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Ángel Guardián por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

IMPORTANTE: En esta historia existen dos narradores (distintos puntos de vista) : Uno escribe con letra normal (Asderel) mientras que otro escribe con negrita (Eliot) 

He aqui el segundo capitulo... Espero que les guste n_n por favor dejen sus comentarios y criticas :3 


Gracias por su atencion <3

Capítulo 2: Ascención y Destierro





Una suave voz pareció susurrar en mi oído, seguido de una fuerte brisa que azotó mi rostro por un momento. Desperté un poco asustado, como si alguien me estuviese llamando desesperadamente. Agitado y con la respiración entrecortada abrí mis ojos lentamente, me senté en la cama y miré hacía todos lados, no había nadie ahí, en ningún rincón de la habitación.

- ¿Hay alguien ahí? – Mi pregunta era inútil, sabía que allí no había absolutamente nadie, estaba solo.


- ¿Hay alguien? – No sé por qué pero volví a preguntar en voz alta. De pronto, una fuente ráfaga cruzó toda la habitación y me produjo un gran escalofrío que me recorrió de pies a cabeza. Las ventanas estaban completamente cerradas ¿Entonces cómo?

Me puse de pie y me acerqué hacía la puerta, la cinta de goma que cubría el agujero entre ella y el piso impedía que cualquier ventilación entrara por ahí. La abrí lentamente y comencé a caminar entre los pasillos vacios, con olor a humedad y a jabón desinfectante. No había absolutamente nadie allí, la recepción también se hallaba vacía, entonces vi la oportunidad de escapar de aquel lugar.

La puerta principal se alzaba ante mi esplendorosa e solemne. Intenté acelerar el paso para llegar hasta ella, pero me era terriblemente difícil, sentía los pies cansados y el dolor y las vendas en mi espalda y caderas no dejaban moverme con libertad, aún así realice un gran esfuerzo por llegar. Cuando halle por cumplida mi misión y me preparaba para sentir la primera brisa del viento que soplaba afuera, un par de manos ágiles y toscas me tomaron por los hombros y me levantaron.

- ¿Hacia dónde crees que vas?- Un médico me sujetaba fuertemente y me arrastraba de vuelta a mi habitación.

Intenté resistirme de todas las formas posibles. Quise zafarme, patalee, lancé golpes hacia todos lados, hice movimientos bruscos, probablemente me fracturé más de lo que estaba antes de mi frustrado intento de escape. Comencé a gritar, quería salir de ahí, grité tan fuerte como para que toda la ciudad me escuchara. El médico me inyectó un tranquilizante, seguí gritando, grité hasta que mi voz se desvaneció hasta desparecer y mis ojos cansados cayeron como dos bloques de piedra, cerrándose.

Todo lo que vino después fue una pesadilla, una especie de locura. Despertaba a ratos y cada vez que lo hacía, lo hacía gritando, la fiebre y los fuertes dolores no me dejaban tranquilo en ningún momento, incluso mientras dormía seguían punzantes por todo mi cuerpo.

Al tercer día empeoraron, el malestar  y mi temperatura se elevaron a tal grado que llegaron a causar alucinaciones y sueños horribles.

Vi el infierno en ellas, todos los días, a todas horas entraban en mi cabeza causándome los más espantosos horrores. Veía a gente sangrando, muerte, veía oscuridad, extrañas y diabólicas figuras aparecían y desaparecían ante mí, vi autos chocando, vi perros comiéndose entre ellos, Miré fijo a los ojos del demonio.

Pensé que iba a morir. Mi diagnóstico había empeorado con el tiempo, lo sabía. Los médicos no tenían idea de que me pasaba, lo veía en sus rostros piadosos y asustados cada vez que me miraban. Me hacían exámenes y resonancias, nunca encontraron nada. ¿Entonces qué era lo que tenía?

 Lo sabía perfectamente, eran ganas de morir. El deseo más repulsivo y salvaje que puede llegar a sentir un ser humano en la máxima manifestación del odio hacia sí mismo,  el sentimiento más cobarde que puede ser concebido lo estaba concibiendo yo y este me estaba matando poco a poco…Silenciosamente sin que nadie pudiese hacer nada.

Quería morir y mi deseo se estaba cumpliendo sin yo poner resistencia. Me dejé arrastrar por las sigilosas garras de la muerte, me entregué a ella y a mis visiones, pronto todo cesaría.

Ya comenzaba a acostumbrarme a la idea de morir, a sufrir fuertes dolores y enfrentar fiebres que a cualquiera lo hubiesen matado. También empecé a acostumbrarme a mis extrañas alucinaciones, al pasar del tiempo se hicieron más fuertes, debilitándome cada día más, yo solo esperaba tranquilo mi final.

Pero el destino quería otra cosa para mí.

Fue justamente en una de estas horribles pesadillas donde volví a verle.

De pronto me ví corriendo por una enorme y larga escalera, escapaba de una jauría de enormes perros rabiosos. Los peldaños destrozados por las termitas apenas podían mantenerme firme y los gastados pasamanos no eran más que un adorno en aquella pila de madera que me conducía hacia lo más alto de un edificio, corrí lo más rápido que pude hasta llegar a la azotea. El cielo estaba nublado y las oscuras nubes parecían estar llenas, como si fuesen a desatar una gran tormenta, una fuerte brisa pasaba cortante entre mis cabellos y el frío llegaba hasta lo más profundo de mí, quemándome los huesos.

Una veintena de perros hambrientos se acercó a mí, gruñendo, mostrando sus filosos dientes, grandes y secos como los de un lobo, su pelaje grisáceo y sucio sacudiéndose a medida que las primeras gotas comenzaban a caer, su mirada llena de furia. Tenía todos esos ojos rojos, diabólicos cada vez más cerca de mí, las piernas comenzaban a temblarme, estaban acorralándome, no tenia escapatoria, hoy sería la cena de aquellas feroces bestias.

De un momento a otro comenzaron a correr hacia mí, frenéticamente, el galopar de sus patas ágiles y flexibles me estremecía con cada paso, no podía moverme, el miedo me paralizaba. Cuando los ví frente a mí, saltando directamente a mi cuello una resplandeciente luz blanca cubrió todo el lugar y me envolvió en un intenso manto suave y agradable del cual no podía librarme. Pude ver como un ser, envuelto en la misma luz que yo, bajaba desde el cielo y sin tocarlos apartaba a los perros que cabeza agacha y con la cola entre las piernas se alejaban al verlo. De alguna forma este individuo me recordó al joven del sueño que tuve mientras caía antes del accidente.  Giró hacia mí y pareció sonreírme, o eso creí yo, ya que apenas veía a través de tan intenso velo. Sentí como tomó mi mano con la suya, era  cálida y firme y sin poder evitarlo me encaminaba junto a ella y me lanzaba al abismo, sin soltarme.

Mientras caía, el viento se sentía suave como un  algodón limpiando mi cara, yo mismo me sentía liviano y alegre mientras descendía de la mano de aquel ser tan querido ya para mí. Cuando estábamos a punto de demolernos contra el suelo, desperté.

 ¡Entonces lo sabía perfectamente!

Sin antes haber escuchado nada de ellos, ni siquiera tenerlos en mi cabeza en un solo instante de mi vida, hasta ahora, hasta mi accidente, por fin lo estaba comprendiendo, aquella luz, aquel individuo envuelto en ese bello resplandor, esa paz, toda esa suavidad sublime, era divina.

 ¡Un ángel!

Por fin lo estaba comprendiendo,  alguien estaba tratando de salvarme, de sacarme aquella oscuridad que tenía adherida en lo más profundo de mí, aunque fuese solo un sueño, para mí cualquiera que pudiera amarme, era un ángel.

Desperté de pronto, la enfermera que estaba en la habitación posó sus ojos sorprendidos en mi, sin darme cuenta me levante de un salto y me senté al borde de la cama, ella corrió e intento acostarme de nuevo pero no lo logró, puso su mano sobre mi frente y me tomó la temperatura, estaba normal  ¡Estaba sano! La mujer salió corriendo de la habitación, seguramente a llamar al doctor.

Mi mirada se clavó en uno de los rincones de la habitación, por un momento me pareció ver al joven con el que había estado soñando, estaba ahí mirándome sonriente, froté mis ojos para verlo mejor, pero en el momento en que lo hice se desvaneció, como una ilusión.


- ¿Y?- Gabriel estaba sentado sobre una nube, había estado esperando mi llegada.

- Le he salvado -
  Dije sonriéndole. Creo que nunca había sentido dicha tan grande como la de aquella vez, el saber que Eliot estaba bien y recuperándose me llenaba de tranquilidad y alegría.

- Sabes…Asderel- Dijo Gabriel mientras con su mano me invitaba a sentarme junto a  él.

Gabriel era mi mejor amigo, desde que tengo conciencia en el cielo que ha estado acompañándome, es un ángel fuerte, sincero y sabio por lo que generalmente tomo sus consejos.

– No deberías entrometerte tanto en la vida de ese humano -

Pero esta vez, no quería tomarlos en cuenta.

- Tú fuiste el que me aconsejó entrar en su vida, Gabriel –
Dije mientras me sentaba a su lado y apoyaba mi cabeza en uno de sus hombros.

- Lo sé –
Dijo mientras con su mano derecha acariciaba mis cabellos. – Pero esta vez te has excedido –

- ¿Por qué lo dices? –
Le mire extrañado.

- El padre tiene un plan para todos los hombres – Sus caricias cesaron de pronto.

- ¿Y cuál era el plan para Eliot? –  Pregunté subiendo un poco la voz.

- Eliot debió morir allí – Dijo secamente.

- ¡¿Morir allí!? – Grité sorprendido mientras apartaba mi cabeza de su hombro y me ponía de pie. - ¡Sabes perfectamente donde habría terminado si lo dejaba morir!-
Gabriel intento sostener mi mano tratando de calmarme. – ¡Eliot habría ido al infierno si no hubiese intervenido!-

- Y es lo que merecía – Dijo mi amigo soltando bruscamente mi mano. – ¡Intentó suicidarse, Asderel! – Se puso de pie, frente a mí. – Además el padre jamás le habría perdonado – Dijo clavando sus celestiales ojos los míos.

- ¿¡El padre!?- Pregunte un poco sarcástico - ¡En toda mi vida jamás le he visto aparecer por aquí, Gabriel!-

Ya era rumor entre los ángeles, Dios se había tomado unas largas vacaciones, de pronto simplemente pareció aburrirse de los humanos y nos dejo la tierra a nosotros. No sabríamos que esto se nos escaparía de las manos. Los humanos son avaros, orgullosos y egoístas, son demasiados y parecen ser constantemente tentados por la maldad. Se supone que nosotros no debemos entrometernos en sus decisiones, el padre fue claro en eso, antes de irse nos reunió a todos: - No deben perturbar la mente de los hombres, por mucho sea el mal que estén haciendo, ellos tienen libre albedrío, están en su derecho de elegir a quien servir – Y luego de decir eso simplemente se marchó.

Es por esto que Gabriel, el sucesor de Dios, nos tenía estrictamente prohibido interactuar con los seres humanos e intentar cambiar sus malas decisiones.

- Sabes que contigo hago una excepción, Asderel – Dijo mientras me daba una palmada en el hombro. –Pero no será así por mucho tiempo, no podrás velar por el toda la vida-

- ¿Entonces qué? – Dije molesto. Este era mi trabajo. Pocos lo saben pero un guardián nace junto a la persona que se le fue destinada cuidar, yo nací cuando Eliot vio la luz del sol, desde siempre he vivido solo para vigilarle y para estar junto a él. Existe una conexión especial entre un Ángel y su humano, pero Gabriel no puede entenderlo, el es un guerrero.

- Entonces simplemente no lo hagas – Dijo después de una incómoda pausa.

- Sabes que lo hago porque es mi deber – Dije desafiándole con la mirada.

- Tu deber es vigilar, ser un mero espectador -

- Mi deber es cuidar – Interrumpí. – Soy un guardián -

- ¿! Por qué no eres como los demás guardianes!? –
Dijo un poco enfadado. – Ellos solo se dedican a observar, no actúan irresponsablemente como tú lo has hecho-

- ¡Yo solo hago mi trabajo!-
Exclamé

- ¡Lo haces porque sientes algo por ese simple humano! – Di unos pasos hacia  atrás. Gabriel acercó su rostro al mío – No creas que no me he dado cuenta, Asderel – Me tomó por el cuello de la túnica – ¡Desde siempre haz amado a ese humano, haz querido estar en su mundo, respirar su desagradable aire y herirte los pies con su infértil suelo! – Gabriel estaba realmente enfadado, sus ojos azulados comenzaban a mirarme con desprecio. Agaché la cabeza y guardé silencio.

- Di algo, Asderel – Ordenó zamarreándome.

- ¡Sí! – Grité dirigiéndole  una furiosa mirada. – ¡Quiero estar ahí, respirar su aire y lastimarme los pies!- Tomé sus manos y las aparté bruscamente de mi túnica.

Los ojos de Gabriel cambiaron, la ira esparcía de ellos. Sin que yo pudiese resistirme me tomó por los hombros y giró mi cuerpo.

-¡Si así lo deseas! – Exclamó lleno de rabia – ¡Vete con los humanos! – Y seguido de esto, con sus propias manos tomó mis alas y con un brusco tirón las fracturó.

Pensé que me desmayaría del dolor, pude sentir como cada hueso se trisaba y me quemaba por dentro, quedando inutilizable, los escuchaba uno por uno, derrumbándose como una tira de dominó. Di un grito desesperado y lleno de angustia, incluso los querubines que hasta ahora habían estado entonando bellas canciones callaron, dirigiendo la mirada hacía nosotros.

- ¡Si quieres estar allá abajo, vete! – Dijo Gabriel mientras me empujaba y me lanzaba al abismo-


 – ¡Tardarás mucho en volar de nuevo! – Sonrió – Para entonces, anhelarás volver a la comodidad del Cielo –

 
Me soltó y me dejó caer, antes de perder la conciencia, pude oír su voz diciendo ante las miradas de los atónicos ángeles que horrorizados veían esta escena nunca antes vista en el cielo.

- Que les quede claro… desde ahora ya no podrán desobedecer -

Y entonces la voz se alejó y mi cabeza se nubló, todo lo demás es oscuridad.

Notas finales:

Les a gustado n.n ? 


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