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Ángel Guardián por InfernalxAikyo

[Reviews - 51]   LISTA DE CAPITULOS
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Notas del capitulo:

IMPORTANTE: En esta historia existen dos narradores (distintos puntos de vista) : Uno escribe con letra normal (Asderel) mientras que otro escribe con negrita (Eliot) 

:3 Bueno aquí otro cap. 

es un capitulo muy muy especial porque es una especie de CROSSOVER entre esta historia y mi otra historia llamada - La  Maldición de Caín - (Que por cierto es muy buena, si les gusta esta lean la otra mwhaha xd)

no es tan largo como el capitulo anterior, asi que tendran menos trabajo. 

como siempre si encuentran algún error, algo mal hecho o una palabra de más informenme para corregirlo (ya que este capitulo lo hice mientras me desvelaba y con sueño puedo cometer terribles errores gramaticales y ortográficos xd)

Aparecen más personajes aún, no se vayan a perder n_n 

Dejen sus comentarioos >___< si les gusto y si no tambien :D valoro mucho las reviews 

Y como siempre muchas gracias por su atención <3

Capítulo 6: Verdad






Volver a despertar fue fácil. Solo deseé, deseé con todas mis fuerzas volver a casa junto a Asderel, ansié con todo mí ser poder abrir los ojos y verle a mi lado.

Sentí de nuevo mi cuerpo, fue como si mi alma hubiese entrado bruscamente en él. Desperté sobresaltado inhalando profundamente el aire que volvía a mis pulmones, estaba cansado.

- Por fin has vuelto…- Suspiró aliviado Cassiel. No le puse atención. Me levanté rápidamente y corrí a la cama donde estaba Asderel.

- Asderel…-  Comencé sacudiéndolo, no respondía.

- A…Asderel…- Mi voz comenzaba a quebrarse. ¿Acaso no había funcionado?

- ¡Asderel! – Grité casi al borde de las lágrimas, sus párpados comenzaron a moverse, hasta abrirse lentamente.

Me miró y sonrió perezosamente.

- ¡Asderel! - Grité eufórico saltando sobre él, fui tan rápido y drástico que el ventilador que estaba junto a él se desconectó y caímos los dos al piso. Me asusté, pensé que algo le pasaría si el ventilador era desconectado, pero no pareció tener ningún efecto sobre él.

Caí sobre Asderel, nuestros rostros quedaron a milímetros de distancia. Recordé nuestro beso en el plano astral, mis mejillas se sonrojaron hasta parecer un par de manzanas, me aparté rápido.

- Lo...Lo siento-  Tartamudeé apenas. -¿Estás bien?-

- Si…-
Dijo mientras Azariel y  Cassiel le ayudaban a ponerse de pie.

–Estoy bien, Eliot – Parecía estar avergonzado ¿Acaso estaba arrepentido de lo que había pasado en el mundo de los sueños?

Azariel revisó todo su cuerpo en busca de marcas de azufre, estaba realmente sorprendido, no había absolutamente nada, era como si el cuerpo se Asderel hubiese absorbido todo el veneno del puñal de Mefisto. Estaba curado, suspiré.

 Estaba realmente cansado, aunque parezca tonto, estar en el plano astral por tanto tiempo es realmente agotador.

El alivio por saber que Asderel estaba de vuelta produjo cierta liberación, toda la fatiga por no haber dormido durante  los días que el ángel se halló inconsciente vino encima de mí, sentí las voces alejarse y la visión de los tres ángeles hablando comenzó a desvanecerse, ahora podría descansar, cerré mis ojos casi por inercia y caí desmayado.


- ¡Es que no lo entiendo, Cassiel! – La voz de Asderel entraba aguda en mis oídos, parecía enojado. No sé cuánto tiempo fue que dormí pero ya me sentía mucho mejor, también yo me había recuperado. Abrí los ojos y me puse de pie, me acerqué a la pared, en la habitación continua se estaba dando una acalorada discusión.

- No grites tanto, Asderel… Eliot te podría oír -  Azariel interrumpía.

- ¡Ustedes no lo entienden! – decía con la voz aún alzada. –Ese demonio dijo que Lucifer me quería junto a él -

- Sé que ustedes saben el por qué – Dijo intentando de calmarse, su voz parecía nerviosa, seguramente estaba asustado.

- ¡¿Por qué Lucifer me quiere a su lado?! – Gritó de pronto. Un escalofrío me recorrió por completo ¿Lucifer? ¿El demonio más poderoso de la historia? ¿Para qué querría Lucifer a Asderel? ¿Acaso quería asesinarle?

Por fin entendía muchas cosas, ahora comprendía la aparición de Mefistófeles y su insistencia por tratar de atrapar a Asderel. Quise salir corriendo, entrar a la habitación que estaba junto a la mía  y abrazar a mi amigo, decirle que todo saldría bien, que nada malo le pasaría, que lo protegería.
Pero no podía hacer nada de eso, incluso Azariel y Cassiel parecían tener miedo ¿Qué podía hacer un simple humano? No era más que carne, no tenía con qué defender a Asderel, solo mi vida daría por ello.

- Cálmate, Asderel – Volví escuchar a Cassiel. – Tu solo vuelve al orfanato con Eliot, será un lugar seguro mientras tanto…- Sentí una fuerte palmada en el hombro de Asderel.

 – Azariel y yo les vigilaremos de lejos…- Su voz parecía tranquilizar a Asderel. –Pero tienes que apaciguarte-

- Confío en ustedes, chicos –
Dijo mi amigo. Luego de eso escuché un fuerte revolotear de alas, se habían ido. Corrí a mi cama de vuelta, me recosté y cerré mis ojos, fingiendo que dormía. Asderel entró.

Se sentó a mi lado y comenzó a acariciar mis cabellos lentamente, suspiró.

- No dejaré que nada malo te pase – Susurró. Sentí que Asderel tenía miedo, miedo de lo que le pasará a él y sobretodo miedo de lo que me pasara a mí estando a su lado. Aun así no estaba dispuesto a separarme de él por ningún motivo.

Se puso de pie y miró por una pequeña ventanilla que había en la habitación. Su espalda estaba desnuda. Un poco más abajo de su omóplato, justo dónde había visto la herida él día en que le conocí comenzaba a aparecer algo, los dos pequeños huesos que vi en un comienzo estaban creciendo, recuperándose.

Lo entendí todo, Azariel me había dicho que Asderel fue arrojado a la tierra. Hasta ahora me había preguntado por qué no lo había visto volar, seguramente sus alas fueron cortadas, pero ahora se estaban recuperando, sonreí.

Giró hacia mí rápidamente.

- ¿Qué haces? – Dijo en medio de una pequeña carcajada.

- Yo…Yo – Dije torpemente mientras me sonrojaba. –Tus alas, vuelven a crecer -

Asderel sonrió.
- ¿Te gustaría volar, Eliot? -  Yo asentí con la cabeza.

- ¡Entonces te llevaré a volar cuando mis alas recuperen su fuerza! – Dijo mientras se acercaba a mí y me extendía su mano. – Ahora volvamos al orfanato – Yo la  acepté y me encaminé a su lado, sin dejar de sostenerla.

Caminamos en silencio hasta llegar a nuestro hogar. No pregunté por la ausencia de Azariel y Cassiel, tampoco pregunte por Mefisto, ni por Lucifer, tampoco hablamos de lo que pasó  en el plano astral. Por algún motivo Asderel quería ocultarme todo eso, yo solo accedí a cerrar mi boca y no preguntar, él solo buscaba protegerme.

- Buenos días, chicos – Heller nos recibía nuevamente con  una sonrisa entre sus labios.

- Buenos días, Heller- Dijimos al unísono, luego seguimos en silencio.

Ya era abril y comenzaban de nuevo las clases en el orfanato. Nos dirigimos a un panel que estaba en el patio central, allí estaban los listados de cada clase, y las personas que estaban dentro de ella.

- Clase AB302 – Dijo de pronto sonriendo. Estábamos en la misma, correspondí su sonrisa.
            

- ¿Nunca has asistido a alguna clase? – Pregunté mientras nos dirigíamos al aula donde se llevaría a cabo la clase de religión.

- Pues no… – Dijo entre pequeñas carcajadas. –Los ángeles nacemos sabiéndolo todo-
 

- Pues apuesto que no sabes nada de clase a la cual vamos a entrar – Dije en un tono sarcástico, Asderel me miró confuso y luego se encogió de hombros.

Entramos a la clase de Religión. Estaba claro que un ángel no sabría nada de religión ¿Para qué querría Asderel aprender sobre los de su propia estirpe si él ya los conocía a la perfección? La religión es solo cosa de humanos.
Entramos y nos sentamos al fondo del salón. Corría el rumor de que un nuevo profesor llegaba al orfanato y estábamos muy ansiosos. Ya habían pasado quince minutos y no sabíamos nada, hasta que le vimos atravesar por la puerta.

Era joven, demasiado como para ser profesor, no aparentaba más de veintitrés años. Alto, de unos bellos e intensos ojos azules, su mirada parecía la de un chico inocente pero a la vez madura y segura. Llevaba su cabello castaño oscuro hasta el cuello. Su presencia era como la de un estudiante más, pero inspiraba mucho respeto y todos nos quedamos en silencio apenas cruzó la puerta del aula.

Nos miró a todos sin pronunciar palabra se paro en medio del salón y habló.

- Buenos días – Comenzó en un tono firme. –Mi nombre es Abel…Abel Hight- Su voz era calmada y un poco infantil. Posó sus ojos en Asderel, con una mirada fina y suspicaz, pareció sonreír. Luego fijó su mirada en la mía. Había algo extraño en este profesor, algo llamaba mi atención, era como si él lo supiese todo, que Asderel era un ángel y que me había salvado de la muerte ¿Acaso era un demonio que venía a vigilarnos? Su apariencia era demasiado dulce, pero tenía que tener cuidado. Después de Mefisto, debía desconfiar de todos.

La clase transcurrió sin mayor novedad. Asderel estaba fascinado con las historias que nosotros los humanos inventábamos sobre ellos, estaba realmente sorprendido. Tuve que hacerlo callar más de una vez para que no contradijera al profesor ni dijera algo que lo delatara.

Cuando salimos nos dirigimos al comedor para almorzar, pasamos por el patio central. El día estaba nublado y apenas unos pequeños rayos de sol lograban traspasar las densas nubes, el frío y la brisa atravesaban los músculos, pronto vendría una tormenta. Por alto parlante fuimos avisados de que el resto de las clases serían suspendidas hasta que la tormenta acabase.

Comimos rápido y nos dirigimos a nuestras habitaciones, Asderel dormía en una torre distinta a la mía, pero habíamos llegado al acuerdo de que cada noche nos encontraríamos bajo el árbol más viejo de todo el orfanato, un roble de unos cuatrocientos años, alto, fuerte y duro como una piedra, de bellísimas hojas verdes y suaves. Estaba ubicado justo en el eje del patio central. Era un buen lugar para reunirse, aunque estuviese en el centro, él árbol estaba apartado y era difícil ver si algo se escondía bajo sus ramas.

Llegué a mi habitación, me dí un baño y cambie mi ropa. Espere alrededor de unas seis horas para ver a Asderel, estaba nervioso. Me asustaba el hecho de que nos descubrieran, aunque fuese muy fácil burlar a la guardia que vigilaba el orfanato, temía que descubrieran a Asderel y le castigaran, se decía que a la persona que se encontrara fuera de su habitación se le encerraba en un calabozo y se le dejaba sin comer ni beber agua durante tres días y tres noches.

La noche estaba oscura, no había luz alguna que iluminara el cielo, hacía mucho frío y las gotas caían desde las nubes sin piedad ni cansancio. Salí con un abrigo negro y me dirigí rápidamente al patio central, divisé a Asderel desde lejos, me hacía señas con las manos, apuntaba hacia el viejo roble.

Dirigí mis ojos al árbol, allí estaba. Abel se encontraba sentado bajo el roble mirando hacia la lejanía. Vestía un sweater que le quedaba considerablemente grande, agudicé un poco la vista. Una mano rodeaba su cintura. Tras él, abrazándole se encontraba un joven más alto que él. Pálido y de un cabello marrón claro que llegaba más abajo de sus hombros, llevaba una camisa sin mangas, por lo que supuse que lo que vestía Abel era de él. Abrazaba a Abel con cariño y ternura. Su mirada seria estaba fija en su mano, y en ella mantenía una llama encendida, parecía controlarla a su voluntad. La única persona que había visto controlar el fuego así era a Mefistófeles. ¡Lo sabía! El chico que acompañaba a Abel era un demonio.

Hice un gesto a Asderel para que se alejara de ahí, se apartó un par de metros y comenzó a caminar lentamente hasta donde yo estaba. El chico mantenía aún su mirada en su mano, pero algo de pronto pareció desconcentrarlo. Alzó la vista hacia donde yo estaba, sus ojos brillaron con un fuerte resplandor, como los de un felino en la oscuridad. Eran rojos, escarlata, como la sangre. Sentí terror y corrí hasta Asderel, tomé su mano y comenzamos a correr sin mirar atrás. No vi si Abel y el chico se  pusieron de pie y nos siguieron, no vi absolutamente nada, solo me preocupe de escapar, no quería ver otra vez a Asderel en peligro.
 

Corrimos y nos escondimos debajo de unas bancas, nos quedamos allí en silencio. Nuestra respiración cortada y agitada y el sudor que corría por nuestra frente demostraban nuestro cansancio.

- ¿Por qué vendría otro demonio aquí? – Susurré. Asderel pareció estar pensativo, tardó un par de segundos en responder.

- No lo sé…no me parecía un demonio- Dijo de pronto en voz baja.

- ¡¿Qué?! – Dije alzando levemente la voz. -¡Tú lo viste con tus propios ojos, Asderel…El manejaba el fuego!-

- Si…lo sé, lo sé y el fuego es la principal herramienta de los demonios - Murmuró tratando de calmarme. –Pero…- Su mano se posó sobre su barbilla, tratando de pensar. – Aún así, es extraño-

- P…Pero Asder…-  En ese momento guardé silencio. A lo lejos podía oír unos pasos, firmes y rítmicos, como los de un militar. Asderel tomó una de mis manos y la presionó con fuerza. Los pasos se detuvieron frente a nuestro escondite, se mantuvieron quietos por un momento y luego siguieron su rumbo. Ambos suspiramos al mismo tiempo.

- Estuvo cerc…- Mi amigo no alcanzaba a terminar la frase. Un par de brazos firmes nos tomaban por nuestras ropas y nos tiraban hacia atrás, intenté defenderme en la oscuridad, divisé una figura, no era Abel ni tampoco el chico que estaba junto a él. Tomé la mano de Asderel y trate de ponerme de pie, en ese momento fui golpeado con algo en la cabeza.

                         
Desperté en el calabozo, junto a mí dormía Asderel. Seguramente alguien de seguridad nos había descubierto y nos había traído hasta acá, seríamos castigados.

El lugar era húmedo y oscuro, apenas se filtraba un poco de luz nocturna por una pequeña ventanilla con gruesos barrotes, las paredes eran de ladrillos hechos de piedras y las barras de la celda parecían indestructibles, el suelo estaba sucio y mojado pero era muy sólido y frío. Vi que Asderel comenzaba a temblar mientras dormía, me quité el abrigo y lo puse sobre él.

Sentí unos pasos tranquilos dirigirse hacia nosotros, me puse de pie inmediatamente e intenté pasar mi cabeza entre los barrotes del calabozo para divisar algo. Una antorcha se prendió a lo lejos, la luz se acercaba cada vez más, la persona que la sostenía se detuvo frente a mí.

¡Era Heller, el guardián de la puerta!

- ¡Dios mío, Eliot!- Exclamó en voz baja.

- Gracias a Dios, Heller – Sabía que Heller estaba de nuestro lado y nos ayudaría. Podía ver en sus ojos la bondad.

- Los sacaré de aquí…- Dijo con esa sonrisa que siempre tenía en su rostro. Suspiré aliviado.

- Solo mantén silencio un momento, iré por las llaves – Asentí con la cabeza y me mantuve quieto en mi lugar.

No había pasado más de un minuto cuando sentí un gran ruido. Parecía que algo se hubiese estrellado contra una mesa y luego hubiese caído al piso. Escuché un grito de dolor, era Heller.

- ¡Espera! – Gritó y nuevamente volví a escuchar como algo era azotado contra la muralla. - ¡No darás un paso más! Heller era un hombre fuerte y robusto, medía más de un metro ochenta y destacaba por su fuerza y agilidad en la pelea, muchas veces acabó con bandas enteras de ladrones que intentaron entrar al orfanato, no lo vencerían tan fácil.

Escuché como las mesas se levantaban y caían nuevamente al piso, las antorchas cayeron al suelo y ruidos indescriptibles se dieron en lo que parecía una bestial lucha, escuchaba la voz del guardián y golpes ágiles y rápidos.

- ¡Escóndete, Eliot! –Gritó en un tono de desesperación. Fue lo último que oí de él, luego un gran estruendo pareció callar todo el lugar, la luz de la antorcha de Heller se apagó y no escuché nada más. Me desesperé, algo había entrado y había vencido a Heller ¿Esconderme? No había donde. Di unos pasos hacia atrás y moví mi mano hacia Asderel para despertarlo. En ese momento sentí un chasquido de dedos y una luz encendió como fuego.

- No haría eso si fuera tu – Era esa voz que me daba escalofríos, que hacía temblar todo mi cuerpo y que él solo oírla me daba nauseas. Su sonrisa malévola, sus afilados dientes y sus ojos anaranjados casi amarillos confirmaron mi creencia. Era Mefisto

En una de sus manos mantenía una llama color roja con matices púrpuras y negros. Con la otra sujetaba un puñal de mango dorado, con el que apuntaba el cuello de Asderel. No podía moverme, si lo hacía lo mataba, pero si no hacía nada seguramente también lo haría o aún peor ¡Se lo llevaría al mismísimo infierno!

Sin pensarlo más me abalancé contra él, no tuvo oportunidad de reaccionar. Caí sobre él y comencé a propinarle golpes en la cara con todas mis fuerzas, el chocar de mis puños en su rostro sonaba como si le estuviese atravesando los músculos y quebrando los huesos, pero él estaba riendo, con cada golpe que daba una fuerte carcajada salía de su boca, esto me enfurecía y me hacía golpear aún más fuerte, pero él seguía riendo. Su risa escandalosa e irónica hacía hervir mi sangre, era como si le gustara el dolor. Me detuve de pronto.

- No me dañaras, chico- Dijo con un tono sarcástico y una sonrisa dibujada en su rostro. Miré mis puños, estaban sangrando y apenas podía sentir mis manos, pero las mejillas de Mefisto estaban intactas.

Aprovechó mi descuido y me envió disparado por los aires, estrellándome contra una de las murallas.

- Antes de llevarme a tu amigo me entretendré contigo – Dijo mientras
se acercaba a mí, encajando su rostro y su cuello y apretando los puños.
 
– Eso ha sido muy molesto – Dijo acercándose a mi oído. Mi respiración se aceleró y mi corazón parecía estar a punto de escapar por mi garganta, una gruesa enredadera me tomó por la ropa y me levantó mientras otro par me apresaba contra la pared. Puso el puñal contra mí.

- Te rebanaré en pedazos y luego me llevaré a Asderel– Dijo en un pequeño carcajeo.



Comenzó lentamente, primero empezó propinando pequeños cortes en mis muñecas, paulatinamente. El filo del puñal penetrando mi piel me causaba un molesto ardor, cada corte era más profundo que el anterior, manejaba la hoja del puñal como un pincel y mi cuerpo era el lienzo donde pintaría su obra maestra, subió por los brazos hasta llegar a mis hombros, allí siguió dibujando con una extraña malicia en sus ojos, a ratos molestas carcajadas escapaban de sus labios, su navaja pasó muy cerca de mi cuello, bordeando mi yugular. Yo no podía hacer nada, el dolor se hacía cada vez más insoportable. Cortó mi camisa y me desprendió de ella, bajó hasta mi estómago, sonrió.

- Ahora te destriparé -

En ese momento sus ojos se agrandaron, sorprendidos y un gemido escapó de su boca. La mano de Mefistófeles era sujetada por otra, la de Asderel. La mantenía firme y la quemaba fuertemente.

- No lo dañaras más, Mefisto – En ese momento me sentí completamente aliviado, Asderel una vez más me había salvado.

El demonio sonrió, luego con un movimiento de su mano apartó todos los barrotes de la celda y destrozó la muralla delantera de la prisión.

Tomó a Asderel por la ropa y lo lanzó lejos pero él se reincorporó rápidamente y se dirigió de nuevo hacia Mefisto. El cuerpo de mi amigo brillaba como nunca, un resplandor casi blanco lo cubría por completo, parecía más fuerte que la vez anterior.

Mefisto no esperó, extendió unas largas alas, como hechas de cuero, color negro, apagadas y tétricas, volando hasta donde estaba Asderel.

Allí comenzó una gran pelea. Mefisto se abalanzó sobre Asderel pero este lo esquivó y le propino una feroz patada en la espalda, luego desde su mano una onda expansiva hizo que el demonio saliera disparado un par de metros, Mefisto se puso de pie a los pocos segundos e hizo que desde el suelo aparecieran grandes raíces que sujetaron las manos y los pies de Asderel pero sin hacer mayor esfuerzo este se libró de ellas y saltó sobre Mefisto, embistiéndolo. Ambos comenzaron a darse golpes en la cara y el estomago, el brillar que salía de cada golpe iluminaba toda la prisión y cada uno se escuchaba como el detonar de una bomba. En pocos segundos el rostro de Mefisto parecía estar completamente quemado y Asderel sangraba por su boca, pero aún así no se detenían. De pronto Mefistófeles lo tomó por el cuello y lo lanzó hacia una muralla, pero Asderel detuvo el impacto antes de estrellarse. Un aura púrpura mezclada con negro cubría todo el cuerpo de Mefistófeles, con su mano derecha hizo lo que parecía una bola de fuego negro y la lanzó contra Asderel, quien a su vez con ambas manos pareció hacer un escudo invisible alrededor suyo, que desvió el fuego y después contraataco iniciando una ráfaga de viento que fue directamente contra Mefisto, cortando sus mejillas.

Asderel apareció rápidamente junto a Mefistófeles, fue como si se hubiese tele trasportado. Se abalanzó sobre él y comenzó a propinarle brutales golpes en la cara, sin detenerse, sin tregua, el brillar de sus puños y el estruendo que producía el chocar de sus golpes contra la piel de Mefistófeles, quemándola empezaba a asustarme.

 Incluso aunque fuese contra Mefisto, el ver tanta violencia comenzó a angustiarme.

_  ¡Ya es suficiente, Asderel! – Grité intentando de calmarle, pero no me escuchó. Los ojos de Asderel parecieron aclararse un poco, su mirada cambio, sus dulces ojos se volvían malignos, macabros, llenos de rencor y de poder. Mi amigo yacía sobre Mefisto y lo golpeaba una y otra vez, sin piedad, parecía disfrutar con cada gota de sangre que recorría las mejillas y los labios de su enemigo. El demonio se quedó inerte de pronto, por un momento sentí el lento cesar de su respiración, pensé que había muerto.

- Parece que ya peleas como uno de nosotros, Angelito – Dijo entre carcajadas mientras con su mano izquierda quitaba el rastro de sangre de su labio inferior.

- ¡No me compares! – Grito Asderel un enfadado. -¡Nunca seré como ustedes!-

- Oh, Asdi ¡Si lo eres! – Dijo irónico mientras saltaba sobre Asderel, revirtiendo la posición en la que ambos se encontraban. Comenzó a devolver sobre su rostro cada uno de los golpes que Asderel le había dado, mientras reía con un exagerado tono de sarcasmo.

- ¿Por qué crees que Lucifer te está buscando? – Dijo mientras sacudía sus mejillas con brutalidad. Fue apartado de pronto por lo que parecía ser una onda expansiva.

- No lo sé –Dijo encolerizado – ¡Y no me importa en absoluto! - 

- ¡Pues debería importarte! - Gritó.

- ¡Tu eres unos de nosotros! ¡Eres un híbrido! –

Asderel se paralizó, empalideció y sus manos comenzaron a temblar. En ese momento Mefisto con una de sus manos tomó la cabeza del sorprendido Asderel quien parecía haberse congelado de la impresión y la aplastó contra el piso.

Sin dudarlo si quiera un segundo, tomó el puñal de mango dorado y lo atravesó en un costado del estómago.

- ¡Asderel! – Grité con todas mis fuerzas, pareció despertar, sujetó con ambas manos el puñal e intento quitarlo de su cuerpo, pero Mefisto era más fuerte.

- ¡Hay una parte de ti que pide a gritos despertar! – Comenzó mientras iba clavando más profundo el puñal.

- No puede ser…-

- ¡Oh! ¡Claro que sí! – Dijo riendo mientras el filo iba entrando aún más, destrozando toda la piel y músculo a su paso.

- ¡Entrégate a esa parte! – Gritó. -¡Es genial, Asdi, ya lo verás! – Retiró el puñal en un movimiento brusco, mi amigo quedó en el piso, casi al borde de la inconsciencia. De las manos del demonio comenzaron a salir extrañas garras, parecidas a filosas navajas metálicas.

- ¡Si no quieres despertar el señor Lucifer lo hará por ti! – Dijo. Y se propuso a apuñalar con una de sus manos el corazón de Asderel.

Pero en ese momento fue arrastrado hacia donde yo me encontraba por una fuerza sobrehumana. Una silueta que apenas logré divisar lo empujó. Unas amplias alas negras, con tonos dorados, blancos y azulados se extendían ante mí, una figura rodeada por un brillante resplandor blanco mantenía a Mefisto contra el piso, quien parecía no poder levantarse, como si estuviese pegado al pavimento. Las raíces me soltaron de pronto, corrí hasta Asderel.

- ¡Eliot!, ¡Asderel! –
El profesor Abel aparecía corriendo hacia nosotros.

 - ¡¿Están bien?!- Llegó a nuestro lado, sacando un par de vendas que se apresuraba a poner sobre la herida de Asderel.

Mefistófeles se puso de pie y con sus manos creó un montón de fuego que lanzó contra nosotros, pero enseguida aquella silueta se puso frente y un escudo pareció protegernos de las llamas, las que en un impulso rápido fueron de vueltas a su dueño.

La figura celestial que nos protegía hizo batir sus alas y de ellas una gran ráfaga de viento fue enviada hacia Mefisto, destrozándole parte de su ropa y quemando sus músculos, causándole gran dolor.

En ese momento, un movimiento de su mano hizo que todo el techo del calabozo se desprendiera y se desplomara contra el demonio, dejándolo sepultado bajo toneladas de concreto y tierra.

 - No hay tiempo, Daemon – Dijo Abel de pronto, robando la atención del chico que teníamos delante.

En ese momento el profesor tomó a Asderel y lo puso sobre uno de sus hombros. La figura extendió una de sus manos y me invitó a tomarla, yo acepté. Fui rodeado del mismo resplandor blanco que le rodeaba a él, una grata sensación de paz y relajo me invadió por completo, una cálida placidez comenzó a adormecerme, el chico puso su otra mano sobre mi frente, como bajo los efectos de un somnífero comencé a cerrar mis ojos lentamente. En ese momento sus alas desaparecieron y la luz alrededor de él comenzó a desvanecerse, ocultándose. Pude verle claramente. Su cabello marrón y su piel pálida, era él, sus ojos color sangre lo delataban.

- Eras tú…- Murmuré antes de perder por completo la conciencia.

- El chico al que yo creía un demonio…-

Por un momento, pareció sonreírme, su sonrisa era agradable, protectora. Como la de un padre, juvenil como la de un hermano. El pequeño destellar de su sonrisa fue lo último que vi. Todo lo demás es oscuro.

Notas finales:

Primeras impresiones de estos nuevos dos personajes? Eh? 


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