él lo supuso.

Miró otra vez al punto luminoso en la distancia. El sol no se ponía aún. Tal vez nunca lo haría, aunque ese hecho le fuera poco relevante.  En la inmensidad del espacio oscuro en el que se encontraba, no había visto a nadie aún. Estaba solo.

“Como siempre ha sido y debe ser”

¿Estaba triste, acaso? No, sólo reconocía un hecho obvio. No por eso debía dolerle tanto.

Una sombra clara apareció al borde del islote, aunque bien podía ser solo una idea suya. El angosto camino de luz que atravesaba esa infinita masa de agua, parecía haberse detenido en la justa mitad del agua, donde los destellos anaranjados del sol se transforman en el enfangado gris, que a él le llegaba como aguas de un negro absoluto. ¿Seguiría avanzando?

“Deja de ignorarme”  La voz en su cabeza protestaba, luego de un largo tiempo callada.

“Si dijeras algo que fuera productivo y no sandeces, no tendría porque hacerlo” Se respondió, esperando silenciar de esa forma a la vocecita, que de un tiempo a esta parte se estaba haciendo algo molesta. Entonces, cuando había creído lograr una especie de paz mental, una secuencia de imágenes pasaron a increíble velocidad por sus ojos, haciéndole desear gritar con todas sus fuerzas y verter ácido en su cabeza ¿De dónde salían aquellas imágenes? No eran recuerdos, ¡Maldición!.

“! Detenlas, no quiero verlo!” se dijo agitado. “¿Qué son?!?”

La voz le respondió angustiada: “!Si pudiera quitarlas, lo haría!¡Te lo juro!. Formo parte de ti, y sé lo que sientes, ya que paso por lo mismo. No es agradable.”

Jadeaba con fuerza. Sentía una opresión en el pecho que no le dejaba respirar, y esa incómoda sensación de sentirse anestesiado le abrumó cuando lo que más quería era moverse, gritar y arrancarse los pelos de la cabeza uno a uno, hasta sentir a la sangre correr  por su cara y pegarse al suelo. Las imágenes no se detenían, y cada una se le clavaba como agujas en los ojos.

 

 “-¡Traigan una ambulancia!” eran los gritos del hombre que estaba a su lado sosteniendo su cabeza. Un corro de gente había a su alrededor. Podía ver sus caras consternadas desde el suelo, y deseaba decirles que estaba bien, que no se preocuparan por él, que podría levantarse, pero supo que algo andaba mal cuando quiso hablar y la sangre que manaba de su boca, como de una fuente, se lo impedía.

“Alguien de aquí es medico? !Necesitamos ayuda!” El hombre estaba desesperado, y su rostro a Roy se le hacía vagamente familiar. Alguien de la milicia sin duda, que había visto el accidente y lo reconoció, mas cuanto recuerdo tenía se le hacía muy brumoso. Aún no entendía nada, ni si quiera sabía si estaba consciente, soñando o si estaba desmayado. Y luego lo supo. Y no quiso creerlo. Hasta que vio la prueba irrefutable.

Hasta que vio su cuerpo en el suelo.

Miraba la realidad desde fuera y estaba completamente horrorizado. Todo por lo que alguna vez luchó, sus ideales y las esperanzas que le habían confiado con celo, ahora estaban debatiéndose en un charco de sangre, intentando aferrarse a una vida que le fue dada para hacer realidad el sueño imposible, la meta de su vida. Y quiso irse a algún otro lugar en el que no tuviera que sentirse decepcionado de sí mismo, ni escuchar las voces del remordimiento clamando en su cabeza. En el que no sintiera dolor alguno. Y el dolor de ver con sus propios ojos cómo se derrumbaba su mundo, cayéndose a pedazos, impactando contra el suelo, le hizo cerrar lentamente los ojos…

“Esa voz” dijo en susurros ahogados, aunque no emitía sonido alguno y solo conseguía apenas mover los labios.

Miraba la realidad desde fuera y estaba completamente angustiado. No quería que Edward lo viera en ese estado, aunque en su fuero interno sabía que era inevitable que lo supiera.

Simplemente no quería ver su rostro cuando eso pasara. Menos quería que lo viera exhalar el último aliento, y parecía que eso iba a pasar, porque un borrón de mechas doradas se abría paso rápidamente hacia el lugar gritando, exigiendo que le dejaran pasar. Y al llegar junto al cuerpo del moribundo, lo vio caer de rodillas, abrumado por un peso que Roy no se supo explicar. Eso sí: No lo vio llorar.

“-…l Después solo escuchamos el desagradable chillido de las ruedas de ese camión transportista…” Edward estaría escuchando la causa de muerte, o tal vez no. Lo dudaba.

“-Así pereció este joven tan apuesto?”le interrumpía una anciana, a lo que el soldado le replicó:

“-Señora, ¡Déjeme terminar!...El camión llevaba vigas de acero a la nueva construcción… esa que está cerca de las barracas, y al evadir al auto del Coronel, la correa que sostenía esos condenados fierros se soltó. Todo fue muy rápido, y luego vimos salir al Coronel del auto. En ese momento pensamos que estaba ileso, que había tenido suerte y corrimos para ver si estaba herido pero no llegamos, pues él se desplomó tras haber dado siete pasos hacia nuestra dirección. Como los fierros habían atravesado el parabrisas, no fue difícil imaginar lo que pasó.

Miraba la realidad desde afuera y ahora solo deseaba estar bien muerto.

Porque el rostro pálido de Edward Elric le dolió más de lo que había supuesto. Un rostro pálido, como el que yacía tirado en el suelo sin alma, sin nada que pudiera indicarle que hacer.

La reacción de Hawkeye fue parecida, con la diferencia de que esta se había desbordado en llanto. Al revés del mundo, era Elric quien la sostenía entre sus brazos y le palmeaba la espalda, susurrándole un consuelo que ni él mismo tenía. Otra prueba de su fuerza, aunque dudaba si era eso o no.

Desde lejos, unos sonidos le pusieron alerta, y para los doctores que le habían desahuciado, comenzaban a surgir los signos vitales. “Ha estado en coma por demasiado tiempo” “Esto es imposible!”

Seguía aturdido, no entendía una puta palabra de lo que escuchaba, así que abrió los ojos y se escucho en la habitación un susurro débil, apenas captado por la persona que estaba a su lado.

Elric”.

Inmediatamente, Roy se incorporo, mirando a su alrededor las formas que le rodeaba, ninguna le era familiar, mientras los médicos trataban de empujarlo para que volviera a la cama, debido a su estado. ¿Por qué no le dejaban salir? Mustang tenía un horrible presentimiento. Las cosas andaban mal, muy mal. Una voz conocida, aunque apagada escucho, reconociendo en el acto a su fiel Teniente… el tiempo transcurrido le parecían años.

“¿Te encuentras bien, Roy?¿puedes entenderme?”

El hombre asintió levemente, aun en shock por la impresión. No había sido su idea… efectivamente los años habían pasado, y no solo para la figura encorvada y canosa de Elizabeth Hawkeye.

No quería mirarse a sí mismo y encontrarse con sus manos arrugadas y llenas de manchas, o con una palidez fantasmal. No quería ver su cuerpo delgado en el extremo de parecer cadáver. Pero lo hizo, y fue tal como lo esperaba.

Un cadáver. Roy Mustang era un cadáver viviente.

Y esa era su verdadera realidad, aunque luego de asimilarlo no le parecía tan grave. Había sobrevivido y seguro que ese era un factor positivo. Edward se molestaría bastante, eso si ya no lo había visto aunque…

“¿Teniente, que ha sido de los hermanos Elric?” La que antes fuera rubia, sintió un peso oprimiéndole el corazón. En todos estos años no había abandonado a su jefe, le había demostrado una   fidelidad inquebrantable.. No se había casado tampoco, quien para cuidar de su amado como ella. Pensó, quizás infantilmente que al estar a su lado el podría olvidar sus sentimientos por el que fuera Alquimista de Acero. No fue así, que mal.

Sin embargo le contesto con voz dulce: “El ya no está con nosotros”

Ahí estaba. La anciana sonrió al ver realizada su ultima venganza. Su amado no iba a ser de nadie sino de ella.

Solo de ella.

“Desconéctame, Riza. Te lo suplico.”  fueron sus últimas palabras. Complacida con su plan perverso, ella sonrió y se acerco a la toma de corriente, jalando los cables con una rapidez impropia de la edad. Corrió a donde se encontraba el anciano Alquimista de Fuego, quien estaba agonizando, y puso la cabeza de este en su regazo, tarareando una canción de cuna, arrullándolo cual si fuera un niño pequeño, diciendo suavemente las últimas palabras que el alma atormentaba escucharía.

“Amor, todo va a ir bien”

“Si.”

“Pronto iras a un mejor lugar” ella continuaba diciendo, al otro le daba igual. Ya le parecía estar regresando a las tinieblas, al manto absoluto de la nada y no le pesaba. Era inconcebible la vida sin sus ojos dorados llenos de luz, fundiéndose con los suyos, azul de media noche. Acero y Fuego. Día y Noche. Fuertes brazos acariciando una cintura estrecha. Iba cerrando los ojos, cuando unos pasos se escucharon en el pasillo. Roy se congelo. Carne, metal, carne, metal.

Fullmetal.

La puerta se abrió con estrepito, una figura de facciones suaves se abrió paso hacia el interior de la salita, y en su rostro con diminutas arrugas, sus ojos brillaron como un sol.

“Hubo reacción, Riza.¡ Nuestro Roy esta vivo! Lo oí de los médicos!”

“Nuestro. Yo no dije que lo compartiría, Elric”

“Me miras con desprecio. ¡ Hemos cuidado por años de él! ¡No me vengas con huevadas, Riza!”

La mirada de la anciana destilaba veneno, al igual que sus palabras.

“Lo desconecte. Lleva muerto media hora. ¿Y sabes que dijo antes de morirse?” Las rodillas de Edward temblaban. El era demasiado viejo para soportar algo como eso.

“Amor. Eso me dijo. ¡Solo a mí! ¿lo entiendes!?¡Nunca significaste nada para él!”

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Sin embargo, había algo que esa bruja rubia no sabía, y que probablemente no supiera jamás. Era un reloj de Alquimista que el bajito miraba con nostalgia, renegrido por el tiempo, que se había observado en el pecho del que ahora yacía frente a él, un epitafio tan pomposo como la milicia de la época, y una tapa que decía “ Hatsukoi.: E” Abajo había una fecha reciente, de tres días exactos. El viejo suspiro, el humo de su cigarro elevándose hacia el cielo.

“Viejo astuto. Te las arreglaste para que yo lo supiera, ¿no?. Tu no fuiste mi primer novio, claro, pero si fuiste mi primer amor.”

Una lagrima traviesa bajo por su mejilla izquierda, quedándose ahí como una daga lacerante. Guardo el reloj, y se fue sonriendo, ya las lagrimas corrían libres por sus mejillas.

“Me estoy volviendo senil”.

Notas finales:

Espero que te haya gustado, Mika. No se que mas puedo regalarte. Eres especial para mi <3. Si te gusto, crees que fue un asco, !atacame! Recibire abrazos y tomates para mi ensalada xD

Los amo. Reviews, please!


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