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Ángel Guardián por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

IMPORTANTE: En esta historia existen dos narradores (distintos puntos de vista) : Uno escribe con letra normal (Asderel) mientras que otro escribe con negrita (Eliot) 

Bueno aquí otro capítulo... este es más cortito y creo que se mantendrán así... mas cortos para que no se cansen tanto leyendo >_< ... bueno espero que les guste :D ... ya saben, cualquier error ortográfico o lo que sea háganmelo saber n_n dejen sus comentarios :D 



Gracias por leer <3

Capítulo 15: Sentencia




Abrí los ojos por un leve zamarreo por parte de Daemon. Mi nuevo despertar indicaba que el suicidio había funcionado, a mí lado estaban mis dos compañeros y junto a nosotros se encontraban miles de personas en perfecta fila.

- ¿D…Dónde estamos? – Pregunté confuso mientras refregaba mis ojos con ambas manos.

- ¡Bienvenido al infierno, Eliot!- Exclamó Daemon mientras estiraba sus brazos, como presentándome el lugar. Era realmente aterrador, una oscuridad sin estrellas cubría el cielo, la tierra seca y sin vegetación ardía bajo mis pies. Las personas que estaban a nuestro alrededor se quejaban en tristes lamentos de dolor, algunos parecían estar sufriendo heridas realmente graves, incluso se podía ver como algunos cargaban su corazón aún bombeando sangre sobre sus temblorosas y pálidas manos. Todos caminaban en una misma dirección. Miré hacia abajo, estábamos sobre una especie de puente de tierra y fango y justo debajo de nosotros un mar de lo que parecía ser sangre, el olor putrefacto del lugar me invadió por completo y estuvo a punto de hacerme vomitar, todo lo que nos rodeaba era asqueroso.

Nos unimos a la fila de almas, en el final de la hilera se alzaba un trono reluciente de oro negro, más grande y más brillante que el de cualquier rey que pudiera gobernar la tierra. Sentado sobre él se alzaba una criatura espantosa, torso humanoide y lo que parecían tentáculos o raíces en vez de piernas, medía más de cuatro metros y en su rostro no podía distinguirse sus ojos o su boca, solo una tez pálida, casi amarillenta y en su cabeza llevaba lo que parecía ser una corona con una extraña forma de torre. Entre sus garras alargadas llevaba tomado una especie de bastón, con el que cada minuto daba una serie de golpes en el suelo, que hacían temblar la tierra en un brusco remesón.

- Ese es Minos…- Afirmó Abel estupefacto –Es el encargado de juzgar nuestras almas…-

- ¿Juzgar…nos?- Pregunté mientras un escalofrío me recorría de pies a cabeza, casi congelándome.

- Así es, Eliot- Comenzó Daemon – El infierno está hecho de nueve círculos o pisos…y Minos juzga a que círculo del infierno irás, dependiendo del pecado que has cometido…- Guardó una pausa.

- Y mientras más grave sea el pecado, más frío y aterrador será tu círculo…- Terminó clavando sus ojos carmesí fijos en los míos. Sentí miedo, pero no podía retractarme ahora, no existía peor infierno que vivir sabiendo que Asderel se encontraba aquí atrapado, estaba dispuesto a pasar cualquier tortura por salvarle.

- ¿Cómo sabré a cual círculo ir?- Pregunté tragando saliva.

- Lo sabrás…por los golpes de su bastón- Murmuró mirando hacia otro lado. A él también le aterraba la idea de estar en el infierno, parecía no querer pensar si quiera en ello.

Luego de esta espantosa conversación, todos nos quedamos en completo silencio esperando ser juzgados. La espera era larga pero el tiempo no parecía pasar en el infierno, todos los que estaban allí estaba viviendo la misma situación, esperando desesperanzados el juicio final, sin saber que había más allá de las espaldas de Minos. El silencio era casi absoluto, solo podía oírse a ratos el lamento de un hombre mutilado o el llanto agónico de una madre que había asesinado a sus hijos, todo en este lugar era desconsuelo y angustia, no había ni una pisca de luz o esperanza. Estábamos verdaderamente en el infierno de los condenados.

Tanto dolor y tanto sufrimiento comenzó a afectarme, sentí unas inmensas ganas de llorar y un terrible dolor en el centro del pecho, el aire comenzaba a faltarme y apenas podía contener mis nauseas. Me sentí sumamente avergonzado y cobarde, pero no era el único, delante de mí Daemon mantenía envuelto en un tembloroso abrazo a Abel, quién sin poder soportarlo más comenzaba a soltar las primeras lágrimas, que caían como ríos por sus ojos claros. Aún así me contuve y seguí reprimiendo mis ansias en completo silencio.


- Chico…despierta- La voz de mi salvador entraba penetrante en mis oídos. Abrí mis ojos lentamente, aún estaba sobre los fuertes brazos del hombre que me había salvado. Pero el lugar era distinto, ya no estábamos en el limbo ¿Acaso ya habíamos entrado?

- ¿D…Dónde estamos?- Pregunté mientras hacía una seña al pelinegro que me había rescatado para que me bajase.

- Estamos en las puertas del segundo círculo- Dijo en tono seco mientras con su mano derecha me mostraba la puerta donde se encontraba sentado el Rey Minos, aquel que juzga las almas de los muertos.

- Yo…Yo no estoy muerto- Afirmé confuso.

- Lo sé…lo sé, veremos si podemos convencer a Minos para que te deje salir de aquí-

- Es mejor que no me ayudes…- Dije mientras mis ojos se dirigían al piso, entristecidos – Lucifer me trajo hasta acá y me quiere en el noveno círculo junto a él….-Concluí, intentando de hacerle entender al hombre que ayudarme sería muy peligroso.

- ¿Y eso a quién le importa?- Sonrió. Otra vez volví a fijarme en su tan familiar rostro, su piel pálida, esos ojos oscuramente tristes y su barbilla levemente pronunciada y masculina.

- ¿Por qué me ayudas?- Pregunté mientras aún seguía perdido en la penumbra de sus ojos. El pareció confundirse un poco, quizás él tampoco sabía por qué lo hacía.

- Solo…- Comenzó con la voz un poco más apagada –Solo me recuerdas a alguien…- Terminó. Yo también le parecía familiar, quizás nos conocimos en algún momento, pero ninguno de los dos podía recordarlo.

- Vamos por Minos- Dijo rápidamente, intentando cambiar el tema, yo asentí con la cabeza.

- Está bien… ¿Fausto?-  Pregunté un poco inseguro.

- Así es…- Respondió en una pequeña carcajada –Ese es mi nombre…-
 

Casi sin darme cuenta ya habíamos avanzado kilómetros. Cuando estábamos solo a unos sesenta metros del trono de Minos, comenzó a darse un alboroto que desordenó toda la perfecta estructura de la fila y todos comenzaron a empujarse y golpearse en el afán de llegar primero a los pies de la bestia para ser juzgados rápidamente. Nosotros también aprovechamos y arrastrados por la corriente de la multitud logramos avanzar hasta llegar a escasos seis metros de él.

-¡Escucha Minos…! – Una voz tranquila y grave destacaba entre todo el griterío.

- ¡Este chico no debe estar aquí…él está vivo!- No había respuesta del Rey Minos, quien en un profundo silencio esperaba a que todo el caos volviese a reordenarse.

- ¡Minos!- Exclamó aún más fuerte la misteriosa voz. En ese momento vi como el cuerpo de Daemon se tensaba mientras una mirada cómplice cruzaba entre él y su amante. Inmediatamente comenzaron a avanzar entre el mar de gente, yo les seguí. El trote rápido y frenético, casi como si estuviesen corriendo desesperadamente comenzó a inquietarme, con dificultad les seguía sin perderlos de vista, separarnos en estos momentos sería un fatal error.

Ellos se abrieron paso rápidamente, llegando a los pies del trono de Minos, yo llegué poco segundos después.

- ¡Padre!- Exclamó la voz de Daemon, temblorosa y perturbada.

- ¡Daemon!- Un hombre alto de cabellos oscuros y ojos del mismo color, con rasgos muy parecidos a los de Daemon corría hacia él y lo apretaba entre sus brazos en un cálido abrazo.

- ¿Qué haces aquí, hijo?- Preguntaba desesperadamente el hombre mientras acariciaba los cabellos del chico de ojos carmesí.

- ¡Asderel!- Abel interrumpía el emotivo momento, miré hacia un lado del hombre de cabellos negros, allí estaba Asderel. Sin pensarlo si quiera me abrí paso entre la muchedumbre y corrí hasta donde estaba mi amigo y me abalancé sobre él, cayendo ambos al piso.

Estaba realmente feliz de verlo, lo estreché entre mis brazos sin que él pudiera evitarlo y frenéticamente comencé a besar sus cabellos, su frente y su nariz, hasta que mis labios quedaron frente a los suyos. Hubo un pequeño silencio, una afonía eterna para mí. Sus ojos dorados se encontraron con los míos, vi toda mi vida pasar en ellos, vi toda la belleza del mundo reflejada en esas pupilas de oro que día a día me encantaban con más fuerza. Mis ojos comenzaron a humedecer y mi piel comenzó a electrizarse, mis manos temblaban sin que pudiera controlarlas. Mientras estaba sobre él, tomé fuertemente ambos hombros de Asderel y lo atraje hasta mí con fuerza, con la desesperación de querer sentir sus labios enredarse con los míos.

 ¡Cómo no me dí cuenta antes! Amaba a Asderel con toda mi alma, su espíritu me atraía, me invadía y me llenaba, tal como la primera vez que lo vi caer  desde los cielos y lo salve de hundirse en el abismo.

Cerré los ojos, nuestros labios se encontraban nuevamente. Sentí un escalofrío agradable que recorrió cada centímetro de mi cuerpo, sentí mi corazón palpitar acelerado junto al suyo como si fuesen uno solo, sin poder evitarlo una lágrima recorrió mi rostro y cayó sobre una de sus mejillas. El mundo pareció detenerse en el momento que rocé la cálida piel de sus labios. No me importó nada de lo que estuviese pasando afuera, incluso olvide que me encontraba en el mismísimo infierno. No escuchaba nada, no veía nada, tan solo tenía ojos y oídos para Asderel.

No sé cuanto duró nuestro beso pero fue suficiente para que la vida volviese a mí con él. Sin darme cuenta había vivido como un zombie toda mi vida hasta conocer a Asderel. El me llenó nuevamente, el me salvó e iluminó de nuevo toda la oscuridad de mi ser.

- A…Asderel…Yo- Murmuré aún aturdido, bajo los efectos del somnoliento veneno de sus labios.

- Te amo, Eliot-  Interrumpió como si hubiese robado las palabras de mi boca. Sus ojos acuosos me miraban con dulzura y una suave sonrisa escapaba de su rostro.

- Te amo, Asderel- Susurré en su oído.

Dirigió una de sus manos a mi mejilla y se inclinó levemente para volver a besarme. Pero en ese momento un fuerte estruendo nos hacía volver a ambos a la realidad, estábamos en el infierno y un alboroto se había formado. Minos comenzaba a dar golpes en el suelo con su báculo, indicando el círculo al que debíamos ir Abel, Daemon y yo.

- ¡Asderel!- Grité mientras abracé al ángel como un niño aterrorizado abraza a su padre. El me estrechó fuerte sin disposición de soltarme.

Primer golpe contra el piso, un fuerte temblor comenzó a azotar la tierra. Vi como Abel y Daemon intentaban no perder el equilibrio mientras el chico de ojos carmesí estiraba una de sus manos, intentando que su padre la alcanzara. Me aferré aún con más fuerza.

Segundo, tercer y cuarto golpe. Mi pecado estaba por sobre el quinto círculo ¿Qué había hecho para recibir una condena tan dura?

- No tengas miedo, Eliot- Susurró en mi oído, intentando de calmarme.

- ¿M…Me separarán de ti?- Asderel afirmó tristemente con la cabeza mientras acariciaba mis cabellos.

- ¿D...Dónde voy a ir?- Pregunté mientras las lágrimas comenzaban a asomar de mis ojos.

- Yo…Yo te encontraré- Dijo mientras sus brazos me estrechaban aún con más fuerza, hasta hacerme sentir dolor. El sexto golpe contra el piso ya estaba retumbando sobre la tierra.

- ¡No! – Exclamó Asderel mientras sus manos temblorosas tomaban mis mejillas – ¡Al séptimo círculo no!- Gritó exasperado pero su ruego angustioso no fue escuchado, él séptimo golpe se sintió y allí se detuvo. Estaba condenado a ser torturado en el séptimo círculo, uno de los más temidos por todas las almas que esperábamos pena allí.

- ¡Eliot!- Exclamó mientras veía como sin parar las lágrimas resbalaban por sus mejillas y su rostro me mostraba una mueca de dolor.

- Nos volveremos a ver…- Dijo y se acercó nuevamente  a mí y me invadió con sus labios otra vez. Cerré los ojos y me entregué al momento, ese beso fue una promesa, la promesa de volver a encontrarnos.

Sentí como mi alma comenzó a abandonar mi cuerpo, era como si me estuviese borrando. Poco a poco y contra mi voluntad mi cuerpo fue pasando a otro estado, como si comenzase a mezclarse con el viento. Sin que yo lo soltara si quiera, fui desapareciendo de entre los brazos de Asderel, volviéndome tan solo brisa que desaparecía y escapaba de la calidez de sus manos. Lo último que vi fueron sus ojos dorados llenos de lágrimas, despidiéndose de mí y sonriéndome.

- Voy a encontrarte…- Fue lo último que vi pronunciar de sus labios antes de que yo desapareciera por completo. Me quedaré con esas palabras.

Me quedaré con la promesa de volver a verte.


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