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El gran error por Babygirl

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Notas del fanfic:

Bien...la verdad es que es la primera vez que escribo algo así, me siento un poco apenada xd. La idea surgió de mi cabeza porque quería hacer una fanfinc ligero, que no me costara escribir y la verdad no es muy bueno, y con eso me refiero a que no tiene demasiado sentido y es algo surreal. Pero bueno, así salió xd.

Quisiera perdirles disculpas a todas esas personas que se encontraban leyendo mi f.f "En las calles de Nueva York" se me hace completamente imposible terminarlo por ahora. Se me hacía muy dificíl escribirlo, y yo misma no entendía a donde quería llegar, lo más seguro es que algún día lo vuelva a escribir de forma mucho mas simple. Espero y me discupen =(

De cualquier forma, ¡a leer!

(Nota: puse que habrá lemon, pero sinceramente no pienso escribir nada pornográfico si es lo que se imaginan, no lo sé...no me gusta la idea ._. )

Notas del capitulo:

Bien, este es el capitulo piloto, más que todo es para introducirlos en la historia. No quise ponerle al ff la categoría de romántico, porque sinceramente no sé si lo es así que le puse "humor" aunque tampoco es demasiado gracioso xd. No me odien a Christine, ella es buena chica =c

Espero les guste c=

 

Ese día en la Universidad Estatal iba a haber un partido en la parte de atrás de la cancha de futbol; la mayoría de los alumnos estaban en las gradas observando, esperando a que su equipo saliera vencedor. Los alumnos de Ciencias y los alumnos de Humanidades, como enemigos naturales que eran, se juntaban cada fin de trimestre para realizar aquellas actividades, impulsadas por su eterna rivalidad y por supuesto, más de una vez esos encuentros se habían vuelto un poco agresivos.

El equipo de Humanidades solía ganar estas competencias, la mayoría de las veces gracias a “su jugador estrella,” un estudiante de literatura llamado Armando. Armando tenía unas de las mejores notas en su curso, era apuesto, de tez morena y piernas largas, delgado y con el cabello color castaño. Las chicas suspiraban por él. Se sabía los poemas de Becker al derecho y al revés, y recitaba las poesías de Neruda de forma melodiosa. Era amable y atento, un caballero de arriba para abajo; un perfecto protagonista para una hermosa historia de amor. Pero no lo era, oh vaya que no.

Nuestro verdadero protagonista pertenecía a una escala social inferior, de los despreciados, de los odiados por no ser ni una cosa ni la otra, parte de los rechazados que no eran ni científicos ni intelectuales: un estudiante de sociología. En ese momento se encontraba atrás de las gradas del partido, fumando un cigarrillo y viendo como se movían de un lado a otro los jugadores. Su nombre era Mihael Kelh, pero sus amigos lo llamaban Mello. A su lado, fumando al igual que él, se encontraba su amigo Matt, viendo a través de sus googles el partido aunque le interesaba poco.

¿Por qué estamos aquí? – Preguntó Mello, aplastando la colilla del cigarrillo en el pavimento. Su amigo suspiró, se quitó los googles para mirarlo y le respondió. – Disfrutar de la vista de un interesante partido de futbol junto a la compañía de nuestros amados compañeros. – Mello entrecerró sus ojos con desprecio mientras Matt se reía. – Si, tienes razón, aquí no está pasando nada interesante, es mejor que nos larguemos.

Bien, ahora si piensas con lógica, Matt. – Mello se levantó del suelo sacudiéndose los jeans, llenos de tierra y polvo. Por la parte de atrás de la cancha, entre las rejas de alambre y los arboles de la parte posterior de la Universidad, había un pequeño camino de tierra por el que salieron al campus. Se alzó un grito de júbilo entre algunos de los espectadores, uno de los equipos había anotado un gol y al parecer los de Humanidades habían vuelto a ganar.

Matt y Mello caminaron hacía la cantina, en donde se sentaron a tomar un café. Eran las tres de la tarde y hacía bastante calor, un calor que se mesclaba con la humedad dejando una sensación pegajosa en la piel.

Conversaron un rato sobre algún tema sin importancia y bebieron, además del café, un par de refrescos. Decidieron quedarse esa noche hasta tarde en la biblioteca, que durante los exámenes finales podía llegar a llenarse de estudiantes hasta más o menos las once y media. Debían de preparar un ensayo acerca del suicidio como hecho social que había descrito Durkheim en su libro “El suicidio,” realizando un análisis del libro y expresando una opinión personal sobre el tema.

No tengo ganas de leer ese libro tan tedioso – suspiró Matt, retorciendo entre sus dedos el pitillo de su refresco. – Mi vida ya es lo bastante deprimente como para tener que andar leyendo las razones de por qué una persona decidiría lanzarse por un sexto piso.

Vaya, ¿y porqué más o menos tu vida es tan deprimente? – Preguntó Mello. Su amigo siempre había sido exagerado, y además de eso, dramático, lo cual era una muy mala combinación. – Soy un estudiante de 24 años que no tiene plata para salir a beber, ¿qué puede ser más desmoralizante que eso? – Bromearon un rato sobre el tema y después se quedaron en silencio. Matt prendió otro cigarro, inhalando del filtro y exhalando el humo hacía el aire.

Mello sorbía de su bebida mirando a las personas que hacían la cola en el mostrador de la tasca. Una jovencita, que acababa de pagarle al cantinero, le sonrió desde lejos con timidez y caminó hacia la mesa en la que él y su amigo conversaban. Su nombre era Christine y cursaba el tercer trimestre de filosofia. Su cabello era largo y castaño como sus ojos, era blanca, delgada y bajita. Esa tarde llevaba puesto un vestido amarillo pálido con una chaqueta color azul que cubría sus hombros. Era una muchacha retraída, amable y cuidadosa. Sus dedos se movían con nerviosismo al sostener los libros y a veces, cuando hablaba, sus mejillas se ponían coloradas y sus rojos labios temblaban por un instante. Casi al momento de conocerla Mihael había quedado perdidamente enamorado y es que sencillamente, su candidez era de que aquellas que hieren la mirada.

Su presencia encendió un poco la charla que ambos hombres mantenían, se sentó y conversaron de nuevo sobre algún tema sin importancia. Ella miraba de vez en cuando a Mello, observando sus ojos azules y a veces, cuando él se daba cuenta, volteaba a verla a ella también y ambos apartaban sus miradas del otro. Después, cuando ya la plática comenzaba a enfriarse, y todos poco a poco empezaron a quedarse callados, el sonido de la campana los hizo darse cuenta de que ya eran las cuatro con quince minutos. Christine se echó el cabello tras las orejas con mucha suavidad, y algo apresurada se despidió para abandonar la mesa.

Mello y Matt también se levantaron perezosamente de sus asientos, estirando sus brazos y bostezando. - Te gusta bastante, ¿verdad? – preguntó Matt, una vez estuvo seguro de que Diana se encontraba lo suficientemente lejos. Mello no le respondió. Ambos se dirigieron al salón de psicología y permanecieron callados hasta que la clase terminó.

Esa noche hubo mucho más calor que en la tarde; como Matt y Mello habían acordado se quedaron en la biblioteca terminando la tesis. Matt buscaba y leía algunos artículos en las computadoras y Mello buscaba información en algunos libros. Los libros de la biblioteca siempre olían a humedad, al abrir sus amarillentas páginas, podías ver las letras impresas un poco deterioradas y las tapas duras que los protegían solían tener marcas y golpes. Mello se restregó sus cansados ojos con los dedos. Decidió que ya era hora de retirarse, así que tomó algunos volúmenes y comenzó a colocarlos uno a uno en los estantes de los que los había sacado. Caminó hacía las estanterías en frente de las computadoras y allí colocó “Las razones de los suicidas” de Edward Denver.

Colocó los demás volúmenes que tenía en las manos en una mesa a su lado; la biblioteca comenzaba a quedarse sola, además de él había pocas personas en las mesas de trabajo. Pudo ver por el rabillo del ojo a unos pocos metros a su izquierda, a un hombre delgado con cabello negro que, al parecer muy concentrado, leía y anotaba cosas en varias hojas de papel. Ryuuzaki –así se llamaba el hombre- era el profesor de economía de la universidad desde hace unos cuantos años, era uno de los pocos maestros que durante la temporada de exámenes no era interceptado por docenas de alumnos (con docenas de preguntas) al salir de sus aulas de clase. No se había ganado demasiada simpatía en el alumnado, y a juzgar por las apariencias, tampoco en el profesorado. Su excentricidad solo le ganaba a su gran exigencia en su materia, y su amanerada forma de ser tal vez lo caracterizaba casi tanto como su aspecto descuidado (por no mencionar de trastornado). Mello pasó a su lado sin prestarle mucha atención, no le agradaba demasiado, y no estaba de humor para fingir que le alegraba verlo, mucho menos conversar con él.

Habló un rato con Matt sobre el trabajo, de cuando y como lo terminarían. Después salió de la biblioteca fumándose un cigarrillo, pensando en lo doloroso que sería volver a casa en el transporte público. Ya entrada la madrugada, Mello llegó a su casa, que era un departamento pequeño, desordenado, nada pintoresco en el que –además de la sala y la cocina- apenas había un cuarto y un baño. Se tiró en su cama sin bañarse ni quitarse la ropa, esperaba despertar al día siguiente cuando el sol ya estuviera en alto, se perdería la clase de inglés y dormiría tranquilamente. Algo en él se encendió al pensar en el día de mañana, una emoción extraña cargada de cierta felicidad. Mañana invitaría a Christine al cine, se había dispuesto a hacerlo y de corazón esperaba no arrepentirse a último momento.

Gimió algo inteligible, un poco avergonzado y se removió entre las sabanas antes de quedarse dormido.

 

Notas finales:

Bien, este fue el primer capítulo (eso ya lo saben :P) Realmente me gusta esta historia, es simpática creo. La voy a llevar hasta el final :) Repito, no me odien a Christine, pobrecita xd. Armando...me parecio un personaje gracioso, tal vez lo vuelva a utilizar. Ojala les haya gustado =)

Todavía no sé si le voy a dejar "El gran error" no me gusta mucho, pero no puedo pensar en otro nombre. Alguna idea?

Saludos desde Venezuela~

(comentarios? =o)


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