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10 crónicas de un beso por PruePhantomhive

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Notas del fanfic:

Los personajes de Ouran koukou Host Club pertenecen a Bisco Hatori y son usados en ésta historia sin fin alguno de lucro.

10 CRÓNICAS DE UN BESO


PruePhantomhive


 


«La belleza es tan vana como las flores de cerezo. Nunca serás capaz de ver la misma forma durante dos días seguidos.»


(Kyouya Ootori)


 


CRÓNICA 1


El primer beso


Kaoru no supo si estaba imaginando cosas, pero le pareció que, desde que entraron en la bodega para buscar los adornos de primavera, Kyouya se pegó demasiado a él. Los brazos de ambos se estaban rozando a pesar de que a su alrededor había mucho espacio para caminar.


Buscó a tientas el interruptor de la luz, pero no lo encontró. No le dio importancia, porque supuso que Kyouya sabría en dónde se encontraba pero… pero… no fue así. Mientras Kaoru caminaba en la oscuridad con paso vacilante, Kyouya no pareció siquiera hacer un esfuerzo por encender la luz.


Kaoru se estremeció.


Las manos de Kyouya, de pronto, aparecieron en su cadera e hicieron un recorrido lento y seductor por todo su torso. Suspiró.


—¿No habíamos acordado… Kyouya-senpai… nunca en el colegio?


—Es el nunca en ningún lado lo que me está incomodando… Kaoru.


Kyouya suspiró en su oído, haciéndolo estremecer. Lo sintió en su cuerpo, en su piel. En la penumbra, lo giró sobre sus talones y lo vio cerrar los ojos, como si no quisiera contemplar en él algo que lo hipnotizara al grado de la estupidez.


Sonrió por lo bajo, extasiado con la belleza de sus labios y sus párpados cerrados. Desde siempre, eso le había gustado. Levantó una mano y tocó su rostro, casi sin deslizar las yemas de sus dedos por encima de él. Kaoru se estremeció otra vez.


Sus manos se aferraron a los bajos del saco de Kyouya y tiraron de él con fuerza, como si pugnara por no huir de ese momento. Mantuvo los ojos firmemente cerrados, ante la expresión de deliciosa abstinencia de un Kyouya que ya no podía con semejante rigor.


—No puedo seguir a la expectativa de probar tus labios por primera vez —Kaoru respiró con pesadez y sintió los dedos de Kyouya pasando por encima de su boca. Los besó—. No de esa manera —corrigió Kyouya—. Kaoru…


—Kyouya-senpai…


Kyouya, el hombre capaz de medir circunstancias de forma milimétrica, de ser paciente en caso de ser necesario y reprimir sus deseos al máximo por el bien de sus expectativas, fue el primero en moverse, de lo contrario, Kaoru jamás lo haría.


Sus labios impactaron de forma violenta, haciéndose daño. Debido a la impresión, Kaoru intentó alejarse, pero Kyouya lo tenia bien apresado entre sus brazos, apretándolo contra su cuerpo con algo que distaba mucho de la ternura y paladeaba el gusto de la desesperación.


Kaoru era malo besando. Kyouya era lo suficientemente bueno para ocultar que posiblemente lo era también. Pero las bocas de ambos se acoplaron con facilidad, al igual que sus respiraciones y las caricias de sus manos. Entrelazaron sus dedos y se apartaron casi al mismo tiempo.


La mano derecha de Kaoru acariciaba con suma delicadeza el cuello de Kyouya, haciendo que se le erizara el vello de la nuca debido a la sensación de sus dedos sobre su sensitiva piel.


Kaoru se levantó sobre las puntas de los pies y lo besó de nuevo, en la comisura de la boca.


La puerta se abrió de pronto y se alejaron con un violento salto.


—Kaoru, Kyouya-senpai —dijo Hikaru, entrando descuidadamente en la bodega y encendiendo las luces. Kaoru pensó que había sido un tonto al no darse cuenta de que el interruptor había estado a tan sólo un palmo de la puerta.


Kyouya se acercó a un estante y señaló las cajas marcadas correspondientes a la primavera.


—Hikaru, Kaoru —llamó, señalando las cajas. Los gemelos se acercaron, solícitos. Bajaron las cajas del estante y Kaoru observó a Kyouya con reproche.


—Apresúrense —ordenó—, no queremos perder más tiempo —mintió.


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