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The memory is cruel por VampireSaga

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Notas del capitulo:

One-shot


Este fic está situado antes de la batalla de las doce casas y después de esta, justo cuando los santos de bronce se enfrentan al dios Poseidón. Mis escritos son extraños de por sí. Los dos One-shot que llevo en esta cuenta son aún MAS raros. Gracias por leerme, espero no sea confuso. =?

 

Mis sentimientos se detuvieron drásticamente, mi mundo se hizo trizas, desde aquel día, desde aquella vez, no puedo más con este dolor que atraviesa mi ser, todo se derrumba poco a poco en mi interior, siento el peso de la soledad, de la tristeza. Siento ganas de llorar pero mi orgullo me lo impide, pues eso fue lo único que me quedó desde ese día. Nada más que mi terquedad, juré, perjuré que jamás me sentiría así, que el dolor era para los débiles, que sabía controlar mis emociones, pero tú fuiste cambiando cada fibra de mi ser. Me siento en medio de la noche y el viento me trae el susurró de tu voz, esa tenue voz que salía de tus labios cuando tuve el caprichoso privilegio de tenerte en mis brazos. Nada de eso cuenta ahora, justo ahora cuando he osado a corromper todo lo bueno que alguna vez tuve en este miserable sendero. Dolosamente mis recuerdos se avivan diariamente, me martirizan y me hacen arrastrarme como un gusano, esto son las famosas emociones. Los sentimientos me recuerdan que jamás serás mío, que tú no volverás, que por más que deje mi orgullo te alejaras, mi ser se siente vació. Te amo tanto que un respiro pude darte todo lo que me representaba como ser humano.

…Donde yo veía debilidad había tanta fortaleza…

Flashback

Invierno, era frío, crudo, solitario, mi estación más odiada, fue antes de que las batallas comenzaran, mucho antes de que los santos de bronce estuvieran aquí, cuando todavía éramos jóvenes, en mi ser se había ido anidando una bola de sentimientos, era así, revueltos cada vez cruzándose unos con otros, hasta llevarme a la confusión. Aquello fue creciendo mientras convivía contigo mi lujuria comenzaba a prenderse, a llenarme de calor el corazón, sentía que terminaría quemándome de adentro hacia fuera. Quién lo diría, tu quien emana frío me había logrado calentar el espíritu.

-Camus…-Susurré aquella noche cuando subí a tu templo, era verano, el calor en este maldito lugar llegaba a fastidiarme, una túnica cubría tu cuerpo, muy al estilo griego y claro, lo mío solo cubría de la cintura hacía abajo, camine hasta sentarme en las escaleras y tu veías las constelaciones en silencio.  –Necesito algo de ti.

-Dime lo que quieras Milo, pide lo que sea amigo…-Esa palabra me fastidiaba, me acerqué tomando tu frágil rostro de cristal en mis manos y comencé a delinear tus facciones, hasta darte un beso sobre esos labios con los que fantaseaba.

-Deja de llamarme ‘amigo’….Me molesta –La lujuria se despertó tu no pusiste resistencia tras aquel beso y las palabras que mi aliento dejo en tu piel. Al contrario me besaste con intensidad, me atrajiste a tu cuerpo.  Y aquello comenzó a hacerse más intenso.

-Me alegra que lo dijeras, a mi comenzaba a fastidiarme… Milo…


Y con esas palabras, con ese tonó desnude tus caderas, abrí tus piernas, mis labios acariciaron aquella piel blanca, te hice gemir, te propuse hacer el amor, no con palabras, solo con el roce de mi lengua sobre tu ser, sobre tus tetillas, sobre tus labios pronunciando mi nombre. Cada vez más intenso hasta que me dejaste probar la miel de tus caderas. Me dejaste penetrar tu ser, embestir tu cuerpo, besar esos rincones de tu piel que tanto me había imaginado. ¡Me permitiste tanto!, que te odio, porque el invierno es parecido a ti, la estación que más larga me parece, cuando mi cruel memoria me repite que estoy solo, que no tengo a quien amar, que tu jamás regresarás. Que solo tengo esta maldita soledad.

Camus, aún recuerdo el olor de tus cabellos, el brillo de tus ojos, el tono de tu voz, tu coqueta sonrisa, tus gemidos inundando mi templo, tu boca lamiendo mi intimidad. Tu dulce ‘te amo’, el destino, los dioses, el amor, cupido, todo me es cruel, no puedo perdonarte por dejarme, por alejarme de esas manos cuyo frío extraño, quisiera recorrer una vez más con mis labios tu espalda desnuda hasta llegar a tus nalgas, abrirlas y penetrarte, hacerte mío, escuchar mi nombre en los tenues gemidos. Quisiera llenarte de mí.  Y que al final me abraces con fuerza, que jadéate y con la piel aperlada me susurres cuánto me amas. El día en que fuiste arrebatado de mí escondí toda emoción, cargue tu cuerpo. Una lágrima salió de estos ojos que contemplaron tu belleza, tu cuerpo y alma. Envolví tu piel muerta en mantos blancos, como las sabanas donde solía cobijarte después de nuestros apasionados encuentros, escondí nuestro amor, nuestro secreto.

Cuando regresé a tu templo, recogiendo los vestigios de este amor las lágrimas no cesaron, fue todo tan cruel, tu perfume invadiéndome, todo el panorama del color del luto, cada detalle, tus cabellos en aquella almohada. Nunca lloré por ti desde ese día, te maldije junto a mi memoria. Y entre aquellas pertenencias hoy encuentro una estúpida carta de tu parte.

“Milo…

Cuando leas esto quizás yo esté muerto, lo siento demasiado, nunca podrás perdonarme, nunca podrás amarme, jamás lo escuché de tus labios, nunca me lo demostraste, yo apreciaba tu lujuria, amaba tu orgullo y muy probablemente hice crecer tu ego, te amaba, te respetaba, pero es tiempo de partir, ojala me hubiera amado, querido, apreciado y prestado un poco de atención. La lluvia, el verano…el dulce verano es como tú, fuerte, caluroso, exquisito, demasiado tentador y hace que la lujuria florezca, pero siempre hay una fina cortina de lluvia que impide que las emociones se queden impregnadas en mi piel.

Te pido que olvides que te amo

Camus…”

Nunca nos entendimos, me falto, te sobro, todo era una estúpida balanza a la cual jamás pusimos las cantidades adecuadas, aquí bajo la lluvia que Poseidón trae bajo su furia deseo que jamás regreses, volver a verte será como herir a mi orgullo, ojala nunca vuelva a recordar tu nombre. Ojala supieses que en realidad te amaba y adoraba, pero nunca supiste ver a través de esa exquisita lluvia a la que llamas cortina. 


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