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Ángel Guardián por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

IMPORTANTE: En esta historia existen dos narradores: Uno escribe con letra normal (Asderel) mientras que otro escribe con negrita (Eliot)

Uff cuanto tiempo sin subir ! de verdad lo siento mucho >_____< tenía muy abandonado esto...

Pero aquí hay otro cap, este es el penúltimo, el final lo estoy haciendo en este momento n.n, espero que les guste y dejen sus reviews ! 

PD: ya saben, cualquier error ortográfico, repetición de alguna palabra, lo que séa háganmelo saber. 

Gracias por leer

<3

Capítulo 19: Perdición






- Debes estar tranquilo, Eliot-
  Daemon posaba su mano sobre mi hombro e intentaba tranquilizarme. Apenas hace dos días que había comenzado la gran guerra en el cielo y yo estaba muy nervioso, deseaba saber que estaba pasando pero no podía saber nada de Asderel. El mundo que conocía había empezado a cambiar, todo era un verdadero caos, las consecuencias de la feroz lucha que se estaba dando arriba comenzaba a afectarnos a nosotros, terremotos, maremotos y vientos inexplicablemente fuertes, cambios constantes en la temperatura, todo era un completo desastre. Era como si la ausencia de los ángeles desorientara a todo el mundo ¿Y cómo no? En estos dos días ya corría la noticia de más de cien personas muertas tan solo en la ciudad de Berlín, muchos muertos de forma misteriosa, una ola de suicidios provocado por lo que las mismas víctimas relataban antes de morir como un «vacío en el alma» causaba intriga en todas partes. Pero yo sabía perfectamente de que vacío hablaban. Inconscientemente  cada persona está ligada a su ángel, aunque nunca le hayan visto y nunca le hayan oído está en lo más profundo del ser humano la conexión con su guardián, es de entender  tener ganas de morir si esa conexión desaparecía.

Aún mantenía firmes mis esperanzas en volver a ver a Asderel, no quería sentir nuevamente esas ganas de morir, quería aferrarme al deseo de volver a verle, era lo único que me lograba mantener vivo y me sostenía.

- Estoy bien, Daemon- Mentí mientras me dirigía hacia el umbral de la puerta – Iré a tomar un poco de aire ¿Si?-

Salí para intentar relajarme, pero solo logré todo lo contrario. La tristeza y la desolación caían como un balde de agua fría sobre mí y sobre todo lo demás. Me había acostumbrado a la presencia de Asderel junto a mí y ahora la existencia sin ella se volvía pesada, casi insoportable ¿Qué estás haciendo ahora mismo, Asderel?

- ¿Estás bien?-  La mano de Fausto me sujetaba firme y evitaba mi caída. No, no estaba bien, esta lucha constante me estaba cansando, a mí y a todos los míos. Ya habían sido dos días de intensa guerra y muchos ángeles habían caído en el camino ¡Y apenas nos acercábamos a Miguel!

El paraíso tiene una forma muy similar al infierno, es una escalera circular con forma de pirámide, y en la cúspide se encontraba Miguel. Lucifer estaba a mi lado ansioso y nervioso por encontrar a su hermano ¿Enserio estaba bien lo que estábamos haciendo? Yo y los demás no éramos más que títeres de la venganza de Lucifer, pero esto era todo lo que podíamos hacer, todo lo que estaba a mi alcance para salvar a la tierra y a Eliot.

- ¡Asderel! - Mefisto interrumpía con su voz grave y fuerte para hacerme volver a la realidad. Seis querubines se habían abalanzado sobre nosotros y él con una ráfaga de viento producida por sus alas oscuras los apartaba momentáneamente, nuevamente se lanzaron contra nosotros con frenéticas ansias de asesinarnos. Conocía a todos contra los que luchaba, alguna vez hablé con cada uno de ellos, pero ahora estaban bajo el encanto de Miguel y no podía hacer nada por despertarles de su letargo, salvo acabar con la miserable existencia que sostenían ahora mismo. Uno de ellos se abalanzó directamente contra mí y me derribó de un golpe, sus ojos brillaban con un extraño carmesí pero aún lograba reconocerlo, Arial, quién alguna vez fue uno de mis amigos ahora sostenía la mano firme sobre mí y se apresuraba a clavarme su espada. En su mirada no había nada que le perteneciese a él, no estaba la misericordia del ángel ni su característica atención sobre todo lo que le rodeaba, solo estaba centrado en mí y en atravesarme el corazón. Dudé un par de segundos, este era un viejo amigo, pero solo por fuera, el Arial que alguna vez conocí había muerto bajo el control de Miguel. Antes de que descargara la ira de su filo completamente sobre mí le dí un certero puñetazo en la mejilla y aprovechaba su descuido para atravesarlo con mi espada, cayendo su cuerpo ensangrentado entre mis brazos que temblorosos le sujetaban.

- Lo siento, amigo- Susurré mientras tendía su cuerpo sobre el suelo. Cada vez que asesinaba a uno de los que alguna vez fueron ángeles una triste melancolía me invadía, la culpa comenzaba a comerme por dentro. Dí un par de pasos para alejarme del lugar, pero algo obligó a detenerme, algo que me hizo temblar y correr nuevamente hacia el cuerpo de mi viejo amigo.

- Gracias, Asderel- Musitó apenas dificultosamente. Corrí hasta él y tomé sus cabellos claros entre mis dedos – No sabes lo doloroso que es estar bajo el control de Miguel- Los ojos se inundaron de lágrimas, él y todos los ángeles que estaban bajo el mando de Miguel estaban sufriendo ¡Debía ir rápido por él!

Dejé el cuerpo de mi amigo atrás y comencé a buscar con la mirada a Lucifer. De entre todos los demonios y todos los ángeles, de entre ese espectáculo carmesí resaltaba su figura iluminada por un aura oscura que lograba envolver en tinieblas todo lugar por donde el pasase. No me costó reconocerlo, a pocos metros míos se encontraba batallando solo como él podía hacerlo, no había ángel que pudiese acercársele, todos sucumbían a pocos centímetros de él sin que el demonio si quiera los tocara. Sus ojos oscurecidos se cruzaron con los míos, tan solo una mirada fue suficiente. Se elevó de entre los ángeles y extendió sus alas negras como una noche sin luna y me invitó a subir con él, sin pensarlo demasiado yo también me elevé y le seguí.

- Estaba esperando que me llamaras- Sonrió mientras me hacía un gesto para doblar a la izquierda –Sé el atajo perfecto para llegar hasta Miguel ¡Sígueme!-  Yo solo atiné a acotar sus órdenes, el alma de Miguel estaba unida a la de Lucifer, él sabía perfectamente dónde encontrarlo. Nos elevamos hasta lo más alto del cielo, hasta dónde ya no hay nubes o aire

- Ven aquí, Asderel- Dijo el demonio mientras clavaba sus pupilas carmines en las mías y me atraía hasta sí con la fuerza de sus brazos, enredándome entre ellos.

- ¡Hey! ¿Qué haces?-

- Shhh…- Ordenó y yo callé inmediatamente, parecía serio. Me estrechó fuertemente entre sus brazos y topó su frente con la mía –Cierra los ojos- Murmuró. Yo obedecí y deje caer mis párpados lo más fuerte que pude.

Cuando los volví a abrir un paisaje completamente blanco se mostraba ante nosotros, nada parecía tener vida aparte de nosotros dos, no había absolutamente nada allí, no había cielo, no había atmósfera, ni siquiera había gravedad que nos mantuviera sujetos al piso, ni siquiera había un suelo que pisar.

- ¿Dónde estamos?- Interrogué un poco nervioso.

- En la nada…- Musitó él mientras me soltaba –Aquí es donde solía vivir Dios y dónde ahora está Miguel- Terminó haciendo una seña para que mirase hacia el frente. Allí, flotando en el espacio blanco y en posición de meditación se encontraba Miguel quién no tardó en darse cuenta de nuestra presencia. Sin mover si quiera un dedo, lanzó una ráfaga de lo que parecía un viento incandescente hacia nosotros, agité mis alas para cortarlo y evitar que su fuego nos tocara.

- ¡Te has vuelto fuerte, Asderel! – exclamó riendo mientras enviaba otra seguidilla de ráfagas infernales, quemándose una tras otra, Lucifer se adelantó y con un movimiento de sus manos re dirigió los torbellinos y los devolvió a su dueño, pero no lograron tocarlo.

- No metas al chico en esto- Comenzó enfadado -¡Tu verdadero problema soy yo! – Y sin pensarlo se abalanzó sobre él y de un puñetazo rompió la barrera invisible que le cubría, golpeándole en la cara.

- Tómalo con calma, hermanito- Rió sarcásticamente mientras recibía los golpes en la cara por parte de Lucifer, cada puñetazo sobre sus mejillas se escuchaba como un fuerte estruendo y todo parecía temblar, como si el espacio dónde estábamos estuviese a punto de romperse en mil pedazos. El demonio yacía sobre el cuerpo tendido de Miguel. No me había dado cuenta pero el parecido entre los dos era profuso, los rasgos de sus rostros, el largo de su cabello, la textura de su piel, incluso la forma que tenían sus cuerpos humanos, cada uno era el reflejo del otro, con la única diferencia que él cuerpo alguna vez puro de Lucifer había sido ya corrompido, y su cabello oscurecido contrastaba con el blancor del de su hermano y las cicatrices de su piel disentía del oro de las marcas de Miguel sobre su piel. Lucifer no había sido más que una víctima de Dios y Miguel alguna vez, al igual que lo fui yo, al igual que todos los demonios que estaban perdidos en las profundidades infernales.

 Una fuerte punzada azotó todo mi pecho, ya había aprendido a reconocer este tipo de sensación, era exactamente lo que sentía cada vez que Asderel estaba en peligro ¿Dónde estaba? Todo a mí alrededor era pintado de un rojo tan poderoso como la sangre misma, la sangre de ángel. Estaba en el campo de batalla.

Podía ver los cuerpos tendidos en el piso celestial y podía ver sus espíritus rodeando sus organismos sin vida, esperando una resolución ¡No tenían a dónde ir! La guerra entre el cielo y el infierno estaba dejando sus catastróficas consecuencias, un millar de almas completamente perdidas que no tenían dónde retornar, por qué no hallaban la diferencia entre el paraíso y el abismo infernal.

De pronto, de entre todo ese charco carmesí pude ver la figura de Asderel resaltar, parecía estar intacto, como si ningún arma hubiese tocado la perfección de su cuerpo y como si sus manos no hubiesen asesinado a nadie. Era rodeado por un resplandor blanco brillante, tanto que enceguecía un poco y llenaba mi cuerpo de intenso calor. Se veía puro y sublime, más que la primera vez que le vi, se veía inocente e limpio, se veía distinto.

- ¿Asderel?- Susurré, llamándolo. Pareció escucharme pero no se inmutó, me daba la espalda.

- ¡Asderel!- Comencé a correr hacia él, cada paso que daba hacía su figura más lejana a mí.

- ¡Asderel, por favor!- Grité más fuerte para llegar a sus oídos, volteó levemente la cabeza sobre su hombro y dirigió una mirada indiferente hasta mí. Me congelé al instante, su figura comenzaba a borrarse, a desaparecer hasta fundirse en el aire.

- As… ¡Asderel!-

Desperté sobre saltado, sudando y jadeante. Daemon sostenía mi mano, parecía que había estado intentando despertarme por mucho tiempo. Me costó volver a la realidad, mi cuerpo estaba sumamente cansado y aún mantenía la imagen de mi ángel firme en mi cabeza.

- Eliot, reacciona- Dijo mientras suavemente golpeaba mis mejillas. Le miré desconcertado mientras sentía como mis pupilas dilatadas volvían a la normalidad –Tranquilo, ha sido un mal sueño- Y sacudió mis cabellos con una de sus manos para luego ponerse de pie. Quedé reflexionando unos segundos, sabía perfectamente que eso no era un sueño, no sabía lo que significaba pero sabía que no era bueno y que tenía que ver con Asderel ¿Dónde estás ahora? Suspiré, ya habían pasado diez días ¿O acaso eran más? Ya ni siquiera sabía en qué mes estábamos.

- ¡Eliot, cuidado!- Gritó Daemon mientras hacía una seña para que me levantara de la cama, yo obedecí inmediatamente. Un cuadro que estaba sobre la cabecera del lecho cayó quebrándose en mil pedazos. Debíamos salir rápidamente, un nuevo terremoto comenzaba a azotarnos, ya era el tercero en menos de tres días. Como una rutina, Daemon, Abel y yo nos dirigimos hasta el gran jardín a esperar que pasase. Nadie sabía que estaba pasando, apocalipsis lo llamaban algunos, se escuchaban extraños ruidos y muchas catástrofes climáticas habían comenzado a torturar a todo el planeta. Pero nosotros sabíamos perfectamente lo que sucedía, los estruendos no venían de otro lugar que del cielo mismo y los desastres no eran más que consecuencias de la sangrienta batalla.

Ya habían caído la mayoría de los grandes edificios en la ciudad, excepto las viejas casonas construidas en anteaño, como en la que estábamos nosotros ahora. Mucha gente había muerto en estos días, incluso el doble de hace una semana atrás.

Miré hacia el cielo ¿Hasta cuándo duraría todo esto? ¡Apresúrate y vuelve, Asderel! El mundo era un caos sin el equilibrio de los ángeles, y mi vida era un caos sin ti.

La lucha entre ambos se había vuelto incesante, cada uno cada vez con más fuerza, cada golpe era un intento de homicidio ¿Debía interferir? ¡Pero yo no era más que un simple ángel! Ni siquiera yo sabía qué demonios hacía allí.

- ¿Sabes por qué te desterré al infierno, Luu?- Preguntó irónico mientras sujetaba las muñecas del malherido demonio y las azotaba contra el piso, que no era más que una barrera creada por el mismo - ¡Por qué soy mejor que tú!- Exclamó dándole un fuerte puñetazo en la cara a Lucifer, dejando escapar un riachuelo de sangre que escapaba ennegrecida de su boca –Pero no cometeré ese error de nuevo ¡Te mataré ahora mismo!- Y alzó su mano contra él y se propuso a atravesar su corazón.

- ¡Miguel!- Exclamé furioso mientras me abalanzaba contra él y lo embestía en una tacleada.

- ¡Mantente a raya, Asderel!- Exclamó el demonio mientras intentaba levantarse del suelo. No solo salvaba a Lucifer por qué él me ayudaría a vencer a Miguel, lo hacía por qué de alguna forma podía sentir todo el dolor que él alguna vez sintió y eso me daba lástima.

- ¡Tú nunca debiste haber sido concebido, Miguel! – Grité exaltado mientras con todas mis fuerzas lo arremetía una y otra vez contra el piso y con todas mis fuerzas le daba puñetazos en la cara. Cada golpe producía un fuerte temblor que parecía resonar en todo el lugar.

- ¡Soy demasiado puro para que me toques, sucio demonio!- Exclamó enfurecido revirtiendo la postura y cayendo encima de mí, propinándome puñetazos en el estómago. Su fuerza era más que la de mil demonios a la vez y mi corazón se detenía cada vez que lanzaba su puño contra mí y revivía cada vez que lo alejaba. La sensación sofocante de estar muriendo y reviviendo a cada segundo se volvía insoportable e impedía mi respirar. No podía moverme, era demasiado ímpetu sobre mis frágiles músculos humanos. Los tatuajes dorados que adornaban todo su cuerpo resaltaban brillantes a son de cada golpe ¿Era allí acaso dónde Miguel escondía todo su poder?

- Voy a rebanarte- Dijo mientras tan solo con el rozar de sus uñas quebraba mi armadura, ya había soportado muchos golpes del ángel y no era más que metal inservible sobre mi cuerpo. Cerré mis ojos e intenté calmarme.

Mi torso había quedado completamente desnudo y yo estaba bajo el poder de la fuerza de Miguel, estaba totalmente paralizado, no podía si quiera mirar a otro lugar que no fueran sus ojos violetas llenos de sadismo y violencia. Con su dedo índice comenzó a tocar mi pecho, desde la clavícula hasta más abajo del ombligo, seguido de una fuerte punzada y el típico sonido de la carne rostizándose, me estaba quemando tan solo con su tacto, luego deslizó su dedo por mis piernas, mis brazos y mi rostro, dolía, dolía tanto que ni siquiera podía gritar, mis cuerdas vocales habían sido congeladas, el quemar de sus dedos era incluso más fuerte que el del fuego en el infierno. Solo podía pensar en Eliot, en él y nadie más.

Si repasaba mi historial como ángel guardián, había sido el peor de todos, hubiese sido mejor que solo me quedase mirando como un espectador, incluso Eliot pudo haber salido vivo de su intento de suicidio ¡Había hecho todo mal! Mi egoísmo y mi obsesión por él me habían hecho tomar una mala decisión, tomar partido en su vida ¡Si tan solo si no hubiese actuado! Nada de esto estaría pasando, su vida seguiría igual que antes y yo no le habría causado todos los problemas que tuvo por mi culpa ¡Si incluso estuve a punto de matarle! Sentí como una lágrima recorrió mi mejilla izquierda ¡Había sido tan irresponsable! Si en estos momentos le tuviese en frente, solo podría pedirle perdón.

- ¿¡En qué estas pensando!?- Lucifer intervenía y apartaba a Miguel con una fuerte embestida. Por unos momentos quedó frente a mí y me miró con desprecio:

- ¿De qué demonios estás hablando, Asderel?- Había olvidado del fuerte poder que tenía el demonio sobre mí, llegando incluso a poder entrar en mis pensamientos y poder escucharme sin que yo emitiera palabra.

- ¡Tú eres lo mejor que le pudo haber pasado a ese chico!- Exclamó antes de abalanzarse sobre Miguel y comenzar a destrozarlo con puñetazos y arañazos, como si una fuerza hubiese explotado dentro de él de pronto, que le dio el poder para lograrse levantar de nuevo y encarar a su hermano.

- Si yo pudiese…- Comenzó al ritmo de sus golpes contra el rostro del ángel –Si yo pudiese sentir admiración por alguien, seria por ti, Asderel- Sonrió de pronto. El mismísimo señor del inframundo me hablaba ahora de admiración y afecto, después de todo él también fue un ángel alguna vez, le había subestimado.

A pesar de mis graves heridas, me puse de pie. Las palabras de Lucifer habían calado en lo más profundo de mí ser, pensar en no aparecer en la vida de Eliot era un sentimiento cobarde, no puedo volver atrás incluso si así lo quisiera, ahora que estoy junto a él no pienso abandonarle.

La piel de Lucifer se había tornado completamente blanca, mientras que su cabello oscurecido era levantado por lo que parecía un campo gravitacional. De sus manos se habían extendido garras gigantescas que parecían más filosas que cualquier espada y de sus ojos completamente negros derramaba el color de sus pupilas, escurrían pequeñas gotas de sangre que caían hasta más abajo de sus mejillas, de todo su cuerpo comenzó a expandir una aura color negra, como el vacío, que contrastaba con la brillantez nívea de su hermano. Esta era la verdadera forma de Lucifer.

Ambos habían comenzado una sangrienta lucha, apenas podía detectar sus movimientos rápidos y tan solo me guiaba por el choque de sus auras que con cada tropiezo entre ellas todo el lugar se estremecía y un estruendo agudo azotaba todo. La sangre escapaba de sus cuerpos a chorros con cada golpe, con cada puñetazo y cada patada, cada arañazo más fuerte que el anterior, el batir de sus alas sacudiendo un viento que cortaba la piel hasta los músculos y el fuerte choque de las ondas expansivas estrellándose entre sí hacía de esto un espectáculo aterrador. Yo solo podía mirar estupefacto como apostaban sus vidas y esperar el momento indicado para atacar si fuese necesario, pero algo me impedía intervenir, quizás era el respeto que sentía por Lucifer y por su afán de vencer el solo a Miguel.

De pronto, uno de ellos cayó al piso, el demonio estaba siendo nuevamente vencido por su hermano ¡Pero esta vez no lo permitiría! Antes de que Miguel se abalanzara sobre Lucifer corrí hasta él y lo arremetí con fuerza, con tanta que incluso yo me sorprendí de mí mismo. Sentí como un fervor comenzaba a llenarme y como las venas de mis manos, mis brazos y mi cuello comenzaban a llenarse de sangre hasta rebalsar, sentí un pequeño enrojecer en mis ojos y como el poder estaba volviendo a mí.

- ¡Asderel!- Exclamó el demonio, no era necesario que hablara, yo ya sabía lo que tenía que hacer ¡Esta era nuestra oportunidad! Di el paso para que Lucifer se abalanzara sobre su hermano y cayendo sobre él lo capturó con fuerza, de sus manos expandía toda su energía que descansaba sobre las muñecas de Miguel deteniéndole y apresándolo con firmeza. En ese instante recordé la espada, la espada que me había dado Gabriel en la tierra y que por algún motivo sentí la necesidad de clavar en el corazón del ángel. Sin pensarlo demasiado y mientras su hermano le sujetaba, levanté el arma contra Miguel y lo apuñalé justo en el pecho, sentí su piel siendo atravesada y sus músculos sucumbiendo ante el filo de la hoja, hasta llegar a lo más profundo de él, hasta rozar con ese órgano que guarda su vida y su alma, su espíritu y todo su poder, dudé un par de segundos pero finalmente terminé presionando contra él, escuché como la espada atravesaba esa bomba de sangre y parte del líquido carmesí esparcía hacia afuera y llenaba mi rostro con ella, seguido de un pequeño grito de dolor y una mirada suplicante por la que por un momento sentí lástima, un último vistazo a sus ojos violeta perdiendo su color lentamente. Su corazón comenzó a latir más despacio y su sangre pareció congelarse. Suspiró cansado, las marcas de oro que le cubrían perdieron su color  hasta desvanecerse por completo, mientras un hilo azulado desprendía de su cuerpo y era absorbido por la espada que sostenía en mis manos, era la fuerza de su poder siendo encerrada en la pieza de acero. Por unos instantes pude ver su espíritu intentando escapar de su cuerpo, pensé que huiría y se liberaría pero un rápido movimiento de Lucifer lo atrajo nuevamente al dañado cuerpo de Miguel y colocando un sello hecho con la misma sangre del demonio sobre la frente del hermano encarceló su alma y la capturó para siempre.

Los ojos de Miguel se abrieron nuevamente, asustados. Había perdido sus poderes y ahora estaba a disposición de su hermano que ansiaba su venganza. Miré dentro de sus pupilas espantadas y sentí lastima por él, pero era lo justo.

- No temas, hermanito- Susurró Lucifer con voz siniestra mientras acercaba lentamente su rostro al de él y clavando profundamente las garras en las mejillas de Miguel lo besó en los labios fríos y tensos. Por un momento vi los oscurecidos ojos del demonio brillar con inusual luz y un resplandor  iluminó todo su rostro ¿Acaso estaba feliz?

Lucifer se puso de pie mientras cargaba el cuerpo de su hermano en la espalda –Vamos, Miguel- Musitó con una sonrisa malvada en sus labios –Te mostraré el bello lugar que tú mismo creaste para mí-  Miguel intentó resistirse, pero era demasiado débil ahora.

 Un gesto con la mano izquierda de Lucifer fue suficiente para despedirse de mí. Un agujero negro se abrió en el suelo, las llamas del infierno escapaban de él esperando a Lucifer y su hermano ansiosas. Finalmente se perdió entre ellas junto a Miguel. Escuché el último grito desgarrador del ángel mientras se quemaba en los abismos infernales y el agujero desapareció. Lucifer había concebido su venganza y todo había vuelto a la normalidad ¡Habíamos ganado!

  

Notas finales:

Espero que les haya gustado ! n//n 


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