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El amor en los tiempos de la guerra por A Quick Kiss

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Notas del fanfic:

Disfruten n_n 

Notas del capitulo:

e_e

No se que decir xD

El amor en los tiempos de la guerra

Oneshot

Pareja: ShinMin.

Advertencias: AU, Guerras,

Género: Shonen Ai.

SungMin daba vueltas por su habitación como un animal enjaulado agarrando libros y luego dejándolos regados por todas parte. Odiaba verlo así…tan preocupado y obviamente yo estaba tratando de calmarlo pero él desde pequeño fue muy testarudo.

-¿Te puedes calmar Min?- le dije tomándolo del brazo-. No hay nada que puedas hacer en este momento, el ejército…

-¡¿El ejército ya salió?!- exclamó golpeando su frente con un libro-. Esta guerra ridícula en pleno apogeo afuera y yo aquí sin poder tomar parte.

-No deberías tomar parte- le respondí tratando de controlar las lágrimas-. No soportaría verte muer…

El alzó su mirada dándome un primer plano de aquello ojos negros tan profundos.

-DongHee- me dijo apretando su puño-. No nací para ser un idiota engreído…aquellas personas fuera de este palacio son parte de mí y confían en mí…en su príncipe.

Lo apreté contra mi cuerpo y él rompió en llanto.

-No tenga miedo príncipe SungMin- le dije mientras acariciaba su cabello-. Yo estaré para usted como siempre, soy su lacayo y su mejor amigo.

SungMin hizo una mueca.

-No me llames usted- se soltó de mi abrazo y me revolvió el cabello-. Somos amigos desde que yo nací o eso creo…- puso su dedo en sus labios en un gesto lindo.

Me sonrojé y le solté lo primero que vino a mi mente.

-Tengo que ir a por los caballos y por un poco de carne para el castillo- salí apresurado de su habitación mientras él seguía pensando sobre la inminente guerra6 n6lp que se avecinaba en Corea.

Prácticamente escapé del lugar, corrí como un loco por los pasillos del castillo hasta poder llegar al jardín.

No quería que escuchara los latidos acelerados de mi corazón, el inevitable hecho de que me gusta…está ahí.

Me senté en un banco del hermoso jardín cuidado fielmente por la madre de SungMin, la reina, Ahreum.

Cada vez era más difícil ocultar el hecho de que me gusta Min con locura. En cada movimiento que él hacía, en cada gesto él me llevaba a otro planeta. Tal vez lo esté poniendo en un pedestal pero eso era lo que él ocasionaba en mí pero no había de ser fácil decírselo.

-Siempre buscas lo inalcanzable, DongHee- dije para mí mismo mientras veía el sol ocultarse tras los arbustos.

Cuando ya llegó la noche, salí del jardín y me dirigí hacia el cuarto del príncipe.

-SungMin- toque la puerta-. Voy a entrar.

Abrí la puerta y lo encontré dormido encima de su escritorio de roble rodeado de libros y con un mapa enorme de Corea.

Sonreí de lado ante aquella imagen, su brazo como almohada sobre su cabeza y la baba que salía de sus labios.

Lo sacudí lentamente tratando de despertarlo.

-SungMin- lo movía más fuerte-. SungMin.

-¿Eh?-abrió unos ojos cubiertos de lagaña-. ¿ShinDong?

-¿Qué pasa? No me llamas así desde hace años- estaba arreglando su cama y esponjando las almohadas.

-Me gusta más llamarte así- se desesperó-. Creo que debería decirle a mi padre que primero debería usar la diplomacia con el bando enemigo.

-Siempre has querido solucionarlo todo a la buena- extendí mi mano hacia la cama-. Ve a dormir pues luces cansado.

El caminó hasta la cama y prácticamente se tiró encima de ella.

-No sé porque cuidas tan bien de mí- me dijo cubriéndose con la sábana-. En realidad a veces creo que soy un engreído príncipe y una persona muy fría. O eso creo que piensan los demás de mí, por una vez en mi vida quisiera ayudar al pueblo que tengo en mis manos.

-Yo no pienso que tú eres un engreído- le dije finalmente mientras caminaba hacia la puerta-. Tú serás un gran rey.

Cerré la puerta tras mí y dejé que durmiera mientras caminaba hacia el comedor real.

-DongHee- pronunció con voz ronca el rey Park JungSoo-. Dile a SungMin que debe venir a comer.  

Me puse recto y adopté aquella posición fría que debe tener un lacayo de la realeza.

-El príncipe se encuentra dormido en la habitación real.

-¡Este niño!-exclamó el rey golpeando la mesa del comedor asustando a su esposa-. Se la pasa solo leyendo y pensando en su “pueblo”. Es una persona débil.

Contuve mis deseos de golpear al rey, los sirvientes alrededor de la mesa adoptaron una expresión de pesar pues todos en el castillo sabían de la tirante relación entre el rey y su hijo.

Me senté en la mesa real pues aunque era solo el lacayo del príncipe…tenia historia en la realeza. Eso era yo, el chico que los reyes rescataron de un incendio en el pueblo y pusieron a buen recaudo.

“Una muestra del amor del rey al pueblo” o eso decía el rey siempre de mí. Eso era yo solo un objeto pero cuando conocí a SungMin le dio un sentido a una vida que parecía tan inútil…me dio una razón para vivir y un deber que cumplir.

Protegerlo a él.

Me sirvieron un estofado de res con zanahorias y un bol de arroz pequeño…nada comparado con lo que le sirvieron al rey o a la reina.

-Tsss...DongHee- me susurró Ahreum-. Ten un poco de mi postre- me extendió una bandeja de arándanos.

Le dediqué una sonrisa y cogí un puñado de aquella fruta tan preciada y que únicamente crecía en el jardín del rey.

-Te lo juro, Ahreum- dijo el rey con la boca llena de pavo-. Aquel niño no es como mi padre, creo que esa forma de ser suya la sacó de ti.

-No lo creo amor- respondió ella sin siquiera inmutarse.

-¡Es testarudo! ¡Se cree intelectual!- golpeó por segunda vez la mesa-. No es ni siquiera elemento para rey.

Estrellé mi cuchara contra el estofado con mucho odio. Odiaba que lo trataran de esa manera, yo lo vi crecer, jugar, llorar y reír…su padre no lo conoce como yo lo conozco.

-¡Está equivocado!- dije levantándome de la mesa y enfrentándome al rey-. ¡Él no es así!

-¡¿Cómo te atreves a gritarme?!- el rey tiró el vaso de oro del que tomaba vino sobre el mantel de la mesa muy molesto.

Ya estaba a punto de responderle incluso más molesto cuando escuchamos un sonido excesivamente fuerte venir del ala izquierda del castillo.

-¡Alteza!- gritó un joven lacayo mientras corría por el pasillo-. Estamos siendo atacados por la rebelión, ellos han usado sus catapultas contra el castillo…debe ponerse a buen recaudo ahora.

Todas las sirvientas del lugar salieron apresuradas del lugar alzando sus largas faldas y gritando de miedo.

La reina y el rey trataron de mantener calma mientras comunicaban a todo el castillo sobre el ataque.

-¡DongHee!- exclamó la reina mientras tomaba al hijo de la cocinera que lloraba-. ¡Ve a despertar a SungMin y huyan!

Corrí hacia el cuarto de SungMin evadiendo  a la despavorida gente que huía de las habitaciones.

Abrí la puerta de una de su cuarto para luego llevarme  una ingrata sorpresa. Recorrí con mi vista toda la estancia pero no lo encontré, mis ojos se posaron en una nota junto a aquella pintura que nos hizo un artesano años atrás.

Lo siento, ShinDong, pero un príncipe debe estar siempre para su pueblo. Con lo que he leído sobre las batallas tal vez pueda sobrevivir pero si no lo logro…si muero… quiero que sepas que te amo.

PD: Cuida a mi madre pero por favor no vayas tras mí.

Arrugué el papel entre mis manos mientras las lágrimas rodaban por mis ojos, lancé un grito desesperado maldiciendo a la guerra y a aquella testarudez de mi amigo.

Los sonidos de las espadas entrechocar entre sí se escuchaban muy cerca, de las catapultas y los gritos de la gente que ahora se encontraban entre en aquella guerra, entre aquellas personas en las que se encontraba el amor de mi vida.

Salí disparado de su habitación y me dirigí a la salida del castillo aun cuando la gente me pedía que me quedara y fuera a esconderme al sótano del castillo.

Si no era con él no era con nadie pues por muchos defectos que podría tener SungMin me siento cegado por este sentimiento, este sentimiento que solo está en los poemas de Shakspeare, el sentimiento conocido como el amor.

Estaba a punto de abrir la puerta del castillo para encontrarme con la guerra  infernal que seguramente se desarrollaba afuera cuando un agarre en mi brazo me detuvo.

-Escapó… ¿No es así?- preguntó el rey con una cara triste.

Asentí confirmando sus temores.

-Tienes que ir por él- me entregó una espada y un escudo-. Si me ocurre algo, te dejo a mi hijo en tus manos.

Me empujó lejos del castillo y cerró las compuertas a mi espalda.

La imagen de la guerra era muy perturbante, cuerpos ensartados en lanzas, la sangre brillando por culpa del reflejo de la luna llena, los gritos de las personas heridas en batalla llenaban mis oídos, pero este no era un buen momento para flaquear.

Debía ir a por SungMin o al menos tal vez lo que quede de él. 

-¡SungMin!- gritaba mientras trataba de hacerme espacio entre los guerreros.

Algunos de aquellas personas del ejercito enemigo se ponían en mi camino pero con un par de estocadas y golpes con la empuñadura de mi espada los lograba dejar fuera de combate. Jamás en toda mi vida imaginé llegar a matar a alguien para salvar al príncipe…no, no es al príncipe…es a la persona que amo.

Aquella persona que acelera mi corazón, mi Minnie, ese niño con el que jugué pequeño, el joven lleno de defectos y testarudo.

Con ese pensamiento podía hacer lo que fuera necesario para salvarlo.

-¡SungMin!- saqué mi espada del pecho de uno de los atacantes y fui tras otro cerca que se aproximaba con una antorcha de fuego.

-ShinDong- una persona en el piso me agarró del pie-. Hola.

Era Min que sollozaba, en su pie tenía una vara clavada, con el rostro lleno de tierra y los ojos rojos.

-No debiste haber escapado sin mi permiso, testarudo- me arrodillé hasta quedar a su altura-. Estarás bien.

-Sabía que vendrías a por mí- se limpió lo ojos mientras yo le quitaba la lanza del pie-. ¿Es por qué me amas también?

-Para ser una persona que lee mucho, no te das cuenta de ciertas cosas- lo tomé entre mis hombros y lo cargué hasta el castillo.

Yo sabía muy bien el gran peligro que corríamos  al estar caminando como si nada entre la gran masa de personas en guerra y con los enemigos pisándonos los talones.

-¡Tomen todos los rehenes que puedan!- gritó un hombre del ejercito contrario desde su caballo-. ¡Crearemos una nueva Corea!

-ShinDong- dijo Min en un susurro-. Hay problemas…suéltame y corre tú hacia el castillo. 

-No lo haré- dije muy seguro-. Debo rescatarte.

-¡No lo hagas!- exclamó SungMin moviéndose para que lo soltara-. No quiero que me salves...yo quiero salvarte.

-¡Olvídalo!- exclamé caminando aún más rápido hacia el castillo.

Estábamos ya a solo unos metros de las compuertas desde donde pude a ver a la reina con un pañuelo en la cara llorando y al rey apretando su espada mientras la gente entraba al castillo resguardándose del ejército enemigo.

-¡Ese es!- uno de los partidarios de aquel hombre en el caballo-. ¡El hijo del rey! ¡Tómenlo!

Todo mi cuerpo tembló que incluso SungMin lo sintió. Él me dio una mirada suplicante pero yo le  respondí con una sonrisa.

Dimos unos cuantos pasos más sintiendo los cascos del caballo del ejército enemigo y sus gritos de guerra.

-¡Los tengo!- un soldado enemigo nos amenazó con un par de lanzas justo en el cuello-. Vas a ser nuestro principito.

Le dediqué una mirada llena de odio y él respondió apretando más la punta de la lanza contra mi yugular. Aquel hombre del caballo llegó hasta nosotros, se bajó de su cabello y se agachó hasta la altura de SungMin.

-Joven príncipe- sus ojos cafés eran como hielo-. Soy Cho KyuHyun, el creador de una Nueva Corea, y te tomaré como rehén.

-¡No!- exclamé llorando-. ¡Tómeme a mí si es posible!

-¿A ti?- soltó una risa malvada-. Tú solo eres un lacayo.

-Señor Cho- dijo uno de sus esclavos-. Él es el joven de la leyenda coreana, el plebeyo que vive en el castillo como segundo hijo de la familia.

-¿Lo eres?- colocó una daga contra mi cuello mientras SungMin agarraba fuertemente mi mano.

-Lo soy- me levanté poniendo a su altura-. Tómame a mí como rehén y construye a tu “nueva Corea” pero a SungMin no lo toques.

-¿Al parecer alguien se enamoró del príncipe?- soltó una risa burlona.- Está bien, acepto tu propuesta.

Asentí abrumado por tanta presión.

Acababa de dar mi libertad por la persona que amaba. Por un momento dudé pero luego vi su cara angustiada y temerosa…no podía dejar que él se perdiera. Soy su protector y su único amor.

-Min- pronuncié con la voz temblorosa-. Dame tu mano.

Lo llevé casi a rastras pues él estaba llorando y moviéndose.

-¡ShinDong!- gritó-. ¡No te vayas! ¡Te amo!

-No me digas ShinDong- sorbía mis lágrimas pero estas volvían a salir.

Todo el pueblo había contenido la respiración ante aquella escena tan alejada de la realidad, dos jóvenes separados por las clases sociales amándose así…amándose como para dar su vida el uno para el otro.

Dejé al joven príncipe en las manos de su madre.

-Te voy a extrañar DongHee- pronunció la reina mientras abrazaba a su hijo.-Cuidate.

-Lo haré Ahreum- besé su mano y le dediqué una mirada al rey.

-Cuide mucho a SungMin- le entregué su espada-. Él necesita de usted.

El rey asintió con su cabeza y envainó su espada en su cinturón de guerra.

-Adiós mi pueblo- hice una venia frente al castillo-. Adiós mi único amor.

-¡No te olvides de mí!- exclamó SungMin con los ojos llorosos.

-¿Cómo hacerlo?- le dediqué un beso volado y me di media vuelta.

El príncipe lloraba descontroladamente mientras se intentaba zafar de los brazos de los guardias del castillo.

Las puertas del castillo se cerraron a mis espaldas, el lugar en el que me críe, me enamoré y viví.

La gente que estaba encadenado lloraba y se despedían de todo lo que habían conocido por país. Un guardián de la “nueva Corea” agarró mis manos y colocó unas esposas en ellas.

-Bienvenido a Corea del Norte- dijo riéndose.

*Luego de 5 años*

Ya tenía casi 25 años. Había perdido peso pues la “nueva Corea” no tenía tan buena economía. Al finas Corea se partió en dos y ninguna persona de las dos Coreas podían mantener contacto entre ellos…o eso es lo que creía el gobierno.

Acostado en mi cama con mi mirada fija hacia la ventana, esperé a la paloma…a nuestra paloma. La que siempre llegaba con un listón rosa atado en sus patas (por ser el color favorito de SungMin) y que me daba muestras de que él estaba feliz y en buen estado.

A lo lejos la vi surcar el cielo con su color blanco y aquel listón rosado, aterrizó en el rellano de mi ventana y la tomé entre mis manos, noté algo extraño…esta vez venía con una nota en la otra pata.

Hoy…todo es hoy.

SungMin

-¿Hoy?- murmuré para mí mismo mientras le daba alpiste a la paloma.

-¡DongHee!- escuché que alguien me llamaba desde afuera-. ¡Van a abrirla!

Uno de los amigos que hice en la nueva Corea se acercó a mí agitado y exclamando incoherencias.

-¿Abrirla? ¿Te refieres a las compuertas?

Él solo asintió como un loco mientras daba vueltas en mí habitación.

-¿Y por qué?- pregunté mientras cogía las cosas de mi cómoda.

-El rey Cho dice que no hay por qué tenernos encerrados ya que se dividió el país… ¡Somos libres!- dijo mientras saltaba de alegría.  

-¡Vamos!- lo tomé del brazo y me uní al tumulto de gente que corría hacia las compuertas que separaban a Corea del Norte y del Sur.

-¡Reúnanse con su familia y amigos!- exclamó uno de los guardianes de la compuerta.

Temblé mientras la paloma estaba en mi hombro muy calmada.

Las enormes puertas de madera chirriaron por las oxidadas bisagras mientras eran abiertas. El rey JungSoo entró en su caballo blanco favorito junto a su esposa quienes me notaron enseguida y me dedicaron una sonrisa.

Me sentía feliz de que ellos estuvieran bien pero yo solo quería ver a una persona. A mí alrededor todas las personas separadas tanto tiempo, se abrazaban y lloraban de la felicidad.

-¡SungMin!- grité pero no recibía respuesta alguna.

Entonces de un momento a otro la paloma se levantó de mi hombro y voló. Salí tras ella empujando a las personas y al llegar hasta donde estaba lo vi.

Usando esa malgastada camisa café y sus pantalones negros largos sonriéndome de lado mientras sostenía a la paloma entre sus manos.

Corrió hasta donde estaba y me abrazó muy fuerte, lloraba en mi hombro mientras me seguía apretando con su cuerpo, se separó de mi cuerpo mientras sentía que también iba a llorar.

-Es bueno verte de nuevo, ShinDong- y se acercó hasta mis labios y me dio un beso que supo a gloria.

Fin

 

Notas finales:

Te quiero ShinDong! <3 


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